8 sept 2013

Seis instantáneas en La Moneda/Francisco Marín

Seis instantáneas en La Moneda/Francisco Marín
Revista Proceso 1923, a 7 de septiembre de 2013;
Reportaje Especial

VALPARAÍSO.- Seis fotografías son el único registro visual de lo sucedido dentro del Palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973. Las tomó Leopoldo Vargas, suboficial de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) y en ese entonces fotógrafo de la Oficina de Informaciones y Radiodifusión de la Presidencia (OIR).
Esas fotos fueron publicadas en octubre de 1973 por el diario The New York Times. Una de ellas obtuvo el World Press Photo 1973, pero la identidad de su autor no se dio a conocer al momento de entregar el premio.
La historia de estas fotografías la contó Hermes Benítez, doctor en filosofía que ha investigado el golpe militar de septiembre de 1973, en un texto titulado “Leopoldo Víctor Vargas: el fotógrafo de las últimas horas de Allende en La Moneda”, publicado el 25 de junio de 2012 en el diario electrónico Piensa Chile. Ahí se recoge el relato por escrito que le entregaron los tres hijos de Vargas: Polo, Marcos y Alex Vargas Caroca, quienes el domingo 17 de junio de 2007 consiguieron la aprobación familiar para romper el silencio que mantuvieron durante 34 años.
“Sin embargo, por diversas razones pospusimos la realización de este deseo hasta el día de hoy, 26 de Marzo de 2012, en el que queremos recordar la memoria de nuestro padre mediante este pequeño reconocimiento, a un año exacto de su partida”, cita el texto de Benítez.
Vargas era especialista en fotografía aérea, pero a finales de 1964 fue asignado por sus superiores de la FACH para trabajar como fotógrafo de la Presidencia, en La Moneda. Realizó esta función durante los dos últimos meses del mandato del presidente Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964); se mantuvo allí todo el periodo de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), y los casi tres años de mandato de Salvador Allende.
Por la falta de transporte ese 11 de septiembre Vargas tuvo dificultades para llegar a La Moneda. “Como ya las grandes puertas de madera se encontraban cerradas, debió golpear en una de las pequeñas puertas ubicada al pie de una de ellas, en la calle Moneda. Le abrió el teniente Pérez, de la Guardia de Palacio, quien, sorprendido por verlo ahí, le preguntó con total familiaridad: ‘¿Qué estás haciendo aquí, Guatón? ¿Acaso no sabes lo que está pasando?’. A lo que el fotógrafo respondió en forma igualmente coloquial: ‘Vengo a trabajar, poh’.
“Al ingresar al Palacio lo primero que vio fue una ametralladora punto 30, emplazada sobre el suelo y apuntando hacia la entrada, con sus tiras de balas esparcidas alrededor”.
De inmediato se dirigió a su taller fotográfico, ubicado dentro de la OIR. Nadie más había llegado.
“A los pocos instantes suena el teléfono; responde y se le informa que se necesita un fotógrafo y que debe presentarse inmediatamente ante el presidente. Recoge su cámara de servicio Canon y se dirige a cumplir con la tarea asignada. En la Sala de Edecanes procede a tomarle la primera foto al presidente Allende, en los momentos en que éste se encuentra hablando por el teléfono verde, con su casco puesto y fusil al hombro, presumiblemente con el vicealmirante Patricio Carvajal Prado que se encontraba en el Ministerio de Defensa. Leopoldo recuerda las palabras exactas con las que el presidente puso término a aquella llamada: ‘Hagan lo que quieran, chuchas de su madre’. Luego colgó violentamente el auricular. Recuerda también que, en el momento en que salía de aquella oficina, el presidente lo mira y le dice: ‘compañero, en vez de andar con una cámara fotográfica, mejor debiera andar con una ametralladora’. Esas serían las últimas palabras que el presidente le dirigiría”.
A las 9:20 Allende emitió su discurso final: “Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
Inmediatamente después de esta alocución, Allende recorrió La Moneda a fin de establecer la estrategia de defensa.
En el documental Más fuerte que el fuego. Las últimas horas en La Moneda, el doctor Danilo Bartulín recordó que “en este recorrido un reportero de La Moneda tomó varias fotografías”. El propio Bartulín aparece –con su grueso bigote– en la más emblemática de ellas, la que obtendría el World Press Photo de 1973.
