El debate de CSG con la reportera Martha Anaya.
Las opiniones de Manuel Bartlet y José Antonio Álvarez Lima, exgobernador de Tlaxcala
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El fraude del 88/ Manuel Bartlett Díaz, Ex secretario de Estado
Publicado en El Universal, 01 de enero de 2009
En 2008 se cumplieron 20 años de la elección de Carlos Salinas. Martha Anaya lo conmemora con su libro 1988: El año que calló el sistema, que destaca entre tantos por su enfoque integral: desde los antecedentes, el día de los comicios, hasta la calificación de la elección en el Colegio Electoral.
No se detiene en la “caída del sistema” como es intencionalmente usual, por eso su recorrido aclara lo fundamental. Se propone la autora desprender un velo más de ese “paradójico episodio de nuestra historia que tan cerca estuvo de otorgar el triunfo a los cardenistas y terminó por abrirle la puerta a la derecha”. Esta es la médula que tiene un valor histórico, al develar cómo se le abrió la puerta a la derecha, y un valor actual al detallar la alianza de las cúpulas del PRI y del PAN en la derecha que se mantiene hasta hoy. Independientemente de aspectos que no comparto, el libro es revelador.
Martha Anaya analiza el día de la elección —6 de julio— en Gobernación, desde la Comisión Federal Electoral hasta la calificación de la elección en el Colegio Electoral el 11 de septiembre. En el lapso anterior a la calificación describe un proceso secreto de negociación que culmina con un pacto que sellan los dirigentes del PAN con Salinas para asegurar su aprobación como presidente electo.
Narra Anaya una reunión, el 27 de agosto, en casa de Juan Sánchez Navarro, de Salinas con Clouthier y Luis H. Álvarez, presidente del PAN, en la que se acuerda un pacto por el que Salinas se compromete a reformar las leyes electorales, abrir la economía, privatizar la banca, reformar la relación con la Iglesia, abrir el ejido a la privatización, además de abrirles espacios municipales y gubernaturas. A cambio, el PAN se comprometió a abstenerse en la votación en la calificación de la elección. Absteniéndose —dijeron—, con los votos del PRI era suficiente. Salinas asume el programa de la derecha panista, las reformas constitucionales se hacen y en sólo unos días empiezan las concertacesiones, se entrega Baja California. El pacto significó rectificar las Leyes de Reforma, acabar con principios esenciales de la Revolución Mexicana, se inicia la entrega de poder.
El PAN se voltea, rompe su compromiso con Cárdenas de sumarse al rechazo a la elección, alegando que jugaron sucio, consideraron ilegítimo a Salinas pero se legitimará cumpliendo el pacto. “No le hagan el caldo gordo a Cárdenas”, reclamaban empresarios. Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Diego Fernández de Cevallos operan la machincuepa inmoral, defraudan a sus electores.
El PRI tenía los votos, pero quería asegurarse y obtener el reconocimiento del PAN. Para lograrlo aceptó la plataforma de la derecha. Ese fue el verdadero fraude del 88. Salinas traicionó a su partido y al electorado. Salinas y Zedillo gobernaron con el PAN y sus principios; Salinas se asoció con Fox; Beltrones y Gamboa apoyan a Calderón. En el mismo recinto en el que el PAN se abstuvo para garantizar la calificación, el PRI de los herederos de Salinas se presentó para dar el quórum y garantizar la protesta constitucional de Calderón. El pacto sigue vigente.
mbartlett_diaz@hotmail.com ***
Columna Heterodoxia de José Antonio Alvarez Lima
Berrinches…/ José Antonio Álvarez Lima,
Publicado en Milenio 5 de enero de 2009;
A fin de tener alguna perspectiva sobre las elecciones de este año, conviene echar un vistazo a las más reñidas y polémicas del México contemporáneo: las de 1988 y 2006. En ambas se cerraron los números entre la primera y la segunda fuerza electoral. En ambas los perdedores absolutos fueron quienes votaron por la izquierda.
¿Qué fue lo que ocurrió?, ¿Por qué ni Cárdenas ni López Obrador pudieron cumplir sus promesas de campaña ni satisfacer las esperanzas de sus votantes? Los simpatizantes de ambos afirman que les “robaron la elección”. Sin negar tal aseveración, la respuesta parece más compleja. Para llegar a las conclusiones que compartiré, me fueron de utilidad los libros de Luis Carlos Ugalde, Así lo viví, y de Marta Anaya, 1988: el día (Sic) que calló el sistema.
