31 mar 2019

El mensaje de López Obrador puso de cabeza a los españoles... y a los mexicanos

El mensaje de López Obrador puso de cabeza a los españoles... y a los mexicanos/
ALEJANDRO GUTIÉRREZ
Revista Proceso # 2213, 31 de marzo de 2019...
Una carta de Andrés Manuel López Obrador al rey de España desató una tormenta que apenas comienza. Pidió al monarca que su país se disculpara con México por las atrocidades cometidas hace medio milenio por los conquistadores. Las respuestas del otro lado del océano fueron cortantes y hasta majaderas. El Estado español rechazó pedir disculpas, pero el provocador mensaje tuvo y tiene ecos en Madrid: llegó a la Casa Real, de ahí a la cancillería, para luego ser enviado al presidente. Sacudió asimismo a la prensa  y obligó a los partidos políticos –que se encuentran en campaña– a pronunciarse contra los mandatarios mexicano y español. De rebote, en  México, la provocación causó apoyos, críticas y, de paso, memes.  

MADRID.- El 30 de enero en Palacio Nacional, y acompañado de un reducido número de sus colaboradores, el presidente Andrés Manuel López Obrador le anunció al mandatario español, Pedro Sánchez, que le solicitaría a España una disculpa por los agravios sufridos por los pueblos indígenas durante la Conquista, coincidiendo con la efemérides de los 500 años del arribo de Hernán Cortés a lo que hoy es México.
Cincuenta y cuatro días después se hizo público que López Obrador envió una carta con ese propósito al rey Felipe VI, lo que produjo un desencuentro diplomático entre México y España y una cascada de reacciones adversas desde este país a la propuesta, principalmente de los líderes políticos que tienen en mente las elecciones generales del próximo 28 de abril. Otra carta con propósito similar fue enviada al Papa Francisco, para que la Iglesia católica pidiera perdón por los abusos cometidos por esa institución durante la Conquista.
El anuncio de enero en Palacio Nacional, que tomó desprevenido a Sánchez, ensombrecía el propósito de su viaje oficial: ser el primer dignatario recibido por el recién estrenado gobierno de la llamada Cuarta Transformación, resaltar la sintonía de dos “gobiernos progresistas”, abogar por la seguridad jurídica de las 6 mil 200 empresas españolas afincadas en México –para que pudieran participar en los proyectos de infraestructura de la nueva administración– y mostrar la “gratitud” por el gesto de haber acogido a los más de 25 mil españoles durante el exilio republicano, hace 80 años.
El presidente español, aún atónito, expresó su desacuerdo con el enfoque del anuncio y consideró que el tono de la propuesta debía matizarse, incluso discutirse en conjunto, explica a detalle una fuente española conocedora de los pormenores de la reunión en Palacio Nacional.
López Obrador le informó ahí que prepararía una carta dirigida a Felipe VI con ese fin. Incómodo, Sánchez cortó el tema y dijo que estudiaría la propuesta.
Antes de dar por terminada la reunión y ante la parca respuesta del español, López Obrador añadió que iría “a consultarlo con mi esposa”, Beatriz Gutiérrez Müller, quien desde noviembre encabeza el Consejo Asesor Honorario de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y a quien el gobierno de España, según la fuente consultada, tiene como responsable intelectual de la iniciativa. 
La esposa de López Obrador también le trasladó la petición de perdón a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, parte de la comitiva española. Esta información –que adelantó el diario Reforma en México y que Gutiérrez Müller desmintió– fue confirmada al corresponsal por la fuente ya citada.
Al día siguiente, luego de reunirse con empresarios españoles, hacer una guardia de honor ante el Monumento a los Niños Héroes y recibir el reconocimiento como Huésped Ilustre de manos de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, Sánchez volvió a España, una hora antes de lo previsto.
El tema de la efemérides de la llegada de Cortés a tierras mexicanas ya perseguía al gobierno español. El 24 de enero, seis días antes del arribo de Sánchez a México, el ministro de Cultura, José Guirao, dio a conocer el Plan Internacional de Cultura, en el que, reconoció, no incluían actos conmemorativos de Hernán Cortés y aceptaba que tratar ese tema con México “es algo complicado”.
El 5 de febrero, en un desayuno organizado por Europa Press, a una pregunta de este corresponsal, el ministro respondió que “una celebración como la de Hernán Cortés hubiera requerido que hace dos años se hubiera puesto en marcha, como se hizo con Magallanes y Elcano”, pero cuando llegó al ministerio, en junio pasado, “no había nada preparado”.
“No tenemos ningún problema por conmemorar y dignificar la figura de Hernán Cortés, pero debo decir que la Casa de América, la embajada de España en ­México y el Centro Cultural de España en México sí tienen programas; quien no lo tiene es el ministerio, lo estamos confeccionando e intentaremos acordarlo con los mexicanos.
“Pero también hay que señalar que en México la figura de Hernán Cortés no es muy simpática”, y si bien “el gobierno español tiene el derecho y la obligación absoluta de celebrar a Hernán Cortés, también tendremos que ser respetuosos con un país soberano, como México, y no será fácil”, reconoció.
La ruta de la filtración
El viernes 1, mediante “conductos diplomáticos”, la carta de López Obrador al rey se envió directamente al Palacio de la Zarzuela, sede de la Casa Real. Posteriormente la misiva fue canalizada por la Casa Real al Ministerio de Asuntos Exteriores, para que el gobierno de Sánchez gestionara el tema, explicó la fuente consultada.
No fue sino hasta unos minutos después de las 13:00 horas en México (20:00 horas en Madrid) del lunes 25, cuando el diario español El País difundió en primicia, en su web y redes sociales, la noticia con el encabezado: López Obrador pide al Rey que España se disculpe por los abusos de la Conquista.
Al adelantar el diario el anuncio que López Obrador haría ese mismo día a las 17:00, horas de México, en un acto público en Centla, Tabasco, el presidente pospuso un viaje programado a la Quinta Zona Naval Militar, en Frontera, Tabasco, donde iba a entregar las condecoraciones Perseverancia Excepcional Primera Clase a los marinos, y se dirigió a la zona arqueológica de Comalcalco para elaborar un video que se difundió en redes sociales.
Acompañado por su esposa, en el video señala que ese día se conmemoraban los 500 años de la batalla de Centla –pese a que esta primera acción bélica de la Conquista sucedió el 14 de marzo de 1519– entre las fuerzas de Hernán Cortés y los mayas-chontales.
