Celibato, sexualidad y amor/Juan Masiá
Publicado en El País, 31/05/2009;
¿Origina abusos el celibato del cura? ¿Son compatibles matrimonio y ministerio? ¿Es inhumano renunciar al sexo? Preguntas retadoras piden respuestas audaces. Arriesguémonos a plasmar en aforismos el tema vidrioso.
1. Celibato no se opone a matrimonio. Ambos contrastan con solteronías o emparejamientos insignificantes. La opción religiosa célibe será minoritaria; no por eso elitista, ni mejor que el matrimonio, no monopoliza la dedicación apostólica o el seguimiento radical de Jesús.
2. Sexualidad es más que genitalidad y amor es más que sexualidad. La especie humana, al amar, se diferencia por elegir en la encrucijada: ayudarse a crecer personalmente, o destruirse mutuamente.
3. Necesitamos redescubrir la ternura, más allá de la permisividad y el moralismo. Un beso amoroso puede fundir a dos personas más íntimamente que un coito sin ternura. La psicología social critica la obsesión an-orgasmo-fóbica, es decir, el miedo a no alcanzar el orgasmo utópico prometido por la literatura excitante.
4. El acoso sexual del clero es abuso de poder e injusticia, no mero incumplimiento de voto o lastre de formación de invernadero: crisis de pubertad reprimidas explotan con retraso en forma de abusos y desviaciones en la integración sexual. Reconocidas sin ocultamiento, habrá que cortarlas y repararlas.
5. En vez de ética sexual prohibitiva, una ética constructiva de las relaciones, centrada en el respeto y ayuda al crecimiento mutuo, valdrá para parejas heterosexuales u homosexuales; para relaciones interpersonales en comunidades célibes; o para relaciones de amistad entre personas con diversas opciones de vida.
6. Compatible la vida en pareja con el ministerio, podría conferirse la ordenación a personas casadas, solteras o viudas de ambos sexos, con aptitud para animar, servir y unir a las comunidades. Tampoco sería obstáculo la orientación sexual para el celibato opcional. Homosexual, heterosexual o asexual, lo decisivo es la aptitud de la persona.
7. Varios desenlaces son posibles, si incide un enamoramiento en la opción celibataria: a) cambio de rumbo en la vida; b) represión, pero con siembra de expectativas dañosas; c) funambulismo por la cuerda floja de la doble vida; c) a la defensiva, la persona se incapacita para amar y, por tanto, para el ministerio; e) re-eligir la opción, con gratitud y dolor, asumiendo los límites y proseguir el aprendizaje de amar más y mejor. El celibato opcional no niega el amor, pero conlleva tres renuncias: A la exclusividad de una relación íntima; al ejercicio de la sexualidad; y a la procreación y formación de una familia. No es fácil, sin represiones ni ambigüedades, integrarlas con el aprendizaje del amor. Vivir sin relación sexual puede tener sentido, pero vivir sin amar deshumaniza.
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1. Celibato no se opone a matrimonio. Ambos contrastan con solteronías o emparejamientos insignificantes. La opción religiosa célibe será minoritaria; no por eso elitista, ni mejor que el matrimonio, no monopoliza la dedicación apostólica o el seguimiento radical de Jesús.
2. Sexualidad es más que genitalidad y amor es más que sexualidad. La especie humana, al amar, se diferencia por elegir en la encrucijada: ayudarse a crecer personalmente, o destruirse mutuamente.
3. Necesitamos redescubrir la ternura, más allá de la permisividad y el moralismo. Un beso amoroso puede fundir a dos personas más íntimamente que un coito sin ternura. La psicología social critica la obsesión an-orgasmo-fóbica, es decir, el miedo a no alcanzar el orgasmo utópico prometido por la literatura excitante.
4. El acoso sexual del clero es abuso de poder e injusticia, no mero incumplimiento de voto o lastre de formación de invernadero: crisis de pubertad reprimidas explotan con retraso en forma de abusos y desviaciones en la integración sexual. Reconocidas sin ocultamiento, habrá que cortarlas y repararlas.
5. En vez de ética sexual prohibitiva, una ética constructiva de las relaciones, centrada en el respeto y ayuda al crecimiento mutuo, valdrá para parejas heterosexuales u homosexuales; para relaciones interpersonales en comunidades célibes; o para relaciones de amistad entre personas con diversas opciones de vida.
6. Compatible la vida en pareja con el ministerio, podría conferirse la ordenación a personas casadas, solteras o viudas de ambos sexos, con aptitud para animar, servir y unir a las comunidades. Tampoco sería obstáculo la orientación sexual para el celibato opcional. Homosexual, heterosexual o asexual, lo decisivo es la aptitud de la persona.
7. Varios desenlaces son posibles, si incide un enamoramiento en la opción celibataria: a) cambio de rumbo en la vida; b) represión, pero con siembra de expectativas dañosas; c) funambulismo por la cuerda floja de la doble vida; c) a la defensiva, la persona se incapacita para amar y, por tanto, para el ministerio; e) re-eligir la opción, con gratitud y dolor, asumiendo los límites y proseguir el aprendizaje de amar más y mejor. El celibato opcional no niega el amor, pero conlleva tres renuncias: A la exclusividad de una relación íntima; al ejercicio de la sexualidad; y a la procreación y formación de una familia. No es fácil, sin represiones ni ambigüedades, integrarlas con el aprendizaje del amor. Vivir sin relación sexual puede tener sentido, pero vivir sin amar deshumaniza.
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