3 oct 2011

Jalisco-Zacatecas es zona de guerra

Jalisco-Zacatecas es zona de guerra; Excélsior recorrió región azotada por narco
La policía patrulla con la incertidumbre de que en algún camino en colindancias con los estados ocurra una refriega con narcos; en esta área limítrofe, cada pueblo ha sufrido violencia; van 27 policías asesinados en 2011
JC Vargas/ Enviado 
Excélsior, GUADALAJARA, 3 de octubre.— Entre Jalisco y Zacatecas, cada pueblo por el que se pasa tiene su historia de sangre y fuego: en San Cristóbal de la Barranca, la Policía abatió a seis sicarios; en García de la Cadena, decomisaron tres mil balas; en Santa María de Los Ángeles hubo un tiroteo en mayo; en Colotlán fueron asesinados cinco agentes...
Esta frontera se ha vuelto una zona de guerra. El episodio más reciente ocurrió el 23 de septiembre, en Huejúcar: un ataque a medianoche en el que los sicarios tuvieron varias bajas, huyeron hacia Jerez y secuestraron a doctores para que atendieran a sus heridos.
Excélsior recorrió 240 kilómetros de la región, en un convoy de policías rurales de Jalisco, conocidos como Los Negros. “La zona está calientita”, explica un comandante. “Podemos llegar sin novedad o sufrir un ataque en cualquier momento”, dice otro.
“¿Cómo me llamo? No me llamo. Tampoco tengo rostro y usted no sabe el número de unidades ni de policías”, sentencia.
El recorrido se inicia en la Secretaría de Seguridad de Jalisco. Ahí hay 27 placas con los nombres de los agentes asesinados este año. Se pasa por recodos que podrían esconder cualquier cosa. La tensión es permanente. De pronto, un hombre abandona su camioneta, y suena la alerta: “¡Ése es halcón, se acaba de salir de la carretera!”. Hora de entrar en acción.
240 km la ruta del riesgo
La Policía Rural de Jalisco patrulla con la incertidumbre de que en algún camino en colindancias con Zacatecas ocurra una refriega con narcos. Excélsior acompañó a un convoy en su recorrido por la línea de batalla.
El silencio, las comunidades fantasma, los vigilantes como estatuas pétreas y las cruces que brotan en la orilla de la carretera Guadalajara-Huejúcar son testimonios mudos de que por ahí circula la muerte con su AK-47 humeante, en espera de que se asomen Los Zetas, los del cártel del Golfo, el Ejército o Los Negros, como se le conoce a los elementos del grupo de la Policía Rural –perteneciente a la Policía Estatal del estado de Jalisco– que llega hasta las zonas más recónditas del estado.
Para entrar a la zona norte de Jalisco hay que meterse por Zacatecas debido al terreno cruzado por la sierra del lado jalisciense. Para nadie es novedad, Zacatecas es territorio de Los Zetas y del cártel del Golfo, por lo que los enfrentamientos entre ellos, con la Policía Estatal o el Ejército, se pueden suscitar a cualquier hora y en la curva o brecha menos esperadas. La lucha es cruenta, uniformados y civiles han muerto en una disputa por la plaza que no cede, sin importar cuánto armamento y bestialidad tengan aquellos que quieren hacer del norte tapatío un territorio fantasma más, como pasa en las comunidades ubicadas del lado de Zacatecas.
Excélsior se subió a un convoy con elementos de la Policía Estatal para viajar 240 kilómetros de 1 Guadalajara  a la comunidad de Huejúcar, donde el pasado viernes 23 de septiembre se dio el último enfrentamiento entre policías rurales y un comando de zetas que iban en unas 20 camionetas blindadas. En la refriega, de 25 minutos, se dieron bajas —sin contabilizar— de sicarios y un policía resultó herido.
La Secretaría de Seguridad Pública de Jalisco es el sitio acordado para una reunión previa a la partida el lunes, 26 de septiembre. Ahí existen 27 placas con los nombres de los policías caídos durante esta administración. Ni el edificio se salva de atentados, como el de agosto de 2008, cuando lanzaron dos granadas afuera de las instalaciones con resultado de seis heridos y numerosos daños materiales.
