25 jul 2008

Las FARC, un enclave terrorista, según Apuleyo


Retrospectiva
Las FARC, un enclave terrorista en Colombia/ Plinio Apuleyo Mendoza, es periodista y escritor colombiano.
Publicado en Letras Libres (http://www.letraslibres.com/), Septiembre de 2002;
Hemos perdido la cuenta de las vidas que han cobrado las FARC desde el ascenso de Álvaro Uribe. El periodista y escritor Plinio Apuleyo Mendoza observa de cerca la mirada torva de ese y otros movimientos guerrilleros colombianos y les pone el nombre que se merecen no por sus objetivos, sino por sus métodos de lucha.
Fue necesario el horror vivido por Estados Unidos el martes negro del 11 de septiembre para que, por primera vez, el gobierno de ese país tomara conciencia de ciertas realidades que hasta entonces había subestimado o simplemente pasado por alto. En primer lugar, la realidad del terrorismo como amenaza verdadera para su seguridad interna.
En segundo término, la dimensión escalofriante que este peligro podía alcanzar cuando un fanatismo de estirpe religiosa, capaz de actos suicidas, puede disponer no sólo de considerables recursos financieros, sino también de la complicidad de ciertos Estados y el posible acceso a armas nucleares, químicas o bacteriológicas. Y, por último, el hecho cierto de que las organizaciones terroristas, por diversos que sean sus perfiles y móviles, colaboran entre sí, pues comparten muchas de ellas un rencoroso sentimiento antiestadounidense, incluyendo las que operan en el vecindario continental.
En especial, en mi país.
A la hora de afrontar una amenaza inesperada, los estadounidenses no se andan con rodeos. A propósito de Colombia, Francis Taylor, el coordinador antiterrorista del Departamento de Estado, anunció que su país combatiría a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las FARC, al Ejército de Liberación Nacional, el eln, y a las Autodefensas Campesinas como a cualquiera de los grupos terroristas del resto del planeta. El Departamento de Estado no ha vacilado, pues, en incluir a dichos protagonistas del conflicto armado colombiano entre las 27 organizaciones que, a su juicio, tienen ese carácter en el mundo. De su lado, la embajadora de Estados Unidos en Colombia, Anne Patterson, confirmaría días después este juicio en dos célebres discursos que sorprendieron por su tajante firmeza a los propios colombianos. La señora Patterson afirmó que había una notable similitud entre los mencionados grupos en armas que operan en Colombia y los fundamentalistas de Afganistán. Ambos, dijo la embajadora, tienen el tráfico de droga como medio principal de financiación y ostentan —son sus palabras— el mismo cinismo y la misma hipocresía moral.
Para los colombianos, estas declaraciones representaron un viraje de 180 grados en la percepción del gobierno y aun de los legisladores estadounidenses respecto de los grupos armados del país, en especial de las guerrillas de las FARC y del eln. Hasta entonces, al amparo de ese pensamiento "políticamente correcto" que tanto terreno ha ganado en las universidades, en la prensa y aun entre funcionarios y legisladores "liberales" de Estados Unidos, los guerrilleros eran calificados de una manera muy benévola como "insurgentes" o "rebeldes políticos" y no como terroristas. En virtud de ese juicio, que casi parecía contener para ellos y para su lucha una especie de justificación, la ayuda militar que se considera en el Plan Colombia estaba destinada exclusivamente a luchar contra el tráfico de droga y no contra la guerrilla. Inclusive, antes del 11 de septiembre, la Embajada de Estados Unidos llegó a prohibir que los helicópteros Black Hawk, suministrados dentro de los acuerdos del Plan Colombia, se utilizaran para acudir en auxilio de una desamparada guarnición de policías asediada por las FARC, guarnición que acabó sucumbiendo. Y el propio Colin Powell, cuya llegada a Bogotá estaba anunciada para el 11 de septiembre (visita que, obviamente, debió anular para regresar aquel día a Washington), llegó a declarar la víspera que no veía para Colombia más opción que la de negociar con los rebeldes.
