24 abr 2011

Prigione: operador vaticano en México

El operador vaticano en México
Rodrigo Vera
Revista Proceso # 1798, 17 de abril de 2011
El papa Juan Pablo II, “uno de los grandes estadistas de la última mitad del siglo XX, tuvo una gran influencia política en México pues logró el reconocimiento jurídico de la Iglesia y la reanudación de relaciones diplomáticas entre el Estado mexicano y la Santa Sede, con lo que limó las asperezas históricas entre la clase gobernante y la jerarquía católica”, dice a Proceso Roberto Velázquez Nieto, investigador del Archivo Secreto Vaticano e investigador huésped del Centro de Estudios Mexicanos de la Universidad de Texas.
Para Velázquez, la beatificación de Karol Wojtyla, aunque tenga un carácter religioso, “ayudará a consolidar su figura de gran estadista, así como el papel que jugó México en su estrategia geopolítica y religiosa”.
–¿Qué tan importante fue México para él?
-México fue una de sus grandes plataformas, tanto en su carácter de jefe de Estado como en su carácter de líder religioso. Por algo visitó el país cinco veces.
“Desde enero de 1979, cuando realizó su primera visita –durante el régimen de José López Portillo– Juan Pablo II se dio cuenta de la importancia que, por su catolicismo y su situación geográfica, tenía México para América Latina, región con el mayor número de católicos del mundo.
“En México empezó a divulgar los grandes ejes de lo que fue su política en materia de libertad religiosa, de derechos humanos, de defensa de la vida o de democratización de las instituciones públicas, que luego ayudaría a concretar en Europa del Este.
Por otro lado, para la población católica mexicana representó un gran estímulo la estrecha cercanía que tuvo Juan Pablo II con México, tomando en cuenta que desde 1859 no había relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Hasta la fecha, Wojtyla ha sido el único pontífice que ha visitado el país y además en cinco ocasiones: en 1979, 1990, 1993, 1999 y 2001.”
–¿Cómo operó Wojtyla en México para lograr los cambios políticos y jurídicos que quería?
–Antes que nada, tuvo la fortuna de tener a un operador político muy astuto y capaz, me refiero a Jerónimo Prigione, su nuncio apostólico en México y una de las figuras más importantes de la diplomacia vaticana. Prigione fue el personaje clave en todos estos cambios que aún repercuten en la vida nacional.
“Juan Pablo II, obviamente, siempre estuvo detrás de las estrategias de Prigione, quien en una primera etapa de su quehacer diplomático se dedicó a tender puentes informales entre el gobierno mexicano y la Santa Sede. Y después, entre el gobierno y la jerarquía católica nacional.
“Al llegar Carlos Salinas de Gortari a la Presidencia, en 1988, prometió modernizar las relaciones del Estado con las Iglesias. Prigione supo aprovechar muy bien esa coyuntura e implementó una segunda etapa en su estrategia; inició un intenso cabildeo con la clase política, sobre todo con los principales líderes del Congreso, con miras a modificar la Constitución.
“En ese tiempo, Diego Fernández de Cevallos era el líder de la bancada del PAN en la Cámara de Diputados, y Fernando Ortiz Arana de la del PRI y además presidente de la gran comisión de esa cámara. Por cierto, Felipe Calderón fungía entonces como presidente de la mesa directiva en el constituyente permanente que discutió esas reformas constitucionales.”
De esta manera –dice el investigador– en diciembre de 1991 fueron aprobadas las modificaciones a los artículos 3, 5, 24, 27 y 130 constitucionales, que venía impulsando Prigione y que le dieron reconocimiento jurídico a la Iglesia católica.
El nuncio apostólico
Después, en septiembre de 1992, Salinas de Gortari reanuda las relaciones diplomáticas con la Santa Sede y nombra embajador plenipotenciario a Enrique Olivares Santana. Y Prigione se vuelve formalmente nuncio apostólico en México.
–Algunos analistas consideran que, a partir de entonces, se ha ido perdiendo la laicidad del Estado mexicano, mientras que la jerarquía católica ha ido incrementando su injerencia política.
–Esas reformas constitucionales y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas eran necesarias, pues el Estado requería un marco regulador en su relación con las Iglesias, entre ellas la católica. Para muchos se está perdiendo la laicidad del Estado, pero esto depende de la confrontación entre las fuerzas políticas, sus luchas ideológicas y la conquista de espacios –asegura Velázquez Nieto.
