13 jul 2008

Vargas Llosa

Operación Jaque/ Mario Vargas Llosa
Publicado en EL PAÍS, 13/07/08;
La liberación de Ingrid Betancourt, junto con tres norteamericanos y 11 militares colombianos que llevaban muchos años como rehenes de las FARC, ha sido una hazaña de corte cinematográfico -la destreza, audacia y perfección del rescate hacía pensar en las proezas de Jack Bauer, el héroe de 24- por la que hay que felicitar, antes que a nadie, al presidente Álvaro Uribe, luego a su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, y a los anónimos oficiales de inteligencia de las Fuerzas Armadas de Colombia que la diseñaron y ejecutaron.
Esto parece obvio pero no lo es, pues cualquiera que haya ojeado la prensa y escuchado a los medios aquí en Europa en la última semana, diría que el verdadero héroe de la operación ha sido el presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien, sin haber intervenido para nada en la Operación Jaque -así fue bautizado el salvamento-, salvo para obstruirla y demorarla, es quien hasta ahora le ha sacado mayor provecho publicitario. Pero, ya sabemos, la política y los políticos son así.
El rescate no sólo pone fin a los indescriptibles padecimientos a que fueron sometidos a lo largo de muchos años Ingrid Betancourt y sus compañeros de cautiverio en manos de la organización narcoterrorista en que se han convertido las FARC. Además, pone en evidencia la naturaleza criminal y sádica de esta guerrilla para la que hasta apenas ayer el presidente Chávez, de Venezuela, con amplios apoyos en América Latina y en Europa, pedía la legitimación política internacional y que fuera borrada de la lista de partidos, movimientos y grupúsculos terroristas en que aparece, en lugar prominente, en la Unión Europea, los Estados Unidos y la comunidad de países democráticos. Después de haber escuchado el testimonio de la propia Ingrid Betancourt sobre las condiciones en que transcurrió su cautiverio y la conducta y actitudes de sus verdugos, esperemos que nadie -nadie que no sea imbécil o cómplice, se entiende- pretenda todavía presentar a las FARC como un romántico movimiento de idealistas que ha tomado las armas para luchar por la justicia y la igualdad de los colombianos.
Pero la conclusión política más importante que se desprende de la Operación Jaque es la lucidez de visión y el coraje de ese gran estadista latinoamericano que es Álvaro Uribe, el primer gobernante colombiano que, enfrentándose para ello no sólo a sus naturales enemigos -la guerrilla terrorista, el extremismo antidemocrático, los comunistas, Cuba, la Venezuela de Chávez y la internacional de tontos útiles al servicio de la revolución para América Latina-, sino también a los gobiernos y partidos democráticos de buena parte del mundo que lo demonizaron y acosaron sin descanso todos estos años, ha demostrado en los últimos meses que las FARC no eran invencibles, ni siquiera populares, y que podían ser militarmente derrotadas, con el beneplácito y la resuelta colaboración del pueblo colombiano. No es de extrañar que Uribe, cuya discreción y casi mudez luego del rescate han sido casi totales, a diferencia del aprovechamiento frenético que ha hecho de él el mandatario francés, goce ahora de un 90% de popularidad, seguramente el más alto porcentaje de respaldo a un gobernante democrático en el mundo entero.
En las decenas de artículos y comentarios que he visto, leído u oído en la prensa a lo largo de la semana referidos a la liberación de Ingrid Betancourt, no he visto uno solo que recuerde la insolencia y la insistencia con que el Gobierno francés exigió al mandatario colombiano que evitara las acciones militares contra las FARC, y que diera muestras de apaciguamiento y buena voluntad contra la pandilla de asesinos, torturadores, secuestradores y narcotraficantes que anida bajo esas siglas, incluso liberando a uno de sus jerarcas, y las simpatías que mereció en la comunidad internacional la intromisión del presidente Chávez, de Venezuela, y sus afirmaciones de que sólo él era capaz de conseguir la liberación de los rehenes en manos de las FARC (sus amigos y cómplices, como demostraron los ordenadores capturados en el campamento de Raúl Reyes).
Nadie se acuerda ya, por lo visto, de que el Parlamento Europeo perpetró la ignominia, hace muy pocos años, de recibir al presidente Uribe con un bosque de carteles de vituperios en manos de diputados socialistas, comunistas y hasta algunos liberales, como a un enemigo de los derechos humanos, y que Al Gore, cuando era vicepresidente de Estados Unidos, se negó a reunirse con él, alegando la misma razón. América Latina ha servido siempre a politicastros europeos y norteamericanos, y buen número de intelectuales, supuestamente demócratas, para darse un disfraz progre y una buena conciencia revolucionaria sin riesgo alguno. Es verdad que la capacidad del extremismo antidemocrático de izquierda para desacreditar y satanizar a sus adversarios es casi infinito, y, por ello, buen número de gobernantes y políticos latinoamericanos, temerosos de ser víctimas de esas campañas de desprestigio montados por la extrema izquierda, ceden y se dejan manipular y paralizar por unas supuestas fuerzas populares que, a menudo, como las FARC, resultan ser, a la postre, unos gigantes con pies de barro.
El presidente Álvaro Uribe no pertenece a esa clase de políticos acomodaticios, pusilánimes y sin principios que tanto abundan en América Latina. Desde que asumió el gobierno, dejó muy en claro que, en nombre de la legalidad y de la democracia, se enfrentaría a la guerrilla terrorista con resolución, a la vez que dejándole siempre una puerta abierta para negociar su rendición. Las fantásticas campañas lanzadas contra él en Colombia y en el exterior, y los atentados contra su vida, no lo hicieron cambiar un milímetro en esta línea de conducta que, muy pronto, fueron haciendo suyos sectores cada vez más amplios de la sociedad colombiana, a medida que, como resultado de aquella política, el Estado recuperaba las carreteras y regiones enteras del país, y un sentimiento de esperanza echaba raíces en la población. La Operación Jaque es la culminación de aquel progreso en la lucha contra la barbarie y el terror, y un ejemplo de lo que debe ser la conducta de un gobernante democrático frente a quienes han desatado una guerra a muerte contra la democracia y la libertad.