Ahora su percepción es otra, diametralmente opuesta. Washington aspira a que también los países de la Unión Europea compartan su posición. Durante mucho tiempo esto no fue algo tan evidente. Por varias razones. La primera es que la guerrilla colombiana ha tenido —en influyentes medios de prensa, entre intelectuales de izquierda y aun en el interior de varios gobiernos— una acogida semejante a la que ha recibido Fidel Castro, pese a todas las razones que pueden darse en contra de la experiencia del comunismo en el resto del planeta y de la larga y dura dictadura padecida por Cuba. Existe en los medios de la izquierda europea —y no hablo sólo de la izquierda marxista-leninista, sino también de la izquierda democrática o socialdemócrata— la idea romántica y trasnochada de que la guerrilla es una respuesta contundente a la pobreza, la desigualdad social y el monopolio del poder por parte de oligarquías políticas y económicas en el subcontinente latinoamericano. La leyenda que se creó en torno al Che Guevara y a su lucha, representada en un famoso cartel o póster que más de dos generaciones de jóvenes europeos convirtieron en el fervoroso símbolo del heroísmo revolucionario, sigue jugando a favor de quienes creen que en las montañas hay luchadores que han seguido su ejemplo. Por supuesto, se trata de una estupidez, pero no será ni la primera ni la última que han producido en el mundo intelectual las enajenaciones ideológicas. Basta recordar cuántos intelectuales, periodistas o universitarios de izquierda, devotos de formulaciones teóricas ligadas a la utopía de la sociedad sin clases, tardaron años en verle la verdadera cara al socialismo real. Es decir, al siniestro sistema totalitario de Lenin, de Stalin y de Mao.
Mago del mundo virtual
A esta flagrante distorsión europea de la realidad colombiana, contribuyó, desde luego, la posición del gobierno del presidente Andrés Pastrana, cuyo mandato acaba de terminar. No puede olvidarse que Pastrana ganó las elecciones de 1998 ofreciendo a los colombianos algo que evidentemente no dependía en exclusiva de él: la paz. Creyendo que con ello hacía viable una negociación con la guerrilla, ofreció a las FARC un territorio de 42,000 kilómetros cuadrados —una extensión igual a Suiza o a dos veces El Salvador—, sin presencia real del Estado y de la Fuerza Pública, para adelantar los diálogos. Fue una oferta efectista y apresurada en aras de obtener el triunfo. Siempre he dicho que Pastrana no es un hombre estudioso —nunca tuvo tiempo de serlo—, pero en cambio ha tenido un talento extraordinario para jugar con los efectos, los juegos de luces, las expectativas, y para hacer que prevalezcan sobre la realidad. Es un mago del mundo virtual.
Pero la realidad acaba derrotando los juegos de imagen. Tres años y medio después de iniciado el mal llamado proceso de paz, los hechos típicamente terroristas de las FARC obligaron al presidente colombiano a darlo por cancelado. De la paz jamás hubo ningún atisbo. Al contrario, nunca ha sido más catastrófica y sangrienta la situación de Colombia. Las cifras lo dicen: treinta mil asesinatos y tres mil secuestros por año, y dos millones de desplazados. La guerrilla ha aumentado en un 35% sus efectivos y ha engrosado considerablemente su armamento, gracias a diez mil fusiles recibidos de Jordania por conducto del siniestro Vladimir Montesinos, que los hizo llegar a las FARC mediante el pago de una suma millonaria. En la vasta zona de despeje, ya cancelada, se duplicó la siembra, procesamiento y exportación de coca. También se convirtió en campo de concentración de secuestrados, lugar donde se negociaban y pagaban los rescates y donde se promulgaron leyes de la guerrilla, como la Ley 002 del Caguán, según la cual se exige a toda empresa o persona con un patrimonio de un millón de dólares o más pagar un 10% a las FARC, so pena de retención (secuestro) o acción terrorista contra sus bienes (bombas).
Y algo muy significativo. La zona fue visitada en los años 2000 y 2001 por quince agentes del ERI irlandés, tres de los cuales fueron capturados por el Departamento Administrativo de Seguridad de Colombia. Los irlandeses, según los servicios de inteligencia británicos, resultaron expertos en la fabricación y manejo de explosivos a control remoto. De acuerdo con la inteligencia militar y la policía españolas, también delegados de ETA visitaron el cuartel de las FARC. Y de su lado, el FBI tiene pruebas de que delegados del grupo terrorista libanés Hezbolá han hecho otro tanto.
Todos estos hechos demuestran de sobra que tanto las FARC como el ELN tienen vinculación con grupos terroristas internacionales y no han renunciado a su objetivo último, que es la toma del poder. Si aceptaron los diálogos con el gobierno colombiano es porque tanto una organización como la otra siguieron muy de cerca la célebre aseveración de Lenin: "La paz puede ser un instrumento de guerra." De su lado, el Che Guevara colocaba la perfidia como un instrumento esencial de la lucha guerrillera, al lado de la sorpresa y de la acción nocturna. Ambas son lecciones muy bien aprendidas por los comandantes guerrilleros colombianos. Si el presidente Andrés Pastrana, en vez de precipitarse a entregarle a las FARC un buen trozo del territorio nacional, con la cándida esperanza de convertirlo, como él mismo decía, en un "laboratorio de paz", hubiese leído con detención los documentos de las dos organizaciones guerrilleras, habría comprendido que no tienen la más remota intención de desmovilizarse. Desde hace cuarenta años las FARC, y 35 el eln, los planes que cada diez años trazan sus respectivos congresos vienen cumpliéndose con matemática precisión. Y nunca, ni en sus documentos ni en sus declaraciones, han guardado secreto alguno sobre sus finalidades. Por ejemplo, un alto dirigente de las FARC, el guerrillero que se hace llamar "Simón Trinidad", declaró recientemente a la televisión y a la prensa colombiana: "Hoy somos un Estado en el cual los miembros de organismos y gobiernos extranjeros que lleguen a Colombia, así como le piden autorización al gobierno colombiano, se la deben solicitar también a la guerrilla. ¿Por qué? Porque nosotros vamos a gobernar. No a cogobernar sino a gobernar."
Rebeldes o terroristas
Hay todavía en los países de la Unión Europea quienes se resisten a darle el carácter de organizaciones terroristas a las dos mencionadas fuerzas guerrilleras, las FARC y el eln, aduciendo los móviles políticos que guían su lucha. Olvidan ellos que los objetivos no son los que determinan el carácter terrorista de una organización. Tales objetivos, en efecto, pueden ser políticos (la toma del poder para establecer un cambio de modelo de Estado y de sociedad, como en el caso de las FARC y el eln), nacionalistas (como en el caso de ETA y el ERI) o politicorreligiosos (como es el caso de Al-Qaeda, Hezbolá o Hamas). Si esos objetivos se persiguieran en el marco de una democracia, a través de movimientos destinados a ganar una mayoría de los electores, obviamente no podría calificárseles de terroristas. Pero lo son por los métodos de lucha violentos que ponen al servicio de su causa. Se sabe cuáles son ellos: atentados, matanzas, voladura de puentes o de instalaciones eléctricas, coches bomba, intimidaciones, operaciones punitivas contra comunidades civiles, etc. Y sus fuentes de financiación son el tráfico de drogas o de armas, el secuestro o la extorsión, así como el lavado de dinero puesto al servicio de actividades ilegales. Para no cortar los pelos en cuatro, el diplomático inglés Jeremy Greenstock declaró recientemente: "Lo que parece terrorismo, lo que huele a terrorismo, lo que mata como terrorismo es terrorismo."
Podría decirse con entera validez que todo movimiento que se sirva de la violencia, cualquiera que sea la forma que ella adopte, es terrorista. Pero si se quiere definiciones más precisas, el elemento que le sería característico es la de servirse del terror para imponer en una sociedad determinada sus objetivos y concepciones, sean ellas nacionalistas, políticas o religiosas, o para castigar a quienes no las comparten o se oponen a ellas. Pues bien, tal es el caso tanto de las FARC, del ELN o de las Autodefensas Campesinas de Colombia, mal llamadas "paramilitares".
Los ejemplos que podría citar son innumerables. Como periodista he recorrido muchos lugares de Colombia y he podido comprobar infinita cantidad de casos de terrorismo por cuenta, primero de las guerrillas de las FARC y del eln, y luego de las Autodefensas Campesinas que se les oponen con sus mismos métodos. Pero quisiera apelar a mi memoria para recordar algunos de esos casos. En 1987 partí para el Caquetá, un departamento en el lindero mismo de las selvas del Sur, donde acababa de producirse una serie de asesinatos de líderes cívicos, a primera vista inexplicables. Nadie sabía qué había detrás de ellos. Ninguno de los hombres y mujeres asesinados tenía enemigos. Al contrario, era gente muy querida en la región. Guerrilleros de las FARC habían asesinado en aquel departamento en pocos días a una joven y bonita abogada, muy apreciada por los campesinos de la población de Puerto Rico, donde se había radicado; a un maestro de escuela que había creado en otra población del mismo departamento grupos de acción comunal para hacer caminos y construir o reparar viviendas; a un ex capitán de aviación, muy respetado en la capital del departamento, cuya candidatura había sido lanzada allí para la alcaldía; a varios dirigentes campesinos, entre ellos una mujer madre de diez hijos.