“Lo cierto es que en 1993, durante su penúltima visita a México, Juan Pablo II llega en calidad de jefe de Estado y así es recibido por Salinas de Gortari. Después, en 2001, ya muy mermada su salud, Wojtyla regresa por última vez a México durante el gobierno de Vicente Fox, a quien se le criticó mucho por haberle besado el anillo papal, lo cual fue interpretado como un gesto simbólico de abandono del Estado laico.
“Todo esto es asunto de otro debate. Aquí lo que cabe resaltar es que Juan Pablo II y Prigione terminaron por influir en esos cambios que han modificado la vida política del país. Creo que vale la pena recordarlos ahora con la beatificación de Wojtyla. Prigione, por su parte, ya no está activo en la diplomacia vaticana.”
Prigione –quien durante 20 años fue representante papal en México, de 1978 a 1998– fue entrevistado por última vez por Proceso en 1999 (para la edición especial de enero de ese año) con motivo de la penúltima visita del papa. En un breve diálogo telefónico dijo entonces de su labor diplomática:
“Yo no puedo juzgarme. Sólo traté de promover el diálogo con los obispos. Traté de empujar, de sugerir, aconsejar, mover un poco la situación. Entonces había mucha desconfianza del lado del gobierno y del clero. Cuando llegué los veía como dos frentes en una trinchera. Los unos y los otros que se echaban de todo. Pero al fin y al cabo todos eran mexicanos. Podrían tener muchas diferencias pero también podrían coincidir en muchas cosas. ¿Por qué entonces no sentarse a la mesa a dialogar? Y así empezó el diálogo. Eran otros tiempos y otro México también…”
–¿Quedó satisfecho con su labor?
–Yo creo que sí. En el fondo solo traté de ayudar a México. La paz de las conciencias es fundamental para cualquier pueblo– dijo el viejo diplomático, quien radica en Castellazzo Bormida, en la provincia italiana de Alessandria, donde nació.
Roberto Velázquez dice que Prigione viaja con frecuencia a México:
“A pesar de su avanzada edad goza de muy buena salud. Suele viajar primero a Cancún, para tomar el sol en la playa, y luego viene al Distrito Federal, donde suele reunirse con sus viejos amigos, como Carlos Salinas de Gortari y el empresario Olegario Vázquez Raña.”
–¿Sigue estando al tanto de la política en México?
–Por supuesto, aunque siempre aclara que sus visitas son sólo de cortesía. Se sigue reuniendo con personalidades del sector público y privado. Yo tuve la oportunidad de charlar con él en otoño del año pasado, durante una comida en el Club de Industriales; brindamos con vino Petrus, comimos huitlacoche y albóndigas al chipotle. Estaba entonces muy preocupado por el secuestro de su amigo Diego Fernández de Cevallos.
–¿Está completamente retirado de la actividad diplomática?
–Me comentó que esporádicamente viaja a Roma, a la Comisión Pontificia para América Latina, donde lo invitan a eventos y a dar consejos a los nuevos diplomáticos. Es lógico, el Vaticano tiene que aprovechar al máximo su experiencia. l
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Lospecados del beato Juan Pablo
Cynthia Rodríguez
Revista Proceso # 1798,  17 de abril de 2011;
El próximo 1 de mayo Juan Pablo II será beatificado en el Vaticano. Más allá de las dudas que provocan sus supuestos milagros –entre ellos, sanar a una monja francesa–, sus críticos señalan algunos de los “pecados” que cometió durante su largo papado: su dogmatismo respecto a la moral sexual, sus ataques a la Teología de la Liberación, su apoyo al dictador Augusto Pinochet, el encubrimiento de los casos de pederastia en las filas de la Iglesia… En este último punto no parece tener salida: protegió a Marcial Maciel, dirigente de los Legionarios de Cristo, pese a las denuncias en su contra.
Roma.- Si Juan Pablo II merecía o no convertirse en santo, ya poco importa. Con la firma del decreto de beatificación por parte de Benedicto XVI el pasado 14 de enero, presentada por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, para bien o para mal, el próximo 1 de mayo, día de la Solemnidad de la Divina Misericordia, Karol Wojtyla avanzará un paso más hacia la santidad al ser beatificado.
