El
más creyente/José Gil Olmos
Proceso No. 1993, 10 de enero de 2015
Ignacio
Solares tiene dificultades para escribir los pasajes que vivió con Julio
Scherer y Vicente Leñero desde que comenzó a colaborar con ellos en la década
de los setenta, en el periódico Excélsior, y luego en Proceso. “No me sale, no
puedo escribir”, insiste. Prefiere hablar. “Julio era como mi segundo padre, y
Vicente Leñero, mi hermano mayor”.
“No
podemos entender el periodismo actual y todo lo que implica de libertad y de
espacio para la sociedad civil si no fuera por Scherer. Antes la mordaza era
brutal, de alguna manera a los periodistas los tenían cooptados y a las
publicaciones también, a través de PIPSA (la única distribuidora de papel). De
alguna manera todo tenía que pasar por la censura, desde el teatro, donde había
un censor, hasta el enojo de algún alto funcionario poderoso que no le gustaba
lo que se publicaba. A Scherer le debemos nuestra libertad de expresión en
buena medida.”
“Cuando
estaba en el Diorama Julio sabía que me gustaba mucho hacer reportajes y
entrevistas, hablé con muchos escritores gracias a que me mandaba fuera. Hice
un reportaje de las fronteras de México, me tocó el terremoto de Guatemala en
el 74 y siempre compartimos nuestras dos grandes pasiones: el periodismo y la
literatura, a partir de una amistad que no se acaba.”
Solares
puntualiza un aspecto que, afirma, poco se ha tomado en cuenta de la
personalidad y trabajo de Scherer: su destreza literaria.
“Esto
se ha mencionado poco. Era un gran periodista y, sobre todas las cosas, un gran
escritor. Sus entrevistas eran verdaderamente modelo por cómo están escritas,
sus libros tenían una prosa de una fuerza magnífica.
“Esto
se ha mencionado poco, la cualidad literaria de don Julio. En él se combinaban
el gran periodista con el gran escritor, por eso fue quien fue. Aparte de eso
le pones el elemento del hombre ético, del hombre que tenía clara su meta y era
inteligente, pues ya te das una idea…”
Los
encuentros en rectoría
Durante
la rectoría de Juan Ramón de la Fuente en la UNAM, cada mes o dos meses el
escritor Gabriel García Márquez, Julio Scherer, Ignacio Solares y el rector se
reunían para comer en uno de los pisos de la torre universitaria que da hacia
avenida Insurgentes. Platicaban de todo y los más apasionados eran los dos
primeros.
De
esos encuentros Solares recuerda: “Eran unas comidas abismales en las que
hablábamos de todo. Se hablaba de todo muy abierto y a veces había una pequeña
discusión. Scherer era muy claridoso en su manera de exponer sus ideas, era una
de sus cualidades, y García Márquez también, y por eso no tardaban a veces en
tener una pequeña discusión.
“Scherer
decía que García Márquez era su hermano, se querían mucho. De hecho, después de
que recibió el Nobel y regresó a practicar el periodismo García Márquez lo hizo
en Proceso.”
El
paso por Proceso
Durante
cuatro décadas Solares tuvo una relación de intensa amistad con Scherer y nunca
la perdió, a pesar de que casi en el arranque de Proceso tuvo que tomar otro
camino, obligado por las necesidades económicas.
“Compartí
con Julio problemas personales como mi primera separación; fue mi confidente y
le pude platicar detalles. Siempre el calor humano, ese gran concepto de la
amistad que tenía. Nunca dejé de ver a Julio, aunque dejé de colaborar en
Proceso porque tenía que buscar la chuleta por donde fuera. Nos hablábamos, nos
veíamos, no faltó la colaboración en la página editorial como tres años, cada
15 días, hasta que me salí porque estoy con la revista de la UNAM, doy clases y
tengo un programa.”
Premio
Xavier Villaurrutia con su libro Columbus y becario de la fundación
Guggenheim, Solares se siente agradecido por la ayuda que le dio Scherer, por
haber compartido parte de su vida periodística y también la creación literaria.
A pesar de que ya no colabora se siente parte de la revista Proceso.
“Estuve
al principio pero no me alcanzaba lo que ganaba porque me acababa de separar y
mantenía también a mis papás… pero Julio también me ayudó a conseguir un
trabajo, siempre fue muy generoso y estuvo muy atento a su gente. A mí me tocó
esa etapa en que se concibió Proceso, estuvimos por más de un año haciendo
columnas de libros y ahora sigo siendo hijo de Proceso y sigo siendo hijo de don
Julio Scherer y hermano menor de Vicente Leñero.”
Recuerda
que soñó con Scherer una noche después de su fallecimiento: “Me dije ¡ay dios
mío!, pero lo veía muy amigable, muy pleno, como era siempre, muy efusivo, como
cuando llegaba a Rectoría manejando su carro y yo bajaba a recibirlo con un
gran gusto, nos tomábamos un par de whisquitos y compartimos muchas cosas”.
La
última remembranza de Solares con Scherer y Leñero tiene que ver con la fe
católica que en algún momento también los unió.
“Yo
que estudié con jesuitas tuve una formación religiosa muy acendrada que fue
otro punto en común con Leñero, que era muy católico, y con Scherer, que
aparentemente era el más escéptico. Yo le decía a Julio que de los tres él era
el más creyente porque ponía en práctica el cristianismo que en Vicente y yo
sólo era de dientes para afuera. Sólo era cuestión de ver su trabajo, viendo
siempre en ayudar a su prójimo”, concluye.
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