La lucha de Uribe contra el terror se ha llevado a cabo sin menoscabar en lo más mínimo la libertad de prensa, la independencia del poder judicial, la oposición parlamentaria y extraparlamentaria, y haciendo al mismo tiempo un esfuerzo continuo para desarmar a las fuerzas paramilitares y combatir la corrupción, muy extendida por desgracia en el aparato político y estatal, y aun en su propio entorno. Aunque ha habido errores y fallos, también en estos campos el progreso ha sido considerable, como lo comprueba cualquiera que vaya a Colombia y viaje por el país y hable con la gente, y lo haga con el espíritu abierto y sin prejuicios. Yo lo he hecho, varias veces en estos años, y cada vez tuve la impresión de que había un avance considerable y que no sólo la esperanza, también las instituciones y la economía mejoraban y las FARC retrocedían. Por eso me parecía una injusticia atroz que el gobernante democrático que con más talento y valentía defendía la libertad en América Latina tuviera en la escena internacional menos consideración y respeto que demagogos pintorescos y ruinosos para sus países como Evo Morales o Hugo Chávez.
¿Cambiarán ahora las cosas? Confiemos en que, por lo menos, algunos ingenuos abran los ojos y entiendan de veras lo que pasa en Colombia. Que la liberación de Ingrid Betancourt y sus 14 compañeros de martirio no fue una casualidad ni un milagro, sino consecuencia de una política inteligente, audaz y firme en defensa de la libertad. La única que corresponde a un gobierno democrático que no quiere suicidarse y entregar a su país al absolutismo y al terror.
¿Qué ocurrirá ahora? Si quisiera reelegirse por tercera vez, Uribe lo conseguiría con absoluta facilidad. Esperemos que no lo haga y que se retire al término de su mandato, para que no se diga de él que la codicia de poder enturbió la formidable tarea que ha realizado. Ahora ya sabe que sí hay en Colombia quien puede reemplazarlo con éxito en la política que ha llevado a cabo. Juan Manuel Santos, su ministro de Defensa, ha sido, en todo este tiempo, un colaborador, leal y tan firme como él en el objetivo por alcanzar, que es la pacificación de Colombia y el fortalecimiento de su democracia. Ambos están ahora más cerca que nunca en las últimas décadas.

Ricardo Alemán en favor de Raúl Trejo

Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán,
Publiado en EL Universal, 13 de julio de 2008;
Libre expresión y... réplica censurada
Ejemplo de violación al derecho de réplica
Nadie sabe lo que va a ocurrir cuando la Suprema Corte resuelva sobre los amparos de notables respecto a la cuestionada enmienda al 41 constitucional, que según unos limita la libre expresión y que para otros es un ejemplo de equidad en tiempos electorales.
Lo cierto es que de suyo es un éxito para los que reclaman la primera premisa —que la reforma vulnera formas de la libre expresión— el hecho de que la constitucionalidad de esa parte de la reforma se haya logrado por la mínima diferencia de solo un voto del pleno de la Corte, lo que nos enseñan que el tema va mucho más allá del máximo tribunal.
Pero esa es sólo la primera buena noticia para los notables que apelan a la intervención de la Corte para que se pronuncie a favor de su causa. Y es que los integrantes del máximo tribunal decidieron dar entrada al amparo que promovieron —además de poderosos capitanes de empresa— quienes insisten que es inconstitucional la prohibición propuesta por el artículo 41 constitucional —aprobada en las recientes reformas electorales— que limita a cualquier persona que pretenda comprar espacios en radio y televisión para opinar sobre cuestiones electorales.
La Corte, como dijimos, dio entrada al amparo —lo que de suyo debe ser entendido como otro paso positivo—, que resolverá en definitiva al concluir el periodo vacacional vigente del Poder Judicial. Y como es común en este tipo de temas, todos se hacen la misma pregunta. ¿Qué va a pasar? En realidad nadie lo sabe, pero lo que sí sabemos todos es que en torno al tema han aparecido preocupantes excesos, inaceptables mentira mediáticas y —ya en el extremo de la intolerancia y la inconsecuencia— resulta que uno de los diarios que más apasionadamente defiende la libertad de expresión quedó exhibido en su triste realidad: mercenario de la libre expresión y, al mismo tiempo, un feudo incapaz de reconocer el derecho de réplica. Pero vamos por partes.
ACLARACIÓN
Primero debemos aclarar que el autor de este espacio argumentó y defendió —y sigue argumentando y defendiendo— que es contraria a la libertad de expresión la reforma al artículo 41 de la Carta Magna, en donde de prohíbe a quienes tienen una opinión y dinero para expresarla —clase social que la siempre vendible simplificación popular identifica como “los ricos”— pagar un comentario, una crítica u opinión sobre tal o cual partido, candidato o fuerza política en contienda durante los tiempos electorales.
Al autor de este espacio le parece que si bien esa prohibición ya era parte de la legislación electoral, al llevarla a la Constitución en realidad lo que se consigue no es garantizar su cumplimiento, sino que se mutilan partes esenciales de una libertad fundamental; la de expresión, que tiene su fundamento precisamente en la llamada “opinión pública”, concepto que nadie quiere reconocer en México, que pocos quieren aceptar, y cuyas leyes —en su concepción básica de leyes naturales— se violan con esa norma de la Carta Magna mexicana.
En este espacio creemos que “el Estado policía” es la negación del Estado, y que el asunto se puede resolver rescatando la concepción primera del Estado; velar por libertades, derechos y la defensa de los bienes y la vida de las personas. Es decir, si el problema es que los ricos, por su poder económico, son los únicos capaces de pagar propaganda cara para denostar a sus adversarios, la solución no está en impedir que ello paguen, sino en convertir en un recurso gratuito, al alcance de todos el acceso a la publicidad en tiempos electorales —acceso a los medios—, cuya gratuidad sería como la reglamentación del consumo de bebidas alcohólicas en tiempos de la prohibición.
