Lecciones
de París/Editorial, ELPaís, 11 de enero de 2015
España
tiene que unirse a la voluntad europea de defenderse sin tomar falsos atajos
No
hay país a salvo de ataques fanáticos, como lo han demostrado los trágicos días
vividos en París. Esa constatación tiene consecuencias que las democracias no
pueden obviar para seguir siéndolo. La eclosión del terrorismo yihadista,
derivada de conflictos violentos que a veces se libran a miles de kilómetros
del escenario de los atentados, obligan a España y a toda Europa a comprender
las nuevas situaciones, participar intensamente en los esfuerzos comunes para
protegerse y mantener las libertades y los derechos de una sociedad abierta.
Es
imposible garantizar por completo la seguridad de los ciudadanos, pero sería
inaceptable facilitar la tarea a los profetas de la locura. La supresión de las
fronteras internas llevada a cabo en la Unión Europea va a necesitar de
excepciones y de controles mientras el peligro exista, según explica el
ministro español de Interior, Jorge Fernández Díaz, en declaraciones a este
periódico; pero esas medidas no pueden significar la supresión de la libre
circulación, uno de los pilares de la existencia de la UE. Habrá que soportar
mayores controles en los aeropuertos y en los demás transportes colectivos.
Habrá que medir cuidadosamente el grado permisible de intervención de
comunicaciones telefónicas y por Internet. Tampoco estamos acostumbrados a que
el Gobierno maneje un fichero de viajeros de líneas aéreas, pero rechazarlo
sería menos inteligente que encuadrar con rigor su alimentación y uso.
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