7 mar 2007

Jorge Castañeda

An Answer for Hugo Chávez/Jorge G. Castañeda, Mexico’s foreign minister from 2000 to 2003, under President Vicente Fox, and now a professor of politics and Latin American and Caribbean studies at New York University
THE WASHINGTON POST, 07/03/2007);
Each stop on President Bush’s upcoming swing through Latin America has its own mini-agenda: ethanol and the Doha round with Brazil; a Trade Framework Agreement in Uruguay; Plan Colombia and drug enforcement in Bogotá; immigration and security with Mexico and Guatemala. But there is an overall agenda for which this trip may well represent too little, too late: Chávez containment.

ENTENDER LA YIHAD




  • Entender la Yihad/Fawaz A. Gerges, profesor visitante de la Universidad Americana de El Cairo.

Publicado en LA VANGUARDIA, 07/03/23007);

Traducción: José María Puig de la Bellacasa

A diferencia de la forma en que Estados Unidos concibe y enfoca el terrorismo - esto es, ahistórica y apolíticamente, considerándolo como una transformación en el terreno de la moral y de los valores más que como un fenómeno social-, el análisis de la conducta de los yihadistas o terroristas en tanto que actores sociales impulsados por móviles políticos, religiosos y geoestratégicos puede revelarse en nuestros días mucho más útil y fructífero para Estados Unidos y el mundo en general.
Es conveniente, al respecto, definir con cierta precisión diversas cuestiones. En primer lugar, el intento yihadista representa una pequeñísima fracción del más amplio movimiento islamista, que renunció a la violencia y el terrorismo a principios de los años setenta. En segundo lugar, desde sus comienzos a mediados de los setenta y hasta la segunda mitad de los noventa, la iniciativa yihadista situó en su punto de mira a los gobiernos árabes y musulmanes, calificados de “enemigo cercano”. En tercer lugar, hay que precisar que no fue hasta la segunda mitad de los noventa cuando una pequeña fracción del yihadismo -Al Qaeda y sus seguidores- decidió situar en su punto de mira a Estados Unidos y a algunos de sus aliados occidentales, que calificaron de “enemigo lejano”.
Después del 11 de septiembre del 2001, no se dio cumplida respuesta a preguntas sencillas, aunque polémicas como, por ejemplo, por qué hasta esa fecha los yihadistas no habían atacado a Estados Unidos o por qué Bin Laden y sus partidarios volvieron de repente sus armas contra el enemigo lejano tras haber estado en las mismas trincheras entre 1980 y 1990.
¿Por qué apuntaron contra civiles estadounidenses siendo así que hasta mediados de los años noventa Bin Laden había estado diciendo que era contrario a atacar civiles?
Formulo estas preguntas con el fin de comprender las verdaderas causas que subyacen bajo el cambio de táctica y estrategia por parte de los yihadistas de Al Qaeda. Citaré las siguientes: el cambio de actitud, que pasó de atacar gobiernos locales árabes y musulmanes a atacar a Estados Unidos y sus aliados; en segundo lugar, el empleo del terrorismo y los ataques contra civiles estadounidenses a gran escala. No es posible comprender estos dos cambios fundamentales en la conducta de Al Qaeda sin comprender el cambio de los marcos geopolíticos y geoestratégicos de referencia y su influencia en las motivaciones de los yihadistas.
Cuando empecé a entrevistar a destacados islamistas en los años noventa, no pude encontrar documentos susceptibles de dar razón de un ataque contra Estados Unidos y sus ciudadanos. Todos los manifiestos se centraban en el enemigo cercano.”El camino a Jerusalén pasa por El Cairo”, advirtió Ayman Zauahiri, número dos de Al Qaeda, a sus seguidores en 1995.
Sin embargo, después de la intervención militar norteamericana en la guerra del Golfo en 1990 y su posterior decisión de estacionar permanentemente tropas en Arabia Saudí - cuna del islam- en 1991, Al Qaeda varió espectacularmente de estrategia y Bin Laden abandonó suelo saudí emprendiendo un periplo asesino y criminal. Naturalmente, hay que hacer constar otros factores tales como la derrota de las tropas rusas en Afganistán, el envalentonamiento de los afganos, y la derrota de los yihadistas en Egipto y Argelia a finales de los noventa. Sin duda alguna, la geopolítica fue factor instrumental a la hora de motivar a los yihadistas a atacar el suelo patrio norteamericano.
Lamentablemente, el discurso dominante de Washington descuida el papel y función de la política, y de la política exterior en particular, a la hora de encarar el problema de la violencia y minusvalora además constantemente los instrumentos políticos para combatirla. De hecho, la Administración Bush, al tiempo que defiende de boquilla el papel de la diplomacia y de la acción política, ha confiado excesivamente en el factor militar para librar la guerra total contra un enemigo no convencional y dividido.
La ironía es que Bin Laden y Zauahiri, en realidad, habían fracasado en atraer el grueso de los antiguos yihadistas a su guerra contra Estados Unidos o, como ellos decían, la cabeza de la serpiente.Muchos antiguos yihadistas a los que entrevisté a finales de los noventa y después del 11-S declararon que aunque estaban encantados con la humillación de Estados Unidos, también temían que Bin Laden y Zauahiri se mostraran demasiado inflexibles y pusieran en peligro la propia supervivencia del movimiento islamista. En lugar del torrente de reclutas con destino a Afganistán que Bin Laden y Zauahiri esperaban, sólo se producía un goteo de voluntarios que se alistaban para defender a los talibanes y a Al Qaeda tras el 11-S.