Se acuerda que, al otro día, de madrugada, hay que presentarse con Los Negros, firmar una responsiva y ponerse un chaleco antibalas. “Usted y el fotógrafo van conmigo”, explica quien identificaremos como Comandante 2; señala la unidad blindada que irá al frente de un numeroso convoy. “¿Cómo me llamo? No me llamo” —pregunta y se responde—. “Tampoco tengo rostro y usted no sabe el número de unidades ni de policías que van en este operativo hacia Huejúcar”, dice el jefe del comando, quien asegura que no es necesario dar datos y señas que puedan llegar al enemigo.
Subir a una unidad blindada produce sensaciones enfrentadas, pues sentirse en un automóvil protegido pone a todos en alerta. Es largo el camino y pocas las palabras, en un recorrido de más de tres horas que inicia en la oscuridad previa al amanecer.
El Comandante 2 explica que el trayecto por Zapopan es seguro, que los enfrentamientos con los sicarios se dan en las comunidades que colindan con Zacatecas y que el riesgo crece cuando se abandona territorio jalisciense. Lo único que se escucha en el noticiario radial de aquella madrugada es la noticia de los muertos arrojados en una avenida en Veracruz.
Antes de cruzar por Zacatecas, el convoy se detiene en una gasolinería. De manera estratégica se detienen dos unidades para cargar combustible mientras otras rodean el establecimiento y se ponen en guardia, lo que pone nerviosos y en alerta a quienes se detienen al baño o por ahí circulan.
Las ventanas de las unidades son protegidas por barras de metal, es poca la visión al interior y mucho el voyeurismo, por aquello de mirar sin ser visto. El parabrisas es el único espacio que permite visibilidad al interior.
Pasamos por 2 San Cristóbal de la Barranca. Todavía es territorio tapatío. El mando de la Policía Rural señala hacia la izquierda de la carretera, donde la vegetación oculta una población en la sierra.
“Se llama La Lobera y ahí se esconden los sicarios”. Es un poblado con menos de 300 habitantes en el que hay 62 casas, la mayoría apenas de un cuarto y con piso de tierra. Un lugar difícil de recorrer debido a que sólo existen brechas y un camino por el que pasan animales.
Ahí hubo un enfrentamiento en junio pasado. La Policía Rural tuvo un choque con Los Zetas, eliminó a seis de ellos y capturó a diez más. Los sicarios iban con rumbo a Zacatecas para enfrentar a los del Golfo y terminaron perdiendo una batalla que no esperaban. No por lo menos ese día en que les quitaron camionetas, lanzagranadas, fusiles de asalto y más de 500 cartuchos.
De pronto el rostro del Comandante 2 se pone serio. “Estamos entrando a Zacatecas y en cualquier curva nos podemos encontrar a Los Zetas”, dice mientras las ventanas quedan selladas y las unidades aumentan distancias entre cada una.
3 García de la Cadena es el primer municipio zacatecano que atravesamos a buena velocidad y con los cinco sentidos en alerta. Si bien cuenta con casi tres mil habitantes, aquella mañana sólo había algunos menores que se forman en el patio de la austera escuela, un par de viejos sentados junto a la carretera solitaria y dos o tres vaquillas tan flacas como los perros que por ahí se asoman. Las canchas de tierra hacen recordar que alguna vez ahí se jugó futbol entre paisanos.
El mando policiaco externa que el dinero fácil hace que muchos jóvenes zacatecanos —hombres y mujeres— acepten ser reclutados por los grupos criminales. “Muchos se han ido a otra parte y los demás salen muy poco de sus casas”, comenta.
En julio, en esta comunidad detuvieron a El Choche, un joven de 18 años de edad que se convirtió en halcón (informante) del Golfo por cinco mil pesos quincenales. Aquella tarde también la policía decomisó tres mil cartuchos de AK-47.
Este fusil de asalto, conocido como cuerno de chivo, es el más utilizado en el mundo. Se encuentra en Rusia, Líbano, Irak, México, Afganistán, la República de Sierra Leona, Cuba y cualquier país donde exista algún conflicto y las palabras no sean suficientes. Se le conoce oficialmente como Avtomat Kalashnikova, es un arma automática que puede disparar hasta 600 balas por minuto y fue creada por el ruso Mijaíl Kalashnikov en 1947. Hasta la fecha existen más de cien millones de estas armas regadas por todo el planeta.
