Congruentes
hasta el último instante/SALVADOR
CORRO
Revista Proceso No. 1993, 10 de enero de 2015
“Cuénteme
algo, don Salvador”. Así comenzaban nuestros encuentros casi siempre. La
petición era difícil. Me enfrentaba al deber de contarle algo que no supiera. Y
eso era imposible. En don Julio se sintetizaba la esencia del reportero:
obsesión, curiosidad, pasión, aventura: la ambición de saber. Insistía: “Pero
cuénteme más”, era la manera educada de decirme que eso ya lo sabía.
Los
encuentros con él se daban periódicamente en la oficina del director, después
de que Rafael y don Julio ya habían hablado. Puestos al día, me llamaban y la
conversación se prolongaba con temas en los que predominaban las historias de
las historias. Don Julio compartía lo que sabía: lo mismo recreaba un
acontecimiento, dibujaba a un personaje actual o del pasado, o bien esbozaba
sus proyectos periodísticos. Él mismo era un trozo de la historia de México.
Reporteaba
a su memoria. Siempre buscaba descifrar. Muchas veces se apoyaba en la
experiencia que aportan los libros. En sus lecturas era común que encontrara el
referente para cimentar lo que él necesitaba contar. Cuando trabajó en su
último libro publicado, Niños en el crimen, releyó a Dostoievski. “Hay
historias a propósito de niños maltratados. En Los hermanos Karamazov,
Dostoievski cuenta de qué manera la furia desata la furia”, dejó asentado.
En
sus conversaciones germinaban las ideas para ejercer el periodismo que
practicamos en Proceso: incómodo, riguroso, áspero, congruente.
“No
nos podemos equivocar –me insistía–; tenemos que ser muy rigurosos. Nuestro
trabajo es y ha sido nuestra defensa. Tenemos que ser congruentes hasta el
último instante de nuestra vida”. Así lo hacemos, contestaba.
Y
así llevamos 38 años.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario