El juez de los dineros o paso breve protagonizado por un personaje de pobres/Javier Gómez de Liaño, abogado y magistrado excedente
Publicado en EL MUNDO, 22/12/09):
Estos folios están inspirados en la obra de Ugo Betti, Corrupción en el Palacio de Justicia, que, por cierto, se estrenó en Madrid el 4 de marzo de 1953, en versión adaptada y dirigida por José Luis Alonso. Quizá deba advertir, para aviso de bien pensantes y reacción de mal encarados, que no es verdad que los abusos se curen con pastillas de disimulo ni la desvergüenza con linimento del doctor Sloan, también conocido como ungüento del tío del bigote y que estaba indicado contra el reumatismo, el lumbago y las torceduras.
Se trata de escribir una historieta al frío del invierno que acaba de empezar. Las cosas deben presentarse con sencillez, tal y como son, para que la gente sepa con quién se juega los cuartos. Espero que al final de estas escenas imaginadas que hoy presento quede clara mi ausencia de afán corporativo. Nada más lejos de mi ánimo que ese mal llamado espíritu de cuerpo que es sinónimo de estupidez o, al menos, reflejo de indolencia de quienes entienden el compañerismo con más pasión de la precisa.
El funcionario.- ¿Qué desea usted?
El visitante.- Vengo a ver al señor juez.
El funcionario.- ¿Para qué quiere verle?
El visitante.- Tengo que hablar con él.
El funcionario.- Pues tendrá que esperar. Su señoría no ha venido aún y me da la impresión de que va a tardar.
El visitante.- No importa. Tampoco tengo excesiva prisa.
El funcionario.- Muy bien. Si quiere, puede sentarse en ese banco.
El visitante.- Muchas gracias. Por cierto, buen destino el suyo. Esta Audiencia es muy conocida. Casi todos los días sale en televisión.
El funcionario.- Sí, sí. Hay gente que viene los sábados y los domingos y se hacen fotos delante de la fachada. Aunque actualmente, por desgracia, no hay aquí muy buen clima; incluso últimamente huele mal…
El visitante.- ¿Por qué dice usted eso?
El funcionario.- ¡Hombre! No se si leyó usted el periódico de la semana pasada?
El visitante.- ¿Se refiere usted a la noticia de que un juez recibió dinero de un empresario para organizar unos fastos?
El funcionario.- Sí. Eso es lo que cuentan. Por lo visto, una pasta y que luego el juez resolvió un caso a favor de ese señor. Parece que en el Supremo están investigando en serio.
El visitante.- Eso he oído. ¿Y usted qué opina?
El funcionario.- Mire, yo no debería meterme, pero creo que el asunto es muy feo y que el ambiente de esta casa está muy enrarecido. Para mí que va a haber temporal. Además, si le digo la verdad, creo que es hora de que el juez deje el puesto. Por bien de todos, empezando por él.
El visitante.- ¿Es usted uno de los oficiales del juzgado?
El funcionario.- No, señor. Yo soy el agente judicial, aunque hago de todo. Realmente, lo que soy es el funerario del juzgado. ¿Ve usted este carro lleno de procedimientos? Bueno, pues es el coche fúnebre y los asuntos los cadáveres. Ahora voy al cementerio, al archivo. ¿Y usted quién es?
El visitante.- Soy un inspector del Consejo General del Poder Judicial.
El agente judicial.- Usted perdone. ¿Quiere esperar en la sala de vistas? Es lo más digno que tenemos.
El inspector del CGPJ.- No se preocupe. Estoy bien aquí.
Tras media hora de espera, el juez llega a la Audiencia. Sube andando a la planta primera donde se ubica su juzgado. El inspector y el juez se saludan. Éste pide excusas por la tardanza. Inmediatamente pasan al despacho de su señoría. La puerta se cierra.
El inspector del CGPJ.- Bueno, ya sabes a qué vengo.
El juez.- Supongo que por lo que la prensa publicó el otro día.
El inspector del CGPJ.- Así es. Aparte del procedimiento del Supremo, el presidente del Consejo ordenó una investigación inmediata. Los vocales están perplejos. Ayer tarde, por unanimidad, los miembros de la Comisión Disciplinaria decidieron abrirte expediente por una falta muy grave. La mayoría son partidarios de la suspensión cautelar.
El juez.- Esto es una persecución. En el fondo lo que hay es un malentendido, un error en la aplicación del dinero que me dieron. Puedo explicarlo perfectamente.
El inspector del CGPJ.- Ya sé, ya sé, pero la idea que se tiene en el Consejo es que entre esto y lo del mes pasado, más el conflicto último con los abogados de ese asunto que llamáis… no me acuerdo, lo que has conseguido es crear una avalancha de opiniones en contra que hace insoportable la situación.
