¿Internet o Intifada?/Shlomo Ben-Ami, a former Israeli foreign minister, is Vice President of the Toledo International Center for Peace. He is the author of Scars of War, Wounds of Peace: The Israeli-Arab Tragedy. Traducción de Kena Nequiz
Project Syndicate | 9/11/2015
Según el primer ministro israelí,
Benjamín Netanyahu, la actual ola de ataques con arma blanca a judíos por
“lobos solitarios” palestinos se debe por completo a la incitación de la
Autoridad Palestina y páginas de Internet islamistas. Es claro que Netanyahu
espera que los israelíes y el mundo entero crean que la agitación de los
palestinos cesaría y aceptarían tranquilamente la ocupación si en Internet
estas páginas difundieran fotos de gatitos.
De hecho, son las acciones de Israel
las que provocan a los palestinos –empezando por la coacción permanentemente de
sus derechos debido a la ocupación. Además de humillar a diario a los
palestinos en los puestos de control, los colonos israelíes han destruido los
cultivos y olivares de palestinos, e incendiado una vivienda en Cisjordania, en
donde tres personas resultaron heridas y un bebé murió. Si a esto se agregan
los frecuentes allanamientos de viviendas que los militares israelíes llevan a
cabo a altas horas de la noche en busca de “sospechosos de terrorismo”, y la
incesante expansión de los asentamientos israelíes, resulta muy claro que los
palestinos no necesitan de difusiones en Internet para justificar su enojo.
Resulta irónico que sea justamente
Netanyahu quien hable de incitación. ¿Acaso no fue una incitación cuando días
antes de que el primer ministro, Yitzhak Rabin, fuera asesinado en 1995 por sus
esfuerzos para hacer la paz con los palestinos, este apareciera en posters
representado con el uniforme de las SS nazis mientras Netanyahu daba un
discurso ante una manifestación? ¿No fue una provocación que Netanyahu en meses
tempranos del año intentara movilizar a los electores judíos al avisar que “la
izquierda acarrea en autobuses a gran cantidad de votantes árabes”?
Este mes, una de las declaraciones
descaradas e incendiarias de Netanyahu de que Haj Amin al– Husseini, el gran
muftí de Jerusalén, había sugerido a Adolf Hitler la idea de aniquilar a los
judíos de Europa durante la Segunda Guerra Mundial suscitó una ola de ataques
mediáticos. Cuando se trata de celo antisemita, los antecedentes de Husseini
difícilmente necesitan falsos agravantes– a menos que evidentemente se quiera
presentar a los palestinos como coautores del Holocausto.
Al parecer, esta vez Netanyahu ha ido
demasiado lejos; después de más de una semana de manifestaciones de repudio,
incluso de historiadores israelíes, se vio obligado a retractarse, pero es poco
probable que se le condene.
Para Netanyahu, la incitación es un
poderoso instrumento político. Alimenta los temores y las decepciones de los
israelíes lo que le permite preservar un status quo que, al menos en el caso de
Palestina, beneficia a Israel. Como señaló el mes pasado en una reunión a
puertas cerradas del Comité de Defensa y Relaciones Exteriores del Knesset,
Israel debe seguir “controlando todo el territorio”, y añadió que el país
“vivirá siempre por la espada”.
Por supuesto, este método no siempre ha
dado buenos resultados; por ejemplo, a pesar de todos sus esfuerzos Netanyahu
no pudo bloquear el acuerdo nuclear internacional con Irán. Sin embargo, en
lugar de reconsiderar su planteamiento, simplemente lo ha reorientado, a fin
volver a señalar a los palestinos como la principal amenaza para la existencia
de Israel.
La Intifada que está empezando a surgir
actualmente demuestra el gran peligro que supone este enfoque. Exacerbar el
temor y el resentimiento de los israelíes hacia los palestinos no sólo socava
las posibilidades de una solución política, también atiza la frustración y la
ira de los palestinos hacia los israelíes.
Esa ira ya es intensa, especialmente
entre los jóvenes palestinos que viven bajo la ocupación israelí. Consideremos
las condiciones de vida en Jerusalén oriental, el epicentro de la rebelión
descentralizada, donde cerca del 77% de los palestinos viven por debajo del
umbral de pobreza. No sólo los servicios municipales son deficientes o
inexistentes; los palestinos también se enfrentan a la constante presión de
grupos religiosos judíos empeñados en afirmar el control de Israel.
La paciencia de los jóvenes palestinos,
que son la tercera generación que vive bajo la ocupación, se ha agotado. A
pesar de ser una generación mayoritariamente secular, usan el concepto de la
yihad (el puñal es un símbolo ostensible del Estado Islámico) para denunciar la
sumisión de sus padres, cuestionar la incompetencia de los dirigentes
palestinos y, sobre todo, presentar una resistencia a los ocupantes israelíes.
Por eso han elegido como íconos de su rebelión los santuarios sagrados del
Islam en el Monte del Templo en Jerusalén (Haram al– Sharif para los
musulmanes).
Si los gobiernos autoritarios que
aplicaban mano de hierro en países como Egipto y Túnez no pudieron evitar que
sus pueblos los derrocaran durante la primavera árabe, ¿cómo se puede esperar
que una Autoridad Palestina debilitada ponga fin a esta rebelión? De hecho, en
estos momentos, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, está
más preocupado por no correr con la suerte de Hosni Mubarak en Egipto, de Zine
el-Abidine Ben Ali en Túnez, que por detener la violencia. Para evitar la ira
de los jóvenes palestinos, se ha negado a condenar su campaña de terrorismo, e
indirectamente ha alimentado la ira por la supuesta violación por parte de
Israel del status quo en el Monte del Templo.
Esta estrategia tendrá graves
consecuencias, pues últimamente ha estado ganando terreno entre los israelíes
un sentimiento de fervor también peligroso en lo que se refiere al Monte del
Templo, el sitio más sagrado para el judaísmo. Aunque la ley judía prohíbe
explícitamente a los judíos subir al Monte del Templo para evitar la
profanación del más venerado de sus santuarios antes de la venida del Mesías,
un creciente número de israelíes –desde fanáticos religiosos hasta miembros de
la coalición gobernante de Israel –ahora están a favor de desafiar esa
prohibición. Afirman que los judíos deben visitar el lugar sagrado e incluso
construir un templo para fortalecer la soberanía de Israel en ese lugar.
La concentración del actual
enfrentamiento en el Monte del Templo le ha dado un carácter apocalíptico. Es
hora de que ambas partes, sobre todo los israelíes, reconozcan cuán peligrosa
es la situación. Al diluir las fronteras entre Israel y los territorios
palestinos, los israelíes han creado las condiciones para una guerra civil
permanente. La solución de dos Estados puede haber dejado de ser atractiva para
las dos partes; pero una solución binacional, al menos en las circunstancias
actuales, sería una pesadilla.
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