Pascal Beltran, director de Excélsior entrevista al Presidente Calderón
En Excélsior, Pp (www.exonline.com.mx), 9 de febrero de 2009;
“Será una recesión, indudablemente”: Felipe Calderón.
La entrevista se lleva a cabo el viernes por la mañana, en Los Pinos. A las 10 y media en punto, el presidente Felipe Calderón sale de su despacho y cruza a paso veloz el vestíbulo de la Casa Miguel Alemán para encontrarse con el reportero en el Salón Blanco.
Saluda con amabilidad aunque no demora en sentarse en la silla que le han colocado para la entrevista, al costado de un enorme cuadro del Doctor Atl. Calderón está listo para responder preguntas, y se nota que también tiene ganas de hacerlo.
Es el día 799 de su Presidencia. No me extrañaría que supiera ese dato. A diferencia del desparpajo de su antecesor –quien, a confesión suya, dejaba “encargado el despacho”—, el estilo personal de este Presidente es una formalidad cronometrada.
Hoy se encuentra al timón de una nave que en plena travesía se topó con una tormenta perfecta originada a miles de kilómetros de distancia.
Al tiempo que se afana en maniobrar sobre sus enormes olas, el capitán presta oídos a quienes sostienen que su barco está lleno de hoyos y tiene una máquina a punto de reventar.
Felipe Calderón les ha respondido que la crisis económica no es de manufactura mexicana y que los pronósticos de que el país se irá a pique por el lastre que representan el crimen organizado y la polarización política son infundados, insidia de catastrofistas.
La expresión “Estado fallido”, una etiqueta que le han colgado a México en el extranjero, es la que sacude más el ánimo del Presidente. Se ve que le molesta sobremanera.
Le pregunto por su discurso del día anterior, en Querétaro, en el que llamó a hacer a un lado el alarmismo sobre el futuro, “que ahuyenta inversiones y destruye los empleos que los mexicanos necesitamos”, y dijo que no se vale “buscar laureles a partir de socavar las instituciones”.
—¿Usted cree que hay quienes están apostando contra el país?
—Mi impresión es que sí, pero no es una regla general. Básicamente mi referencia alude a algo muy preocupante y molesto, que se empezó a poner de moda, sobre todo en círculos internacionales, el llamado “Estado fallido”, comparando a México con Pakistán y una serie de cuestiones que son francamente absurdas y ridículas.
Se explica: “En primer lugar, hay un Estado. Un Estado que se organiza conforme a una Constitución; que tiene poderes y funcionan, poderes que son reales y se equilibran. El Poder Judicial está funcionando como nunca. Hoy la Suprema Corte es un garante de la constitucionalidad y la legalidad. El Poder Legislativo también está funcionando, y quizá como nunca, porque en dos años ha hecho más reformas trascendentes que en varias décadas.
“Que tenemos problemas, sí, pero no son nuevos. Lo nuevo es, quizá, que estamos enfrentando esos problemas. Así que no hay tal Estado fallido. Al contrario, hay un Estado funcional, un Estado operando, un Estado trabajando, un Estado que actúa con normalidad, en ciertas áreas con mayor eficacia que en otras.”
—Si no hay Estado fallido, ¿habrá estados fallidos, con minúscula?
—La verdad es que la normalidad democrática en México ha ido creciendo, aunque evidentemente puede haber diversos grados de gobernabilidad, de normalidad democrática en el país. El factor que más se analiza es el de la criminalidad, y, efectivamente, puede haber mayor o menor incidencia y preocupación, según sea el caso.
Crisis económica, crisis de inseguridad, y ahora, encima, un ambiente político polarizado previo a las elecciones de este año. Son tres temas que marcarán cuando menos la primera mitad de la Presidencia de Calderón, y de los que habla ampliamente en esta entrevista.
Hace unos días, una mala traducción en el Foro Económico de Davos, Suiza, hizo decir al Presidente que gobernar es como “estar en el infierno”, cuando en realidad dijo que es “estar en la tierra”.
Le pregunto si la tierra que le tocó gobernar no se parece en estos momentos, aunque sea un poco, al averno.
—No, no tanto —dice Calderón, y esboza una sonrisa. —El refrán se lo escuché por primera vez al diputado Juan José Rodríguez Prats, hace muchos años. Dice, literalmente, que cuando uno está en la oposición, está en el cielo, y que cuando uno está en el gobierno, está en la tierra. Ese es el contexto de lo que dije, y quizá debí decirlo en español.
“La verdad es que uno no escoge la situación en que va a gobernar, y menos como Presidente de la República. Yo creo que un gobernante es afortunado en la medida en que le toque enfrentar desafíos verdaderamente retadores. Por cierto, esa ha sido un poco la historia de mi propia trayectoria política y no estar con situaciones cómodas, y probablemente eso me ha ayudado a seguir adelante. Si los hechos fueran siempre favorables, quizá no tendría la misma capacidad de reacción…
“El hecho es que no me pongo a hacer lamentaciones inútiles y timoratas sobre lo que a mí me hubiera gustado tener. Por ejemplo, recibir la Presidencia en otro contexto, o tener la economía como la recibieron otros o un problema menos crecido en materia de seguridad.
“El caso es que a mí me tocó enfrentar estas circunstancias, y con gusto las enfrento. La clave es no titubear.”
A diferencia de la seguridad pública, la economía no pintaba mal en los inicios del sexenio. El Presidente estaba por cumplir un año en el gobierno, el 22 de noviembre de 2007, cuando declaró en la planta automotriz de Honda, en El Salto, Jalisco, que “pase lo que pase en Estados Unidos”, México no enfrentaría una crisis económica.
Unas semanas después, en febrero de 2008, el secretario de Hacienda había reforzado el optimismo presidencial. Cuando mucho, nos daría un “catarrito”, declaró Agustín Carstens.
—¿Sus funcionarios le han dado la mejor información? —pregunto a Calderón.
—Los pronósticos se mueven día con día. Hay un punto clave dentro de esta crisis, que es la quiebra de Lehman Brothers, en Estados Unidos, en el mes de septiembre. Todos los pronósticos cambiaron a partir de ese hecho. Cambió la perspectiva económica y se generó una crisis de credibilidad, de desconfianza tal que destroza muchas decisiones de inversión, de negocio y de consumo en el mundo, de un modo que todos los pronósticos a nivel internacional tienen que ser revisados.
Calderón explica así las revisiones que Carstens y otros funcionarios han hecho sobre sus propios pronósticos económicos: “Sus estimaciones han seguido el curso de la economía mundial, que, de septiembre a la fecha, ha sufrido un deterioro mayor al previsto”.
