Podemos
cambia de piel buscando la hegemonía en las izquierdas/Casimiro García-Abadillo, director de El Mundo.
El
Mundo | 28 de diciembre de 2014
El
giro que ha dado Podemos en las últimas semanas, al distanciarse del chavismo y
adoptar como modelo económico de referencia el aplicado por la socialdemocracia
de los países nórdicos, supone que el partido de Pablo Iglesias aspira a
ampliar sus bases de apoyo porque cree tener opciones de alcanzar el poder.
Esta
moderación en el mensaje, en efecto, le permite ensanchar su influencia a los
votantes tradicionalmente fieles al Partido Socialista. Sin duda, es una
maniobra inteligente, una vez que ya ha conseguido el objetivo de reducir a su
mínima expresión a IU
Las
elecciones en España, desde la muerte de Franco, siempre se han ganado desde el
centro. Lo hizo Suárez, con la UCD; González con un PSOE que abandonó el
marxismo y aceptó la entrada en la OTAN, y lo hizo Aznar limando las aristas
más retrógradas del PP.
Durante
los últimos 37 años, el PCE, como luego Izquierda Unida, tan sólo aspiraban a
influir, a buscar alianzas con el PSOE para que su política fuera
«auténticamente de izquierdas». Esa táctica fue la que llevó a IU al pacto con
los socialistas en las elecciones de 2000 (que el PP ganó por mayoría absoluta)
o, más recientemente, al acuerdo de gobierno en Andalucía.
La
evolución de Podemos ha sido espectacular, no sólo por el aumento en sus
expectativas electorales, sino también en la adecuación de sus mensajes. Con
orígenes tan diversos como IU, Izquierda Anticapitalista y los movimientos
ligados al 15-M, Podemos ha girado desde planteamientos cercanos al
marxismo-leninismo a posiciones homologables con los partidos socialdemócratas.
Les
pondré un ejemplo. El programa de Podemos para las elecciones europeas del
pasado mes de mayo incluía el «derecho a una renta básica para todos». Esta
propuesta suponía que todos y cada uno de los ciudadanos, por el hecho de
serlo, tendrían unos ingresos garantizados por parte del Estado de unos 7.500
euros anuales (lo que se considera como el «umbral de la pobreza»). Según los
cálculos de Jordi Arcarons y Daniel Raventós (redrentabasica.org), que son dos
de los principales defensores de esa propuesta, aplicarla supondría una
transferencia de renta de los contribuyentes con mayor renta (los ricos) a los
de las más bajas (los pobres) de 35.000 millones de euros. La financiación de
la renta básica se lograría con una reforma fiscal que supondría aplicar un
tipo único de IRPF de «algo más del 49%». Un informe oficial que maneja el
Banco de España multiplica por diez (337.000 millones) el coste de la
aplicación de la renta básica, al margen de otras nefastas implicaciones
económicas, como la deslocalización empresarial, el efecto llamada que
provocaría, o simplemente la desincentivación para trabajar. Hay que tener en
cuenta que cada miembro de la familia recibiría esa renta: 7.500 euros el
considerado «primer adulto», 50% de esa cantidad para el resto de los mayores
de edad y 30% para los menores. Así, una familia con dos hijos (uno de ellos
mayor de 18 años) recibiría, de entrada, sin trabajar, 17.500 euros al año sin
ninguna retención fiscal.
Sin
embargo, en el programa económico presentado por Podemos el pasado 27 de
noviembre (elaborado por Juan Torres y Vicenç Navarro) ya no se habla del
«derecho a una renta básica para todos», sino de «establecer un sistema de
renta mínima garantizada», que no se concreta ni en la cantidad a percibir ni
en el número de personas que tendrían derecho a ella.
La
cuestión no es baladí, ya que implica situar en una nebulosa (como la sociedad
sin clases de los primeros comunistas) una de las medidas más revolucionarias del
programa de Podemos y que conectaba a este partido con otros movimientos
radicales antisistema europeos (ligados a la red BIEN: Basic Income Earth
Network).
El
pragmatismo de Iglesias se vio reflejado en su discurso del pasado domingo en
Barcelona, en un pabellón de Vall d’Hebron abarrotado de gente joven. El líder
de Podemos defendió «el derecho a decidir para todas las cosas» y dijo que él
prefería que Cataluña se quedase en España. Es un mensaje suficientemente
ambiguo como para calar en votantes de ICV y del PSC. Si, además, lo salpicamos
de proclamas contra la «casta española» provoca el éxtasis incluso en los
votantes de la CUP.
Pero
Iglesias ya sabe que se ha comido prácticamente a Izquierda Unida y que le ha
robado un buen trozo del pastel electoral a otros grupos como la CUP, Compromís
e incluso Bildu.
No,
esa no es la cuestión ahora. Esa no es la causa de la moderación del discurso.
El objetivo es el PSOE.
Por
fin, la vieja idea del sorpaso, esa aspiración imposible que tanto Carrillo
como Anguita tuvieron alguna vez en la cabeza, que un partido comunista pudiera
superar a los socialistas, podría convertirse en realidad de la mano de
Podemos. Esa es la fuerza del partido de Pablo Iglesias, que da a sus
seguidores confianza en que el triunfo es posible.
Ese
movimiento táctico y la constatación en las encuestas de la solidez de Podemos
es lo que pone de los nervios a los socialistas.
¿Qué
ha hecho Pedro Sánchez ante tal amenaza? Sencillamente ha pasado de una postura
firme de rechazo a un posible acuerdo con Podemos a un posibilista «depende del
programa a aplicar y de quien lo lidere».
Habría
que recordarle al secretario general del PSOE que así empezó Cayo Lara y en
pocos meses, y aún renunciando él mismo al liderazgo de IU, su coalición no ha
logrado que Podemos se le ponga al teléfono.
El
mayor peligro que corre el PSOE es que sus votantes lo perciban como un partido
que ha renunciado, de entrada, a su vocación de gobernar en solitario.
Los
cinco meses que quedan hasta las elecciones municipales y autonómicas van a ser
cruciales para comprobar la fortaleza del PSOE y la consolidación del liderazgo
de Sánchez. A medida que el líder socialista se deje seducir por el atractivo
de Podemos su debilidad será mayor.
Por
su parte, el PP está haciendo justo lo que Podemos quiere que haga.
En
un primer momento le trató incluso con simpatía: era una cuña que debilitaba al
PSOE. Ahora están en una fase aún más peligrosa: lo desprecian y a la vez creen
que es un fenómeno coyuntural que terminará desinflándose; en fin, un suflé
como el del soberanismo en Cataluña. Ya hemos visto lo acertado de esos
análisis por los que hay gente que incluso cobra dinero.
Podemos
es una fuerza política que va a tener una importante representación en
comunidades y ayuntamientos y que va a lograr un gran resultado en las
generales. Son un enemigo político serio al que hay que tratar con respeto y al
que hay que combatir con inteligencia, porque su proyecto político implica un
cambio de modelo sustancial respecto al que hemos conocido desde 1977.
Su
moderación es sólo un cambio de piel para lograr votos y poder. La casta
acabaremos siendo todos los que no apoyamos a Podemos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario