6 oct 2013

Tumba de extranjeros/JUAN ALBERTO CEDILLO


 Tumba de extranjeros/JUAN ALBERTO CEDILLO
Revista Proceso No. 1927, 5 de octubre de 2013
Ser extranjero no es garantía de seguridad en el noreste mexicano. Franceses, canadienses y chinos han sido víctimas de levantones y asesinatos. Otro tanto les ha ocurrido a estadunidenses: Veteranos de guerra, periodistas y hasta exagentes del FBI se reportan como desaparecidos. Pero estos casos en nada se comparan con la violencia casi genocida desatada contra miles de migrantes centroamericanos que sólo están de paso en el país; crímenes que, por cierto, a las autoridades parece no importarles un bledo.
SALTILLO, COAH.- Durante casi tres décadas los estadunidenses John Frank y Wanda Casias, de 76 y 67 años, respectivamente, recorrieron las pequeñas comunidades del municipio de Santiago, Nuevo León, predicando el evangelio. Ellos edificaron la primera Iglesia bautista fundamentalista independiente en la comunidad de El Cercado, unos 35 kilómetros al sur de Monterrey.

 El 31 de enero de 2012 sus hijos encontraron a los dos misioneros asesinados en su domicilio, “con golpes en la cara y cada uno con un cable enrollado en el cuello”, precisó Jorge Domene Zambrano, portavoz de Seguridad de Nuevo León.
 Este doble homicidio es uno más de los muchos casos criminales no resueltos en Santiago, municipio dominado por la delincuencia organizada.
 En 2010 otra pareja de misioneros fue ejecutada en la carretera La Ribereña, la cual corre paralela a la frontera entre Tamaulipas y Texas. Los asesinatos obligaron a los religiosos de Estados Unidos “a reducir sus tareas o cancelar viajes”. Incluso algunas iglesias evangélicas comenzaron a enviar a sus voluntarios a campos de entrenamiento en seguridad, contó a la agencia AP John David Smith, director de la Asociación Misionera Bautista.
 John y Wanda Casias engruesan las estadísticas de ciudadanos de Estados Unidos asesinados en el noreste de México: alrededor de 40 en los últimos tres años.
 Oficialmente el consulado de Estados Unidos en Monterrey –el cual atiende a Coahuila, Nuevo León, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí– tiene documentados 25 homicidios de sus connacionales entre 2010 y 2013. Hay alrededor de 15 más reportados por autoridades y medios locales.
Desaparecidos
Este semanario solicitó a la embajada de Estados Unidos en México y al consulado en Monterrey información sobre el número de estadunidenses desaparecidos en los últimos tres años en el noreste mexicano.
Entre los reportados como secuestrados por el crimen organizado hay veteranos de guerra, periodistas e incluso exagentes del FBI. La cifra ronda el medio centenar.
El consulado aclara: “En cuanto a los desaparecidos será una cifra más difícil de precisar, ya que muchos familiares no los reportan”.
La mayoría de ellos ha desaparecido en Tamaulipas.
Uno de los casos más recientes es el del veterano de la Guerra del Golfo Armando Torres III, privado de la libertad junto con su padre, Armando Torres, y su tío Salvador Torres, por un comando.
El marino cruzó la frontera para visitar a sus familiares en el rancho La Barranca, cerca de Matamoros. La noche del pasado 14 de mayo llegó a La Barranca una camioneta con un comando a bordo. Testigos declararon ante las autoridades que minutos después ese vehículo fue visto seguido por dos más pertenecientes a la familia Torres, rumbo al poblado de Ramírez.
El secuestro de los Torres no fue informado por las autoridades mexicanas. El hecho no se conoció sino hasta que el FBI solicitó la intervención de la Procuraduría General de Justicia de Tamaulipas (PGJT).
Las pesquisas de las autoridades estatales arrojaron que el veterano de la marina estadunidense pudo ser secuestrado por integrantes de la familia Pecina Chaires, pues algunos de sus miembros tienen vínculos con el crimen organizado. Una fuente de la PGJT cuenta a Proceso que las investigaciones ahora están estancadas.
El 10 de diciembre de 2008 el estadunidense Félix Batista fue privado de la libertad en Saltillo por Los Zetas. Este exagente del FBI había sido contratado por empresarios saltillenses para que los asesorara en el tema de protección contra secuestros.
Los Zetas supieron que Batista “tenía en su poder una gran cantidad de información muy valiosa y decidieron quitarlo del mapa. Estaba obstaculizando los trabajos de la banda”, dijo Rodrigo Esparza Cristerna, comisionado de la Policía Federal cuando se detuvo al capo que organizó el plagio.
El jefe de la plaza de Saltillo era Germán Torres Jiménez, El Tatanka o Z-25, de 29 años, uno de los fundadores de Los Zetas. Cuando ordenó el secuestro de Batista provocó una división en el grupo.
“Este hombre llevó a cabo el secuestro de Félix Batista por una decisión personal, sin consultar a los demás. Esto originó una diferencia con el jefe, El Z-40, quien decidió eliminar al Z-25”, agregó Esparza Cristerna.
El Tatanka, perseguido por sus propios excompañeros, fue a ocultarse a Poza Rica, Veracruz, donde fue capturado por policías federales. Pese a la captura del autor intelectual del secuestro, Esparza Cristerna informó que el exagente del FBI continuaba en calidad de desaparecido.