—¿Realmente hay modo de saber qué tan prolongada y qué tan profunda va a ser la crisis, o debemos reconocer que no sabemos?
—Se pueden hacer estimaciones, pero mientras no se pueda estabilizar el comportamiento de la economía de Estados Unidos es difícil predecir el comportamiento de la economía mexicana a futuro.
“Las estimaciones sobre el crecimiento económico de Estados Unidos, y, en consecuencia, el de México, han variado drásticamente. Ambos están totalmente asociados porque el grado de vinculación de nuestra economía con la de ellos es muy grande: 80% de nuestras exportaciones va hacia Estados Unidos y una proporción muy alta de la inversión extranjera que recibimos viene de allá.”
Para Felipe Calderón, el deterioro de la economía mundial se detendrá “cuando el gobierno del presidente Barack Obama presente un plan creíble para contener la hemorragia financiera, que es lo primero que hay que arreglar, y para recuperar paulatinamente la capacidad de decisión y de consumo de los estadunidenses”.
Mientras tanto, dice Calderón, “debemos, simple y sencillamente, hacer todo lo que esté en nuestras manos para mitigar el impacto de esa situación económica, y eso es lo que estamos haciendo aquí”.
—Se le ha escuchado a usted optimista. ¿Es porque cree que ese es el papel que corresponde al jefe del Estado o porque tiene datos que indican que no nos irá tan mal como país?
—Yo creo que lo que debo hacer es evitar los extremos, el optimismo y el pesimismo, más aún el catastrofismo, que genera un impacto en la propia economía. Tenemos que ubicarnos en los escenarios probables e, independientemente de lo que digan, hacer lo que nos toca y punto.
El Presidente no duda en calificar la actual situación económica del país como recesiva. “Será una recesión económica, indudablemente”, dice.
Sin embargo, sostiene que el país está preparado para enfrentarla: “Primero, porque tenemos capacidad de maniobra en el gasto público para poner en marcha políticas contracíclicas. Segundo, porque estamos poniendo en marcha una serie de reformas que ponen mejor parada a la economía mexicana, desde la de pensiones hasta la reforma en materia petrolera. Tercero, porque tenemos variables, como las reservas internacionales, que nos permiten, como han hecho en días recientes el Banco de México y la Secretaría de Hacienda, a hacer frente a cualquier maniobra o acción de carácter meramente especulativo, que en otras épocas siempre resultaban devastadoras para el país”.
Imagino la respuesta cuando pregunto al hombre que se definió en campaña como “el Presidente del empleo”, qué le preocupa más cuando piensa en las consecuencias de la crisis económica global.
“Lo que más me preocupa es la posible pérdida de empleos”, dice. “Es donde estamos concentrando el mayor esfuerzo por parte del gobierno. Por ejemplo, gracias al programa de paros técnicos y el programa de apoyo a la economía familiar y el empleo, estamos en posibilidades de preservar la fuente de trabajo de casi 300 mil personas, que es nuestro cálculo por las empresas que tienen problemas en este momento por una reducción drástica de la demanda externa.
“Además —añade—, estamos acelerando los programas de empleo temporal. Estoy revisando dependencia por dependencia y haré un seguimiento que nos permita alcanzar los más de 250 mil puestos de trabajo en esta modalidad.”
Así como ha marcado esta crisis la pérdida de empleos a nivel internacional, también lo ha hecho la extrema avaricia y la ganancia especulativa, señalada como responsable del colapso.
Entre los villanos están ejecutivos de empresas y corredurías que apostaron fuertemente en “operaciones financieras creativas” como los llamados contratos derivados.
—¿Hay culpables de la crisis en México? Vemos grandes consorcios en problemas, como Vitro, Cemex y Comercial Mexicana, que recurrieron a derivados. ¿Podemos también encontrar situaciones de irresponsabilidad a nivel local?
—Aquí la clave es que decisiones que no hayan sido suficientemente cuidadosas o serias o responsables en materia económica, con el país pero especialmente con sus propios accionistas, se tienen que dirimir en el ámbito de responsabilidad de quienes toman esas decisiones.
“Es decir, si una empresa tuvo un comportamiento poco serio, descuidado o imprudente, esa empresa tiene que enfrentar las consecuencias económicas. Lo que el gobierno puede hacer, en todo caso, es evitar una crisis de liquidez, y lo hemos evitado exitosamente, a mi manera de ver, aunque aún no podemos cantar victoria.
“Esas empresas tendrán que responder a sus propios accionistas respecto de las decisiones que han tomado. Ha habido casos notables que sí impactaron el mercado mexicano, como fue Comercial Mexicana, con deudas asociadas a un mercado de derivados imprudente, llegando casi a los seis mil millones de dólares. Cifras de ese monto evidentemente impactan a la empresa y la coyuntura económica mexicana, y naturalmente se traduce en pérdidas que tienen que ser asumidas por la empresa misma.”
—Es decir, el contribuyente mexicano, a través de la acción del gobierno, no entrará a rescatar a personas irresponsables…
—El gobierno no puede ni debe asumir costos o pérdidas que corresponden finalmente a tomadores de decisiones y de inversión privadas. Lo que sí debe hacer el gobierno, y lo está haciendo, es proveer la liquidez que súbitamente fue retirada de los mercados, y eso lo estamos haciendo con muchas empresas y corporaciones en México, ante esta caída abrupta de la economía internacional.
“En el caso de Comercial Mexicana, como en el caso de otras entidades, el gobierno proveyó mecanismos de liquidez, siempre y cuando fueran plenamente soportadas con garantías que cubrieran el riesgo de los contribuyentes mexicanos.”
—Cuando hablamos de crisis económica en México, generalmente pensamos en devaluaciones. Nuevamente estamos viendo un cambio abrupto en el tipo de cambio del peso frente al dólar. Aquí también hay varias explicaciones entre especialistas y autoridades. ¿Cuál es la suya?
—Creo que la explican las depreciaciones de las monedas en todo el mundo. Primero, hay un fenómeno de fondo que se llama flight to quality, o vuelo hacia la calidad. Esto significa que, en un momento de desconfianza brutal como el que está viviendo la economía mundial, todos los inversionistas corren a buscar una inversión, si no rentable, cuando menos que ponga a salvo su dinero. Y, la verdad, están buscando dólares, porque es la moneda de pago en el mundo…
“Una diferencia medular (con lo que ha pasado antes) es que esto no está ocurriendo sólo en México sino en todo el mundo. Todas las monedas, en mayor o menor medida, han sufrido depreciaciones frente al dólar. Es decir, no estamos frente a una depreciación aislada o excepcional.
