La destrucción del México porfiriano (La Decena
Trágica: segunda parte)/José Emilio Pacheco
Revista
“Proceso” No. 1894, 17 de febrero de
2013
El
lunes 10 de febrero de 1913 Madero sostuvo en Cuernavaca conversaciones con
Felipe Ángeles y solicitó a Emiliano Zapata una tregua hasta que no se hubiera
sofocado la rebelión en la capital. Acto seguido emprendió el regreso con
Ángeles y sus fuerzas. Manuel Mondragón y Félix parecían derrotados. (Lo
llamamos “Félix” no por afecto sino para distinguirlo de “Díaz”, que sólo puede
ser don Porfirio.) Ángeles no tardaría en recuperar la Ciudadela.
Todos
contra Madero
Tragedia
de Madero: mientras el mundo antiguo, el orbe del porfiriato, se conjuraba
unánime contra él, los hombres del pueblo, sus aliados de 1910, eran ahora sus
enemigos. Zapata exigió en el Plan de Ayala el cumplimiento de las promesas
hechas a los campesinos. Pascual Orozco, la primera figura militar de la
rebelión en Chihuahua, había sido derrotado en Bachimba y Rellano por el
ultraporfirista general Victoriano Huerta.
En
recompensa Madero le quitó la División del Norte y él le juró venganza a
muerte. Luego don Francisco puso todo en manos de este general inteligente y
eficaz pero que odiaba al mundo entero y no soportaba su condición indígena en
el México blanco y criollo siempre dominante en la política, el gran dinero y
el poder cultural. Huerta era un huichol que destacó en las guerras indias: las
campañas de exterminio organizadas por su congénere Díaz contra los mayas y los
yaquis.
¿Huitzilopochtli
o Pedro
de Alvarado?
Juan
Goytisolo reprocha a la izquierda española su racismo inconsciente: entre los
signos de la barbarie franquista figura que el generalísimo haya empleado
tropas moras. Aquí al hablar de la Decena Trágica se menciona que el Chacal
resucitó en su orgía de sangre a las deidades aztecas. También Huitzilopochtli
fue invocado a raíz de Tlatelolco.
Doble
injusticia para el chacal, inofensivo carroñero que como las moscas ayuda a limpiar
de cadáveres la Tierra y jamás ataca a personas vivas, y otro tanto para los
aztecas que hacían horribles inmolaciones rituales pero nunca emboscadas y
matanzas como las de 1913 y 1968, parecidas a las que realizaron Hernán Cortés
y Pedro de Alvarado.
Las
posibilidades del odio
En
vez de atacar a la Ciudadela, la primera orden de Huerta fue conducir al
paredón al general Gregorio Ruiz para que no lo delatase como conspirador.
Mondragón era un general sin batallas y un precursor del México transnacional
que se las ingenió para enriquecerse en combinación con los fabricantes
franceses de armas. Félix, pese a su grado y uniforme, era todo menos un
militar. Su única acción bélica fue lamentable: encabezar en Veracruz la
rebelión iniciada en su nombre por el coronel Díaz Ordaz. Madero lo salvó del
fusilamiento y se limitó a confinarlo primero en San Juan de Ulúa y después en
el recién inaugurado panóptico de Lecumberri, la cárcel modelo, augurio de
nuestro presente, en que todo iba a quedar bajo la mirada del poder.
Ciudadelos
y suripantas
Refugiarse
en la Ciudalela no fue como se dice una acción desesperada, sino una habilísima
manera de adueñarse del arsenal del gobierno que allí tenía sus almacenes.-
Los
ciudadelos, como se les llamó a partir de ese día, aprovecharon la inacción de
Huerta para abastecerse de grandes cantidades de comida, barriles de mezcal
(aún no empezaba el reino del tequila), infinitas cajas de cerveza y hasta de
mujeres a quienes la prensa moralista, a falta de la palabra impronunciable,
“puta”, llamaba suripantas, rameras, fulanas, meretrices.
Pero
sobre todo se apropiaron sin combatir de los edificios más altos que estaban en
las cercanías, como la “Guay” (es decir, la YMCA, la Asociación Cristiana de
Jóvenes), en Balderas y Morelos, donde más tarde estuvieron el periódico
Novedades y el suplemento México en la Cultura; la Sexta Demarcación de
Policía, en la esquina de Revillagigedo y Victoria, que vio morir a Trotsky y
fue el asiento de la “Secreta” y después de las no menos temibles Comisiones de
Seguridad. Por extraño que parezca no se lanzaron sobre Chapultepec, quizá
porque les parecía sagrado un edificio compartido por el H. Colegio Militar, el
Castillo, y la residencia presidencial, el Alcázar. Sin embargo la familia
Madero se refugió en la Legación japonesa. El presidente permaneció todo el
tiempo en Palacio. Doña Sara no volvió a verlo sino en prisión y ya en vísperas
de su asesinato.