"Fueron ellos", me decía todo el mundo. "Ellos", siempre "ellos". Y con ese ellos se referían siempre a las FARC. Pero lo que ignoraban era por qué motivo lo habían hecho, pues los asesinados eran personas que nunca habían tomado partido beligerante contra la guerrilla. La clave me la dio una campesina robusta y colorada que había sobrevivido a un atentado. "Es muy simple, doctor —me dijo—. Ellos están matando a los líderes. Son un obstáculo para apoderarse de esta región. Yo lo sé, lo sabemos todos. Yo soy líder también. Pienso seguir trabajando en los campos hasta que mi Dios disponga. Soy liberal, y no pienso cambiar de color."
Aquellos casos —apenas media docena en un país donde se asesina cada año a treinta mil personas— tuvieron para mí la trascendencia de una fulminante y esclarecedora revelación. Lo confirmaría luego leyendo documentos de las FARC y del eln. Allí se traza a los diversos frentes el compromiso de "copar" regiones (tal es la palabra) a fin de que en ellas se haga sentir a las poblaciones la presencia de la guerrilla como único factor real de poder. Y "copar" significa despejar el camino, eliminar obstáculos, para conseguir el objetivo propuesto. Los líderes cívicos, ajenos a su ideología —abogada, maestro de escuela, capitán o campesina— eran obstáculos y había que suprimirlos. Así de simple era todo. De paso, era una manera de advertir a la población que quien no comulgara con el credo político de la organización subversiva podía correr la misma suerte.
Pues bien: a eso no se le llama "insurgencia". Es terrorismo y así debe considerársele. No hay otra palabra mejor.
El pueblo que nunca olvidé
Refiero en este apartado lo que yo podría considerar la prueba reina del terrorismo demente de la guerrilla, esta vez no selectivo, sino indiscriminado contra toda una población que llegué a conocer muy bien. El Carmen de Chucurí —así se llama— está colgado en la cima de una colina. De sembrar y exportar cacao vive el pueblo. Su historia es muy particular. Allí, en los años sesenta, nació el eln. Allí, en una de sus veredas, murió en combate mi querido amigo y condiscípulo el cura Camilo Torres, en cuya memoria, paradójicamente, el ELN adoptó el nombre de Unión Camilista Ejército de Liberación Nacional. De allí, también, es oriundo el actual dirigente máximo de dicha organización, Nicolás Rodríguez Bautista, alias "Gabino". Fue tal la implantación de la guerrilla en este municipio que, durante treinta años, ella fue allí la real autoridad. Casi todos sus habitantes tienen o tenían un pariente en el eln. Los campesinos, sometidos a un intenso adoctrinamiento marxista, manejan términos tales como "plusvalía" o "burguesía".
Cada semana debían participar en lo que se designaba un "colectivo de producción" que les ocupaba un día entero a fin de suministrar alimentos básicos (yuca, plátano, carne) a los guerrilleros del Frente "Capitán Parmenio", que tenía su campamento en la montaña, a pocos kilómetros del pueblo.
Esta situación terminó gracias a la labor de un capitán del Ejército llamado Germán Pataquiva. En vez de salir a buscar guerrilleros, para echarse bala con ellos, decidió que sus hombres se iban a dedicar enteramente a servir a los campesinos, y a convencerlos de que el Ejército no era lo que la guerrilla les había pintado. Llegó a hacerse no sólo amigo sino compadre del alcalde y de su esposa, pese a que ella tenía un hermano combatiendo con la guerrilla. Visitó rancho por rancho. Cuando se ganó la confianza de los campesinos, descubrió que ninguno de ellos estaba contento con el trabajo forzado que representaban "los colectivos de producción" y menos aún con el hecho de que los guerrilleros reclutaran no sólo a sus hijos sino también a sus hijas para llevárselas a sus campamentos y embarazarlas.
En suma, el capitán Pataquiva logró persuadir a los campesinos a que marcharan al campamento del ELN para notificarle a su comandante que no deseaban seguir cumpliendo tareas para ellos. "Ni con ustedes ni con el Ejército: queremos simplemente vivir en paz", tal era su mensaje. Y un día, nada menos que cuatro mil campesinos realizaron la marcha y de viva voz notificaron al comandante del Frente "Capitán Parmenio" su determinación. La venganza del ELN fue brutal. El alcalde, Alirio Beltrán —hijo del fundador del pueblo— fue citado por la guerrilla. Dos días después, algunos campesinos encontraron su cadáver. Al alcalde le habían quemado las piernas con ácido, le habían arrancado las uñas y luego le habían disparado un tiro en la nuca. Poco después, la última noche de diciembre de 1992, cuando el pueblo festejaba la llegada del nuevo año, el acueducto fue dinamitado, así como los puentes de la carretera que llevaba a Bucaramanga, la capital del departamento.
