“Los Zetas” y la ‘Ndrangheta La conexión
HOMERO CAMPA,
Revista Proceso # 1724, 15 de noviembre de 2009;
Presionadas por deudas, la familia italiana Schirripa contactó a distribuidores de droga mexicanos que operaban en Nueva York para enviar cocaína a la región italiana de Calabria. Así comenzó la alianza entre dos poderosas organizaciones del crimen organizado: el cártel del Golfo y la ‘Ndrangheta. A partir de entrevistas, expedientes judiciales, informes policiacos y la transcripción de llamadas telefónicas, la periodista mexicana Cynthia Rodríguez, corresponsal de Proceso en Roma, reconstruye la historia de esta colusión en el libro Contacto en Italia, que la editorial Debate pondrá en circulación en México a partir de esta semana.
Giulio Schirripa, italiano de 37 años residente en Nueva York, estaba desesperado: adeudaba miles de dólares y nadie le otorgaba crédito para financiar el envío de cocaína a su tierra de origen: Marina de Gioiosa Ionica, un pueblo de 6 mil 500 habitantes en las orillas del mar Jónico, en la región de Reggio Calabria, Italia.
Pese a ser el menor de los Schirripa, Giulio era el principal operador del negocio familiar: él y su hermano Vincenzo compraban la droga en Nueva York a 28 mil dólares el kilo; su novia Stacey Minlionica se encargaba de la logística para enviarla a Italia en paquetes no mayores de 10 kilos; su madre, Teresa Roccisano, y su hermana Anna María se encargaban de transmitir los mensajes entre los miembros del clan y negociaban encuentros con compradores y financistas; y su padre, Pascuale Schirripa, se encargaba de distribuir la cocaína en distintas localidades de Calabria: Siderno, Locri, Bovalino, Gioiosa Ionica, Polistena, Gioia Tauro, Palmi…
Entre los acreedores de los Schirripa en Calabria se encontraban Giuseppe Sansotta y Pascuale Pugliese, vinculados con la red de clanes que forman la poderosa mafia de la región: la ‘Ndrangheta.
Pero el negocio se había atascado por las deudas de Giulio: debía 50 mil dólares a los sicilianos de la Cosa Nostra asentados en Nueva York y tenía que pagarles 2 mil 500 dólares semanales sólo de los intereses. Además, le urgía tener 100 mil dólares para pagar cinco kilos de coca que había encargado a uno de sus distribuidores habituales, el ecuatoriano Luis Calderón, El Tío, quien trabajaba para cárteles colombianos.
El 17 de febrero de 2008, los Schirripa encontraron la aparente salvación: dos nuevos distribuidores de droga. Se trataba del paraguayo Javier Guerrero y del ítalo-estadunidense Christopher Anthony Chris Castellano, dueño de un club nocturno en Grand Island. Giulio los había contactado en el barrio Corona, de Queens, y –sin mayores condiciones– le entregaron tres paquetes de cocaína para enviarlos a Italia.
Había una novedad: Javier Guerrero y Chris no trabajaban con los colombianos, sino para una célula del cártel del Golfo que operaba en Nueva York.
Así empezó el contacto entre dos organizaciones del crimen organizado que operan a nivel internacional: la ‘Ndrangheta italiana y el cártel del Golfo de México.
Cynthia Rodríguez –periodista mexicana residente en Italia– reconstruye la historia de esta asociación entre células de ambos grupos delictivos. Lo hace a partir de entrevistas, expedientes judiciales e informes policiacos, así como de las trascripciones de 5 mil llamadas telefónicas que la policía italiana interceptó a los miembros de la familia Schirripa, uno de los clanes de la ‘Ndrangheta. La historia aparece en el libro Contacto en Italia, escrito por Rodríguez, que empezará a circular en México esta semana bajo el sello de Debate.
Las deudas de Giulio
Rodríguez explica que desde febrero de 2008 la DEA estadunidense y el Departamento de Operaciones Especiales de Italia (ROS, por sus siglas en italiano) vigilaban los movimientos de la familia Schirripa y monitorearon sus llamadas telefónicas.
De hecho, la DEA comunicó a los agentes italianos que Javier Guerrero, uno de los contactos de Giulio, “trabajaba para el mexicano José Cerda, un miembro del cártel del Golfo involucrado en un operativo en el que se incautaron casi 650 kilos de mariguana. Junto con Cerda, en Nueva York colaboraban Santiago Maldonado y Mario Velásquez, quienes en marzo de 2008, y por intermedio de Christopher Castellano, se habían reunido con los hermanos Schirripa para negociar la compraventa de cocaína”.
El 1 de abril de ese año, Giulio viajó a Calabria. Una semana después, el 7 de abril, la droga negociada con los mexicanos llegó al pueblo de Marina de Gioiosa Ionica: 10 kilos de coca divididos en tres paquetes iguales. El servicio exprés de correos de Italia los entregó en la casa de María Argiro, amiga de Teresa Roccisano, la madre de Giulio.