Si el problema son los ricos, hagamos gratuito el acceso de todos a los medios en tiempos electorales; ricos y pobres podrán acceder a espacios en radio y televisión, en igualdad de condiciones y bajo las reglas elementales de respetar a terceros, de no faltar a la verdad, de no mentir ni difamar. Pero el asunto va más allá. Otro de los problemas que presenta la nueva legislación electoral es que obliga al IFE a crear un monstruo burocrático para verificar que partidos y candidatos violen la nueva ley. Es decir, de nueva cuenta se crea la trampa para ese círculo de la zanahoria y el garrote. El asunto se puede resolver si, en cambio, el IFE sólo actuar a partir de una denuncia ciudadana, probada y confirmada. Pero eso no será posible porque de lo que se trata es de construir un “estado policía”, no un Estado en donde la razón de ser, el centro y el origen sea el ciudadano.
EXCESOS
Así pues, aquí no estamos con los notables, tampoco con los capitanes de empresa y menos con las televisoras y concesionarios de radio que han emprendido una vulgar campaña mediática que pretende hacer creer que la reforma al 41 constitucional es lo más parecido a la violación estalinista de la libertad de expresión. ¿Quiénes son los barones de la radio y la televisión para hablar de libertad de expresión, para reclamar censura?
Todos saben —pero pocos lo aceptan y lo reconocen— que entre los más poderosos concesionarios de la tv privada —sobre todo Televisa y TV Azteca— y las más fuertes familias que controlan la radio, están los más groseros e incongruentes censores y violadores de la libre expresión Todos los días se “muerden la lengua”, “escupen para arriba” y dan muestras formidables de incongruencia, porque lo que les importa es la renta de sus negocios familiares. Gritan a los cuatro vientos que el Estado aprobó una ley que censura y promueve la violación a la libre expresión, pero a cada minuto esos medios censuran, atentan contra la libre expresión, negocian, se prestan a “insultantes chanchullos” mediáticos.
Pero la incongruencia no sólo está en la radio y la televisión. También en algunos diarios. Hace ocho días, en su colaboración para Reforma, el estudioso de la cosa política preocupado por libertades fundamentales, pero también colaborador de Televisión Azteca, Jaime Sánchez Susarrey, dedicó su artículo semanal a la defensa de la tesis de los notables en torno a que el 41 constitucional significa una violación a la libre expresión. Pero no fue todo, cuestionó con severidad, con argumentos más hepáticos que razonables y en tono insultante e intolerante a uno de lo más reputados y reconocido experto del estudio de los medios, Raúl Trejo Delarbre.
Sánchez Susarrey, en tanto practicante del género de opinión, tiene el derecho de creer, pensar y decir lo que le plazca de la citada reforma y de los estudiosos de los medios, como Trejo Delarbre. Pero también el aludido tiene el derecho de reclamar su derecho constitucional de réplica. Pero en Reforma le negaron ese derecho, lo que coloca a Sánchez Susarrey en situación de misil y “protegido a ultranza”. ¿Con qué cara ese diario reclama al Estado la reforma al 41 constitucional?. Intolerancia en los extremos. Ayer de izquierda, hoy de la derecha.
LOS ESCENARIOS
Si la Corte acepta los amparos, éstos serán resueltos por un juez, y su resolución revisada por La Corte. Nadie sabe lo que pasará, pero todos vemos penosos espectáculos. Al tiempo.

La crítica de Sánchez Susarrey a Trejo

El profesor (Raúl) Trejo/Jaime Sánchez Susarrey
Publicado en Reforma, 05-Jul-2008;
"Inquietos intelectuales", así titula Raúl Trejo su artículo en La Crónica, el pasado 3 de julio. Contra su estilo parsimonioso y prudente, el profesor de la UNAM elaboró en esta ocasión una diatriba para descalificar el amparo que han solicitado 15 intelectuales a la Suprema Corte de Justicia de la Nación contra la reforma electoral aprobada el año pasado. La irritación lo llevó, incluso, a desempolvar un viejo mecanismo mental y argumentativo que usaba recurrentemente la izquierda comunista en la era stalinista. Pero, además, hay una serie de aberraciones, imprecisiones y confusiones en el texto que merecen un examen detallado.
El profesor Trejo inicia su alegato con un señalamiento malicioso: "No les ha inquietado (a los 15 intelectuales) -dice- los nada desinteresados respaldos que esa causa ha encontrado en los consorcios comunicacionales. Tratándose de ciudadanos tan inteligentes y atentos a los asuntos públicos, esa coincidencia tendría que estarles preocupando pero no parece que ocurra así".
¡Exacto! No importa lo que se reclama, sino quién apoya y a quién le favorece. Stalin redivivo. Es lo mismo que se decía de las críticas a la URSS y, luego, al régimen de Fidel Castro en los años sesenta y setenta. Las consecuencias políticas de denunciar los crímenes y la opresión bajo el socialismo real beneficiaban al imperialismo yanqui. No verlo y no pensar en las consecuencias políticas de semejantes posicionamientos era, en el mejor de los casos, un acto de ingenuidad y, en el peor, una forma de complicidad.
Fue, justamente, con ese tipo de razonamientos que Octavio Paz fue calificado como un intelectual de derecha que estaba al servicio del imperialismo. Por eso su efigie fue quemada en un acto de protesta en 1984 frente a la embajada de Estados Unidos al grito de "¡Reagan, rapaz, tu amigo es Octavio Paz!". Y poco antes esa misma izquierda, que defendía la estatización de la banca en 1982, señaló a Paz y a quienes se opusieron a la medida, como cómplices de los banqueros y enemigos del Estado y del pueblo mexicano.
Pero el profesor Trejo no sólo recicla este mecanismo mental totalitario, también innova y lleva más lejos su argumentación: "El apartado que inquieta a Los Quince, lejos de trastocar los valores de esa democracia los solidifica. Se trata de que el peso del dinero de quienes podrían contratar espacios en radio y televisión no se convierta, como ya ha sucedido en México, en un factor disruptivo de tal equidad". Y más adelante: "A los quejosos no se les limitan sus posibilidades de expresión en ningún medio. Lo único que no podrán hacer es pagar dinero por opinar en medios electrónicos".
Hay que señalar, de entrada, la imprecisión. El que a algunos de los "quejosos", como dice el profesor, que laboran en medios de comunicación no se les limite la libertad de opinar, no modifica el hecho de que ese derecho se le conculca al resto de los ciudadanos. Y si, por alguna razón, esa relación contractual de algunos de los "quejosos" con los medios se rompiera, los intelectuales en cuestión perderían el privilegio de manifestar sus ideas en la radio y la televisión.
