Estrategia
de oropel(JORGE CARRASCO ARAIZAGA
Revista Proceso # 1922, 31 de
agosto de 2013;
Enrique Peña Nieto presenta su primer
informe presidencial a un país parcialmente convulsionado. El encantamiento de
sus primeros días de gobierno desapareció ante la premura por hacer cierta
aquella fantasía del “Momento de México” a través de impulsivas reformas con
apoyo en el gigante de pies de barro que resultó el Pacto por México. Las
calles plenas de tensión de la Ciudad de México, los choques cotidianos en
zonas de Guerrero y Michoacán, la estrategia de seguridad que naufraga en la
incertidumbre, las ejecuciones que se multiplican, la economía que no crece,
confrontan al mandatario con su realidad: para gobernar se requiere algo más
que la costosa inversión que la Presidencia de la República ha hecho en
relaciones públicas.
Impreciso como el de su antecesor, el
gobierno de Enrique Peña Nieto no acaba de definir una estrategia contra la
inseguridad. Rebasado por la delincuencia y presionado para dar resultados, se
acerca cada vez más a las acciones de Felipe Calderón, del que hasta ahora sólo
lo separan la espectacularidad y la intensa propaganda de fuerza.
Su propuesta para retirar a los
militares del combate a la delincuencia organizada –la creación de un nuevo
cuerpo armado bautizado desde su campaña presidencial como Gendarmería
Nacional– se redujo a una mera división de la Policía Federal (PF), y su
propósito de no publicitar en los medios la detención de los narcotraficantes
va quedando en mera intención.
Presionado por Washington y por la
prensa estadunidense por su “falta de claridad” para combatir el narcotráfico,
acabó por adoptar la misma acción que su antecesor: informar sobre el número de
detenidos de una lista de “los delincuentes más buscados”, elaborada por el
gobierno anterior y el de Estados Unidos.
El discurso también empieza a parecerse
al del calderonato: El incremento de la violencia en estados como Michoacán es
resultado de las acciones del gobierno, ha dicho el nuevo supersecretario y
titular de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
El acercamiento a lo que dijo que no
quería hacer obedece a que la violencia no cede en el país, sobre todo en lo
que hace a homicidio, secuestro y extorsión, los mismos delitos que se
comprometió a abatir. De acuerdo con José Antonio Ortega Sánchez, presidente
del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, la
reducción de 20% –anunciada por el presidente la semana pasada– en el caso de
los asesinatos vinculados con la delincuencia organizada es una tendencia que
viene desde 2011.
“Está bien que se haya mantenido esa
tendencia, pero lo preocupante es lo que está ocurriendo en los otros dos
delitos. La extorsión está creciendo de manera explosiva y para este año se
espera un incremento de 20% en los secuestros oficialmente denunciados”, dice
el también litigante.
Precisa que las denuncias oficiales por
extorsión se refieren principalmente a las telefónicas y no reflejan las que
ocurren en los negocios formales e informales e incluso a particulares. No sólo
es el caso de Michoacán, Guerrero o el Estado de México. Desde hace mucho la
delincuencia organizada y muchos que hablan en nombre de ella están cobrando
“derecho de piso” en otras partes del país.
En el caso de los secuestros también
hay un incremento de 20% en el primer semestre del año, en comparación con el
mismo periodo del año anterior. De acuerdo con sus cifras en el sexenio pasado
hubo 6 mil 404 secuestros en el país, pero la cifra podría ser tres veces
superior, pues la mayoría de los casos no se denuncian.
El decálogo
Desde su Plan Nacional de Desarrollo,
pasando por el Pacto por México, hasta su decálogo de seguridad y justicia
presentado la semana pasada, Peña Nieto ha insistido en que su propósito es
abatir los homicidios, el secuestro y la extorsión; recambiar las policías y
aplicar el nuevo sistema de justicia penal.
En lo que ha sido su propuesta “más
acabada” luego de nueve meses de gobierno, el pasado 27 de agosto anunció “10
estrategias” de lo que llamó “nueva política pública de seguridad y justicia”.
Todas y cada una, con distinta prioridad, también fueron mencionadas en su
momento por Calderón.
Ese día Peña Nieto hizo de la 34 sesión
del Consejo Nacional de Seguridad Pública (CNSP) el foro para presentar el
decálogo con el que pretende reducir los índices que han colocado a México
entre los países más violentos del mundo en años recientes. La estimación más
conservadora ubica entre 60 y 70 mil los muertos registrados el sexenio pasado
relacionados con la delincuencia organizada, una cifra que supera con creces el
estándar internacional de una guerra civil.
