29 ene 2021

El contagio de AMLO: los rumores, las noticias falsas y lo que se necesita

GRAN ANGULAR/Raúl Rodríguez Cortés / 

El Universal, 29 de enero de 2021


El contagio de AMLO: los rumores, las noticias falsas y lo que se necesita

¿Por qué no nos descargan de rumores publicando la prueba que confirma la enfermedad y nos dejan ver con algún video que está aislado, pero bien?.

Dolor y rabia, por la pérdida de familiares y seres queridos; miedo a contagiarte o a morir si lo estás; temor de no encontrar un espacio hospitalario donde ser atendido; y creciente desconfianza en la gestión gubernamental de la pandemia, conforme aumenta su propagación y letales consecuencias.

Profundo cansancio de una vida restringida, pánico de perder trabajo, patrimonio o medios para subsistir, desaliento por los daños infligidos a la economía del país; y un irreprimible enojo al ver a miles que, por ignorancia o idiotez, desafían un peligro evidente y comprometen su salud y la de los demás, en festejos y actividades de toda índole que solo atizan el contagio.

Desesperación, en una palabra, estado de ánimo que no es el mejor consejero para abrirle la puerta al razonado optimismo que traen consigo las vacunas y para colocar, en su justa dimensión, el contagio de AMLO y las innegables implicaciones políticas de ese hecho.

La gestión gubernamental de la pandemia no ha sido la mejor, pero tampoco la peor. Ha tenido contradicciones y muchos errores de comunicación política. Señales contraproducentes como la de AMLO al desestimar la utilidad de los cubre bocas o la reticencia de Salud a aplicar más pruebas diagnósticas.

Las mediciones de casos y muertes dejaron dudas que se confirman ahora que el INEGI concluyó en su investigación sobre exceso de mortalidad, que de enero a agosto del año pasado hubo 44% más fallecimientos que los registrados por la Secretaría de Salud. Pero, también hay que decirlo, la capacidad hospitalaria a nivel nacional no ha sido rebasada.

Sobre las vacunas y la capacidad del gobierno para llevar a buen término el plan de su aplicación masiva, se ha inoculado mucha desconfianza. No hay evidencia, como algunos afirman, que las que han llegado sean donaciones.

Los más incrédulos exigen que se hagan públicos los contratos y se niegan a aceptar que, si no se ha hecho, es por las cláusulas de confidencialidad exigidas por las propias farmacéuticas por razones de propiedad intelectual.

Metió mucho ruido que Pfizer-BioNTech pospusiera hasta el 15 de febrero las entregas que ya habían iniciado. Las autoridades que gestionaron su compra y la de AstraZeneca, o la de las pendientes de aprobación sanitaria CanSino (china-canadiense) y Sputnik V (rusa) o las que llegarán mediante el mecanismo Covax de la OMS (cuyo abastecimiento hoy se detallará), afirman que el país tiene asegurada la compra para este año de 198.3 millones de dosis. Ya se confirmará con su paulatina llegada y aplicación. ¿Por qué de entrada no creerlo?

Es preciso, a no dudarlo, que Rusia publique en los medios científicos tradicionales, los resultados de las pruebas clínicas masivas de su vacuna antes de que la Cofepris otorgue el permiso de uso de emergencia, no obstante que las autoridades de Salud aseguran que la agencia sanitaria ya recibió todos los estudios de eficacia y seguridad. Pero de ahí a asegurar que es “patito” por ser más barata (¿?), parece un exceso.

La propia embajada rusa en México informó que su antígeno ya se administró a un millón y medio de personas en el mundo, que cincuenta países han asegurado mil 200 millones de dosis y que ha sido reconocida por la OMS como una de las diez principales.

El contagio de AMLO también ha sido inoculado por otros dos virus que nos enferman como sociedad: el de la incredulidad y el del odio. Sobre este último baste ver expresiones en redes sociales como las de un par de médicos que recomiendan tratamientos que le provoquen al presidente una trombosis y “librarnos, así, de algunos años de mañaneras”.

Sobre el de la incredulidad, la sintomatología empezó desde el momento mismo en que se puso en duda su contagio, y ha continuado, también en redes, con estrambóticas versiones de que no tiene COVID19 sino un “derrame cerebral”. Sería inmoral y grave error político que fuera deliberadamente ocultado.