Precisamente con este tipo de armas se han dado enfrentamientos directos entre zetas y los del Golfo, por 4 Teúl G de González Ortega y Huitzila (poblados muy cercanos), donde los dos grupos delictivos acostumbraban instalar falsos retenes con uniformes de la AFI. Después de las refriegas, cada quien se lleva a sus muertos y los casquillos quedan regados por todos lados.
La comida la hacen en 5 Colotlán,  Jalisco, donde la vida sigue su curso en una apariencia natural. Por ser cabecera municipal siempre abundan los policías rurales. Sin olvidar protocolos, Los Negros estacionan las unidades y deciden comer menudo (pancita) en un local donde se les atiende con gusto y se les cobra menos que a los civiles.
La señora que atiende la fondita explica que “desde que está la Policía Estatal se puede vivir tranquilamente en Colotlán”. El tendero de enfrente los califica como los chapulines colorados del pueblo, argumenta que la Policía Municipal no es suficiente para proteger una comunidad muy alejada de Guadalajara y demasiado cerca de Zacatecas.
En 6 Sta. María de los Ángeles la bitácora tiene la última parada antes de llegar a 7 Huejúcar, Jalisco. Hay que instalar un retén para revisar todo vehículo que se mire sospechoso. Los que circulan constantemente por la zona ya están acostumbrados a detenerse, bajarse de su vehículo y permitir que los uniformados revisen por debajo y dentro del auto. Resulta difícil escapar ante tanto policía armado.
Hasta estos rumbos llegaron los enfrentamientos aquella tarde de mayo en que apareció el vehículo blindado de manera rudimentaria conocido como El Monstruo Zeta, asegura el Comandante 1, quien nos guiará hasta Huejúcar. Ese día, hubo refriegas en ambos estados, en Florencia, Zacatecas; Mezquitic, Chimaltitán y Santa María, en las que murieron cinco sicarios y apareció el vehículo de tres toneladas que contaba con 12 escotillas para repeler ataques y una más en la parte superior con movimiento de 360 grados para disparar.
Precisamente, platicando en el retén de Santa María de los Ángeles, llegó una alerta radial de que tres camionetas blancas con encapuchados pasaron por Colotlán y se dirigían hacia Huejúcar. Pasarían por el retén. De nuevo la alerta, indicaciones en clave y armas apuntando hacia todos lados. Cuando se asomaron, se dijo que eran de la Policía Judicial y se les dejó seguir su camino. Ya no iban encapuchados y las camionetas blancas no presentaban logotipo alguno.
Una hora más tarde llegaríamos a Huejúcar, donde el Comandante 1 nos contaría los pormenores del enfrentamiento que tuvo su comando ante Los Zetas el pasado viernes 23 de septiembre y cuyo relato podrá leer mañana en Excélsior. Un ataque casi a medianoche en el que sicarios tuvieron varias bajas, huyeron hacia Jerez, Zacatecas, y secuestraron doctores y enfermeros para que atendieran a sus heridos.
El retorno a Guadalajara inicia a las 15:00 horas y es preciso llegar a la capital todavía con la luz del día. El Comandante 3, con quien retornamos a la base inicial, comenta que “la zona está calientita y no quiero tener un reportero en mi conciencia”.
El relevo de comandos se da sin contratiempos, policías descansados se quedan a patrullar la zona y quienes enfrentaron a Los Zetas el viernes 23 regresan a Guadalajara para descansar. Aún tienen que recorrer 240 kilómetros en tensión, volver a cruzar territorio de Zacatecas y no morir en el intento. “Es como la ruleta rusa”, comenta el Comandante 1, “podemos llegar sin novedad o sufrir un ataque en cualquier momento”.
El retorno es rápido, el Comandante 3 cuenta cómo ha salvado el pellejo en varias ocasiones y expresa el enfado que le causan los halcones: “por culpa de esos cabrones varios de los nuestros han muerto. Les avisan cuando pasamos, a dónde vamos y cuántos somos”.
