10 nov 2007

¿por qué no te callas?!!!


El Rey Juan Carlos y el jefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, se enfrentaron en la plenaria de la Cumbre iberoamericana con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
Fue en la recta final de la Cumbre cuando ocurrió ese incidente, que precedió a otro provocado por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, quien con sus críticas a la empresa eléctrica española Unión Fenosa motivó que el Rey abandonara la reunión en señal de protesta por los ataques que se estaban vertiendo contra España.
Zapatero, en una intervención ante el plenario, advirtió de que nacionalizar o renacionalizar la producción de determinados bienes y servicios no garantiza nada como teoría o receta ideológica, y consideró que “ uno de los riesgos más claros de cualquier economía es tener un sector público empresarial excesivo de bienes y servicios ” .
Además, puso a España como ejemplo de que los países pueden superar sus dificultades y advirtió de que nunca se podrá avanzar si se buscan justificaciones de que alguien desde fuera impide el progreso.
Esta opinión llevó a Chávez a pedir la palabra para mostrar su desacuerdo con los argumentos de Zapatero al considerar que “ no se puede minimizar ” el impacto de los factores externos.A partir de ahí, su intervención derivó en nuevas críticas a Aznar, al que ayer calificó de “ fascista ” en tres ocasiones, y eso, junto a sus ataques a la patronal española, provocó que Zapatero y el Rey se lo recriminaran personalmente.
“ Una serpiente es más humana que un fascista o un racista; un tigre es más humano que un fascista o un racista ” ,dijo
Ante el cariz de esas acusaciones, intervino Zapatero para recordar al líder venezolano que estaba en una mesa con gobiernos democráticos que representan a sus ciudadanos y en una comunidad iberoamericana que tiene como principio esencial el respeto.“ Se puede estar en las antípodas de una posición ideológica y no seré yo quien esté cerca de las ideas de Aznar, pero fue elegido por los españoles y exijo ese respeto ” , pudo decir Zapatero mientras Chávez intentaba interrumpirle defendiendo su derecho a opinar libremente.
Esa actitud de Chávez provocó que el Rey se dirigiera a él, para enojado y señalándole con el dedo, recriminarle: “ ¿Por qué no te callas? ” .
Para entonces, la presidenta de Chile y anfitriona de la Cumbre, Michelle Bachelet, tuvo que mediar para evitar que la sesión se convirtiera en un cruce de acusaciones, y cedió de nuevo la palabra a Zapatero, quien insistió en la necesidad de no caer en la descalificación pese a que se discrepe radicalmente de las ideas o comportamientos de otra persona.
Palabras que fueron acogidas con un aplauso de gran parte de los asistentes a la Cumbre. A renglón seguido, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, utilizó su turno para lanzar también duras críticas a la empresa eléctrica española Unión Fenosa, a la que dijo que en la actualidad no le hubieran dejado entrar en el país. Fue entonces cuando el Rey, en un gesto sin precedentes y acordado con Zapatero, abandonó la sala para mostrar el desagrado de la delegación española por los ataques escuchados, mientras que el presidente del Gobierno permanecía en la sesión por si era necesario responder a nuevas acusaciones.
El Rey Juan Carlos, tras permanecer durante unos minutos en un sala adyacente al plenario, optó por regresar para, a petición de Bachelet, asistir a la ceremonia de clausura de la Cumbre. Antes de ella, el vicepresidente cubano, Carlos Lage, también pidió la palabra para respaldar el derecho de Chávez a “ defenderse ” y para considerar que Aznar había atacado “ a la dignidad de Venezuela ” . Además, opinó que el hecho de que un gobernante sea elegido democráticamente no es suficiente para legitimarlo y añadió que un presidente debe “ legitimarse con su conducta ” .
En el momento de abandonar la Cumbre, Zapatero, en una breve declaración a los periodistas, reiteró la necesidad de respetar a todos los gobernantes y confió en que la de hoy sea la última vez que hay una intervención como la de Chávez en un foro democrático como esta cita iberoamericana.
En tanto Chávez dijo: "el Rey es tan jefe de Estado como yo, con la diferencia de que yo soy electo. He sido electo tres veces, con el 63%; son tan jefes de Estado el indio Evo Morales como el rey Juan Carlos de Borbón". El líder bolivariano agregó que se va de la Cumbre "liviano" por haber dicho lo que quería. "La verdad la diré delante de reyes, de imperialistas, de Bush. Allá los que se molesten", dijo Chávez en declaraciones a la televisión estatal venezolana (VTV).
Resultados de la Cumbre que terminó en polémica
En la Cumbre se aprobó la "Declaración de Santiago" y un Plan de Acción, que incluye medidas destinadas a mejorar la cohesión social, lema del encuentro. También se aprobaron una serie de comunicados especiales sobre la lucha contra el terrorismo y la corrupción, la reclamación por Argentina de la soberanía en las Islas Malvinas, el rechazo del bloqueo de Estados Unidos a Cuba y la cooperación para el desarrollo con países de renta media.
Los Jefes de Estado y de Gobierno se comprometieron también a poner en marcha un Convenio Multilateral de Seguridad Social, con el se podrán beneficiar seis millones de inmigrantes latinoamericanos.
El periódico El País dedicó este domingo su editorial: Cumbre borrascosa, la denomina.
El País, 11/11/2007:
Los incidentes con Chávez no deben empañar los acuerdos sociales de la cita en Santiago
La Cumbre Iberoamericana de Santiago comenzó con esperanzas después de varios años durante los que arreció la crítica a estas citas. Una de las razones que explican las expectativas fue la elección del tema principal de la agenda, la cohesión social, un asunto que permite trazar con precisión la frontera entre las políticas populistas y los modelos socialdemócratas que están enfrentándose en el continente. Por este motivo, no son de extrañar los desplantes y provocaciones que han protagonizado varios de los dirigentes, con Hugo Chávez al frente. Su estrategia de estos años ha consistido en presentarse como los únicos gobernantes preocupados por la desigualdad y la exclusión, y los resultados alcanzados durante esta cumbre han supuesto para ellos un categórico desmentido. Sería un grave error minusvalorar estos resultados frente a los histrionismos que han salpicado los dos días de reunión. Pero la cumbre no sólo ha puesto en evidencia la pugna entre dos modelos políticos en América Latina. Ha mostrado, además, las dificultades a las que se enfrenta cualquier política exterior cuando el grado de ruptura entre las principales fuerzas llega a los extremos que se han alcanzado en España. Rodríguez Zapatero salió en defensa del ex presidente del Gobierno José María Aznar ante los extemporáneos e inaceptables ataques de Chávez. Cumplió con su deber con la corrección y contundencia que exigía el foro de Santiago, algo que el propio Aznar reconoció y agradeció anoche al Rey y a Zapatero. También don Juan Carlos estuvo en su papel, puesto que el presidente venezolano cruzó con sus descalificaciones la línea de lo tolerable en una relación entre países soberanos. La reflexión no estaría completa si no se subrayase que el contenido de las declaraciones en las que se ha instalado Aznar desde su salida de la presidencia del Gobierno no ha estado a la altura de las responsabilidades que cabría suponerle, contribuyendo a deteriorar la convivencia interna y creando graves e innecesarias dificultades para España en el plano internacional.
La Monarquía está adquiriendo en los últimos tiempos, y por razones diversas, un protagonismo que no facilita la imprescindible labor de moderación que tiene asignada en el sistema constitucional, y que a la vista del grado de crispación que ha alcanzado la vida política en España es más necesaria que nunca. A los partidos les corresponde la mayor responsabilidad para facilitar el regreso del sosiego a las instituciones, incluida la jefatura del Estado. La proximidad de las elecciones exige en determinados ámbitos mayores dosis de sentido institucional y no de confrontación. Es una ensoñación creer que los resultados de marzo serán capaces de reparar por sí solos el insensato deterioro que se está produciendo en los órganos decisivos para el funcionamiento del Estado. La figura del Rey no debería estar por más tiempo en el primer plano político.