Y eso, justamente, es lo que resulta inaceptable. ¿Con qué derecho la partidocracia confisca el debate político intelectual en tiempos electorales y deja a los ciudadanos en calidad de sujetos pasivos y mudos? No menos falaz es la idea de que el dinero será el que rompa la equidad. Las elecciones recientes demuestran que los empresarios, como todos los ciudadanos, son plurales y no se alinean en un solo sentido.
Pero eso no es lo peor. La ley que el profesor Trejo defiende le hubiera conferido a Hitler en Alemania completa impunidad. Y algo más. Porque esa misma ley prohíbe que otros partidos y candidatos lancen acusaciones y críticas contra sus adversarios. Así que en 1933 nadie hubiera podido decir pío contra la afirmación de la supremacía de la raza aria ni contra la existencia de una conspiración mundial de los judíos. De hecho, cualquier spot en el radio (dado que no había televisión) del partido socialdemócrata, o de la comunidad judía, denunciando el peligro que Hitler representaba para Alemania y el mundo hubiese sido sacado del aire por violar la Constitución.
Pero Trejo no reconoce ni percibe ninguno de esos peligros. Muy al contrario, él se erige a sí mismo en el censor de lo que es bueno y malo para la democracia: "Y en los espacios -dice- que no se podrán contratar podría haber no sólo mensajes edificantes y nobles, sino, antes que nada, de acuerdo a la experiencia mexicana reciente, muy lejanos de los principios democráticos".
Don Raúl no tuvo el espacio suficiente, o la bondad, para comunicarnos cuáles son esos principios democráticos que deben regir el contenido de la propaganda política. Supongo que entre ellos está, como lo señala la ley, que ningún partido puede deslustrar (nótese bien: quitarle brillo) a los otros candidatos o al resto de los partidos. Pero el contrasentido de semejante disposición cae por su propio peso: para que haya debate y confrontación de proyectos y programas debe quitársele lustre al adversario y denunciar que su propuesta no sirve o es inviable.
Y ya en el colmo del delirio, el profesor hace un reconocimiento y formula un reproche: "Es una pena que demeriten indirectamente ese notable trabajo (que han hecho los 15 notables, JSS) al sostener que la falta de spots en la televisión y radio impedirá la circulación de ideas en la sociedad mexicana: como si las ideas y la creatividad que varios de ellos han aportado a la cultura y la deliberación mexicanas pudieran reducirse a 20 segundos en la televisión".
¡Wow! Don Raúl no puede ser más severo, pero tampoco más obtuso. Porque no en 20 segundos, sino en menos, se puede decir: E=mc al cuadrado, Hitler consumó el holocausto, Stalin asesinó a millones de kulaks, Hugo Chávez es un peligro para América Latina, las FARC son una organización terrorista vinculada al narcotráfico, Octavio Paz tenía razón: el socialismo real fue una experiencia monstruosa, la estatización de la banca en 1982 fue una estupidez, etcétera, etcétera y etcétera. Ninguna de esas frases es falsa, si bien todas son breves. Pero aun cuando fueran falsas, ni los profesores ni un grupito de burócratas (atrincherados en el IFE) tienen el derecho de impedir que los ciudadanos las escuchen, las vean y disciernan por sí mismos la verdad o mentira que encierran.
En suma, el profesor Trejo tiene convicción de que los ciudadanos deben ser tutelados por la autoridad. No entiende ni entenderá jamás el derecho a la libertad de expresión.

La carta de Raúl Trejo Delarbre

Los editores del diario Reforma decidieron censurar la carta que dirigí a ese periódico en respuesta a un artículo del sr. Jaime Sánchez Susarrey, en donde se me menciona de manera calumniosa y que apareció el sábado 5 de julio en ese y otros diarios del mencionado grupo editorial.
Aunque había convenido con un funcionario del diario el espacio que podría tener mi respuesta, los editores del periódico consideraron posteriormente que era demasiado extensa. La Ley de Imprenta, en su artículo 27, establece que los periódicos están obligados a publicar respuestas de las personas aludidas en artículos aparecidos en ellos siempre y cuando no tengan una extensión mayor al doble del texto en donde se hizo tal alusión. La respuesta que envié a Reforma tenía exactamente las mismas dimensiones del texto de Sánchez Susarrey.
Me parece que la decisión de Reforma es una acto de censura. Además, al negarse a publicar mi rectificación, los editores de ese diario convalidan las descalificaciones que me dirigió Sánchez Susarrey.
Creo que es muy preocupante que un diario con reputación de seriedad como la que ha querido construir Reforma viole la Ley de Imprenta de manera tan flagrante.
Al final de este texto reproduzco la carta censurada por Reforma. Les pido a quienes estén de acuerdo con mi derecho a responder a las alusiones que se me hicieron en ese periódico que se sirvan reenviar este correo a todas las personas que consideren pertinente.
Finalmente, les ofrezco una disculpa a quienes reciban este mensaje en más de una ocasión.
Raúl Trejo Delarbre
http://raultrejo.tripod.com
http://mediocracia.wordpress.com
http://sociedad.wordpress.com
http://lared.wordpress.com
México D.F., 7 de julio de 2008
Sr. Lázaro Ríos
Director General Editorial
Periódico Reforma
Presente
Señor Director:
El profesor Jaime Sánchez Susarrey desparrama descalificaciones en su artículo del 5 de julio en Reforma dedicado a polemizar con el texto que a mi vez publiqué el día 3, como todos los jueves, en La Crónica. En su enjundioso artículo me llama totalitario, censor, delirante, severo y obtuso, entre otras cosas.
En mi artículo en La Crónica sostengo que no es verdad que la prohibición a que particulares o partidos compren espacios para propaganda en televisión y radio limite la deliberación democrática, como dicen los promotores de la demanda de amparo que Sánchez y otros 14 ciudadanos presentaron en diciembre contra uno de los aspectos de la reforma constitucional en materia electoral.
Esa taxativa ya existía en la legislación electoral pero no había sanciones para ella. Ahora Sánchez dice que con tal medida “la partidocracia confisca el debate político intelectual en tiempos electorales y deja a los ciudadanos en calidad de sujetos pasivos y mudos”. Pero ese debate, sobre todo cuando es de índole intelectual, jamás se realiza en spots como los que ahora no podrán ser pagados en medios electrónicos.
