El pasado jueves 5 de agosto, Jorge F. Hernández dedicó su columna Agua de azar –publicada en Milenio-, - a defender a la lectura como una actividad placentera, vale la pena colocarla completa:
"La hija de Marx (Karl) hizo la primera traducción al inglés de Madame Bovary y a mí me conmueve imaginar que en la desvencijada mesa del comedor familiar había cuartillas de la prosa pura de Gustave Flaubert revoloteando al lado de las hojas que caían como otoño cerebral del padre preocupado por la lucha de clases, la plusvalía y el ejército industrial de reserva… y supongo que no faltará el Marx o marxista que argumente que Jenney Julia Eleanor Marx tradujo la vida loca de Emma Bovary para apuntalar la crítica a la frivolidad burguesa, a la oxidada sociedad campirana y demás dijes del capitalismo consumista. ¿O no? Quizá Eleonora Marx tradujo a Flaubert por ganarse un dinerito y ayudar a poner comida sobre la mesa de los Marx sabiendo que también traducía por el mero placer de navegar esas páginas que han de ser leídas por sécula seculórum, por obligación en ciertas escuelas, por intriga y curiosidad de alguna mujer fogosa, por algún personaje judío y en fuga soñado por Woody Allen… o simplemente por placer.