29 oct 2017

Yo apostaría a que hay varios periodistas que saben quiénes son los culpables: Elmer Mendoza

Elmer Mendoza...'Estoy contando mi época'
Ernesto Núñez
Reforma, Cd. de México (29 octubre 2017).- "Lo que yo cuento parece real, pero no es real".
Bajo advertencia no hay engaño. Élmer Mendoza (Culiacán, 1949) es un reconocido escritor de novela policiaca, pero no es un periodista. Tampoco es un analista político o un especialista en seguridad. Ni siquiera es un crítico de la guerra contra el narco.
El también llamado "jefe" de la narcoliteratura mexicana no pretende dar lecciones de moral, ni decir qué hacer o qué no hacer para combatir al crimen organizado, acabar con la violencia o abatir el delito común.
Pero sus novelas, como Asesinato en el Parque Sinaloa -que acaba de publicar bajo el sello Literatura Random House-, sí retratan el mundo narco, la guerra y la violencia.
( La presentación de la novela en Culiacán será el 7 de diciembre, al día siguiente de su cumpleaños, en el Jardín Botánico.)
"Nosotros, los escritores de novelas policiacas o negras, somos los que señalamos la podredumbre social, la impunidad, la debilidad de los gobiernos, y la forma en que la gente se acomoda a vivir su circunstancia. En el caso de México, el problema de la no aplicación de las leyes o que la justicia puede ser comprada. Creo que señalamos eso, a veces con mayor o menor suerte. Ésa es la función principal. Vivimos en un país, y hemos desarrollado o adquirido el compromiso estético de contarlo. Lo que pueda pasar después, o lo que se pueda resolver, desde luego que no depende de nosotros", comenta.
Asesinato en el Parque Sinaloa es la quinta entrega de la zaga del detective Édgar El Zurdo Mendieta, un policía con vicios y virtudes, con semejanzas y contrastes respecto del prototipo del policía mexicano del siglo XXI.
La novela transcurre en Los Mochis y, como en todos los relatos de Élmer Mendoza, en sus páginas habitan sicarios, mujeres hermosas, jefes de plaza, políticos corruptos y otros personajes del mundo real... aunque ninguno es real.
"Los escritores de novelas policiacas o novelas negras contamos lo que está pasando, lo que estamos viviendo, y ojalá que en los jardines perfumados donde está el poder reflexionen sobre eso y digan: 'algo tenemos que hacer por estos 50 millones de mexicanos pobres que no tienen ninguna maldita esperanza de salir de ahí'", dice Mendoza.
Ésa es su aspiración, nada más... y nada menos.
El escritor sinaloense abomina las moralejas.
Oficio de escritor
Me gusta contar de cierta manera: caótica quizá, incómoda quizá, pero viva; dejar que las palabras lluevan sobre la línea y que escurran, ensucien, limpien u oscurezcan la página, la pantalla o el sueño.
Con estas palabras, Élmer Mendoza inició su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, el 30 de abril de 2012.
Contar lo de uno, tituló el escritor aquel discurso que leyó frente a los miembros de la Academia, a quienes narró cómo fue que se convirtió en escritor, hace ya 40 años, y cómo pasaron dos décadas antes de poder publicar su primera novela:
Una madrugada de 1977 decidí ser escritor. Veintiún años y ocho meses después, Tusquets publicó mi primera novela y en una semana me cambió la vida. ¿Qué crees que has hecho? Preguntó el editor la mañana que firmamos el contrato. Una novela de lenguaje, respondí seguro. Nada, has hecho una novela de violencia, y aunque la novedad es la fuerza del lenguaje de la calle, eso quizá lo reconozcan después; por lo pronto, los periodistas querrán saber sobre tus fuentes o si estuviste en el lugar de los hechos.
Aquella novela se tituló Un asesino solitario (1999). Y, tras su éxito, siguieron obras que le valieron premios y fama mundial, como El amante de Janis Joplin (2001), Efecto Tequila (2004) y la serie del Zurdo Mendieta: Balas de Plata (2008), La prueba del ácido (2010), Nombre de perro (2012), Besar al detective (2015) y Asesinato en el Parque Sinaloa (2017).
'Cuando escribo colecciono recuerdos'
Pero, antes de la fama, hubo un trabajo arduo y varios maestros, como Fernando del Paso, quien animó a Mendoza a "tomar el toro por los cuernos" y convertirse en un verdadero escritor, capaz de superar limitaciones, cansancio, falta de método, incultura, debilidades físicas y modas. Gracias al maestro jalisciense, Mendoza dejó de contar sus ideas a sus amigos en los cafés y empezó a ponerlas sobre hojas de papel o pantallas en blanco.