Sánchez confunde el debate de ideas con el marketing: le parece que en 20 segundos se puede expresar una formulación argumentada y lógica y ofrece varios lemas que cabrían en menos de ese espacio. Esos ejemplos permiten comprobar la enorme distancia que hay entre la deliberación y la propaganda. Cuando afirma “las FARC son una organización terrorista vinculada al narcotráfico”, “Octavio Paz tenía razón: el socialismo real fue una experiencia monstruosa” o “la estatización de la banca en 1982 fue una estupidez”, cita lugares comunes que solamente tienen sentido político y autoridad intelectual si son respaldados por hechos y razonamientos.
Hoy es posible condenar la complicidad de las FARC con otros grupos delincuenciales porque hay evidencias de ello. Paz fue pionero en la denuncia a las burocracias comunistas gracias a la información que supo comprender y compartir acerca de crímenes y abusos en Europa del Este. Y sobre la nacionalización bancaria, a la que es preciso entender en la circunstancia mexicana de hace 26 años, Sánchez repite una consigna manida pero discutible.
Si el debate público y la tarea de analistas como el propio Sánchez se limitaran a concebir y recitar frases contundentes, que para tener efecto tuvieran que transmitirse en anuncios de radio y televisión, quizá mi encrespado interlocutor tendría razón. Pero hasta donde tengo entendido él mismo, igual que otros colegas que analizan asuntos públicos, no se dedica a la propaganda sino a la reflexión. O eso esperan sus lectores y, supongo, el diario para el cual escribe.
La reforma constitucional del año pasado tiene numerosas aristas. Es imposible aplaudirla o descalificarla toda. Yo mismo he señalado sus contraluces. En el artículo que desató la cólera de Sánchez hasta enceguecerlo, recordé que así como la prohibición a la compra de propaganda me parece pertinente, hay aspectos de esa reforma que suscitan excesos y confusiones. De manera expresa me referí a la proscripción, en la propaganda de los partidos, de expresiones que “denigren a las instituciones y a los propios partidos”. Esa prohibición me parece innecesaria y riesgosa. En la discusión política es inevitable que haya discrepancias y cuestionamientos. Por eso considero que tratar de impedir “denigraciones” traerá más problemas que los que pretende evitar.
Por eso escribí: “Otro tema que Los 15 no impugnaron en su demanda de amparo aunque varios de ellos lo han mencionado como si formase parte de ella, es la proscripción, consecuencia de la misma reforma, a las expresiones que en la propaganda de los partidos…” etcétera. Sin embargo Sánchez, pródigo desautorizador pero pésimo lector, me reprocha no haber percibido “ninguno de esos peligros” y asegura que con un ordenamiento así Hitler habría tenido completa impunidad en Alemania. Allá él con sus forzadas comparaciones. Pero ofuscado en ese tono tremendista, me recrimina no tomar en cuenta el asunto de la propaganda denigratoria cuando fueron él y sus compañeros de amparo quienes lo ignoraron en su demanda.
También he considerado que los promotores del amparo han soslayado las consecuencias políticas de esa acción judicial, entre ellas el interesado respaldo encontraron en las televisoras. Desaforado porque señalé esas implicaciones, Sánchez tilda mi argumentación de “estalinista” y rememora las burdas acusaciones que algunos despistados le hacían a Octavio Paz al decir que estaba al servicio del imperialismo.
Ahora resulta que advertir las implicaciones de una acción pública, de carácter político, significa incurrir en prácticas estalinistas. Me inquietan la pobre concepción que Sánchez tiene del análisis político y, también, esa paranoia entreverada con cierto delirio de grandeza. En una de las glosas que hace de mi texto, se refiere a él y sus compañeros de demanda como “los 15 notables”. Pero ese es un término que no utilicé, porque estoy convencido de que entre esos ciudadanos hay escritores y pensadores en efecto muy destacados. Y otros, pues no.
Sánchez, desde luego, no es Octavio Paz. Y nadie ha quemado su efigie (sería inaceptable, pero además resulta improbable) ante embajada alguna. Quien se chamusca solito es él, atareado en adjudicar dicterios. Es incontrovertible que las televisoras aprovecharon la demanda de Los 15 para respaldar sus propias quejas contra la reforma constitucional. Por eso escribí, refiriéndome a Televisa y TV Azteca: “vale la pena preguntarse por qué esos consorcios, que han conculcado, expropiado y acaparado como ningún otro organismo o institución la libertad de expresión en este país, ahora respaldan a quienes están convencidos de reivindicar esa libertad”.
En mi artículo recordé que el día anterior en Milenio Héctor Aguilar Camín, uno de los firmantes de la demanda, “publicó un claro deslinde respecto de Televisión Azteca en donde se ha dicho que la reforma constitucional convierte a México en una dictadura”. Sánchez me llama totalitario por señalar alcances de la demanda de amparo que otros promotores de ese proceso judicial también han advertido.
Además difama: “Trejo tiene convicción de que los ciudadanos deben ser tutelados por la autoridad”. Jamás he dicho eso. Garantizar la equidad electoral no implica que la autoridad, ni nadie, nos diga qué debemos o podemos saber, opinar o discutir. Sánchez también falla como inopinado intérprete de mis convicciones las cuales, por lo demás, no son nuevas y son públicas.
En la misma línea de reprobación gratuita sentencia: “No entiende ni entenderá jamás el derecho a la libertad de expresión”. El autor de esa terminante frase es el mismo que me tilda de censor y otras cosillas. Por fortuna mi capacidad de entendimiento y mi compromiso con la libertad de expresión no están supeditados al reconocimiento de Sánchez Susarrey.
Atentamente
Raúl Trejo Delarbre
Teléfono: 55 34 44 45
trejoraul@gmail.com

Respuestas a John Pilger

Basta de mentiras (periodísticas)/ Raphael Schutz, embajador de Israel en España
Publicado en EL MUNDO, 12/07/08;
Hace semanas un grupo de jóvenes lanzó una iniciativa por internet, protestando por la actitud y el trato injusto de Israel por parte de los medios de comunicación españoles. El pasado 4 de julio, en este mismo diario, se publicaba el artículo de John Pilger Del Triunfo a la tortura, un ejemplo que pone claramente de manifiesto la validez de los planteamientos de quienes insisten en el sesgo informativo en lo relacionado con Israel.
