19 may 2013

#YoSoy132: Primer aniversario en crisis


#YoSoy132: Primer aniversario en crisis/SANTIAGO IGARTÚA
 Revista Proceso No. 1907, 19 de mayo de 2013;
 Aunque llegaron divididos a su primer aniversario como movimiento, muchos de los estudiantes que conforman el #YoSoy132 tienen claro el propósito de su lucha: Nadie va a quitar a Enrique Peña Nieto del lugar que tiene en el pedestal para los repudios, dicen. Y aclaran que ahora no van contra un partido –el PRI–, sino contra un sistema. Y aun cuando reconocen haberse dividido entre radicales y pacifistas, reflexionan sobre la trampa que les tendió ese partido en el oscuro 1D.
 A un año de su conformación, el movimiento #YoSoy132 –que en su origen llevó al hoy presidente de la República, Enrique Peña Nieto, a resguardarse del repudio estudiantil en un baño de la Universidad Iberoamericana–, consolidado en las calles por decenas de miles de estudiantes decididos a transformar la cultura política del país, hoy atraviesa una crisis profunda, producto de los conflictos entre las corrientes ideológicas que lo conforman y la desarticulación orquestada desde el Estado el primer día de diciembre.

Histórico por ser el primer colectivo ciudadano que consiguió organizar un debate presidencial en México, el colectivo que en 2012 se adueño de la escena pública, tambaleando la candidatura del representante del PRI, no ha podido ser el contrapeso de un gobierno federal que calificaron de “impuesto”.
 A casi seis meses del día en que el PRI regresó al poder, distintos activistas, universitarios todos, decidieron hablar de lo que sucedió ese día oscuro, en el que la unión del movimiento no resistió más.
 Por motivos de seguridad, estudiantes acreditados por distintos grupos políticos e ideológicos dentro del movimiento, contactados por separado, hicieron un relato detallado del conflicto que detonó la crisis, omitiendo nombres, incluidos los propios.
 En un ejercicio de autocrítica, que hasta ahora habían decidido reservarse, coincidieron todos que el 1 de diciembre –el 1D–, el movimiento #YoSoy132 fue desarticulado no sólo por el despliegue de un operativo policiaco en el que autoridades federales y capitalinas incurrieron en el “uso excesivo de la fuerza, no racional y desproporcionado”, que utilizó armas de fuego con balas de goma no autorizadas y derivó en la detención arbitraria de casi un centenar de personas, seis de las cuales fueron torturadas y 14 permanecen bajo proceso, según el dictamen de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), del que se desprendió la recomendación 7/2013, emitida el pasado 10 de abril.
 Tendencias internas
 La primera señal de alerta llegó el último día de agosto, fecha en que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJDF) decidió otorgar la constancia de mayoría que acreditó a Enrique Peña Nieto como vencedor de una elección presidencial turbia.
 En protesta, #YoSoy132, que desde el pacifismo peleaba la bandera de una “democracia auténtica”, marchó durante varias horas, desde Ciudad Universitaria hasta la sede del TEPJDF. En sus muros proyectaron videos que documentaban el semblante más perverso del PRI, con imágenes de represión y de abusos. La indignación tuvo también música, que disolvía los insultos con la poesía, hasta el estruendo de tres petardos que explotaron entre un cuerpo de granaderos y el contingente.
 De inmediato se formó un cerco de seguridad para encapsular a los responsables: cubiertos los rostros, se encontró a un grupo de jóvenes inidentificables.
 A partir de entonces, contraviniendo el pacifismo estipulado en la declaración de principios del colectivo, jóvenes que se reivindicaban como miembros de #YoSoy132 emprendieron una serie de “acciones directas”, más asociadas con los métodos “tradicionales” del movimiento estudiantil.
 En el Distrito Federal, los días 6 de septiembre y 23 de octubre, jóvenes encapuchados tomaron las sedes de representación de los gobiernos de Veracruz y Michoacán, respectivamente, y se multiplicó el levantamiento de plumas en diferentes casetas de las carreteras federales. De éstas, entre otras, en cada acción hubo una reivindicación y un deslinde por parte del movimiento.
 Según los relatos, la desesperación entre los jóvenes que por ser minoría no consiguieron que las “acciones directas” o “violentas” fueran aprobadas por consenso en las asambleas generales de #YoSoy132, empezaron a manejarse con independencia del colectivo y, a la vez, algunos grupos, incitados por asambleas populares, cambiaron el discurso del pacifismo.