Sobre el Lobby israelí


El 'lobby israelí' se sale con la suya en muchas ocasiones/John Mearsheimer y Stephen Walt; el primero es catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Chicago y autor de The Tragedy of Great Power Politics (W.W. Norton, Nueva York, 2001), y S. alt es catedrático de asuntos internacionales en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard. Su último libro es Taming American Power: The Global Response to U.S. Primacy (W.W. Norton, Nueva York, 2005).
Publicado en Foreign Policy Edición Española, septiembre de 2007;
En Estados Unidos es difícil discutir de forma abierta sobre su relación con Israel. En marzo publicamos un artículo en The London Review of Books titulado 'The Israel Lobby', basado en una ponencia que habíamos incluido en la página web del claustro de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy en Harvard. Nuestro propósito era romper el tabú y provocar una discusión sincera sobre el respaldo de Washington a Israel, porque tiene consecuencias de largo alcance tanto para los estadounidenses como para el resto del mundo. Lo que recibimos fue un aluvión de respuestas, algunas constructivas, otras no.
Cada año, EE UU concede a ese país una ayuda muy superior a la que ofrece a otros Estados. Aunque es ya una potencia industrial, con un PIB per cápita casi igual al de España o Corea del Sur, sigue recibiendo unos 3.000 millones de dólares anuales en ayuda estadounidense, es decir, alrededor de quinientos dólares (unos cuatrocientos euros) por cada ciudadano israelí. Además, obtiene también otras ventajas especiales y un constante apoyo diplomático.
En nuestra opinión, esta generosidad no puede explicarse del todo por motivos estratégicos o morales. Es posible que en la guerra fría fuera una ventaja estratégica contar con un aliado así, pero ahora, en la lucha contra el terror y en medio de los esfuerzos que hace la Casa Blanca para abordar el problema de los Estados canallas, es una carga. El argumento moral no tiene validez ante el trato que Israel da a los palestinos y su negativa a ofrecerles un Estado viable. Creemos que existen fuertes razones morales que respaldan la existencia de Israel, pero dicha existencia no está en peligro. Los extremistas palestinos y el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, pueden soñar con borrar a ese país "del mapa", pero, por suerte, ninguno de ellos tiene capacidad para hacer realidad ese sueño.
Lo que alegamos es que la relación especial con Israel se debe, en gran parte, a las actividades del lobby israelí, una coalición informal de personas y organizaciones que trabajan a las claras para impulsar la política exterior de Washington en una dirección conveniente para Israel.
El lobby no es exactamente lo mismo que los judíos americanos, porque muchos no están de acuerdo con sus posiciones y, en cambio, algunos grupos que trabajan a favor de Israel (como los cristianos evangélicos) no son judíos. Este grupo de presión no tiene una dirección centralizada. No es una cábala ni una conspiración. Son organizaciones dedicadas a la política de intereses, una actividad legítima en el sistema político estadounidense. Creen que sus esfuerzos favorecen tanto los intereses de Estados Unidos como los de Israel. Nosotros creemos que no.
Explicábamos de qué forma el lobby israelí promueve los apoyos en el Congreso y el Ejecutivo estadounidense y cómo influye en el discurso público para que haya una imagen favorable de las acciones israelíes. Estos grupos organizan las aportaciones de campaña para animar a los políticos a que adopten posturas proisraelíes. Escriben artículos, cartas y editoriales y hacen todo lo posible para desacreditar o marginar a cualquiera que critique el respaldo norteamericano. El Comité de Asuntos Públicos Americano Israelí (AIPAC, en sus siglas en inglés) es la organización más poderosa, y presume abiertamente de la influencia que tiene en la política de la Casa Blanca hacia Oriente Medio. El ex líder de la minoría democráta en la Cámara de Representantes, Richard Gephardt, dijo que, si AIPAC no "luchara a diario para fortalecer [la relación], ésta no existiría".
También examinábamos la influencia del lobby en las decisiones tomadas por Washington en los últimos tiempos, incluida la invasión de Irak en marzo de 2003. Los neoconservadores, dentro y fuera de la Administración Bush, desempeñaron papeles fundamentales, junto con los dirigentes de varias organizaciones proisraelíes, a la hora de justificar la guerra. En nuestra opinión, EE UU no habría atacado Irak sin sus esfuerzos. No obstante, esos grupos y esos individuos no actuaron por su cuenta ni llevaron al país al conflicto por sí solos. Por ejemplo, la guerra seguramente no se habría producido sin los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, que ayudaron a convencer al presidente George W. Bush y al vicepresidente Dick Cheney de que había que apoyarla.
Con Sadam Husein apartado del poder, el lobby israelí centra hoy su atención en Irán, cuyo Gobierno parece decidido a adquirir armas nucleares. A pesar de tener su propio arsenal atómico y de su poderío militar, Israel no quiere que haya un Irán nuclear. Pero no parece probable que la diplomacia ni las sanciones económicas vayan a frustrar las ambiciones de Teherán. Son pocos los dirigentes mundiales partidarios de emplear la fuerza para resolver el problema, salvo en Israel y Estados Unidos. AIPAC y muchos neoconservadores que defendieron el ataque contra Irak propugnan ahora el uso de la fuerza militar contra Irán.
No hay nada malo en que los proisraelíes intenten influir sobre el Gobierno Bush. Pero también es legítimo que otros destaquen que grupos como AIPAC y muchos neocons tienen un compromiso con Israel que condiciona sus ideas sobre Irán y Oriente Medio. Aún más importante, su punto de vista no es el argumento definitivo sobre lo que es conveniente para Israel o Estados Unidos. De hecho, sus recomendaciones pueden ser incluso perjudiciales para ambos países.
Otros textos en la revista. (reacciones):
Argumento poco civilizado
Afirmar que el 'lobby israelí' pone a EE UU en peligro es irresponsable y erróneo/ Aaron Friedberg, es catedrático de Política y Asuntos Internacionales en la escuela Woodrow Wilson de la Universidad de Princeton; fue entre 2003 y 2005 uno de los asesores del presidente Bush en materia de seguridad nacional.
Hace poco, en respuesta a las críticas, Mearsheimer y Walt lamentaron lo difícil que es tener "un debate civilizado sobre el papel de Israel en la política exterior americana". Si ése es de verdad el objetivo que buscan, han escogido una forma muy poco civilizada de empezar.
Ambos autores culpan de la distorsión de la política estadounidense al lobby. Lo presentan como una entidad amorfa, a veces imposible de distinguir de una organización concreta, AIPAC, y en otras ocasiones tan amplia que dentro cabe cualquier persona o grupo que pretenda "impulsar la política exterior de Estados Unidos en una dirección conveniente para Israel".
Ambos dicen que "no hay nada de malo" en querer influir en la política estadounidense, pero luego describen esas actividades como si estuvieran sugiriendo todo lo contrario. El lobby ahoga el debate, "margina a cualquiera que critique el respaldo norteamericano" y, según escribían en su ensayo original, convence a los dirigentes estadounidenses para que envíen a sus jóvenes a encargarse "de la mayor parte de la lucha y la muerte" con el fin de derrotar a los enemigos de Israel. Sus miembros no sólo están equivocados, sino que son responsables de poner los intereses de un país extranjero por encima de los del suyo.
Como mínimo, ésta es una acusación difamatoria e incontrastable de traición contra las personas cuyas opiniones sobre Oriente Medio discrepan de las de los autores. Y en el peor de los casos, una desagradable acusación de deslealtad colectiva con ecos históricos verdaderamente repugnantes. Mearsheimer y Walt han construido unas carreras brillantes a base de defender un enfoque científico y riguroso en el estudio de la política. Por desgracia, en este caso, sus argumentos no sólo son acientíficos, sino incendiarios, irresponsables y equivocados.
El modo de pensar cuenta
La política exterior la configuran los acontecimientos y los líderes, no los 'lobbies'/Dennis Ross; es miembro distinguido del Instituto de Política para Oriente Medio en Washington (EE UU) y autor de The Missing Peace: The Inside Story of the Fight for Middle East Peace (Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 2004). Fue jefe de la delegación de EE UU encargada del proceso de paz en Oriente Medio con George H.W. Bush y Bill Clinton
A Mearsheimer y a Walt les inquietan el poder y la influencia del lobby israelí en Washington. El tono y el argumento de su artículo en esta revista están más razonados que los de su ensayo original, pero sufren el mismo fallo de partida: que la política exterior de Estados Unidos en Oriente Medio está distorsionada por culpa de este lobby aparentemente todopoderoso. Según ellos, lo que mueve a este grupo es su preocupación por Israel, no por EE UU. Dicen que empujó a los estadounidenses a una guerra desastrosa en Irak y que ahora está fomentando otra igual de peligrosa contra Irán.
Nadie sugiere que sea inapropiado debatir sobre nuestras decisiones políticas. Pero esos debates tienen que estar basados en la realidad. Decir que el lobby israelí es responsable, en gran parte, de la invasión estadounidense de Irak, es suponer que los gobernantes elegidos, sus visiones del mundo y los acontecimientos extraordinarios como los del 11-S no cuentan para nada. Mearsheimer y Walt saben que no es así. Con independencia de su postura sobre el conflicto iraquí, ¿en serio dudan de que el modo de pensar del hombre que se sienta en el Despacho Oval tuvo mucho que ver? Al Gore se manifestó contra la guerra en 2002 y 2003. Y, sin embargo, ha estado, toda su vida, mucho más próximo a los jefes del lobby israelí que el presidente. Ni éstos ni los neoconservadores convencieron a Bush para ir a la guerra. Fue el 11-S. Antes, su política respecto a Bagdad era la de las "sanciones inteligentes", dirigida a contener el régimen iraquí, no a derrocarlo. Su visión del mundo cambió ese día. Llegó a la convicción de que EE UU no podía esperar a sufrir otro ataque y de que la amenaza que representaba Sadam Husein era total. Esa convicción transformó su política. Aunque Mearsheimer y Walt reconocen ahora que "la guerra seguramente no se habría producido sin el 11-S", insisten en declarar que "EE UU no habría atacado Irak sin sus esfuerzos (los del lobby israelí)".
Sus ideas sobre Irán son igual de confusas. ¿Creen de verdad que el lobby es el único preocupado porque Irán adquiera armas nucleares? Dicen que la disuasión funcionará. Esta hipótesis no tiene en cuenta la posibilidad de que la nuclearización de Teherán mueva a otros países de Oriente Medio a hacer lo mismo ni que la perspectiva de un error atómico podría convertir una guerra nuclear en la región en una posibilidad real. Además, un Irán nuclear podría desautorizar gravemente el régimen de no proliferación, y la consecuencia sería un mundo más peligroso. Los británicos, franceses y alemanes –ninguno de los cuales está deseoso de que haya guerra– comprenden la situación. Por eso propusieron una resolución del Consejo de Seguridad que prohibiera a Irán adquirir armas nucleares. Ni es el lobby israelí el que les ha impulsado a hacer frente a Teherán ni el que dirige la política de EE UU.
Lo cierto es que el lobby israelí no siempre se sale con la suya. No logró impedir ventas de armas importantes a países árabes. No logró que la Embajada de EE UU en Israel se trasladara de Tel Aviv a Jerusalén. No logró evitar que Clinton elaborara una propuesta de paz que habría dividido Jerusalén en dos. Ello no quiere decir que AIPAC y otros no tengan influencia. Pero no distorsionan la política estadounidense ni perjudican sus intereses. Tanto los presidentes republicanos como los demócratas han sido siempre partidarios de una relación especial con Israel porque, en política exterior, los valores importan.

Una verdad compleja
No es tan fácil secuestrar la política exterior de EE UU hacia Oriente Medio/Shlomo Ben Ami, ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel, es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz y autor de Cicatrices de guerra, heridas de paz (Ediciones B, Barcelona, 2006).
La importancia que dan Mearsheimer y Walt a la influencia del lobby israelí sobre la política de Estados Unidos hacia Oriente Medio es totalmente desmesurada. Presentan a los políticos estadounidenses como si fueran, o demasiado incompetentes para poder entender cuáles son sus intereses nacionales, o tan negligentes que están dispuestos a venderse a cualquier grupo de presión a cambio de la mera supervivencia política. No cabe duda de que en el compromiso de Estados Unidos con Israel hay una base de sentimiento e idealismo. Pero también de intereses comunes y consideraciones de realpolitik.
El presidente Richard Nixon, que no era precisamente amigo de los judíos, apoyó a Israel durante la guerra del Yom Kippur, en 1973, no para proteger a ese país de una invasión soviética, sino porque convenía a los intereses nacionales de Washington. Israel no era para Nixon más que un peón en su gran juego de la guerra fría, y gracias a los envíos de armas que hizo a ese país fue posible desbaratar la alianza entre Rusia y Egipto y, llegado el momento, acabar con la hegemonía soviética en la región.
Dos décadas después, según el presidente George H. W. Bush, pese a que "miles de lobbistas" –se supone que muchos de ellos judíos– se oponían a su política, eso no le impidió arrastrar al entonces primer ministro israelí, Isaac Shamir, en contra de su voluntad, a una conferencia de paz en Madrid. Ni tampoco impidió el lobby que el predecesor de Bush, Ronald Reagan, se distanciara de Israel con el reconocimiento oficial de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Ni estorbó al presidente Bill Clinton cuando ofreció a los palestinos la soberanía incondicional sobre el Monte del Templo, el lugar más sagrado para los judíos.
A los autores les gustaría hacernos pensar que EE UU no ha sabido obligar a Israel a ofrecer un Estado viable a los palestinos y que ha defendido siempre el punto de vista de los israelíes en las negociaciones de paz. Éstas son unas afirmaciones sin fundamento que se equivocan al evaluar el papel estadounidense. Los palestinos nunca han querido que la Casa Blanca hiciera de mediadora, sino que les entregara Israel. Ni tuvieron nunca la intención de que Camp David fuera un paso definitivo. Desde el principio insistieron en que aquella no era más que una serie de cumbres. Esta actitud explica por qué Yasir Arafat no presentó nunca unas contrapropuestas que hubieran permitido a ambas partes llegar a un acuerdo más conveniente. Yo estaba en Camp David cuando Clinton hizo un último esfuerzo a la desesperada para salvar la cumbre haciendo nuevas propuestas sobre Jerusalén, unas propuestas que yo acepté y que Arafat rechazó; del mismo modo que había rechazado otra propuesta anterior e independiente de Clinton para dividir la ciudad vieja. Mearsheimer y Walt pretenden que olvidemos que, seis meses más tarde, Clinton regresó con un ambicioso plan de paz elaborado por Estados Unidos. En un acto que, posteriormente, el embajador saudí en Washington calificó de crimen contra el pueblo palestino, Arafat volvió a expresar su rechazo.
Al ignorar estos hechos tan incómodos, Mearsheimer y Walt no valoran hasta qué punto el rechazo del plan de paz de Clinton por parte del líder palestino fue un momento decisivo. El hecho de que Arafat despreciase una oferta tan ventajosa para los palestinos dejó al presidente George W. Bush sin incentivos para proseguir la búsqueda de la paz durante su mandato. Fue Arafat, y no el mitológico lobby israelí, el que hizo que EE UU se desentendiera del proceso.
Los estadounidenses deberían trabajar más para acabar con la humillación de los palestinos. Pero es ridículo afirmar que Israel o el lobby son responsables "en buena parte" del problema del terrorismo contra Estados Unidos, como aseguraban Mearsheimer y Walt en The London Review of Books. Las Torres Gemelas sufrieron su primer atentado en 1993, cuando Clinton e Isaac Rabin se encontraban en medio de unas prometedoras negociaciones de paz con Siria e Israel estaba en plenas negociaciones de paz con los palestinos. Bin Laden envió a sus hombres a Florida a formarse para ser pilotos suicidas cuando Israel estaba hablando de paz con los palestinos en Camp David. A Estados Unidos se le odia en los países árabes por la imagen que se tiene del país (una potencia entrometida que apoya a los gobernantes autócratas de un mundo árabe disfuncional), no porque sus intereses y los de Israel, a veces, coincidan.
Mearsheimer y Walt muestran una abstrusa indiferencia respecto al complejo entramado de los intereses estadounidenses en Oriente Medio ¿Qué tuvo que ver con Israel, por ejemplo, la primera Guerra del Golfo, emprendida para acabar con la ocupación iraquí de Kuwait y garantizar el suministro de petróleo? El actual conflicto de Irak puede tal vez beneficiar a Israel, pero beneficia a Irán tanto o más. Desde luego, no creo que nadie diga que comenzó a instancias de los israelíes.
Un Irán nuclear es una amenaza tan peligrosa para los estadounidenses y sus aliados suníes en el mundo árabe como para Israel. Sugerir que a EE UU no le preocuparían Estados tan peligrosos como Irán, Irak o Siria, si no fuera por su estrecha relación con Israel, es absurdo. El lobby israelí es eficaz, sin duda. Pero pedir al Gobierno que favorezca una política exterior determinada no es lo mismo que fabricarla.
Una excepción peligrosa
¿Por qué va a ser el 'lobby israelí' inmune a las críticas?/Zbigniew Brzezinski, ex consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter, es catedrático de Política Exterior de Estados Unidos en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins y asesor y miembro del consejo del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
Si se tiene en cuenta que Oriente Medio es en la actualidad el principal reto de Estados Unidos, John Mearsheimer y Stephen Walt han prestado un servicio público al iniciar un debate que era muy necesario sobre el papel del lobby israelí en la política exterior estadounidense.
La participación de estos grupos de presión étnicos o patrocinados por otros países en el proceso político estadounidense no es nada nuevo. Mearsheimer y Walt critican al lobby proisraelí y el comportamiento de Israel en una serie de ejemplos históricos. Hablan sin rodeos sobre los prolongados abusos cometidos contra los palestinos. En pocas palabras, critican la política israelí en general y, por tanto, en algunos aspectos, se les podría calificar de antiisraelíes. Pero eso no es lo mismo que ser antisemita. Decir eso es atribuir una inmunidad especial a ese país, que estaría por encima de las críticas que todo el mundo hace contra la forma de comportarse de las naciones.
Cualquiera que recuerde la Segunda Guerra Mundial sabe que el antisemitismo es el odio desenfrenado e irracional hacia los judíos. Los argumentos expuestos por Mearsheimer y Walt no merecían las histéricas acusaciones de antisemitismo que han lanzado contra ellos varios especialistas en vergonzosos artículos publicados en los principales periódicos de EE UU. Por desgracia, algunos llegaron, en una actuación digna de McCarthy, a acusarles de ser culpables por asociación porque varios racistas fanáticos habían respaldado sus opiniones; por lo visto, eso era la prueba del antisemitismo de los autores.
No creo estar cualificado para juzgar las partes históricas de su argumentación. Pero varios temas que se vislumbran en su línea de pensamiento son muy relevantes. Aportan numerosas pruebas de que, a lo largo de los años, Israel se ha beneficiado de una ayuda económica privilegiada –de auténtico favoritismo– y desproporcionada respecto a la que Washington ofrece a cualquier otro país. La gran cantidad de dinero que recibe este Estado constituye un gigantesco programa de ayuda que enriquece a los israelíes, relativamente prósperos, a costa del contribuyente estadounidense. Y ese dinero, que es un bien fungible, sirve además para pagar unos asentamientos a los que EE UU se opone y que obstaculizan el proceso de paz.
Todo esto está relacionado con el giro sufrido por la política estadounidense en Oriente Medio en el último cuarto de siglo, desde una imparcialidad relativa (que produjo el acuerdo de Camp David) a una parcialidad creciente en favor de Israel. En los últimos diez años, varios funcionarios estadounidenses salidos de las filas de AIPAC o de instituciones académicas proisraelíes han logrado, con su influencia, que se apoyara la preferencia israelí por la imprecisión a la hora de dar forma definitiva a cualquier acuerdo de paz, lo que ha contribuido a prolongar la pasividad de Naciones Unidas en el conflicto palestino-israelí. Por el contrario, los grupos americanos de origen árabe han permanecido, en general, excluidos de toda participación seria en el proceso político estadounidense.
Como es natural, los interesados en ahogar este debate son los que han conseguido prosperar sin él. De ahí la indignada reacción de algunos.