@lopezobrador_Estamos en Comalcalco, vamos a Centla a conmemorar 500 años de la batalla de los españoles contra la resistencia de los mayas-chontales.14:16 - 25 mar. 2019
Fue la primera “batalla de la llamada Conquista o descubrimiento o encuentro de dos mundos o de dos culturas. Lo cierto es que fue una invasión y se cometieron muchas arbitrariedades; se sometió a los pueblos que habitaban lo que ahora conocemos como nuestra América, todo el continente nuevo, recién descubierto”, dice en el video.
En una alocución de casi siete minutos, señala que “fue una invasión” y por eso iba a hablar de este tema en ­Centla “y por eso le pedí a Beatriz que me acompañara, porque ella además de literata está trabajando en la historia, hizo su tesis sobre Bernal Díaz del Castillo, que es el cronista principal, el principal testigo…”.
La esposa del presidente dice en el video que desde 2019 y hasta 2021 “se van a ir recordando los diferentes acontecimientos de la llamada Conquista. Otra cosa importante es la matanza de Cholula, la Noche Triste y finalmente la caída de la ciudad de Tenochtitlan”.
López Obrador señala que “es muy polémico el tema” y adelanta que “envié una carta al rey de España, y otra carta al Papa, para que se haga un relato de agravios y se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos. Hubo matanzas, imposiciones, la llamada Conquista se hizo con la espada y con la cruz; se edificaron las iglesias arriba de los templos. Bueno, se excomulgó a nuestros héroes patrios, a los padres de nuestra patria, a Hidalgo y Morelos. Es tiempo de decir: ‘Vamos a reconciliarnos, pero primero pidamos perdón’”.
Anunció también que él pedirá perdón por los hechos acontecidos durante la Colonia. “Hubo mucha represión a los pueblos originarios, fundamentalmente lo que pasó con el exterminio a los yaquis, a los mayas, incluso el exterminio a los chinos en plena Revolución Mexicana, desde el porfiriato y luego, tenemos que pedir perdón, y que el 2021 sea el año de la reconciliación histórica”.
Luego, en el acto en Centla, Gutiérrez Müller hizo un pormenorizado relato del episodio histórico y López Obrador repitió el mismo mensaje del video, la petición de una disculpa histórica y que 2021 sea un año de reconciliación. 
Desde la capital española, el gobierno de Sánchez reaccionó emitiendo un contundente comunicado que colgó el Ministerio de Exteriores en su sitio en internet, en el que “lamenta profundamente que se haya hecho pública la carta” que López Obrador envió al monarca “y cuyo contenido rechazamos con toda firmeza”.
Dice: “La llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas. Nuestros pueblos hermanos han sabido siempre leer nuestro pasado compartido sin ira y con una perspectiva constructiva, como pueblos libres con una herencia común y una proyección extraordinaria”. Y ­reitera su disposición a “trabajar conjuntamente con México para intensificar las relaciones de amistad y cooperación existentes” que permitan “afrontar los retos futuros”.
Factor electoral… en España
El revuelo provocado por la iniciativa mexicana tomó al rey Felipe VI y a su esposa, Letizia, en Argentina, donde habían llegado la noche del domingo 24 para iniciar una gira de tres días.
Desde Buenos Aires, el ministro de Exteriores, Josep Borrell, declaró que “obviamente” no van a presentar esas “extemporáneas disculpas”. “Del mismo modo que no vamos a pedir a la República Francesa que presente disculpas por lo que hicieron los soldados de Napoleón cuando invadieron España. Ni los franceses van a pedir a los italianos que se disculpen por la conquista de las Galias de Julio César”.
Explicó que ya había trasladado la molestia de España a su par mexicano, Marcelo Ebrard. “Vamos a hacer todo lo posible para que las relaciones entre los pueblos y los gobiernos no se vean enturbiadas por esta iniciativa desafortunada”.
La vicepresidenta, Carmen Calvo, también se sumó al rechazo. “El jefe del Estado, el rey Felipe VI, no tiene que pedir perdón a ningún país y no va a ocurrir eso”, dijo.
El tema le vino como anillo al dedo a los dirigentes de los partidos españoles que están en campaña electoral, primordialmente los de derecha, quienes usaron el tema para enaltecer el orgullo patrio, atacar a México y a Sánchez. 
Pablo Casado, dirigente del conservador Partido Popular, la consideró “una afrenta para España”. Desde Jerez de la Frontera señaló que es “inadmisible” la exigencia de López Obrador, a quien llamó “el amigo de Sánchez”, y exigió al gobierno que le diga a ese “gobierno izquierdista” que España “no acepta difamaciones sobre nuestra contribución”.
Casado, quien ya en el pasado destacó que “la hispanidad es la etapa más brillante del hombre desde la romanización”, añadió: “Demuestra una ignorancia escandalosa y es una afrenta contra España y su historia”. Y criticó al gobierno español porque “no vale con notas de oficio de embajadas ni declaraciones edulcoradas de embajadores”, porque Sánchez se ha puesto del lado de los “comunistas, dictadores y populistas”.
Rechazó la “leyenda negra de España. Ni en la que se trazó hace siglos ni la que la izquierda acomplejada intenta ahora escribir. Somos una de las naciones más importantes de la historia de la humanidad”.
El dirigente de Ciudadanos, Albert Rivera, tuiteó que la carta al rey es una “ofensa intolerable al pueblo español. Así actúa el populismo: falseando la historia y buscando el enfrentamiento. Cuando gobernemos lideraremos la unión y colaboración entre España y las naciones hermanas de Latinoamérica”.
También el dirigente del ultraderechista Vox, Santiago Abascal, escribió en su cuenta: “López Obrador, contagiado de socialismo indigenista, no entiende que al pedir reparaciones a España en realidad está insultando a Méjico”.
Los únicos que respaldaron la iniciativa de México fueron la vocera parlamentaria de Podemos, Ione Belarra; Alberto Garzón, dirigente de Izquierda Unida; y el líder vasco de EH-Bildu, Joseba Permach. 
La primera tuiteó que “López Obrador es el digno presidente de México. Tiene mucha razón en exigirle al Rey que pida perdón por los abusos en la ‘Conquista’. Si gobierna Podemos habrá un proceso de recuperación de la memoria democrática y colonial que restaure a las víctimas”.
Una de las opiniones más duras fue la del escritor y académico Arturo Pérez Reverte, quien en un tuit le reviró al mandatario mexicano que debe ser él quien se disculpe. “Si este individuo se cree de verdad lo que dice, es un imbécil. Si no se lo cree, es un sinvergüenza”.