Toca a los periodistas ser escépticos y preguntar. Fuentes de Palacio Nacional desmintieron tal versión a esta columna, al igual que lo hizo Hugo López Gatell quien además declaró que el presidente es prácticamente asintomático. El vocero Jesús Ramírez aseguró por su parte que el Presidente “recupera poco a poco salud y vigor”. 

Si ya es de por sí pesado lidiar con la pandemia con el descrito ánimo de desesperación, por qué no nos descargan de rumores y noticias falsas, publicando la prueba que confirma la enfermedad del presidente y nos dejan ver con algún video o fotografías que está aislado y cuidado, pero bien y atendiendo los asuntos del país.

¿Cuándo los mexicanos confiaremos en nosotros mismos?   

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DESDE SAN LÁZARO /Alejo Sánchez Cano /

 El Financiero, 29 de enero..

Pasan los días y no aparece el presidente

Cuatro días y contando…El presidente de México no da señales de existencia, ni siquiera un video o por lo menos una foto, bueno, ni un mensaje en sus redes sociales y eso de suyo es muy preocupante, toda vez que es un comunicador por antonomasia y un político que gusta de estar a diario en los reflectores aunque sea para contar historias de Don Gato o fustigar a algún líder de opinión.

Cuando algunos medios de comunicación, particularmente los del Estado llenaban sus espacios informativos con la información emanada de las mañaneras, ahora no saben qué hacer para defender la postura del gobierno en los temas de coyuntura y de gran calado, en donde, por supuesto, la realidad los ha rebasado.

La titular de gobernación, Olga Sánchez Cordero, solo es un remedo del dueño del púlpito de Palacio Nacional y no lo decimos en mal plan, sino solamente para señalar algo que es evidente; la invención de las mañaneras para decir mentiras, medias verdades, cortinas de humo, atacar, dividir y en general, imponer los temas de la agenda nacional, es una creación de López Obrador y solo él podría representar el papel a la perfección.

Nadie del gabinete y colaboradores cercanos podrían llevar a buen puerto ese papel, luego entonces, por qué se siguen realizando, bueno, primero, para no claudicar de los espacios informativos que ya tienen apropiados, segundo, para contrarrestar en medida de lo posible el embate de los “conservadores” y tercero, para dar la sensación de que el gobierno sigue trabajando y no hay “vacíos de poder”.

Sin embargo, cuatro días de ausencia del titular del Ejecutivo Federal, es preocupante porque si bien es cierto que poco hace para remediar la crisis médica y sanitaria derivada de la pandemia, también es una realidad que esa ausencia, no solo ha puesto nerviosos a todos los miembros de ese bodrio que se autonombró la Cuarta Transformación, sino que en la víspera de las elecciones intermedias, el activo más importante de Morena, está ausente por no decir desaparecido, de la pista electoral.

Cada vez hay más voces que dicen que el mal que aqueja al primer mandatario no es derivado del contagio por Covid, sino de otra enfermedad más grave que le impide salir a saludar desde el balcón presidencial de Palacio Nacional, o por lo menos subir una fotografía a las redes sociales, que muestre su estado de salud.

Preocupa la ausencia del presidente en las tareas relevantes que debe cumplir cotidianamente, más en momentos considerados de “guerra”, en donde el embate del Covid 19 y la ineficiencia del actual gobierno tiene postrada a la economía a niveles negativos del PIB de menos 9% y la inseguridad pública en aumento, no obstante el confinamiento en el que están millones de mexicanos.

Las mortandad por el Covid es de tal nivel que, con las cifras presentadas por el INEGI, ya rondan en 186 mil mexicanos fallecidos, aunque cálculos más elaborados hablan de por lo menos el doble de decesos y lo más grave es que no hay visos, ya no digamos de solución, sino de contención en la tendencia de muertes.

Los fuegos artificiales que se lanzaron al aire para anunciar la llegada de las vacunas anticovid y de que el país estaba en el top ten de países con ese privilegio, se esfumó al conocerse los pormenores y la triste realidad de transacciones económicas para adquirirlas y que a la postre resultó que no había nada, solo algunas vacunas para un país que rebasa los 126 millones de habitantes y un compromiso por adquirir 24 millones de vacunas patito, de procedencia rusa.

La enfermedad del presidente es más grave, mucho más de lo que nos hacen creer la secretaria de gobernación y los voceros de salud, por ello es menester un parte médico que dé cuenta del real estado de salud del mandatario y no un mensaje del vocero presidencial.

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