22 nov 2009

El desencanto de Woldenberg

Karla Garduño Morán entrevista a José Woldenberg / 'La izquierda debe abrirse'
Entrevista Crisis y futuro del PRD. José Woldenberg: Académico de la UNAM. Como Manuel, personaje ficticio creado por Woldenberg, muchos militantes de izquierda transitaron de la ilusión al desencanto
Enfoque de Reforma 22 noviembre 2009;
La izquierda mexicana se encuentra enajenada. Concentrados en sus disputas internas, los partidos del Frente Amplio Progresista (PRD, PT y Convergencia) fracturaron los lazos con los electores y perdieron el terreno ganado en los comicios del 2006, considera José Woldenberg, quien hace 30 años protagonizó muchos de los movimientos que tendían a convertir a la izquierda en una opción política.
Las reacciones ante el resultado electoral del 2006: la toma de Paseo de la Reforma y la instalación de un "Gobierno Legítimo" con Andrés Manuel López Obrador como "Presidente", deterioraron el capital político conquistado por el PRD y desencantaron a muchos de sus fundadores.
Entre esos desilusionados está Manuel, protagonista del más reciente libro de Woldenberg, una novela que verá la luz esta semana y cuyo título (El desencanto) pone de manifiesto el espíritu que lo habita. De la narración apasionada sobre la formación de los sindicatos en la UNAM en los años setenta, el texto pasa a la molestia del personaje (una mezcla entre el mismo Woldenberg y sus contemporáneos) por la incapacidad del PRD de asimilar los resultados del 2006 e inventar "una serie de versiones que a todas luces parecían fantasiosas".
"Es un libro crítico de la experiencia de la izquierda, hecho desde la propia izquierda, desde la izquierda democrática o reformista, que cree que el cambio social y político puede darse por una vía legal e institucional. Hoy tenemos una izquierda muy fuerte, unificada fundamentalmente en el PRD -aunque no solamente en el PRD- que a través de la vía electoral ha logrado triunfos muy espectaculares, que sin embargo no acaba de asumir cabalmente su compromiso con las reglas del sistema democrático y que en muchas ocasiones incluso tiende a erosionarlas", advierte Woldenberg desde su cubículo en el Centro de Estudios Políticos de la UNAM.
-¿Qué tanto se parecen Manuel y José Woldenberg?
-Algo, pero se trata de un personaje que está construido en base a una realidad muy evidente, pero que nunca deja de ser un personaje de ficción. En Manuel hay muchas de las cosas que hicieron mis amigos y yo mismo, pero no es un retrato de ninguno en particular. Más bien creo que es una biografía que puede ser expresiva de una generación de la izquierda mexicana, más que el retrato de una persona en singular.
-¿El desencanto puede ser leído como el relato de la desilusión de esta generación?
-No sé si como la desilusión de esta generación, pero sí del personaje. Es un personaje que pasa por diferentes etapas, la de la construcción de los sindicatos universitarios, la del proceso de unificación de la izquierda hasta llegar al PRD, que luego es funcionario público en una institución importante, como el Instituto Federal Electoral, y que muchas de las causas que él mismo pone a circular, en las cuales está comprometido, conforme pasa el tiempo va viendo cómo se erosionan, cómo se distorsionan.
Es decir, un sindicalismo que empieza teniendo un fuerte aliento de defensa de la universidad pública acaba siendo un sindicalismo absolutamente gremialista, o el aliento unificador de la izquierda acaba cristalizando en uno o varios partidos que no parecen tener un horizonte claro. Pero junto a ello está la historia de diferentes momentos en los que parte de la izquierda mexicana no estuvo a la altura de las circunstancias, que es el caso del movimiento del 86, donde el Consejo Estudiantil Universitario reivindicó una serie de privilegios, o el caso de la fascinación por la violencia que se pone en alto luego del levantamiento del EZLN, o la manera de reaccionar por los resultados de las elecciones del 2006.
-¿Se siente desencantado de la izquierda mexicana?