Márquez: “Bienvenida la polémica”
El lunes 25, cuando estalló la polémica, Enrique Márquez, titular de la Dirección Ejecutiva de Diplomacia Cultural de la Secretaría de Relaciones Exteriores, estaba en Madrid para presentar su plan de trabajo para España en 2019, cuyos temas centrales son los 80 años del exilio republicano español y los cinco siglos de la Conquista, asuntos que había abordado en entrevista con Judith Amador y Armando Ponce (Proceso 2209).
En esta gira Márquez acompañó a la embajadora Roberta Lajous durante el nombramiento del historiador Jorge F. Hernández como director del Instituto de México; él será el encargado de desarrollar el programa de estas conmemoraciones, en coordinación con la Casa de México.
En entrevista con el corresponsal, Márquez sostiene que efectivamente “ha habido una reacción y en eso hay que ser muy cautos. No hay que ser tremendistas ni obcecados en los desenlaces, porque un proceso como éste es una polémica internacional que está cargada de matices de distintos significados, y no todas las reacciones son negativas”.
Explica, por ejemplo, que el martes 26, un día después de estallada la controversia, Lajous ofreció una comida en la residencia oficial para Cuauhtémoc Cárdenas –quien preside la Comisión Mexicana para la Celebración de los 80 Años del Exilio Republicano– y para él mismo, a la que acudieron, entre otros, la alcalde de Madrid, Manuela Carmena; la subsecretaria de Justicia para la Memoria Histórica, Cristina Alatorre; y el director general de Memoria Histórica de España, Fernando Martínez. 
Y un día después tuvieron una reunión de trabajo en el Ministerio de Justicia para desarrollar una agenda conjunta de conmemoraciones.
“Fue una reunión donde llegamos a amplios acuerdos sobre la conmemoración del exilio. Luego pasó a saludarnos la ministra Dolores Delgado. Es decir, hay muchos espacios de normalidad en la relación”, dice.
“Esto me hace suponer que una vez superado el escenario actual y pasado el proceso electoral en España, el 28 de abril, se abrirán espacios para avanzar en una solución de concordia y de reconciliación, que eso es al final lo que el presidente López Obrador está pidiendo, es decir, repasemos el tema de la reconciliación histórica como paso fundamental para nuestras naciones. No es una revisión para separarnos.”
–¿Este desencuentro puede afectar las relaciones bilaterales?
–No creo que haya riesgo de grandes fisuras. Entiendo que son muy importantes los vínculos que se dan a partir de las balanzas comerciales, pero son fundamentales los vínculos que se dan a partir de las culturas. O por no querernos sacudir la modorra o por no incomodar a nadie, ¿vamos a permanecer en la indiferencia y en el olvido o la frustración? Pues bienvenida la polémica, pero una polémica respetuosa, fundada y plural. Que pueda llevarse luego al campo social para que ayude a nutrir una idea clara del pensamiento nacional en México y en España. Estoy convencido de que esto ayudará a fortalecer en el futuro las relaciones bilaterales de nuestros países.
–Desde España se achaca a esta iniciativa un propósito revisionista, y fuentes consultadas para este reportaje critican la injerencia de la pareja del presidente en la iniciativa, ¿qué opinión le merece?
–En toda conmemoración histórica, y una tan relevante como los cinco siglos de la llegada de Cortés y el inicio de la Conquista en México, es natural que se produzcan procesos de revisionismo historiográfico. Se hizo en ocasión del bicentenario de la Revolución Francesa en 1989. En México se hizo en ocasión del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución de 1910, y en todos estos casos se ha logrado enriquecer las visiones. Para eso sirven los procesos revisionistas, te llevan a un mejor conocimiento en procesos complejos.
“Cuando se plantea la necesidad de discutir en el presente gobierno lo ocurrido hace 500 años, es un acto de salud académica, historiográfica, y yo diría de mayor conciencia sobre la identidad. Revisar el tema de la Conquista es revisar el tema del mestizaje, los procesos para la configuración de una nación pluricultural, con todos los procesos que lleva el mundo colonial. Bueno, que los historiadores mexicanos, que la esposa del presidente, en tanto historiadora, tengan una iniciativa de este tamaño no nos debe llamar a extrañeza. Debemos verlo como naturalidad. 
“Que presida una comisión de memoria histórica en tanto historiadora, es una iniciativa con sanas intenciones de conocimiento.”
–¿Qué viene?¿Cuáles son los siguientes pasos?
–Estamos convencidos de que habrá condiciones para plantear una programación de eventos comunes, ligados a la ruta conmemorativa de 2019 a 2021, que habíamos vislumbrado antes de estos hechos.
“Organizaremos una serie de coloquios y foros de muy alto nivel, muy similares a los que organizó Octavio Paz (La Experiencia de la Libertad), con historiadores, intelectuales y académicos de todas las corrientes, muy plural, de España, de México y otros países. 
“Uno debería estar dedicado a la Conquista como un hecho militar y como hecho cultural. Otro, dedicado a la conquista de las utopías, que son esos proyectos ideológicos que tienen que ver con el encuentro de los españoles con nuestro mundo, que lo llaman el Nuevo Mundo, pero no por descubrirlo, sino el nuevo mundo utópico a partir de la cual volvieron a soñar, eso fue lo que les ofrecieron nuestras culturas originarias. 
“Estoy pensando en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco con los frailes españoles, estoy pensando en fray Bartolomé de las Casas y su sistemática defensa de los pueblos indígenas. Es una propuesta que hemos desarrollado hace tiempo: la conquista militar, la conquista de las utopías y la conquista como nación.”   
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La matanza del Templo Mayor*/MIGUEL LEÓN-PORTILLA
Revista Proceso # 2213, 31 de marzo de 2019..
En 1520, durante la fiesta anual que celebraban los nahuas en honor de Huitzilopochtli, Pedro de Alvarado, uno de los soldados cercanos a Hernán Cortés, aprovechó la ausencia de éste para perpetrar la matanza del Templo Mayor. Ese oprobioso pasaje, que precedió a la derrota de los españoles en las inmediaciones de Tacuba, es recogido en el libro Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista, de Miguel León-Portilla.
Establecidos ya los españoles en México-Tenochtitlan, Motecuh­zoma se convirtió prácticamente en prisionero de Cortés. Varios textos indígenas como el Códice Ramírez, la XIII relación de Ixtlilxóchitl, el Códice Aubin, etcétera, se refieren de manera directa a la matanza preparada por don Pedro de Alvarado durante la fiesta de Tóxcatl, celebrada por los nahuas en honor de Huitzilopochtli.