Los primeros camiones cargados de cacao que intentaron salir fueron quemados y sus conductores muertos. De modo que el Ejército tuvo que restaurar los puentes y, en lo sucesivo, acompañar los camiones con un convoy militar. Pero hubo algo más, terrible: los campos, jardines y establos donde se ordeñan las vacas o los lavaderos a la orilla del río que pasa por las cercanías fueron sembrados de minas unipersonales o minas "quiebrapatas", como allí se les llama: una modalidad adoptada años atrás por el Vietcong y usada por los rusos contra los niños mujaidines en Afganistán, con la idea de que un mutilado provoca en la población más miedo que un muerto, pues a su paso, día tras día, todos recuerdan el castigo que se les infligió. Hoy, en El Carmen, hay más de veinte personas —sobre todo mujeres, muchachos y niños— sin piernas. Sobre este caso, y muchos otros que iba descubriendo a lo largo de mis viajes por el país, escribí amplios reportajes que eran publicados en el diario El Tiempo. Y obviamente, quedé yo también amenazado. Por eso ahora vivo en España.
Terrorismo de izquierda y derecha
Si de cifras se trata, me bastaría recordar una sola. El Nuevo Herald, en su edición del 17 de diciembre del año pasado, informaba que en Colombia la guerrilla ha secuestrado en los últimos seis años a 15,392 personas, 672 de las cuales han sido asesinadas. Entre ellas, una ex ministra de Cultura, muy popular en la costa colombiana por su contribución a la difusión del folclor regional. De los hechos típicamente terroristas de la guerrilla atraparía a vuelo de pájaro algunos muy indicativos. Por ejemplo: a una pobre campesina, llamada Ana Elvia Cortés, dueña de media docena de vacas, recaudadores de impuestos de las FARC le colocaron en mayo de 1999 un collar bomba para obligarla a pagarles la suma que le habían fijado. La mujer anduvo varias horas con el collar en el cuello ante la impotencia de vecinos, policías y fotógrafos. Finalmente perdió la vida cuando estalló el explosivo. El macabro recurso utilizado por la guerrilla tenía como propósito hacer saber a los campesinos de la región lo que podía ocurrirles si no pagaban su respectivo tributo. Una vez más, el terror como arma de extorsión.
Si hechos como éste no bastaran para identificar como terroristas a las FARC y al eln, podrían citarse las bombas colocadas en el piso 39 de un lujoso hotel de Bogotá, los coches bomba en diversas ciudades del país, el asesinato de tres indigenistas americanos ordenado por un frente de las FARC o el fusilamiento de tres misioneros de la misma nacionalidad después de veintinueve meses de cautiverio, los catorce atentados contra el entonces candidato y ahora presidente de la República Álvaro Uribe Vélez, el secuestro de niños menores de diez años de edad en los autobuses escolares, el de los feligreses de una iglesia en Cali o de los pasajeros de un avión de Avianca que volaba de Bucaramanga a Bogotá, los atentados dinamiteros a oleoductos y torres de energía eléctrica, la matanza perpetrada en la población de Bojayá, el 4 de mayo de este año, cuando la iglesia donde se habían refugiado sus aterrorizados pobladores, ante un ataque de las FARC, fue pulverizada con un cilindro de gas repleto de dinamita ocasionando la muerte de 114 personas, de las cuales 43 eran niños.
La escalada terrorista de las FARC ha sido particularmente intensa en los últimos meses. En el mes de julio, dicha organización ha exigido su renuncia a todos los alcaldes del país, so pena de asesinarlos o "ajusticiarlos", como dicen sus comunicados. Y a los que, desobedeciendo esta orden, han intentado proseguir su labor desde la capital de su respectivo departamento, les han secuestrado sus hijos pequeños o han asesinado a sus esposas.
Desde luego, los paramilitares que han resuelto combatir a la guerrilla bajo la sigla AUC (Autodefensas Campesinas de Colombia) utilizan métodos similares, especialmente los asesinatos selectivos de personalidades de izquierda y las matanzas de campesinos que señalan como colaboradores de la guerrilla. Carlos Castaño, su principal dirigente, no ha vacilado en confesar que ordenó el asesinato en un avión de Carlos Pizarro, el dirigente del M-19 reinsertado en la vida civil después de entregar las armas, que en el momento de su muerte era candidato a la presidencia. Igualmente los paramilitares fueron responsables del asesinato de más de dos mil dirigentes de la Unión Patriótica, movimiento en buena parte integrado por miembros del Partido Comunista.
