12 ago 2006

The Fidel I Think I Know: Gabo


El Fidel Castro que yo conozco/Gabriel García Márquez

Supuestamente publicado originalmente en El Granma y hoy lo reproduce The Guardian. (ya que según Homero Campa en Proceso el texto es falso* abajo)

El Granma, La Habana, 4 de agosto de 2006

Su devoción por la palabra. Su poder de seducción. Va a buscar los problemas donde estén. Los ímpetus de la inspiración son propios de su estilo. Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos. Dejó de fumar para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo. Le gusta preparar las recetas de cocina con una especie de fervor científico. Se mantiene en excelentes condiciones físicas con varias horas de gimnasia diaria y de natación frecuente. Paciencia invencible. Disciplina férrea. La fuerza de la imaginación lo arrastra a los imprevistos. Tan importante como aprender a trabajar es aprender a descansar.
Fatigado de conversar, descansa conversando. Escribe bien y le gusta hacerlo. El mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo. La tribuna de improvisador parece ser su medio ecológico perfecto. Empieza siempre con voz casi inaudible, con un rumbo incierto, pero aprovecha cualquier destello para ir ganando terreno, palmo a palmo, hasta que da una especie de gran zarpazo y se apodera de la audiencia. Es la inspiración: el estado de gracia irresistible y deslumbrante, que sólo niegan quienes no han tenido la gloria de vivirlo. Es el antidogmático por excelencia.
José Martí es su autor de cabecera y ha tenido el talento de incorporar su ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista. La esencia de su propio pensamiento podría estar en la certidumbre de que hacer trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos.
Esto podría explicar su confianza absoluta en el contacto directo. Tiene un idioma para cada ocasión y un modo distinto de persuasión según los distintos interlocutores. Sabe situarse en el nivel de cada uno y dispone de una información vasta y variada que le permite moverse con facilidad en cualquier medio. Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar. Su actitud ante la derrota, aun en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sosiego mientras no logra invertir los términos y convertirla en victoria. Nadie puede ser más obsesivo que él cuando se ha propuesto llegar a fondo a cualquier cosa. No hay un proyecto colosal o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada. Y en especial si tiene que enfrentarse a la adversidad. Nunca como entonces parece de mejor talante, de mejor humor. Alguien que cree conocerlo bien le dijo: Las cosas deben andar muy mal, porque usted está rozagante.
Las reiteraciones son uno de sus modos de trabajar. Ej.: El tema de la deuda externa de América Latina, había aparecido por primera vez en sus conversaciones desde hacía unos dos años, y había ido evolucionando, ramificándose, profundizándose. Lo primero que dijo, como una simple conclusión aritmética, era que la deuda era impagable. Después aparecieron los hallazgos escalonados: Las repercusiones de la deuda en la economía de los países, su impacto político y social, su influencia decisiva en las relaciones internacionales, su importancia providencial para una política unitaria de América Latina... hasta lograr una visión totalizadora, la que expuso en una reunión internacional convocada al efecto y que el tiempo se ha encargado de demostrar.
Su más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas... pero esa facultad no la ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y tenaz. Su auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para sustentar discursos o charlas privadas con raciocinios abrumadores y operaciones aritméticas de una rapidez increíble.
Requiere el auxilio de una información incesante, bien masticada y digerida. Su tarea de acumulación informativa principia desde que despierta. Desayuna con no menos de 200 páginas de noticias del mundo entero. Durante el día le hacen llegar informaciones urgentes donde esté, calcula que cada día tiene que leer unos 50 documentos, a eso hay que agregar los informes de los servicios oficiales y de sus visitantes y todo cuanto pueda interesar a su curiosidad infinita.
Las respuestas tienen que ser exactas, pues es capaz de descubrir la mínima contradicción de una frase casual. Otra fuente de vital información son los libros. Es un lector voraz. Nadie se explica cómo le alcanza el tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta rapidez, aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial. Muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana siguiente lo comenta. Lee el inglés pero no lo habla. Prefiere leer en castellano y a cualquier hora está dispuesto a leer un papel con letra que le caiga en las manos. Es lector habitual de temas económicos e históricos. Es un buen lector de literatura y la sigue con atención.
Tiene la costumbre de los interrogatorios rápidos. Preguntas sucesivas que él hace en ráfagas instantáneas hasta descubrir el por qué del por qué del por qué final. Cuando un visitante de América Latina le dio un dato apresurado sobre el consumo de arroz de sus compatriotas, él hizo sus cálculos mentales y dijo: Qué raro, que cada uno se come cuatro libras de arroz al día. Su táctica maestra es preguntar sobre cosas que sabe, para confirmar sus datos. Y en algunos casos para medir el calibre de su interlocutor, y tratarlo en consecuencia.
No pierde ocasión de informarse. Durante la guerra de Angola describió una batalla con tal minuciosidad en una recepción oficial, que costó trabajo convencer a un diplomático europeo de que Fidel Castro no había participado en ella. El relato que hizo de la captura y asesinato del Che, el que hizo del asalto de la Moneda y de la muerte de Salvador Allende o el que hizo de los estragos del ciclón Flora, eran grandes reportajes hablados.