 En su Segunda Convención Nacional con organizaciones sociales, celebrada en Oaxaca los días 22 y 23 de septiembre, el movimiento había acordado formar un “cerco” el primer día de diciembre alrededor del Congreso de la Unión para, desde el pacifismo, protestar contra la “imposición” de Peña Nieto en Los Pinos.
 En asambleas posteriores, las discusiones entre las dos tendencias opuestas dentro del colectivo se entramparon. Con matices en las definiciones, la mayoría ubica el conflicto entre dos tendencias, calificados entre sí como “radicales” y “moderados”.
 La disputa giraba en torno al 1D y los métodos de protesta, entre la violencia y el pacifismo.
 Fue entonces que integrantes de algunas asambleas definidas como “radicales”, en grupos no mayores de 10 personas, organizaron “asambleas clandestinas” para deliberar sus acciones.
 Tres días antes de la toma de posesión y de manera “exprés”, un grupo convocó al movimiento a una asamblea metropolitana extraordinaria, en un salón de eventos en la calle Bolívar del Centro Histórico de la Ciudad, para volver a discutir las acciones del 1D.
 Minutos antes de la cita se cambió la sede al Monumento a la Revolución, por lo que fueron muy pocos los representantes de distintas asambleas estudiantiles los que pudieron acudir. Según los relatos, predominó la afluencia de asambleas populares, como Acampada Revolución, Frente Oriente, Defensa Coatlicue, Frente Interbrigadista y un colectivo de anarquistas, en presencia de representantes de Atenco y de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
 Ahí se determinó que se confrontaría a la Policía Federal en el cerco que dispuso esa dependencia en colabo­ración con el Estado Mayor Presidencial para impedir el acceso al palacio legislativo. Quienes defendían el pacifismo fueron “mayoriteados” en la improvisada consulta. Sin embargo, por su falta de representatividad, la acción no fue respaldada y el contingente se dividió en dos.
 Los grupos más radicales emprendieron una marcha del Monumento a la Revolución a San Lázaro a las 4:30 de la mañana, mientras que el contingente que representó al movimiento #YoSoy132, por apegarse al pacifismo como bandera de una declaración de principios que nunca fue modificada en Asamblea General, se reunió a las siete horas en las estaciones Candelaria y Moctezuma del metro.
 De ese día dan cuenta los documentos gráficos, fotografías y videos como testimoniales de los infiltrados que llegaron con el primer contingente, desde el amanecer, y que después aparecen del otro lado de las vallas, conviviendo con los federales; las imágenes de los gases lacrimógenos, las balas de goma, las bombas molotov, las piedras de ida y vuelta, la sangre de los heridos, las miradas llenas de miedo, de confusión, de hartazgo, de ira. Queda también la desarticulación de un movimiento estudiantil que desde entonces lleva una herida de la que no se ha podido reponer.
 Durante las horas siguientes #YoSoy132 deslindó al movimiento estudiantil de la confrontación con la Policía Federal y de los disturbios ocurridos en el primer cuadro del Centro Histórico de la ciudad. Señalados por las autoridades, representantes de distintas organizaciones anarquistas reivindicaron lo sucedido, pero se desmarcaron de la autoría en las acciones.
 Ciudad convulsa
 Convulso, en el movimiento estudiantil se han intensificado la toma de instalaciones, paros y huelgas, para resolver sus conflictos.
 Tan sólo en el Distrito Federal, en menos de un año, la Universidad Autónoma de la Ciudad México permaneció en huelga durante 101 días, del pasado 28 de agosto al 7 de diciembre; distintas escuelas del Instituto Politécnico Nacional se mantuvieron en paro entre el 2 y el 16 de octubre, en demanda por un aumento en su presupuesto; la Dirección General de los CCH, en Ciudad Universitaria, fue tomada del 6 al 20 de febrero, derivando en la toma a la Rectoría de la UNAM el 19 de abril durante 12 días y medio, mismo mes en que grupos de jóvenes encapuchados tomaron durante algunas horas las instalaciones de la Prepa 6 de la UNAM y las oficinas de Rectoría en la UAM-Iztapalapa, los días 2 y 24, respectivamente.
 Consultados por Proceso, distintos integrantes de grupos representativos dentro de la política estudiantil, coinciden en que dichas acciones son consecuencia de un “hartazgo” que se ha ido consolidando entre los jóvenes, que sólo a través de esas “explosiones”, en algunos casos “repentinas y desorganizadas”, encuentran una interlocución con las autoridades.