Diez
días de bombardeo
De
regreso el martes 11 Madero vio frustrado su intento de dar el mando a Ángeles.
El secretario de Guerra García Peña le recordó que un general de división como
Huerta no podía quedar a las órdenes de un brigadier. García Peña, colaborador
activo o pasivo de los ciudadelos, confinó a Ángeles en una batería situada en
Reforma ante el Hotel Imperial. Para sus cañones le dieron sólo proyectiles de
metralla. Fue como si le hubieran proporcionado resorteras para lanzar
piedritas contra los muros de la Ciudadela.
A
diferencia de Ángeles, Mondragón disponía de los cañones y el parque acumulados
en la vieja fortaleza. Gracias a ello pudo casi demoler la vecina cárcel de
Belén y permitir que los presos salieran, muchos de ellos para incorporarse a
los sublevados. Se combatió durante ocho horas pero los proyectiles en vez de
impactar los dos edificios enemigos arrasaron con el Centro y las colonias
Juárez y Roma. Se diría que la intención de ambos contendientes no era tanto
combatir al enemigo como provocar el terror entre los habitantes de la capital
de modo que ansiaran la caída de Madero para que terminaran los combates.
Pobres
y ricos ya estaban sin alimentos y en muchas partes sin agua ni luz eléctrica.
El retumbar de los cañones era enloquecedor y la hediondez de los cadáveres y
la basura envenenaban el aire.
El
imperdonable Lane
Wilson
El
siniestro embajador Henry Lane Wilson, verdadero centro de la conspiración, que
en el interregno presidencial entre Taft y Wilson actuaba por sus pistolas y
con la idea fija de destruir a Madero, buscó por todos los medios la
complicidad del cuerpo diplomático.
Ya
se sentía en el aire la inminencia de lo que entonces llamaron la Gran Guerra y
para nosotros es sólo la Primera Guerra Mundial. Por tanto México era de
interés estratégico no nada más para los Estados Unidos sino también para
Alemania y Gran Bretaña. La Armada Inglesa, creadora del imperio y sostén de su
poder, había eliminado la hulla, el carbón mineral, como su combustible y
dependía del petróleo mexicano. Para combatir o neutralizar a los Estados
Unidos, nuestro territorio era invaluable.
Dipsómano,
tiránico, racista, paranoico y cruel, Lane Wilson tenía el temple del asesino
serial y no actuaba como diplomático sino como procónsul. Personalmente odiaba
a Madero porque le impidió hacer los grandes negocios que planeaba y le retiró
todo subsidio.
Lane
Wilson reunió a los ministros de Alemania, España e Inglaterra y les ordenó que
todos juntos visitaran a Madero para exigirle que no se disparara contra la
zona de los edificios diplomáticos. En realidad su propósito era demostrar ante
los europeos la debilidad del presidente. Él les aseguró que no se preocuparan:
la Ciudadela no tardaría en rendirse gracias al genio militar de Victoriano
Huerta.
Francisco
León de la Barra, el presidente provisional que desde 1911 hizo su mejor
esfuerzo para sabotear al gobierno maderista, se ofreció como intermediario. Su
oferta fue rechazada. Entonces la comitiva diplomática fue de Palacio a la
Ciudadela para entrevistarse con Félix y Mondragón.
Vileza
y nobleza
El
miércoles l2 las bombas de la Ciudadela destrozaron la Puerta Mariana de la
sede presidencial. El ministro de Inglaterra, con el argumento de pedir a
Ángeles que alejara sus cañones lo más posible de la legación para no atraer
los disparos enemigos, logró que De la Barra se entrevistara con Ángeles y le
insinuara discretamente que él podía sentarse en la silla presidencial y
resolver el conflicto.
Casi
todos habían abandonado a Madero. El único diplomático que se preocupó por su
vida fue el noble ministro de Cuba Manuel Márquez Sterling. Él logró que La
Habana enviara a Veracruz un barco de guerra que hubiera significado la
salvación para Madero, el vicepresidente Pino Suárez y sus familias (JEP).
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