Hernán Cortés se había ausentado de la ciudad para ir a combatir a Pánfilo de Narváez, quien había venido a aprehender al conquistador por orden de Diego Velázquez, gobernador de Cuba. Alvarado “el Sol”, como lo llamaban los mexicas, alevosamente llevó al cabo la matanza, cuando la fiesta alcanzaba su mayor esplendor.
Aquí se ofrecen dos testimonios, conservados en náhuatl y que pintan con un realismo comparable al de los grandes poemas épicos de la antigüedad clásica, los más dramáticos detalles de la traición urdida por Alvarado.
Primeramente oiremos el testimonio de los informantes indígenas de Sahagún, que nos narran los preparativos de la fiesta, el modo como hacían los mexicas con masa de bledos la figura de Huitzilopoch­tli y, por fin, cómo en medio de la fiesta, de pronto los españoles atacaron a traición a los mexicas. 
Los informantes nos hablan en seguida de la reacción de los nativos, del sitio que pusieron a los españoles refugiados en las casas reales de Motecuhzoma. El cuadro se cierra cuando llega la noticia de que vuelve Cortés. Los mexicas “se pusieron de acuerdo en que no se dejarían ver, que permanecerían ocultos, estarían escondidos… como si reinara la profunda noche…” (…)
Los preparativos 
de la fiesta de Tóxcatl
Luego pidieron (los mexicas) la fiesta de Huitzilopochtli. Y quiso ver el español cómo era la fiesta, quiso admirar y ver en qué forma se festejaba.
Luego dio orden Motecuhzoma: unos entraron a la casa del jefe, fueron a dejarle la petición. 
Y cuando vino la licencia a donde estaba Motecuhzoma encerrado, luego ya se ponen a moler la semilla de chicalote, las mujeres que ayunaban durante el año, y eso lo hacen allá en el patio del templo.
Salieron los españoles, mucho se juntaron con sus armas de guerra. Estaban aderezados, estaban armados. Pasan entre ellas, se ponen junto a ellas, las rodean, las están viendo una por una, les ven la cara a las que están moliendo. Y después que las vieron, luego se metieron a la gran Casa Real: como se supo luego dizque ya en este tiempo tenían la intención de matar a la gente, si salían por allí los varones (…)
El principio de la fiesta
Pues cuando hubo amanecido, ya en su fiesta, muy de mañana, le descubrieron la cara los que habían hecho voto de hacerlo. Se colocaron en fila delante del dios, lo comenzaron a incensar, y ante él colocaron todo género de ofrendas: comida de ayuno (o acaso comida de carne humana) y rodajas de semilla de bledos apelmazada.
Y estando así las cosas, ya no lo subieron, ya no lo llevaron a su pirámide.
Y todos los hombres, los guerreros jóvenes, estaban como dispuestos totalmente, con todo su corazón iban a celebrar la fiesta, a conmemorar la fiesta, para con ella mostrar y hacer ver y admirar a los españoles y ponerles las cosas delante.
Se emprende la marcha, es la carrera: todos van en dirección del patio del templo para allí bailar el baile del culebreo. Y cuando todo el mundo estuvo reunido, se dio principio, se comenzó el canto, y la danza del culebreo.
Y los que habían ayunado una veintena y los que habían ayunado un año, andaban al frente de la gente: mantenían en fila a la gente con su bastón de pino. Al que quisiera salir lo amenazaban con su bastón de pino.
Y si alguno deseaba orinar, deponía su ropa de la cadera y su penacho partido de plumas de garza.
Pero al que no más se mostraba deso­bediente, al que no seguía a la gente en su debido orden, y veía como quiera las cosas, luego por ello lo golpeaban en la cadera, lo golpeaban en la pierna, lo golpeaban en el hombro. Fuera del recinto lo arrojaban, violentamente lo echaban, le daban tales empellones que caía de bruces, iba a dar con la cara en tierra, le tiraban con fuerza de las orejas: nadie en mano ajena chistaba palabra.
Eran muy dignos de veneración aquellos que por un año habían ayunado; se les temía; por título propio y exclusivo tenían el de “hermanos de Huitzilopochtli”.
Ahora bien, iban al frente de la danza guiando a la gente los grandes capitanes, los grandes valientes. Pasaban en seguida los ya jovenzuelos, aunque sin pegarse a aquéllos. Los que tienen el mechón que caracteriza a los que no han hecho cautivo, los mechudos, y los que llevaban el tocado como un cántaro: los que han hecho prisioneros con ayuda ajena.
Los bisoños, los que se llamaban guerreros jóvenes, los que ya hicieron un cautivo, los que ya cogieron a uno o dos cautivos, también los iban cercando. A ellos les decían:
–¡Fuera allí, amigotes, mostradlo a la gente (vuestro valor), en vosotros se ve!
Los españoles 
atacan a los mexicas
Pues así las cosas, mientras se está gozando de la fiesta, ya es el baile, ya es el canto, ya se enlaza un canto con otro, y los cantos son como un estruendo de olas, en ese preciso momento los españoles toman la determinación de matar a la gente. Luego vienen hacia acá, todos vienen en armas de guerra.
Vienen a cerrar las salidas, los pasos, las entradas: la Entrada del Águila, en el palacio menor; la de Acatl iyacapan (Punta de la caña), la de Tezcacoac (Serpiente de espejos). Y luego que hubieron cerrado, en todas ellas se apostaron: ya nadie pudo salir.
Dispuestas así las cosas, inmediatamente entran al Patio Sagrado para matar a la gente. Van a pie, llevan sus escudos de madera, y algunos los llevan de metal y sus espadas.
Inmediatamente cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada.
Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza: les rebanaron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.
Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a donde dirigirse.
La matanza del Templo Mayor
 (Códice Florentino)
Pues algunos intentaban salir: allí en la entrada los herían, los apuñalaban. Otros escalaban los muros; pero no pudieron salvarse. Otros se metieron en la casa común: allí sí se pusieron en salvo. Otros se entremetieron entre los muertos, se fingieron muertos para escapar. Aparentando ser muertos, se salvaron. Pero si entonces alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban. 
La sangre de los guerreros cual si fuera agua corría: como agua que se ha encharcado y el hedor de la sangre se alzaba al aire, y de las entrañas que parecían arrastrarse.
Y los españoles andaban por doquiera en busca de las casas de la comunidad: por doquiera lanzaban estocadas, buscaban cosas: por si alguno estaba oculto allí; por doquiera anduvieron, todo lo escudriñaron. En las casas comunales por todas partes rebuscaron.