Cabe constatar, asimismo, la existencia de un amplio sentimiento de simpatía y compasión por las víctimas estadounidenses en el seno del mundo árabe y musulmán. Destacados dignatarios religiosos y líderes de opinión musulmanes condenaron las tácticas terroristas de Al Qaeda y desenmascararon la falsedad sobre la que Al Qaeda fundamentaba su yihad:una ocasión histórica perdida, en tanto la Administración Bush procedía a liarse la manta a la cabeza y declaraba la guerra a enemigos tanto reales como imaginarios.
Imaginémonos, no obstante, un panorama en cuyo seno la Administración Bush, tras derribar a los talibanes y dar caza a Al Qaeda, hubiera impulsado un proyecto político hecho y derecho, un proyecto tendente a solucionar los bullentes conflictos de la región, en especial el palestino-israelí. O un panorama, por ejemplo, en el que la Administración Bush hubiera tendido alianzas con las sociedades civiles musulmanas contrarias a confiar exclusivamente en regímenes locales corruptos y opresores… O, por qué no, cabría igualmente pensar en un plan Marshall en cooperación con los aliados europeos y asiáticos a fin de ayudar a reavivar las estancadas economías de Oriente Medio. Piénsese por un instante en la posibilidad de que la política exterior estadounidense hubiera tenido realmente esta visión, convenciendo a la sociedad estadounidense de la necesidad de destinar 400 millardos de dólares (lo que la Administración Bush ha empleado hasta ahora en la guerra de Iraq) para reconstruir las instituciones y sociedades civiles del mundo musulmán y ayudar a restañar sus heridas históricas. Piénsese igualmente por un momento en la eventualidad de que la Administración Bush hubiera aplicado puntos de vista sinceramente democráticos - en lugar de armas y bombas- para persuadir (si es menester mediante el palo y la zanahoria) a los dictadores musulmanes de la necesidad de abrir y reformar sus sistemas políticos integrando a sus clase sociales en ascenso. La retórica de la democracia se reduce prácticamente a humo si no se traduce en acciones concretas, entre ellas la instauración y el refuerzo de las instituciones, la creación de una base productiva, la reducción de las enormes desigualdades socioeconómicas existentes y el intento de solucionar los enconados conflictos regionales mostrando un compromiso a fondo con los derechos humanos y el imperio de la ley. Sin embargo, aunque un enfoque político habría sido mucho más eficaz para combatir el extremismo, el binladenismo y el yihadismo,ello tampoco significa que el terrorismo habría desaparecido; simplemente se habría reducido a un fenómeno restringido a sus propios términos. En este sentido, la ampliación e intensificación de la llamada guerra contra el terrorismo ha producido efectos opuestos a los pretendidos. Ha radicalizado la opinión pública musulmana y suministrado munición ideológica a los militantes. En particular, la invasión y ocupación de Iraq liderada por los estadounidenses y las posteriores violaciones de los derechos humanos han propiciado la aparición de una nueva generación de radicales que están buscando formas de unirse a la caravana de la yihad contra Estados Unidos.En el curso de mis viajes, he conocido adolescentes musulmanes - algunos de sólo 14 años, que no tenían ningún historial anterior islamista o yihadista que intentaban desesperadamente reunir una exigua cantidad de dinero para tomar un autobús o un vuelo a la frontera sirio-iraquí a fin de sumarse a la lucha contra los estadounidenses y sus aliados.
Los ecos de la guerra de Iraq se oyen y sufren también en las calles árabes y europeas. No me sorprendería que alcanzaran las orillas estadounidenses si Iraq se fractura aún más y se sume en una guerra civil generalizada. Se consolida paulatinamente un consenso en el seno de los servicios de inteligencia europeos y estadounidenses - como también entre los expertos independientes- en el sentido de que la guerra de Iraq está influyendo sobre la yihad global del modo en que la guerra afgana lo hizo en los años ochenta y noventa. De hecho, y si no fuera por razones de orden logístico, el flujo de jóvenes musulmanes en dirección a Iraq superaría el de la guerra de Afganistán.
De manera trágica, la guerra de Iraq ha dado lugar a una nueva generación de militantes que utiliza el terrorismo por sistema -y no como instrumento excepcional- y que ha dominado la herramienta de internet como palanca de reclutamiento para glorificar el martirio. Un número creciente de jóvenes se siente profundamente afectado por lo que considera una agresión exterior contra su religión.
En consecuencia, la Administración Bush, en lugar de lograr contrarrestar el extremismo con iniciativas políticas creativas, ha confiado excesivamente en el militarismo, decisión que puede haber causado daños irreparables no sólo a la estrategia global estadounidense sino también a la paz y la seguridad internacionales, ahondando así las fisuras que ya zarandeaban la región.