 “Por el contexto general que está viviendo el país, es muy fácil que la violencia penetre en las filas de la juventud y del estudiantado. La universidad no es una isla, es muy probable que esa violencia se reproduzca adentro. El problema de esas acciones existe cuando se dan de manera antidemocrática, sin el respaldo de discusiones asamblearias profundas, como en los casos de las últimas tomas a edificios de la UNAM y la Rectoría de la UAM”, dice Nahúm Pérez, activista de la Facultad de Ciencias Políticas.
 Sobre las acciones violentas como las que se dieron en el CCH Naucalpan, donde un grupo de jóvenes incendió la dirección del plantel, Luis Cottier, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, llama a analizar el contexto social en que suceden. “No es casual que los conflictos del CCH hayan iniciado en Naucalpan, entre un sector de la juventud con altos grados de marginación. Quien está en esas condiciones de exclusión, decide hacer las cosas de otra forma. Ahí uno aprende primero a pelear que a redactar una cuartilla”. A su entender, ese tipo de eventos seguirán reproduciéndose.
 Para Citlali Hernández, activista del Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAES), esas acciones son consecuencia de la falta de un referente estudiantil importante.
 “Al final las tomas han sido prácticas muy recurrentes del movimiento social en general, ir a tomar un edificio es una forma de presionar directamente a la institución y sin afectar a nadie. Más bien lo que nos preocupa son las tomas no consensuadas. Creemos que son consecuencia de esta ausencia de un movimiento estudiantil fuerte, sólido, que discuta en asambleas donde los estudiantes sentimos que nuestra opinión se toma en cuenta”, dice Citlali, y alerta por la implementación de un nuevo Protocolo de Control de Multitudes, aprobado por el Estado el 25 de marzo de 2013, que integra el uso de armas de fuego:
 “Nos van cercando y va a repetirse el infierno del 1D. Un grupo de policías que nos van a perseguir a donde vayamos y ya pueden ocupar armas letales. Todo a discreción de un grupo armado.”
 La jugada del PRI
 Para los integrantes de #YoSoy132, el regreso del PRI al poder y la crisis del movimiento, detonada el 1D, no parte de la casualidad.­
 “El PRI es un partido que conoce muy bien cómo opera el movimiento estudiantil, que tienen mucha experiencia en el dominio de movimientos sociales y que sabe cómo infiltrarlos y controlarlos. Desde el 1 de diciembre vimos cómo el PRI operó una jugada magistral para tendernos una trampa. En ese sentido es peligroso lo que viene, porque saben cómo llevar a núcleos aislados de jóvenes a un enfrentamiento precipitado y a una situación de desgaste”, dice Nahúm Pérez.
 Hablan entre el miedo y la incertidumbre por organizarse bajo el poder de un régimen político que los ha lastimado.
 Para Mariana Favela, una cosa es estar al tanto de cómo ha “operado” históricamente el PRI y otra es “que te toque vivir la estrategia en carne viva. Lo que han hecho a partir del 1 de diciembre es imponer una lógica de la violencia, que implica la desar­ticulación, que termina prácticamente en la individualización de la lucha social. La pregunta es saber si estamos dispuestos a caer en ella, a darnos de topes a ver quién gana, o cómo la vamos a enfrentar de modo que no ponga en riesgo nuestra organización social y nuestra vida”, dice Favela.
 Seis estudiantes de la UNAM y del IPN entrevistados manifestaron su preocupación por la reactivación de grupos porriles en sus escuelas.
 Alejandro Martínez, de la Facultad de Derecho, explica: “Hay una memoria histórica de lo que significa el PRI: tiene la tradición represora sobre el movimiento estudiantil a partir de grupos corporativos, porriles. No le gusta que se organicen los estudiantes de una forma autónoma, crítica”.
 “Yo sí veo al Estado preocupado por ir mermando los poderes que pudieran generarle conflictos y la academia es el espacio de pensamiento crítico más importante en el país. Están reactivando viejas estructuras del priismo. En particular nosotros hemos denunciado la reactivación de los porros de la Prepa Popular Fresno”, denuncia Citlali Hernández.
 Pero si el PRI es una constante en la protesta de los movimientos estudiantiles, Misael Rojas, alumno de Filosofía en la UAM-Iztapalapa, asegura que el partido tricolor ya no está solo:
 “También ya está el PAN y está el PRD. Los que están en el Pacto por México. Molesta que haya una clase política que sea capaz de pactar absolutamente todo sin importarle defender una supuesta ideología que les representó un voto y la confianza del ciudadano. Todos dispuestos a mantener la situación del país como está y a empeorarla con las reformas estructurales que acuerdan sin consultar a la ciudadanía.­
 “Peña Nieto es una constante y nadie le va a quitar el lugar que tiene en el pedestal para los repudios. Pero ya no es contra un partido, es contra un sistema.”

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