La
información en tiempos de Vatileaks
El periodista Antonio
Gaspari de la agencia católica Zenit entrevista al profesor de ética de la información, Giovanni
Tridente, de la Universidad de la Santa Cruz.
Se publica este lunes 9 de noviembre en la web de ZENIT.org.
Gaspari está
acreditado desde hace más de veinte años en la Sala de Prensa Vaticana, también
ha sido corresponsal en Roma de la revista Inside the Vatican, y ha colaborado
en Avvenire, L’Osservatore Romano, Mondo e Missione, Sacerdos, Si alla Vita,
Catholic World Report y National Catholic Register.
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Robar documentos reservados. Grabar de
forma fraudulenta comentarios y reacciones del Pontífice. Robar y publicar sin
autorización comunicaciones y documentos secretos. No es solo una violación de
la privacidad, sino que se trata de un delito, como ha subrayado este domingo
el mismo Francisco durante el ángelus.
Un delito que viola todas las reglas de
la profesionalidad periodística, tanto en métodos deshonestos en los que las
informaciones son entendidas, como en la intención malévola de la publicación.
Y sin embargo son verdaderamente pocos los periodistas que habrían rechazado
utilizar el material informativo que algunas personas dentro del Vaticano han
robado y pasado al exterior.
Entrevista:
-Pero ¿realmente el periodismo debe ser desarrollado hoy con los mismos
criterios que las hienas que no tienen escrúpulos al violar las reglas
profesionales aun provocando escándalos y malas noticias?
¿Cómo se están comportando los
periodistas en lo relacionado con los libros recientemente publicados, escritos
gracias a informaciones reservadas robadas por los “cuervos” dentro de los
muros vaticanos? ZENIT se lo ha preguntado al profesor Giovanni Tridente,
docente de ética de la Información en la facultad de comunicación institucional
de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma.
Profesor
Tridente, ¿cómo juzga la forma en la que los periodistas están enfrentando el
llamado caso Vatileaks?
--Prof. Tridente: Lamentablemente es
necesario reconocer, a nuestro pesar, que en el actual contexto cultural, el fin último del trabajo periodístico y
de la tarea informativa en general, se ha desvanecido un poco; muy a menudo
falta la conciencia de que nuestro trabajo está dirigido a las personas, que se
esperan de nosotros un servicio, y esperan recibir algo positivo.
Informar
es en un cierto sentido formar, dar a las personas los “contenidos”
--ciertamente nuevos-- que aumenten su bagaje de conocimientos respecto a
determinadas cuestiones que les incumben o al menos les interesan. Y es
precisamente de este “público” tan maltratado que nos debemos más bien ocupar…
Por ejemplo, en todo lo que está
sucediendo estos días, mi preocupación y mi pensamiento va a las almas de los
fieles, dispersos por tantos lugares, que desconocen los mecanismos de la Curia
Romana, del llamado “Vaticano”, y pueden ser llevados al desánimo y la
desilusión.
Ciertamente, las cosas --también las
que hacen mal-- es necesario contarlas, pero con profesionalidad, con el
objetivo de asegurarse que mi público “se vaya” de las historias que contamos
con un cuadro claro y no confundido.
En mi opinión, mirar solamente los
aspectos sensacionalistas o escandalosos, olvidándose del gran bien que la
Iglesia hace en el mundo y a tantas personas, además de ser lo fácil representa
un servicio desinformativo.
¿Cuál
sería uno de los mejores modos para afrontar estas temáticas?
--Prof. Tridente: Contar cosas
complicadas puede tener una doble perspectiva: hacerlo superficialmente,
mirando a lo que de por sí se ve a simple vista, o hacerlo en profundidad.
Los sucesos de estos días, vistos en
profundidad, nos dicen al menos tres cosas. La primera es que la Iglesia tiene
la valentía de corregir los errores y lo hace abiertamente, sin vacilación y de
forma irreversible: lo hemos visto con la pedofilia, lo estamos viendo con el
dinero. Añadiría que esta valentía le falta a muchas otras instituciones
civiles; lo bueno es que pueden tomar ejemplo.
La otra cosa cómo la Iglesia usa el
dinero, tema es muy golpeado porque en el fondo, también las personas distantes
de la fe nutren grandes expectativas sobre la Iglesia, y no podemos
desilusionar estas expectativas. Después de todo, el Evangelio se vive en lo
concreto de lo cotidiano y no solamente de palabra.
Tercera cosa: ser transparentes no
basta, es necesario vivir la transparencia, y esto aún más en el uso del
dinero. Esto no es imposible, a pesar de las miserias humanas que hay y siempre
habrá… De hecho quisiera entender y verificar cuántos servicios periodísticos
se han focalizado en estos días en las innumerables personas virtuosas,
sacerdotes heroicos, religiosos que dejan todo por amor al prójimo, simples
empleados de la Curia que evangelizan al mundo con su vida… ¡yo les miraría
también a ellos!
¿Por
qué hay periodistas propensos a publicar material confidencial y reservado?
--Prof. Tridente: Que se haya perdido el fin último del trabajo periodístico --servir al
lector y a su persona-- ha conllevado también al levantamiento de otros
“ídolos” profesionales: a veces se trata de una simple cuestión de intereses
económicos --una verdadera paradoja en estos casos--, otras veces es pura
vanidad y vanagloria… y lo que se sirve ya no es a los otros sino a sí mismo.
Sin embargo no debemos perder la
esperanza: con un poco de paciencia y ganas de querer profundizar, cada uno de
nosotros es capaz de entender dónde se esconde la trampa, y volver a soñar y
vivir un mundo más correcto, y seguramente más justo.
¿Cuál
debe ser la actitud de un cristiano frente a acontecimientos como este?
--Prof. Tridente: Hay un cristiano
implicado directamente --pienso por ejemplo a los comunicadores
institucionales-- y un cristiano “espectador”.
A los primeros les urge entender que
los periodistas tienen hambre y sed de noticias, o contenidos informativos, y
si dejamos vacío el espacio que podemos ocupar --por ejemplo de manera
proactiva, con inteligencia profesional-- otro pensará cómo llenarlo, también
hablando en “nuestro nombre” e incluso con contenidos pocos saludables.
Al cristiano “espectador” quiero darle
aliento: Cristo ya ha vencido al mundo, por lo que podemos sentirnos seguros.
Sin embargo, no podemos dedicar a otros nuestra capacidad de pensar,
reflexionar, madurar y también creer. Entonces, en estos casos es necesario
armarse de santa paciencia, valorar la fiabilidad de las circunstancias, ir
hacia la luz en el fondo del túnel, en vez de mirar al suelo o incluso detrás.
Además es verdad, como dice el papa Francisco, que nuestro camino de santidad
no debe temer el conflicto, sino nutrir el deseo de superarlo, quizá eludirlo, con
constancia y mucha paciencia, que después son la misma cara de la valentía: la
valentía de querer ser santos, aun en los límites de nuestras miserias.
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