¿Qué dicen columnas y analistas sobre lo dicho por AMLO?
Sobre el Culiacanazo, ¿qué más no es cierto? /Alejandro Hope
Plata o Plomo
El Universal, 22 de junio de 2020
El 17 de octubre de 2019, Ovidio Guzmán fue capturado por fuerzas federales y liberado el mismo día, luego de graves hechos de violencia
¿Quién dio esa orden? Hasta hace tres días, la respuesta oficial había sido categórica: no el presidente de la República.
En la conferencia mañanera del 18 de octubre, el presidente Andrés Manuel López Obrador recibió una pregunta concreta de un reportero: ¿quién o quienes fueron los que dieron la orden de liberar al hijo de Joaquín Guzmán Loera? Y la respuesta fue la siguiente: “La decisión la tomó el Gabinete de Seguridad de manera conjunta, colegiada, los secretarios, repito, de la Defensa, de Marina, de Seguridad Pública. Yo respaldé esa postura porque considero que lo más importante es la protección de las personas.”
Pues resulta que eso no es cierto. El desmentido vino de una voz indudablemente autorizada: el propio López Obrador. En la conferencia mañanera del viernes pasado, el presidente hizo la siguiente afirmación: “Cuando se decidió, para no poner en riesgo a la población, para que no se afectara a civiles, porque iban a perder la vida si no suspendíamos el operativo más de 200 personas inocentes en Culiacán, Sinaloa, y se tomó la decisión, yo ordené que se detuviera ese operativo y que se dejara en libertad a este presunto delincuente.”
Esto tiene implicaciones serias. Las dos versiones no pueden ser simultáneamente ciertas: el gabinete tomó la decisión y el presidente solo la avaló, o bien el presidente dio la instrucción y el gabinete la ejecutó. Considerando el estilo de gobierno de López Obrador y los reflejos institucionales del Ejército, me parece más creíble la segunda versión. Pero eso obliga a una pregunta: ¿por qué mintió el presidente al día siguiente de los hechos? ¿Por qué se quiso deslindar personalmente de la decisión de liberar a Ovidio Guzmán?
Con esto, hay que poner en duda buena parte de la historia oficial, sobre todo si se considera que se trata de la segunda gran mentira sobre el Culiacanazo que ha quedado al descubierto. La noche misma del operativo, en una conferencia de prensa del gabinete de seguridad, el secretario de Seguridad Alfonso Durazo afirmó que lo sucedido ese día había sido resultado de un enfrentamiento fortuito. Al día siguiente, el propio gobierno admitió la existencia de un operativo planeado durante semanas. Para justificarse, afirmó posteriormente que no había mentido, que solo se dio la información con la que se contaba en ese momento. La línea de tiempo presentada por Sedena demostró que eso era un embuste: el gabinete de seguridad le informó al presidente sobre los hechos casi tres horas antes de la decisión de parar el operativo.
Dados esos antecedentes, cabe la pregunta de qué más no es cierto. Se ha dicho varias veces que ni el presidente ni el secretario de la Defensa Nacional estaban enterados del operativo hasta que empezó la balacera ¿Es correcta esa versión o surgirá alguna narrativa distinta en los próximos meses? Se ha dicho que, a todo lo largo de esa tarde, no se negoció nada con los delincuentes, que simplemente se liberó a Ovidio con la expectativa de que eso destensaría la situación y los rehenes militares que estaban en manos de los sicarios aparecerían sanos y salvos ¿Es cierto o también hay gato encerrado? Asimismo, se ha dicho que no hubo ninguna participación estadounidense en la planeación o ejecución del operativo, que ellos solo se limitaron a solicitar la extradición ¿Es cierto o nos vamos a enterar de algo diferente en el futuro?
En resumen, la versión oficial del Culiacanazo hace agua por todos lados. Parece ya ser hora de que se diga la verdad.
@ahope71
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Fui yo | Leonardo Curzio
El Universal, 22 de junio
El jefe del Estado volvió a cambiar la versión de lo que ocurrió el 17 de octubre en Culiacán. La decisión de abortar el operativo la tomó el. Lo suponíamos. Hoy lo sabemos. La decisión fragiliza a la institución presidencial. Amenazaron a las familias de los soldados y retuvieron a algunos de ellos, cosa delicadísima y digna de ser evaluada en el minuto a minuto. Pero si reconstruimos los hechos cada pieza, cada eslabón, resulta tóxica para el gobierno y su credibilidad.