-Me gustaría guardar distancia entre el personaje y yo, precisamente por eso hice un intento de ficción y no una autobiografía. Por supuesto creo que en el personaje sí hay muchas pulsiones mías, pero no somos una y la misma cosa, creo que está mucho más desencantado que yo. Traté de subrayar las tintas para hacer más elocuente y expresivo al personaje.
-Hace tres años AMLO se autonombró presidente legítimo de México, hecho que para muchos fracturó a la izquierda mexicana en dos: los seguidores de López Obrador y la corriente de Los Chuchos, ¿cuál fue el impacto de esa decisión?
-En un primer momento no noté divisiones muy fuertes dentro del PRD ni divisiones muy fuertes dentro de la Coalición por el Bien de Todos. La manera como se reaccionó ante los resultados electorales está expresada en buena medida en lo que Manuel señala en el libro, lo que más le preocupó e irritó fue esa capacidad de no asimilar esos resultados e inventar una serie de versiones que a todas luces parecían fantasiosas.
En esa operación el PRD no solamente empezó a perder fuentes de contacto con franjas importantes de la población, sino que además, con su discurso y sus actos , deterioró buena parte del capital político acumulado en los últimos años. Parte de la desconfianza sobre las autoridades electorales, más allá de los errores que hayan cometido que también están apuntados en el libro, es esta erosión a lo que era un patrimonio conjunto, eran instituciones que habían sido útiles para el avance de la izquierda, las que coadyuvaron a crear un campo electoral mucho más parejo.
-¿Puede haber más opciones para electores de izquierda que el PRD y PT-Convergencia?
-Teóricamente sí, aunque yo no veo ningún proyecto marchando en ese sentido. Deberíamos hablar de las izquierdas, porque realmente son muchas y complejas; desde izquierdas democráticas, con las que yo me identifico, hasta izquierdas que siguen teniendo un núcleo autoritario, revolucionario, dirían ellas. Sus expresiones son múltiples, pero no me cabe duda de que es en el PRD donde se cristaliza lo fundamental de esa izquierda, sobre todo si tomamos en cuenta la centralidad de las elecciones en un sistema democrático. Es la única vía a través de la cual legítimamente se puede aspirar a gobernar y a ocupar cargos del Legislativo; entonces, no es una vía más, es la vía a través de la cual la izquierda puede convertirse en gobierno o en una fuerza importante y hegemónica en el país.
-La unificación en el PSUM es vista por Manuel como una opción para que la izquierda pueda acceder al poder, ¿tendría que pensarse en la reunificación en ese mismo sentido?
-La izquierda no está en la misma situación que estaba cuando se creó el PSUM, ni el PMS, ni el PRD. El acicate fundamental de la creación del PSUM en 1981 fue que la reforma política abría un campo muy interesante que era necesario explotar y que al mismo tiempo las elecciones de 1979 habían mostrado la poca inserción de la izquierda en el mundo político electoral. El acicate fue pensar que tenemos que unificarnos para multiplicar nuestras posibilidades y nuestro peso en el mundo electoral.
Como plataforma de lanzamiento electoral el PRD sigue siendo muy eficiente, quizá los problemas están en otros lados, no en su falta de eficacia sino en su débil compromiso con la democracia, en su incapacidad para establecer un diálogo de tú a tú con los otros, y cuando digo otros estoy pensando en otras fuerzas políticas, en gobiernos que no están presididos por él, los empresarios, los medios, las organizaciones civiles, pero estoy pensando también en sus propios compañeros. Lo que se dicen las corrientes perredistas unas a otras no se los dice nadie, son sus propios detractores.
-¿Falta tolerancia en la izquierda?
***
-Falta tolerancia, comprensión de los otros, compromiso con las reglas del juego democrático y, a final de cuentas, una revalorización a fondo de lo que significa la pluralidad política e ideológica de una sociedad, que es un bien, no un mal, y a veces la izquierda actúa como si quisiera exorcizar esa pluralidad, alinear a la sociedad que es compleja, múltiple, plural, en un solo ideario, una sola manera de ver las cosas, un solo filtro a través del cual se ve la vida política. Uno de los retos fundamentales es asumir el pluralismo y vivirlo, pero de un modo positivo.