La variación está en el énfasis que
desde su campaña Peña Nieto le ha dado a la reconstrucción del tejido social,
que es el primer punto de su decálogo y que dio lugar a la creación de una
subsecretaría de Prevención y Participación Ciudadana, a cargo de Roberto Campa
Cifrián, exfuncionario de Calderón quien en su momento padeció las intrigas del
equipo encabezado por Genaro García Luna, el secretario de Seguridad Pública
del sexenio anterior.
Según informó Osorio Chong en la
sesión, en esa estrategia participan nueve secretarías de Estado con un
presupuesto de 118 mil millones de pesos y se concentra en 57 demarcaciones con
los más altos grados de violencia.
El segundo punto de su propuesta es la
transformación de la Procuraduría General de la República (PGR), que en
palabras de su titular, Jesús Murillo Karam, durante la sesión del CNSP, se
adecuará al sistema de justicia adversarial y oral. El nuevo modelo deberá
estar vigente en todo el país en 2016, de acuerdo con la reforma constitucional
promovida en 2008 por el gobierno de Calderón junto con Estados Unidos y en
cuya confección participó el ahora procurador cuando era senador.
De acuerdo con Murillo Karam, con ese
nuevo sistema de justicia la PGR deberá realizar una adecuada investigación de
los delitos e integración de las averiguaciones. En el primer caso, anunció en
el encuentro la creación de una Unidad de Investigación de la procuraduría.
Comenzará en las cinco regiones del
país (noroeste, noreste, occidente, centro y sureste) anunciadas por Peña Nieto
en enero pasado como una acción para combatir el crimen. Luego habrá una
oficina de inteligencia en cada uno de los estados del país para intercambiar
información con éstos. En el caso de la integración, dijo que bajo el nuevo
sistema de justicia la PGR tendrá que dar pruebas no sólo a los fiscales, sino
también a los defensores públicos.
En el caso de la profesionalización
policial, el tercer punto del decálogo, el anuncio de Peña sobre la Gendarmería
Nacional es hasta ahora la mayor muestra de la improvisación. Durante su
campaña habló de una fuerza de entre 40 mil y 50 mil hombres para reemplazar a
los militares en el combate al narcotráfico, con el propósito de que el
Ejército y la Marina regresaran a sus cuarteles para sus funciones exclusivas
de defensa nacional.
Luego, ya en el cargo, redujo la cifra
a 10 mil hombres y previó que la nueva fuerza participaría en el desfile del 16
de septiembre. Pero los desacuerdos prevalecieron en el gabinete de seguridad.
El Ejército, como principal abastecedor de tropa, entrenamiento y recursos
pretendía el control de la nueva corporación.
En la indefinición sobre el nuevo
cuerpo armado se informó extraoficialmente también que estaría integrado sólo
por 5 mil elementos; 3 mil 500 del Ejército y mil 500 de la Marina. Incluso el
Ejército había comenzado a entrenar varias unidades para convertir a sus
efectivos en gendarmes.
La Sedena insistió en tener el control
de la nueva fuerza, pero ni logró apoyo financiero suficiente por parte del
gobierno federal ni la Secretaría de Gobernación estaba dispuesta a dejar el
dominio del nuevo cuerpo. Finalmente el comisionado nacional de Seguridad,
Manuel Mondragón y Kalb, anunció en la reunión del CNSP que el gran proyecto de
la Gendarmería Nacional será una división más de la PF, al mando de Enrique
Galindo Cevallos.
Aunque no precisó si su componente será
civil o militar aseguró que los mandos saldrán de las propias divisiones de la
PF, que tiene ahora 36 mil efectivos.
Mondragón, cuya principal aportación ha
sido replicar su experiencia como secretario de Seguridad Pública en el DF de
regionalizar la acción policial, sólo dijo que la Gendarmería ya reclutó a mil
700 cadetes que desde mayo pasado han sido capacitados por los militares
mexicanos, aunque aseguró que todos serán entrenados por el Ejército, la Marina
y corporaciones extranjeras.
Gendarmes
El plan de Mondragón es que la
Gendarmería Nacional esté lista en junio del próximo año, pero su operación
plena, con un presupuesto definido, no se dará sino hasta 2015, segundo año de
la gestión peñista. Para la capacitación echará mano de lo que ya existe: la
Academia Superior de Seguridad Pública de la PF –creada desde el gobierno de
Ernesto Zedillo en San Luis Potosí– y la Academia Estatal de Seguridad Pública
de esa misma entidad.