En 1988 se otorgó el triunfo a Salinas con base en resultados totales por distrito electoral. Nunca se conocieron los recuentos de cada una de las casillas. Por tanto, se puede concluir que sólo muy pocos conocieron realmente el resultado puntual de las votaciones; y hasta ahora, ninguno de los posibles enterados (De la Madrid, Bartlett, Salinas y Camacho) lo ha dado a conocer. Cárdenas no pudo acreditar un triunfo que muchos sospecharon fue suyo, porque no contó con representantes suficientes en las casillas, que le defendieran sus votos y le entregaran las actas. No se decidió a derrocar al gobierno que supuestamente le robó. Ni tampoco contó con la astucia que le permitiera negociar el enorme caudal de votos que obtuvo, a cambio de la adopción de programas gubernamentales que satisficieran las demandas de sus electores. En cambio, el PAN, que entonces fue la tercera fuerza electoral, aprovechó la fragilidad de Salinas y la falta de acción de Cárdenas y forzó un acuerdo para que el PRI gobernara con el programa del PAN. Los votantes quedaron al margen de su destino político.
En 2006 ocurrió, con matices, lo mismo que en 1988: la segunda fuerza se inconformó, sin pruebas, del resultado electoral. No contó con representantes suficientes y confiables que le allegaran las actas de escrutinio de cada casilla. Tampoco tuvo la fuerza o el valor para obligar al gobierno a reconocer su triunfo. Su inconformidad se diluyó en actos masivos simbólicos de dudoso gusto histriónico y sin ningún efecto político positivo. Desistió de negociar posiciones o programas apoyado en su enorme número de votos, casi similar al de los triunfadores. El PRI, entonces la tercera fuerza electoral, aprovechó la fragilidad de Calderón y la falta de acción política efectiva de López Obrador y forzó un acuerdo para que el PAN aceptara subordinar todas sus acciones de gobierno a los intereses del PRI. También, como en 1988, la esperanza de los votantes de izquierda quedó frustrada.
Para mejorar el desempeño de nuestra democracia en 2009, es obvia la conveniencia de que el IFE obligue a todos los partidos competidores a que cuenten con representantes eficientes en todas las casillas. Tienen sobrados recursos económicos para hacerlo. Esta medida podría dar transparencia y justicia a todos los electores. También le ahorraría al país el ridículo que producen los berrinches tumultuarios y las enormes molestias estériles que causan a terceros.
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Precisiones:
En 1988 yo gané, las actas están en el Archivo General de la Nación/ Carlos Salinas de Gortari
Publicado en Milenio Diario, 12 Enero, 2009
Con relación a la columna “Heterodoxia”, de José Antonio Álvarez Lima, publicada en MILENIO el 5 de enero del año en curso con el título de “Berrinches”, conviene precisar
Respecto a la afirmación de que no se conocieron los resultados de las casillas de la elección presidencial de 1988, cabe decir que eso resulta falso: la ley disponía que los resultados de cada casilla en la elección del 6 de julio se conocieran a lo largo de las 72 horas siguientes. Los partidos y sus representantes estaban enterados de esto. Los funcionarios de cada casilla llenaron a mano las actas de las tres elecciones: de las dos cámaras del Congreso y de las presidenciales; las verificaron y cuando hubo inconformidades, las anotaron; después, cada representante de partido firmó el acta correspondiente a cada casilla de la elección.
Tres días después de la elección en los 300 comités distritales se abrieron los paquetes electorales, se verificaron las sumas de los votos con los datos de las actas y se sumaron los resultados de casillas para obtener los resultados de los sufragios totales de cada distrito. El Colegio Electoral calificó la elección a partir de las actas de los distritos derivadas de las de cada una de las 55 mil casillas instaladas en todo el país en julio de 1988.
Las 55 mil actas electorales, correspondientes a las 55 mil casillas se encuentran en el Archivo General de la Nación, esperando ser consultadas por quien esté dispuesto a sustentar lo dicho contra los datos duros. Ahí se pueden verificar, casilla por casilla, los votos que recibió cada candidato. Ahí se comprueba que la oposición tuvo representantes en 72% de las casillas y el PRI en 71%.