Únicamente faltaba la firma del Papa Ratzinger para que el trámite procediera, luego de que los 30 cardenales y obispos que integran dicha congregación aprobaran dos días antes un milagro por intercesión de Juan Pablo II, aunque en marzo pasado su autenticidad aún estaba en duda.
Se trata de la curación de la monja francesa Marie Simon Pierre, que desde 2001 padecía Parkinson, misma enfermedad que sufriera Juan Pablo II en sus últimos años y que ella superó “de manera inexplicable”  dos meses después de la muerte del Papa, según las autoridades médicas de la comisión de beatificación.
De que fue uno de los papas más carismáticos que ha tenido la Iglesia Católica, nadie tiene duda. El prestigiado vaticanólogo Marco Politi opina que para millones de personas la beatificación de Juan Pablo II es casi un hecho superfluo, “pues muchos, católicos y no católicos, han reconocido la figura extraordinaria del Papa Wojtyla. Si me preguntas si era importante la beatificación, respondo que no, porque desde mi punto de vista él se convirtió en santo tres días antes de su funeral, cuando 3 millones de personas esperaban en fila hasta 17 horas afuera del Vaticano para despedirse de él”.
Quienes vivían en Roma en 2005 nunca olvidarán aquel 2 de abril, cuando la ciudad se convirtió en un hotel al aire libre para millones de peregrinos y admiradores que aguardaban, muchos de ellos llorando, visitar por último a Juan Pablo II aunque ya no estuviera vivo.
Consultado por Proceso, Politi exalta a Juan Pablo II por enviar un mensaje de paz y en defensa de los derechos humanos más allá de la  cultura católica, incluyendo a otras expresiones religiosas y dando a entender que Dios, más que una religión, es una dignidad.
 “Fue el primer Papa en la historia que entró a una sinagoga y a una mezquita; en juntar a muchos líderes religiosos y reconocerlos como tales, como una manera de superar los conflictos entre religiones, porque mucho tiempo de su vida lo empeñó en combatir el fundamentalismo y en decir que el terrorismo nada tenía que ver con Dios.”
Juan Pablo II, continúa Politi, abrió las ventanas más inesperadas en la historia del catolicismo: “Fue el primer jerarca en criticar el capitalismo, al que llamó ‘monstruo’. No en balde fue llamado en la iglesia como ‘el último socialista’”.
De acuerdo con la biografía de Karol Wojtyla, su confrontación con el comunismo fue muy antigua, desde los tiempos que era maestro en la Facultad de Teología de Cracovia (1954). Ya como Papa, no escatimó esfuerzos para lograr que el régimen comunista de Polonia cayera. Fue estrechísima su relación con el sindicato Solidaridad, la primera organización independiente del bloque socialista, fundada y dirigida por Lech Walesa.
Desde su primera encíclica (Redemptor hominis, de 1979) y su primer documento social (Laborem exercens, de 1981), Wojtyla comenzó una incesante labor de socavamiento del comunismo, al que criticó no desde la vertiente religiosa, como su ateísmo o la persecución de los cristianos, sino desde aspectos antropológicos y sociales, como sistema injusto que alienaba al ser humano. De ahí que muchos historiadores suscriban que Juan Pablo II colaboró en la caída del bloque socialista.
La “mafia” eclesiástica

Hasta las víctimas de la pedofilia de los sacerdotes católicos reconocen el gran carisma de Wojtyla, pero lo acusan de mantener a salvo durante años a sacerdotes que abusaban de niños.
Francesco Zanardi, presidente de la Asociación Víctimas de la Pedofilia en Italia y él mismo una víctima de abuso sexual de un sacerdote, comentó a esta reportera que es muy difícil pensar que Juan Pablo II, junto con su brazo derecho Joseph Ratzinger, no estuviera enterado de los miles de casos de pedofilia que se registraron en todo el mundo antes del año 2000, cuando comenzaron a estallar los escándalos.
 “¡Por caridad!, el Papa Juan Pablo II fue un hombre muy carismático, eso nadie se lo quita, pero de que él y su sucesor sabían perfectamente de todos estos hechos, no nos queda duda. Tampoco dudamos de que la beatificación la hayan querido hacer deprisa para dejar de lado todos los cuestionamientos al respecto”, señala Zanardi.
