El escapista/MARCELA
TURATI
Revista
“Proceso” No. 1894, 17 de febrero de
2013
Hace
dos semanas la autora de este reportaje estuvo en Massachusetts, donde recibió
el Premio Louis M. Lyons 2013 que le concedió en diciembre pasado la Fundación
Nieman de Periodismo de la Universidad de Harvard, por su cobertura de la
violencia asociada a la guerra contra el narcotráfico. Durante su estancia ahí
intentó localizar, sin éxito, al expresidente Felipe Calderón. Lo curioso es
que en esa universidad, donde la comunidad se encuentra dividida por la presencia
del exmandatario, éste se comporta como un escapista: quienes lo buscan nunca
lo encuentran, mientras que estudiantes y reporteros despreocupados afirman que
lo han visto, esquivo siempre a las entrevistas.
CAMBRIDGE,
MASS.– Hay quienes aseguran haber visto al expresidente Felipe Calderón cuando
desayunaba en la cafetería de la Kennedy School en la Universidad de Harvard,
sentado entre los estudiantes, como uno más. Otros se lo toparon en una fiesta
de egresados en uno de esos edificios que parecen castillos en esta antigua
casa de estudios, caminando en una plaza o hasta en la fila de un banco.
Lo
paradójico es que quienes lo buscan no lo encuentran.
Calderón
es como un escapista en Harvard: aparece cuando menos lo esperan y desaparece
cuando lo buscan. No responde los correos electrónicos de solicitudes de
entrevista ni a los recados enviados a través de sus conocidos o de su
contactman, la persona que la institución le asignó como su filtro; su puerta
de hierro.
Y,
a pesar de que esta escuela lo albergará por un año y le pagará por reflexionar
sobre lo que fue su criticada administración, su nombre no está escrito afuera
de ninguna oficina.
La
última vez que se le vio fue a través de su cuenta de Twitter, en una
fotografía de la conferencia Davos Debrief en la que participó el viernes 1, en
el Allison Dining Room, y que él mismo presumió a sus seguidores.
Calderón
apareció de sorpresa en ese momento, ya que su nombre no estaba anunciado en el
panel. Sólo se publicitaron los de los cuatro maestros de la Business School:
Koehn, Robinson, Lerner y Hellueg, y el del moderador.
Una
mañana de la semana antepasada en el Forum, el punto de encuentro donde los
estudiantes de política y negocios de la Kennedy realizan sus debates con
personajes y toman su lunch del mediodía, un estudiante que trabaja para la
Kennedy School Review contó a la reportera una anécdota.
El
30 de enero, al mediodía, mientras paseaba por la escuela encontró al
expresidente durante el almuerzo con una persona que parecía un asistente. Lo
curioso es que aun cuando más de 37 mil personas han solicitado que Harvard lo
desinvite en castigo por la guerra contra el narcotráfico que desató y dejó
miles de muertes, los estudiantes que lo rodeaban ignoraban que ese hombre
trajeado, de lentes y bajo de estatura era el expresidente de México.
Su
rostro les es desconocido, a pesar de que en una de las paredes centrales de la
universidad se exhibe su fotografía amplificada junto a las de otros líderes
del mundo –entre ellas la pacifista birmana Ang San Suu Kyi y la exsecretaria
de Estado Condoleezza Rice–. Mucho menos saben de la controversia en torno a su
estancia en Harvard.
“Cuando
Calderón salió le dije que tenía mucho gusto en conocerlo; que sería un placer
hacerle una entrevista –explica un reportero– y él me dio su tarjeta con su
nombre, su dirección en la universidad y dos correos electrónicos. En el
primero no contesta; el otro, el oficial de Harvard, no funciona, los correos
se rebotan.”
Este
joven piensa que el expresidente quizá no se esconde, sino que aún no le
activan su correo electrónico. Lo cierto es que su tarjeta de presentación
–“Felipe Calderón Hinojosa. Presidente de México 2006-2012”– tiene el membrete
de Harvard.
El
reportero pidió no publicar su nombre, para no perder la posibilidad de
entrevistarlo.
Nadie
sabe
Desde
el 28 de enero, fecha formal del ingreso del exmandatario a la institución,
varios corresponsales mexicanos se han paseado sin suerte por los laberínticos
pasillos que conectan tres edificios que rodean un jardín central, deshabitado
en esta temporada de nieve.
Calderón
es como un fantasma. No aparece en las fotografías exhibidas en el área
destinada a los fellowships, donde la escuela presume a los “estudiantes
invitados”.
Quien
sí está es George Papandreou, el exprimer ministro griego depuesto a raíz del
desastre económico en su país, a quien Harvard lanzó un salvavidas. Fue un
escándalo cuando se supo que, como profesor, ganaba 46 mil dólares al mes por
impartir clases sobre cómo superar la crisis del euro.
“Este
de la fotografía era el primer ministro de Grecia. Su oficina era ésta. La de
Felipe Calderón no sabemos, él no está en una beca como ésa y su ubicación y lo
que va a hacer es uno de los secretos mejor guardados en esta escuela”, explica
un maestro que pidió no ser identificado.