Después de este recuento, no hay duda que quien tiene razón en su diagnóstico a propósito de los grupos armados de Colombia es el Departamento de Estado estadounidense. Se trata de organizaciones terroristas tan feroces, inclementes y peligrosas como los extremistas musulmanes o como ETA.
La ideología les otorga un blindaje para todos sus actos. Si los islamistas de Al-Qaeda creen obrar por designio de Alá y los etarras en representación de una causa independentista, los grupos colombianos obedecen los preceptos ideológicos más primarios del marxismo-leninismo, que hicieron un desastroso tránsito en la historia de media Europa en el siglo pasado, y sucumbieron derrotados por la realidad y nada más que por la realidad. Pero, a la sombra de Fidel Castro y ahora del exuberante coronel Hugo Chávez, y con el soporte de los movimientos de izquierda radical que integran el llamado Foro de Sao Paulo, están convencidos de que el socialismo (un eufemismo para designar el comunismo puro y duro) es una alternativa válida para América Latina. Seguros de que jamás tendrán fuerza electoral para llegar al poder, porque el comunismo nunca ha obtenido en Colombia más del 3% de los votos y la izquierda en su conjunto nunca más del 7%, han creído que las armas son el medio de conseguirlo. Sólo que en su largo camino en esta dirección, empujados por la lógica misma de la violencia, no han vacilado en adoptar el terrorismo como recurso supremo de lucha. Y lo dicen tranquilamente. Así, en el llamado "Plan Estratégico del Frente Noroccidental del eln" se menciona entre los objetivos específicos "Promover la confrontación mediante la ejecución de acciones de Comando y de confrontación directa". Dice también que "no hay zonas vedadas en la ciudad". En el área urbana recomienda "efectuar acciones selectivas contundentes a partir de la creación de Comandos y Destacamentos especializados en tareas de mimetismo, explosivos, francotiradores, radistas". Y, finalmente, esta perla que me permito subrayar:
La alusión a ETA no es gratuita, dadas las conexiones que existen con esta organización, así como con el ERI y el Hezbolá. También se han descubierto contactos con la mafia rusa para intercambiar armas por droga. El insólito y de algún modo extravagante descubrimiento de un pequeño submarino que se estaba construyendo en las cercanías de Bogotá (a 2,600 metros de altura sobre el nivel del mar) con ayuda de técnicos rusos (sin duda para transportar coca) muestra que la red tejida por las organizaciones subversivas de Colombia es mucho más compleja de lo que se piensa. Se sabe, además, que guerrilleros colombianos han recibido entrenamiento en Irak y en Libia. Todo esto indica que el enclave terrorista en Colombia no es nada menospreciable y que reviste un gran peligro para el continente, y en especial para los países vecinos que ya han empezado a sufrir sus incursiones.
La de mi país es una realidad que el mundo debería conocer mejor.

Fox y los intelectuales


Fox y los intelectuales/
La opinión de Jorge G. Castañeda, el "Guero"
Publicado en Letras Libres (www.letraslibres.com), junio de 2008;
Es un hecho que la mayor parte de los intelectuales mexicanos odia a Vicente Fox. Pero ¿de quién es la culpa: del inculto y rijoso ex mandatario o de una intelligentsia atada a sus viejos prejuicios y privilegios? Jorge G. Castañeda responde en este lúcido y provocador ensayo
¿Por qué los intelectuales (de izquierda) no quieren (no quisieron, no querrán nunca) a Fox? Quien mejor resumió la paradoja del rechazo, odio, desprecio o simple animosidad de un gran tajo de la intelectualidad nacional ante Fox fue Roger Bartra, durante una discusión con un servidor y Monsiváis, en una cena organizada por Gerardo Estrada en 2001, poco menos de un año después del inicio del sexenio. Palabras más, palabras menos, Bartra se preguntaba –y si traiciono el sentido de su interrogante lo lamentaría en el acto– por qué la intelectualidad mexicana no apoyaba al gobierno de Fox, por qué no se había incorporado al mismo, por qué lo abandonaba en manos de la derecha, por qué casi prefería que se transformara plenamente en un gobierno conservador en lugar de jalarlo hacia el centro, y, en algunos aspectos, hacia la izquierda. La pregunta de Bartra me quedó rondando, y siempre me propuse ordenar mis conjeturas al respecto. A título de respuesta a una pregunta que es preciso acotar: ¿por qué Fox fue objeto de un mayor desdén por parte de los intelectuales que cualquier otro presidente de la época moderna?