Así lo narró el propio escritor al ingresar a la Academia:
Superar a Joyce sería entonces una de mis líneas de pensamiento. Lo plantee a mi maestro Fernando del Paso, joyceano por excelencia, que aprobó con una sonrisa y una mirada más bien fría. ¿Qué me aconseja hacer? Hubo un silencio de unos 40 segundos que me pareció una Cuaresma. Tomar el toro por los cuernos, reveló el maestro, y lo entendí, o eso creo, y desde ese día convertí la escritura en un trabajo cotidiano, tratando de tener momentos cumbres como los forcados, esos toreros portugueses adictos al bacalao, al vino verde y a las mujeres de ojos grandes.
Élmer Mendoza llegó a declarar, antes de ingresar a la Academia, que nadie puede escribir una novela si antes no ha leído 500. Luego aclaró que eso lo dijo probablemente estando ebrio.Javier Valdez
El 15 de mayo de 2017, al mediodía, en la calle Riva Palacio del centro de Culiacán, el periodista Javier Valdez fue asesinado a balazos, a unos metros del semanario Riodoce.
Élmer Mendoza y Valdez eran amigos y, en cierto sentido, colegas.
Uno desde la ficción y otro desde el periodismo, ambos se habían convertido en los retratistas del Sinaloa del siglo XXI. Sus textos son referentes para entender el mundo narco.
"Siempre que conversamos, señalábamos que él estaba en peligro, y él como que trataba de justificar su temeridad. Y eso por muchos años", narra Mendoza, "cuando ocurre su asesinato, yo no estaba en Culiacán, recibo la llamada y fue como un golpe, como que hay una normalidad que acaba de ser destruida cruelmente, brutalmente".
-¿Qué deja el asesinato de un personaje tan simbólico para el periodismo, no sólo en Sinaloa, sino en todo México, tanto por el hecho en sí, como por la impunidad en la que se queda el caso? -se le pregunta al escritor.
-Provoca miedo. No tengo pruebas, pero yo apostaría a que hay varios periodistas que saben quiénes son los culpables, pero no lo van a decir, porque es atentar contra su vida, a lo mejor con un muerto basta por ahora... es algo que no se explica. Yo lo he pensado desde mi carácter de autor de policiacas y, como cuentan que ocurre el hecho, se me hace que es un hecho de una venganza muy premeditada, y con una orden muy específica que podría incluso tener que ver con un instante de humillación a la víctima, y eso, de entre los enemigos de Javier, podría haber algunos capaces de hacerlo. La advertencia sigue siendo que los periodistas tienen que cuidarse; tienen que encontrar la forma de denunciar lo que está pasando, pero cuidarse, pensar en el autovalor que tienen como personas, que tienen familias, que están en una época muy difícil; si tienen una voz, cuidar sus voces -explica el escritor.
Autor de sus propios métodos para indagar las costumbres y códigos del mundo del narco, Mendoza explica que su trabajo es muy distinto al que ejercía Javier Valdez.
"Soy un novelista, y los novelistas tenemos en la sangre los cánones de la ficción, y transgredir esos cánones nos pone en mal. Contar la realidad es muy difícil. Lo que yo cuento todo parece real, pero no es real", admite, "los instrumentos narrativos que yo utilizo los trabajo con mucho cuidado para conseguir que parezca real, pero nunca he tomado un hecho estricto así, tal cual. Desde luego que tomo elementos; por ejemplo, en esta novela un delincuente escapa por un túnel. Pero es un instrumento, uno de los instrumentos que yo llamo entrañables, algo que los lectores identifican inmediatamente y les permiten hacer la historia suya".
Guerra contra el narco
En las primeras páginas de Asesinato en el Parque Sinaloa, el detective Édgar Mendieta se resiste a regresar al servicio. Es Abel Sánchez, un amigo y ex jefe que lo guió en sus primeros años en la Policía, quien lo convence de retomar su placa y su pistola, para investigar un crimen ocurrido en Los Mochis.
El Zurdo Mendieta se parece a un policía mexicano en que sabe que, si quiere sobrevivir, no puede negarse a recibir un sobre de papel manila -afirma Mendoza.
Y se distingue de los policías reales en que ha sido entrenado para investigar, y en que no se detendrá hasta atrapar al culpable, porque el culpable se convierte en su enemigo.
Ésa es quizás la principal diferencia entre lo que narra Mendoza y lo que ocurre en la realidad: en sus novelas los casos sí se resuelven; en el México real, se quedan impunes.
-¿Existe alguna intención en tus libros de reflejar alguna realidad concreta de México?
-Pasa una cosa muy curiosa: no tengo la intención, pero lo hago. Nunca pienso: "voy a expresar esto", o darle algún lugar a este hecho o circunstancia. Soy un escritor que tengo un entrenamiento en el arte de contar, y ahí me muevo. Pero, en las temáticas que trato, siempre está una realidad no deseable de nuestro país. Pero nunca he intentado ni moralizar ni dar ideas para resolver los problemas, porque no me corresponde, ni estoy capacitado para eso.
-No pretendes dejar moralejas...
-No.
-Pero terminas siendo un autor costumbrista.
