Vatican Inider, 05/12/2015
México;
se busca milagro para el beato Pro/ALVER
METALLI
El
arzobispo de la Ciudad de México, el cardenal Norberto Rivera Carrera, desde la
cátedra de la basílica de Guadalupe ha pedido públicamente a los fieles de su
megadiócesis que confíen sus dolores y problemas a la intercesión del beato
Miguel Agustín Pro y que comuniquen a sus pastores si obtienen alguna curación.
Falta el milagro “fuerte”, indiscutible, humanamente inexplicable, para que el
heroico sacerdote, emblema de la guerra de los cristeros en el México de
comienzos del siglo XX, pueda ser canonizado.
El padre Pro fue fusilado el 23
de noviembre de 1927 por orden del presidente Plutarco Elías Calles, famoso por
su aversión contra la Iglesia y contra los católicos que eran fieles a ella. La
acusación que llevó al joven jesuita contra el paredón tenía que ver con el
atentado contra el ex presidente y candidato presidencial Álvaro Obregón.
Acusación inconsistente, pero que fue suficiente para montar un juicio
relámpago sin garantías de ningún tipo, que terminó con la condena a muerte. Un
claro mensaje a la Iglesia y al clero mexicano que nutría simpatías por la
cristiada, el levantamiento popular católico que durante tres años, desde 1926
hasta 1929, puso en jaque el poder del Partido Revolucionario Institucional.
La
fama de santidad del padre Pro empezó a difundirse como una mancha de aceite,
apenas se cumplió la ejecución. La última voluntad del joven sacerdote fue que
lo dejaran rezar. Perdonó al que lo había condenado y a los hombres del pelotón
de ejecución, y murió con los brazos abiertos al grito de “Viva Cristo Rey”. Ocho
años después de su muerte, en 1935, comenzó la recopilación del material y la
recolección de testimonios con vistas a un futuro proceso canónico, que se
abrió formalmente en 1952, introduciendo un nuevo elemento de tensión en la
difícil relación de la Iglesia mexicana con el gobierno del entonces presidente
Adolfo Ruiz Cortines.
“Para los jesuitas latinoamericanos, como el
Papa, hay dos casos muy especiales”, afima el vicepostulador de la causa, el
sacerdote Amado Fernández. “El del jesuita chileno Alberto Hurtado, que trabajó
en el ambiente obrero desde los años 20 hasta los 50 del siglo pasado, y el del
padre Pro. El primero fue proclamado santo, el segundo todavía tiene el rango
de beato”.
En
julio de 1986 la Congregación vaticana para la causa de los santos dio el visto
bueno para la beatificación del heroico sacerdote mexicano. La ceremonia estaba
programada para el mes de noviembre de 1987, pero el gobierno de Miguel de la
Madrid pidió al Vaticano que postergara la fecha aduciendo la circunstancia del
momento electoral. La beatificación se llevó a cabo el 25 de septiembre de
1988, presidida por Juan Pablo II, pero no fue emitida por televisión por
disposición del gobierno.
A
partir de ese momento comenzó el estudio de los presuntos milagros obtenidos
por intercesión del beato Pro. Tres casos en particular quedaron bajo la lupa
de los peritos locales. El de un enfermo de cáncer al pulmón, un drogado
homosexual que padecía SIDA y una persona dada por muerta después de recibir un
golpe de botella en la cabeza. Las tres curaciones se habrían producido
inexplicablemente después de invocar al padre Pro. “Los tres expedientes
todavía están siendo estudiados por los médicos de la Compañía de Jesús”,
advierte el vicepostulador, quien al hablar de los tres casos explica que están
siendo sometidos a un filtro interno para evitar esperanzas infundadas, “aunque
el postulador de la causa en Roma, el padre Antonius Witwer, se mantiene en
contacto con la Congregación para la causa de los santos”.
En
fin, el milagro, el milagro indiscutible, tarda en llegar. Por eso el cardenal
de Ciudad de México ha pedido a los fieles de todo el país que comuniquen
cualquier gracia recibida. Aunque para ser sinceros, ya hay un posible milagro.
Un joven gravemente herido en un accidente automovilístico que recuperó la
salud después de invocar al beato Pro. El semanario de la arquidiócesis de
Ciudad de México, Desde la fe, en su último número relata el caso en cuestión.
“Parece tener todas las características de un milagro”, declaró el Cardenal
Rivera, y ha puesto la documentación en manos de los expertos. El presunto
destinatario del milagro es un joven de 29 años, Miguel Agustín Cravioto
Savano, originario de Ciudad de México pero residente en Guadalajara, en el
Estado de Jalisco, epicentro de la rebelión de los cristeros. “Toda mi vida he
estado bajo la protección del padre Pro, y si hoy estoy vivo es gracias a él”,
afirma el interesado al diario de la arquidiócesis, y a continuación relata el
accidente del que fue víctima el 4 de agosto de 2013 en la ruta que lleva de
Guadalajara a la capital. El día era lluvioso y en una curva mal tomada chocó
contra el guarda rail y perdió el control del vehículo. “Bajé para poner las
señales y un auto me atropelló; rompí el parabrisa y quedé dentro del auto,
éste se dio vuelta y volvió a arrojarme afuera”. Las consecuencias del
accidente fueron fatales. “Cuando llegué al hospital los médicos dijeron que
estaba más muerto que vivo y advirtieron a mi familia que si sobrevivía debería
permanecer en el hospital entre dos y tres meses”. Quince días más tarde Miguel
Agustín Cravioto Savano fue dado de alta y poco tiempo después participó en la
maratón de 42 kilómetros en Ciudad de México. Una recuperación que él atribuye
a la cadena de oración que su familia y los amigos empezaron a hacer al padre
Pro desde el primer momento. Hay que ver si su caso se sostiene ante el
escrupuloso examen de una comisión médica.
Pero
los admiradores del padre Pro confían mucho en las afinidades del “mártir”
mexicano con el Papa Francisco. A Pro se le reconocen los años que transcurrió
en Bélgica, el trabajo con los obreros orientado por la encíclica Rerum
Novarum, su compromiso con los pobres y marginados, su vida sobria y la
admiración por san Francisco, en cuyo ascetismo decía que se inspiraba.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario