Reportaje
PORTADA de la revista colombiana SEMANA (www.semana.com) No. 1370, 2/08/2008; Operación Jaque II
La impresionante historia de cómo dos policías infiltraron a las Farc durante casi un año, preparando el golpe en el que se dio de baja a más de 50 guerrilleros.
Cuando apenas llevaba cinco meses de casado, Esteban Osorio* le dijo a su esposa que tenía que irse de la casa y que no volvería durante mucho tiempo. De nada sirvieron las lágrimas ni la noticia de que ella tenía tres meses de embarazo. "Son cosas de trabajo", le dijo Osorio sin darle mayores explicaciones, pero con una inocultable tristeza en el rostro. Él es un capitán de la Policía y aunque su esposa sabía que trabajaba en la Dirección de Inteligencia de esa institución (Dipol), el 'Gordo', como le dice cariñosamente, nunca le había dicho exactamente en qué consistía su trabajo. Por eso ella no entendía por qué no le decía qué iba a hacer, a dónde iba o cuándo regresaría. Cuando Osorio salió de su casa faltaban seis meses para que su hija naciera. Cuando volvió, la semana pasada, su niña ya tenía cinco meses de nacida. Fue la primera vez que la vio. "Aunque me alejé de ellas durante 11 meses, no me arrepiento. Estaba en la misión más importante de mi vida".
Dos semanas después de que Osorio salió de su casa y dejó a su esposa embarazada, en julio del año pasado, Carlos Forero*, un compañero suyo de la Policía, recibió una llamada de sus superiores en la Dirección de Investigación Criminal (Dijín). "Me informaron la misión y el objetivo. Me preguntaron si me le medía y me dijeron que había un problema: una alta posibilidad de perder la vida", recuerda Forero. Los dos oficiales fueron designados para la que consideran su misión más importante hasta ahora: infiltrarse como agentes encubiertos en el corazón de las Farc para atacar dos de sus frentes más peligrosos.
Cuando aceptaron, Osorio y Forero sabían los riesgos que corrían. Para los dos fue inevitable recordar el macabro y reciente antecedente del capitán Juan Carlos Guerrero, quien recibió la tarea de infiltrarse en el frente 40 de las Farc en los llanos orientales. Con la fachada de ser un vendedor, Guerrero obtuvo valiosa información de la guerrilla en sitios impenetrables para la fuerza pública como La Julia, en el departamento de Meta. Los datos de Guerrero permitieron realizar importantes operaciones. Cuando llevaba 30 meses de estar infiltrado, fue descubierto por la guerrilla. Fue torturado y asesinado. Tenía 27 años. Su cuerpo fue encontrado en junio de 2006 (ver recuadro).
"Me tocó hacer de tripas corazón"
La misión que le fue asignada a Osorio consistía en infiltrarse en una de las zonas en donde la fuerza pública ha sido más golpeada y en donde históricamente la guerrilla ha tenido una presencia muy fuerte: Cauca. El objetivo era atacar al frente 6 de las Farc, uno de los más numerosos y mejor armados.Tan solo en el último año ese frente ha sido el responsable de 60 acciones que van desde hostigamientos a poblaciones, como el ataque a Toribío el 18 de diciembre de 2007, hasta asesinatos a políticos, como el del diputado de Cauca Élmer Durán, en Corinto el 21 de octubre del año pasado.
Con más de 300 guerrilleros, este frente se encarga de asuntos clave para las Farc en el occidente del país. Uno de los principales es servir de retaguardia estratégica del máximo jefe de las Farc, 'Alfonso Cano'. A raíz de la ofensiva que el Ejército lanzó contra 'Cano' en el Cañón de las Hermosas, Tolima, el cabecilla se vio obligado a desplazarse hacia esa zona de Cauca, que considera más segura.
El desafío de Osorio era infiltrarse en ese frente, descubrir dónde estaba el campamento principal y cuáles eran y dónde estaban los comandantes de esa estructura guerrillera.
Osorio no fue elegido para esa misión por azar. El grupo elite requería un alto perfil sicológico y profesional. "Para infiltrar a alguien en una región como Cauca se debe escoger personas que sean de la zona, que sean parecidos a los habitantes y que puedan adaptarse. Allá usted no puede mandar a un costeño o un paisa porque los asocian con los paras y despertarían sospechas", explicó a SEMANA uno de los oficiales de la Dipol que diseñó y supervisó la operación desde Bogotá.
Osorio mide 1,64 metros. Es trigueño y de marcados rasgos indígenas. "Yo llegué a Corinto en junio del año pasado. Iba como un comerciante de productos agrícolas. Alquilé un cuarto y durante las primeras semanas me dediqué a visitar los vendedores tradicionales en ese y otros pueblos cercanos. Los primeros días sentí mucho miedo porque la gente lo mira a uno raro y me daba cuenta de que había milicianos de las Farc que me seguían para ver qué hacía yo, con quién me reunía o con quién hablaba", cuenta Osorio.
Durante los primeros tres meses, compró toda clase de productos para mantener su fachada. "Los viernes son los días de mercado y es el día en que todo el mundo está en el pueblo bebiendo o donde las putas", afirma. Osorio comenzó a adaptarse a la rutina. Durante muchas semanas fue a los mismos bares y lugares a los que iba todo el mundo. "Al comienzo me sentaba solo en una tienda. Con el paso del tiempo, de verme tanto, la gente empezó a conversar conmigo". Así como Osorio había sido asignado a Corinto, había otros 26 policías encubiertos en varios municipios de Cauca. La información que recolectaban era enviada a Bogotá, en donde era procesada. Los analistas de inteligencia en la capital hacían llegar instrucciones a sus hombres en el terreno.
Ellos le dieron a Osorio el nombre y los datos de un familiar de un guerrillero que estaba en el campamento principal del frente 6, incluido un perfil sicológico. "Era una persona a la que le gustaba el trago. Durante varias semanas le fui haciendo la charla y como no tenía plata para tomar o ir donde la putas, yo lo invitaba", dice Osorio. En una de esas jornadas el guerrillero salió del campamento para visitar a su familiar. Éste le presentó a Osorio. "Era muy desconfiado", recuerda. Osorio se convirtió en el mejor amigo del pariente del guerrillero. "Un viernes, cuando el guerrillero bajó, estábamos en un bar y él se sentó con nosotros. Ese día se armó una pelea de borrachos. Llegó la Policía y nos arrestó a todos. Nos dejaron 24 horas en el calabozo".
Gracias a ese episodio el guerrillero le tomó confianza a Osorio. Durante los siguientes meses le contó su vida y sus penurias en la guerrilla. Osorio se ganó tanto su confianza, que con el tiempo éste lo llevó hasta inmediaciones del campamento. "La primera vez había unos 30 guerrilleros. A mí me dio un susto el berraco y no dejaba de pensar en lo que le había pasado a mi capitán Guerrero. Me tocó hacer de tripas corazón y por fortuna el guerrillero me presentó con sus compañeros como un buen amigo que les ayudaba a él y su familia".
En compañía del guerrillero, Osorio volvió a los campamentos en varias oportunidades. Pasaba horas enteras hablando cosas sin mayor relevancia. Después de varios meses y luego de que el guerrillero le contó a Osorio que estaba cansado de la guerrilla, el agente vio que era el momento para ofrecerle que delatara a sus jefes a cambio de la recompensa. Sin pensarlo, el guerrillero aceptó y llevó a Osorio hasta el campamento principal. "Tenía las 'güevas' en el cuello ese día", dice Osorio.
Esa visita ocurrió a comienzos de marzo. A Osorio le preocupaba que los guerrilleros sospecharan que había un infiltrado, ya que gracias a los datos que había suministrado a sus superiores, las autoridades habían logrado decomisar más de 38 toneladas de marihuana en Cauca en varias operaciones a comienzos de este año.
Hace unas semanas, el guerrillero le contó a Osorio que tres de los más importantes comandantes del frente 6, alias 'Dago', 'Cachirri' y 'Carlos Antonio', iban a estar en el campamento principal, cerca de la vereda El Silencio, zona rural de Corinto. Según la información que Osorio había recolectado durante meses y los datos que le había entregado el guerrillero, era claro que estos comandantes eran la columna vertebral del frente.
Con los datos entregados por Osorio, varios oficiales de la Dipol en Bogotá coordinaron con el comando general de las Fuerzas Militares y la Fuerza Aérea y planearon un ataque. Le avisaron a Osorio para que se alejara de la zona con el guerrillero. Poco antes de las 12 del día del 21 de julio, cinco aviones de combate A-29 de la FAC despegaron de la base aérea. Unos minutos más tarde, bombardearon el campamento en donde se encontraban 300 guerrilleros.
Tras el ataque inicial, varios comandos Jungla de la Policía desembarcaron de media docena de helicópteros Black Hawk cerca al campamento. Durante cinco horas los uniformados se enfrascaron en un combate con los guerrilleros que sobrevivieron. Mientras tanto, helicópteros y aviones de la FAC repelían desde el aire las columnas de guerrilleros que intentaban llegar al campamento.