La reacción de los mexicas
Y cuando se supo fuera, empezó una gritería:
–Capitanes, mexicanos… venid acá. ¡Qué todos armados vengan: sus insignias, escudos, dardos!… ¡Venid acá de prisa, corred: muertos son los capitanes, han muerto nuestros guerreros!… ¡Han sido aniquilados, oh capitanes mexicanos! 
Entonces se oyó el estruendo, se alzaron gritos, el ulular de la gente que se golpeaba los labios. Al momento fue el agruparse, todos los capitanes, cual si hubieran sido citados: traen sus dardos, sus escudos.
Entonces la batalla empieza: dardean con venablos, con saetas y aun con jabalinas, con arpones de cazar aves. Y sus jabalinas furiosos y apresurados lanzan. Cual si fuera capa aurilla, las cañas sobre los españoles se tienden.
Los españoles se refugian 
en las casas reales 
Por su parte los españoles inmediatamente se acuartelaron. Y ellos también comenzaron a flechar a los mexicanos, con sus dardos de hierro. Y dispararon el cañón y el arcabuz.
Inmediatamente echaron grillos a Motecuhzoma.
Por su parte, los capitanes mexicanos fueron sacados uno en pos de otro, de los que habían sucumbido en la matanza. Eran llevados, eran sacados, se hacían pesquisas para reconocer quién era cada uno. 
El llanto por los muertos
Y los padres y las madres de familia alzaban el llanto. Fueron llorados, se hizo la lamentación de los muertos. A cada uno lo llevan a su casa, pero después los trajeron al Patio Sagrado: allí reunieron a los muertos; allí a todos juntos los quemaron, en un sitio definido, el que se nombra Cuauhxicalco (Urna del Águila). Pero a otros los quemaron sólo en la Casa de los Jóvenes.
El mensaje de Motecuhzoma
Y cuando el Sol iba a ocultarse, cuando apenas había un poco de Sol, vino a dar pregón ltzcuauhtzin, desde la azotea gritó y dijo:
–Mexicanos, tenochas, tlatelolcas: os habla el rey vuestro, el señor Motecuhzoma: os manda decir: que lo oigan los mexicanos: 
–Pues no somos competentes para igualarlos, que no luchen los mexicanos. Que se deje en paz el escudo y la flecha.
Los que sufren son los viejos, las viejas, dignas de lástima. Y el pueblo de clase humilde. Y los que no tienen discreción aún: los que apenas intentan ponerse en pie, los que andan a gatas. Los que están en la cuna y en su camita de palo: los que aún de nada se dan cuenta.
Por esta razón dice vuestro rey: 
–“Pues no somos competentes para hacerles frente, que se deje de luchar”. A él lo han cargado de hierros, le han puesto grillos a los pies. 
Cuando hubo acabado de hablar Itzcuauhtzin le hicieron una gran grita, le dijeron oprobios. Se enojaron en extremo los mexicanos, rabiosos se llenaron de cólera y le dijeron: 
–¿Qué es lo que dice ese ruin de Motecuhzoma? ¡Ya no somos sus vasallos!
Luego se alzó el estruendo de guerra, fue creciendo rápidamente el clamor guerrero. Y también inmediatamente cayeron flechas en la azotea. Al momento los españoles cubrieron con sus escudos a Motecuhzoma y a ltzcuauhtzin, no fuera a ser que dieran contra ellos las flechas de los mexicanos.
La razón de haberse irritado tanto los mexicanos fue el que hubieran matado a los guerreros, sin que ellos siquiera se dieran cuenta del ataque, el haber matado alevosamente a sus capitanes. No se iban, ni desistían.
Los mexicas sitian a los españoles
Estaban sitiando la casa real; mantenían vigilancia, no fuera a ser que alguien entrara a hurtadillas y en secreto les llevara alimentos. También desde luego terminó todo aportamiento de víveres: nada en absoluto se les entregaba, como para que los mataran de hambre.

Pero aquéllos que aún en vano trataban de comunicarse con ellos, les daban algún aviso; intentaban congraciarse con ellos dando en secreto algunos alimentos, si eran vistos, si se les descubría, allí mismo los mataban, allí acababan con ellos o les quebraban la cerviz, o a pedradas los mataban.
Cierta vez fueron vistos unos mexicanos que introducían pieles de conejo. Ellos dejaron escaparse la palabra de que con ellos entraban otros a escondidas. Por esto se dio estricta orden de que se vigilara, se cuidara con esmero por todos los caminos y por todas las acequias. Había grande vigilancia, había guardas cuidadosos.
Ahora bien, los que introducían pieles de conejo eran trabajadores enviados de los mayordomos de los de Ayotzintepec y Chinantlan. Allí no más rindieron el aliento, allí se acabó su oficio: en una acequia los acogotaron con horquillas de palo. Aun contra sí mismos se lanzaron los tenochcas: sin razón alguna aprisionaban a los trabajadores. Decían: 
–“¡Éste es!”. Y luego lo mataban. Y si por ventura veían a alguno que llevara su bezote de cristal, luego lo atrapaban rápidamente y lo mataban. Decían:
–Éste es el que anda entrando, el que le está llevando de comer a Motecuhzoma.
Y si veían a alguno cubierto con el ayate propio de los trabajadores, también lo cogían rápidamente. Decían:
–También este es un desgraciado, que trae noticias infaustas: entra a ver a Motecuhzoma.
Y el que en vano pretendía salvarse, les suplicaba diciendo:
–¿Qué es lo que hacéis, mexicanos? ¡Yo no soy! 
Le decían ellos:
–¡Sí, tú, infeliz!… ¿No eres acaso un criado? Inmediatamente allí lo mataban.
De este modo estaban fiscalizando a las personas, andaban cuidadosos de todos: no más examinaban su cara, su oficio: no más estaban vigilando a las personas los mexicanos. Y a muchos por fingido delito los ajusticiaron, alevosamente los mataron: pagaron un crimen que no habían cometido.
Pero los demás trabajadores se escondieron, se ocultaron. Ya no se daban a ver a la gente, ya no se presentaban ante la gente, ya no iban a casa de nadie: estaban muy temerosos, miedo y vergüenza los dominaba y no querían caer en manos de los otros.
Cuando hubieron acorralado a los españoles en las casas reales, por espacio de siete días les estuvieron dando batalla. Y los tuvieron en jaque durante veintitrés días.
Durante estos días las acequias fueron desenzolvadas; se abrieron, se ensancharon, se les puso maderos, ahondaron sus cavidades. Y se hizo difícil el paso por todas partes, se pusieron obstáculos dentro de las acequias.
