5 dic 2016

Fidel Castro, un héroe para Sudáfrica

El mundo siempre sabrá que alguna vez hubo un hombre llamado Fidel Castro. Los africanos jamás lo olvidarán
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Fidel Castro, un héroe para Sudáfrica/Mac Maharaj fue el secretario adjunto del proceso de negociación para terminar con el apartheid de 1991 a 1994 y ministro de transporte durante la presidencia de Nelson Mandela.
The New York Times, 5 de diciembre de 2016
Nelson Mandela una vez escribió que “no hay pasión en apostarle a lo pequeño… en conformarse con una vida que es menos de lo que eres capaz de vivir”. Es casi como si hubiese tenido a Fidel Castro en mente cuando escribió esas palabras.
Castro no puede ignorarse o descartarse. Era amado y odiado. Para sus enemigos, era un dictador. Pero para los sudafricanos que sufrieron bajo el apartheid, fue un modelo de libertad.
Los lazos entre Castro y Mandela, entre los cubanos y los sudafricanos, datan de finales de los cincuenta.

En 1956, el régimen apartheid procesó a 156 líderes activistas, entre ellos Mandela, de todos los estratos sociales y cada rincón del país bajo cargos de alta traición por movilizarse pacíficamente contra el gobierno de la minoría blanca. El juicio se extendió durante cuatro años, y Sudáfrica siguió atrapada en un ciclo de represión y resistencia durante más de 30 años. (Yo no estuve entre los acusados en esa ocasión. Pero a mediados de los sesenta, me encontraba cumpliendo una estancia en prisión en Robben Island junto con Mandela).
Durante el Juicio por Traición, los freedom fighters de Sudáfrica supieron del ataque fallido al Cuartel Moncada que Castro llevó a cabo el 26 de julio de 1953. En su juicio, Castro no negó nada, se enorgulleció de defender la democracia y terminó su defensa con una afirmación heroica: “La historia me absolverá”.
Ese mensaje resonó en nuestros 156 líderes, así como en activistas jóvenes como yo.
Seis años más tarde, el 1 de enero de 1959, despertamos con las noticias de que el dictador cubano Fulgencio Batista había huido, que Castro y su Movimiento 26 de Julio habían triunfado. Aunque había fracasado en alcanzar su objetivo inmediato, los ataques al Cuartel Moncada se convirtieron en una herramienta de reclutamiento y una gran parte del éxito de su revolución.
Así comenzó el liderazgo de un hombre que, en efecto, no hallaba pasión en apostarle a lo pequeño, quien vivió su vida en una isla empobrecida al lado del poderoso Estados Unidos, pero dejó huella en la historia mundial.
Era el comienzo del vínculo entre Castro y los cubanos, y Nelson Mandela y los combatientes por la libertad de Sudáfrica, así como con todo nuestro continente, donde hoy se le llora y celebra como otro freedom fighter.
Esa amistad floreció en 1966 cuando La Habana fue anfitriona de la Conferencia Tricontinental, una reunión de líderes provenientes de movimientos de liberación en Asia, África y América Latina, incluyendo el de Sudáfrica.
La relación entre la Cuba de Castro y la lucha de liberación de Sudáfrica se arraigó profundamente cuando, en los setenta y ochenta, Cuba brindó entrenamiento militar y otras formas de ayuda a los sudafricanos.
Tuve el privilegio de conocer a Castro en 1987, cuando Cuba ayudó a prepararme para mi misión en Sudáfrica dentro de la Operación Vula del Congreso Nacional Africano (ANC por su sigla en inglés). Como parte de esa operación, miembros del liderazgo del exilio se infiltraron en Sudáfrica como la guardia de avanzada que trabajaba de manera clandestina en el país.
Todavía puedo sentir la energía de Castro. Recuerdo la presteza sin reservas con la que respondía a nuestras peticiones para ayudar a mi misión como el comandante de la Operación Vula. No tenía la postura de una persona que quiere que su presencia y poder se sientan. Sentí que me hacía mejor persona en su compañía… mejor en el sentido de jamás dejar de querer mejorar la vida de los demás.
Nuestras interacciones con Castro y los cubanos reforzaron un mejor entendimiento del significado de la libertad por la que estábamos luchando. Durante finales de los setenta y los ochenta, el ANC y su ala militar tenían sus campamentos principales en la República Popular de Angola. Sucedía lo mismo con Swapo, el movimiento de liberación namibio.
Desde el momento en que Angola logró su independencia en 1974, el poder militar del estado sudafricano se ocupó de derrocar al gobierno. Angola sobrevivió en gran medida porque Cuba envió a sus soldados para que dieran sus vidas por la libertad de la gente de Angola, Namibia y Sudáfrica. Su sangre ha empapado la tierra de mi continente.
En la Batalla de Cuito Canavale en Angola, que duró de 1987 a 1988 y fue una de las más grandes en tierra africana, Castro ordenó que tropas cubanas de élite lucharan por la libertad.
Esa sangrienta batalla sepultó las ambiciones del régimen militar del apartheid y abrió el camino para el acuerdo de paz mediado por Estados Unidos y firmado en 1988. Provocó la retirada de todos los agentes beligerantes extranjeros de Angola y la independencia de Namibia. El acuerdo también provocó el cierre de los campos del ANC en Angola… un avance que ayudó a que el régimen del apartheid de Sudáfrica y las fuerzas de liberación dirigidas por el ANC negociaran la transición del gobierno de la minoría blanca a la democracia.
Mandela, en notas para lo que sería una secuela de su autobiografía Long Walk to Freedom, escribió: “Hombres y mujeres en todo el mundo, por los siglos, vienen y van. Algunos no dejan nada a su paso, ni siquiera sus nombres. Pareciera que jamás existieron”.
El mundo siempre sabrá que alguna vez hubo un hombre llamado Fidel Castro. Los africanos jamás lo olvidarán. Sus incansables ideales anticoloniales y antiapartheid garantizan un lugar especial para él en los corazones de los sudafricanos.

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