La acusación más grave presentada por el autor aparece en el único destacado de la edición impresa: «Israel ocupa uno de los lugares más altos de la clasificación internacional en asesinatos de periodistas, sobre todo palestinos». La más grave pero también la más fácil de desmentir. El Comité de Protección de Periodistas, una ONG que mantiene un sitio en internet con información estadística actualizada, indica que en los últimos 16 años han muerto 693 periodistas en zonas de enfrentamiento. El conflicto palestino-israelí no figura en la lista de los 20 más sangrientos. La acusación de Pilger carece de cualquier fundamento basado en la realidad. Decidan ustedes si se trata de un error o de una mentira insidiosa. Más allá de la incorrección del dato, Pilger peca también en la elección de la terminología. Israel no «asesina» a civiles inocentes en general, ni a periodistas en particular. Las acciones militares israelíes van dirigidas contra los terroristas y hacia los puntos desde los cuales se originan los disparos y lanzamientos de cohetes palestinos. Como ocurre en cualquier guerra, a veces, lamentablemente también se producen víctimas inocentes. Así se produjo el caso del único periodista palestino muerto en 2008; estaba realizando su trabajo junto a un grupo de palestinos que lanzaban cohetes contra población civil israelí. El ejército de Israel respondió con fuego causando la muerte del periodista.
Sigamos. Pilger escribe que Gaza sufre de «olvido». Es una afirmación ridícula cuando casi no pasa un solo día sin que aparezca alguna noticia en los medios de comunicación sobre el sufrimiento en Gaza. De hecho, su sufrimiento es mucho más mediático que el de otras personas en otros lugares con conflictos y situaciones mucho más dramáticas. En Darfur, por ejemplo, siguen muriendo miles de personas, y ni siquiera hay una foto o un breve en los diarios. Por el contrario, cada apagón en Gaza genera portadas. Esto también tiene su explicación. En Darfur, unos musulmanes masacran a otros musulmanes, y esto no interesa a nadie. Pero Gaza da a la empresa de la mentira la oportunidad de pintar a Israel como el más consumado verdugo.
De hecho, en el contexto de lo que ocurre alrededor de Gaza sí hay olvido. Es el olvido del sufrimiento de la población israelí de las ciudades más próximas a la frontera, que llevan años viviendo bajo una lluvia diaria de cohetes. Introduzcan en Google o en cualquier otro buscador en Internet «Gaza» y «Sderot» (la ciudad israelí machacada por los cohetes palestinos) y vean quién está en el olvido.
La mayor parte del artículo de Pilger está dedicado a describir detalladamente un incidente del periodista Omer con la seguridad israelí. Dado el nivel de credibilidad del autor por lo dicho hasta el momento, podría limitarme a decir que lo que cuenta tiene el mismo nivel de fiabilidad que el resto. No lo voy a hacer. Estoy dispuesto a aceptar que cada palabra sobre este asunto es cierta. Aún en este supuesto he de hacer dos objeciones. Primera: el abuso de autoridad y el extralimitarse en la brutalidad por parte de las fuerzas de seguridad no es un invento israelí. Se da en todos los países, incluidos los democráticos, y obviamente deben ser castigados conforme a la ley. Segunda: y quizás la principal, Pilger no hace referencia alguna al contexto en que se produjo el hecho. Los agentes de seguridad que examinaron a Omer han sufrido muchas veces casos de suplantación (una persona haciéndose pasar por otra), o de gentes que han llegado a los puestos de control y se han hecho explotar causando terror y muerte a su alrededor. En otras palabras, Israel es un país que presenta valores occidentales frente a elementos que quieren poner fin a su existencia y ponen la muerte como valor supremo. Por supuesto, hay cosas de Israel merecedoras de crítica y, sin duda, lamentablemente, se dan casos de agentes de seguridad que se extralimitan en sus funciones. Sin embargo, la focalización exclusiva en un caso concreto y descontextualizado por parte de Pilger es otro síndrome característico del trato injusto a Israel en los medios de comunicación. Por cierto, cada vez que se produce el caso de un ciudadano (o periodista) que es tratado de forma ofensiva en un aeropuerto, frontera o comisaría, ¿el señor Pilger escribe un artículo? Lo dudo.
Fiel hasta el final a su falta de precisión, en los últimos párrafos del artículo afirma que el embajador de Israel en el Reino Unido «se quejaba públicamente de que hay muchos británicos que ya no aprecian como antes la singularidad de la democracia israelí». En realidad, lo esencial que dijo el embajador es que en la universidad y en el ámbito académico ingleses se está produciendo una campaña sistemática de deslegitimación de Israel como hogar nacional del pueblo judío.
Frente a todo lo anterior, lo que a mí me queda es la duda de si en su último libro (Basta de mentiras), Pilger hace autocrítica. Tengo la sensación de que vosotros conocéis la respuesta.
Del Triunfo a la tortura/John Pilger, reconocido periodista de investigación y director de documentales cinematográficos. Su último libro en castellano es Basta de mentiras, Editorial RBA
Publlicado en EL MUNDO / THE GUARDIAN, 04/07/08;
Hace dos semanas hice entrega del Premio de Periodismo Martha Gellhorn 2008 a un joven palestino, Mohammed Omer. Otorgado en memoria de la gran corresponsal de guerra estadounidense, el premio se destina a periodistas que pongan de manifiesto la labor propagandística de las instancias oficiales, «las chorradas oficiales», como las denominaba Gellhorn. Mohammed compartió los más de 6.250 euros del premio con Dahr Jamail. A sus 24 años, ha sido su ganador más joven. Como se lee en la exposición de motivos del premio, «informa cada día desde una zona en guerra en la que él es además un prisionero. Su tierra natal, Gaza, sufre un asedio, hambre, ataques y olvido. El es un testigo profundamente humano de una de las grandes injusticias de nuestro tiempo. Es la voz de los que no la tienen». Mohammed, el mayor de ocho hermanos, ha visto cómo la mayoría de ellos han caído muertos, heridos o han resultado mutilados. Una excavadora israelí arrasó su casa mientras su familia estaba dentro e hirió de gravedad a su madre. Aún así, según el ex embajador holandés Jan Wijenberg, «es una voz moderada que insta a los jóvenes palestinos no a cultivar el odio sino a buscar la paz con Israel».