Y en cuanto a los caminos, se les pusieron cercos, se puso pared de impedimento, se cerraron los caminos. Todos los caminos y calles fueron obstruccionados. 
* Fragmentos del libro Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista, UNAM, 1959.
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Revista Proceso # 2213, 31 de marzo de 2019..
Del solemne recibimiento de Montezuma a Cortés*/
BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO
Luego otro día de mañana partimos de Estapalapa, muy acompañados de aquellos grandes caciques que atrás he dicho; íbamos por nuestra calzada adelante, la cual es ancha de ocho pasos, y va tan derecha a la Ciudad de México, que me parece que no se torcía poco ni mucho, y puesto que es bien ancha, toda iba llena de aquellas gentes que no cabían, unos que entraban en México y otros que salían, y los indios que nos venían a ver, que no nos podíamos rodear de tantos como vinieron, porque estaban llenas las torres y cúes y en las canoas y de todas partes de la laguna, y no era cosa de maravillar, porque jamás habían visto caballos ni hombres como nosotros. Y de que vimos cosas tan admirables no sabíamos qué decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, y veíamoslo todo lleno de canoas, y en la calzada muchas puentes de trecho a trecho, y por delante estaba la gran Ciudad de México; y nosotros aún no llegábamos a cuatrocientos soldados, y teníamos muy bien en la memoria las pláticas y avisos que nos dijeron los de Guaxocingo y Tlaxcala y de Tamanalco, y con otros muchos avisos que nos habían dado para que nos guardásemos de entrar en México, que nos habían de matar desde que dentro nos tuviesen. Miren los curiosos lectores si esto que escribo si había bien que ponderar en ello ¿qué hombres [ha] habido en el Universo que tal atrevimiento tuviesen?
Pasemos adelante. Íbamos por nuestra calzada; ya que llegamos donde se aparta otra calzadilla que iba a Cuyuacán, que es otra ciudad adonde estaban unas como torres que eran sus adoratorios, vinieron muchos principales y caciques con muy ricas mantas sobre sí, con galanía de libreas diferenciadas las de los unos caciques de los otros, y las calzadas llenas de ellos, y aquellos grandes caciques enviaba el gran Montezuma adelante a recibirnos, y así como llegaban ante Cortés decían en su lengua que fuésemos bien venidos, y en señal de paz tocaban con la mano en el suelo y besaban la tierra con la misma mano. Así que estuvimos parados un buen rato, y desde allí se adelantaron Cacamatzin, señor de Tezcuco, y el señor de Eztapalapa, y el señor de Tacuba, y el señor de Cuyuacán, a encontrarse con el gran Montezuma, que venía cerca, en ricas andas, acompañado de otros grandes señores y caciques que tenían vasallos.
Ya que llegábamos cerca de México, adonde estaban otras torrecillas, se apeó el gran Montezuma de las andas, y traíanle de brazo aquellos grandes caciques, debajo de un palio muy riquísimo a maravilla, y el color de plumas verdes con grandes labores de oro, con mucha argentería y perlas y piedras chalchiuis, que colgaban de unas como bordaduras, que hubo mucho que mirar en ello. Y el gran Montezuma venía muy ricamente ataviado, según su usanza, y traía calzados unos como cotaras, que así se dice lo que se calzan; las suelas de oro y muy preciada pedrería por encima en ellas; y los cuatro señores que le traían de brazo venían con rica manera de vestidos a su usanza, que parece ser se los tenían aparejados en el camino para entrar con su señor, que no traían los vestidos con los que nos fueron a recibir, y venían, sin aquellos cuatro señores, otros cuatro grandes caciques que traían el palio sobre sus cabezas, y otros muchos señores que venían delante del gran Montezuma, barriendo el suelo por donde había de pisar, y le ponían mantas por que no pisase la tierra. Todos estos señores ni por pensamiento le miraban en la cara, sino los ojos bajos y con mucho acato, excepto aquellos cuatro deudos y sobrinos suyos que lo llevaban de brazo. Y como Cortés vio y entendió y le dijeron que venía el gran Montezuma, se apeó del caballo, y desde que llegó cerca de Montezuma, a una se hicieron grandes acatos. El Montezuma le dio el bien venido, y nuestro Cortés le respondió con doña Marina que él fuese él muy bien estado; y paréceme que Cortés, con la lengua doña Marina, que iba junto a Cortés, le daba la mano derecha, y Montezuma no la quiso, y se la dio a Cortés. Y entonces sacó Cortés un collar que traía muy a mano de unas piedras de vidrio, que ya he dicho que se dicen margaritas, que tienen dentro de sí muchas labores y diversidad de colores y venía ensartado en unos cordones de oro con almizque por que diesen buen olor, y se le echó al cuello el gran Montezuma, y cuando se le puso le iba [a] abrazar, y aquellos grandes señores que iban con Montezuma detuvieron el brazo a Cortés que no le abrazase, porque lo tenían por menosprecio.
Y luego Cortés con la lengua doña Marina le dijo que holgaba ahora su corazón en haber visto un tan gran príncipe, y que le tenían en gran merced la venida de su persona a recibirle y las mercedes que le hace a la contina. Entonces Montezuma le dijo otras palabras de buen comedimiento, y mandó a dos de sus sobrinos de los que le traían de brazo, que era el señor de Tezcuco y el señor de Cuyuacán, que se fuesen con nosotros hasta aposentarnos, y Montezuma con los otros dos sus parientes, Cuedlavaca y el señor de Tacuba, que le acompañaban, se volvió a la ciudad, y también se volvieron con él todas aquellas grandes compañías de caciques y principales que le habían venido a acompañar; y cuando se volvían con su señor estábamoslos mirando cómo iban todos los ojos puestos en tierra, sin mirarle, y muy arrimados a la pared, y con gran acato le acompañaban; y así tuvimos lugar nosotros de entrar por las calles de México sin tener tanto embarazo.