Y respecto al señalamiento de que muy pocos conocieron el resultado final de las elecciones, hay que precisar que el 13 de julio a las 21:00 horas se dieron las cifras finales derivadas de la suma de cada una de las 55 mil actas de casillas: PRI 50.36%, FDN, 31.1% y PAN 17.07%. Contrario a lo que señala Álvarez Lima en el libro México: un paso difícil a la modernidad se dio a conocer el detalle del resultado que arrojaban las actas de esas casillas.
También Manuel Bartlett ofreció su versión y explicación de los hechos, entre otros en el libro Elecciones a debate, 1988. Precisiones en torno a la legalidad, organización y funcionamiento y en un ensayo en Elecciones a debate 1988, las actas electorales perdidas. Ahí demostró que “la opinión pública fue informada mediante anuncios de resultados en casillas y distritos... el procedimiento oficial funcionó de acuerdo a la ley y ello quedó legalmente documentado”. Así, la evidencia confirma que la noche del 6 de julio de 1988 a lo largo del país se hicieron públicos los resultados del conteo de la elección en cada una de las casillas. Cada partido tuvo el resultado de la elección realizada en las casillas, pues esa noche y por mandato legal les fueron entregadas copias de las actas a sus representantes.
En agosto de 1994 se entregaron al Archivo General de la Nación las cajas con las 55 mil actas de escrutinio y cómputo de cada casilla de la elección, los discos ópticos con la digitalización de cada una, un lector de esos discos para consulta y el sistema de cómputo inherente para leer la base de datos. La de 1988 es la primera elección totalmente documentada que existe en el Archivo. La consulta de las actas no sólo muestra que los datos de la elección de 1988 están completos sino que permite replantear la polémica sobre los resultados desde una óptica diferente.
El hecho, por ejemplo, de que más de 72% de las actas estén firmadas por los representantes de los partidos de oposición, hace reflexionar sobre la gran movilización que en efecto logró la oposición en 1988 para vigilar la elección, y es contrario a la afirmación de Alvarez Lima de que “Cárdenas no pudo acreditar un triunfo porque no contó con representantes suficientes”.
Además, tomando sólo 72% de las casillas en que había representantes de oposición que avalaron las actas, el abanderado priista mantiene un triunfo contundente. Incluso descontando las impugnadas de este 72% de casillas, el voto popular sigue dándole la victoria al PRI y a su candidato presidencial.
Por último, conviene agregar que, con relación al libro de la señora Martha Anaya comentado por el señor Alvarez Lima, el problema más serio es que la señora Anaya calla la mitad de la historia y calla la conclusión obligada de los principales testimonios que la autora presenta: que, en cualquier escenario, como lo prueban las actas en el Archivo General de la Nación (y que ella no consultó), está confirmada la victoria del candidato presidencial del PRI.
Esto, además de que en ese libro publica como ciertas versiones que no lo son. En particular el contenido de la reunión entre el presidente electo y el candidato Clouthier en la cual se habló a fondo de la necesidad de dar certidumbre al sistema electoral (como se logró con la creación del IFE dos años después y su control por ciudadanos en 1994).
Durante la reunión no surgieron como temas ni la banca ni el campo ni la relación con las iglesias. En cuanto a las reformas transformadoras en esas materias, la verdad es que fue posible acelerarlas gracias a cambios globales como la caída del Muro de Berlín en 1989, y a hechos nacionales como la recuperación de una holgada mayoría parlamentaria del PRI en 1991.
Quien le haya contado a la señora Anaya una reunión con ese contenido le mintió, o la autora lo inventó. En cualquiera de los dos casos, se trata de un relato falso que pone en entredicho la calidad de la obra referida.
Respuesta
La verdad y la objetividad siempre son relativas.
Sobre las elecciones de 1988 hay una verdad jurídica: Salinas ganó. La verdad política está polarizada, para algunos sí y para otros no. La verdad mediática está dividida, para algunos reporteros Cárdenas ganó. La verdad histórica aún no concluye. Carlos Salinas dice su verdad, yo la mía: Antonio Álvarez Lima.
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El libro que hoy calló/ Carlos Salinas de Gortari
Publicado en El Universal, 13 de enero de 2009
El pasado 1 de enero, en estas páginas, el señor Manuel Bartlett comentó el reciente libro de Martha Anaya, 1988: El año que calló el sistema. En ese texto se hacen algunas afirmaciones desconcertantes.
A partir de la supuesta versión de una reunión entre quien esto escribe y miembros del PAN en agosto de 1988, Bartlett asegura que se selló un pacto por el cual, una vez en la Presidencia, yo implementaría “el programa de la derecha panista con miras a rectificar —afirma— las leyes de Reforma” y acabar “con principios esenciales de la Revolución”.
Tal vez se refiere a la reforma que aprobaron todos los partidos políticos, la del articulo 130 constitucional, que supuso el reconocimiento legal de todas las iglesias ante el Estado mexicano y la reanudación de relaciones diplomáticas con el Vaticano. Además, mantuvo la educación pública laica, gratuita y obligatoria.
En cuanto a “acabar con principios de la Revolución”, ¿quién puede sostener que los principios de la Revolución se oponen a hacer reformas electorales, a modernizar el campo o a tener una banca mixta en lugar de estatizada?
Más aún, ¿desde cuándo es “de derecha” reconocer los triunfos de la oposición, como sugiere el señor Bartlett? En cambio, en materia de lealtad partidista, cabría aquí recordar el llamamiento que hizo el señor Bartlett el 27 de mayo de 2006 para votar por un candidato presidencial contrario a su partido, el PRI, en el cual todavía milita y que lo hizo su secretario general, gobernador de Puebla y legislador federal.
Más interesante resulta el reconocimiento que el señor Bartlett hace en la entrevista que se reproduce en el citado libro de Martha Anaya. Porque allí destaca que cuando el sistema cibernético supuestamente “se cayó” sólo estaba contabilizado 0.5% de las casillas, unas 200 o 300. O su encuentro en aquellas jornadas con los candidatos presidenciales del PAN, el FDN y PRT. “Nunca hablaron de la información, ni del sistema, ni de la caída, nunca fue tema”, recuerda Bartlett.
El libro de Martha Anaya ofrece un título sugerente. Pero adolece de serias deficiencias. ¿Por qué callar la información disponible sobre aquellas elecciones? ¿Por qué el libro y el comentario de Bartlett callan que las 55 mil actas electorales, correspondientes a todas las casillas instaladas en el país, se encuentran en el Archivo General de la Nación? La de 1988 es la primera elección totalmente documentada que existe en el archivo y confirma que los datos de esa elección están completos. Ahí se pueden verificar, casilla por casilla, los votos que recibió cada candidato; se constata que el PRI tuvo representantes en 71% de las casillas, y que los partidos de oposición tuvieron representantes en 72% de ellas.
¿Y qué hay de las encuestas? Éstas ya anunciaban el triunfo del candidato del PRI con resultados muy similares a los que se verificaron el 6 de julio. Tomemos la encuesta de La Jornada de la segunda semana de junio, similar a la de Gallup-Eco: arrojaba 50% para el PRI, 27.6% para el FDN y 18.3% para el PAN. El resultado del día de los comicios resultó similar. Ello, como bien apunta Bartlett, en el marco de las elecciones más vigiladas de la historia hasta ese momento.
Una de las deficiencias más serias del libro es publicar como ciertas versiones que no lo son. En particular el contenido de la reunión entre el presidente electo Salinas y el candidato Clouthier: durante esa reunión se habló a fondo de la necesidad de dar certidumbre al sistema electoral (lo que se logró con la creación del IFE dos años después y su control por ciudadanos a partir de 1994). No surgieron como temas la banca ni el campo ni la relación con las iglesias. Esas reformas obedecieron a hechos posteriores, como la caída del Muro de Berlín en 1989 y la mayoría constitucional del PRI en la elección de 1991. Quien le haya contado a la señora Anaya una reunión con ese contenido le mintió, o la autora lo inventó. En cualquiera de los dos casos, se trata de un relato falso que pone en entredicho la calidad de la obra referida.
Otro problema muy serio del libro de la señora Anaya es que calla la mitad de la historia y calla la conclusión obligada de los principales testimonios que la autora presenta: que, en cualquier escenario, incluso tomando sólo 72% de las casillas en que había representantes de oposición, resultó clara la victoria del candidato presidencial del PRI, como lo prueban las actas en el Archivo General de la Nación (y que ella no consultó). En efecto, una reconstrucción de los dichos y hechos de los actores, como propone la autora, evidencia que los otros candidatos terminan reconociendo que los votos no les dieron la victoria.
