7 jun 2018

El mejor de los Kennedy/

El mejor de los Kennedy/ Rafael Navarro-Valls, es catedrático, académico y analista de la Presidencia USA.

El Mundo, 6/Jun/2018
Rafael Navarro-VallsA las 00:10 del 5 de junio de 1968, dos balazos del calibre 22 abatían al senador por Nueva York Robert Kennedy. En la madrugada del día siguiente moría en la planta 5 del Hotel Buen Samaritano de Los Ángeles. Eran las 01:44 del 6 de junio. Hoy se cumplen 50 años. Fue enterrado junto a su hermano el presidente Kennedy en el cementerio militar de Arlington. Hubo una diferencia: Bob entró en Arlington sin pasar por el Despacho Oval, aunque horas antes se perfilaba como el gran favorito a ocuparlo.
Hace unos días su asesino, un palestino jordano -no islámico- ha pedido por décimo tercera vez la libertad provisional. Como ha pasado desde el 69 hasta hoy (lleva en la cárcel 49 años, de ellos, 42 condenado a cadena perpetua), Sirhan B. Shirhan verá rechazada su petición. Incluso, como sucede esta vez, aunque sea el propio hijo del extinto Fiscal General (Robert F. Kennedy jr) quien ha llegado a la conclusión de que hubo conspiración, y hubo un segundo tirador que huyó. Si acudimos a las biografías más serias (Dan E. Moldea, Larry Tye, Jack Bohrer etc), esta afirmación es muy aventurada. Yo mismo escuché el audio grabado, hablé con un periodista amigo presente en el lugar del tiroteo, y analicé las declaraciones. Conclusión: en mi opinión, hubo un solo tirador, Shirhan B. Shirhan.
Por entonces, seguía de cerca su carrera hacia la Casa Blanca. Al enterarme de la noticia de su asesinato le escribí unas letras de pésame a su mujer Ethel, embarazada de su hijo número 11. Pasado un tiempo, tuvo la amabilidad de contestarme. Me agradecía mis letras y adjuntaba un recordatorio de la muerte. En él se lee una breve oración, compuesta por el propio Bobby adaptando un conocido pasaje del libro de Jeremías: “Me abandono, Dios mío, en tus brazos. Haz girar una y otra vez esta arcilla como barro en manos del alfarero”.
Con Robert Kennedy ha pasado lo contrario que su hermano John: así como el tiempo ha ido empequeñeciendo la figura del joven presidente, los iniciales perfiles ariscos de su hermano Bob han ido perdiendo aristas. Efectivamente, pienso que en su caso nos encontramos con un supuesto claro de “identidad equivocada”. Conocía palmo a palmo el mapa de la pobreza, de la incultura y de la infelicidad. De ahí su vigorosa defensa de la minoría negra, de los inmigrantes, de los miserables. Por eso se enfrentó también a Hoover, obligándole a colaborar a través del FBI en la efectiva aplicación de la legislación sobre derechos civiles. Preocupado por la brutalidad y las injusticias de toda guerra, se opuso a Johnson en la escalada vietnamita. Forzó en la crisis cubana el bloqueo naval, jugando fuerte ante el presidente y ganando por la mano a los halcones que pedían el bombardeo devastador sobre los misiles de Castro.
Su propio hermano, el presidente Kennedy, admiraba en él: “En primer lugar su elevado nivel moral, su estricta ética personal. Es un puritano, absolutamente incorruptible. Luego tiene esa tremenda energía ejecutiva. Tenemos más gentes por aquí con ideas. El problema es cómo lograr que se hagan las cosas. Bobby es el mejor organizador que he visto nunca”.
El asesinato de John en Dallas, no solo le deshizo emocionalmente. También le dejó en una situación imposible en el Gabinete de Johnson. Cuando éste era vicepresidente las relaciones entre ambos eran tirantes, entre otras cosas porque Bobby fue quien más se opuso a que su hermano lo nombrara para ese cargo. Solo una circunstancia podría retenerlo en el gobierno: que Johnson lo nominara como vicepresidente en el ticket electoral de la elección presidencial de noviembre de 1964. Pero el presidente, personalmente y con cierto sadismo, le comunicó su determinación de no seleccionarle para ese puesto. Dos días después, Bobby anunciaba su decisión de presentar su candidatura al Senado por Nueva York. Su contrincante republicano fue Kenneth Keating . En la votación, Robert lo derrotó por más de 700.000 votos
Durante los cuatro años que distaban de 1968 -fecha de las próximas elecciones presidenciales- su actividad senatorial estuvo flanqueada por tres preocupaciones: Vietnam (primero cauteloso ante la guerra, luego decididamente en contra), el liderazgo de los Kennedy (tomó sobre sus espaldas demostrar a la troupe Kenenedy -veintisiete en 1967, entre hijos y sobrinos- las virtudes que debía tener alguien con su apellido), y el lento madurar de la decisión de presentarse candidato a la presidencia en noviembre de 1968.
A diferencia de su hermano, que organizó con mucha antelación la campaña presidencial de 1960, la decisión final de Bobby de presentarse a la presidencia fue la suma de una serie de reflexiones que duraron años. Pero la aceleró el súbito empeoramiento de la guerra de Vietnam (en especial la ofensiva Tet de Vietnam del Norte) y la comprobación de la debilidad del presidente Johnson, derrotado en las primarias de New Hampshire por el demócrata Eugene McCarthy. De modo que el 16 de marzo de 1968 presentó su candidatura, que fue seguida de una especie de ofensiva relámpago sustentada por un equipo de gente especialmente competente y un candidato (el mismo Robert) con gran experiencia en el montaje de campañas a nivel nacional. La batalla de las primarias -en la que contendía contra Hubert Humphrey, vicepresidente de Johnson, y Eugene McCarthy, senador por Minnesota, intelectual y católico- vio sucesivos triunfos de Kennedy en Indiana, Nebraska, Dakota del Sur y distrito de Columbia. La excepción fue Oregón, donde ganó McCarthy.
La prueba definitiva era California. Voló de un lado para otro en el gran estado del Oeste, se hizo visible en todas partes y ganó el debate televisado contra McCarthy. Acabaría triunfando en California por un ajustado resultado de 46,3% frente al 41,8% de su adversario. Hacia medianoche del dia 5 de junio bajó al salón de prensa del hotel Ambassador para hacer su primera declaración como ganador. En las cocinas del hotel -que atravesó para acortar- le esperaba un empleado con una pistola. Se llamaba Sirhan B. Sirhan. Allí acabó la carrera política del mejor de los Kennedy.



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