“Otra, es que el tipo de cambio flexible todos los días está amortiguando los movimientos que se van presentando en los mercados. Y una más es que, antes, las crisis comenzaban porque nos quedábamos sin reservas, y ahora, a pesar de las intervenciones del Banco de México en el mercado cambiario, la verdad es que las reservas permanecen en niveles récord, bordando los 90 mil millones de dólares. Es una marca muy robusta y una diferencia diametral respecto de otras devaluaciones.”
Calderón parece confiado en que el país ha hecho lo suficiente para resistir la tormenta financiera. Que pese al escepticismo en casa y el extranjero sobre la fortaleza de México, las medidas tomadas por su gobierno, como el Acuerdo Nacional a Favor de la Economía Familiar y el Empleo que realmente no fue un acuerdo, pues, fuera del gobierno federal, nadie más se ha comprometido a nada específico, harán menos traumática la pérdida de ingresos fiscales y de fuentes de trabajo por consecuencia de la crisis mundial.
Informa que en los próximos días enviará al Congreso de la Unión su iniciativa, anunciada el 7 de enero, para aumentar la porción del fondo de ahorro para el retiro de la que pueden disponer los trabajadores en cesantía.
—¿Hace falta una ley anticrisis, como plantean algunos legisladores?
—Bueno, hablan de una “ley de emergencia”… Me parece que son atinados sus comentarios en ciertos aspectos. Hay demasiadas cláusulas que impiden la toma de decisiones ágiles en el gobierno.
“Tenemos que tener mecanismos que le permitan al Estado recuperar rápidamente las cosas de utilidad pública sin tener que recurrir necesariamente a los mecanismos de expropiación. Por ejemplo, un margen mayor de maniobra en las negociaciones con quienes son propietarios de derechos o cosas de ese tipo.”
La conversación pasa a la relación con el Congreso, un terreno que Calderón conoce bien por su trayectoria política. Ya dijo en la entrevista que el Legislativo está funcionando como nunca antes. Le pregunto si el actual periodo ordinario de sesiones, que coincide con el arranque del proceso electoral federal, será propicio para los acuerdos.
“Me parece que tenemos que seguir avanzando en materia de reforma democrática”, dice el Presidente. “Lo que estamos haciendo es someter a la economía mexicana a una transformación… y creo que hay que profundizar en las reformas que ya hemos hecho y avanzar en otras”.
Una de ellas le parece especialmente importante:
“En el ámbito laboral, (tenemos que ver) cómo podemos hacer para mejorar las condiciones de los trabajadores. Es decir, si lo que buscamos en una reforma laboral es precisamente preservar mejor las condiciones de trabajo en el país, en un contexto de enorme presión sobre el empleo a nivel mundial, pues con mayor razón. Debemos mejorar las condiciones que permitan una incorporación rápida, con mecanismos mucho más atenuados para el mercado laboral, que evite precisamente la dificultad en la creación de nuevos empleos, y otras reformas que den competitividad y propicien inversiones en la economía.”
Hace dos llamados a la oposición parlamentaria.
El primero: “Podemos discrepar sobre su orientación y profundidad, pero tenemos que ir planteando todas esas reformas, y no por la crisis debemos detenerlas. Al contrario, mi opinión es que precisamente en estos momentos críticos hay que acelerar el paso”.
Y el segundo: “Que ya me aprueben las iniciativas que he enviado”, entre ellas, las leyes sobre narcomenudeo, lavado de dinero y extinción de dominio.
—¿Trae puestos los guantes, Presidente? La oposición quiere verlo abajo del ring, supongo que quiere decir que usted ya se subió…
—Mi tarea es ser el jefe de Estado y no un contendiente en la competencia política, y así va a ser. Sin embargo, eso no quiere decir que el Presidente no pueda opinar, informar y precisar, sin pleito con nadie. Así que yo ofrezco conciliación y colaboración, sin menoscabo de puntualizar y precisar lo que sea del interés de los ciudadanos.
—Pero le serviría una mayoría en la Cámara de Diputados…
—Honestamente, sí, sin que eso implique que me involucre en la contienda electoral. Es razonable decir que la funcionalidad y la propia gobernabilidad para el Ejecutivo sean mucho más amplias en la medida en que sea más amplio el soporte que tenga en el Poder Legislativo.
“En otras palabras, en un régimen democrático lo deseable para poder llevar adelante un programa de gobierno es contar con mayoría en el Congreso. Es una aspiración legítima, pero debe asumirse con el cuidado de una democracia tan exigente como la mexicana, sobre todo estableciendo límites a las acciones del Presidente.
“Sin embargo, yo no puedo engañar a nadie: cualquier presidente desearía tener un respaldo amplio en el Congreso. Y si es mayoritario, qué bueno, y si no, por lo menos lo más amplio posible.”
—Hay quienes creen que el cumplimiento de su instrucción al gabinete de aplicar el gasto, hacer obra y lanzar licitaciones para hacer frente a la crisis, se está reservando para tiempos más cercanos a la elección.
—La verdad, no es así. Por supuesto, las dependencias cumplen con diferente grado de velocidad y mi tarea será, desde luego, impulsar, presionar y exigir… para no usar un verbo más duro… para que las dependencias cumplan con el compromiso presupuestal.
“Hay muchas que están cumpliendo bien. Otras, veo que tienen deficiencias, y nada mejor que la presión de la opinión pública y del propio jefe para que cumplan con su cometido.”
—¿Qué piensa del uso propagandístico que está haciendo el PAN de los programas sociales, como el Seguro Popular?
—Es un tema muy delicado, que yo espero que sea clarificado por la autoridad electoral. Lo que a mí me queda claro es que ni yo ni mis funcionarios, y tampoco los gobernadores y sus funcionarios, podemos ni debemos utilizar los programas públicos en beneficio de un partido.
“Por otra parte, tiene que resolverse este dilema: los partidos de oposición, por ejemplo, tienen todo el derecho y la obligación de cuestionar al gobernante en una contienda electoral, así es la democracia. Los partidos que ganan las elecciones tienen el derecho y el deber de apoyar los programas de gobierno. Es una obviedad que, en este contexto de suspicacia y de sensibilidades, ojalá pueda resolver la autoridad.
“Dicho en otras palabras: así como un partido de oposición puede criticar, y seguramente criticará, al Presidente, también es entendible que el partido al cual pertenece y que lo postuló a la Presidencia, diga ‘Yo respaldo al Presidente’ o ‘Yo te pido el voto para respaldar al presidente en la Cámara de Diputados’, por ejemplo.