Su visión de América Latina en el porvenir, es la misma de Bolívar y Martí, una comunidad integral y autónoma, capaz de mover el destino del mundo. El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos. Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta incesante del bloqueo.
En una entrevista de varias horas, se detiene en cada tema, se aventura por sus vericuetos menos pensados sin descuidar jamás la precisión, consciente de que una sola palabra mal usada puede causar estragos irreparables. Jamás ha rehusado contestar ninguna pregunta, por provocadora que sea, ni ha perdido nunca la paciencia. Sobre los que le escamotean la verdad por no causarle más preocupaciones de las que tiene: El lo sabe. A un funcionario que lo hizo le dijo: Me ocultan verdades por no inquietarme, pero cuando por fin las descubra me moriré por la impresión de enfrentarme a tantas verdades que han dejado de decirme. Las más graves, sin embargo, son las verdades que se le ocultan para encubrir deficiencias, pues al lado de los enormes logros que sustentan la Revolución los logros políticos, científicos, deportivos, culturales, hay una incompetencia burocrática colosal que afecta a casi todos los órdenes de la vida diaria, y en especial a la felicidad doméstica.
Cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman: Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal.
Sueña con que sus científicos encuentren la medicina final contra el cáncer y ha creado una política exterior de potencia mundial, en una isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal. Tiene la convicción de que el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia y que los estímulos morales, más que los materiales, son capaces de cambiar el mundo y empujar la historia.
Lo he oído en sus escasas horas de añoranza a la vida, evocar las cosas que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle más tiempo a la vida. Al verlo muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, le pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de inmediato: pararme en una esquina.
The Fidel I think I Know/By Gabriel García Márquez
This is an edited extract of an article from the Cuban newspaper Granma. Fidel Castro is 80 tomorrow
The Guardian, 12/08/06
His devotion is to the word. His power is of seduction. He goes to seek out problems where they are. The impetus of inspiration is very much part of his style. Books reflect the breadth of his tastes very well. He stopped smoking to have the moral authority to combat tobacco addiction. He likes to prepare food recipes with a kind of scientific fervour. He keeps himself in excellent physical condition with various hours of gymnastics daily and frequent swimming. Invincible patience. Ironclad discipline. The force of his imagination stretches him to the unforeseen.
José Martí is his foremost author and he has had the talent to incorporate Martí’s thinking into the sanguine torrent of a Marxist revolution. The essence of his own thinking could lie in the certainty that in undertaking mass work it is fundamental to be concerned about individuals.
That could explain his absolute confidence in direct contact. He has a language for each occasion and a distinct means of persuasion according to his interlocutors. He knows how to put himself at the level of each one, and possesses a vast and varied knowledge that allows him to move with facility in any media. One thing is definite: he is where he is, how he is and with whom he is.
Fidel Castro is there to win. His attitude in the face of defeat, even in the most minimal actions of everyday life, would seem to obey a private logic: he does not even admit it, and does not have a minute’s peace until he succeeds in inverting the terms and converting it into victory.
His supreme aide is his memory and he uses it, to the point of abuse, to sustain speeches or private conversations with overwhelming reasoning and arithmetical operations of an incredible rapidity. He requires incessant information, well masticated and digested. He breakfasts with no less than 200 pages of news. Responses have to be exact, given that he is capable of discovering the most minimal contradiction in a casual phrase. He is a voracious reader. He is prepared to read any paper that comes into his hands at any hour.
He does not lose any occasion to inform himself. During the Angola war he described a battle in such detail at an official reception that it was hard work to convince a European diplomat that Fidel Castro had not participated in it.
His vision of Latin America in the future is the same as that of Bolívar and Martí, an integrated and autonomous community, capable of moving the destiny of the world. The country about which he knows the most after Cuba is the United States: of the nature of its people, their power structures, the secondary intentions of its governments. And this has helped him to handle the incessant torment of the blockade.
He has never refused to answer any question, however provocative it might be, nor has he ever lost his patience. In terms of those who are economical with the truth, in order not to give him any more concerns than those that he already has: he knows it. He said to one official who did so: “You are hiding truths from me, in order not to worry me, but when I finally discover them I will die from the impact of having to confront so many truths I have not been told.” But gravest are the truths concealed to cover up deficiencies, because alongside the enormous achievements that sustain the revolution - the political, scientific, sporting, cultural achievements - there is a colossal bureaucratic incompetence, affecting daily life, and particularly domestic happiness.