Reclamo de México a EE UU

La Secretaría de Relaciones Exteriores envió un comunicado al gobierno de EE UU para manifestar su rechazo porque, el pasado lunes 5 de marzo, personal de la Patrulla Fronteriza cruzara la línea divisoria para apagar un incendio que se extendió a territorio mexicano, sin haber notificado previamente a las autoridades de nuestro país.
Según un comunicado de la embajada de EE UU que la Cancillería afirma haber recibido ayer, los hechos se dieron cuando agentes de la Border Patrol asignados a la estación Sonoita, Arizona, avistaron un incendio de pasto que, como resultado de las ráfagas de viento, se extendió hacia territorio mexicano.
La notificación de la embajada a la SRE asegura que ante la emergencia por la propagación del fuego, los agentes estadunidenses trasladaron maquinaria pesada, incluyendo dos pipas de agua a la parte sur de la frontera, con el fin de apagar las llamas.
El documento de la Cancillería manifiesta que las autoridades mexicanas están sorprendidas, pues las instancias de gobierno del vecino país se comprometieron, hace sólo una semana, a informar a México en caso de cualquier incursión.
Comunicado de prensa No. 065México, D. F., 06 de marzo de 2007
ENVÍA CANCILLERÍA NOTA DIPLOMÁTICA A ESTADOS UNIDOS POR INCURSIÓN EN TERRITORIO NACIONAL
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) informa que con esta fecha fue notificada por la Embajada de los Estados Unidos, que el día 5 de marzo agentes de la Patrulla Fronteriza asignados a la estación Sonoita, Arizona, avistaron un incendio de pasto que, como resultado de las ráfagas de viento, se extendió hacia territorio mexicano. La Embajada señala que el personal estadounidense que se encontraba en el lugar, luego de intentar sin éxito extinguir las llamas, y dada la necesidad de una acción urgente, trasladó maquinaria pesada, incluyendo dos pipas de agua a territorio mexicano con el fin de apagar el fuego. Extinguido el incendio, se subraya, personal y equipo fue inmediatamente retirado de territorio mexicano. Al respecto, la SRE ha expresado a la Embajada de Estados Unidos, mediante una nota diplomática, su rechazo a la incursión que arriba se señala. De igual modo ha manifestado su extrañeza ante el hecho de que estos sucesos se den unos cuantos días después de que el Gobierno de México recibiese seguridades de que se evitarían las incursiones de agentes estadounidenses a territorio mexicano y que Estados Unidos respetaría en todo momento la soberanía territorial de nuestro país.Si bien la Secretaría reconoce que la incursión puede haber respondido a un esfuerzo para atender una emergencia, de acuerdo con lo dicho por la Embajada de Estados Unidos, se ha reiterado a esa representación diplomática que incluso durante situaciones de emergencia, se requiere, sin excepción, notificación inmediata a las autoridades mexicanas. En consecuencia, la SRE ha solicitado se le informe a la brevedad sobre los resultados de la investigación que las autoridades estadounidenses llevarán a cabo sobre estos hechos
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Sentencia a Hardrick Cradford