“Ésa no es tarea que deba hacer el gobernante, pero la tarea de los partidos políticos, para convencer a su electorado de votar por ellos, tiene que ver precisamente en una definición elemental de cuál va a ser su relación con el Poder Ejecutivo.”
—Por otro lado, usted es aficionado al futbol. ¿Qué le parece, como espectador, que se interrumpa un partido transmitiendo anuncios del IFE y de los partidos políticos?
—Me parece desde luego mal, y espero que se corrija. También me parece mal que, sea cual sea la causa de esta deficiencia, sea la ley o la interpretación de la misma, se utilice esto para desprestigiar a instituciones democráticas como el IFE o la ley misma.
“Yo creo que tenemos todos que cuidar la vida institucional del país y superar sus deficiencias… Finalmente, la ley y las instituciones son las que pueden garantizar la viabilidad de la República.”
Le recuerdo el partido eliminatorio del próximo miércoles contra Estados Unidos y le pido su pronóstico.
—¿Podrá la Selección Mexicana romper el maleficio?
—Yo quiero desearles a todos y cada uno de sus jugadores, y al técnico también, la mejor de las suertes. Éste es uno de esos espacios donde debemos jugar juntos. Todos podemos tener nuestras opiniones del equipo, del color de la camiseta que utilizan, de la estrategia con que salgan a jugar, pero de que aquí la clave es que hay que apoyar con todo a la Selección Mexicana. No me cabe duda, y eso es también lo que pasa con México, podemos discrepar en muchas cosas, pero hay momentos críticos donde todos debemos apoyar las causas superiores…
—¿Independientemente del lugar de nacimiento de los jugadores? ¿Qué piensa usted del tema de los jugadores naturalizados?
—Otra vez, la regla puede opinarse si está bien o mal, pero mientras sea la regla, entonces cuidemos que se acate. Si la ley nos parece mal, cambiémosla, pero prefiero mantenerme en ese criterio de respetar la normatividad; si algo no nos parece, hay manera de cambiarlo.
Antes de terminar, le pregunto por la creciente violencia en el país originada por el crimen organizado, que ahora ha comenzado a usar como objetivo al Ejército. El asesinato del general Mauro Enrique Tello Quiñones evidentemente preocupa y molesta a Calderón.
—Usted dijo al principio de su gobierno que combatir al crimen costaría muchas vidas. ¿Podía imaginar que tantas? ¿Qué piensa del hecho de que ahora estemos viendo militares asesinados, incluso torturados?
—La cifra es muy elevada, pero vale la pena desmenuzar su contenido. De las más de seis mil personas que fueron ejecutadas por el crimen organizado el año pasado, hemos podido ver que casi 90% de ellas tiene un grado de asociación con la delincuencia; es decir, se sabe que son vendedores de droga o han sido sicarios o han estado de alguna manera vinculados a giros negros. También ha habido víctimas inocentes, pero la verdad muchísimas menos que esa cifra tan abrumadora.
“Segundo, 65% de esas víctimas están ubicadas en tres entidades federativas, y, para ser precisos, en tres ciudades: Ciudad Juárez, Culiacán y Tijuana.
“Tercero, la violencia obedece a una confrontación entre dos cárteles, que se están disputando algunas rutas que les quedan, concretamente Ciudad Juárez, de una manera feroz, inhumana, salvaje. No es verdad, como lo hacen ver algunos medios internacionales, que están masacrando en las calles de la Ciudad de México.
“Cuarto, hay un dato significativo: casi 40% de este 90%, arriba del 30% del total de personas fallecidas, los cuerpos no son reclamados. Es decir, la mayoría de estos jóvenes que han sido reclutados sin que sus familiares sepan dónde están o incluso en qué están metidos.”
El Presidente resalta que los índices de criminalidad del país están por debajo de los de otras naciones latinoamericanas, como Guatemala, El Salvador, Colombia, Brasil y Venezuela.
“Lo que pasa dice es que el grado de espectacularidad ha llevado a sobredimensionar el caso de México, y quizá por culpa nuestra o la atención que se tiene sobre el caso México o la razón que sea.”
Pero pese a esa espectacularidad, no todos los días se asesina en México a un general del Ejército en activo. Tampoco ha sido muy común que un procurador estatal, como el quintanarroense Bello Melchor Rodríguez y Carrillo, haga ante los medios una descripción cruda de la tortura que sufrió una persona antes de ser ejecutada.
Calderón lo sabe.
“La muerte del general Tello me indigna, me molesta, me entristece, y por supuesto que estamos investigando con todo”, afirma el Presidente.
“A mí me queda clara una cosa: El general Tello estaba siendo contratado para depurar, para limpiar los cuerpos de seguridad quintanarroenses, específicamente en Cancún.
“Me parece que hay una tarea enorme, porque estamos siguiendo todas las pistas y toda la ruta, y para no aventurarme yo en los detalles de una investigación tan delicada, me queda muy clara una cosa: para poder ganar esta batalla contra la criminalidad necesitamos más corresponsabilidad en las entidades federativas y en los municipios.
“El gobierno federal está haciendo su parte. Muchos gobiernos estatales están haciendo la suya, pero necesitamos que todo mundo haga su parte porque no puede pensarse, ni es justo ni es posible, que se le deje la responsabilidad al gobierno federal.
“No se trata de que la Policía Federal patrulle las calles que debe de patrullar una policía municipal. Creo que la muerte del general Tello está asociada a lo que está ocurriendo, específicamente, en Cancún, y lo vamos a arreglar a como dé lugar. Para ello necesitamos la colaboración del gobernador y del alcalde.”
—¿Hay gobernadores que no están haciendo la tarea?
—No podría juzgar. Me parece que los ciudadanos podrían tener un parámetro más adecuado de ello. En general, yo percibo ánimo y voluntad de todos para hacerlo, pero hay un buen indicador que nos lo irá diciendo: el seguimiento del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, porque se van cumpliendo fechas donde ya corresponde a las entidades federativas el cumplimiento de ciertos compromisos; por ejemplo, la depuración de los mandos policiacos o la instalación de controles de confianza. En la medida en que se vayan cumpliendo estas metas, sabremos cuál es el grado de compromiso de cada una de las entidades federativas”.
El Presidente se pone de pie y se despide. La entrevista ha terminado, pero le quedan cosas por decir. Fuera de grabación, abunda en el tema de la ejecución del general Tello. No puedo violar un off the record, que aunque no es específico, resulta obvio. Sí me siento en libertad de decir que el michoacano está más que consternado y se le nota resuelto a que este homicidio no engrose la larga lista de crímenes impunes.
