13 may 2008

El reportero Toño Jáquez Enríquez

A la memoria de Antonio Jáquez/Rodrigo Vera
Publicado en Proceso, No- 1645, 11 de mayo de 2008:
El periodista Antonio Jáquez Enríquez falleció el viernes 9 en la Ciudad de México. Un derrame cerebral, provocado por una afección hepática con la que libró una prolongada lucha, le ocasionó la muerte.
Oriundo de San Juan de Guadalupe, Durango, donde nació el 26 de julio de 1952, Jáquez inició su carrera periodística en Torreón, Coahuila. Ahí trabajó en medios impresos y radiofónicos. Ingresó a Proceso como corresponsal en La Laguna. Lo fue también en Monterrey, Nuevo León, antes de pasar a formar parte de la redacción de la revista en la Ciudad de México.
Gracias a su persistencia, en noviembre de 1994 Jáquez dio a conocer por primera vez el tráfico de influencias, los negocios ilícitos y las complicidades que tejió Raúl Salinas de Gortari a la sombra de su hermano Carlos, entonces presidente de México.Raúl Salinas, el hermano incómodo, fue el encabezado de portada con que Proceso anunció la amplia investigación periodística realizada por Jáquez para el número 942. A partir de ahí, no sólo se le quedó a Raúl Salinas el mote de “el hermano incómodo”, que le daría fama incluso fuera de México, sino que además el reportaje dio pie a otras investigaciones periodísticas que, sin duda, apoyaron las pesquisas judiciales contra Raúl, quien por algunos años permaneció recluido en los penales de Almoloya y Santiaguito.En la edición especial para conmemorar el trigésimo aniversario de Proceso, Jáquez mismo relató los entretelones de esta investigación que llevaría a aclarar los vínculos de los Salinas con empresarios como Carlos Hank Rhon, Carlos Peralta, Adrián Sada y Roberto González Barrera. “El escándalo estalló de inmediato… a mí nadie me quitó los 14 minutos de fama”, escribió Jáquez.
Otros de sus trabajos importantes fueron los relativos al Fobaproa, a corruptelas de empresarios y políticos regiomontanos o de La Laguna –la región norteña que conoció muy bien– y, más recientemente, a la impunidad que sigue cobijando a Vicente Fox y a su parentela. Como asesor del director de Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda –puesto al que llegó en 2001–, Jáquez trabajó muy estrechamente con él y con el subdirector de Información, Salvador Corro, en la conducción de investigaciones a cargo de los reporteros. Una ironía aguda, a veces mordaz, era el recurso más utilizado por Jáquez para empujar los trabajos en curso. Exigía el dato preciso y la información bien documentada. Sobre su escritorio se amontonaban las publicaciones nacionales y extranjeras del día, que lo mantenían al tanto de lo que pasaba en el mundo. Más que un frío rigor autoimpuesto, era un interés innato el que lo impulsaba a conocer cada uno de los detalles de los sucesos.
Detestaba Jáquez el periodismo militante, partidista. Y lejísimos estuvo de ser seducido por el carisma de políticos de izquierda o de derecha. Sabía que un ingenuo entusiasmo obnubila la mirada crítica del reportero.Durante la última década de su vida, su mal hepático lo postraba continuamente. En Torreón, un día de finales de los noventa, se le consideró moribundo. El obispo de la diócesis acudió a su lecho y le dio los santos óleos… Pero Jáquez se recuperaba una y otra vez para volver empecinado al trabajo periodístico, desoyendo prescripciones médicas.
Estaba consciente de que moriría en cualquier momento. Y sí, de pronto, su enfermedad le provocó un derrame cerebral que lo fulminó. (Rodrigo Vera)

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