9 may 2012

Debate de 1994; Mayté Noriega lo moderó entonces

Debatir: asignatura pendiente / Mayté Noriega
Enfoque de Reforma, 12 de mayo de 1994:
Han pasado 18 años desde el primer debate entre candidatos a la Presidencia y la cultura de deliberación democrática no ha evolucionado
Hace 18 años, recibí la invitación para moderar el primer debate de candidatos a la Presidencia de la República, los candidatos eran: Ernesto Zedillo, Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas. El debate lo organizó la Cámara de la Industria de Radio y Televisión y había una gran expectación entre la gente.




Tuve la posibilidad de asistir a las reuniones previas al debate en las que participaron Esteban Moctezuma y Adolfo Aguilar Zinser con la representación de los candidatos del PRI y del PRD. Diego Fernández de Cevallos, del PAN, negoció su debate. En las reuniones se discutieron los temas de cada una de las intervenciones, los tiempos para cada uno de los candidatos y los de las réplicas. Se llegó a un formato muy rígido en el que todo estuvo perfectamente cuidado. Se estableció que las cámaras de televisión estarían ocultas detrás de un panel para que nadie distrajera a los candidatos. Sólo podía aparecer en la pantalla el candidato que tenía el uso de la palabra; cualquier otra toma quedaba prohibida.
Si bien se trató de un formato muy acotado, generó una gran expectación. Era la primera vez en la que la televisión presentaba, en un mismo lugar y tiempo, al candidato "oficial" y a los opositores que no tenían la posibilidad de acceder a los medios de manera equitativa. El canal del Congreso de Estados Unidos lo retransmitió en un par de ocasiones y lo mismo sucedió en algunos lugares de Europa porque se lanzó una señal internacional, y el primer debate, se creyó entonces, constituía un mensaje sobre la apertura del régimen.
El debate fue una noticia que se mantuvo en los medios antes y después de su celebración. Al día siguiente la prensa analizaba quién había ganado. Se dijo entonces que Diego Fernández de Cevallos, quien después desapareció de la escena política con el argumento de que preparaba el segundo debate. Por momentos se pensó que la democracia empezaba a sentar sus reales en nuestro país, pero la realidad, 18 años después, es que las cosas no son así.
En 2000 hubo otro debate en el que también tuve la fortuna de participar. Nuevamente aparecía como candidato el ingeniero Cárdenas y cinco candidatos más: Francisco Labastida, Vicente Fox, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Camacho y Gilberto Rincón Gallardo. En esa ocasión las medidas fueron aún más rígidas.
Había una distancia enorme entre los pódium de cada candidato y, por tratarse de seis, las condiciones para las réplicas eran más rígidas. Se acondicionó un espacio enorme en el World Trade Center. Las condiciones para las tomas eran las mismas: sólo enfocar al candidato en el uso de la palabra, nunca a los otros. Para aquel debate la anécdota era el banquito que usaría el candidato Labastida para estar a la altura del resto. Afuera del salón una sala para los amigos, asesores y familiares de los candidatos.
El desencanto de la gente empezó a permear porque no se trataba de auténticos debates, era una sucesión de monólogos breves, limitados, sin mayor atractivo para un espectador que pasaba de un "medium shot" a otro, cada uno o dos minutos. Todo perfectamente calculado para empezar y terminar en el momento acordado.
En ninguna de las dos presentaciones de candidatos en las que participé directamente, ni en las que siguieron y que moderaron otras y otros periodistas, ha habido debate. Y no lo ha habido porque no está en nuestra cultura. No solemos recurrir a la argumentación clara y a las razones para defender posturas, sino a la descalificación del otro, lo mismo en las Cámaras de diputados y senadores que en las redes sociales y los foros de internet.
Desde los medios tampoco se alienta el debate porque quienes en ellos participan piensan en la necesidad de "tener la razón" y no en tener las razones suficientes para defender un argumento.
Dieciocho años después del primer debate, no somos más democráticos ni tenemos una prensa más libre. La reforma electoral de 2007 impide el ejercicio libre del periodismo, porque todo debe ser equitativo, equilibrado, igual, aunque la propia ley electoral trate diferente a los diferentes y dé más dinero a unos partidos políticos que a otros.
Se puede decir que los debates son solamente spots continuos en los que se da el mismo espacio y tiempo a los candidatos a la Presidencia. No hay discusión, no hay intercambio de ideas.
La gente, saturada de mensajes de candidatos de todas las tendencias, a todas horas y en todos los medios, no encuentra atractivo en ver un programa en el que nada nuevo habrá de descubrir y en el que ni siquiera los rostros de los candidatos que escuchan podrán apreciarse, porque hay que protegerlos de todo, hasta de la opinión de los telespectadores.
Twitter: @maytenoriega

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