Felipe Calderón regresa sobre sus pasos, rumbo a su oficina. Su Presidencia tiene mil 393 días por delante. Unas horas después me entero que un vehículo militar ha sido emboscado en Zacatecas; los atacantes usaron armas automáticas y granadas de fragmentación. Y me queda la sensación de que el capítulo más reciente de la confrontación con el crimen organizado apenas está comenzando.
Saluda con amabilidad aunque no demora en sentarse en la silla que le han colocado para la entrevista, al costado de un enorme cuadro del Doctor Atl. Calderón está listo para responder preguntas, y se nota que también tiene ganas de hacerlo.
Es el día 799 de su Presidencia. No me extrañaría que supiera ese dato. A diferencia del desparpajo de su antecesor –quien, a confesión suya, dejaba “encargado el despacho”—, el estilo personal de este Presidente es una formalidad cronometrada.
Hoy se encuentra al timón de una nave que en plena travesía se topó con una tormenta perfecta originada a miles de kilómetros de distancia.
Al tiempo que se afana en maniobrar sobre sus enormes olas, el capitán presta oídos a quienes sostienen que su barco está lleno de hoyos y tiene una máquina a punto de reventar.
Felipe Calderón les ha respondido que la crisis económica no es de manufactura mexicana y que los pronósticos de que el país se irá a pique por el lastre que representan el crimen organizado y la polarización política son infundados, insidia de catastrofistas.
La expresión “Estado fallido”, una etiqueta que le han colgado a México en el extranjero, es la que sacude más el ánimo del Presidente. Se ve que le molesta sobremanera.
Le pregunto por su discurso del día anterior, en Querétaro, en el que llamó a hacer a un lado el alarmismo sobre el futuro, “que ahuyenta inversiones y destruye los empleos que los mexicanos necesitamos”, y dijo que no se vale “buscar laureles a partir de socavar las instituciones”.
—¿Usted cree que hay quienes están apostando contra el país?
—Mi impresión es que sí, pero no es una regla general. Básicamente mi referencia alude a algo muy preocupante y molesto, que se empezó a poner de moda, sobre todo en círculos internacionales, el llamado “Estado fallido”, comparando a México con Pakistán y una serie de cuestiones que son francamente absurdas y ridículas.
Se explica: “En primer lugar, hay un Estado. Un Estado que se organiza conforme a una Constitución; que tiene poderes y funcionan, poderes que son reales y se equilibran. El Poder Judicial está funcionando como nunca. Hoy la Suprema Corte es un garante de la constitucionalidad y la legalidad. El Poder Legislativo también está funcionando, y quizá como nunca, porque en dos años ha hecho más reformas trascendentes que en varias décadas.
“Que tenemos problemas, sí, pero no son nuevos. Lo nuevo es, quizá, que estamos enfrentando esos problemas. Así que no hay tal Estado fallido. Al contrario, hay un Estado funcional, un Estado operando, un Estado trabajando, un Estado que actúa con normalidad, en ciertas áreas con mayor eficacia que en otras.”
—Si no hay Estado fallido, ¿habrá estados fallidos, con minúscula?
—La verdad es que la normalidad democrática en México ha ido creciendo, aunque evidentemente puede haber diversos grados de gobernabilidad, de normalidad democrática en el país. El factor que más se analiza es el de la criminalidad, y, efectivamente, puede haber mayor o menor incidencia y preocupación, según sea el caso.
Crisis económica, crisis de inseguridad, y ahora, encima, un ambiente político polarizado previo a las elecciones de este año. Son tres temas que marcarán cuando menos la primera mitad de la Presidencia de Calderón, y de los que habla ampliamente en esta entrevista.
Hace unos días, una mala traducción en el Foro Económico de Davos, Suiza, hizo decir al Presidente que gobernar es como “estar en el infierno”, cuando en realidad dijo que es “estar en la tierra”.
Le pregunto si la tierra que le tocó gobernar no se parece en estos momentos, aunque sea un poco, al averno.
—No, no tanto —dice Calderón, y esboza una sonrisa. —El refrán se lo escuché por primera vez al diputado Juan José Rodríguez Prats, hace muchos años. Dice, literalmente, que cuando uno está en la oposición, está en el cielo, y que cuando uno está en el gobierno, está en la tierra. Ese es el contexto de lo que dije, y quizá debí decirlo en español.
“La verdad es que uno no escoge la situación en que va a gobernar, y menos como Presidente de la República. Yo creo que un gobernante es afortunado en la medida en que le toque enfrentar desafíos verdaderamente retadores. Por cierto, esa ha sido un poco la historia de mi propia trayectoria política y no estar con situaciones cómodas, y probablemente eso me ha ayudado a seguir adelante. Si los hechos fueran siempre favorables, quizá no tendría la misma capacidad de reacción…
“El hecho es que no me pongo a hacer lamentaciones inútiles y timoratas sobre lo que a mí me hubiera gustado tener. Por ejemplo, recibir la Presidencia en otro contexto, o tener la economía como la recibieron otros o un problema menos crecido en materia de seguridad.
“El caso es que a mí me tocó enfrentar estas circunstancias, y con gusto las enfrento. La clave es no titubear.”
A diferencia de la seguridad pública, la economía no pintaba mal en los inicios del sexenio. El Presidente estaba por cumplir un año en el gobierno, el 22 de noviembre de 2007, cuando declaró en la planta automotriz de Honda, en El Salto, Jalisco, que “pase lo que pase en Estados Unidos”, México no enfrentaría una crisis económica.
Unas semanas después, en febrero de 2008, el secretario de Hacienda había reforzado el optimismo presidencial. Cuando mucho, nos daría un “catarrito”, declaró Agustín Carstens.
—¿Sus funcionarios le han dado la mejor información? —pregunto a Calderón.
—Los pronósticos se mueven día con día. Hay un punto clave dentro de esta crisis, que es la quiebra de Lehman Brothers, en Estados Unidos, en el mes de septiembre. Todos los pronósticos cambiaron a partir de ese hecho. Cambió la perspectiva económica y se generó una crisis de credibilidad, de desconfianza tal que destroza muchas decisiones de inversión, de negocio y de consumo en el mundo, de un modo que todos los pronósticos a nivel internacional tienen que ser revisados.
Calderón explica así las revisiones que Carstens y otros funcionarios han hecho sobre sus propios pronósticos económicos: “Sus estimaciones han seguido el curso de la economía mundial, que, de septiembre a la fecha, ha sufrido un deterioro mayor al previsto”.
—¿Realmente hay modo de saber qué tan prolongada y qué tan profunda va a ser la crisis, o debemos reconocer que no sabemos?
—Se pueden hacer estimaciones, pero mientras no se pueda estabilizar el comportamiento de la economía de Estados Unidos es difícil predecir el comportamiento de la economía mexicana a futuro.