Aquel día el presidente fue a reinaugurar el aeropuerto de Santa Lucía. Después recibió al presidente de Cuba. Al momento de arrancar el operativo había terminado ya la visita con Díaz Canel. Unas horas después iba a tomar un vuelo a Oaxaca. Es probable que en ese espacio de tiempo haya tomado la decisión que reveló el viernes. Lo inquietante es que en el pasillo del aeropuerto se negó a dar información alegando que por la noche los secretarios se encargarían de hacerlo. Después de una tarde sin información del gobierno vino la intervención grabada de los secretarios de Seguridad y Defensa en la que de manera sibilina anunciaban el cese del operativo y la liberación de Ovidio. Ahí anunciaron que se trató de una operación aleatoria. El presidente llegó a Oaxaca y se negó a informar esa noche a los compañeros lo que ocurrió. Los noticieros tuvimos que tejer sobre lo que había, básicamente el video mencionado. Los periódicos tuvieron que formar sus primeras planas con esa única versión. Un apagón informativo de casi 18 horas. Al día siguiente AMLO se cargó la versión de la operación aleatoria. Desde Culiacán, el 18, los secretarios daban otra versión pero preservaron, con buen criterio, el principio de una decisión colegiada del gabinete avalada por el presidente. Ocho meses después resulta que eso tampoco fue cierto. Se trató de una personalísima decisión cuya desclasificación es incomprensible. Muchos lo suponían, pero hay una gran distancia entre suponer y confirmar.
Si el principio de este gobierno es no mentir, nos ha dado ya tres versiones diferentes de lo ocurrido en Culiacán. En su afán por no guardarse nada, el presidente complica el funcionamiento institucional. El ejecutivo debe siempre preservarse. Es su deber, porque él encarna la unidad nacional. Normalmente los jefes de Estado son puestos en situación comprometedora cuando una comisión parlamentaria o una investigación periodística los exhibe . Pero en este caso ha sido por voluntad propia. Fiel a su principio de que su pecho no es bodega ha decidido minar su propia credibilidad y cambiar, después de ocho meses, la versión de lo que ocurrió en Culiacán. El principio de la soberanía es que el poder del Estado no se somete a ningún otro. En este caso no se cumplió. El gobierno se replegó por decisión del Comandante supremo y durante ocho meses no ha podido cambiar esta deplorable situación.
Todos los Estados tienen secretos. Su deber es limitarlos a lo estrictamente necesario y custodiarlos, porque de ellos depende su estabilidad y su credibilidad. Todo gobierno, en su operación, puede cometer errores o enfrentar circunstancias imprevistas, por eso tiene jerarquías establecidas y responsabilidades definidas a fin de preservar al mando político. El presidente no debe ser responsable de las muertes en los hospitales ni de los operativos fallidos. Por favor. Espero que no asuma también las fugas de los penales. Él mismo invocó esa negación plausible en los tiempos del desafuero. ¿lo habrá olvidado? En lo político la confesión del viernes quedará como un zigzagueo más. En lo tocante a credibilidad, pues eso de no mentir queda como lema, no como norma. Lo realmente grave es la hipótesis jurídica y la relación con los Estados Unidos. Una cosa es la decisión política de no declarar la guerra a las organizaciones criminales y otra dar marcha atrás el cumplimiento de una orden de aprehensión.
Es muy delicado que el presidente, abrumado y agobiado como está, ponga en riesgo su investidura, inculpándose él mismo de un acto de rendición. Pudo haber mantenido la versión de la decisión colegiada, pero detecto un vesánico ánimo destructivo que lo lleva a usar la mañanera como desahogo. Inculparse él mismo de una decisión vergonzosa, desde la moral del Estado, no soluciona nada. El fui yo, no es gesto de valentía. Fue una claudicación lamentable y una tardía confesión que complica más las cosas. Delicado, muy delicado.
Analista político
@leonardocurzio
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¡Se los dije, Obrador liberó al Chapito!
ITINERARIO POLÍTICO/RICARDO ALEMÁN
EL DEBATE, 22 DE JUNIO DE 2020
En pocas ocasiones, como hoy, se puede utilizar de mejor manera la vieja expresión, “¡se los dije!”.
¿Por qué?
Porque el 17 de octubre de 2019, en un tuit revelamos lo que ocho meses después confirmó el propio presidente López Obrador.
Que, en su carácter de jefe del Ejecutivo, AMLO ordenó a las fuerzas castrenses y de Seguridad dejar en libertad a Ovidio “Chapito” Guzmán, hijo de Joaquín “Chapo” Guzmán.
Así lo dijimos ese 17 de octubre en nuestra cuenta de Twitter, a las 20:40 horas.
“¡Me dice una fuente de @SEDENAmx que, por órdenes de @lopezobrador_, militares habrían dejado libre al hijo del Chapo a cambio de que los sicarios no hicieran matanza en la Zona Militar! ¡De confirmarse, estaríamos ante la muerte del Estado y el nacimiento de un narco-Estado!”.
La revelación, como ya es costumbre, provocó una rabiosa persecución de “jaurías babeantes” de las redes a sueldo del Gobierno de AMLO, quienes no dudaron, incluso, en lanzar amenazas de muerte.
Sin embargo, ocho meses después de aquel 17 de octubre de 2019 --es decir, el viernes 19 de junio del 2020--, el presidente Obrador reconoció, de manera pública, lo que habíamos revelado en la cuenta de Twitter de Ricardo Alemán: que el propio AMLO había ordenado liberar al Chapito.