Mearsheimer y Walt responden:
Los comentarios de Aaron Friedberg muestran por qué es difícil tener una discusión franca sobre la íntima relación de EE UU con Israel. Califica nuestros argumentos de "incendiarios", "claramente incivilizados", "irresponsables" y "difamatorios". Incluso invoca la ya habitual acusación de antisemitismo, al insinuar que nuestro artículo contiene "unos ecos históricos verdaderamente repugnantes". Pero no ofrece pruebas que sostengan esas acusaciones. En cambio, se inventa argumentos que no son nuestros, como cuando afirma, por ejemplo, que acusamos a los partidarios de Israel de "traición".
Dennis Ross dice que creemos que este grupo es "todopoderoso", mientras que Shlomo Ben Ami afirma que la imagen que damos de su influencia es "totalmente desmesurada". El apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel refleja, en palabras de Ben Ami, unos "intereses comunes" y, en opinión de Ross, unos "valores" comunes. Se trata de un argumento conocido, pero poco convincente. Nunca hemos dicho que el lobby israelí fuera "todopoderoso", pero cualquiera familiarizado con la política de Washington en Oriente Medio sabe que sí ejerce una gran influencia.
Una forma de juzgar dicho poder es pensar en cómo sería la política estadounidense en esa región si ese grupo fuera más débil. Para empezar, EE UU habría utilizado su ascendente para impedir que Israel construyera asentamientos en los territorios ocupados. Todos los presidentes de Estados Unidos, desde Lyndon Johnson, se han opuesto a ellos, y muchos israelíes reconocen, ahora, que fueron un trágico error. Pero ninguno estaba dispuesto a pagar el precio político necesario para detenerlos. Por el contrario, como señala Brzezinski, Washington ha financiado una política que perjudica directamente las perspectivas de paz. Sin la presión, EE UU habría adoptado una perspectiva más independiente ante el proceso de paz, en vez de hacer de "abogado de Israel". Los dirigentes estadounidenses habrían propuesto su propio plan para llegar a un acuerdo definitivo y habrían puesto como condición para su ayuda que hubiera una voluntad israelí de acomodarse a sus políticas. Ben Ami es consciente de ello.
Si el lobby tuviera tan poca influencia como aseguran nuestros críticos, la invasión de Irak habría tenido muchas menos probabilidades de producirse. Ross opina que existe una contradicción entre dos de nuestras afirmaciones, que la influencia del lobby fue "fundamental" en la ocupación y que el 11-S también fue un factor determinante. No hay contradicción. Fueron dos condiciones necesarias, pero no suficientes por separado, para que comenzara la guerra. La campaña de los neoconservadores a favor de ésta es bien conocida y contó con el apoyo de AIPAC y otras organizaciones. El 11-S fue muy importante, por supuesto, pero Sadam Husein no tuvo nada que ver. Sin embargo, el entonces subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, y otros neocons se apresuraron a relacionarlos. En realidad, el ataque contra las Torres Gemelas era el pretexto para una guerra que perseguían desde hacía mucho tiempo.
Si este grupo fuera menos poderoso, la política actual respecto a Irán sería más flexible y eficaz. EE UU seguiría preocupado por las ambiciones nucleares iraníes, pero no trataría de derrocar el régimen ni pensaría en la guerra preventiva, y estaría más dispuesto a negociar directamente con Teherán. Washington ha aprendido a vivir con armas nucleares en China, India, Pakistán, Rusia e incluso Corea del Norte. A Teherán se le trata de manera distinta, no porque sea una amenaza contra EE UU, sino, como ha dicho Bush, porque es una amenaza contra Israel. Lo irónico es que Irán ha intentado tener mejores relaciones con Washington en varias ocasiones, y nos ayudó a perseguir a Al Qaeda. Pero se toparon con el rechazo, en parte porque AIPAC y los neoconservadores se oponen a tender cualquier mano a Teherán.
Estamos de acuerdo con nuestros detractores en que las relaciones de Estados Unidos con varios países árabes son un motivo fundamental del extremismo antiamericano, pero el hecho de apoyar a Israel a expensas de los palestinos agrava el problema. Ben Ami alega que el antiamericanismo en Oriente Medio nace del respaldo a unas autocracias árabes "disfuncionales" y que Arafat fue el único culpable de que fracasara el proceso de paz. Según esta interpretación, el trato de Israel a los palestinos y el apoyo de Washington no tienen nada que ver con el deterioro de la imagen americana en la región. No es eso lo que demuestran varios estudios objetivos sobre la opinión pública árabe.
Ben Ami afirma que el supuesto rechazo de Arafat al plan de paz de Clinton "hizo que EE UU se desentendiera del proceso de paz". Pero los documentos históricos demuestran que Arafat no rechazó la propuesta de Clinton de diciembre de 2000. El 3 de enero de 2001, la Casa Blanca anunció que "ambas partes han aceptado las ideas del presidente con ciertas reservas", un dato que se confirmó cuatro días después. Las negociaciones prosiguieron hasta enero de 2001, cuando interrumpió las conversaciones el primer ministro israelí, Ehud Barak, y no Arafat. El sucesor de Barak, Ariel Sharon, con el apoyo del lobby, acabó convenciendo a George W. Bush de respaldar el intento israelí de imponer una solución unilateral que mantendría grandes partes de Cisjordania bajo control de Israel.
Arafat fue un dirigente con grandes defectos y muchos errores. Pero israelíes y estadounidenses son, por lo menos, igual de responsables de que fracasara Oslo. Si Arafat era el principal obstáculo para la paz, ¿por qué ha hecho Washington tan poco para ayudar a Mahmud Abbas, su sucesor elegido democráticamente? Una vez más, las presiones del lobby llevaron a Washington a una política contraproducente. Abbas ha renunciado al terrorismo, ha reconocido a Israel y ha tratado de negociar un acuerdo definitivo. Pero tanto Israel como EE UU han desdeñado sus esfuerzos. ¿El resultado? Una victoria electoral de Hamás que ha dejado a todo el mundo en peor situación.

Sefarad, sin 'lobby'/José Antonio Lisbona, periodista e investigador, es autor de España-Israel. Historia de unas relaciones secretas (Temas de Hoy, Madrid, 2002) y Retorno a Sefarad. La política de España hacia sus judíos en el siglo XX (Riopiedras Ediciones, Barcelona, 1993).
Para los judíos españoles de la diáspora, España siempre ha sido y será Sefarad en la lejanía del exilio. 1492 es una fecha clave para la conciencia colectiva. Hoy, más de quinientos años después, una comunidad judía vive y reside de nuevo en Sefarad con iguales derechos que cualquier otro colectivo social. Sin embargo, en un país donde los judíos no alcanzan ni siquiera el 1% de la población, hablar de lobby judío llama poderosamente la atención. Claro está que hay judíos españoles o extranjeros, residentes en nuestro país, que destacan en el mundo de la moda, el cine, la empresa, la tecnología, las finanzas, la ciencia o la literatura pero ni son, en muchas ocasiones, referentes en su ámbito profesional o social ni tienen voluntad precisa de organizarse para orientar a la opinión pública o influir en las decisiones políticas.
Salvo media docena de personajes con capacidad de presión relativa, en especial en la economía, el resto de los entre 30,000 y 40,000 judíos que habitan en España (la mayoría de origen marroquí, iberoamericano y pocos askenazí) son ciudadanos de a pie, integrados en la comunidad donde viven y que, además, trabajan –otra característica importante– de forma anónima por precaución. En este contexto, el llamado lobby judío ni existe ni puede existir en España, menos aún el israelí. Además de no tener hoy capacidad de influencia propia tampoco ha tenido éxito, cuando lo ha intentado, en captar para su causa a destacados portavoces ni en desarrollar una política de aliados.
Sólo el 1% de los españoles cree en el concepto del 'lobby' financiero judío, y el 69% sostiene que tienen "demasiado poder"
De todos modos, la percepción extendida entre los españoles es muy distinta y errónea. Según un estudio, elaborado en 2005 por Gallup para la Liga Anti Difamación (ADL), el 71% de los españoles cree en el concepto del lobby financiero judío. El 69% sostiene que los judíos tienen "demasiado poder". En ambos casos, los datos hacen referencia a dos de los tópicos más asumidos: la vinculación del judío con el dinero y el poder. Detrás de esta mentira ancestral puede encontrarse el recurso a la expresión lobby judío, claramente peyorativa y con un cierto componente antisemita en un país como España en el que, durante el franquismo, una cierta clase dirigente identifica la masonería con el judaísmo internacional. La difusión extendida del mito de la "conspiración judía mundial" y el complot internacional de "los Protocolos de los Sabios de Sión" lleva a la ya conocida acusación de que los males de España son debidos al "contubernio judeo-masónico-comunista". Durante el franquismo era preciso distinguir, cuando se hablaba del mundo judío, dos aspectos perfectamente diferenciados entre sí: el Estado de Israel y la diáspora en general y las comunidades judías en España, en particular. Entre la diáspora judía y el Estado israelí se constataba una creciente identificación. En cuanto a las comunidades judías en España, la inexistencia de núcleos hebreos considerables hace que "este problema" no sea tomado en consideración. Sin embargo, la concepción unitaria del mundo judío no se podía extender a todos sus componentes, puesto que los particularismos sefardíes constituían un elemento disociativo. La política exterior franquista se basaba en el "apoyo al seminacionalismo sefardí en contraposición con el internacionalismo marxista judeo-askenazí".
Por ello, ante esta distinción, se fomenta un movimiento de amistad hacia lo sefardí que conllevará una influencia y penetración mayor del judaísmo en la opinión y en los poderes públicos españoles. Este "plan premeditado" llamado "la conexión sefardí" sólo tendrá éxito en el mundo cultural. Y si hablamos de Israel no podemos olvidar que España fue el último país europeo en establecer relaciones diplomáticas con este Estado en un muy tardío año 1986 y coincidiendo con su ingreso en la Comunidad Europea. Se comprueba así la nula capacidad de influencia del inexistente lobby judío español que fue incapaz de presionar al Ejecutivo para acelerar la decisión ni persuadir positivamente a la opinión pública para participar de forma directa en la elaboración de la política exterior del Gobierno español.

