Una nueva
oportunidad/ Yossi Beilin, exministro de Justicia israelí. Negociador en el
proceso de paz de Oslo
La
Vanguardia | 16 de febrero de 2013
La
próxima visita del presidente Barack Obama a Israel y a la Autoridad Nacional
Palestina, sumada al anuncio de la visita previa de su secretario de Estado,
John Kerry, supone que Estados Unidos da una nueva oportunidad a israelíes y
palestinos para alcanzar un acuerdo. Lo cierto es que parecía que Obama hacía
tiempo que ya lo había dado todo por perdido y ahora ya había dirigido sus
esfuerzos en el Sudeste Asiático. Pero el hecho de que tanto él como su
secretario de Estado se apresuren a visitar la zona en el inicio de su segundo
mandato refleja que Estados Unidos todavía no ha renunciado a la posibilidad de
avanzar en el proceso de paz. Además, implica que en el Gobierno norteamericano
se piensa que una solución, aunque sea parcial, del conflicto israelo-palestino
puede facilitar a Estados Unidos aumentar su influencia en Oriente Medio,
reducir la hostilidad que sienten hacia su país en la región y crear una
coalición árabe prooccidental.
El
gran error de Barack Obama, en su primer mandato, fue condicionar el diálogo
entre Israel y los palestinos a la paralización de la construcción de
asentamientos en Cisjordania, en vez de expresar simplemente su oposición a la
construcción de más colonias judías sin convertirlo por ello en una conditio
sine qua non para negociar. Ese requisito de Barack Obama fue lo que elevó el
nivel de exigencia del presidente palestino, Mahmud Abas, y este ya no pudo
renunciar a esa condición previa incluso cuando el propio Obama se echó atrás.
El
hecho es que durante los últimos cuatro años no ha habido en realidad
negociación entre las partes; por eso, espero que en su próxima visita el
presidente norteamericano haga un esfuerzo especial por enmendar ese error suyo
del pasado y ofrezca una fórmula para retomar el diálogo sin condiciones
previas, aunque manifestando siempre su oposición a la política israelí de
construcción de nuevos asentamientos.
Pero
incluso si Obama lograse que se retomaran las negociaciones y consiguiera
celebrar y auspiciar una cumbre en la región a la que asistieran el primer
ministro israelí, Beniamin Netanyahu; Mahmud Abas, y el rey Abdalah II de
Jordania, sería importante que el objetivo de esa cumbre fuese muy concreto:
implementar en breve la segunda fase de la Hoja de Ruta que Estados Unidos
planteó hace diez años y que fue aceptada tanto por el Gobierno israelí de
entonces, liderado por Ariel Sharon, como por el presidente palestino Yasir
Arafat. Esa segunda fase implica el establecimiento de un Estado palestino con
unas fronteras temporales pactadas por ambas partes hasta alcanzar un acuerdo
de paz definitivo.
En
las circunstancias actuales, con un Beniamin Netanyahu que no está dispuesto a
pagar el precio de un acuerdo de paz (una Jerusalén Este palestina y una
solución justa al problema de los refugiados palestinos desde 1948) y con un
Mahmud Abas que no puede incluir la franja de Gaza y al gobierno de Hamas en el
marco de un posible acuerdo de paz, es vital que no se desperdicie la
oportunidad negociando para alcanzar un acuerdo definitivo que de momento no es
viable.
En
cambio, negociar en profundidad cuáles serían las fronteras de un Estado
palestino sí es algo factible. Desde luego, se daría un vuelco a la situación
actual si John Kerry se dedicase a verificar que las dos partes están de verdad
dispuestas a cumplir sus compromisos, si el Gobierno estadounidense mostrase la
posibilidad real de que en el futuro se llegara a un acuerdo definitivo tras
pactar con israelíes y palestinos un calendario de entre tres y cinco años y
si, por último, Obama en su visita impulsase el proceso para la materialización
del acuerdo.
Un
éxito en las negociaciones, un reconocimiento de un Estado palestino por parte
de Israel, una dotación de elementos que sugieran la independencia de ese
futuro Estado y una relativa buena convivencia entre Israel y Palestina
marcarían el camino hacia un acuerdo definitivo, aunque ahora sospechen de ello
quienes tienen que tomar las decisiones.
Barack
Obama recibió el premio Nobel de la Paz por adelantado. Hasta ahora no ha
cumplido su promesa a pesar de que en distintos discursos ha mostrado que sabe
lo que habría que hacer. La creación de un Estado palestino, aunque fuera con
unas fronteras temporales, desde luego no supondría que se cumpliese el sueño
de la paz en la región, pero sí justificaría que la comunidad internacional
confíe en el presidente estadounidense como alguien que no sólo sabe lo que hay
que hacer sino que además es capaz de llevarlo a cabo.
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