Un caso más: el mes pasado buzos del agrupamiento de bomberos exploraron las aguas de la presa de La Boca, en Santiago, Nuevo León; buscaban a cuatro jóvenes desaparecidos hace más de cinco años. Uno de ellos vivía en McAllen y sus padres en San Antonio, Texas.
Óscar Noé Chavana Leal, Daniel Treviño Rodríguez, Julio Alberto Josué López Alonso y Leonardo Garza –este último de origen estadunidense– desaparecieron el 12 de enero de 2008. Ese día llegaron a bordo de una camioneta para dejar una embarcación en la zona conocida como Puntas Cristalinas. Después de las 19:30 horas fueron levantados por presuntos zetas.
El año pasado la madre de Julio Alberto López, Julia Alonso, protagonizó una huelga de hambre frente a la Secretaría de Gobernación y recientemente se plantó de nuevo ante esa dependencia para exigir que se busque a su hijo.
En respuesta, las autoridades federales comenzaron la búsqueda en la presa de La Boca. Pero las inmersiones de los buzos han sido infructuosas y los cuatro jóvenes permanecen en calidad de desaparecidos.
En Nuevo Laredo sicarios secuestraron al periodista estadunidense Zane Alejandro Plemmons Rosales el 21 de mayo de 2012, luego de que éste tomara fotografías de uno de los cotidianos enfrentamientos a tiros en esa ciudad. Esa noche un comando llegó por él a su cuarto de hotel. Desde entonces nadie lo ha visto.
La embajada de Estados Unidos en México respondió a la petición de Proceso precisando que no tiene cifras sobre el total de sus ciudadanos extraviados en México.
Pero otras fuentes pueden arrojar algunos datos. La página en internet del Departamento de Seguridad Pública de Texas reporta 728 personas desaparecidas; algunas de ellas en ciudades fronterizas con México, como El Paso y Laredo, y otras más cuyos rastros se perdieron en territorio mexicano. Como Angelio Rivera, jugador de futbol de 25 años; la última vez que se le vio fue el 2 de marzo de 2002 en Monterrey.
Entre quienes han sido levantados o secuestrados en México también hay chinos, franceses, españoles y canadienses.
Destaca la tragedia de la francesa Ludivine Barbier de Cázares, quien viajó a Matamoros con Rodolfo Ignacio Cázares, su esposo y destacado pianista y director de orquesta en Alemania. Ambos fueron secuestrados el 9 de julio de 2011 junto con 17 miembros más de su familia.
Ludivine y el resto de las mujeres y niños fueron dejados en libertad días después en el estacionamiento de un centro comercial de aquella ciudad tamaulipeca. Pero Cázares, su padre y otros familiares siguieron secuestrados. Y pese a que se pagó el rescate exigido, el músico y sus familiares no aparecieron.
Ludivine ha gestionado ayuda para rescatar a su marido ante los presidentes de Francia, Alemania y Estados Unidos, e incluso con Benedicto XVI. En México las autoridades mantienen silencio en torno al caso.
También desapareció en Tamaulipas el canadiense Marc Menard, de 44 años. El 12 de diciembre de 2012 salió de Laval, Quebec, a bordo de su camioneta rumbo a Yucatán.
Las investigaciones de las autoridades mexicanas arrojan que Menard fue secuestrado en Nuevo Laredo por al menos dos hombres armados, para robar su vehículo. Pese a la captura de uno de los secuestradores, hasta ahora se desconoce el paradero del canadiense.
El pasado 14 de junio criminales plagiaron en Monterrey a ocho ciudadanos de China. La comunidad china denunció en ese momento tres secuestros más de al menos otros nueve asiáticos.
En protesta, el 18 de junio 95% de los restaurantes de comida china en Monterrey cerraron y el cónsul general en México, Liang Jinan, presentó una denuncia antes autoridades de migración.
Contra centroamericanos
Sin embargo la peor parte de este tipo de violencia la sufren los centroamericanos. Los Comités para Familiares de Desaparecidos en México de Honduras, Guatemala y El Salvador tienen documentados más de mil casos de desapariciones.
Los más de 50 refugios de la Iglesia mexicana para albergar a los centroamericanos que viajan al norte tienen documentada la desaparición de más de nueve mil migrantes en los últimos años.
La tragedia humanitaria ha sido registrada por responsables de los albergues
–como Alejando Solalinde, en Ixtepec; Pedro Pantoja, en Saltillo, o Francisco Gallardo, en Matamoros–, quienes han denunciado esos casos ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la Procuraduría General de la República y autoridades locales.
Sin embargo una ejecución no fue reportada ante las autoridades: la de Miguel Villarreal, El Gringo, capo del Cártel del Golfo, quien le disputaba la plaza de Reynosa al ahora detenido Mario Rodríguez Treviño, Comandante X-20 o Mario Pelón.
El pasado 10 de marzo hubo varias horas de tiroteos entre sicarios de Mario Pelón y los de El Gringo Villarreal, apodado así por su origen estadunidense. Esa noche la ciudad se paralizó con narcobloqueos y por los enfrentamientos entre los delincuentes. El saldo fue de alrededor de 30 muertos.
Pero las autoridades tamaulipecas sólo reportaron el fallecimiento de un menor y un taxista, atrapados en medio del fuego; nada dijeron del resto de los muertos, entre ellos El Gringo Villarreal.

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