El Lobby israelí


Mitos y realidades del "lobby" israelí/Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel y vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz.
Publicado en El País, 9/11/2007;
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
En una ocasión, (Henry) Kissinger caracterizó Israel, injustamente, como un país que no posee política exterior, sino sólo preocupaciones nacionales. Parece mentira que dijera eso: su estudio sobre dos grandes estadistas europeos, Metternich y Castlereagh, muestra que el primero fracasó porque estaba excesivamente condicionado por sus limitaciones internas y el segundo porque las ignoró. Toda política exterior debe tener en cuenta las preocupaciones nacionales. Sin embargo, John Mearsheimer y Stephen Walt, los autores del célebre y polémico El lobby israelí (Taurus, 2007), han creado un paradigma nuevo. Si tienen razón -y no la tienen-, un país pequeño se ha apoderado, mediante sus grupos de presión en los centros del poder del imperio, de la política exterior de una superpotencia a la que ha obligado a actuar contra sus intereses nacionales.
Al querer defender lo que es una tesis absurda y obcecada, los autores de este libro demuestran una vergonzosa ignorancia de las complejas realidades de Oriente Próximo. Es verdad que “el Gobierno de Nixon reabasteció a Israel durante la guerra de octubre”, pero no lo hizo en contra de sus intereses nacionales. Precisamente la relación especial con Israel fue lo que permitió a Estados Unidos conseguir una de sus victorias estratégicas más sonadas, al desmantelar la hegemonía soviética en el Oriente Próximo árabe.
Mearsheimer y Walt creen que EE UU no ha hecho nada para cumplir su parte del acuerdo implícito con el mundo árabe: obligar a Israel a retirarse de los territorios árabes ocupados y ofrecer a los palestinos “un Estado viable”. EE UU, dicen, “ha respaldado en todo momento la postura israelí sobre las negociaciones”. Es ridículo. En Camp David I no hubo ningún “lobby judío” que impidiera a Begin retroceder a la frontera con Egipto de antes de 1967 y declararse dispuesto a abordar “los derechos legítimos de los palestinos en todos sus aspectos”. Los autores prefieren, pues, obsesionarse con la oferta de Camp David II, supuestamente mala, y se olvidan del acuerdo que se propuso mediante los parámetros de paz de Clinton seis meses después, unos parámetros que Israel aceptó y que Arafat, en lo que el embajador saudí en Washington calificó de “crimen contra el pueblo palestino y la nación árabe”, rechazó. ¿Acaso fue “respaldar la postura israelí sobre las negociaciones” la oferta de una soberanía palestina plena e incondicional sobre el Monte del Templo, la división de Jerusalén y la retirada en la práctica de todos los territorios? ¿Impidió el “lobby judío” que Clinton hiciera aquellas propuestas sin precedentes?
Es evidente que Mearsheimer y Walt otorgan demasiada influencia a los judíos. Tal vez el presidente George Bush, padre, tenía razón al hablar de que en torno al Congreso había “mil lobbistas” -se supone que sobre todo judíos- que hacían labor de presión en contra de su política sobre Oriente Próximo. ¿Impidió eso que le apretara las tuercas a Shamir, le arrastrara contra su voluntad a la Conferencia de Paz de Madrid y le negara las garantías de préstamo para la absorción de los judíos rusos? ¿Impidió el lobby que Reagan lanzase una iniciativa de paz para Palestina con el objetivo exclusivo de evitar que Israel se beneficiara estratégicamente de la aventura libanesa de Sharon? ¿Le impidió iniciar un giro en la política exterior estadounidense cuando reconoció a la OLP? Es evidente que la estrecha relación con Israel no contribuye a proteger a EE UU del terrorismo árabe. Pero decir que la negativa de EE UU a obligar a Israel a firmar la paz con los árabes es lo que explica “en buena parte” el problema del terrorismo en ese país, es ridículo. El primer atentado contra las Torres Gemelas se realizó en 1993, cuando Clinton y Rabin estaban en medio de unas conversaciones de paz muy prometedoras con los sirios e Israel estaba negociando la paz con los palestinos en Oslo. Y Osama Bin Laden envió a sus hombres a Florida, a entrenarse como pilotos suicidas, precisamente el verano en el que negociábamos la paz con los palestinos en Camp David.
El odio a Estados Unidos se remonta a mucho antes de 1967. El golpe de Estado que instaló al Sha en Irán en 1953, la invasión de Líbano en 1958 y el apoyo estadounidense a los autócratas de la región contribuyeron a esa crisis de confianza entre EE UU y los árabes. Pero sobre todo se le odia por lo que es: una nación convencida de que tiene una misión, una potencia intervencionista y amiga de los autócratas, y con unos intereses y una cultura popular a cuya penetración se resisten las sociedades islámicas.
Mearsheimer y Walt saben muy poco sobre las prioridades de Israel si creen que “la expansión de la democracia en la región”, que “ha indignado a la opinión árabe e islámica”, es un “esfuerzo relacionado con el apoyo de EE UU a Israel”. Si Israel y los autócratas árabes de la región están de acuerdo en algo, es en su rechazo de la receta democrática norteamericana para el Oriente Próximo árabe. A diferencia de los ingenuos estadounidenses, ellos saben que cualquier democracia árabe que surja hoy tiene que ser islámica, anti-occidental y contraria al “proceso de paz”.
Al abordar la guerra de Irak, los autores incurren en contradicciones significativas. ¿Cómo encaja la tesis de que la guerra se lanzó “para promover los intereses de Israel” con la afirmación del entonces ministro israelí de Defensa de que el verdadero problema para Israel era Irán, y no Irak? La guerra de Irak, al final, supuso un triunfo estratégico para los iraníes. ¿Y cómo puede conciliarse la supuesta obsesión del lobby por la guerra de Irak con el hecho de que los judíos estadounidenses se oponían mayoritariamente a la invasión? La verdad es mucho más simple: Estados Unidos habría iniciado la guerra con Irak incluso aunque no hubiera existido un lobby israelí. El presidente Bush es perfectamente capaz de cometer barbaridades en su politica exterior sin la ayuda de ningún lobby particular.
Un argumento sorprendente que utilizan es que EE UU “no estaría tan preocupado por Irán, el Irak baazista ni Siria si no estuviera tan estrechamente vinculado a Israel”. Es decir, ¿la conclusión es que la mayor coalición internacional creada por Estados Unidos desde la II Guerra Mundial, la que se formó en 1991 para expulsar a Irak de Kuwait y garantizar el suministro de petróleo, fue un asunto “estrechamente vinculado a Israel”? ¿El conflicto entre EE UU e Irán, que comenzó después de que Carter lograra negociar un acuerdo de paz entre egipcios e israelíes, también estuvo “estrechamente vinculado a Israel”? Decir que EE UU no debería preocuparse por un Irán nuclear es ignorar no sólo su interés como potencia hegemónica en la región en impedir la proliferación nuclear, sino el gran impacto que esta amenaza de la bomba iraní tiene para otros aliados de EE UU en todo el mundo árabe. Si Mearsheimer y Walt hubieran seguido el discurso público en países como Egipto, Arabia Saudí y Jordania habrían descubierto que es tal la inquietud que, por primera vez, los llamamientos a la desnuclearización de Irán son independientes de la tradicional exigencia de que Israel abandone su programa nuclear. Irán es tan enemigo de los países árabes suníes aliados de EE UU como de Israel.
Es cierto que la causa israelí resuena con fuerza en EE UU. Ahora bien, en su deseo de explicar los fallos de la política norteamericana en Oriente Próximo por los grupos de presión israelíes, los autores, de manera grotesca e irresponsable, presentan a una clase política estadounidense -incluidos los presidentes- que es o demasiado incompetente para comprender sus intereses nacionales, o, algo más grave, está dispuesta a vender sus intereses nacionales a un grupo de presión a cambio de su supervivencia política.
Soy de los que piensan que EE UU puede y debe hacer mucho más para acabar con la humillación de los palestinos y convertir en realidad la visión de los dos Estados. También he sostenido siempre que los mejores presidentes estadounidenses para Israel son los que estaban dispuestos a presionarle en favor de la causa de la paz. Carter y el primer Bush fueron ese tipo de presidentes. Clinton, pese a emplear maneras más suaves, consiguió diseñar el que algún día sería el acuerdo de paz definitivo entre Israel y Palestina.
Por desgracia, desde el 11-S, la visión paranoica del mundo que tiene EE UU ha perjudicado gravemente su capacidad no sólo de ofrecer liderazgo moral al mundo, sino de proponer soluciones a conflictos regionales. Cuando Estados Unidos tenga un presidente que proponga una visión concreta y la lleve a la práctica con decisión, ningún grupo de presión, por fuerte que sea, podrá impedirle el paso.

La opinión de Jorge Edwards

  • La hora de la cohesión social/Jorge Edwards
Publicado en EL PAÍS, 10/11/2007;
De acuerdo con mis encuestas particulares, llego a la conclusión de que los chóferes de taxi y las amas de casa son contrarios en su gran mayoría a la Cumbre Iberoamericana que se reúne estos días en Chile. Encuentran que los jefes de Estado hablan en exceso, sin que los resultados prácticos de tanta oratoria se divisen por ningún lado, y que la reunión cuesta demasiado dinero del contribuyente. Aunque no estoy de acuerdo, me parece que conviene hacerse cargo con la mayor seriedad de estas críticas. La exhibición de automóviles y motocicletas, de sistemas de seguridad, de ceremonias y banquetes, siempre es molesta para el ciudadano de a pie. Sobre todo cuando se corta el tráfico por todos lados, y en épocas de crisis de la locomoción pública. Y hay que agregar un detalle no menor, que es el reflejo de un temperamento, de un espíritu colectivo, de una historia: la sobriedad chilena es clásica, y tiene su lado mezquino, pichiruche, para emplear un chilenismo de origen araucano, pero también un lado virtuoso, interesante. Somos, como entidad social, socarrones, burlones, criticones. De manera que no conviene pasarse. Si Hugo Chávez se manda un discurso de cuatro horas, peor para él: que no diga más tarde que no se lo advirtieron.
En esta Cumbre se plantea una disyuntiva fundamental, pero probablemente será morigerada, maquillada, envuelta por los oradores principales entre paños tibios. Cosas de la diplomacia, digamos, pero habría que preguntarse si son estilos propios de una diplomacia moderna, o posmoderna, adecuada a este siglo XXI. Es la disyuntiva entre revolución y reforma, entre el progreso gradual e ilustrado y aquello que ya se define por ahí como el “atajo”, es decir, el avance rápido, el avanzar sin transar del que se hablaba en Chile en los años del allendismo. Nosotros, aquí en Chile, después de embarcarnos con poca claridad, con graves divisiones internas, con vacilaciones de todo orden, en el camino revolucionario, y después de pagar nuestras culpas políticas con sangre y con lágrimas, hemos escogido el camino del reformismo. Lo hemos hecho con escasas dudas y con una traducción política evidente: la Concertación, alianza entre el centro demócrata cristiano y una izquierda donde predomina, por fin, y espero que por mucho tiempo, el pensamiento socialdemócrata. Hay díscolos en un extremo y en el otro, en el interior de la Concentración y fuera de ella, pero no podría ser de otro modo. Y los resultados de la experiencia, en términos de país, aunque no sean perfectos, son bastante aceptables. De manera que sigo votando por la Concertación, a pesar de los pesares, y creo, con reservas, con la sorna chilena que corresponde, que el sistema de cumbres iberoamericanas, con todos sus excesos, responde a la vez a una necesidad.
Me pregunto, en el caso actual, si una polémica más abierta, con toda la cortesía que corresponde, pero sin disimulo, no sería saludable y hasta necesaria. Porque la diferencia entre Chile y Venezuela, por ejemplo, o entre Chile y Cuba, es evidente, y representa una disyuntiva de fondo. Al Chile de la Concertación le ha ido razonablemente bien. El país, ahora, goza de más prestigio en el mundo exterior que entre los socarrones y criticones chilenos. Y a qué se podría apostar en la cumbre de ahora: a que Hugo Chávez, sentado con la mayor comodidad en sus colchones de petrodólares, saque las garras en cualquier momento, y a que nosotros sigamos llenos de sonrisas protocolares, poniendo vaselina por todos lados. ¿Corresponde una reacción así al momento actual? ¿Convence a los taxistas y a las dueñas de casa, pero no sólo a ellos: a los estudiantes, a los obreros, a la gente que trata de pensar un poco?
La orientación chilena actual es el resultado de una experiencia histórica larga y dolorosa. No es un producto de la casualidad, o del capricho, o de la influencia del imperialismo norteamericano. Tenemos que hablar en serio, no en jerigonza. Y tenemos que estar preparados para responder a la jerigonza. No está demás, en este aspecto, que recordemos a nuestros clásicos. Vicente Huidobro, el poeta de Altazor, fustigaba en sus años maduros a los “esclavos de la consigna”. Neruda, su rival eterno, conoció esa esclavitud y se liberó de ella con trabajoso esfuerzo. Hay que leer los textos con atención, por encima de las líneas y entre las líneas. Ahora, desde las trincheras del nuevo populismo de América Latina, nos tiran a la cabeza verdaderos chaparrones de consignas. Y existe una primera línea defensiva que no deberíamos olvidar nunca. El canciller colombiano acaba de usarla con lucidez en una entrevista de prensa. Nuestros gobiernos, ha dicho, representan la voluntad de nuestros pueblos. Está muy bien. Tendríamos que comenzar por ahí. Reformar una constitución política para conseguir la reelección indefinida, la perpetuación en el poder con apariencias legales, no es el camino correcto. No es algo que nos convenza y que podamos tragar fácilmente.
El Gobierno chileno ha colocado en la agenda el tema de la cohesión social. Es decir, según el Gobierno, es posible alcanzar cierto grado de cohesión de la sociedad por el camino del progreso, del desarrollo de la economía, de una política que no olvida los grandes objetivos sociales. Aunque se diga con facilidad, no es poco. Es, precisamente, un enorme desafío a las consignas habituales. En épocas recientes, el dogma de la lucha de clases, de la guerra interna, no admitía réplica. La idea de llegar a un estado de relativa cohesión social dentro de una sociedad burguesa, de economía liberal, de mercado, era la peor de las blasfemias ideológicas. No había más sociedad cohesionada que la sociedad sin clases, y a ella se llegaba a través de la lucha, de la revolución y de la dictadura del proletariado. Son términos que ahora suenan como anacronismos, como fósiles ideológicos, pero que no sonaban así hace tres o cuatro décadas, es decir, en términos históricos, hace nada. Y ocurre que esos términos, que aquí, en el Chile de hoy, dejaron de tener sentido, han resucitado con fuerza inusitada, en virtud de experiencias históricas muy diferentes, en otras latitudes: en Venezuela, en Ecuador, en Bolivia. Con el ejemplo cubano colocado siempre en alguna parte, en algún altar lejano, en alguna “animita” de la orilla del camino.
El secreto de la fuerza de un Chávez, de un Correa, de un Evo Morales, tiene su origen, sin duda, en un pasado, en un proceso. Las promesas de los políticos tradicionales se repitieron durante demasiadas campañas y demasiados gobiernos. El mundo popular sólo vio que los profesionales de la política se enriquecían y que ellos seguían más pobres, más necesitados que antes. Yo me puedo irritar, me puedo escandalizar y rasgar las vestiduras, pero si no soy capaz de entender, estoy perdido. Ahora bien, como chileno viejo, entiendo, comprendo la impaciencia de los electores venezolanos, ecuatorianos, bolivianos, pero estoy seguro de que mi país representa una alternativa mejor. Eso sí, es una alternativa llena de preguntas, de interrogantes, de dificultades.
Según se dice, a lo largo de la reunión de estos días, Chile pondrá en evidencia su afinidad con los modelos de transición y desarrollo económico de España y Portugal. Está muy bien, pero no olvidemos que los niveles nuestros, en la economía, en el desarrollo social, en la cultura, están a años luz, todavía, de los niveles españoles y europeos. Y me permito, a este propósito, hacerle una sugerencia al Gobierno nuestro: ya que nos sentimos tan emparentados con la transición española, ¿por qué no imitamos, en nuestra modesta medida, el esfuerzo extraordinario que ha realizado la España moderna en el ámbito de la cultura? Por ejemplo, me ha tocado conocer por dentro el desarrollo impresionante de la edición, de las bibliotecas, del mundo del libro y de la lectura, que ha cambiado por completo la atmósfera intelectual española, que ha llevado la democracia moderna a la conciencia de las grandes mayorías. En estos días, durante las celebraciones de uno de los aniversarios de José Ortega y Gasset, el concepto de “España invertebrada” ya está muy lejos de tener la vigencia de antes. Y un país invertebrado es un país sin cohesión y sin integración en la cultura de su tiempo, ¿no les parece a ustedes? ¿No será, entonces, que el Chile de estos días, con su relativo desarrollo, es, sin embargo, un país invertebrado, inculto, incapaz, por eso mismo, de levantar y defender un modelo convincente a niveles regionales? Repartimos, claro está, a todos o a casi todos, un simpático maletín literario. Eso no lo discuto.