El juez.- O sea, que se me expedienta y se echa a la calle por rumores, por noticias de periódicos, por mentiras… por venganzas… Yo tengo la conciencia bien tranquila…
El inspector del CGPJ.- Si así fuera, nada tienes que temer. Sin embargo tú mismo eres testigo de que hasta en la carrera la impresión es que, por culpa tuya, el juzgado y toda la Audiencia es un pozo de complicaciones, una mina de problemas …
El juez.- Eso es injusto. Como lo es decir que sólo me preocupo de mi proyección personal, de estar siempre en los medios de comunicación, de dedicarme más a dar conferencias y a viajar, que al juzgado. Esto es una felonía que llevo soportando año tras año y encima con un Consejo que me abandona.
El inspector del CGPJ.- Lamento la situación, pero ¿sabes lo que he oído a un vocal del Consejo esta misma mañana, antes de venir a verte? Pues que tus últimas actuaciones se parecen mucho a las de tus imputados y a las de tus casi cuatrocientos presos preventivos.
El juez.- ¡Qué hijo de puta!
El inspector del CGPJ.- Lo siento. Mi trabajo y el motivo de estar aquí es comunicarte la apertura del expediente y el nombramiento de un instructor. La semana que viene, después de la Navidad, te llamará para recibirte declaración. De momento es todo. Lo único que puedo hacer, como compañero, es contarte la verdad. Creo que ahora sí corres verdadero peligro y que esta vez tu telaraña de relaciones te va a servir de poco. Si me permites un consejo, sé práctico y organiza tu futuro fuera del juzgado.
El juez.- ¿Me estás diciendo que estoy liquidado? ¿Que soy un cadáver?
El inspector del CGPJ.- No. Eso acabas de decirlo tú. Lo que sí te digo es te pongas y pongas tus dolencias en manos del mejor médico: el tiempo.
Antes de abandonar la Audiencia, el inspector pasa por el despacho del presidente. Se trata de un gesto de mera cortesía. Con él hay varios magistrados. Son los miembros de la Sala de Gobierno que acaba de celebrarse. Todos sabían de la presencia del inspector del CGPJ en el tribunal.
Habla un magistrado.- ¿Cómo ha ido la reunión con el colega? Me figuro que habrá dicho que todo es una confabulación para acabar con él.
El inspector del CGPJ.- Más o menos. Lo único que dice es que hay una trama organizada por sus enemigos de la política, de la prensa y hasta de la Audiencia, incluidos algunos ex colegas, para apuñalarle de una manera salvaje.
Habla otro magistrado.- No cambiará jamás. Siempre se creerá el gran astro de la constelación judicial. ¿Cuándo aprenderá a ser humilde?
Voz del inspector del CGPJ.- Para mí que nunca. Diga lo que diga, es evidente que no tiene la conciencia tranquila. Lo que debe hacer es irse ya, examinarse a fondo y convencerse de que hace muchos años que dejó de ser juez. No puede seguir obstinándose en seguir en el juzgado, entre vosotros, acumulando abusos y tropelías.
Habla un tercer magistrado.- Este hombre es un figurón y, lo que es peor, una especie de planta venenosa que contamina toda la Audiencia. Somos casi cincuenta los magistrados destinados en esta casa, intentando dar sentido a nuestra profesión y trabajando por una Justicia digna de tal nombre. Estoy harto de soportar, día tras día, a este individuo que no es más que un político disfrazado de juez con hechuras de mesías.
Voz de un cuarto magistrado.- Eso está muy bien. Pero el problema surgido con los dineros recibidos de ese empresario, no es de falta de profesionalidad o de ética judicial. No. Esto es una enfermedad que se llama corrupción. Aquí huele a pabellón de infecciosos. Hay que llegar al fondo. Las consecuencias graves no nacen del escándalo, sino del tapujo. El Consejo, si quiere conservar un mínimo de crédito, debe tener valor y limpiar el aire que este hombre ha contaminado durante años, ahogándonos a todos en una atmósfera irrespirable.
El agente judicial acompaña al inspector del CGPJ hasta la misma puerta de la Audiencia Nacional. Antes de despedirse, aquél rompe a hablar: «¡Si yo le contara a usted lo que su señoría nos ha hecho sufrir! ¡Adiós y gracias!».
Estas cuartillas las terminé ayer después de una visita al centro penitenciario de Soto del Real. Al salir, un grupo de familiares de presos se me acercó para recordarme que en la cárcel hay sitio para todos. Al fondo del aparcamiento, una gitana que acaba de tener un vis a vis canturrea: ¡Ay, salero, salero, salero. Con la toga, como con el coño, también se gana dinero!