Quiero ahora decir la multitud de hombres y mujeres y muchachos que estaban en las calles y azoteas y en canoas en aquellas acequias que nos salían a mirar. Era cosa de notar, que ahora que lo estoy escribiendo se me representa todo delante de mis ojos como si ayer fuera cuando esto pasó, y considerada la cosa, es gran merced que Nuestro Señor Jesucristo fue servido darnos gracia y esfuerzo para osar entrar en tal ciudad y me haber guardado de muchos peligros de muerte, como adelante verán. Doile muchas gracias por ello, que a tal tiempo me ha traído para poderlo escribir, y aunque no tan cumplidamente como convenía y se requiere. Y dejemos palabras, pues las obras son buen testigo de lo que digo en alguna de estas partes, y volvamos a nuestra entrada en México, que nos llevaron [a] aposentar a unas grandes casas donde había aposentos para todos nosotros, que habían sido de su padre del gran Montezuma, que se decía Axayaca adonde, en aquella sazón, tenía Montezuma sus grandes adoratorios de ídolos y tenía una recámara muy secreta de piezas y joyas de oro, que era como tesoro de lo que había heredado de su padre Axayaca, que no tocaba en ello. Y asimismo nos llevaron [a] aposentar [a] aquella casa por causa que, como nos llamaban teules y por tales nos tenían, que estuviésemos entre sus ídolos como teules que allí tenían. Sea de una manera o sea de otra, allí nos llevaron, donde tenían hechos grandes estrados y salas muy entoldadas de paramentos de la tierra para nuestro capitán, y para cada uno de nosotros otras camas de esteras y unos toldillos encima, que no se da más cama por muy gran señor que sea, porque no las usan; y todos aquellos palacios, muy lucidos y encalados y barridos y enramados.
Y como llegamos y entramos en un gran patio, luego tomó por la mano, el gran Montezuma, a nuestro capitán, que allí le estuvo esperando, y le metió en el aposento y sala adonde había de posar, que le tenía muy ricamente aderezada para según su usanza, y tenía aparejado un muy rico collar de oro de hechura de camarones, obra muy maravillosa, y el mismo Montezuma se le hechó al cuello a nuestro capitán Cortés, que tuvieron bien que mirar sus capitanes del gran favor que le dio. Y desde que se lo hubo puesto Cortés le dio las gracias con nuestras lenguas, y dijo Montezuma: “Malinche: en vuestra casa estáis vos y vuestros hermanos; descansa”. Y luego se fue a sus palacios, que no estaban lejos, y nosotros repartimos nuestros aposentos por capitanías, y nuestra artilería asestada en parte conveniente, y muy bien platicado el orden que en todo habíamos de tener y estar muy apercibidos, así los de a caballo como todos nuestros soldados. Y nos tenían aparejada una comida muy suntuosa, a su uso y costumbre, que luego comimos. Y fue esta nuestra venturosa y atrevida entrada en la gran ciudad de Tenustitán México, a ocho días del mes de noviembre, año de Nuestro Salvador Jesucristo de mil quinientos diecinueve años. Gracias a nuestro Señor Jesucristo por todo, y puesto que no vaya expresado otras cosas que había que decir, perdónenme sus mercedes que no lo sé mejor decir por ahora hasta su tiempo. Y dejemos de más pláticas, y volvamos a nuestra relación de lo que más nos avino, lo cual diré adelante. l
* Capítulo LXXXVIII del libro Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
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La derrota de Cuauhtémoc*/ ALFREDO CHAVERO
Revista Proceso # 2213, 31 de marzo de 2019..
Llegó, por fin, el último día, el ce coatl de la veintena Tlaxochimaco del año yei Calli­ de los mexica, y martes 13 de agosto de 1521, día de San Hipólito de los españoles. Se completaban en él setenta y cinco días de sitio, aunque los manuscritos mexica cuentan ochenta, sin duda por comprender también los que mediaron entre la llegada al cerco de Alvarado y Olid y la de Cortés.
Al amanecer marchó Sandoval con los bergantines a ocupar la laguneta; Alvarado debía avanzar del mercado y Cortés salió de su real con los tres cañones de hierro, seguro de que sus tiros obligarían a rendirse a los sitiados y les harían menos mal que la furia de los aliados. En su marcha encontró muchos hombres moribundos, mujeres macilentas y niños enflaquecidos que se dirigían al campo español: algunas de estas míseras gentes, por salir de su campo, se habían arrojado al agua de los canales o en ellos habían caído empujadas por otras, y no pocas se ahogaron. Cortés mandó que no les hiciesen mal; pero los aliados las robaron y dieron muerte a más de quince mil personas. Los sacerdotes y los fuertes guerreros estaban impasibles, flacos del hambre y el trabajo, armados de todas sus armas e insignias, esperando el combate en lo alto de los templos, sobre las azoteas o de pie en sus canoas. Cortés a su vez se subió en una azotea inmediata a la lagunilla para presenciar las operaciones. Allí volvió a ofrecer la paz a los de las canoas y a insistir en que pasara a hablar con él Cuauhtémoc. Prestáronse a ir dos principales, y al cabo de mucho tiempo volvió con ellos el Cihuacoatl a decirle que su rey no quería hablar de paz. Habían pasado en esto unas cinco horas, y Cortés mandó romper el fuego de los cañones. Serían las tres de la tarde cuando se oyó por última vez el caracol de Cuauhtémoc: los mexica se precipitaron por el oriente y por el sur sobre sus contrarios y las canoas se lanzaron sobre los bergantines.
Era que Cuauhtémoc, no pudiendo ya humanamente resistir, emprendía la fuga antes que rendirse, y para conseguirlo distraía la atención de sus contrarios. Mientras éstos atendían al combate y destrozando a los mexica penetraban en su último refugio por el sur y el oriente y Sandoval se empleaba en destruir la flota de canoas, Cuauhtémoc con Tecuichpoch y los principales dignatarios salía en canoas del Tlacochcalco y por una zanja que creemos existe aún detrás de Santa Ana, e iba al canal de Occidente, por donde a todo remo ganó el lago dirigiéndose a la orilla opuesta para de ahí buscar refugio en el Cuauhtlálpan.
Mas observó García Holguín las canoas de los fugitivos, y tendiendo las velas de su bergantín púsose en su alcance: ya los tenía a tiro, y ballesteros y arcabuceros iban a disparar por la proa, cuando Cuauhtémoc se puso en pie y les dijo: –No tiréis, soy el rey de México; tomadme y llevadme a Malintzin, pero que nadie toque a la reina–. Con Cuauhtémoc iban Tetlepanquetzáltzin, rey de Tlacópan, el Cihuacoatl Atlacót­zin, el Tlillancalqui Petláuhtzin, el Huitznáhuatl Motelchiútzin, el Mexicatecuihtli, el Tecuhtlamacazqui, Huanítzin, Acamapich, Oquiztzin, Cohuátzin, Tlatlati y Tlazolyaotl, únicos dignatarios, grandes sacerdotes y principales que habían sobrevivido. Todos fueron transbordados al bergantín, que viró de bordo para la isla. En el camino se encontró con el montado por Sandoval, y éste, como jefe de la armada, exigía que se le entregase el real prisionero, y como se resistiera Holguín, emprendióse larga y enojosa disputa entre ambos. Sabedor de todo Cortés por otro bergantín que se adelantó a pedir albricias, despachó a los capitanes Luis Marín y Francisco de Lugo para que sin más demoras le trajesen a Cuauhtémoc, ofreciendo dirimir después en justicia la contienda.
