30 oct 2016

Perseverancia crítica/HÉCTOR TAJONAR

Revista Proceso 2087, 30 de octubre de 2016...
 Perseverancia crítica/HÉCTOR TAJONAR
Con seriedad y valentía, la revista ha documentado el tránsito de la “dictadura perfecta” a la democracia defectuosa.
 Desde su nacimiento, Proceso­ ha sido fuente indispensable de la historia contemporánea de México y, en buena medida, forjador de ella. A su labor informativa basada en el rigor de la investigación periodística se agrega el compromiso inquebrantable con la libertad de expresión y la independencia frente al poder. Ello le ha conferido un papel fundamental en la transformación del país hacia estadios –aún no alcanzados– de justicia y respeto a los derechos y libertades democráticos. El presente de México no se entiende sin la lectura de Proceso, tampoco se explican los avances en materia de cultura política ciudadana sin su presencia semanal desde el 6 de noviembre de 1976 hasta la fecha.

 Proceso es, a un tiempo, consecuencia y dique del autoritarismo. El primer número de la revista apareció el último mes del gobierno de Luis Echeverría, responsable del artero golpe contra Excélsior, cuyo director era Julio Scherer García, perpetrado el 8 de julio de 1976. El ataque más execrable contra la libertad de expresión en la historia reciente del país estuvo precedido por el boicot publicitario de los grupos empresariales, auspiciado por el propio mandatario en agosto de 1972. Eran los años de la autocracia presidencial en la que el control y la censura de los medios de comunicación se ejercía mediante la compra de publicidad, el papel distribuido por la empresa estatal PIPSA, además de otras dádivas en dinero y especie para garantizar la sumisión absoluta de los dueños y directivos de periódicos a los dictados del Señor Presidente. Esas formas de cooptación estaban acompañadas de la amenaza, más o menos explícita, de que quien no se plegara a esa exigencia enfrentaría la ira del jefe máximo en turno, con efectos devastadores. Ante esa circunstancia, la docilidad de los medios informativos era (casi) unánime. La excepción a dicha sumisión fue el Excélsior de Scherer. Por eso hizo historia.
 Proceso nace como respuesta al manotazo del déspota. Con entereza y profesionalismo ejemplar, el fundador de este semanario y un destacado grupo de colaboradores asumieron la responsabilidad de continuar su proyecto periodístico en busca de las verdades ocultas del acontecer nacional, escondidas tras la densa niebla del engaño y la simulación. Un periodismo insobornable dedicado al escrutinio de los poderosos, no al servicio de los sátrapas. El ejercicio de la libertad como oficio de desenmascaramiento: exhibir y denunciar los abusos y torpezas de quienes detentan el poder político y económico del país, en un ámbito informativo en el que prevalece la docilidad rastrera ante la casta gobernante y sus socios privados.
 Proceso se distingue por haber mantenido una perseverancia crítica sin par a lo largo de cuatro décadas. Con seriedad y valentía, la revista ha documentado el tránsito de la “dictadura perfecta” a la democracia defectuosa, así como las sucesivas decepciones causadas por los deficientes siete gobiernos que ha padecido México durante ese lapso. No ha sido fácil. “En un sistema como el nuestro, que a gala tiene el servilismo y la adulación al presidente de la República, es arduo y paciente el ejercicio de la libertad. Todo la pone a prueba”, escribió el fundador de este semanario en 1986, al recibir el Premio Manuel Buendía a la Trayectoria Periodística. Scherer sabía de lo que hablaba; había sufrido el autoritarismo presidencial en carne propia.
 Durante la gestión de José López Portillo, Proceso informó puntualmente de la petrolización de país, así como de la promesa inicial del mandatario de “administrar la abundancia” y defender el peso “como perro”, que culminaron en la humillante bancarrota, devaluación y crisis de la deuda de 1982. Las lágrimas presidenciales de despedida fueron paliadas poco después por la mansión de retiro conocida como la “Colina del perro”.

La visión lopezportillista acerca de libertad de expresión fue expuesta con desparpajo y desfachatez, en una alocución que compara la relación entre la prensa y el poder con la de un amante y una cortesana: “¿Una empresa mercantil organizada como negocio profesional tiene derecho a que el sistema le dé publicidad para que sistemáticamente se le oponga? Esta es, señores, una relación perversa, una relación morbosa, una relación sadomasoquista que se aproxima a muchas perversiones que no menciono aquí por respeto a la audiencia: te pago para que me pegues. ¡Pues no, señor!”. El presidente se erige en el comprador de un servicio erótico-periodístico en el que se paga por el sometimiento de los medios de comunicación, como quien compra la dulzura amatoria de una hetaira. Grotesca analogía.