Llevar a Mohammed a Londres para que recibiera el premio requirió una operación diplomática de gran envergadura. Israel ejerce un control insidioso sobre las fronteras de Gaza y sólo se le permitió salir con la escolta del embajador holandés. El 26 de junio, en su viaje de vuelta, tenía que encontrarse en el paso fronterizo del Puente de Allenby con un representante del Gobierno holandés, que esperaba a las puertas del edificio israelí, ignorante de que Mohammed había sido detenido por el Shin Bet, los servicios israelíes de seguridad, de triste fama. Mohammed fue conminado a desconectar su teléfono móvil y a quitarle la batería. Preguntó si podía hacer una llamada a su escolta de la embajada holandesa y, de manera brusca, se lo negaron. Un hombre empezó a curiosear en su equipaje, rebuscando minuciosamente entre sus documentos. «¿Dónde está el dinero?», preguntó. Mohammed sacó unos pocos dólares estadounidenses. «¿Dónde están esas libras inglesas que tienes?».
«Caí en la cuenta -ha manifestado Mohammed- de que iba detrás del importe del premio Martha Gellhorn. Le respondí que no lo llevaba conmigo. ‘¡Estás mintiendo!’, exclamó. Yo estaba rodeado por ocho agentes del Shin Bet, todos ellos armados. El hombre al que llamaban Avi me ordenó que me quitara toda la ropa. Ya me habían hecho pasar por una máquina de rayos X. Me quité toda la ropa menos los calzoncillos y me insistió en que tenía que quitarme absolutamente todo. Cuando me negué, Avi echó mano a su arma. Yo empecé a sollozar: ‘¿Por qué me tratan así ustedes? Yo soy un ser humano’. ‘Esto no es nada comparado con lo que vas a ver ahora’, dijo. Desenfundó su pistola, me apretó el cañón contra la cabeza y, dejando caer todo el peso de su corpachón sobre mí, me quitó los calzoncillos a la fuerza. A continuación, me obligó a bailar una especie de danza. Otro hombre, que se reía a carcajadas, me preguntó ‘¿Por qué has traído perfumes?’. Le contesté ‘Son regalos para personas que quiero’. ‘¡Vaya, vaya! ¿En vuestra cultura sabéis qué es el amor?’, replicó».
«Cuando se mofaban de mí -ha contado Mohammed-, con lo que más disfrutaban era burlándose de las cartas que había recibido de lectores en Inglaterra. En aquel momento llevaba 12 horas sin comer ni beber, y sin ir al retrete, y como me habían obligado a estar de pie, las piernas se me doblaban. Vomité y perdí el conocimiento. Sólo recuerdo a uno de ellos que me clavaba las uñas en las ojeras, debajo de los ojos, y me arañaba y me desgarraba. Me cogió la cabeza y me hundió los dedos con fuerza por detrás de las orejas, en el nervio auditivo, entre la cabeza y el tímpano. El dolor se volvió insoportable cuando me clavó dos dedos a la vez. Otro hombre me pisó en el cuello, presionando fuerte contra el suelo. Estuve así, tirado, más de una hora. La habitación me pareció un compendio de dolor, ruido y terror».
Llamaron a una ambulancia y encargaron que trasladaran a Mohammed al hospital, pero sólo después de que hubiera firmado una declaración que eximía a los israelíes de los padecimientos sufridos durante su detención. El médico palestino, en un alarde de valor, se negó y advirtió que iba a ponerse en contacto con el acompañante de la embajada holandesa. Alarmados, los israelíes permitieron que se marchara la ambulancia. La respuesta israelí ha sido la habitual en estos casos, que Mohammed era «sospechoso» de contrabando y que «perdió el equilibrio» en el curso de un interrogatorio realizado con todas las garantías, según informó el martes la agencia de noticias Reuters.
Grupos israelíes de defensa de los derechos humanos han documentado las torturas que sufren los palestinos por agentes del Shin Bet con «palizas, inmovilizaciones dolorosas, flexión de la espalda, potro y privación prolongada del sueño». Amnistía Internacional ha informado en numerosas ocasiones de que Israel recurre generalmente a la tortura, cuyas víctimas terminan saliendo de ella como meras sombras de lo que en su día fueron; algunas ni siquiera aparecen. Israel figura en uno de los lugares más altos de la clasificación internacional en asesinatos de periodistas, especialmente de periodistas palestinos, que no reciben más que una atención mínima en comparación con la información prestada al caso de Alan Johnston, de la BBC.
El Gobierno holandés ha manifestado su conmoción por el trato dado a Mohammed Omer. El ex embajador Jan Wijenberg ha declarado que «no se trata de un incidente aislado sino que forma parte de una estrategia a largo plazo para acabar con la vida social, económica y cultural de los palestinos. Soy consciente de la posibilidad de que en un futuro no lejano Mohammed Omer caiga asesinado a manos de cualquier francotirador israelí o por un bombardeo».
Mientras Mohammed recibía el premio en Londres, el nuevo embajador de Israel en Gran Bretaña, Ron Proser, se quejaba públicamente de que hay muchos británicos que ya no aprecian como antes la singularidad de la democracia israelí. Quizá ahora ya la aprecien.

Crisis alimentaria y especulación

La especulación en la crisis alimentaria/José Borrell Fontelles, presidente de la Comisión de Desarrollo del Parlamento Europeo
Publicado en EL PAÍS, 12/07/08):
La crisis alimentaria mundial refleja el fin de la ilusión de abundancia en la que hemos vivido desde hace 20 años. Los factores que la han originado son múltiples y complejos: un desequilibrio estructural creciente entre oferta y demanda producido por políticas equivocadas y por la demanda de los países emergentes, agravado por malas condiciones climáticas y por el precio del petróleo, que tiene un gran impacto en los costes agrícolas desde los fertilizantes al transporte, y amplificado por la especulación ante la escasez creada por las restricciones a la exportación y la debilidad de los stocks.
Otro de los factores causantes de la crisis, señalado con frases lapidarias, se atribuye al papel de los biocombustibles. Aunque habría que distinguir entre bioetanol y biodiésel, su impacto ha sido, en mi opinión, menor del que se les adjudica mientras que el de la especulación ha sido mayor del que se quiere reconocer.