A las 5 de la tarde todo terminó. Los tres comandantes guerrilleros y 27 subversivos más habían sido abatidos. Algunos cuerpos tuvieron que ser dejados en el lugar porque no cabían en los helicópteros, que debían salir de la zona antes de que las condiciones climáticas lo impidieran.
Mientras el campamento era bombardeado, Osorio y el guerrillero que le ayudó salieron rumbo a Bogotá. El subversivo ganó una recompensa y Osorio pudo regresar al lado de su esposa, a la que sólo pudo llamar en tres oportunidades en los 11 meses que estuvo lejos.
Cinco días después de que Osorio terminó su labor, su compañero de la Policía, el capitán Forero, estaba por finalizar la suya, pero en el otro extremo del país: Arauca.
"Me tocó ennoviarme con una guerrillera"
La misión que le fue encomendada a Forero fue igual de compleja y arriesgada. A comienzos del año pasado el Grupo Antiterrorista de la Dijín (Grate) detectó que el frente 10 de las Farc, que actúa en Arauca y es uno de los más activos, tenía una red que les suministraba medicinas y víveres desde Bogotá transportados hasta cerca de Arauquita, en donde estaba uno de sus campamentos.
Durante varias semanas, Forero y varios de sus hombres siguieron paso a paso los movimientos del dueño del camión que transportaba víveres a los guerrilleros. En la capital, Forero creó una empresa fachada de suministro de alimentos en el sur, cerca al local en donde se surtían los subversivos. "Lo primero que hicimos fue ganarnos la confianza del dueño del camión. Después comenzamos a ofrecerle precios más favorables que los del sitio habitual donde él compraba", narra Forero.
Gracias a la amistad con el dueño del camión, Forero le dijo que quería expandir su negocio a Arauca y que estaba buscando un socio. Al ofrecerle condiciones económicas muy favorables, el dueño del camión no dudó en aceptar. Juntos montaron un pequeño local de venta de víveres en Arauquita. Forero le dijo a su nuevo socio que él tenía un empleado de confianza que iba a trabajar con ellos, pero en realidad era otro policía encubierto.
"Alquilé una casa en el pueblo cerca de donde vivía el dueño del camión. Salíamos de parranda juntos y andábamos para arriba y para abajo todo el tiempo", cuenta Forero. Aprovechando un viaje de su socio y que en varias oportunidades éste le había prestado el camión, Forero instaló cámaras ocultas en el vehículo. "Aunque habíamos hablado de la guerrilla y yo me había mostrado muy afín con su 'lucha', él no me había comentado qué parte de los víveres que nosotros teníamos en el almacén era para la guerrilla".
Con las cámaras en el camión, Forero y sus superiores en Bogotá lograron establecer los lugares a donde el conductor llevaba las provisiones. Durante varios meses esas filmaciones sirvieron a los analistas para establecer rutas y los lugares de los subversivos. Gracias a esa información, los policías descubrieron que ese frente, especialmente uno de sus comandantes más importantes conocido con el alias de 'Jurga Jurga', cambiaba constantemente de lugar. Forero modificó su estrategia.
"Lo convencí de que yo tenía que ir con él a hacer las entregas porque las cuentas no cuadraban. Como yo era el socio capitalista, le tocó aceptar. En los primeros viajes nunca hicimos entregas a la guerrilla. Íbamos a veredas o a cualquier otro lugar. Pero como él era el proveedor principal de ese frente, era cuestión de tiempo para que se les acabaran las cosas y nos tocara ir", dice Forero. Su táctica funcionó. "Un día me invitó a tomar trago y me contó que les llevaba víveres y otras cosas a los guerrilleros. Obviamente, dije que no le veía problema a eso".
Después de esa conversación, Forero y su socio empezaron a ir hasta los campamentos. "La primera vez que me llevó, los tipos (guerrilleros) estaban muy prevenidos y bravos con el dueño del camión. Yo me asusté mucho porque esa vez me requisaron y hasta me hicieron empelotar. Aunque yo no tenía ningún equipo encima, me preocupaba que hicieran lo mismo con el camión y descubrieran las cámaras", cuenta el oficial.
Las visitas de Forero se volvieron cada vez más frecuentes. "Yo me sentaba con ellos a tomar cerveza y a hablar carreta mientras descargaban el camión. Una vez me dijeron que si quería disparar un fusil de ellos. Me tocó dejar que el fusil me pegara en la cara para mantener la fachada de que no tenía idea de armas. Me quedó un morado y ellos estaban muertos de la risa", recuerda Forero.