Comunicado del EPR; 8/11/2007

Comunicado del Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario del 8/11/2007;
Textual:
AL PUEBLO DE MEXICO
A LOS PUEBLOS DEL MUNDO
A LOS ORGANISMOS NO GUBERNAMENTALES DEFENSORES DE LOS DERECHOS HUMANOS
A LAS ORGANIZACIONES SOCIALES, POLÍTICAS Y REVOLUCIONARIAS
¡HERMANAS, HERMANOS, CAMARADAS!
En el anterior Comunicado con fecha 18 de octubre del año en curso, nos hemos comprometido a ser pacientes en aras de dar oportunidad al gobierno mexicano para presentar con vida y en libertad a nuestros compañeros Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, detenidos-desaparecidos desde el 25 de mayo del año en curso y a todos los detenidos-desaparecidos desde la década de los 70, en primer lugar y en segundo lugar, para que a través de una amnistía general se devuelva la libertad incondicional a todas y todos los presos políticos y de conciencia en el país.
Pero, mientras nosotros nos estamos comprometiendo a esperar prudente y pacientemente el regreso de nuestros compañeros, el C. Felipe Calderón Hinojosa con su gabinete ha dirigido la infernal maquinaria de represión del Estado (que nunca ha dejado de funcionar) contra luchadores sociales que supone relacionados con nuestro Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR) y luchadores sociales que tipifica como “peligrosos, subversivos y desestabilizadores” para este gobierno como defensores de los Derechos Humanos y denunciantes veraces de cuanto injusticia encuentran a su paso.
Así, en el mes de agosto la periodista Gloria Muñoz Ramírez autora de la columna “Los De Abajo” en el diario La Jornada, sufrió el allanamiento de su departamento y el robo de documentos relacionados con su trabajo; allanaron las oficinas del abogado Manuel Fuentes Muñiz del Corporativo de Asesoría Jurídica, le robaron su lap-to y los expedientes del caso de las viudas de los mineros de Pasta de Conchos; Hermenegildo Torres Cruz, ex militante del Procup-Pdlp fue detenido y sometido a interrogatorio.
En septiembre, el 3 para ser precisos, Leticia Tecla Figueroa y su hija, descendientes de la heroica familia Tecla Parra, desaparecida casi en su totalidad en los 70 e integrantes del Comité Eureka sufrieron un secuestro exprés; el mismo día Margarita Irasema Villanueva Gallegos y Ángel Fermín García Lara integrantes del Movimiento de Lucha Popular (MLP), defensores de Jacobo Silva y Gloria Arenas Agís fueron hostigados policiacamente.
Ricardo Murillo Monge defensor de los Derechos Humanos del Frente Cívico Sinaloense (FCS) fue asesinado; el abogado Manuel Fuentes Muñiz defensor de las viudas de Pasta de Conchos nuevamente fue amedrentado.
En octubre, Cándido Félix Santiago fue detenido, él es uno de los dirigentes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero (APPG); Cirino Plácido Valerio de la APPG también fue detenido y tres integrantes más se vieron en la necesidad de ampararse contra órdenes de aprehensión existentes y demandaron se cancelaran 17 órdenes de aprehensión en contra de igual número de sus compañeros; Edmundo Nava Mota Álvarez fue asesinado en Ecatepec, estado de México; Francisco Paredes Ruíz, ex integrante del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) fue desaparecido después de participar en la conmemoración del asalto al cuartel de Ciudad Madera, Chihuahua; Armando Gaytán Saldívar ex integrante del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) ha sido hostigado por agentes de la PGR que fueron a casa de su hermano a buscarlo para “solucionar el problema de los desaparecidos”, en particular de su hermano Oscar Javier Gaytán Saldívar desaparecido desde 1974 y durante estos meses las amenazas de muerte por medio de mensajes de internet y telefónicos a los hermanos Cerezo Contreras, defensores de los Derechos Humanos.
Además de esta escalada represiva, el gobierno panista está intentando desvirtuar nuestra lucha y nuestras exigencias, Francisco Ramírez Acuña, Genaro García Luna, Eduardo Medina Mora y Guillermo Valdez, han “filtrado” a la prensa, que tenemos supuestos nexos con la delincuencia organizada tratando de desviar la atención de la responsabilidad que les corresponde en el delito de lesa humanidad de desaparición forzada, al mismo tiempo algunos periodistas tratan de proteger a éstos diciendo que tal vez nuestros compañeros fueron secuestrados por la delincuencia organizada o desaparecidos por pugnas internas. No deja de haber especulaciones que son más policíacas que lógicas, honestas y veraces, tratando de encubrir al gobierno. Y Ulises Ruiz Ortiz, que como cacique y matón de pueblo, se ha “sumado a la exigencia” de los familiares de nuestros compañeros por su presentación inmediata con vida y en libertad para enmascarar su responsabilidad, y poder continuar con la represión en el estado de Oaxaca.
Mientras tanto, ¿Qué hace la Suprema Corte de Justicia de la Nación que más que solucionar los problemas, se embrolla en no dar soluciones concretas porque está supeditada al poder ejecutivo, y el poder legislativo que ya se está tardando en emitir una ley de amnistía general?
De seguir en esa actitud, seguirán siendo ellos los únicos y principales responsables de las consecuencias políticas y económicas que resulten de nuestro accionar y el hostigamiento político-militar en función de la exigencia de la presentación con vida de nuestros compañeros.
Hablando de compromisos, otro compromiso que hemos adquirido con nuestro pueblo, es el de tratar de poner fin a la impunidad ya que el delito de desaparición forzada es un delito que el gobierno mexicano no ha dejado de cometer valiéndose del “monopolio” del poder en contra del movimiento revolucionario y el movimiento popular que durante años ha luchado por democracia, justicia y libertad, la desaparición forzada es un delito de lesa humanidad que debe dejar de ser cometido por el Estado Mexicano. Crímenes de lesa humanidad que deben ser juzgados por las Cortes Internacionales.
Poner fin a la impunidad presionando al gobierno panista a presentar a nuestros compañeros detenidos-desparecidos y a Francisco Paredes Ruiz luchador social por medio de nuestra Campaña Nacional de Hostigamiento, misma que como ya hemos dicho continuará hasta que estos estén de regreso en casa.
Y en este lapso de espera ha surgido una exigencia más, además de la presentación con vida y en libertad de todos los desaparecidos políticos desde la década de los 70 que es la ubicación de los lugares en donde fueron sepultados los guerrilleros y ciudadanos inocentes asesinados por los gobiernos priístas en todo el país.
Estamos en la espera y en esta espera por el momento tomamos en cuenta el desastre natural que ocurre en los estados de Tabasco y Chiapas, desastre natural que su magnitud y alto costo social obedece a que de no ser por la gran corrupción e impunidad de los gobiernos estatales así como de los gobiernos federales priístas y panistas anteriores y actuales, no hubiera alcanzado esta gravedad. Una vez más la madre naturaleza pone al desnudo el sistema de corrupción que existe en el país y que los funcionarios de todos los niveles se desviven por ocultar.
Por lo que hacemos un llamado a nuestros hermanos tabasqueños y chiapanecos para que por medio de la solidaridad y la organización popular independiente, como en el sismo de 1985 en el DF, se rebase la organización corporativa gubernamental y tomen en sus manos la distribución de los víveres y ayuda que el pueblo de México entero está enviando respondiendo no al llamado de Felipe Calderón Hinojosa, sino al llamado de la sangre y la fraternidad entre los mexicanos, para que no suceda lo de siempre y los víveres no sean embodegados para beneficio personal de unos cuantos o para beneficio de cualquier partido, para que la corrupción imperante sea abatida por el pueblo que responde al grito de auxilio del propio pueblo.
Que quede claro, es el pueblo mexicano que acude en ayuda de sus hermanos, que no haya pretexto para que este gobierno después justifique sumas estratosféricas que quedarán en manos de la iniciativa privada como en Cancún. ¿Ahora si, señores empresarios, tienen pingües ganancias lucrando con la desgracia de nuestro pueblo?, porque resulta irónico que en cada desgracia que vive nuestro pueblo los únicos que lucran y se enriquecen a costa de ellos son los políticos corruptos de toda laya, los empresarios de la construcción, los banqueros y los oligarcas dueños de los monopolios mercantiles que han llegado al cinismo de ofrecer como producto mercantil “despensas para ayudar a los tabasqueños”. Al tiempo que los señores del duopolio de las comunicaciones, en estos momentos de desgracia echan andar todo su andamiaje de su industria sobre la base de la pobreza mediante sus acciones “altruistas” y tiendas de “ganga” para continuar enriqueciéndose aún más.
Exigimos al poder legislativo, nombre una comisión que investigue a los funcionarios estatales y federales que desviaron fondos diversos destinados a la prevención de inundaciones en los estados de Tabasco y Chiapas y que en lugar de proteger al pueblo lo dejaron indefenso ante los desastres naturales como el que hoy se enfrenta. Basta de tanta hipocresía y de rasgarse las vestiduras aportando un ridículo 10% de su dieta o un día de salario de los diputados para “ayudar” a Tabasco, lo que se requiere es una verdadera actitud de solidaridad despojada del interés mercantil.
Por último preguntamos: ¿Qué hacer ante el acoso y hostigamiento policial hacia los luchadores sociales que ha ordenado Felipe Calderón Hinojosa en la Coordinación de Seguridad Nacional?, ¿Que hacer ante la imposición del Plan México o Iniciativa Mérida?, ¿Qué hacer ante tantas mentiras, manejos y corrupción del actual gobierno panista?
A nosotros no nos dejan otra alternativa pero, bien sabemos que hay gente de buena fe, honesta y valiente que a pesar de sus nimias contradicciones está tratando de unirse para realizar las demandas que nosotros exigimos por otras vías y que otros con gran valentía han visitado a los presos políticos y de conciencia en las cárceles de máxima seguridad.
Pedimos a todos los que tienen una gran sensibilidad humana y que les afectan todas las injusticias en la sociedad, firmen desplegados y cartas para evitar la escalada represiva gubernamental.
Ante la injusticia social y la opresión política hacemos nuestra la consigna de H. I. J. O. S., ¡No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos!
¡VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS!
¡A EXIGIR LA LIBERTAD DE TODOS LOS PRESOS POLITICOS Y DE CONCIENCIA DEL PAIS!
¡POR LA PRESENTACION DE TODOS LOS DETENIDOS DESAPARECIDOS!
¡POR LA REVOLUCION SOCIALISTA!
¡VENCER O MORIR!
¡POR NUESTROS CAMARADAS PROLETARIOS!
¡RESUELTOS A VENCER!
¡CON LA GUERRA POPULAR!
¡EL EPR TRIUNFARA!
COMITÉ CENTRAL
DEL
PARTIDO DEMOCRÁTICO POPULAR REVOLUCIONARIO.
PDPR
COMANDANCIA GENERAL
DEL
EJÉRCITO POPULAR REVOLUCIONARIO
CG-EPR
Año 43
República Mexicana, a 8 de noviembre de 2007.