Dice que tan sólo en su ciudad, Savona –capital de la región italiana de Liguria–, en los últimos 30 años decenas de seminaristas se escaparon a otras sedes o renunciaron a su carrera eclesiástica. “¿Qué era lo que veían todos ellos para no querer estar más aquí? Te lo digo yo: porque aquí tenemos registrados 150 de los 300 casos de abusos sexuales contra niños por parte de sacerdotes, que se reconocen como ciertos en Italia”.
Agrega que el exobispo de Savona, Domenico Calcagno, hoy secretario de APSA (la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), promovió y escondió mucho antes del año 2000 a obispos acusados de pedofilia. Ese año Juan Pablo II reconoció por primera vez “los pecados de la Iglesia” y pidió perdón por ellos.
Los casos de Savona sólo son una muestra de lo que ha sucedido en todo el mundo. Tan sólo en Irlanda, al menos 2 mil 500 niños padecieron abusos de sacerdotes entre 1930 y 1960, y específicamente en Dublín, de 1975 a 2004, se registraron otros 320.
Para las víctimas no hay todavía un cambio real, dice Zanardi, pues a pesar de que el Papa Ratzinger ha declarado que los pedófilos deberán enfrentar las leyes de los hombres, al menos en Italia la Iglesia católica sigue escondiendo las pruebas de estos delitos, lo que implica seguir protegiendo a los pedófilos.
Esto demuestra que las autoridades eclesiásticas en estos asuntos “se comportan como una verdadera mafia. Además de que en muchos casos, los delitos ya prescribieron, porque sólo duran 10 años y hay que tomar en cuenta que si muchos delitos hoy se saben, ha sido porque los denunciantes crecimos y decidimos hacerlos públicos”.
Politi opina que a Juan Pablo II se le ocultó información al respecto. Aunque reconoce la cercanía del próximo santo con los Legionarios de Cristo y el Opus Dei, dice que con la información que tiene “no se atreve” a decir con toda seguridad que Juan Pablo II sabía, por ejemplo, de las atrocidades de Marcial Maciel.
“Una visión dogmática”…
En la edición 1374 de este semanario (2 de marzo de 2003) se narra con detalle cómo el 9 de octubre de 2002, en Ginebra, Suiza, ocho personas que fueron víctimas de Maciel presentaron sus quejas en la sede del Comité de los Derechos del Niño y de la Juventud de las Naciones Unidas. Un día antes habían hecho lo mismo en el Vaticano, donde además ofrecieron una conferencia de prensa sobre los abusos que padecieron en su niñez.
En aquella ocasión José Barba-Martín, quien con Arturo Jurado es representante legal del grupo, dijo entonces a Proceso:
 “Pese a todas nuestras pruebas, el Vaticano no quiso abrir un proceso canónico contra Marcial Maciel. No nos escuchó. Por eso nos vimos obligados a acudir a la ONU. Y hoy los casos de abuso sexual de Maciel no son toda la cuestión: está también el encubrimiento del Vaticano a un delincuente. Esto en sí mismo es un hecho delictivo. Hasta el Papa lo protege, además de que viola los acuerdos firmados con la ONU en materia de protección de los derechos de la niñez.”
Los otros integrantes de este grupo que inició la lucha legal contra el Vaticano son Arturo Jurado Guzmán, Félix Alarcón Hoyos, Saúl Barrales Arellano, Fernando Pérez Olvera, Alejandro Espinosa Alcalá, José Antonio Pérez Olvera y Juan José Vaca Rodríguez.
A pesar de ello, Politi insiste: “Creo verdaderamente que sus colaboradores no le pasaban la información completa (a Juan Pablo II)… Sin embargo, también creo que se deben investigar a fondo cada uno de los casos que el mismo Ratzinger ha querido ocultar al no permitir, hasta ahora, que se abran los archivos. A diferencia de países como Estados Unidos, Alemania, Bélgica y Austria, donde los obispos se han mostrado más independientes y han creado fiscalías para investigar los casos, en Italia esto todavía no sucede”.
Admite: “Hoy la política del Vaticano es seguir teniendo secretos, pues el Papa Ratzinger no ha tenido el valor de informar ni ha querido confrontarse”.
–Si se le pudieran atribuir a Juan Pablo II algunos pecados, ¿cuáles podrían ser? –se le plantea a Politi. Piensa cinco segundos y contesta con mucha seguridad:
–Una visión todavía muy dogmática en el campo de la moral sexual; haber definido al aborto como holocausto; haber tenido mucha simpatía por las mujeres, pero no haber entendido la revolución feminista; el que haya sido demasiado tradicionalista; y haber confiado demasiado en Joseph Ratzinger como prefecto de la doctrina de la fe.