En sus posteriores viajes, el oficial llegaba hasta donde los subversivos con diminutas cámaras que iban camufladas en su ropa. Gracias a esas imágenes, los analistas de inteligencia lograban identificar a cada uno de los guerrilleros.
Las visitas, que comenzaron en horas, se fueron transformando en días, semanas y meses para el oficial. La razón: Forero había logrado enamorar a una de las guerrilleras, que hacía parte de la seguridad del comandante 'Jurga Jurga'. "Al comienzo me encontraba con ella cuando la dejaban ir al pueblo y hacíamos todo lo que hacen los novios. Cuando ella tenía que regresar al campamento, a mí me dejaban ir a visitarla. Al comienzo me dejaban quedar uno o dos días en el campamento con ella. Después me quedaba una o dos semanas, hasta que un día ella me dijo que por qué no me quedaba definitivamente. Ella habló con 'Jurga Jurga' y como él ya me tenía confianza, me dejó", cuenta Forero.
Forero recibió cursos de instrucción militar y charlas políticas. Como siempre, mantuvo la fachada de que no sabía disparar muy bien. El comandante del frente lo asignó al 'rancha'. Era el encargado de la comida. Esa posición, y cómo él tenía el almacén de víveres, le facilitaba a Forero salir con alguna frecuencia del campamento con la disculpa de ir a su tienda.
Allí entregaba información clave a su compañero, el otro agente de inteligencia, que trabajaba como el administrador. Videos de cámaras ocultas, rutas e información clave del frente eran enviados por esta vía a Bogotá. A comienzo de julio, los jefes de Forero le hicieron saber que se había tomado la decisión de atacar el campamento guerrillero que comandaba 'Jurga Jurga'.
Este jefe guerrillero hacía parte de la lista de los 50 subversivos más buscados por la justicia estadounidense. Estaba acusado de narcotráfico, ya que este frente controla algunas de las más importantes rutas de exportación de droga en el oriente del país. (Escuche conversación entre 'Jurga Jurga' y una miliciana) Hace dos semanas al oficial Forero le informaron que el ataque sería el 25 de julio a las 3 de la tarde, para que él pudiera salir. "El 24 yo le había dicho a 'Jurga Jurga' que tenía que ir hasta el almacén a Arauquita para hacer unas cosas, pero no me dio permiso de salir del campamento. Yo no tenía cómo informarles a mis compañeros que yo todavía estaba ahí. Yo no sabía cómo iba a ser el ataque y alcancé a pensar que mis propios compañeros me iban a bombardear", dice Forero.
Hasta ese momento él no sabía que un comando de 10 policías del Grate llevaba tres días camuflado vigilando el campamento y ya habían avisado que Forero todavía estaba ahí. En la mañana del 26 de julio, Forero abandonó el lugar. A las 3 de la tarde los 10 comandos atacaron el campamento, donde había 80 guerrilleros. Por aire el avión fantasma de la FAC, tres Black Hawk y un helicóptero Arpía de la Fuerza Aérea reforzaron el ataque. Dos horas después, en el campamento quedó el cuerpo de 'Jurga Jurga', y en las inmediaciones quedaron 19 cuerpos más. "No sé qué pasó con la 'novia' que tenía allá. Esta es la hora en que no sé, y no he averiguado, si está viva o muerta. Lo que me importaba era salir de allá con vida y cumplir. Lo único que me duele de todos los meses que estuve allá es que mi papá se murió cuando yo llevaba tres meses en la misión y sólo supe de su muerte hace dos semanas, cuando regresé", afirma Forero.
Las operaciones en las que participaron Osorio y Forero son el más duro reciente golpe que han sufrido las Farc después del cinematográfico rescate de los secuestrados. En una semana, 52 guerrilleros cayeron en combate, incluidos cuatro de los más importantes mandos.
Si bien operaciones como la que terminó con la muerte de 'Raúl Reyes' y la 'Operación Jaque' donde se rescató a los 15 secuestrados tienen un gran impacto en la guerrilla, las acciones de hace dos semanas son fundamentales en el momento de inclinar la balanza de la guerra. Son como una 'Operación Jaque II' permanente. La razón no sólo radica en el número de subversivos abatidos. Las operaciones se dieron en dos zonas, que, como, Cauca y Arauca, eran consideradas por las Farc regiones seguras para ellos y en donde pocas veces la fuerza pública ha tenido éxitos.