Reunión en Caracas

En la foto el Presidente Hugo Chávez flanqueado por Iván Márquez, delegado de las FARC y por la senadora colombiana Piedad Córdoba, luego de la reunión en Caracas.
El presidente Hugo Chávez, reveló esta semana que espera que ''antes'' de su próxima reunión en París con su colega francés, Nicolás Sarkozy, pueda tener en sus manos ''pruebas de vida'' de los secuestrados por las FARC.
Por su parte, el portavoz de las FARC ''Iván Márquez'' dijo que una ''cumbre 'Marulanda'-Chávez en el Yarí (selva colombiana) puede remover los inamovibles'' y facilitar el proceso de canje de 45 rehenes del grupo guerrillero por medio millar de rebeldes presos.
La eventual reunión de Chávez y Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo
''depende mucho del presidente Uribe'', señaló la facilitadora del proceso y senadora colombiana opositora Piedad Córdoba.
Chávez, el portavoz rebelde y la senadora se reunieron el juves 8 de noviembre en el palacio presidencial de Miraflores, centro de Caracas, para conversar sobre el canje humanitario en Colombia y después hablaron con la prensa.
'Le mando a decir a Marulanda que ojalá antes de mi llegada a París'', lo que está previsto para el próximo 20 de noviembre, ''pueda llevar la fe de vida'' de los rehenes considerados canjeables por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
Esa misma esperanza de tener las pruebas de vida antes del 20 de noviembre se la transmitió Chávez a un emisario de Francia, que identificó como Noel.
Chávez recordó que el 'comandante 'Marulanda' dio las órdenes de entregar la fe de vida'' de los rehenes ''y ahora falta que se venzan las dificultades'' para ello, entre las que mencionó los combates armados en la zona selvática donde supuestamente se encuentra el jefe máximo de las FARC.
Nota del periódico El nuevo Herald, on line 10/11/200/
Operaciones militares antiterroristas no se detienen, según Bogotá
EFE
BOGOTA
El Gobierno de Colombia informó ayer que las operaciones de la Fuerza Pública contra ''el terrorismo'' se llevan a cabo a diario, al margen de las reuniones que pueda tener la senadora Piedad Córdoba con portavoces de las FARC en su labor de facilitadora de un acuerdo humanitario.
César Mauricio Velásquez, secretario de prensa del presidente colombiano, Alvaro Uribe, leyó un escueto comunicado desde Santiago de Chile, donde acompaña al mandatario en la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno.
El comunicado, que fue reproducido en la página de la Presidencia colombiana, afirmó que el gobierno 'conoció la reunión de la senadora Piedad Córdoba con el terrorista Raúl Reyes, a través de los medios de comunicación''. ''Las operaciones institucionales contra el terrorismo se adelantan todos los días sin que tengan relación con reuniones de la senadora Piedad Córdoba'', agregó el documento oficial.
Recordó también que la opinión pública ha conocido otras reuniones de Luis Edgar Devia, ''Raúl Reyes'', portavoz y miembro de la dirección de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con "personalidades y periodistas''.
Córdoba reveló hoy en declaraciones a emisoras de radio colombianas que el Ejército bombardeó, en agosto pasado, un campamento en el que ella se reunió con ''Raúl Reyes'' y estuvo cerca de abatir al insurgente.
'Quiero comentar que una vez que yo salí de la reunión con Raúl Reyes' [portavoz FARC] me contó 'Iván [Márquez]' que por poco matan a 'Raúl' '', manifestó la congresista del partido Liberal. La opositora se refería a ''Iván Márquez'', alias de Luciano Marín, también miembro del secretariado o dirección de las FARC, quien se entrevistó ayer en Caracas con Chávez.
Nota El Nuevo Herald, on line del 9/11/2007;
Córdoba teme que la espíen para matar cúpula de FARC
Por CARLOS ALBERTO GONZALEZ
The Associated Press
BOGOTA --La senadora colombiana Piedad Córdoba, autorizada por el gobierno colombiano para gestionar ante las FARC un canje de rehenes, dijo el viernes temer que sus acercamientos con el grupo sean espiados por agentes del gobierno como un método para matar a la cúpula guerrillera.
Expresó esa sospecha porque el campamento en el que se encontró con el vocero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) Raúl Reyes fue bombardeado poco después de que lo visitó a fines de agosto para encontrarse con el comandante insurgente.
"Parece que hubo algún seguimiento... yo no tengo idea... a mí me preocupó mucho más que todo por la responsabilidad que tengo", manifestó en entrevista con radio Caracol la senadora en referencia a la presunción de que haya sido vigilada por agentes estatales durante su traslado al campamento guerrillero.
Córdoba dijo que espera que "no se vaya a pensar que (la gestión que hace) es un juego, como pueden pensar algunos, para matar al Secretariado (grupo que comanda a las FARC) y no buscar el acuerdo humanitario".
El presidente Alvaro Uribe rechazó la denuncia de Córdoba con un comunicado fechado desde Santiago de Chile, en donde asiste a la Cumbre Iberoamericana, en el que afirmó que supo del encuentro de la senadora con el "terrorista Raúl Reyes a través de los medios de comunicación".
"Las operaciones institucionales contra el terrorismo se adelantan todos los días sin que tengan relación con reuniones de la senadora Piedad Córdoba", agregó el mandatario.
Córdoba dijo que el proceso de mediación que encamina se asemeja a "una porcelana china" a la que hay que "tratar con delicadeza porque cualquier cosa puede tirarse (dañar) todo".
La senadora, junto al presidente venezolano Hugo Chávez, intenta que el gobierno colombiano y las FARC negocien un canje humanitario que supondría la liberación de medio centenar de personalidades cautivas por la guerrilla a cambio cientos de guerrilleros presos.
Entre los rehenes de la guerrilla están la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt y otros políticos, tres estadounidenses, militares y policías, algunos de los que llevan casi 10 años cautivos.
Córdoba dijo que le pedirá a Uribe que autorice una reunión de Chávez con Manuel Marulanda, el máximo jefe de las FARC, como lo sugirió en Caracas, Iván Márquez, un enviado del Secretariado que se reunió con el presidente venezolano.
En una carta abierta a Córdoba, Márquez insiste en que "sólo se está pidiendo despejar de tropas oficiales a Pradera y Florida por 45 días, como garantía para que los voceros insurgentes puedan convenir con el gobierno, sin sobresaltos, los términos del acuerdo humanitario y su concreción".
Asimismo reiteró la solitud de la guerrilla de incluir en el canje a los guerrilleros presos en Estados Unidos, Ricardo Palmera, alias Simón Trinidad y de Nayibe Rojas, alias Sonia, "así como deberán estar entre los liberados por las FARC los tres norteamericanos capturados en el sur de Colombia mientras desarrollaban labores de inteligencia de combate".
También afirmó que por orden de Manuel Marulanda, Máximo jefe de las FARC, se entregará al presidente Chávez, prueba de vida de los tres norteamericanos y de los otros rehenes.
Márquez propuso que la reunión sea en El Yarí, una región de 28.000 kilómetros cuadrados en el departamento de Caquetá, en las densas selvas del sur de Colombia

La opinión del Padre Concha

Encubrimiento en Acteal/ Miguel Concha
Publicado en La Jornada, 10/11/2007;
El pasado martes el ex presidente Ernesto Zedillo declaró en Madrid que recordaba “con mucha tristeza” la masacre de Acteal. Ello no obstante, casi tres años antes de la matanza, el 9 de febrero de 1995, salía en cadena nacional anunciando la incursión del Ejército Mexicano en las Cañadas de Chiapas, para capturar a la comandancia del EZLN, mientras mediante un juego de fotografías unas manos “desenmascaraban” al subcomandante Marcos.
Esa fecha, que se recuerda en Chiapas como “el día de la traición de Zedillo”, se inauguraba la campaña militar Chiapas 94, implementada por la Fuerza de Tarea Arco Iris, bajo el mando del general Mario Renán Castillo. Este plan contrainsurgente tendría tres años después uno de sus peores frutos: la masacre de Acteal.
En su declaración el ex presidente afirmó también que recordaba que “el procurador general de la República llevó a cabo unas investigaciones serias”. Sin embargo, las investigaciones de Acteal llevaron a concluir que lo ocurrido fue producto de divisiones intracomunitarias, y se ocuparon de cortar los eslabones de responsabilidad en el punto en el que se vincula al entonces gobernador Julio César Ruiz Ferro y al Ejército Mexicano. Tanto es así que desde marzo de 1999 la organización Amnistía Internacional, que por algo nunca gozó de las simpatías del ex presidente, expresó lo siguiente en un informe que ya lleva como significativo título el de México bajo la sombra de la impunidad: “En diciembre de 1998 un fiscal especial, nombrado con el fin de investigar la matanza, publicó el Libro blanco sobre Acteal, Chiapas, que no aclaró completamente las circunstancias en las que se produjeron los homicidios, ni investigó la responsabilidad de los funcionarios del Estado, a pesar de la negligencia que demostraron algunos altos cargos, tanto el día en que se produjeron los hechos, como durante todo el año anterior (...) A pesar de que el informe (Libro Blanco) detalla la participación de funcionarios de la Seguridad Pública local –sigue diciendo–, que contribuyeron a armar a los grupos paramilitares responsables de la matanza, vinculados a las autoridades, no analiza hasta dónde llega la responsabilidad oficial por estos vínculos”.
El uso y abuso de la procuración y administración de justicia ha tenido en efecto ese encargo hasta la fecha. En los procesos abiertos por la masacre, en contra de los autores materiales, hay 15 funcionarios y 87 indígenas procesados por diversos delitos (homicidio calificado, lesiones calificadas y portación de armas de uso exclusivo del Ejército), pero ninguno es procesado por crimen organizado o asociación delictuosa, previstos y sancionados en el artículo 164 del Código Penal Federal y en la Ley contra la Delincuencia Organizada, porque no se les integraron esos cargos o porque los jueces les otorgaron amparos.
La verdad jurídica de la masacre es, entonces, la versión más aberrante de los hechos, según la cual se entendería que ese 22 de diciembre de 1997 los atacantes se encontraron casualmente en el mismo lugar y a la misma hora, para cometer el mismo delito y sin un plan acordado de antemano.
Esta acción de la procuración y administración de justicia es ya un patrón cuando se trata de procesar a miembros de grupos paramilitares. Sabelino Torres Martínez, Diego Vázquez Pérez, Samuel Sánchez Sánchez y Marcos Albino Torres, entre otros, son los líderes del grupo paramilitar Paz y Justicia, que como en la región de los Altos asoló con sospechosa similitud la Selva Norte de Chiapas en la zona chol. Aunque los procesos siguen abiertos, y algunas decisiones se encuentran en revisión, a todos ellos sistemáticamente se les ha otorgado amparo por delincuencia organizada. Los delitos, los procesos y las sentencias parecen cortados con la misma tijera, y todo parece indicar que existe consigna.
Si no hay crimen organizado, o al menos asociación delictuosa, mucho menos hay paramilitares, y si no hay paramilitares, entonces no hay Ejército que los cree e instituciones públicas que los mantengan.
Como expresa el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas en su petición a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el 18 de febrero de 2005, lo anterior refleja “la falta de independencia e imparcialidad de los tribunales federales, a pesar de que este derecho se encuentra reconocido en la Constitución mexicana y en diversos tratados internacionales”. Muestra asimismo que las instancias de procuración de justicia “no están al servicio del estado de derecho, sino de intereses militares, políticos y particulares, al grado de tolerar y proteger a grupos claramente transgresores de la ley y, en el caso de la masacre de Acteal, a auténticos criminales”.
La impunidad de los altos responsables, que se suma a la de las matanzas de Aguas Blancas, en Guerrero, en 1995; El Charco, igualmente en Guerrero, en 1998, y a los más de 600 casos de crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen durante la guerra sucia de los años 60 y 70, es parte del proyecto de llevar a cabo una política deliberada de ataques contra la población civil que reivindica pacíficamente sus derechos postergados y negados desde hace muchos años.