Lo
cierto es que pocas personas saben qué hará Calderón en Harvard. Con su
estancia, él inaugurará un programa antes inexistente: el Angelopoulos Global
Public Leaders Fellow. Según un comunicado de la institución, esa beca le
permite participar en la vida académica e intelectual de la escuela, reunirse
con estudiantes, colaborar con investigadores, así como leer, escribir y
trabajar en el desarrollo del caso mexicano para analizar los retos que
enfrentó como presidente y las políticas que desarrolló.
La
beca es coordinada por el Mossavar-Rahmani Center for Business and Government,
codirigido por Larry Summers, exsecretario del Tesoro de Bill Clinton y
expresidente de Harvard, cargo del que fue abruptamente cesado tras una ola de
protestas en su contra.
El
programa que cobija a Calderón fue lanzado por Clinton y financiado por una
política griega que colabora con él: Gianna Angelopoulos.
El
empleado Andrew Otazo, del Mossavar-Rahmani Center, es el asistente que la
Kennedy designó al mexicano.
La
reportera pidió una entrevista con el director de la escuela, David Ellwood,
quien sólo contestó preguntas por correo electrónico. No respondió al
cuestionamiento de cuánto dinero recibirá mensualmente el nuevo becado. Tampoco
lo hizo el director de la beca Angelopoulos.
La
ubicación de la futura oficina del michoacano es otro de los secretos mejor
guardados en Harvard. Los maestros de la universidad lo desconocen. Podría, sin
embargo, ser ubicado en la oficina número 113 del Edificio Rubestein, la única
que no tiene escrito el nombre del ocupante, la que está a un lado de la
oficina de Peter B. Zimmerman, el profesor a quien varios ubican como “el
filtro” para contactar a Calderón.
Según
el currículum publicado en la página electrónica de la universidad, Zimmerman,
además de ser un profesor con gran experiencia, antes trabajó para la Marina de
Estados Unidos en un consejo de seguridad. También estuvo en el Senado, donde
integró el Comité de Inteligencia.
Los
detractores
Proceso
buscó en su oficina a Zimmerman, quien rechazó ser el contactman del mexicano
más buscado en Harvard. Aclaró que él es uno de los coordinadores del
Angelopoulos. Defendió la estancia académica del michoacano y sus decisiones
como gobernante. Manifestó que es un “placer” tenerlo en el plantel y negó que
la beca hubiera sido creada para rescatar al criticado expresidente. No
contestó cuánto dinero recibirá, dijo desconocer la cifra.
“Estamos
impresionados (con Calderón) por lo que podemos aprender de su carrera… en
áreas como economía, política social, asuntos ambientales, desarrollo de
empresas. Es la primera vez que la economía estadunidense está en recesión y la
primera que la mexicana no está afectada.”
Cuando
se le pregunta sobre las críticas al becado dice: “La gente (opositora) tiene
muchos prejuicios no siempre verdaderos, le atribuyen cosas que no creo sean
ciertas… No sorprende que haya una controversia, porque no hay ninguna figura
política que no sea controversial”.
Comenta
que le resulta estresante escuchar las críticas y adelanta que la oficina de
Calderón no será tan grande como la que tuvo en Los Pinos. Además, tendrá que
compartir secretaria con otros maestros.
Hasta
Cambridge, a Calderón lo persiguen sus detractores. La primera semana de
clases, el empresario Eduardo Cortés Rivadeneyra y el expatrullero fronterizo
John Randolph entregaron en la universidad las más de 37 mil firmas que
juntaron en repudio a la estancia académica del exmandatario.
A
su vez, el activista de derechos humanos Sergio Aguayo y el líder del
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, Javier Sicilia, enviaron una
misiva a Ellwood en la que expresaron sus críticas:
“Más
de 60 mil muertes, al menos 25 mil personas desaparecidas, 260 mil desplazados,
18 mil migrantes secuestrados cada año, etcétera. Las principales
organizaciones de derechos humanos (…) coinciden en que México vive una crisis
humanitaria sin precedentes debida, en parte, a decisiones tomadas por el
expresidente Calderón, quien, incluso, tiene dos denuncias ante la Corte Penal
Internacional. Consideramos que su incorporación como investigador visitante de
la Kennedy School es un insulto a las víctimas de la violencia en México.”
La
semana pasada el exembajador mexicano Héctor Vasconcelos devolvió su diploma
universitario a la institución en protesta por la invitación a quien, dijo,
representa a los poderes fácticos y a la derecha religiosa y emprendió una
devastadora guerra.
Las
críticas se encuentran en varias partes. En la biblioteca de la facultad, en el
área destinada a la lectura de revistas, se exhibe un ejemplar de Proceso de
enero último en cuya portada aparece Florence Cassez, la francesa recién
liberada con el título: Una sonrisa para Calderón. En las paredes de avisos de
la universidad también se exhiben carteles que invitan a una charla en el
Lippman Building, que daría esta reportera sobre la situación de los
periodistas y las víctimas de la violencia originadas en el sexenio
calderonista.
