19 ago 2017

La herida de Al Andalus

La herida de Al Andalus/Manuel R. Torres Soriano es profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
El País, Sábado, 19/Ago/2017
España, para los ideólogos de la yihad terrorista, continúa siendo “la perdida Al Andalus”, una tierra paradisíaca arrebatada por la fuerza al islam, cuya recuperación es irrenunciable. Se trata de una meta lejana en el tiempo, que requiere previamente haber alcanzado objetivos intermedios, como la total expulsión de cualquier tipo de influencia occidental en el mundo musulmán, o la sustitución de los actuales regímenes gobernantes por un único califato islámico que asegure la implantación efectiva de la sharia (ley islámica). Sin embargo, la magnitud de ese esfuerzo previo no diluye la necesidad de reparar la “herida sangrante” de Al Andalus.
La inclusión de las referencias a España no se ha producido de manera espontánea. Los grupos militantes beben de una larga tradición doctrinal que sitúa ese episodio histórico como el origen de los males que afligen al mundo islámico, azotado por la división interna, pero también como un referente sobre el cual se pueden extraer importantes lecciones para encaminar el futuro de la comunidad musulmana y evitar los errores del pasado.

Los terroristas han incorporado y reinterpretado desde una perspectiva agresiva las reflexiones que desde hace tiempo ya estaban presentes en los principales referentes intelectuales del islamismo radical. En su primera aparición pública tras los atentados del 11 de septiembre de 2011, Osama Bin Laden no dudó en incluir en su alegato en vídeo contra Estados Unidos las siguientes palabras: “Que el mundo entero sepa que no permitiremos que la tragedia de Al Andalus vuelva a repetirse en Palestina”, vinculando así realidades separadas por cinco siglos de historia, como si se tratase de un mismo hecho trágico frente al que proclamó que lucharía hasta entregar la vida.
El discurso del Estado Islámico no solo ha heredado el grueso de los argumentos elaborados por Al Qaeda, sino que los ha potenciado debido a su hiperactividad propagandística, la cual no tiene parangón en la historia general del terrorismo. A pesar de la pugna que mantiene abierta con el grupo dirigido actualmente por el egipcio Aiman al Zawahiri por el liderazgo del movimiento yihadista global, el papel de Al Andalus sigue resonando poderosamente en el discurso de Daesh. No solo es un argumento que legitima la violencia indiscriminada a la que hemos asistido en Barcelona y Cambrils, sino que también se utiliza como arma arrojadiza para atacar a los grupos yihadistas magrebíes de la órbita de Al Qaeda, a los cuales se les acusa de no hacer lo suficiente por extender el islam por la península Ibérica y el resto de Europa, retomando el glorioso testigo de los conquistadores árabes del pasado.
Ese carácter mítico de tierra arrebatada, junto a las apetencias territoriales sobre las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, constituyen características únicas que no están presentes en ningún otro país, y que explican la desproporcionada presencia de España en la propaganda yihadista. Esta sobreamenaza tiene un carácter estructural, y no se verá alterada por ningún acontecimiento doméstico o internacional. El carácter perenne de los contenidos que se difunden en Internet hará posible que en las ensoñaciones violentas de los radicales presentes y futuros seguirán resonando las palabras de todos aquellos que en algún momento utilizaron el mito de Al Andalus para plantear una meta y justificar la muerte de cualquier persona que se oponga en la consecución de la nueva entelequia califal. Poco importa que el protoestado yihadista que Daesh ha tratado de construir en los últimos años se encuentre en fase de descomposición: el patrimonio que el Estado Islámico desea y necesita conservar es de carácter virtual.
Los vídeos que dibujaban una vida utópica en el nuevo califato que empezó a construirse en Siria e Irak se convertirán para las generaciones futuras de radicales en un llamamiento a la venganza contra aquellos países que, como España, contribuyeron activamente al fracaso del nuevo califato. Por tanto, nuestro país continuará sobre-amenazado en las próximas décadas por dos argumentos inmutables: por arrebatar en el pasado al califato medieval su pieza más valiosa, y por abortar en el presente la construcción del nuevo sueño yihadista.

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