El juez federal del distrito de El Paso, Texas, Phillip R. Martínez, sentencio a Hardrick Crawford, a seis meses de prisión, además de tres años de libertad condicional bajo vigilancia y a pagar una multa de 10 mil dólares por los delitos de falsedad en declaraciones sobre asuntos gubernamentales. (por cierto el juez Martínez acaba de negarle al anticastrista Luis Posada Carriles la libertad condicional).
La sentencia, dictada el lunes 5 de marzo le fue desfavorable a Crawford, a pesar de que durante el juicio, que se efectuó en un juzgado federal de El Paso, acudieron a declarar en su favor sus amigos José María Guardia y el cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez.
En la demanda se menciona que el 27 de mayo de 2003 Guardia citó a conferencia de prensa en las instalaciones del galgódromo, donde desmintió las acusaciones del ex procurador general de la República, Jorge Carpizo MacGregor, quien lo acusaba de lavar dinero de narcotraficantes en su negocio, junto con el cardenal Sandoval Iñiguez. Guardia se hizo acompañar de Crawford y Sandoval Iñiguez, quienes tomaron parte de la charla para avalar la buena reputación del empresario, de origen filipino.
Dijo entonces: "el Cardenal Juan Sandoval Iñiguez y José María Guardia son amigos míos... además, considero al Cardenal Sandoval como un extraordinario sacerdote y un hombre de Dios, altamente respetado a lo largo del mundo".
Quizás lo más graves haya sido que el entonces director de la Oficina Federal de Investigación (FBI) en El Paso, Texas, haya otorgado una especie de salvaguarda a José María Guardia, en una carta membretada, con su firma y sello de la oficina a su cargo, en la que mencionaba que se habían revisado los archivos de la dependencia y no habían encontrado evidencias de que estuviera involucrado (Guardia) en actividades ilícitas, aparte de que mencionaba que el también denominado zar de las apuestas era agente informal de la FBI.
"Según se asienta en la denuncia, Guardia le compró a Hardrick Crawford una membresía en el Coronado Country Club, un centro exclusivo de El Paso; también hay falsedad en su declaración fiscal de 2003, pues tanto él, como su esposa e hijos, recibieron miles de dólares en regalos que no fueron declarados."
¡Y en el FBI eso es violatorio del código de ética!
Por ello James Blankinship, asistente del procurador general, fue quien presento la denuncia fundamentada en la violación al título 18 del código de Estados Unidos, en su sección 1001, inciso A, apartado dos, basado en rendir testimonio o representación actuando con falsedad, simulación o en forma fraudulenta.
"En el juicio trascendió que el 11 de febrero de 2002 la FBI abrió una investigación confidencial contra José María Guardia, por la posibilidad de que estuviera relacionado con grupos del crimen organizado, sin que hasta la fecha se conozcan los resultados.", dice una nota de Rubén Villalpando, corresponsal de La Jornada en Ciudad Juárez.
En diciembre del 2003, Guardia, y el cardenal Juan Sandoval Iñiguez, fueron exonerados por la Procuraduría General de la República, que determinó no ejercitar acción penal en su contra luego que fueran acusados por Carpizo como presuntos beneficiarios del dinero del narcotráfico.
Crawford fue agente especial de la FBI en El Paso de 2001 hasta noviembre 2003; y entre julio del 2001 y noviembre del 2003, fungió como agente especial al cargo de la oficina en El Paso, con 220 personas entre agentes y empleados administrativos bajo su mando. Uno de sus informantes confidenciales fue precisamente José Maria Guardia; a cambio Crawford le facilitó la obtención de una visa y lo apoyó ante inversionistas y proveedores estadounidenses.
Empero, el 29 de mayo del 2003, agentes de inteligencia del FBI se reunieron con Crawford, y le advirtieron que Guardia pagaba sobornos a oficiales federales mexicanos. "Además, se le dijo que toneladas de drogas ilegales habían sido almacenadas en las instalaciones del hipódromo propiedad de Guardia" (Reforma, 15/04/2006).
Crawford, renuncio al cargo el 7 de noviembre del 2003 para pasar a retiro luego de 23 años de servicio en el FBI.
Jorge Fernández Menéndez publico en su columna Razones de Milenio del 16 de diciembre del 2003:
"Cuando comenzaron las investigaciones, Guardia convocó a una conferencia de prensa en Ciudad Juárez en donde participó él mismo, junto con el cardenal Sandoval Iñiguez y el entonces jefe de la oficina del FBI en El Paso, Texas, Hendrick Crawford Jr. En un hecho insólito y también violatorio de la leyes, Crawford Jr. en esa conferencia de prensa "absolvió" de sus acusaciones tanto a Sandoval Iñiguez como a Guardia: pero quienes los estaban investigando no era el FBI sino la PGR y la justicia mexicana. Ello motivó una protesta formal de la cancillería mexicana."
El 21 de septiembre del 2003, Miguel Ángel Granados Chapa, publicaba en su Plaza Pública: Guardia, en guardia, señaló: "El zar del juego es también muy amigo del jefe del FBI en El Paso, Hardrick Crawford. Se les ve, sonrientes, en una de las 11 fotografías publicadas por Reforma el jueves pasado, tomadas de cuatro videos grabados en distintos años y escenarios, que dan cuenta de los vínculos de Guardia. Apenas conocida la denuncia de Carpizo, Crawford ofreció una prueba de su amistad: el 27 de mayo cruzó la línea para acompañar al empresario y al cardenal arzobispo de Guadalajara, en una conferencia de prensa realizada en el hipódromo. Allí, el agente federal norteamericano exculpó a ambos de cualquier implicación con el narcotráfico."