En principio, esa cantidad de droga parecía suficiente para que la familia Schirripa saldara sus deudas y reinvirtiera en el negocio. Pero algo salió mal: el 9 de abril, uno de los “clientes” llegó al domicilio de los Schirripa en un vehículo blanco y regresó uno de los paquetes de droga. De ello se percató el Escuadrón de Cazadores de los Carabineros que vigilaba la casa de los Schirripa desde una distancia de dos kilómetros.
El “cliente” que devolvió la droga no era cualquiera. Se trataba de Aldo Carmelo Bombarderi, quien tenía nexos de amistad y familiares con uno de los clanes más poderosos de la ‘Ndrangheta: los Aquino-Coluccio, algunos de cuyos miembros están acusados de los delitos de asociación mafiosa, portación indebida de armas, tráfico de estupefacientes y lavado de dinero.
¿Qué había pasado? La cocaína de ese paquete era de pésima calidad. “Ese tipo, el amigo de aquél (Javier Guerrero), nos dio un puño”, le dijo en clave Giulio a su mujer Stacey durante una conversación telefónica.
De nuevo, Giulio estaba en problemas: en Calabria no le querían comprar esa droga y en Nueva York los miembros de la célula del cártel del Golfo presionaban a su mujer Stacey, a su hermano Vincenzo y a su socio Chris para que les pagara el costo de la cocaína.
Es reveladora la llamada que Giulio y Chris iniciaron a las 19:13 horas del 10 de abril de 2008:
Giulio: Esta mierda, que he rebajado hasta 20 o 25 (en referencia al precio), nada, ninguno la quiere (…) Escucha, aquí estos malditos la cocinan (en referencia al modo en que en Calabria se prueba la calidad de la droga) una por una, cero, nada, ni siquiera uno solo.
Chris: Esta bien, pero, ¿qué hacemos con estas personas (del cártel del Golfo)? Ellos no quieren escuchar estas pendejadas. Sabes que una vez que la agarramos, es nuestra (…) Si dejas esa cosa (la droga) allá (en Calabria) pensarán que nos los chingamos. Te lo digo en serio.
Giulio: Pero no puedo, no.
Chris: Regrésala bro, regrésala. Escucha, escucha: no estarán felices de tenerla de nuevo, pero al menos así pueden estar seguros de que la tenemos nosotros y que no se las robamos ¿qué nos queda?
En la conversación, Giulio insiste en que la droga de uno de los paquetes es de pésima calidad. “Al ojo parece buena. Le han metido algo para hacerla parecer buena y bonita, pero cuando se cocina, porque es lo que hacen aquí, pues viene nada”, le dice a Chris.
Éste, por su parte, le dice que deben “continuar trabajando” con los mexicanos “porque tienen mucho de esta cosa”.
“Podemos aclarar las cosas con ellos, pero ellos también tienen que trabajar con nosotros porque no podemos agarrar toda la responsabilidad de los 120 kilos enteros”, insiste Chris.
El 11 de abril, Giulio enterró el paquete con droga que no podía vender en una zona boscosa ubicada a unos 100 metros detrás de su casa. Los carabineros lo tenían vigilado. Esa misma noche, los agentes desenterraron la droga sin que los Schirripa se dieran cuenta y la llevaron a la oficina del Escuadrón de Cazadores de Calabria. El análisis dio positivo a la cocaína.
“Así –narra Cynthia Rodríguez– los lazos entre la familia Schirripa, Pascuale Pugliese, Giuseppe Sansotta, María Argiro y la ‘ndrina (clan) Aquino-Coluccio –plenamente identificada con la ‘Ndrangheta a través de Aldo Carmelo Bombarderi y con el cártel del Golfo a través de Christopher Castellano y Javier Guerrero– dejaron de ser una simple sospecha. La indagación que había iniciado en febrero de 2008 tenía muchos elementos que fortalecían el evidente nexo.”
Pánico
El 19 de abril, los Schirripa encontraron a una persona que estaba dispuesta a financiar su deuda con los mexicanos del cártel de Golfo: Diego Lamanna, con antecedentes penales por tráfico de estupefacientes en su natal Polistena, en Calabria, y a quien la policía identificó como cercano a otro clan de la ‘Ndrangheta: los Longo-Versace.
Giulio y Pascuale Pugliese viajaron a Nueva York el 20 y 21 de abril, respectivamente. El 1 de mayo, Pugliese regresó a Calabria. Llevaba 2 kilos de cocaína. La DEA y el ROS avisaron a los sistemas de aduanas para que lo dejaran pasar con la droga. Pero Giulio le comentó a Pugliese que “los mexicanos insistían en el pago pendiente o, en su caso, viajar a Italia para inspeccionar la droga que no habían podido vender”.
Fue entonces que los Schirripa se dieron cuenta que la droga no estaba donde la habían enterrado. Entraron en pánico. Sobre todo porque los mexicanos empezaron con las amenazas. A Chris le “pusieron una pistola en la cabeza”, por ejemplo.
