29 jun 2019

FÉLIX GODED ANDREU

La Jornada de Oriente, 25 de junio de 2019...
FÉLIX GODED ANDREU/ROBERTO BORJA

El sábado 22 de junio murió Félix Goded Andreu, a la edad de 76 años. El domingo estuve en Chiconcuac, con su familia. Sheralyn, su querida esposa, me platicó el final. El parkinson que lo afectaba ya había hecho estragos. Tenía ciclos de mejoría, pero sólo para recaer otra vez. En una visita al hospital contrajo un bicho propio de esos lugares, que lo debilitó aún más. Ya no había nada que hacer. Sólo acompañarlo a un bien morir. Eso se decidió y se le proporcionó la asistencia necesaria. Su mueca de dolor le cambio y se volvió serena, hasta dulce. La familia tuvo la oportunidad de despedirse y acompañarlo en casa. El color rojizo de su tez poco a poco fue adquiriendo la palidez de la muerte. Así, gradual, serena y  apaciblemente.

Hijo de revolucionarios catalanes, el padre anarquista y la madre comunista, Félix anduvo con esa contradicción en lo más íntimo de su ser,  pero siempre militó en las filas del Partido Comunista, aun cuando el mexicano realmente existente desapareció en 1981. En el cielo al que seguramente accedió después de su muerte, lo imagino paseando por nubes rojas marcadas con la hoz y el martillo y, en sus manos, el primer número de la revista que seguramente editó ya, presumiéndola a Valentín Campa, Gilberto Rincón Gallardo, Arnoldo Martínez Verdugo y por supuesto a sus padres, entre otros seres buenos idos antes que él. No es que en vida se la pasara cantando la Joven Guardia o la Internacional, sino que de esa cultura mamó desde el primer instante, con sus virtudes y defectos, y Félix supo cultivar varias de las mejores de aquellas virtudes, principalmente el apego al sueño revolucionario y la camaradería comprometida y generosa.
Anarquista por sus ganas, terminaba disciplinándolas al servicio del Partido o de la causa emprendida, lo que producía un sentido del humor irónico, un tanto ácido, y una sonrisa permanente de resignación. Cuentan que en Guerrero, en una reunión con el entonces gobernador Rubén Figueroa, éste se quejaba de que estuvieran de revoltosos en la Universidad muchos que ni siquiera eran nativos del estado. Y efectivamente preguntó a varios que resultaron ser del DF, de Sinaloa o Nuevo León. Cuando le llegó el turno a Félix, tuvo la puntada de decir que él era catalán, nada más por chingar, a lo que Figueroa respondió: “vaya, por fin un paisano de Coyuca de Catalán”.
Necesitado de trabajar como cualquiera para ganarse la vida, jamás dejó de hacer algo para el cambio revolucionario de la sociedad a través de los medios que mejor respondían a su vocación, el compromiso personal con la acción, antes que nada, y el arte, el dibujo y la propaganda generadora de organización. Estudiante de arquitectura vio truncada su carrera cuando fue detenido la noche del 26 de julio de 1968 porque, además, participaba en la dirección de la Juventud Comunista.
Sin embargo, nunca abandonó el dibujo y el diseño, los que pudo desarrollar como caricaturista y editor de libros y revistas. Cuando pudo también incursionó en la arquitectura con la construcción de algunas casas, entre otras de la suya. El buen gusto que las distinguía  sedujo a un funcionario de la Universidad de Sinaloa quien se mandó a hacer una igualita, con todo y chimenea, en Culiacán.
Félix era sumamente amable; su trato generaba confianza de inmediato, como si siempre lo hubieras conocido. Al decir de las mujeres, se disputaba el puesto del más guapo del partido. Güerito y bien vestido, se metía sin embargo  a todos los ambientes en los que fuera necesaria su participación política, ya fuera en Oaxaca, Guerrero o Sinaloa, en donde hizo grandes amigos.
Durante algunos años trabajó para la Universidad Autónoma de Sinaloa como su representante en el DF y editor de varias colecciones de libros. Desde los años de la Juventud Comunista logró publicar también algunas revistas. Desde que lo conocí a mediados de la década de 1970, jamás dejó de tener algún proyecto de revista. Pudimos participar juntos en El Machete, revista del Partido Comunista, y en Fin de Siglo, que no pude continuar en lo personal, pero de la cual pudieron salir varios números con la dirección de Félix y de Paco Ignacio Taibo II.
Para finales de esa década coincidimos en el Comité Central del PCM y emprendimos la lucha por la renovación del partido que tuvo su momento culminante en el XIX Congreso del mismo. Junto con Joel Ortega, Enrique Semo, Rodolfo Echeverría, Rito Terán, Marcela de Neymet, Mario Loya, Fabián Soto y otros compañeros más hasta llegar a 13 del CC, y con la incorporación de Jorge Castañeda, Humberto Parra, Emiliano Ramos, Luciano Concheiro y muchos otros, dimos una buena pelea aunque no supimos llevarla hasta el final y fuimos derrotados por un pequeño margen que, en política, significa en toda la línea.
Al año siguiente el Partido Comunista desapareció para unirse con otros en el PSUM. Todavía alcanzamos a presentar una propuesta de minoría en el Comité Central y, en un principio, decidimos no entrar al nuevo partido y fundar el Movimiento Comunista Libertario con una enorme satisfacción personal pero sin mayores perspectivas políticas. Por ello decidimos de inmediato abandonar el proyecto con la protesta indignada de Ikram Antaki.
Para 1988 el país vivía otro momento de gran intensidad política que nos volvió a reunir, ahora alrededor de la figura de Cuauhtémoc Cárdenas. Desde su participación en el Movimiento al Socialismo, Félix supo ganarse de inmediato  la amistad de Porfirio Muñoz Ledo y el aprecio del Ingeniero Cárdenas. En medio de aquella lucha, los amigos, junto con otros como el Buho, René Avilés y Luis Cervantes, vimos conveniente que las negociaciones con el gobierno se dieran en torno a la fundación de una nueva república, democrática. Tuvimos varias reuniones para ello y todavía en septiembre de ese año tuvimos la última, muy ríspida, en casa de Félix, en la que estuvieron presentes Evaristo Pérez Arreola, Porfirio y el Ing. Cárdenas. Por supuesto que no se llegó a nada. Ya Porfirio se ha encargado de comentar las negociaciones que efectivamente tuvieron lugar, aunque él tampoco fue tomado en cuenta.
Félix fue invitado a participar en la Secretaría de Transporte  del entonces DF. Después tuvo otra oferta en Cancún en donde residió varios años.  Afortunadamente pude visitarlo y pudimos limar algunas asperezas que habían quedado entre nosotros por los acontecimientos del 88. En todas esas luchas universitarias, sindicales y partidistas, pudimos construir una entrañable amistad que duró hasta los últimos días. Joel Ortega, Humberto Parra, Félix y yo nos íbamos a comer a un buen restaurante por lo menos una vez al mes, mientras coincidimos en la Ciudad de México. Después nos vimos más espaciados cuando Félix se fue a Querétaro y luego a Cuernavaca. El año pasado fue invitado a la Cámara de Diputados, con motivo del 50 aniversario del 68.

En su último cumpleaños estuvimos con él algunos amigos. Aparte de Joel, Humberto y yo, Arturo Martínez Nateras, El Chicali y Enrique Semo, al que Félix le manifestó un especial agradecimiento por su presencia, apenas con una sonrisa que le iluminó el rostro. Termino estos recuerdos, un tanto deshilachados, diciendo, como cada vez se hace más frecuente con la edad y los amigos: hasta pronto Félix!

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