“Queremos
conocer su experiencia”
Pocos
profesores aceptan dar su nombre para las entrevistas; saben que Calderón es
polémico. En el Rockefeller Center, una maestra entrevistada preguntó
intrigada: “¿Son ciertas todas las cosas que dicen que hizo?”.
En
ese mismo centro trabaja Joseph Tulchin, el estadunidense con acento argentino
que dirige el Programa sobre México y Centroamérica. Él es una de las personas
que busca a Calderón para invitarlo a conocer a los profesores mexicanos y a
los “mexicanistas” de la universidad. Hasta ahora no ha podido contactarlo.
Tulchin
explica que Harvard se ha mantenido cautelosa de hacer foros públicos con
Calderón porque “no quiere venderse como foro del expresidente”, ya que la
universidad es plural y eso sería casarse con una sola de las visiones de la
realidad.
Como
el resto de entrevistados, dice que las “ruidosas manifestaciones en internet”
han tenido poco ruido en Harvard. Él supo que hubo una protesta de menos de 50
personas contra la universidad por darle lugar a Calderón.
“La
universidad es un foro de debate. Además, esto no es como invitar a Joseph
Stalin o el dictador de un país como Ruanda. Esto es diferente”, dice Tulchin a
la reportera. “Una universidad tiene que abrirse como foro. No invitaríamos a
un hombre que ha cometido crímenes contra la humanidad. En el contexto mexicano
lo acusan de crear mucha violencia, mucha muerte, pero no hay datos de que él
haya cometido un crimen. Podrían juzgarlo probablemente de un horror garrafal
de política pública, y si es así estamos en un foro perfecto (para analizar)”,
dice.
Explica
que maestros como Jorge Domínguez, vicerrector de Asuntos Internacionales, y
otros mexicanistas quieren invitar a Calderón para que hable con sus alumnos de
doctorado. El propósito es aprender de su experiencia.
El
investigador del Carr Center, Leonardo Vivas, quien trabaja asuntos de derechos
humanos en Tamaulipas y fue un crítico de la estrategia calderonista, reconoció
que la estancia del aludido no es polémica en Harvard, donde el debate “no se
personaliza”.
“En
el centro hemos hecho eventos bastante críticos sobre lo que hizo Calderón. Él
representa como al último mohicano de la guerra contra las drogas, cuando todo
mundo viene de regreso de esa política (de criminalización), incluso el
expresidente de Guatemala, quien viene del mundo militar, llamó a legalizar la
droga; o el presidente de Uruguay y el grupo de expresidentes que salió a pedir
la legalización. Con su política Calderón quedó como colgado de la brocha”,
asegura.
Tanto
Ellwood como Domínguez han salido a defender la invitación al panista. La mesa
directiva de la Asociación de Mexicanos en Harvard (Huma), que aglutina a los
176 mexicanos en la institución, optó por mantenerse neutral, ya que sus
miembros están divididos sobre la presencia de Calderón en Cambridge.
“Cada
uno tomará su propia postura política”, dice el presidente de la organización,
el joven priista Guillermo Lerdo de Tejada, en una cafetería. “Sabemos que
entregaron firmas en su contra la semana pasada, pero no trascendió en la
universidad. No es un tema que haya levantado mucho vuelo”.
Dice
que él no se ha topado con Calderón, aunque admite que está buscando un
acercamiento para invitarlo a platicar con los miembros de la organización,
algunos de los cuales sí lo han visto en el Fórum, desayunando, caminando en la
calle o formado en la fila del banco.
Mary
Beth Sheridan, excorresponsal de L.A. Times en México, se encontró con Calderón
a mediados de diciembre poco antes de las ocho de la noche, cerca del Starbucks
del Harvard Square. Dice que lo vio con otro hombre. Parecía que estaban dos
guardaespaldas camuflados detrás de él.
“Buenas
tardes, señor presidente”, le dijo ella. Él se mostró sorprendido. No dijo
nada. “Nadie más lo reconoció en la plaza”, comenta Sheridan. “Era un hombre
más en un abrigo oscuro yendo a algún sitio”.
El
sábado 1, Calderón asistió al Faculty Club a una reunión de egresados. Una
asistente narró a esta reportera que no destacaba de entre el resto. La última
vez que se le vio fue el 14 de febrero: un periodista extranjero lo distinguió
caminando por el patio central de la Kennedy, acompañado de un estudiante de
Ciudad Juárez que lo trataba con amabilidad y a quien se unieron otras alumnas
mexicanas. A la redonda no se veían guardaespaldas.
Proceso
buscó a Calderón en Harvard toda esa semana y al inicio de la pasada. La
reportera entregó incluso una tarjeta a su esposa, Margarita Zavala, al
coincidir con ella el lunes 4 afuera de la librería The Coop, acompañada por la
excanciller Patricia Espinosa, con quien platicaba que no tenía problemas para
transitar en la calle y que nadie la molestaba. Una camioneta gris, con chofer,
y placas de Massachusetts, pasó a recogerlas.
Posteriormente
Proceso solicitó varias veces una entrevista con Calderón por correo
electrónico. A esa petición nunca tuvo respuesta.
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