Tal justificación del uso patrimonialista de los recursos del erario en materia de gasto publicitario ha sido seguida al pie de la letra por Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos condenó al gobierno de Calderón por haber violado los derechos de este semanario a la legalidad, la seguridad jurídica y la libertad de expresión, al haberle bloqueado de forma sistemática la publicidad oficial desde la Presidencia (Proceso 1873). El caso de Peña Nieto es similar. En su “Manifiesto por una presidencia democrática” se comprometió a ser garante de la libertad de expresión: “Las críticas al presidente de la República, en todos sus estilos y formatos, serán escuchadas, respetadas y tomadas en cuenta. En una presidencia democrática no caben ni la violencia en contra de periodistas ni la censura”.

Asimismo, ofreció reformar la manera de contratar la publicidad gubernamental, a fin de evitar las arbitrariedades del pasado. El mandatario no sólo no ha cumplido su palabra, sino que ha hecho lo contrario a lo ofrecido. Sus acciones lo condenan. El autoritarismo en materia de libertad de expresión sigue vigente. México pertenece a la deshonrosa categoría de país “no libre” (not free), de acuerdo con el más reciente estudio de Freedom House sobre la libertad de prensa (2015), una investigación realizada en 199 naciones. En el Continente Americano, sólo cinco de 35 países están clasificados como no libres: Cuba, Ecuador, Honduras, Venezuela y México. Además, es la nación más peligrosa del mundo para ejercer el periodismo.

Proceso ha remado contra esa marea de control informativo y censura, con la fuerza de la convicción y la constancia. Semana a semana ha dado cuenta de promesas vanas y acciones viles de políticos con visión corta y codicia larga, que abusan de su responsabilidad pública para obtener beneficios privados. La “renovación moral” prometida por Miguel de la Madrid quedó en oratoria y cambios institucionales con escasos resultados. De poco sirvió la reforma a la Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores Públicos y la creación de la Secretaría de la Contraloría General de la Federación. El presidente conservó la decisión de a quién aplicarle la ley y a quién no, y decidió imponérsela a su enemigo Jorge Díaz Serrano, exdirector de Pemex, quien pasó cinco años en prisión. (Dicha discrecionalidad presidencial continúa a pesar del recién creado Sistema Nacional Anticorrupción.) En materia económica, la debacle heredada de López Portillo desembocó en una devaluación de mil 443% del peso e inflación de 4 mil 30% durante el sexenio. El terremoto de 1985 fue otra de las tragedias ocurridas durante la gestión delamadridista, que culminó en la ominosa “caída del sistema” en las elecciones presidenciales de 1988.

De esos comicios envueltos en la sospecha surgió la “modernización” económica emprendida por el presidente Carlos Salinas de Gortari que desembocó en el devastador “error de diciembre”. La independencia de Proceso molestaba al autoritarismo del mandatario, quien, sin ambages, le sugirió a Vicente Leñero la posibilidad de “trascender a Julio (Scherer)”.

Por supuesto, el semanario mantuvo su línea crítica con su director fundador al frente. Entre muchos otros temas, la revista informó con detalle y rigor del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, ocurrido el 24 de mayo de 1993 en el aeropuerto de la capital jalisciense, supuestamente porque los sicarios del cártel de los Arellano Félix confundieron al arzobispo de Guadalajara con Joaquín El Chapo Guzmán. Asimismo, dio cuenta de la reunión secreta de los Arellano Félix con Girolamo Prigione en la Nunciatura Apostólica, que causó un escándalo.

La calidad de la cobertura de Proceso sobre el fatídico último año del sexenio salinista no fue igualada por ningún medio. El 1 de enero de 1994 se produjo el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, coincidiendo con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre México, Estados Unidos y Canadá, dos acontecimientos que enfatizaron la profunda desigualdad entre los dos Méxicos: el de la pobreza en que vive la mitad de los habitantes del país, especialmente la miseria que sufren la comunidades indígenas, y el que aspira a alcanzar el nivel de desarrollo de sus vecinos y socios del norte. Luego ocurrieron los asesinatos del candidato del PRI a la Presidencia, Luis Donaldo Colosio (23 de marzo), y el de José Francisco Ruiz Massieu (28 de septiembre), secretario general del PRI y uno de los principales operadores políticos del presidente electo, Ernesto Zedillo. A ello se sumaron los escándalos de corrupción que involucraban a la familia del mandatario.