Irak

  • Guerra civil a escala vecina, no Yihad/Jonathan Steele, analista del The Guardian.
Publicado en EL MUNDO, 06/03/2007);
Tony Blair había dicho siempre que no habría un «calendario artificial» para sacar de Irak a los soldados británicos. Su salida dependería de determinadas condiciones. El anuncio sobre una reducción poco importante del número de soldados durante este año pone al descubierto cuáles son esas condiciones: el estado de su índice de popularidad en las encuestas y el margen de maniobra que le permite George Bush.
El primer ministro está intentado al precio que sea una postrera recuperación de una opinión pública británica que lleva mucho tiempo desilusionada con la guerra pero, al mismo tiempo, no quiere poner en una situación aún peor a un presidente norteamericano, cuya popularidad se está hundiendo en su propio país aunque se recupere en Bagdad. Retirar menos de la cuarta parte del contingente británico en Irak representa esa pretensión de Blair de mantener el equilibrio. Así no va a dar gusto a nadie, y menos que a nadie a los militares británicos, a quienes les habría gustado que a lo largo de este año se hubiera puesto fin de una vez a esta aventura de Basora. Ahora le va a tocar demostrar a Gordon Brown, en apenas unos meses, si tiene el valor o el instinto de supervivencia de hacer que el 2008 sea el año de la retirada definitiva. Derrotar a David Cameron puede depender de esto.
Tony Blair subraya que no se registran en Basora ni insurgencia suní ni violencia de Al Qaeda, y muy escasa entre chiíes y suníes. Esta última observación resulta pertinente porque la comunidad suní es demasiado minoritaria como para defenderse y hasta dos terceras partes de los suníes se han visto obligados a marcharse. Los cristianos de Basora también están escapando de allí mientras pueden. A la vista de todo ello, ¿quién es el enemigo? El primer ministro no entra en detalles, aunque todo el mundo sabe que se trata de una mezcolanza de milicias islámicas chiíes, tribus armadas y bandas de delincuentes. Es posible que hacer frente a eso no sea misión de ningún ejército, ni de uno extranjero ni del iraquí. Eso es labor de la policía.
Este cometido se ha vuelto más difícil en Basora por el hecho de que las dos milicias más importantes, la organización Badr y el Ejército del Mahdi, están vinculadas a diferentes partidos políticos islámicos que están compitiendo por la supremacía. El gobernador de Basora y el presidente del consejo provincial tienen lazos con uno de los bandos y el jefe de policía, con el otro, mientras que las fuerzas policiales a su mando están integradas por hombres de los dos bandos. Todos ellos están implicados en una especie de guerra civil a escala municipal, un enfrentamiento vecinal acerca de quién controla el dinero que circula, tanto el legal como el ilegal, del que el más lucrativo es el procedente del robo del petróleo de Basora.
A nadie de esta peligrosa pandilla le gustan los británicos, así que no ha de sorprender que las bajas británicas a lo largo de los últimos cuatro meses hayan triplicado las de los soldados que tan valientemente llevaron a cabo la operación Sinbad, una misión dirigida en gran medida a «realizar una limpieza» en algunas de las comisarías de policía de la ciudad. El Ministerio de Defensa no lleva un recuento mensual de los ataques a las tropas británicas pero las cifras de heridos que ha habido que trasladar a hospitales de campaña han aumentado desde una media de cinco al mes entre febrero y octubre de 2006 a la de 17 al mes desde entonces. En el lado positivo, el Ministerio de Defensa sostiene que, por lo que se refiere a reducción de la corrupción, se considera que en la actualidad la situación es «aceptable» en un 55% de las comisarías de policía frente a sólo el 20% en las que lo era cuando dio comienzo la operación Sinbad.