-Sí, porque contar una región y darle personalidad a la región tiene que ser en función de las costumbres, las que me tocan, las de mi época. Yo estoy contando mi tiempo, mi época, nuestras costumbres, que tienen que ver con la relación de los mexicanos con los gobiernos, con las leyes, el problema de la corrupción, la comida, lo que somos ante el mundo, el arte, cómo resolvemos los problemas...
-¿Ya es costumbre morirse o matar allá en Sinaloa?
-Más bien es la costumbre de aceptar los hechos. Nosotros tenemos muchos años... probablemente es la parte del país que más tiempo tiene... conviviendo con los muertos por razones del narcotráfico y los delincuentes, y más bien como que nos hemos acostumbrado a que ahí están, a que pueden ocurrir todos los días. Pero así como asumirlo, ir por la calle y ver tres cadáveres, o que estés en tu casa, escuches una balacera y no sientas nada, pues no, no pasa, siempre estamos sufriendo y pensando en que alguien se ha ido y a lo mejor era inocente...
-En Sinaloa, hubo una transición en 2010, luego regresó el PRI, y no cambió nada, ¿por qué?
-Los gobernantes todavía no han encontrado la manera real de resolver el problema. Yo veo mucha tibieza, como que realmente los políticos mexicanos siempre están preocupados por otras cosas, y el tema de la seguridad lo van dejando, porque es un tema muy fuerte. Es un tema que puede tener implicaciones que pudieran tener que ver con la misma violencia, y con el tema del perfil de los jueces, de los policías, de las prisiones... todo eso cuesta muchísimo dinero y probablemente por eso se lo estén pensando, o puede ser que realmente no les interese resolverlo.
-¿Se finge que se combate, pero no se combate realmente?
-No es tan radical, sí hay combate, pero creo que no lo suficiente. La percepción que hay en Ciudad de México es muy distinta con la que hay en el norte, porque nosotros tenemos convivencia directa con el fenómeno, no sólo del trasiego, sino con el delito. Eso genera percepciones muy distintas, pero las políticas se dictan en Ciudad de México, y entonces son insuficientes.
El "jefe" de la narcoliteratura mexicana no es un crítico radical de la guerra contra el narco.
Narcocultura
Élmer Mendoza se ve más cómodo hablando de ficción y literatura, que de realidad y periodismo.
Pero, al preguntarle si existe eso que llaman "narcocultura", responde inmediatamente con un rotundo sí.
"La cultura de los narcos, que ha invadido parte de la población, tiene que ver en primer lugar con una actitud, con un comportamiento social, tiene que ver con cierta presunción de lo que es posible que pueda yo hacer con el dinero que tengo. Y las formas de manifestarse son tangibles, como una casa con cúpulas; si mataron a alguien de la familia, una tumba con cúpulas en el cementerio; el auto que conduzco, la ropa que uso; mi chica, que la he mandado a operar a México, Medellín o a Brasil", explica.
En la narcocultura, lo mismo caben el santo Malverde que el mito del romance entre El Chapo Guzmán y Kate del Castillo. Los narcocorridos y las estatuillas de oro con efigies de narcos, armas o la Santa Muerte.
Esos referentes -comparte el escritor- aparecen en sus novelas cada vez que los necesita para narrar la historia que quiere contar.
Pero su interés real tiene mucho más que ver con el lenguaje de los narcos.
"En Asesinato en el Parque Sinaloa, una de las partes que trabajé con mucho cuidado es donde hay personajes narcos, porque se define en función del lenguaje que ellos utilizan, y sus conceptos sobre las mujeres, la riqueza, sobre las relaciones humanas, sobre el control que ellos pueden tener sobre las fuerzas del orden, y para eso se requiere un lenguaje particular y lo traté de trabajar muchísimo. Yo siempre estoy tratando de que me cuenten cómo va evolucionando el lenguaje en ellos, porque evoluciona con mucha rapidez", comenta.
Mendoza admite que la narcocultura ha fomentado cierta empatía y tolerancia social hacia el narcotraficante y el criminal. Y, lo más grave, ha creado un referente de deseo para los más jóvenes.
"Cuando tienes una población que apenas ha terminado la Primaria, su nivel de conocimiento del mundo o de los hombres importantes en el mundo se reduce a lo que tiene más cerca, y generalmente son los delincuentes, y a veces los delincuentes sobresalen tanto y se vuelven tan mediáticos, como Guzmán, que no pueden evitar admirarlos", advierte.
-¿Crees que las narcoseries ayudan a construir esta mitología del narco casi como un superhéroe? -se le cuestiona.
-Pues sí. Cumplen eso, porque la gente está interesadísima en verlas. Conozco gente que ha visto muchísimas, sino es que todas... es gente normal, pero le gusta ver a alguien que él no sería. Creo que a la gente le gustan y que también es uno de los grandes negocios de nuestro tiempo -responde.
A Élmer Mendoza no le gustan las narcoseries. De hecho, nunca ha visto una completa. 

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