También utilizará el Instituto Superior
de Seguridad Pública de Hermosillo e instalaciones de la Sedena y de la PF.
La gendarmería operará en poblaciones
rurales y periurbanas para garantizar el libre tránsito de bienes y personas,
incluidos migrantes. Según Mondragón, será la forma en que el Estado mexicano
recupere los territorios perdidos en varios estados del país frente al crimen
organizado.
En una reiteración de lo que ya existe,
el comisionado dijo que también ayudará a las autoridades locales en la
prevención del delito, lo que está previsto desde la creación de la Policía
Federal Preventiva y que luego García Luna cambió simplemente a Policía
Federal.
Como parte de la profesionalización,
retoma también la idea de Calderón y García Luna de crear un “mando único”
policial en los estados, que en la práctica ha significado la desaparición de
las corporaciones municipales.
Al igual que su antecesor, Peña ofrece
“una transformación” del sistema penal para evitar la sobrepoblación y el
autogobierno en los penales. Sobre la participación ciudadana, el decálogo se
refiere a una “promoción y articulación” para promover la denuncia anónima y la
revisión de la estrategia gubernamental.
En este tema, hasta comparte
representantes de la sociedad civil de Calderón, como el empresario deportivo
Alejandro Martí, presidente de México SOS, y María Elena Morera, presidenta y
fundadora de Causa en Común, ambos surgidos en el calderonato y cercanos a
García Luna.
Martí dejó clara su filia cuando
intervino en la sesión de la semana pasada. Ante Peña, Osorio y Mondragón
calificó de “ejemplar” a la PF de García Luna.
Igual que Calderón, Peña designó un
vocero del gabinete de seguridad, Eduardo Sánchez Hernández, nombrado por
Osorio Chong. La diferencia, según el funcionario de Gobernación, es que dará
información “puntual”, “transparente” y “oportuna” de los índices delictivos.
Como su antecesor, también se refiere a una coordinación entre los tres niveles
de gobierno (federal, estatal y municipal), que se realizarán por zonas en las
cinco regiones propuestas por Mondragón.
Otra de las apuestas anunciadas por
Peña en su decálogo es el “fortalecimiento de la inteligencia” para ponerla por
encima de la fuerza, que fue lo que caracterizó al gobierno pasado. Incluso, en
su Plan Nacional de Desarrollo, Peña dice que en la estrategia contra la
delincuencia organizada “tuvo como pilares el combate frontal, así como la
aprehensión y eventual extradición de líderes de las principales organizaciones
delictivas”.
En su crítica, dice que eso “generó
vacíos de poder en la delincuencia organizada que detonaron luchas violentas
por el control territorial en importantes ciudades del país. Esa lucha
incrementó los niveles de violencia y deterioró la percepción ciudadana sobre
su seguridad y la estrategia misma. También se tradujo en un incremento de los
requerimientos financieros y de reclutamiento de los grupos delictivos”.
En un afán de diferenciarse por lo
menos en el discurso belicoso de su antecesor, su gobierno se ha referido a las
detenciones que presenta casi como pacíficas de importantes jefes del
narcotráfico; pero ha sucumbido a la necesidad de anunciar éxitos, y al igual
que lo hacía el gobierno de Calderón dice que ha detenido a “62 de los 122 presuntos
delincuentes más buscados”, pero asegura que ha sido “sin disparar un solo
tiro”.
Martín Barrón Cruz, investigador del
Instituto Nacional de Ciencias Penales, dice que la diferencia más importante
respecto al sexenio pasado ha sido la presentación mediática de los llamados
éxitos contra el narcotráfico, pero hasta ahora no se puede hablar de una
verdadera estrategia por parte del gobierno de Peña Nieto hasta que se conozcan
los planes y programas de cada dependencia del gabinete de seguridad.
Pero no hay ninguna certeza de que se
conozcan, pues se mantienen en reserva, clasificados como de seguridad
nacional. Lo que quedará es ver los resultados finales, que en el caso de
Calderón fueron de escándalo.
De acuerdo con Barrón, Calderón detuvo
a casi 90 personas por día durante su sexenio; es decir, 190 mil 543 personas.
De ese total, unos 75 mil fueron aprehendidos por la PF, que hizo una intensa
difusión de sus operativos; pero de todas las personas que detuvo, sólo 2 mil
500 resultaron vinculadas con la delincuencia organizada. Sólo veremos si la
estrategia de Peña Nieto es diferente a la de Calderón si cambia esa realidad,
dice.
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