When he talks with people in the street, his conversation regains the expressiveness and crude frankness of genuine affection. They call him: Fidel. They address him informally, they argue with him, they claim him. It is then that one discovers the unusual human being that the reflection of his own image does not let us see. This is the Fidel Castro that I believe I know. A man of austere habits and insatiable illusions, with an old-fashioned formal education of cautious words and subdued tones, and incapable of conceiving any idea that is not colossal.
I have heard him evoking things that he could have done in another way to gain time in life. On seeing him very overburdened with the weight of so many distant destinies, I asked him what it was that he most wished to do in this world, and he immediately answered me: “Stand on a corner.”
Proceso, 1554, 13 de agosto de 2006:
Falso texto de Gabo sobre Fidel/Homero Campa
Se llama El Fidel Castro que yo conozco.
Es un escrito de 17 párrafos que describe la personalidad del máximo líder de la Revolución Cubana. Su "autor": Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura y uno de los mejores amigos de Castro.Apareció el pasado 4 de agosto en los sitios de internet del diario Granma Internacional -órgano oficial del Partido Comunista de Cuba- y de Telesur, la cadena de televisión creada por iniciativa del gobierno del presidente venezolano Hugo Chávez, también amigo de Fidel Castro.
De inmediato, el texto fue retomado por varios diarios en línea y diversas páginas web de organizaciones no gubernamentales de América Latina: Crónica-digital, La República, Red Voltaire, Clave digital, Por Esto....
La coyuntura periodística parecía propicia: cuatro días antes -el 31 de julio- Fidel Castro informó mediante una "proclama" que había sufrido una "crisis intestinal aguda", y que se había sometido a una "complicada intervención quirúrgica" que lo obligó a delegar "con carácter provisional" todos sus cargos a su hermano Raúl Castro.
Pero resultó que El Fidel Castro que yo conozco es apócrifo.
"Gabriel García Márquez no ha escrito ese texto", informó Gonzalo García, hijo del escritor colombiano, quien -a solicitud de Proceso- revisó su contenido y lo consultó con el propio Nobel de Literatura.
Sin embargo, Gonzalo reconoció varias expresiones que su padre empleó para referirse a la personalidad del líder de la Revolución Cubana en Fidel Castro: el oficio de la palabra hablada, publicado como prólogo del libro Habla Fidel (Mondadori, 1988).
Esta obra fue resultado de una larga entrevista que concedió el presidente de Cuba al periodista italiano Gianni Miná. "Es probable que se trate de una versión editada del prólogo del libro de Miná...pero desde que escribió ese prólogo Gabriel García Márquez no ha escrito texto alguno sobre la personalidad de Fidel Castro", comentó Gonzalo.
En efecto, El Fidel Castro que yo conozco retoma frases del prólogo del libro de Miná para elaborar párrafos distintos. Por ello algunas expresiones quedan fuera del contexto de la actual crisis de salud de Castro. Por ejemplo, cuando se mencionan las "excelentes condiciones físicas" del líder cubano.
Un fragmento reelaborado dice: "Su devoción por la palabra. Su poder de seducción. Va a buscar los problemas donde estén. Los ímpetus de la inspiración son propios de su estilo. Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos. Dejó de fumar para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo. Le gusta preparar las recetas de cocina con una especie de fervor científico. Se mantiene en excelentes condiciones físicas con varias horas de gimnasia diaria y de natación frecuente. Paciencia invencible. Disciplina férrea. La fuerza de la imaginación lo arrastra a los imprevistos. Tan importante como aprender a trabajar es aprender a descansar. Fatigado de conversar, descansa conversando. Escribe bien y le gusta hacerlo".
Otros párrafos, sin embargo, son copiados casi textualmente del escrito original de García Márquez y mantienen su vigencia: describen a Fidel Castro tal cual.
Algunos de ellos:
-El mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo. La tribuna de improvisador parece ser su medio ecológico perfecto. Empieza siempre con voz casi inaudible, con un rumbo incierto, pero aprovecha cualquier destello para ir ganando terreno, palmo a palmo, hasta que da una especie de gran zarpazo y se apodera de la audiencia. Es la inspiración: el estado de gracia irresistible y deslumbrante, que sólo niegan quienes no han tenido la gloria de vivirlo.
-Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar. Su actitud ante la derrota, aun en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sosiego mientras no logra invertir los términos y convertirla en victoria. Nadie puede ser más obsesivo que él cuando se ha propuesto llegar a fondo a cualquier cosa. No hay un proyecto, colosal o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada. Y en especial si tiene que enfrentarse a la adversidad. Nunca como entonces parece de mejor talante, de mejor humor. Alguien que cree conocerlo bien le dijo: "Las cosas deben andar muy mal, porque usted está rozagante".
-Cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman: Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues, e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal.
-Lo he oído, en sus escasas horas de añoranza, evocar las cosas que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle más tiempo a la vida. Al verlo muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, le pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de inmediato: pararme en una esquina.
No es la primera vez que un escrito puesto a circular por internet es atribuido a Gabriel García Márquez, comentó a Proceso Mercedes Barcha, esposa del escritor colombiano, quien lamentó la falta de control en internet para la circulación de apócrifos.