Antes de entrar en materia, conviene aclarar paradas. En primer lugar, se imponen tres precisiones a propósito del término “intelectualidad”. La inicial es taxonómica: incluyo en la acepción aquí utilizada a nuestros grandes escritores, artistas, creadores, científicos y demás. Incorpora igualmente a lo que en otras latitudes se denomina la comentocracia, a saber, aquellos que, con o sin pertenecer a ese primer grupo, plasman sus ideas y/o estados de ánimo en las planas editoriales, los noticieros de radio y los programas de televisión (dedicados, en vista de su horario, ante todo a los veladores o porteros de noche), y, por supuesto, en los desplegados de abajo firmantes. Existen intelectuales que no son comentócratas (pocos), y comentócratas que no son intelectuales (muchos). Pero, para los fines de este ensayo, pienso que se justifica aglutinarlos en un sólo conjunto, a riesgo de ganarme algunos enemigos más.
Una segunda precisión estriba en la evidente diversidad de posturas políticas e ideológicas que hoy impera en el seno de ese conjunto. No es que antes reinara la unanimidad; siempre hubo de todo en esta viña del Señor. Pero exagerar la generalización y concluir que “los intelectuales mexicanos son de izquierda” me parece hoy más falso que nunca, de la misma manera que lo era años atrás cuando se solía afirmar que todos eran “oficialistas” o “críticos”. La intelectualidad mexicana nunca ha sido totalmente de izquierda, totalmente oficialista o totalmente crítica; más aún, su historia ofrece repetidos ejemplos de desplazamientos del mismo individuo de una categoría a otra. No obstante, uno de los enigmas que encierra la interrogante aquí propuesta como objeto de reflexión consiste justamente en la virtual uniformidad de criterio frente a Fox, desde diferentes trincheras ideológicas: de izquierda, de centro, de derecha, liberales, conservadores marxistas y nacionalistas revolucionarios.
Por último, vale la pena advertir que se produjeron algunas excepciones a la oposición frontal antifoxista, tanto al principio como al final de la administración, y post mórtem. No quisiera incluir nombres, para evitar exclusiones u omisiones. Simplemente apunto que en este caso tampoco se justifica la generalización absoluta. Por otro lado, huelga decir que el recurso a palabras como odio, desprecio, molestia, animosidad, inquina o animadversión, no aspira a un estatuto teórico, ni pretendo proporcionar ejemplos específicos del tenor que atribuyo a los críticos de Fox: creo que todos sabemos de quiénes y de qué estamos hablando. Y para concluir este preámbulo, y también para poner las cartas en la mesa, reitero mi opinión de que el gobierno de Fox, cualesquiera que hayan sido sus méritos (muchos, para mí) y sus defectos (muchos también), en los hechos, y no en las supuestas o reales intenciones, no fue un gobierno más de derecha que el que lo precedió, o que el que le sigue.
Los intelectuales mexicanos detestan a Fox por cinco razones principales, todas ellas lógicas y comprensibles. La primera, no necesariamente en orden de importancia, pero sí en el tiempo, reside en la gran desilusión que para muchos implicó el que la salida del autoritarismo en México se hubiera dado por el centro-derecha y el PAN, y no por una izquierda compuesta por parte del PRI y el PRD o su equivalente. Un gran número de intelectuales y dignos integrantes de la comentocracia apoyaron a Cárdenas en el 88; un número menor lo hizo en el 94, y una cantidad aún más exigua en el 2000, pero incluso muchos de los que fueron desencantándose con el líder perredista y votaron por el PAN gracias al fenómeno del voto útil, lo hacían tapándose la nariz y con resignación. Consideraban una injusticia, una desgracia o un error nacional grave, el que nuestro tránsito a la democracia representativa no desembocara en un gobierno socialdemócrata, semejante por cierto a los últimos regímenes priistas, pero desprovisto de las taras de corrupción, represión, fraude electoral e incompetencia propias de los sexenios más recientes. Fox, de algún modo, se convertía en un usurpador: el que le arrebató a una izquierda mexicana democrática y moderna (hoy sabemos que existente sólo en la imaginación de sus partidarios) el derecho de piso de la transición.