En efecto, un 77% de aumento del índice de precios FAO en el 2007, no puede explicarse por los 20 millones de toneladas adicionales de cereales dedicados al bioetanol sobre una producción mundial de 2.100 millones. Debe haber otras causas más importantes, como las malas cosechas.
Por ejemplo, en Europa dedicamos a la producción de bioetanol 2 millones de toneladas, menos del 2% del total de la cosecha, pero ésta disminuyó 33 millones en el 2005, 11 en el 2006 y no se recuperó en el 2007.
Por ello la Comisión Europea insiste en mantener el objetivo del 10% de participación de los biocombustibles, basado en criterios estrictos de sostenibilidad y teniendo en cuenta los de segunda generación que no interfieren en la producción alimentaria. Y el Parlamento Europeo ha rechazado todas las enmiendas destinadas a suprimir o reducir este objetivo.
El cereal que más ha subido de precio es el arroz, que no se utiliza en la producción de bioetanol. El trigo se utiliza muy poco pero también ha subido mucho. Y, por el contrario, el azúcar ha bajado a pesar de que la caña que lo produce es la materia prima del etanol brasileño en plena expansión. Pero, como explicó el presidente Lula en Roma, la caña de azúcar de Brasil ocupa el 2% de las tierras agrícolas y sólo la mitad se dedica al etanol. Los datos de la producción de cereales desmienten que la expansión del etanol se haya hecho en detrimento de la producción de alimentos.
Es cierto que un 25/30% de la cosecha de maíz americano se dedica a la producción de bioetanol y ello ha influido, de forma difícil de cuantificar, en el aumento de su precio. Pero, aun así, el maíz es el cereal que menos ha subido en términos relativos.
El 99% de la producción es maíz amarillo, que no se usa para la alimentación humana. Y las exportaciones americanas de maíz no han disminuido porque la producción también ha aumentado. Si no se hubiese dedicado al bioetanol lo más probable es que no se hubiese producido y la oferta alimentaria no habría sido mayor.
No se puede estar en misa y repicando. Si se suprimen los subsidios a la exportación agrícola, parte de la producción buscará otra finalidad. Lo mismo ocurre en Europa: no se puede acusar a las exportaciones europeas de destruir las agriculturas de otros países y también de causar el hambre cuando ya no se exportan y se dedican a producir energía.
Por ello los biocombustibles no deberían ser el chivo expiatorio de los problemas alimentarios mundiales. Con las debidas precauciones pueden contribuir decisivamente a la descarbonificación del transporte y a generar recursos para los países en desarrollo, mientras se impulsan los de segunda generación.
En cambio, parece claro que la especulación en los mercados financieros de futuros ha actuado como acelerador de los precios. Un aumento de 400 a 1.000 dólares la tonelada de arroz en cinco semanas, no se puede atribuir a ninguna variable física y mucho menos a la producción de biocarburantes, que no lo consumen.
En plena escalada de precios, el capital de los fondos de inversión en productos agrícolas europeos se multiplicó por 5 y por 7 en los americanos. Lo mismo ocurrió con el número de contratos de futuros. El desplazamiento de las inversiones especulativas quedaba bien reflejado en los impúdicos anuncios de algunos bancos europeos invitando a sus clientes a invertir para “sacar provecho de los efectos del cambio climático y del encarecimiento de los alimentos”. Ante la protesta del Parlamento Europeo esos anuncios fueron rápidamente retirados.
En el caso de las tortillas mexicanas, producidas con maíz blanco, el propio gobernador del Banco Central reconocía que su carestía no se podía imputar a la producción de bioetanol americano a partir de maíz amarillo, sino al acaparamiento especulativo de los tres grupos agroindustriales que se reparten el mercado.
La crisis mexicana tiene mucho que ver con la disminución de su capacidad agrícola. Desde 1994 México ha triplicado su importación de cereales mientras 2 millones de hectáreas han ido al barbecho y 2 millones de empleos agrarios perdidos emigran a EE UU. Lo mismo ha ocurrido en muchos países en desarrollo. Se impulsó la agricultura de exportación aprovechando los bajos costes laborales en detrimento de la producción de alimentos para la población, destruyendo el equilibrio territorial y provocando la dependencia alimentaria, confiando en que los precios a la importación serían siempre bajos.
Hoy el 75% de los 3.000 millones de pobres son rurales y malviven de la agricultura. Pero ésta sólo recibe el 4% de la ayuda al desarrollo. Como se dice y repite, esta crisis es una oportunidad para impulsar el desarrollo agrícola, especialmente en África. Para aprovecharla hay que aumentar su productividad aportando insumos en vez de una ayuda alimentaría que no resuelve el problema de fondo y cuya disponibilidad depende de la cuantía de nuestros excedentes.
Pero no repitamos los errores del pasado. No bastará dotar de semillas y abonos a los pequeños agricultores africanos si siguen enfrentados a importaciones con las que no pueden competir. Y la producción no aumentará, más bien disminuirá, sin un enorme esfuerzo para adaptarse a las consecuencias, ya inevitables, del cambio climático en África. Ni servirá de nada aumentarla sin infraestructuras que permitan trasladarla a los mercados. A ello se refirió claramente el presidente Zapatero en Roma.
La situación es grave y no tiene solución única ni rápida. Casi todos los protagonistas de la reunión de Madrid, encuentro organizado por el Partido Socialista después de la Conferencia de la FAO en Roma, habían alertado a la Comisión de Desarrollo del Parlamento Europeo de la nueva cara del hambre provocada por el incremento de los precios agrícolas. Y el Programa Alimentario Mundial nos acaba de pedir 100 millones de dólares adicionales para alimentar a la población palestina en Gaza y Cisjordania.
Los biocarburantes pueden contribuir a este nuevo desarrollo agrícola aumentando la inversión y generando precios rentables sin los cuales no hay desarrollo agrícola posible.
Forman parte de una respuesta a la crisis alimentaria que debe ser tan multidimensional y compleja como sus causas. Y sin olvidar que necesitamos alimentar a un 50% más de seres humanos y, a la vez, reducir un 50% las emisiones de CO2 de aquí al 2050.