Pasamos por el rumbo de Colotlán y la carretera hacia Lagos de Moreno. El mando señala hacia el lado opuesto del camino y nos hace girar la cabeza. A unos metros de la vía se observa un nicho y cinco cruces. Es la ofrenda a los policías asesinados en octubre de 2008, cuando se detuvieron cerca de la gasolinería a revisar un automóvil Stratus sospechoso y fueron recibidos con ráfagas de balazos y dos granadas provenientes de camionetas Suburban. Tres policías más resultaron graves, pero vivieron para contarlo.
El Comandante 3 saca algunos discos compactos y pone música norteña para bajar la tensión en la carretera zacatecana. Los demás policías siguen en alerta.
El convoy pasa por Teúl, todavía territorio ajeno, cuando por la radio de la policía se da la alerta de que por ahí vuela un “pajarillo de cuenta”.
“¡Ese cabrón es halcón, se acaba de salir de la carretera!”. De inmediato empieza la persecución, la adrenalina para algunos y la arritmia para otros. Policías corren hacia una camioneta Suburban blanca con placas de California que acaba de ser abandonada en la terracería, los uniformados apuntan a la distancia y otros cubren la retaguardia.
Nadie que no tenga vela en el entierro se asoma. El informante es capturado, sin disparo alguno, pero sigue la revisión cien metros a la redonda. El hombre confiesa ser un RT (jefe de halcones), quien dice ser zacatecano y que trabajaba para Los Zetas porque no encontraba trabajo. Él, junto con su camioneta, fue trasladado a Guadalajara. El comando se comunica a otros sitios y el retorno resulta estresante.
Uno de los policías sube a la unidad blindada con risa nerviosa. Resulta que en la persecución el uniformado fue perseguido por un toro que andaba suelto en la pradera. Una anécdota que rompe la tensión del momento.
De alguna manera se detectan llamadas de atención enemigas, voces que enteran a otras de que un vigilante ha sido detenido y que el convoy es numeroso. Se apresura el paso, ya no se escucha música y se sueltan palabrotas en contra del “ave mensajera”.
Según datos de la SSP local, de 1 de enero a 31 de agosto de 2011, San Cristóbal de la Barranca, Jalisco, es el único municipio con índice delictivo de alto impacto en la zona norte.
En Jalisco han muerto cientos de sicarios y al menos 27 policías en esta administración, se han decomisado arsenales y se mantiene un combate mortal con Los Zetas y el Golfo.
El convoy pasó por San Cristóbal sin problema alguno y llegó a su base en Guadalajara para presentar al detenido. Una jornada más sin bajas que lamentar, pero siempre con los sentidos en alerta. Mañana, las cosas pueden cambiar.
 Desarticulan banda de zetas en Jalisco
La Policía Estatal informó sobre la detención en el municipio de Zapopan de seis presuntos zetas –cinco hombres y una mujer–, quienes tenían como misión “abrir la plaza”.
Los sujetos de entre 19 y 36 años, quienes procedían de distintas partes de la República, fueron identificados como Jesús Alberto García, El Chuy; Juan Antonio o Artemio Rico Saucedo, alias El Ninfa, y Yesi Perales Sánchez, El Teletubi, oriundos de Coahuila.
Esteban González Ortiz, El Sonrics, originario de Guanajuato; Miguel Ángel Rodríguez Ortega, El Pelón, nacido en el vecino estado de Zacatecas, y Paola Estefanía Medina, La Morena, de 19 años.
A los detenidos les fueron aseguradas doce armas de fuego (una de ellas con una letra Z grabada) y 72 cargadores, más de 600 cartuchos útiles y 11 fornituras.
Personal militar detuvo a dos personas en posesión de 28 kilos de cocaína y más de un kilo de crystal, 525 pastillas sicotrópicas, un kilo de mariguana, dos pistolas y 202 cartuchos útiles de distintos calibres, cinco cargadores y un vehículo.
Además, con ayuda de denuncias ciudadanas, el personal castrense decomisó tres toneladas de sustancias químicas, armamento y droga en un narcolaboratorio en el municipio de Tala.

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