Sin embargo, lo que sigue sin respuesta es la pregunta en su sentido más general. ¿Por qué se exige a las tropas británicas que se metan en estos problemas, especialmente cuando lo más probable es que los enfrentamientos continúen en el seno de la policía de Basora mucho después de que los británicos se hayan ido? Antes de que empezara la Operación Sinbad, había en Basora zonas extensísimas que eran territorio vedado a la aplicación de la ley y el orden. No cabe ninguna duda de que volverán a serlo.
Es una estupidez de tomo y lomo que el Gobierno Bush crea que pueden emplearse soldados norteamericanos para acabar con la guerra civil en Bagdad y en las pocas ciudades de Irak en las que todavía existe mezcla de grupos diferentes. Es una estupidez aún mayor que Downing Street crea que puede poner fin a una guerra civil que se está recrudeciendo en el seno de unas fuerzas policiales. Los mandos del Ejército británico son lo bastante pragmáticos para darse cuenta de ello, que es la razón por la que llevan tanto tiempo esperando la orden de salir de allí. Los mandos no se dejan llevar por ingenuidades ideológicas o por ideas fuera de lugar sobre una guerra contra el terrorismo cuyas fronteras corrieran a lo largo del canal de Chat el-Arab. Lo que ven en Basora es algo así como Chicago hacia 1927, no la gran yihad del 2007.
El planteamiento escasamente intervencionista de Gran Bretaña, que ha dejado a las milicias islámicas campar a sus anchas, al menos hasta la Operación Sinbad, ha producido unos resultados ligeramente mejores que el más intransigente de los norteamericanos, según Anthony Cordesman, un analista independiente del Centre for Strategic and International Studies (Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos) de Washington. «Los británicos no han sido derrotados en el sentido militar -explica-, aunque sí han perdido en un sentido político si por victoria se entiende ganar el sureste para el Gobierno central y para alguna forma de unidad nacional. En Basora se ha producido una limpieza racial no traumática durante más de dos años y el sur ha sido escenario de una forma menos violenta de guerra civil por el control del espacio político y económico, tan importante como los enfrentamientos más manifiestamente violentos de Anbar y Bagdad».
Si Blair creyera en una retirada de verdad, «en función de las condiciones», habría sacado de Irak a las tropas británicas hace un par de años. En enero del 2005, las elecciones provinciales de Basora llevaron al poder a los actuales gobernantes. Los votantes, tanto allí como en las otras tres provincias iraquíes bajo mando británico, acudieron tranquilamente a las urnas, salvo algún disparo aislado de mortero o alguna granada perdida. La maquinaria propagandística de la ocupación pintó una imagen de unos valientes votantes «desafiando a los terroristas» mientras depositaban las primeras papeletas de sus vidas en libertad para la elección de los gobiernos local y nacional. Con independencia de lo que hubiera de cierto en esa imagen tan halagüeña de Bagdad, no tenía nada que ver con Basora.
En los colegios electorales de la ciudad, las largas colas que yo personalmente vi resultaban impresionantes y conmovedoras, de eso no cabe duda. Era perceptible un elemento poderoso de celebración colectiva, aunque de él también participaban las milicias y los partidos a los que dichas milicias estaban ligadas. ¿Qué razón hay para ponerles bombas a los votantes cuando se presentan en las elecciones los candidatos propios y están prácticamente seguros de ganar?
Sin insurgentes ni Al Qaeda a la vista, los soldados británicos podrían haberse marchado del sureste de Irak en 2005, cuando Robin Cook, Douglas Hurd y Menzies Campbell lo sugirieron. En lugar de ello, su imagen de ocupantes ha ido adquiriendo un tinte cada vez más de provocación, aún a pesar de que las misiones que se les han encomendado han ido perdiendo entidad poco a poco. De haber abandonado Basora después de las elecciones de enero del 2005, podrían haber proclamado su victoria. Cuando se vayan el año que viene, dejando tras de sí una guerra civil a escala local, su salida se asemejará inevitablemente a una retirada.