“Las estimaciones sobre el crecimiento económico de Estados Unidos, y, en consecuencia, el de México, han variado drásticamente. Ambos están totalmente asociados porque el grado de vinculación de nuestra economía con la de ellos es muy grande: 80% de nuestras exportaciones va hacia Estados Unidos y una proporción muy alta de la inversión extranjera que recibimos viene de allá.”
Para Felipe Calderón, el deterioro de la economía mundial se detendrá “cuando el gobierno del presidente Barack Obama presente un plan creíble para contener la hemorragia financiera, que es lo primero que hay que arreglar, y para recuperar paulatinamente la capacidad de decisión y de consumo de los estadunidenses”.
Mientras tanto, dice Calderón, “debemos, simple y sencillamente, hacer todo lo que esté en nuestras manos para mitigar el impacto de esa situación económica, y eso es lo que estamos haciendo aquí”.
—Se le ha escuchado a usted optimista. ¿Es porque cree que ese es el papel que corresponde al jefe del Estado o porque tiene datos que indican que no nos irá tan mal como país?
—Yo creo que lo que debo hacer es evitar los extremos, el optimismo y el pesimismo, más aún el catastrofismo, que genera un impacto en la propia economía. Tenemos que ubicarnos en los escenarios probables e, independientemente de lo que digan, hacer lo que nos toca y punto.
El Presidente no duda en calificar la actual situación económica del país como recesiva. “Será una recesión económica, indudablemente”, dice.
Sin embargo, sostiene que el país está preparado para enfrentarla: “Primero, porque tenemos capacidad de maniobra en el gasto público para poner en marcha políticas contracíclicas. Segundo, porque estamos poniendo en marcha una serie de reformas que ponen mejor parada a la economía mexicana, desde la de pensiones hasta la reforma en materia petrolera. Tercero, porque tenemos variables, como las reservas internacionales, que nos permiten, como han hecho en días recientes el Banco de México y la Secretaría de Hacienda, a hacer frente a cualquier maniobra o acción de carácter meramente especulativo, que en otras épocas siempre resultaban devastadoras para el país”.
Imagino la respuesta cuando pregunto al hombre que se definió en campaña como “el Presidente del empleo”, qué le preocupa más cuando piensa en las consecuencias de la crisis económica global.
“Lo que más me preocupa es la posible pérdida de empleos”, dice. “Es donde estamos concentrando el mayor esfuerzo por parte del gobierno. Por ejemplo, gracias al programa de paros técnicos y el programa de apoyo a la economía familiar y el empleo, estamos en posibilidades de preservar la fuente de trabajo de casi 300 mil personas, que es nuestro cálculo por las empresas que tienen problemas en este momento por una reducción drástica de la demanda externa.
“Además —añade—, estamos acelerando los programas de empleo temporal. Estoy revisando dependencia por dependencia y haré un seguimiento que nos permita alcanzar los más de 250 mil puestos de trabajo en esta modalidad.”
Así como ha marcado esta crisis la pérdida de empleos a nivel internacional, también lo ha hecho la extrema avaricia y la ganancia especulativa, señalada como responsable del colapso.
Entre los villanos están ejecutivos de empresas y corredurías que apostaron fuertemente en “operaciones financieras creativas” como los llamados contratos derivados.
—¿Hay culpables de la crisis en México? Vemos grandes consorcios en problemas, como Vitro, Cemex y Comercial Mexicana, que recurrieron a derivados. ¿Podemos también encontrar situaciones de irresponsabilidad a nivel local?
—Aquí la clave es que decisiones que no hayan sido suficientemente cuidadosas o serias o responsables en materia económica, con el país pero especialmente con sus propios accionistas, se tienen que dirimir en el ámbito de responsabilidad de quienes toman esas decisiones.
“Es decir, si una empresa tuvo un comportamiento poco serio, descuidado o imprudente, esa empresa tiene que enfrentar las consecuencias económicas. Lo que el gobierno puede hacer, en todo caso, es evitar una crisis de liquidez, y lo hemos evitado exitosamente, a mi manera de ver, aunque aún no podemos cantar victoria.
“Esas empresas tendrán que responder a sus propios accionistas respecto de las decisiones que han tomado. Ha habido casos notables que sí impactaron el mercado mexicano, como fue Comercial Mexicana, con deudas asociadas a un mercado de derivados imprudente, llegando casi a los seis mil millones de dólares. Cifras de ese monto evidentemente impactan a la empresa y la coyuntura económica mexicana, y naturalmente se traduce en pérdidas que tienen que ser asumidas por la empresa misma.”
—Es decir, el contribuyente mexicano, a través de la acción del gobierno, no entrará a rescatar a personas irresponsables…
—El gobierno no puede ni debe asumir costos o pérdidas que corresponden finalmente a tomadores de decisiones y de inversión privadas. Lo que sí debe hacer el gobierno, y lo está haciendo, es proveer la liquidez que súbitamente fue retirada de los mercados, y eso lo estamos haciendo con muchas empresas y corporaciones en México, ante esta caída abrupta de la economía internacional.
“En el caso de Comercial Mexicana, como en el caso de otras entidades, el gobierno proveyó mecanismos de liquidez, siempre y cuando fueran plenamente soportadas con garantías que cubrieran el riesgo de los contribuyentes mexicanos.”
—Cuando hablamos de crisis económica en México, generalmente pensamos en devaluaciones. Nuevamente estamos viendo un cambio abrupto en el tipo de cambio del peso frente al dólar. Aquí también hay varias explicaciones entre especialistas y autoridades. ¿Cuál es la suya?
—Creo que la explican las depreciaciones de las monedas en todo el mundo. Primero, hay un fenómeno de fondo que se llama flight to quality, o vuelo hacia la calidad. Esto significa que, en un momento de desconfianza brutal como el que está viviendo la economía mundial, todos los inversionistas corren a buscar una inversión, si no rentable, cuando menos que ponga a salvo su dinero. Y, la verdad, están buscando dólares, porque es la moneda de pago en el mundo…
“Una diferencia medular (con lo que ha pasado antes) es que esto no está ocurriendo sólo en México sino en todo el mundo. Todas las monedas, en mayor o menor medida, han sufrido depreciaciones frente al dólar. Es decir, no estamos frente a una depreciación aislada o excepcional.
“Otra, es que el tipo de cambio flexible todos los días está amortiguando los movimientos que se van presentando en los mercados. Y una más es que, antes, las crisis comenzaban porque nos quedábamos sin reservas, y ahora, a pesar de las intervenciones del Banco de México en el mercado cambiario, la verdad es que las reservas permanecen en niveles récord, bordando los 90 mil millones de dólares. Es una marca muy robusta y una diferencia diametral respecto de otras devaluaciones.”