 “Creo que Juan Pablo II debe verse como la gran figura histórica que fue. Obviamente fue un hombre con muchos errores, pero también creo que con muchos aciertos, como haber sido, entre otras cosas, un gran líder geopolítico, que por ejemplo se negó rotundamente a la guerra de George Bush contra Irak y (en cambio se encargó) de pasar el mensaje de que no era una guerra cristiana contra el Islam.”
Según Politi, diplomáticos del Vaticano cabildearon en la Unión Europea y América Latina –incluso en México y Chile– para que, el 1 de marzo de 2003, Estados Unidos no obtuviera respaldo en la ONU para atacar Irak. Sin embargo, las crónicas de prensa de aquel año muestran que el gobierno estadunidense evitó la votación porque sabía que no había consenso favorable en el Consejo de Seguridad y decidió invadir al país asiático por su cuenta.
A Gianni Novelli, un exponente de la Teología de la Liberación, la beatificación de Juan Pablo II le parece un procedimiento burocrático y no lo entusiasma. Wojtyla combatió abiertamente esta corriente católica para privilegiar a grupos ultraconservadores como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo.
Incluso al arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero se le negó la posibilidad de canonización con el pretexto de que podría ser utilizado por extremistas de izquierda. Lo máximo que lograron sus defensores fue que se le reconociera como “siervo de Dios”, pero era público que  Juan Pablo II no simpatizaba con las causas en las que se comprometió monseñor Romero y a causa de las cuales fue asesinado.
 “Yo por eso hablo de ‘las teologías de la liberación’: además de la americana, están la africana, la afrobrasileña, la ecologista y la indígena, que tiene a la Virgen de Guadalupe. El mismo Leonardo Boff (uno de los más destacados representantes de esta corriente) apoyó la teología ambientalista, pues lo que en el fondo se busca es enfrentar los nuevos retos, siempre de acuerdo con el Evangelio. Como Juan Pablo II luchó contra quienes hemos creído en ello, no puedo ser un admirador más de él”, concluye Novelli.
 “A mí lo que haga la Iglesia o lo que deje de hacer me importa ya muy poco; la beatificación de Juan Pablo II para muchos es un insulto”, asegura María Paz Venturelli, hija de Omar Venturelli, un cura ítalo-chileno que apoyaba a los indígenas mapuches y por ello fue obligado a dejar el sacerdocio.
Venturelli se convirtió en profesor universitario, se casó y tuvó una hija. El 4 de octubre de 1973 fue detenido por los militares golpistas, que lo desaparecieron. Su hija no puede olvidar la cercanía de Wojtyla con  Augusto Pinochet, misma que a su juicio ayudó a éste para evadir la ley durante años. En 1987 el Papa visitó Chile y se asomó al balcón del Palacio de la Moneda con Pinochet, gesto que lastimó a las víctimas de las dictaduras en el mundo.
María Paz difícilmente olvidará la rabia que sintió el 16 de marzo pasado, al enterarse de la liberación de Alfonso Podlech, quien fuera el procurador militar de Pinochet. Contra él había 140 órdenes de aprehensión por la Operación Cóndor, y después reconoció haber participado en la tortura y la desaparición de varios detenidos, entre ellos Omar Venturelli.
Detenido en Madrid en 2009 por una orden del juez español Baltasar Garzón, fue trasladado a la cárcel de Rebibbia, en Roma. María Paz –“Pacita”, como le dicen en Bolonia, donde emigró con su mamá después de la desaparición de su padre– comenta que Podlech fue liberado una semana después de que el presidente derechista chileno Sebastián Piñera realizara una gira en Italia. Agrega que el mandatario es sobrino del exarzobispo chileno Bernardino Piñera, muy cercano a Podlech.
Dos días después, Podlech fue detenido cuando planeaba escapar y ahora está de nuevo en la cárcel. Se prevé que a finales de este mes se le dicte sentencia final.
La beatificación de Karol Wojtyla está en puerta, pero como dijo ya José Barba, una de las víctimas de Marcial Maciel, “el Papa puede pasar a la historia como un encubridor”.
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