Política y valores: Renato Martino

Conferencia del cardenal Renato Martino, presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz: Política y valores.
La pronunció el pasado 8 de octubre de 2007 en la Ciudad de La Plata, Argentina.
* * *
1. Saludo a todos los aquí presentes, y dirijo un agradecimiento particular a S.E. Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata por la amable invitación que me hizo llegar, invitación que acepté con mucho gusto. La reflexión que deseo compartir hoy con ustedes se refiere a las exigencias de trabajar por la construcción del bien común. El cual compete a todos los miembros de una sociedad, pero de manera particular a los hombres y mujeres de la política. Quiero proponerles estas reflexiones sobre todo a partir de las exigencias que brotan de la participación en la Eucaristía. Indicaré algunas de las implicaciones que comporta el culto eucarístico en la búsqueda del bien común, los principios y valores que deben orientar a la política, y a los fieles cristianos que se dedican a esta necesaria tarea, a la luz del culto eucarístico.
2. La tercera parte de la Exhortación apostólica post sinodal «Sacramentum Caritatis» nos ofrece una amplia y densa reflexión sobre la relación existente entre la Eucaristía y nuestra vida cotidiana, entre el culto eucarístico y nuestro compromiso en el mundo [1].
El culto cristiano, que tiene su cima en el culto eucarístico, abarca todos los aspectos de la vida. Cada acción humana, cada opción del cristiano debe estar dirigida a darle gloria a Dios, y la gloria de Dios es el hombre viviente. El culto a Dios es verdadero cuando se promueve la vida del hombre. La Eucaristía es fuente de fuerza e inspiración para que todo cristiano no decaiga en su entusiasmo por cumplir con las responsabilidades de su vida presente. Juan Pablo II nos recordaba en la encíclica social conmemorativa de la «Populorum Progressio», que la Eucaristía es banquete de comunión fraterna que compromete a realizar esta comunión no sólo en torno al altar, sino en toda la vida, amando y sirviendo a los hermanos. El Señor, mediante la Eucaristía –sacramento y sacrificio– nos une a Él y nos une a los demás con un vínculo más fuerte que cualquier otra unión natural, y unidos nos envía al mundo entero para dar testimonio, con la fe y con las obras, del amor de Dios, preparando la venida de su Reino y anticipándolo en medio de las sombras del mundo presente: «Quienes participamos de la Eucaristía estamos llamados a descubrir, mediante este Sacramento, el sentido profundo de nuestra acción en el mundo en favor del desarrollo y de la paz; y a recibir de él las energías para empeñarnos en ello cada vez más generosamente, a ejemplo de Cristo que en este Sacramento da la vida por sus amigos (cf. Jn 15, 13). Como la de Cristo y en cuanto unida a ella, nuestra entrega personal no será inútil sino ciertamente fecunda» [2].
El sacrificio salvífico de Cristo, que tiene en la Eucaristía su signo indeleble, hace nacer en quien participa en su celebración una respuesta viva de amor y compromiso. Esta respuesta, a ejemplo del amor de Cristo, está destinada a proyectarse en el servicio concreto a todos aquellos que se encuentran por el camino de la vida, especialmente a los más necesitados. La exigencia de evangelizar y dar testimonio de nuestra fe encuentra en la Eucaristía no sólo «la fuerza interior para dicha misión, sino también, en cierto sentido, su proyecto. En efecto, la Eucaristía es un modo de ser que pasa de Jesús al cristiano y, por su testimonio, tiende a irradiarse en la sociedad y en la cultura» [3].
3. Para dar un perfil adecuado de esta perspectiva en que se describe a la Eucaristía como un modo de ser, quiero proponer algunas pistas de reflexión y de compromiso social y político.
3.1 La primera pista es la de la solidaridad. «A la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces el prójimo no es solamente un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo. Por tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor, y por él se debe estar dispuestos al sacrificio, incluso extremo: «dar la vida por los hermanos»» [4].
Siendo miembros de un mismo cuerpo, que es la Iglesia, los cristianos no pueden prescindir de esta pertenencia común. Todos deben sentirse responsables y solidarios los unos de los otros. Deben saber romper esa coraza de indiferencia que amenaza de encerrarlos en su egoísmo y aislarlos, para hacerse cargo de las necesidades del prójimo, optando por el camino del compartir, que es una manifestación concreta de la solidaridad. en efecto, compartir significa entrar en relación con los demás para ofrecerles, bajo el signo de la gratuidad, el propio tiempo libre, las propias competencias profesionales, los propios dones de mente y de corazón, con el fin de ayudarles a superar las situaciones de dificultad.
Compartir también los bienes materiales. Aquí se toca el problema de lo superfluo y de lo necesario. Cuanto más vivo es el amor que lo cristianos nutren por sus hermanos más necesitados, tanto más se dan cuenta que lo superfluo debe ponerse a disposición de aquellos que están privados de lo necesario. El amor verdadero no tolera las desigualdades ni las injusticias. Es conocido el principio de la doctrina social de la Iglesia: «los bienes de este mundo están originariamente destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el valor de tal principio. En efecto, sobre ella grava una hipoteca social, es decir, posee, como cualidad intrínseca, una función social fundada y justificada precisamente sobre el principio del destino universal de los bienes» [5].
3.2 La segunda pista se refiere a la disponibilidad para el servicio. La diaconía es una dimensión esencial de la vida cristiana y tiene su apoyo principal en la práctica de la caridad. Una comunidad para ser verdaderamente eclesial debe vivir bajo el signo del servicio, dedicada a los pobres y a cuantos viven en necesidad. Esto se vuelve la prueba para medir el éxito o el fracaso de la vida humana:: «Venid, benditos de mi Padre; [...]Porque tuve hambre, y me disteis de comer...»; «Apartaos de mí, malditos; [...]Porque tuve hambre, y no me disteis de comer… » (Mt 25,34-35; 41-42). El primer servicio que el político hace al prójimo es el de realizar su trabajo cotidiano con honestidad y competencia, cultivando relaciones interpersonales civiles y de atención recíproca. Están también las necesidades fundamentales de los pobres, los marginados y explotados, los parados, las madres solteras o en dificultad, los niños de la calle, los discapacitados (físicos o mentales), los inmigrantes, los presos, las prostitutas, etcétera, que esperan respuestas y soluciones adecuadas.
3.3 La tercera pista es la de la justicia social. No basta hablar de justicia social, es necesario vivir y actuar para hacerla realidad. La Iglesia sabe que no debe intervenir en las cuestiones particulares, cuyas soluciones deben estudiarse y proponerse por los cristianos laicos, pero no renuncia a su función profética, crítica y educadora, dirigida a iluminar las diversas situaciones con la luz del Evangelio e indicar a los cristianos una opción de campo a favor de los pobres y oprimidos, en el respeto de un legítimo pluralismo con respecto a las opciones sociales y políticas, que no estén en contraste con los principios de la fe cristiana.
Educar en el sentido de la justicia significa comprometerse en la defensa y promoción de la dignidad y de los legítimos derechos de cada persona humana.
4. El compromiso de la política y de los políticos, especialmente si éstos se definen cristianos, por crear estructuras justas y solidarias. El Papa Benedicto XVI nos recuerda la importancia de lo que durante el Sínodo pasado se denominó coherencia eucarística, a la que todos estamos llamados, subrayando su importancia particular «para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales... Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Co 11,27-29)» [6]. El fiel cristiano laico, en virtud de su condición secular y «formado en la escuela de la Eucaristía, está llamado a asumir directamente la propia responsabilidad política y social. Para que pueda desempeñar adecuadamente sus cometidos hay que prepararlo mediante una educación concreta a la caridad y a la justicia. Por eso […] es necesario promover la doctrina social de la Iglesia y darla a conocer en las diócesis y en las comunidades cristianas. En este precioso patrimonio, procedente de la más antigua tradición eclesial, encontramos los elementos que orientan con profunda sabiduría el comportamiento de los cristianos ante las cuestiones sociales candentes. Esta doctrina, madurada durante toda la historia de la Iglesia, se caracteriza por el realismo y el equilibrio, ayudando así a evitar compromisos equívocos o utopías ilusorias» [7]. Con fundamento en este precioso patrimonio, a cuyo servicio se encuentra el «Compendio de la doctrina social de la Iglesia», permítanme hacer algunas reflexiones en torno al compromiso de los cristianos en el ámbito de la política.
5. La Iglesia cuando en sus documentos sociales toca las realidades temporales como la política, lo hace consciente de que se está moviendo en un campo técnico, en el cual no tiene derecho de intervenir sin razón. Se sabe y se acepta limitada, y afirma que su intervención en esta área de la vida humana es, ante todo, como maestra de moral. No manifiesta, por tanto, preferencias por un determinado sistema, lo que le interesa es que la dignidad del hombre venga respetada y promovida [8]. Recientemente, Benedicto XVI se refirió a esta misión moral, afirmando que «la Iglesia sabe que no le corresponde a ella misma hacer valer políticamente su doctrina, ya que su objetivo es servir a la formación de la conciencia en la política y contribuir a que crezca la percepción de las verdaderas exigencias de la justicia y, al mismo tiempo, la disponibilidad para actuar conforme a ellas, aun cuando esto estuviera en contraste con situaciones de intereses personales» [9]. Por ello la doctrina social de la Iglesia tiene como tarea principal iluminar con sus principios la vida del hombre en la sociedad, y uno de estos principios es el del bien común, que el Concilio define en pocas palabras como «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección» [10] .
6. La política es una manera exigente … de vivir el compromiso cristiano al servicio de los demás. El servicio es la modalidad típica que la presencia y la actividad del cristiano asume en el ámbito social y político [11]. Entre aquellos que en ámbito político tienen las responsabilidades más elevadas con respecto a las personas y a la cosa pública, no faltan – y no deben faltar los cristianos - . Resulta superfluo recordar la complejidad de las problemáticas que el político, y el político cristiano, encuentran y enfrentan en las administraciones públicas, tanto a nivel local como nacional e internacional. La política es mucho más inestable de lo que pueda pensarse, sometida como está a tensiones que provienen de múltiples frentes. A pesar de ello, el cristiano no puede descuidar el ámbito político. La política no es sólo parte constitutiva y elemento decisivo de la vida de las personas y de un país, para el cristiano es también el ámbito más elevado para ejercer la atención y el servicio a los hermanos, es decir, para vivir la caridad.
Para que este propósito se logre es necesario poner en evidencia, primero a nivel de reflexión y luego a nivel estructural y de opciones particulares, la necesidad de la dimensión ética de la política, no como dimensión facultativa, sino constitutiva, de la cual depende no sólo la calidad de la vida de las personas, de las familias, de las instituciones y del Estado, sino más radicalmente, su supervivencia. Desatender la dimensión ética conduce inevitablemente hacia la deshumanización de la vida y de las instituciones públicas, transformando la vida política en una jungla donde impera la ley del más fuerte. La Iglesia con su doctrina social no dicta leyes a los poderes públicos, ni se declara políticamente a favor de una parte o de otra, su intención es más bien salvar la persona del hombre, renovar la sociedad humana [12].
De frente a esta perspectiva de humanización, las situaciones locales y los eventos mundiales parecen con frecuencia tomar el rumbo contrario. El caminar de la sociedad se hace pesado dondequiera a causa de lo que ha sido individuado como «estructuras de pecado». Son «estructuras de pecado», por ejemplo, la explotación organizada de menores y de la prostitución, el comercio de armamentos y el mantenimiento de guerras y conflictos civiles, la corrupción política, el narcotráfico, la organización de operaciones de limpieza étnica, las legislaciones que favorecen la discriminación racial, y otras terribles realidades semejantes.
El cristiano, que está motivado por la caridad y la justicia, no puede aceptar pasivamente la presencia y funcionamiento de «estructuras de pecado», mucho menos sostenerlas o ser responsable a cualquier nivel. Como el pecado pide al cristiano un rechazo preciso y una lucha interior y exterior, así las «estructuras de pecado» exigen no un cómplice silencio, sino una franca denuncia y una clara oposición.
