El asesinato de Carlos Manzo, Alcalde de Uruapan, en el corazón de su propio municipio, es más que un crimen: es la confirmación trágica de un Estado rebasado y la crónica en vivo de un fracaso institucional terminal frente al Crimen Organizado.
El aparato inútil y la desconexión inaceptable
Paralelamente a la indignación social que en la funeraria derivó en el virtual rechazo al Gobernador, las autoridades de Michoacán y las federales se reunieron de emergencia en el Cuartel Regional del Ejército en Uruapan. Asistieron el Gobernador, el Fiscal estatal, y representantes de la FGR, la Guardia Nacional (GN) y el Ejército, para "abordar la situación de seguridad".
La comparecencia oficial de hoy, sin embargo, lejos de ofrecer explicaciones convincentes, expone una desconcertante e inaceptable desconexión entre el gigantesco aparato de seguridad del Estado y la nula capacidad de garantizar la vida de un objetivo prioritario.
El General Secretario de la Defensa, Ricardo Trevilla, y Omar García Harfuch, Secretario de Seguridad, acudieron a detallar, con una precisión técnica que raya en el cinismo, la magnitud de la protección que, a la hora de la verdad, resultó inútil.
14 efectivos de la Guardia Nacional (GN).
Sumados a la Policía Municipal de confianza.
Dos vehículos oficiales.
Todo este despliegue, "reforzado" apenas en mayo de este año, se deshizo en minutos en pleno centro de Uruapan.
Pregunta clave: ¿De qué sirvió la "seguridad periférica" de 14 elementos y dos vehículos si el núcleo—el propio alcalde—era vulnerable?
La distinción forzada entre seguridad inmediata (municipal) y periférica (GN) no es una estrategia, sino una clara elusión de responsabilidad que, sutilmente, intenta colocar el peso de la falla en las decisiones de la víctima. El Gabinete de seguridad, con toda su inteligencia y poder, sabía del riesgo y falló en el blindaje esencial.
La inteligencia que no previene
El General Trevilla insiste en que el Edil mantuvo contacto con mandos territoriales, incluso en cuatro reuniones. Este detalle crucial demuestra que los altos mandos estaban plenamente al tanto del alto riesgo.
Aún más grave: Omar García Harfuch reconoció que el arma asegurada ya había sido identificada en agresiones previas entre grupos delictivos antagónicos.
La gran interrogante es: ¿Cómo se justifica que con tal nivel de inteligencia forense e historial conocido no se pudiera anticipar y neutralizar la amenaza en un entorno de alto riesgo para un objetivo prioritario y conocido? La inteligencia existía; la capacidad de reacción o disuasión fue inexistente.
La voz crítica de la iglesia católica; entre el luto y la indefensión
La condena al crimen no se limitó al ámbito político y diplomático. La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) y los obispos de Michoacán alzaron la voz, subrayando el deterioro del Estado de Derecho y el peligro latente para quienes intentan construir la paz.
Al condenar el asesinato, la CEM recalca que los líderes que se enfrentan al crimen están solos y desprotegidos ante un Estado de Derecho que se desmorona.
Los obispos han mantenido una postura constante y crítica: la estrategia de seguridad "no ha funcionado" y han denunciado en repetidas ocasiones la indefensión en la que se encuentran los pobladores.
La postura eclesiástica subraya la dolorosa paradoja: la población se siente a merced de los criminales y de la ineficacia de la autoridad. Para la Iglesia, el asesinato del Alcalde es un "mensaje brutal al pueblo de México": si el primer edil, con protección federal, cae, el ciudadano está absolutamente indefenso.
La "humillación de Washington subraya el Fracaso
Mientras el Gabinete intenta justificar su ineficacia con números y detalles de reuniones, la reacción externa es un golpe más duro y resonante.
El mensaje de condolencias de Christopher Landau, subsecretario de Estado norteamericano, es una humillación implícita al aparato de seguridad nacional mexicano. Al ofrecer la disposición de su país a "profundizar la cooperación en materia de seguridad para erradicar el crimen organizado a ambos lados de la frontera", Landau no solo lamenta la pérdida, sino que subraya el fracaso mexicano.
Washington ofrece ayuda abierta para hacer un trabajo que el aparato nacional, con solo 14 elementos federales asignados al objetivo, no pudo cumplir.
Pero, el detalle añadido por Landau, al compartir una foto del alcalde con su pequeño hijo en brazos, "momentos antes del ataque", trasciende la mera condolencia y se convierte en un símbolo político de terror. Convierte el asesinato en una escena de inocencia rota, un recordatorio visceral de que el crimen puede golpear en el momento y lugar más simbólico y, supuestamente, protegido.
Si un alcalde amenazado, protegido por un convoy federal conocido por los mandos de alto nivel, no está seguro, ¿qué esperanza le queda al ciudadano común y corriente?
¡Dios nos coja confesados!
Imagen de la agencia AP
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