Vargas tomó una foto “justo cuando el presidente y sus escoltas del GAP ven y escuchan el estruendoso paso de los primeros aviones Hawker Hunter de la FACH que, a aquella temprana hora de la mañana, vuelan amenazantes a baja altura sobre los techos de La Moneda”. En ese momento Vargas escuchó decir al presidente: “Hasta aquí nomás llegamos compañeros. Es en ese preciso instante en el que Vargas, luego de encomendarse a Dios, comprende que debe salir del palacio presidencial cuanto antes”.
Leopoldo se preocupó de aclarar a sus hijos por qué tomó sólo seis fotos pudiendo hacer muchas considerando la importancia del momento que se vivía. “Para responder a esa interrogante habría que considerar el ambiente de inquietud y nerviosismo que se vivía en ese momento al interior del Palacio de la Moneda”. Era tanta la tensión que “el presidente o cualquier miembro del GAP hubiera disparado contra cualquier persona que se interpusiera de forma sorpresiva”.
Por esta razón hubo “sólo seis instantáneas que registran los últimos momentos del presidente Allende durante el derrocamiento de su gobierno”.
Antes de salir de La Moneda, Vargas entregó la cámara con su valiosa carga al encargado de revelados fotográficos de la OIR, Juan Quiroz. Quedaron de reunirse, cuando pasara todo, en una oficina ubicada muy cerca de La Moneda, en calle Amunátegui 21.
Al trasponer la puerta de entrada de La Moneda rumbo a la Plaza de la Constitución, Vargas se topó de frente con un tanque Sherman de 32 toneladas que apuntaba su cañón hacia el despacho presidencial, “ante el cual sólo atinó a sacar su TIFA (Tarjeta de Identificación de la Fuerza Aérea), levantarla en alto y salir corriendo hacia la esquina de Moneda con Morandé, tomando hacia el Ministerio de Defensa”.
Al pasar por la plaza vio a periodistas, quienes le pidieron a gritos información de lo que ocurría dentro del palacio presidencial. El fotógrafo ni se inmutó. “No me iba a parar a conversar, seguí corriendo”, diría más tarde a sus hijos. Justo al llegar al Ministerio de Defensa comenzaron los disparos cruzados entre leales al gobierno y las fuerzas golpistas.
Una vez en el Ministerio de Defensa, donde estaba el comando central golpista, Vargas se convirtió en un militar más. Se puso uniforme, casco y cargó una subametralladora Garant M2. Se quedó ahí hasta el día siguiente.
Cinco días después recogió en Amunátegui 21 los negativos de manos del laboratorista Quiroz. Los reveló en el laboratorio fotográfico del edificio Diego Portales, donde instaló sus oficinas la Junta Militar. Hizo dos copias de cada una de las seis fotos. Unas de 20×25 centímetros y otras de 13×18.
Un colega de Vargas, Enrique Mella, lo puso en contacto con un comprador. “(Mella) le dijo que lo estaría esperando con el dinero en una casa del barrio alto de Santiago, donde Vargas debería llevar personalmente las fotos, junto con sus respectivos negativos… Será a este norteamericano, desconocido para Vargas, a quien le entregó las seis copias en papel (las de 20×25 centímetros) junto con los negativos, a cambio de 3 mil dólares”.
No hubo intercambio de nombres, “lo que en ese momento hubiera sido algo sumamente peligroso y de impredecibles consecuencias para Leopoldo Vargas”. Éste se quedó la serie de fotos chicas “que son las mismas que él, su esposa e hijos mayores guardaron, junto con el secreto, por muchos años”.
Leopoldo siguió trabajando por un tiempo como fotógrafo de la Junta Militar hasta que pidió su traslado –aduciendo razones de estrés– al Servicio Aéreo Fotogramétrico (SAF), localizado en el aeropuerto de Los Cerrillos. Ahí terminaría su carrera en la Fuerza Aérea.
La familia de Vargas dice que se decidió a publicar las fotos, luego de que el 16 de junio de 2007 el fotógrafo Orlando Lagos recibiera un homenaje póstumo al atribuírsele la autoría de las instantáneas. Antes, el 4 de febrero de 2007, el periodista Camilo Taufic publicó en el diario La Nación la crónica “La secreta historia del ‘Chico’ Lagos, autor de las últimas fotos de Allende”. Esa nota es imprecisa y en ella no aparece la fuente que proporcionó esa información ni el relato de las circunstancias en que fueron tomadas las fotos.
Esas fotografías contribuyeron a que Chile y el mundo dimensionaran la heroica resistencia ofrecida por Allende y sus más leales compañeros contra batallones de infantería y blindados, apoyados por aviones que dispararon cohetes. Permitieron que el relato de Allende combatiendo con su fusil fuese historia y no mito.

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