Cortés, como hemos dicho, estaba en la azotea de una casa en el barrio de Amaxác, casa que era de un principal llamado Aztacoát­zin. Hízola aderezar con mantas y esteras de hermosos colores para recibir al imperial cautivo. A su lado estaban Marina y Aguilar, Pedro de Alvarado y Cristóbal Olid. Llegaron los prisioneros conducidos por Sandoval y Holguín. Levantóse Cortés, y con noble respeto del vencedor al héroe desgraciado, abrazó con ternura a Cuauhtémoc. Llenándosele a éste de lágrimas los ojos, y poniendo la mano en el mango del puñal del Conquistador, le dijo las siguientes palabras, con las cuales sucumbía un rey con su raza, con su patria y con sus dioses: 
–“Malintzin, pues he hecho cuanto cumplía en defensa de mi ciudad y de mi pueblo, y vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma luego este puñal y mátame con él.”
Moría ya la tarde, prometiendo tormenta, y entre nubes rojas como sangre se hundió para siempre detrás de las montañas el quinto sol de los mexica. l
Tomado de la enciclopedia México a través de los siglos, 1939, Publicaciones Herrerías.
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Hay que unir, no dividir/GUZMÁN CARRIQUIRY LECOUR/Vicepresidente y secretario de la Pontificia Comisión para América Latina del Vaticano.
Revista Proceso # 2213, 31 de marzo de 2019..
ROMA.- Es extraña esta solicitud del presidente Andrés Manuel López Obrador reclamando perdón por la Conquista de México al Papa Francisco. Un día el mandatario declara ante los obispos que, para él, el Papa es el líder espiritual más importante del mundo; al otro día le reclama con cierta arrogancia que pida perdón por los pecados cometidos durante aquella etapa.
El pontífice ha demostrado que no tiene ningún problema en pedir perdón por ofensas de la Iglesia y crímenes contra los pueblos originarios durante la Conquista de América. Ya lo hizo el 9 de julio de 2015 en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en un notable discurso en el II Encuentro de los Movimientos Populares. 
Y el 15 de febrero de 2016, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, también exclamó: “Perdón hermanos”, al dirigirse a los indígenas. Y ello para no citar también expresiones similares de sus antecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI. Además, la Iglesia entera hace su mea culpa al inicio de cada celebración eucarística.
Habría que preguntarse quién tendría que pedir perdón por el militarismo invasor y dominador de los aztecas, que conquistaron, sojuzgaron y explotaron a las tribus y comunidades del valle central de México. El presidente López Obrador conoce ciertamente ese dicho mexicano que dice: “La Conquista la hicieron los indígenas y la independencia los españoles”. Porque la Conquista de Hernán Cortés no hubiera sido posible sin la alianza con las tribus del “tercer mundo” del imperio azteca, conquistadas y construidas a pagar tributos y la sangre de sus doncellas para los masivos sacrificios humanos.
El presidente conoce sin duda la experiencia misionera de los 12 apóstoles franciscanos de México, que fue extraordinaria. Ellos convivieron con los indígenas con mucho amor, compenetrándose con su cultura y su lengua, defendiendo sus derechos contra los atropellos que sufrían. Es cierto que la cruz vino con la espada, con todos los compromisos mundanos que eso supone, pero fue también crítica de la espada y suscitó la primera batalla por la justicia en la defensa de los derechos de los indígenas. ¿Acaso la devoción de todo el pueblo mexicano por nuestra señora de Guadalupe es fruto de una imposición violenta de los conquistadores?
Finalmente, cabría preguntarse si no es algo de facilonería reclamar y pedir perdón por los pecados de hace 500 años. Pero, de entonces a la actualidad, ¡cuántos tendrían que pedir perdón –como lo hace la Iglesia de Dios– por la cultura de violencia en México, por los continuos fraudes electorales, políticas liberticidas y asesinatos políticos de décadas atrás, por los enormes bolsones de pobreza que todavía existen por doquier en el país, por el maltrato y la exclusión en que todavía están sometidos pueblos y comunidades indígenas!
En un texto que publiqué a comienzos de este año destacaba que Andrés Manuel López Obrador cuenta actualmente con un enorme consenso popular en México y controla gran parte de los poderes del Estado. Y afirmaba: Cierto que hay que juzgarlo por sus hechos y aún es demasiado pronto para hacerlo. AMLO hereda una situación imposible: un país violentado por una criminalidad que parece incontrolable (sobre todo por las redes de narcotráfico, la difusión de armamentos y una cultura de violencia), una economía que ve puntas de alta tecnología y productividad con un enorme atraso en zonas rurales, una desigualdad social escandalosa entre las más grandes fortunas del mundo y grandísimos bolsones de pobreza, incluso de miseria y exclusión (sobre todo, en algunas zonas indígenas). Además, tiene que vérselas con la vecindad, por una parte, con el gigante del norte y sus muros y, por la otra, con el volcán centroamericano. 
López Obrador tiene la posibilidad de liderar un gran movimiento nacional y popular de regeneración y reconstrucción del país o puede sufrir la amenaza de reducirse poco a poco en una nueva versión del “ogro filantrópico” de la “revolución institucionalizada”. Puede movilizar lo mejor del “orgullo” nacional del pueblo mexicano, confiado en la “morenita”, o dejarse llevar por colonizaciones ideológicas o culturales de conventículos elitistas. 
En todo caso, ante la obsesión de la administración norteamericana por el muro divisorio, las imágenes caricaturescas que se propagan en Estados Unidos sobre los hispanos acusados de ser focos de delincuencia y las discriminaciones, persecuciones y deportaciones que sufren los hispanos en ese país, todo honesto latinoamericano tendría que repetirse “Todos somos mexicanos”. México juega su destino en la capacidad seria y firme negociación con el gigante del norte y en su solidaridad e integración más estrechas con sus países hermanos de América Latina, en especial los centroamericanos. 

Para enfrentar todo ello se requiere, por cierto, conjugar las más amplias convergencias y las mejores energías del pueblo mexicano, y no dividirlas.   l

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