7. El compromiso de los cristianos en el ámbito del ejercicio del poder. El cristiano no desdeña asumir responsabilidades públicas, especialmente cuando a ello es llamado por la confianza de sus conciudadanos, según las reglas democráticas. El poder es una función necesaria para toda realidad social e institución pública; es una condición indispensable para el buen funcionamiento y para la persecución de los fines institucionales. El problema está constituido por las modalidades de su ejercicio. Quien ocupa puestos de autoridad y ejercita el poder, con frecuencia lo hace instrumento para el provecho personal, fuente de enriquecimiento o motivo de superioridad y hasta de violencia. El poder así entendido y ejercitado, anula la dignidad de los sujetos que componen el cuerpo social. no pocas veces ha sucedido también que los cristianos han justificado el propio poder o el de otros en nombre de hipotéticos bienes y presuntos valores más altos que defender.
De frente a expresiones éticamente incorrectas en el ejercicio del poder, a todos los niveles y en cualquier ámbito, el cristiano opondrá un rechazo neto, aún a costa de «pérdidas» personales. Cuando el cristiano es llamado a asumir y ejercer el poder, nunca deberá ceder a la tentación de hacerlo un instrumento de injusticia y de violencia; sería una clara negación de la fe cristiana que dice profesar, de la caridad que le debe caracterizar y, por ende, del verdadero culto eucarístico.
8. El cristiano laico tiene el compromiso de individuar, en las situaciones concretas, los pasos que realmente se deben y pueden dar para poner en práctica la fe, los principios y los valores morales. Este compromiso se vuelve problemático cuando el cristiano está llamado a elegir y valorar las opciones de otros en ámbitos o realidades que implican valores éticos prioritarios, como el carácter sagrado de la vida, la indisolubilidad del matrimonio, la investigación científica, las opciones económicas que deberán influir en la vida de los ciudadanos, especialmente de los más pobres. Son éstas y otras muchas las situaciones en las que los políticos, y los políticos cristianos se encuentran cotidianamente. Una situación emblemática está constituida por el sistema democrático. En ocasiones sucede que, a través del juego de la democracia, se aprueban leyes contrarias a los principios y valores que un cristiano vive y propone. El cristiano se encuentra entonces ante una dificultad: o abdicar a sus valores y principios, o abandonar el camino de la democracia y de la convivencia social [13]. En estas situaciones complejas y difíciles, se buscará aprovechar el valioso patrimonio de algunos criterios fundamentales para juzgar y decidir:
8.1 El primero se refiere a la distinción y a la vez a la conexión entre el orden legal y el orden moral: éste es un criterio cada vez más necesario en el contexto de sociedades plurales y con legislaciones civiles que tienden a alejarse de los valores y principios morales inmutables y universales.
8.2 El segundo criterio es la fidelidad a la propia identidad y, al mismo tiempo, la disponibilidad al diálogo con todos y sobre todo.
8.3 El tercer criterio se refiere a la necesidad que –en su compromiso social y político–, el cristiano laico crezca cada vez más en una triple e inseparable fidelidad: a los valores «naturales», respetando la legítima autonomía de las realidades temporales; a los valores «morales», promoviendo la intrínseca dimensión ética de todo problema social y político; a los valores «sobrenaturales», cumpliendo sus deberes en el espíritu de Jesucristo, es decir con su gracia y con su caridad [14].
9. Otro ámbito difícil es la elección de los instrumentos políticos, es decir, del partido y de las demás expresiones de la participación política. Una vez más la opción se ubica entre la coherencia con los valores, con los ideales de la fe y del Evangelio y las posibilidades históricas. Es necesario, ante todo, recordar el fundamento ético del actuar político; fundamento que hace de la política una expresión, ciertamente elevada y ardua, de la caridad. Cualquier opción concreta sería incorrecta si no estuviese enraizada en la caridad, es decir en la búsqueda del bien de las personas, del bien común. Es también necesario recordar que la fe cristiana nunca podrá «traducirse» en una única ubicación política; pretender que un partido o una preferencia política coincidan con las experiencias de la fe y de la vida cristiana sería un equívoco peligroso.
Será necesario poner una particular atención para salvar algunas distinciones precisas: entre la fe, ante todo, y las opciones históricas, especialmente en ámbito social y político. Además, entre las opciones que el cristiano, en particular o asociado, puede realizar en base a las propias valoraciones de oportunidad, y aquellas que puede realizar la comunidad cristiana en cuanto tal. La opción de un partido o de una preferencia política puede ser hecha sólo por personas individuales y a título personal. Una diversidad en la opción será legítima, en cuanto se hace por partidos y posiciones que no contradicen la fe y los valores cristianos.
10. El Papa Benedicto XVI ha hecho algunas consideraciones acerca de los valores e ideales que se han forjado o profundizado por la tradición cristiana, y que muchos comparten porque se basan en la naturaleza humana. Estos principios y valores deben ser defendidos, no deben traicionarse. El Papa indica algunos ámbitos que requieren especial cuidado, en primer lugar la defensa de la centralidad de la persona humana: todas las estructuras sociales, económicas y políticas deben estar al servicio del hombre y no viceversa.
La política tiene sentido y razón de ser cuando sirve al bien común, por ello todos los hombres y mujeres de la política no deben desanimarse y deben seguir adelante en su esfuerzo por servirlo «actuando para que no se difundan ni se refuercen ideologías que pueden oscurecer o confundir las conciencias y transmitir una ilusoria visión de la verdad y del bien. Existe, por ejemplo, en el campo económico una tendencia que identifica el bien con el beneficio y de tal forma disuelve la fuerza del ethos desde el interior, acabando por amenazar el beneficio mismo. Algunos sostienen que la razón humana es incapaz de captar la verdad y, por lo tanto, de perseguir el bien que corresponde a la dignidad de la persona. Hay también quien considera legítima la eliminación de la vida humana en su fase prenatal o en la terminal. Preocupante es además la crisis de la familia, célula fundamental de la sociedad fundada en el matrimonio indisoluble de un hombre y de una mujer. La experiencia demuestra que cuando la verdad del hombre es ultrajada, cuando la familia se mina en sus fundamentos, la paz misma está amenazada, el derecho corre peligro de verse comprometido y, como consecuencia lógica, se va hacia injusticias y violencias. Existe otro ámbito que os interesa mucho, y es el de la defensa de la libertad religiosa, derecho fundamental insuprimible, inalienable e inviolable, enraizado en la dignidad de todo ser humano y reconocido por varios documentos internacionales, entre ellos, sobre todo, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. El ejercicio de tal libertad comprende también el derecho a cambiar de religión, que hay que garantir no sólo jurídicamente, sino también en la práctica diaria. La libertad religiosa responde, en efecto, a la intrínseca apertura de la criatura humana a Dios, Verdad plena y sumo Bien, y su valoración constituye una expresión fundamental de respeto de la razón humana y de su capacidad de verdad. La apertura a la trascendencia constituye una garantía indispensable para la dignidad humana porque existen anhelos y exigencias del corazón de cada persona que sólo en Dios encuentran compresión y respuesta. ¡No se puede por lo tanto excluir a Dios del horizonte del hombre y de la historia! He aquí por qué hay que acoger el deseo común a todas las tradiciones auténticamente religiosas de mostrar públicamente la propia identidad, sin estar obligados a esconderla o mimetizarla» [15].
11. El precioso documento eucarístico de Benedicto XVI, citado al inicio de mi intervención, nos recuerda la necesidad de la Eucaristía para reforzar el compromiso, nos habla del sentido del domingo como «dies Domini, dies Christi, dies Ecclesiae» y «dies hominis». Es el día dedicado a recordar y renovar la presencia de Dios en nuestras vidas, el amor de Cristo por cada uno, nuestra pertenencia a una comunidad, a un Pueblo. Como «dies hominis», es día de alegría, de descanso y de caridad fraterna. El domingo es referencia necesaria para que el tiempo de nuestra existencia terrena adquiera sentido, para que el «cronos» se transforme en «cairos», para no olvidar la unión del cielo con la tierra, para que nuestra existencia no naufrague en el sin sentido de un tiempo vacío de Dios. En el compromiso por hacer de la política una actividad noble, un verdadero servicio a los hombres, es necesario el alimento del pan eucarístico y actuar a la luz que brota del Misterio tan sublime, porque «sine dominico non possumus» [16].
12. Las bienaventuranzas del político. Termino mis reflexiones con las palabras de un verdadero adorador del misterio eucarístico, el hermano Obispo que me precedió como Presidente del Pontificio Consejo «Justicia y Paz», el Siervo de Dios, Cardenal Francisco Javier Van Thuân, quien cuando en 1975 lo encarcelaron injustamente, la pregunta más angustiosa que se hizo fue: ¿Podré seguir celebrando la Eucaristía? Y que durante sus 13 años de prisión continuamente recordaba la frase de los mártires de Abitene (s. IV), citada por la Sacramentum Caritatis: Sine Dominico non possumus! ¡No podemos vivir sin la celebración de la Eucaristía!
De él son las siguientes palabras, actuales, autorizadas y colmas de sabiduría evangélica. Ellas podrían sintetizar lo que hasta aquí he dicho sobre los deberes de la política y de los políticos:
«Bienaventurado el dirigente político que entiende su papel en el mundo.
Bienaventurado el dirigente político que ejemplifica personalmente la credibilidad.
Bienaventurado el dirigente político que trabaja por el bien común y no por intereses personales.
Bienaventurado el dirigente político que es sincero consigo mismo, con su fe y con sus promesas electorales.
Bienaventurado el dirigente político que trabaja por la unidad y hace de Jesús el fulcro de su defensa.
Bienaventurado el dirigente político que trabaja por el cambio radical, se niega llamar bueno lo que es malo y utiliza el Evangelio como guía.
Bienaventurado el dirigente político que escucha al pueblo antes, durante y después de la elecciones y que siempre escucha a Dios en la oración.
Bienaventurado el dirigente político que no tiene miedo de la verdad ni de los medios de comunicación, porque en el momento del juicio responderá sólo ante Dios, no ante los medios de comunicación».
Gracias.
Renato Raffaele Card. Martino
Presidente del Pontificio Consejo «Justicia y Paz»
[1] El título es muy significativo: «Eucaristía, Misterio que se ha de vivir»: Sacramentum Caritatis, nn. 70 -97.
[2] Sollicitudo rei socialis, n. 48.
[3] Mane nobiscum Domine, n. 25.
[4] Sollicitudo rei socialis, n. 40.
[5] Id., n. 42.
[6] BENEDICTO XVI, Exhort. Ap., Sacramentum Caritatis, 83.
[7] Id., n. 91.
[8] Cf. SRS 41; QA 41.
[9] BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en el encuentro promovido por la IDC, 21 de septiembre de 2007.
[10]Gaudium et spes, 26.
[11] Cf. Octogesima adveniens, 46.
[12] Cf. Gaudium et spes, 3.
[13] La respuesta que la Centesimus annus ofrece, prospecta un camino comprometido y con pasos progresivos: «No es de esta índole la verdad cristiana. Al no ser ideológica, la fe cristiana no pretende encuadrar en un rígido esquema la cambiante realidad sociopolítica y reconoce que la vida del hombre se desarrolla en la historia en condiciones diversas y no perfectas. La Iglesia, por tanto, al ratificar constantemente la trascendente dignidad de la persona, utiliza como método propio el respeto de la libertad». Y añade: «La libertad, no obstante, es valorizada en pleno solamente por la aceptación de la verdad. En un mundo sin verdad la libertad pierde su consistencia y el hombre queda expuesto a la violencia de las pasiones y a condicionamientos patentes o encubiertos. El cristiano vive la libertad y la sirve (cf. Jn 8, 31-32), proponiendo continuamente, en conformidad con la naturaleza misionera de su vocación, la verdad que ha conocido. En el diálogo con los demás hombres y estando atento a la parte de verdad que encuentra en la experiencia de vida y en la cultura de las personas y de las naciones, el cristiano no renuncia a afirmar todo lo que le han dado a conocer su fe y el correcto ejercicio de su razón» (n. 46).
[14] Cf. Compendio, n. 569.
[15] BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en el encuentro promovido por la IDC, 21 de septiembre de 2007.
[16] Cf. BENEDICTO XVI, Exhort. Ap., Sacramentum Caritatis,73. 90. 95.

Fuente: Agencia Zenit