2 nov 2014

Leonora Carrington y Renato Leduc, amor convenido

Leonora Carrington y Renato Leduc, amor convenido
El efímero matrimonio de Carrington y Leduc, que permitió a la pintora salir del cerco nazi, marcó sus vidas
Joel Hernández Santiago/ Especial y Luis Carlos Sánchez
 Leonora Carrington y Renato Leduc, amor convenido
Excelsior,  28 de mayo.- Aquel día a don Renato Leduc se le iluminó el rostro y apareció en su mirada el hombretón aquel de 44 años que en 1941 se casó con Leonora Carrington, en España, aunque para entonces ya tenía ochenta y cinco.

 Durante varias tardes de 1982 platicamos en su casa de Mónico Nek, en la colonia El Periodista de la Ciudad de México. Ya antes me había contado sus vicisitudes de niño y joven en México y sus diferentes trabajos y su afición por la vagancia y la bohemia, tan en boga por entonces entre algunos de sus contemporáneos. Luego su llegada a la burocracia y luego su tiempo con Pancho Villa como telegrafista y de cómo conoció al güerito John Reed, aquel de México Insurgente y su paso por la Secretaría de Hacienda que lo envió a París a trabajar en la Embajada Mexicana por diez años…

Por allá andaba el mexicano de padre francés y madre mexicana. Su gusto por la literatura y por la cultura en general lo llevaron a vincularse con el grupo de los surrealistas que se reunían en cualquier lugar, en el Cafe de la Paix o en Les Deux Magots, en el boulevard Saint Germain…
Ahí estaban a fines de los cuarenta André Breton, Paul Éluard, Joan Miró, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Marcel Duchamp y, por supuesto, Max Ernst a quien Leonora había seguido desde Londres enamorada de él aunque fuera casado y tuviera 27 años más que ella. No importó y Lord Carrington se quedó con un palmo de narices cuando su hija, la rebelde, la que pudo ser princesita en la corte británica, la Novia del Viento que le escriturara el mismo Ernst, se fue a vivir con el artista a Francia, a Saint-Martin-d’Ardèche, con apenas veinte años. Las huidas fueron el sello de su vida y por eso…
… De pronto aquella placidez creativa fue dispersa. Es que se inició el avance alemán tras el ataque de la Wehrmacht (fuerzas armadas alemanas) sobre el territorio de Francia y los Países Bajos el 10 de mayo de 1940. De pronto la Segunda Guerra Mundial y de pronto los alemanes persiguieron a sus enemigos, incluso alemanes y Max Ernst es detenido y llevado a un campo de concentración. Leonora huye de Francia y como producto de la separación trágica se trastorna y es enviada a un manicomio en Santander, España, de donde se escapa en 1941.
Para entonces Leduc ya está en Madrid en la embajada de México. Antes había intentado regresar a México vía Nueva York y trató de ir hacia el norte de Europa, pero ya existía la Línea Maginot por lo que enfiló hacia el sur, hacia España. Ahí, en recuerdo de la amistad parisina, Leonora lo buscó para pedirle auxilio. Él se lo otorga pero no consigue sacarla de Europa. La única solución es que se casen y así ella adquiera rango de esposa de un diplomático extranjero de un país que no está en guerra.
A don Renato la vista cansada se le iluminó mientras lo platicaba. Hace pausas que parecen interminables. Por un momento no está aquí. Está en él. Está en sus  44 años de edad y está en España. De pronto regresa. Continúa. Saborea las palabras. Mueve lentamente las manos y mira hacia el exterior de la casa a través de la ventana en aquella tarde soleada.
Se casaron en Madrid ese mismo 1941 y de inmediato buscaron salir de Europa. Su primer paso fue irse a Marruecos de donde salían los transportes hacia Estados Unidos. Ahí se embarcaron hacia Nueva York en un viaje extremadamente incómodo y con muchas vicisitudes. El mundo estaba en guerra y todo se trastornó, sin duda.
Nueva York es inhóspito para ellos pero están a salvo. Intentan quedarse ahí pero es imposible así que alguien les apoya y consiguen comprar un viejo vehículo en el que huyen hacia México. Él quiere. Ella duda. Pero no hay alternativa. México será la salvación para ambos.
En 1942 llegaron aquí y se instalaron en cualquier lugar. En la colonia Tabacalera consiguen meterse a algún hotel barato. Mientras él busca trabajo ella tiene que esperarlo horas interminables en Los Pericos, café al estilo mexicano… y ella comienza a conocer a los mexicanos y se enamora de su alma surrealista porque es surrealista este país en donde todo es incomprensible para quien no ha nacido aquí y para quienes no han hecho la vida aquí: México el inconcebible, el mágico, el del fatal desenlace al que también llegaron Lowry, Lawrence, Craine, Porter, Green… México, el de todo está bien, aunque no esté bien. El México surrealista que se ponía a disposición de una artista del surrealismo.
 En 1943 se divorciaron Renato y Leonora. Era lo convenido. Ya queda el recuerdo de los dos y ya queda la sonrisa de don Renato mientras repetía aquella tarde: “Yo vivo de lo poco que aún me queda de usted. Su perfume, su acento, una lágrima suya que mitigó mi sed”.
 Censuran programa de Carrington
 Un día después del fallecimiento de Leonora Carrington, TV UNAM recordó a la artista con la transmisión de un documental que fue “censurado”. De acuerdo con Sandra Luz Aguilar Fernández, realizadora de Invocación Surrealista: Leonora Carrington, en el trabajo que el jueves fue transmitido por la televisora universitaria se suprimieron alrededor de cinco minutos de imágenes por considerarlas “de mal gusto” y “poco finas”.
 El espacio eliminado se refiere a la interpretación que la cineasta hace del cuento autobiográfico de Carrington La debutante. Para la escena, Aguilar Fernández, utilizó actores y metió al flautista Horacio Franco interpretando la música que acompaña el documental. Esta presencia, dijo la cineasta, “no les gustó, Patricia Aguilar (jefa de producción de TV UNAM) me dijo que no era fino”.
 El jueves, un día después de que falleció la artista nacida en el Reino Unido, pero residente en México desde hace 70 años, la realizadora y también escritora del segmento cinematográfico, recibió una llamada vía celular donde la jefa de producción le avisó del corte a que sería sometido su trabajo. “Son órdenes del director, dijo, yo misma lo voy hacer”.
 En ese momento, Aguilar Fernández se puso en contacto vía correo electrónico, con Ernesto Velázquez, director del canal universitario, donde le externó su preocupación por la transmisión mutilada que se haría del documental. La cineasta no obtuvo respuesta y esperó a las 22 horas para ver el programa. Ante su asombro, el material fue transmitido pero con el corte que se le había anunciado durante el día.

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