Si bien una de las prioridades del gobierno es la captura de los integrantes de la cúpula de las Farc, atacar los mandos medios y sus estructuras resulta mucho más efectivo y desequilibrante en el conflicto. Al fin de cuentas, son ellos los que realizan los ataques y están al mando de sus hombres. Y es allí donde radica el valor de estás últimas operaciones.
Osorio y Forero tuvieron cinco días de descanso al volver de sus misiones. Osorio confiaba en que lo dejaran quedarse al lado de su esposa y su hija recién nacida durante un buen tiempo. A finales de la semana pasada, sus jefes le informaron que en menos de 15 días tendrá que salir para una nueva misión de la que tampoco sabe cuándo regresará. Forero escasamente pudo estar esos cinco días junto a su mamá y sus hermanas y desde el sábado pasado está en algún lugar de Putumayo. Los dos no dudaron en afirmar que, a pesar de los escasos dos millones de pesos mensuales que ganan, seguirán haciendo lo mismo mientras puedan, los dejen y, sobre todo, no los descubra la guerrilla.
*Nombres cambiados a petición de las fuentes
Recuadro:
Profesión peligro
Con apenas 27 años de edad, el capitán de la Policía Juan Carlos Guerrero tenía una carrera brillante y en constante ascenso. Su hoja de vida era gruesa como la de un veterano. Se había hecho merecedor de una docena de condecoraciones y había forjado un perfil envidiable que incluía varias especializaciones en manejo de situaciones de alto riesgo, investigación judicial y planeación de operaciones especiales. Siempre estaba inquieto por aprender más y más. Por eso los altos mandos pensaron de inmediato en él cuando decidieron conformar un grupo elite para enfrentar estratégicamente el terrorismo.
El capitán Guerrero recibió el llamado de sus mandos en febrero de 2004. Desde entonces -junto a otros 20 policías seleccionados- se concentró en el estudio de blancos de alto valor y más adelante en el diseño de lo que sería la primera operación encubierta de un oficial de la Policía. La apuesta no podía ser más riesgosa. Intentarían filtrar el temido frente 40 de las Farc, que opera en Meta. Después de un minucioso trabajo, el equipo dio con un enlace confiable que les permitiría entrar a la zona sin despertar sospechas. Y Guerrero era el hombre escogido para efectuar la misión. Se despidió de su esposa y su pequeña y asumió el reto.
Haciéndose pasar por comerciante, con botas pantaneras, pantalones descoloridos y una barba descuidada, llegó a la zona. Después de algunas semanas se ganó la confianza de la gente y obtuvo el carné que las Farc suministran a los pobladores y que les permite reconocer a los foráneos. Era un primer gran logro. La coartada fue reforzada con un negocio fachada que montó en Uribe, Meta. Se trataba de una heladería que le obligaba a moverse por la zona llevando y trayendo en su viejo campero los suministros para el negocio. Más adelante, Guerrero hizo correr el rumor de que bien podría, a la vez, movilizar elementos de intendencia para las Farc.
El señuelo fue efectivo y pronto entró en contacto con varios cabecillas de la zona. Con su labor, la Policía logró introducir dispositivos de alta tecnología que permitirían asestar importantes golpes. Las cosas parecían marchar bien. Sin embargo, en alguna parte se cometió un error fatal. Sorpresivamente, el equipo táctico dejó de recibir reportes del agente encubierto y lo peor se constató días después, cuando los pobladores de Mesetas dieron aviso de un vehículo abandonado y dos personas muertas con graves signos de tortura. Una de ellas era el joven capitán Guerrero.
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La clave del éxito
La forma cómo fueron infiltrados por la Policía dejó clara la gran preparación de los integrantes de la fuerza pública para ejecutar este tipo de misiones que hasta hace pocos años eran impensables. Hoy no es inusual que se desarrollen con éxito acciones encubiertas de alta sofisticación.Los recursos tecnológicos con los que hoy cuentan los militares y la Policía son lo último en tecnología en el mundo. La profesionalización del trabajo de inteligencia también ha sufrido sustanciales avances, como mejores selección y preparación de los hombres de inteligencia.
Pero sin duda, una de las claves del éxito de este tipo de acciones sigue siendo el trabajo coordinado entre todas las fuerzas. En los casos de Cauca y Arauca, la planeación y la ejecución de las operaciones fueron el resultado de una labor mancomunada entre el comandante general de las Fuerzas Militares, general Fredy Padilla de León; el director de la Policía, general Óscar Naranjo, y el comandante de la Fuerza Aérea, general Jorge Ballesteros. El responsable de que cada vez existan menos celos interinstitucionales y una mayor cooperación ha sido el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, y ese es quizás el mayor logro de su administración.