En medio de la crisis económica y política heredada de su antecesor, el gobierno de Zedillo encarceló a Raúl Salinas de Gortari –“el hermano incómodo”, como lo llamó Proceso con genio periodístico–, causando la ruptura más profunda en la historia del PRI entre un presidente y un expresidente; sólo comparable a la de Lázaro Cárdenas con Plutarco Elías Calles. En el ámbito financiero, Zedillo creó el Fobaproa, cuyos pasivos ascendieron a 552 mil millones de dólares, equivalentes a 40% del PIB de 1997.

Asimismo, propuso a los deudores de la banca reestructurar sus hipotecas por unidades de inversión (Udis), los cuales cuadriplicaron su valor y ocasionaron que miles de mexicanos perdieran su vivienda. Con su rigor y profundidad habituales, Proceso informó también acerca de las masacres de Aguas Blancas, Guerrero (1995), y de Acteal, en Chiapas (1997), que nunca fueron cabalmente aclaradas. Como resultado de la reforma política emprendida por Zedillo, en 1997 el PRI perdió por primera vez la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD, fue electo jefe de gobierno del Distrito Federal y el candidato del PAN resultó triunfador en los comicios presidenciales del año 2000.

La llamada “transición democrática” desató una ola de esperanza entre los mexicanos que terminó en desencanto y frustración causados por la frivolidad e ineptitud de Vicente Fox. Los dislates de “la pareja presidencial” (como también la nombró don Julio) fueron registrados por los reporteros, caricaturistas y analistas de Proceso. El compromiso de combatir la corrupción y de llevar a la justicia a las “tepocatas, alimañas y víboras prietas” quedó en uno más de los disparates de Fox, al igual que la peregrina intención de que Marta Sahagún lo sucediera en el cargo.

La ascensión de Felipe Calderón a la Presidencia, “haiga sido como haiga sido” (con los votos del partido de la maestra Elba Esther Gordillo), así como la decisión de iniciar una improvisada y fallida “guerra contra el narcotráfico”, con el propósito de lograr la legitimidad que no obtuvo en las urnas, también recibió amplia cobertura en Proceso. Los resultados de esa guerra sin estrategia fueron desastrosos: 120 mil muertes violentas relacionadas con el narcotráfico y multiplicación del número de organizaciones criminales en 400%, al pasar de siete en 2006 a 28 al final del sexenio calderonista. Otro de los grandes fiascos de su gobierno fue el combate a la corrupción prometido por el mandatario. Y el secreto presidencial mejor guardado, hasta que Proceso lo hiciera público: el pacto entre Calderón y Peña Nieto.

Sin duda, uno de los grandes hallazgos periodísticos de este semanario es la revelación de la ilegal campaña política de Peña Nieto iniciada desde su primer año como gobernador del Estado de México con el apoyo de Televisa, hecha por Jenaro Villamil el 23 de octubre de 2005 (Proceso 1512). Esa trampa, violatoria de los artícu­los 134 y 41 de la Constitución y una de las causas principales del triunfo electoral de Peña Nieto, marcó el estilo y el destino de su gobierno, el cual ha sido minuciosamente documentado por este semanario.

La cooptación del Congreso para la rápida aprobación de sus reformas, la mayoría de ellas fallidas; la matanza de Tlatlaya; la tragedia de Iguala y la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa; el intento de encubrirla mediante una “verdad histórica” inventada y rebatida por los especialistas; el conflicto de interés de la pareja presidencial evidenciado por una investigación de Aristegui Noticias publicada en esta revista aunada a la penosa tentativa de exonerar el presidente Peña Nieto de toda responsabilidad en el caso, la reincidencia del conflicto de interés ahora con un departamento de Miami; la violencia criminal, las desapariciones forzadas, las fosas clandestinas, la devaluación del peso y la proliferación de la corrupción impune, así como los reiterados ataques a la libertad de expresión. No extraña que la popularidad presidencial esté por los suelos.

De todo ello ha dado cuenta Proceso y por eso el régimen lo considera y lo trata como a un enemigo. Pero a pesar de la hostilidad y los embates gubernamentales, sigue en pie bajo la dirección de Rafael Rodríguez Castañeda, quien desde marzo de 1999 asumió continuar el legado de don Julio, junto con un excepcional equipo de periodistas que hacen honor a los fundadores y colaboradores ilustres que, como Scherer, ya no están con nosotros: Miguel Ángel Granados Chapa, Vicente Leñero, Enrique Maza, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Raquel Tibol, por mencionar sólo algunos de ellos.


Durante 40 años, Proceso ha documentado la historia presente del país y también ha hecho historia. Una historia de dignidad y congruencia, de fortaleza y solidez, de profundidad y rectitud. Una historia de libertad y de búsqueda de la verdad. La perseverancia crítica del semanario es y será un instrumento indispensable para el crecimiento democrático del país.

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