Calderón parece confiado en que el país ha hecho lo suficiente para resistir la tormenta financiera. Que pese al escepticismo en casa y el extranjero sobre la fortaleza de México, las medidas tomadas por su gobierno, como el Acuerdo Nacional a Favor de la Economía Familiar y el Empleo que realmente no fue un acuerdo, pues, fuera del gobierno federal, nadie más se ha comprometido a nada específico, harán menos traumática la pérdida de ingresos fiscales y de fuentes de trabajo por consecuencia de la crisis mundial.
Informa que en los próximos días enviará al Congreso de la Unión su iniciativa, anunciada el 7 de enero, para aumentar la porción del fondo de ahorro para el retiro de la que pueden disponer los trabajadores en cesantía.
—¿Hace falta una ley anticrisis, como plantean algunos legisladores?
—Bueno, hablan de una “ley de emergencia”… Me parece que son atinados sus comentarios en ciertos aspectos. Hay demasiadas cláusulas que impiden la toma de decisiones ágiles en el gobierno.
“Tenemos que tener mecanismos que le permitan al Estado recuperar rápidamente las cosas de utilidad pública sin tener que recurrir necesariamente a los mecanismos de expropiación. Por ejemplo, un margen mayor de maniobra en las negociaciones con quienes son propietarios de derechos o cosas de ese tipo.”
La conversación pasa a la relación con el Congreso, un terreno que Calderón conoce bien por su trayectoria política. Ya dijo en la entrevista que el Legislativo está funcionando como nunca antes. Le pregunto si el actual periodo ordinario de sesiones, que coincide con el arranque del proceso electoral federal, será propicio para los acuerdos.
“Me parece que tenemos que seguir avanzando en materia de reforma democrática”, dice el Presidente. “Lo que estamos haciendo es someter a la economía mexicana a una transformación… y creo que hay que profundizar en las reformas que ya hemos hecho y avanzar en otras”.
Una de ellas le parece especialmente importante:
“En el ámbito laboral, (tenemos que ver) cómo podemos hacer para mejorar las condiciones de los trabajadores. Es decir, si lo que buscamos en una reforma laboral es precisamente preservar mejor las condiciones de trabajo en el país, en un contexto de enorme presión sobre el empleo a nivel mundial, pues con mayor razón. Debemos mejorar las condiciones que permitan una incorporación rápida, con mecanismos mucho más atenuados para el mercado laboral, que evite precisamente la dificultad en la creación de nuevos empleos, y otras reformas que den competitividad y propicien inversiones en la economía.”
Hace dos llamados a la oposición parlamentaria.
El primero: “Podemos discrepar sobre su orientación y profundidad, pero tenemos que ir planteando todas esas reformas, y no por la crisis debemos detenerlas. Al contrario, mi opinión es que precisamente en estos momentos críticos hay que acelerar el paso”.
Y el segundo: “Que ya me aprueben las iniciativas que he enviado”, entre ellas, las leyes sobre narcomenudeo, lavado de dinero y extinción de dominio.
—¿Trae puestos los guantes, Presidente? La oposición quiere verlo abajo del ring, supongo que quiere decir que usted ya se subió…
—Mi tarea es ser el jefe de Estado y no un contendiente en la competencia política, y así va a ser. Sin embargo, eso no quiere decir que el Presidente no pueda opinar, informar y precisar, sin pleito con nadie. Así que yo ofrezco conciliación y colaboración, sin menoscabo de puntualizar y precisar lo que sea del interés de los ciudadanos.
—Pero le serviría una mayoría en la Cámara de Diputados…
—Honestamente, sí, sin que eso implique que me involucre en la contienda electoral. Es razonable decir que la funcionalidad y la propia gobernabilidad para el Ejecutivo sean mucho más amplias en la medida en que sea más amplio el soporte que tenga en el Poder Legislativo.
“En otras palabras, en un régimen democrático lo deseable para poder llevar adelante un programa de gobierno es contar con mayoría en el Congreso. Es una aspiración legítima, pero debe asumirse con el cuidado de una democracia tan exigente como la mexicana, sobre todo estableciendo límites a las acciones del Presidente.
“Sin embargo, yo no puedo engañar a nadie: cualquier presidente desearía tener un respaldo amplio en el Congreso. Y si es mayoritario, qué bueno, y si no, por lo menos lo más amplio posible.”
—Hay quienes creen que el cumplimiento de su instrucción al gabinete de aplicar el gasto, hacer obra y lanzar licitaciones para hacer frente a la crisis, se está reservando para tiempos más cercanos a la elección.
—La verdad, no es así. Por supuesto, las dependencias cumplen con diferente grado de velocidad y mi tarea será, desde luego, impulsar, presionar y exigir… para no usar un verbo más duro… para que las dependencias cumplan con el compromiso presupuestal.
“Hay muchas que están cumpliendo bien. Otras, veo que tienen deficiencias, y nada mejor que la presión de la opinión pública y del propio jefe para que cumplan con su cometido.”
—¿Qué piensa del uso propagandístico que está haciendo el PAN de los programas sociales, como el Seguro Popular?
—Es un tema muy delicado, que yo espero que sea clarificado por la autoridad electoral. Lo que a mí me queda claro es que ni yo ni mis funcionarios, y tampoco los gobernadores y sus funcionarios, podemos ni debemos utilizar los programas públicos en beneficio de un partido.
“Por otra parte, tiene que resolverse este dilema: los partidos de oposición, por ejemplo, tienen todo el derecho y la obligación de cuestionar al gobernante en una contienda electoral, así es la democracia. Los partidos que ganan las elecciones tienen el derecho y el deber de apoyar los programas de gobierno. Es una obviedad que, en este contexto de suspicacia y de sensibilidades, ojalá pueda resolver la autoridad.
“Dicho en otras palabras: así como un partido de oposición puede criticar, y seguramente criticará, al Presidente, también es entendible que el partido al cual pertenece y que lo postuló a la Presidencia, diga ‘Yo respaldo al Presidente’ o ‘Yo te pido el voto para respaldar al presidente en la Cámara de Diputados’, por ejemplo.
“Ésa no es tarea que deba hacer el gobernante, pero la tarea de los partidos políticos, para convencer a su electorado de votar por ellos, tiene que ver precisamente en una definición elemental de cuál va a ser su relación con el Poder Ejecutivo.”
—Por otro lado, usted es aficionado al futbol. ¿Qué le parece, como espectador, que se interrumpa un partido transmitiendo anuncios del IFE y de los partidos políticos?