-¿En qué momento empezó a perderse todo eso?

-En los últimos años ciertas izquierdas han ido asimilando poco a poco los valores y principios de la democracia, pero quizá no acaban de asimilarlos con toda la profundidad que requiere la circunstancia mexicana.
-¿Ha sido un proceso hacía adelante, sin retrocesos?
-Ha sido zigzagueante, pero me costaría mucho pensar que ha retrocedido.
-En este zig-zag, ¿la izquierda está ahora abajo?

-Cuando uno reflexiona sobre los resultados siempre existe la tentación de echarle la culpa a los de enfrente, a los adversarios; sin embargo, estoy convencido que la única variable que un individuo, un partido o una organización pueden controlar, son sus propios actos y su propia conducta, y es sobre lo que tiene que reflexionar el PRD, no tanto lo malvados que son sus adversarios, sino cómo pueden ellos ir ganando adiciones, es la gran pregunta. Estoy convencido que buena parte de la conducta que se vivió desde la post elección del 2006 y hasta la fecha no ha ayudado a multiplicar la fuerza, el arraigo, la simpatía de la izquierda, sino al contrario.
La toma de Paseo de la Reforma, las tomas de la tribuna, no le ayudan; deja muy satisfechos a las franjas más militantes, más intransigentes, más radicales, pero la población que finalmente va a las urnas lo ve con recelo y algunos hasta con temor. Parte del capital político que se construyó en el 2006 se erosionó y se sigue erosionando.
-¿Es posible la refundación del PRD anunciada por Jesús Ortega?

-No sé, a mí me gustaría que el PRD pudiera convertirse en un partido político que fuera habitable para todas sus corrientes y que esas corrientes en conjunto tuvieran un compromiso muy fuerte, muy arraigado, casi inconmovible con las formas del quehacer político democrático, eso sería lo mejor, el enunciado puede variar mucho, no sé qué quiera decir con refundar.

-¿Y ve condiciones para ir hacia allá?

-El PRD necesita abrir las ventanas y las puertas para que entren los vientos de otras visiones que existen desde la izquierda.
-¿El problema han sido sus líderes carismáticos?

-Más que problema lo llamaría una paradoja. Gracias a Cuauhtémoc Cárdenas y a Andrés Manuel López Obrador, la izquierda mexicana pudo encontrarse con franjas de ciudadanos que de otra manera jamás se hubieran acercado a la izquierda. Pero es una paradoja porque a la larga es muy difícil mantener cohesionada a esa diversidad de corrientes sólo a través de la fuerza de dos liderazgos carismáticos.

-¿López Obrador sigue siendo el que puede reunificar a la izquierda mexicana?

-El libro precisamente por eso es una reconstrucción del pasado, porque es más fácil ser historiador que pitoniso.

-¿Idealmente, cuál tendría que ser el eje?

-En general hay como una nebulosa en torno a la discusión de cómo va a volver a crecer México, cómo van a venir los recursos para ello y cuáles van a ser las políticas para atender a las franjas crecientes de pobres, cuáles van a ser los instrumentos para un México menos desigual.
-En América Latina la izquierda parece estar en ebullición, ¿dónde se quedó México?

-En México hay expresiones de casi todo tipo de izquierdas. A mí me gustaría que la izquierda mexicana volteara a ver, evaluar y asimilar buena parte de la experiencia de la socialdemocracia, experiencias exitosas en todo el mundo que han logrado combinar libertad y equidad, estos dos grandes valores fundadores de la época moderna.

-¿Hace falta mayor reflexión sobre la izquierda?
-No me cabe la menor duda. En los setenta se discutía más que hoy. Se ha pasado a un pragmatismo muy fuerte que desprecia la discusión más teórica, más conceptual, quizá porque también han sido muchos los éxitos. Se tiene la impresión de que las otras discusiones son buenas para la academia pero no para la política.

Desencanto en cuatro actos

Crisis y futuro del PRD
Karla Garduño
Enfoque 22 noviembre 2009.- El desencanto (Cal y Arena, 2009) puede leerse como la recuperación histórica de los movimientos de izquierda desde cuatro trincheras: los sindicatos, los partidos políticos, la guerrilla y las elecciones; pero también es la epopeya de Manuel, un personaje que transita del optimismo entusiasta al franco desencanto por la izquierda en un periodo de 34 años.
José Woldenberg defiende el carácter ficticio de Manuel; sin embargo, el personaje recuerda al fallecido Manuel Martínez Peláez, quien al lado del autor trabajó en la creación del Sindicato del Personal Académico de la UNAM, en la formación del Partido Socialista Unificado de México y en los inicios del PRD, además de que colaboraron al mismo tiempo en el Instituto Federal Electoral.
La desilusión de Manuel se construye en torno a cuatro actos: el Consejo Estudiantil Universitario de 1986, que le revela una izquierda "carente de ética"; el primer congreso del PRD en 1991, cuya falta de apertura y consensos lo motiva a dejar el partido; la fascinación por la violencia que provoca el levantamiento del EZLN en 1994, y la reacción de la Coalición por el Bien de Todos tras la derrota de Andrés Manuel López Obrador en el 2006.
Entre tanto desencanto, Manuel mantiene la ilusión a lo largo de libro por una institución: el Instituto Federal Electoral, de cuya historia es también un testigo activo.

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