Así lo dijo el presidente: “…si no suspendíamos el operativo, iban a perder la vida más de 200 personas inocentes en Culiacán, Sinaloa… y se tomó la decisión; yo ordené que se detuviera ese operativo y que se dejara en libertad a ese presunto delincuente…”.
Con la confesión presidencial, se confirmó –por si hiciera falta--, que López Obrador no sólo mintió, sino que engañó a todos los mexicanos, en Cadena Nacional de televisión, ya que horas después del Culiacanazo el mismo Obrador negó haber sido quien dio la orden de dejar en libertar al hijo del Chapo y aseguró que había sido una decisión del Gabinete de Seguridad.
Así lo dijo AMLO, el 21 de octubre de 2019: “La decisión la tomó el Gabinete de Seguridad, de manera colegiada, los secretarios de la Defensa, de Marina y de Seguridad Pública. Yo respaldé esa postura porque considero que lo más importante es la protección de las personas; lo más importante es que no haya muertos y lo más importante es la paz… y no tenemos duda de que fue la mejor decisión”. Hoy queda claro que todo eso fue mentira.
A su vez, también Alfonso Durazo mintió de manera flagrante, no sólo a la sociedad, sino en su comparecencia ante senadores de todos los partidos.
Y es que el secretario de Seguridad Pública cambió la versión y, el 5 de noviembre de 2019, ante el pleno del Senado de la República, dijo otra cosa: “no estaban las condiciones de inteligencia, ni las condiciones operativas suficientemente maduras para haber llevado a cabo la detención. Nadie decidió liberar a Ovidio. Nunca contamos con la orden de detención, porque en el momento que esta se plantea en las instancias correspondientes, empiezan las movilizaciones en Culiacán y rápidamente aquello se volvió inmanejable”, detalló Durazo.
Como queda claro, Durazo también mintió ese 5 de noviembre ante senadores, como también había mintió horas después del Culiacanazo, cuando dijo que la detención de Ovidio Guzmán se había producido luego de un enfrentamiento entre militares y grupos civiles, en un operativo de rutina.
Por eso, frente al cochinero y el lodazal de engaños, obliga preguntar.
¿Qué fue lo que realmente ocurrió en el Culiacanazo, más allá de las mentiras de López Obrador y de sus secretarios de Estado?
A partir de revelaciones recabadas de fuentes oficiales, días después del Culiacanazo --en el “Itinerario Político” del 21 de octubre de 2019, titulado: “Fue montaje el del Chapito en Culiacán”--, aquí probamos el montaje.
¿Por qué fue un montaje?
Porque sólo de esa manera –con un teatro de supuestas fallas del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional y de una supuesta rebelión del narco--, se podía justificar que el Gobierno de Obrador se hubiese negado a entregar al hijo del Chapo al Gobierno de Trump.
Es decir, que el Gobierno mexicano montó un teatro espectacular para no traicionar a su aliado, Joaquín “Chapo” Guzmán –y a toda su familia–, quienes financiaron la campaña presidencial de López, y, al mismo tiempo, para justificar ante el Gobierno de Trump que AMLO no cumplió con una solicitud de captura del Chapito, con fines de extradición.
Así, el “teatro de Estado” motejado como “Culiacanazo”, permitió “matar dos pájaros con una pedrada”: respetar la alianza entre AMLO y el Chapo y, al mismo tiempo, no entregar al Gobierno de Trump al Chapito.
Pero el “Montaje de Estado” tiene aún más sentido si recordamos que ese 21 de octubre de 2019 también revelamos que fuerzas castrenses mexicanas localizaron al Chapito, gracias a que la DEA proporcionó al Gobierno mexicano todas las coordenadas de su ubicación.
Y si existen dudas, va una breve reconstrucción de hechos.
1.- El Gobierno de Trump hizo llegar a México una solicitud de captura del Chapito, con fines de extradición.
2.- Por eso, a través de la DEA, el Gobierno de Trump entregó al de México las coordenadas para capturar al Chapito.
3.- No es novedad que existe una “deuda de honor” del candidato López Obrador, ante el Chapo, cuyo dinero financió la campaña presidencial.
4.- Y para cumplir con Dios y con el Diablo, --con el Chapo y con Trump--, el Gobierno mexicano se lanzó a la captura del Chapito, utilizando las coordenadas que le entregó la DEA y, una vez detenido, se puso en marcha el teatro de una supuesta “revuelta narca” en Culiacán, para justificar la liberación y la retirada de las fuerzas castrenses.
Y el engaño fue tan exitoso, que hasta Trump ofreció ayuda militar para atrapar a la familia del Chapo, ante la supuesta rebelión.
Pero AMLO puede engañar a muchos, como Trump, por mucho tiempo, pero ya no engaña a los mexicanos.
Sólo falta saber por qué el presidente Obrador cambió su propia versión, a pesar del desprestigio descomunal que está pagando.
La respuesta, sin embargo, la conoceremos en el próximo encuentro entre los presidentes Obrador y Trump.
Al tiempo.
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Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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