El 21 de mayo, Giulio envió de Nueva York a Calabria 2 kilos más de cocaína a través del servicio postal. El paquete terminó en manos de Lamanna para venderlo y con ello pagarle a los mexicanos. Pero Lamanna demoraba los pagos. Desesperado, Giulio viajó a Calabria el 29 de mayo para “acelerar los trámites”. Un primo de Giulio, Luigi Albanese, volaría a Nueva York con el dinero para la célula del cártel del Golfo, pero “tuvo problemas con su pasaporte” y no pudo viajar.
La noche del 1 de junio, Lamanna le avisó a Pugliese que el dinero no lo tendría “antes del martes”. Inmediatamente Pugliese contestó con otro mensaje: “Estás loco”. Esperó más de 10 minutos y, al no obtener respuesta, a las 21:15 envió uno más: “Me has abandonado”. Tres minutos después, Lamanna replicó: “Te he abandonado, los güevos… Para el martes”.
“De esta manera, los agentes se dieron cuenta de que, además del problema con el pasaporte de quien haría el papel de correo, no había liquidez en el grupo, probablemente porque Lamanna, a su vez, estaba en espera del pago de la droga que él mismo había distribuido”, escribe Rodríguez en su libro.
El enojo de los mexicanos se refleja en una conversación telefónica que sostuvieron el 5 de junio Luigi Albanece, primo de Giulio, e Ignacio Díaz, alias Nacho o El Español, de la célula del cártel del Golfo en Nueva York.
Nacho: No me vengas a decir que el domingo porque a mí me habían dicho “para mañana” y esa gente (del cártel del Golfo) me ha dicho que si mañana no estás aquí, ellos se van, se van ya. Me dijeron así: “mira, si nosotros venimos, ‘pam’”. Y de 10 días que ellos llevan aquí esperándote… ¡10 días esperándote!
Luigi: Sí, sí…
Nacho: Hablamos como dos hombres ¿sí o no?
Luigi: Sí, sí…
Nacho: Con respeto, por lo tanto, me has faltado el respeto hasta el fondo. Me habían dicho que el domingo estaría aquí.
Luigi: Sí, sí, sí, ¡no, no!, pero tuve un problema con el pasaporte, con el boleto.
Nacho: ¡No me llamaste!
Luigi: No, porque Giulio me dio el número de teléfono ahorita… porque antes no tenía el número para llamarte, ¿me explico?
Nacho: Estás jugando conmigo, loco. Soy un hombre y no se juega con esto. Tú sabes que con esto no se juega (…) Me habías dicho que estarías aquí, esa gente vino de México, ¡y ha estado aquí todos estos días! ¿Sabes cuánto debo pagar al que está aquí?: 2 mil 500 dólares.
Luigi: No, no, tienes ahí los 60 y 93 (miles de dólares)
Nacho: Escucha, debes pagarme los cuatro (kilos) (…) y ahorita me tienen que pagar los tres, cada uno cuesta 31 (miles de dólares)
Luigi: Ahora, del otro no sabía, él (Giulio) me explicó que debía darte su parte.
Nacho: ¿Su parte? Te estoy pidiendo lo que es mío.
Luigi: Sí.
Nacho: Este es un problema y sabes lo que puede suceder, un problema muy gordo que después se puede lamentar y llorar.
Finalmente, los Schirripa liquidaron la deuda con los mexicanos el 4 de julio de 2008. Para ese momento las entregas de droga se empezaron a regularizar y a crecer: el próximo envío sería de al menos 20 kilos. Y, según Rodríguez, las autoridades italianas consideraban que el cártel del Golfo estaba probando una nueva ruta para el tráfico de drogas hacia Europa y que por ello inició con cantidades de droga relativamente pequeñas. Pero antes de que la ruta se estableciera, en septiembre el ROS y la Fiscalía Nacional Antimafia llevaron a cabo el operativo Solare y detuvieron al clan de los Schirripa y sus socios de la ‘Ndrangheta.
De hecho, este caso forma parte de las investigaciones que de manera paralela realizaron la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) y la Fiscalía Nacional Antimafia y el ROS de Italia, que concluyeron en los operativos Project Reckoning y Solare realizados en septiembre de 2008, que significaron un duro golpe para el cártel del Golfo y su brazo armado Los Zetas.
Rodríguez cita a Michael B. Mukasey, abogado general de la DEA, quien el 17 de septiembre de 2008 expuso los resultados del operativo Project Reckoning realizado en varias ciudades de Estados Unidos: el decomiso de 60.1 millones de dólares en efectivo, 176 armas, 16 mil 711 kilos de cocaína, 23 mil 250 kilos de mariguana, 471.2 kilos de metanfetaminas y 8.61 kilos de heroína, así como la captura de 175 narcotraficantes de diversas nacionalidades: mexicanos, guatemaltecos, panameños, colombianos e italianos.
Ese mismo día, en Italia, Pietro Grasso, fiscal nacional Antimafia, declaró: “La novedad en este operativo internacional (llamado Solare en Italia) es el papel que ha adquirido México como punto de partida del narco, sustituyendo