Ex presidente de México
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Respuesta de Marta Anaya:
Carlos Salinas calla su parte de la historia/ Martha Anaya*
Publicado en Milenio, 13 Enero, 2009
Sus escritos sobre el tema (México. Un paso difícil a la modernidad) no develan la profundidad de lo sucedido en esa elección
Leí la respuesta que da el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari a José Antonio Álvarez Lima, a propósito de los comentarios que hace sobre mi libro 1988: El año que calló el sistema.
Quisiera comentar algunas cosas al respecto. Carlos Salinas dice que callé la mitad de la historia y “la conclusión obligada” de los principales testimonios que presento en el libro, es decir, que él ganó la elección presidencial de 1988.
Desde mi perspectiva, yo no callé nada. Más bien considero que él, Carlos Salinas, es quien ha callado en buena medida su parte en esta historia. Sus escritos sobre el tema (México. Un paso difícil a la modernidad) no develan la profundidad de lo sucedido en esa elección; y por añadidura yo le solicité una entrevista para el libro, leyó incluso el cuestionario, y no accedió a ésta.
Pienso también que corresponde a cada lector sacar sus propias conclusiones sobre lo que aconteció en 1988. Que no hay manera de conocer los verdaderos resultados de esa elección, incluidas las actas que se encuentran en el Archivo General de la Nación, pues el de-saseo con que se llevó a cabo esa elección, la circulación de boletas y actas que aparecieron después del 6 de julio, la tardanza en dar a conocer los resultados, y el no haber dado acceso a los partidos de oposición a los documentos que envió la Comisión Federal Electoral al Colegio Electoral, llevan cuando menos a la duda razonable sobre la veracidad del resultado oficial y de los documentos que se encuentran en el Archivo.
En cuanto a la reunión que sostuvo con Manuel J. Clouthier y Luis H. Álvarez el 27 de agosto de 1988 y los temas que ahí se trataron, afirmo contundentemente que tengo una grabación del testimonio de José Luis Salas Cacho al respecto y que la entrevista, inclusive, fue revisada por el propio entrevistado para evitar cualquier malentendido o error en el texto. No, repito, no es un invento mío.
Mi interés al escribir este libro sobre 1988 fue el de saber realmente qué ocurrió hace 20 años en esa elección y tratar no sólo de aprehender, sino de comprender nuestra historia.
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Columna La Historia en Breve de Ciro Gómez Leyva
Carlos Salinas y la señora Anaya/
Publicado en Milenio; martes, 13 Enero, 2009
Algo le falló esta vez a Carlos Salinas de Gortari al rematar su texto en MILENIO con la afirmación de que “quien le haya contado a la señora Anaya una reunión con ese contenido, le mintió, o la autora lo inventó”.
La señora Anaya es la periodista Martha Anaya, autora del libro de reciente aparición 1988: el año que calló el sistema, sobre aquellos accidentados comicios.
La reunión es la descrita en la página 98: “El 27 de agosto de 1988, Carlos Salinas de Gortari se reunió con Manuel J. Clouthier y el presidente del PAN, Luis H. Álvarez. El encuentro, al igual que el del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas un mes atrás, se realizó en secreto. Tuvo lugar en la casa del empresario Juan Sánchez Navarro y asistió también Manuel Camacho. Esa noche, el PAN y el PRI pactaron el arribo de Salinas al poder”.
Quien cuenta el episodio en el libro es José Luis Salas Cacho, coordinador de la campaña del candidato del PAN Manuel Clouthier. Lo hace en detalle y on the record. Es una fuente autorizada y varios de los personajes entrevistados por Martha Anaya le agregan verosimilitud al relato.
—¿Leyó mal el libro Salinas, señora Anaya?
—Yo no sé si lee mal o si no lo leyó. Yo tengo la grabación de Salas Cacho. Le mandé el texto y lo revisó para que no hubiera malos entendidos. Hoy platiqué con él y me dijo que cómo podía Salinas negar eso. Me dijo que refrenda la versión del pe al pa.
Sería interesante escuchar la reconfirmación de los hechos en voz de Manuel Camacho, entonces embajador político plenipotenciario de Salinas, con quien rompió públicamente en septiembre de 1995 y al que desde entonces combate de alguna forma.