—Me parece desde luego mal, y espero que se corrija. También me parece mal que, sea cual sea la causa de esta deficiencia, sea la ley o la interpretación de la misma, se utilice esto para desprestigiar a instituciones democráticas como el IFE o la ley misma.
“Yo creo que tenemos todos que cuidar la vida institucional del país y superar sus deficiencias… Finalmente, la ley y las instituciones son las que pueden garantizar la viabilidad de la República.”
Le recuerdo el partido eliminatorio del próximo miércoles contra Estados Unidos y le pido su pronóstico.
—¿Podrá la Selección Mexicana romper el maleficio?
—Yo quiero desearles a todos y cada uno de sus jugadores, y al técnico también, la mejor de las suertes. Éste es uno de esos espacios donde debemos jugar juntos. Todos podemos tener nuestras opiniones del equipo, del color de la camiseta que utilizan, de la estrategia con que salgan a jugar, pero de que aquí la clave es que hay que apoyar con todo a la Selección Mexicana. No me cabe duda, y eso es también lo que pasa con México, podemos discrepar en muchas cosas, pero hay momentos críticos donde todos debemos apoyar las causas superiores…
—¿Independientemente del lugar de nacimiento de los jugadores? ¿Qué piensa usted del tema de los jugadores naturalizados?
—Otra vez, la regla puede opinarse si está bien o mal, pero mientras sea la regla, entonces cuidemos que se acate. Si la ley nos parece mal, cambiémosla, pero prefiero mantenerme en ese criterio de respetar la normatividad; si algo no nos parece, hay manera de cambiarlo.
Antes de terminar, le pregunto por la creciente violencia en el país originada por el crimen organizado, que ahora ha comenzado a usar como objetivo al Ejército. El asesinato del general Mauro Enrique Tello Quiñones evidentemente preocupa y molesta a Calderón.
—Usted dijo al principio de su gobierno que combatir al crimen costaría muchas vidas. ¿Podía imaginar que tantas? ¿Qué piensa del hecho de que ahora estemos viendo militares asesinados, incluso torturados?
—La cifra es muy elevada, pero vale la pena desmenuzar su contenido. De las más de seis mil personas que fueron ejecutadas por el crimen organizado el año pasado, hemos podido ver que casi 90% de ellas tiene un grado de asociación con la delincuencia; es decir, se sabe que son vendedores de droga o han sido sicarios o han estado de alguna manera vinculados a giros negros. También ha habido víctimas inocentes, pero la verdad muchísimas menos que esa cifra tan abrumadora.
“Segundo, 65% de esas víctimas están ubicadas en tres entidades federativas, y, para ser precisos, en tres ciudades: Ciudad Juárez, Culiacán y Tijuana.
“Tercero, la violencia obedece a una confrontación entre dos cárteles, que se están disputando algunas rutas que les quedan, concretamente Ciudad Juárez, de una manera feroz, inhumana, salvaje. No es verdad, como lo hacen ver algunos medios internacionales, que están masacrando en las calles de la Ciudad de México.
“Cuarto, hay un dato significativo: casi 40% de este 90%, arriba del 30% del total de personas fallecidas, los cuerpos no son reclamados. Es decir, la mayoría de estos jóvenes que han sido reclutados sin que sus familiares sepan dónde están o incluso en qué están metidos.”
El Presidente resalta que los índices de criminalidad del país están por debajo de los de otras naciones latinoamericanas, como Guatemala, El Salvador, Colombia, Brasil y Venezuela.
“Lo que pasa dice es que el grado de espectacularidad ha llevado a sobredimensionar el caso de México, y quizá por culpa nuestra o la atención que se tiene sobre el caso México o la razón que sea.”
Pero pese a esa espectacularidad, no todos los días se asesina en México a un general del Ejército en activo. Tampoco ha sido muy común que un procurador estatal, como el quintanarroense Bello Melchor Rodríguez y Carrillo, haga ante los medios una descripción cruda de la tortura que sufrió una persona antes de ser ejecutada.
Calderón lo sabe.
“La muerte del general Tello me indigna, me molesta, me entristece, y por supuesto que estamos investigando con todo”, afirma el Presidente.
“A mí me queda clara una cosa: El general Tello estaba siendo contratado para depurar, para limpiar los cuerpos de seguridad quintanarroenses, específicamente en Cancún.
“Me parece que hay una tarea enorme, porque estamos siguiendo todas las pistas y toda la ruta, y para no aventurarme yo en los detalles de una investigación tan delicada, me queda muy clara una cosa: para poder ganar esta batalla contra la criminalidad necesitamos más corresponsabilidad en las entidades federativas y en los municipios.
“El gobierno federal está haciendo su parte. Muchos gobiernos estatales están haciendo la suya, pero necesitamos que todo mundo haga su parte porque no puede pensarse, ni es justo ni es posible, que se le deje la responsabilidad al gobierno federal.
“No se trata de que la Policía Federal patrulle las calles que debe de patrullar una policía municipal. Creo que la muerte del general Tello está asociada a lo que está ocurriendo, específicamente, en Cancún, y lo vamos a arreglar a como dé lugar. Para ello necesitamos la colaboración del gobernador y del alcalde.”
—¿Hay gobernadores que no están haciendo la tarea?
—No podría juzgar. Me parece que los ciudadanos podrían tener un parámetro más adecuado de ello. En general, yo percibo ánimo y voluntad de todos para hacerlo, pero hay un buen indicador que nos lo irá diciendo: el seguimiento del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, porque se van cumpliendo fechas donde ya corresponde a las entidades federativas el cumplimiento de ciertos compromisos; por ejemplo, la depuración de los mandos policiacos o la instalación de controles de confianza. En la medida en que se vayan cumpliendo estas metas, sabremos cuál es el grado de compromiso de cada una de las entidades federativas”.
El Presidente se pone de pie y se despide. La entrevista ha terminado, pero le quedan cosas por decir. Fuera de grabación, abunda en el tema de la ejecución del general Tello. No puedo violar un off the record, que aunque no es específico, resulta obvio. Sí me siento en libertad de decir que el michoacano está más que consternado y se le nota resuelto a que este homicidio no engrose la larga lista de crímenes impunes.
Felipe Calderón regresa sobre sus pasos, rumbo a su oficina. Su Presidencia tiene mil 393 días por delante. Unas horas después me entero que un vehículo militar ha sido emboscado en Zacatecas; los atacantes usaron armas automáticas y granadas de fragmentación. Y me queda la sensación de que el capítulo más reciente de la confrontación con el crimen organizado apenas está comenzando.