Olvidaban esos intelectuales y comentócratas algo que habían seguido o vivido de cerca. Las transiciones, en la mayoría de los casos, se dan por la derecha, precisamente porque la única manera asequible de convencer a los poderes fácticos de renunciar al autoritarismo que tanto los benefició, es garantizándoles muchos de sus privilegios. El PSOE llegó a La Moncloa siete años después de la muerte de Franco y después de tres gobiernos de centro-derecha (Arias, Suárez y Calvo Sotelo); antes de Ricardo Lagos ocuparon La Moneda Patricio Aylwin y Eduardo Frei; para que arribaran al poder Fernando Henrique Cardoso (sin hablar de Lula) o Tabaré Vázquez tuvieron que conquistarlo Neves (apenas por algunas horas), Sarney, Collor de Mello, e Itamar Franco, por una parte; Sanguinetti (dos veces), Lacalle, Batlle y varios más, por la otra. La excepción ha sido Mandela en Sudáfrica, que, por cierto, brindó a tiempo las garantías necesarias. Salvo con un “descontón” como en el 88, hubiera resultado casi imposible que las élites mexicanas aceptaran de buena o de mala gana una transición encabezada por alguien como Cárdenas, sobre todo antes del surgimiento de López Obrador, el espantapájaros por excelencia.
El segundo origen de la animadversión por Fox yace... en el origen de Fox. Para colmo de males, no sólo la transición se dio por la derecha, sino que se plasmó en la persona de alguien que no podría provocar mayor anatema para la intelectualidad nacional que el ex gobernador de Guanajuato. En lugar de que Acción Nacional hubiera escogido a un dirigente caro a la intelligentsia, como Castillo Peraza, o incluso Diego Fernández, sucumbió ante la peor de las pesadillas. Fox aglutinaba todos los males antes incluso de iniciar su presidencia y de poner en evidencia otras características negativas. Era “mocho” y se jactaba de ello, como lo demostraban sus repetidas apariciones en público asistiendo a misa (antes de casarse), portando una efigie de la Virgen de Guadalupe, o recibiendo artefactos religiosos de sus hijas en diversos eventos públicos u oficiales. Era empresario y empresariófilo, y de la peor calaña, del epítome de las multinacionales, productora de las aguas negras del imperialismo: la Coca-Cola. Representaba la condensación químicamente pura de lo más antitético para un intelectual de izquierda: una presidencia privatizada. Con una agravante: por tratarse no sólo de un ejecutivo de una multinacional, sino de una multinacional estadounidense, adolecía de otro defecto intolerable: ser proyanqui, o entreguista (en la jerga pejista actual) o vendepatrias. En otras palabras, para el arquetipo de comentócrata de izquierda en México (y, ciertamente, de casi toda América Latina), Vicente Fox acopiaba en su persona todos los atributos más reprobables que un presidente (o político de cualquier estatura) pudiera reunir. No se le podía aceptar, ni mucho menos querer o apoyar.
La tercera razón emergió un poco más tarde, aunque incluso durante la luna de miel previa a la elección y durante el período de transición se asomaba vía susurros y apartés en cenas elegantes. Fox era ignorante, inculto, medio mal hablado y carecía por completo del refinamiento y de la sofisticación que “debiera” poseer un presidente. Ya en la presidencia, cuando comenzaron sus gaffes supuestamente graves y recurrentes, los susurros se volvieron aullidos: ¿Cómo era posible que alguien que no supiera quién era Borges pudiera representar a México en el Congreso de la Lengua Española en Valladolid? Y así sucesivamente con la botas de charol, los negros en Estados Unidos, el Premio Nobel de Vargas Llosa, etc. Y, en todo caso, si Fox era un iletrado en el sentido más amplio de la palabra, lo menos que podía hacer –y que no hizo– era rodearse de personas que lo cuidaran de su ignorancia, la disimularan y la suplieran. En realidad este tipo de tirria se asemeja mucho a la anterior, y ambas pueden subsumirse bajo la noción del intruso.
En efecto, las élites mexicanas, dotadas de una mayor continuidad desde antes de la Revolución de lo que muchos suponen, rechazan con ferocidad todo lo que resulta ajeno a sus prácticas, orígenes, predilecciones y fobias, a sus costumbres y tradiciones. Es la versión local –tácita, pero innegable– de la corrección política, hipócrita como todas las encarnaciones de esa contribución estadounidense de dudoso valor a la vida cultural. Dichas élites son multiformes: empresariales, políticas, religiosas e intelectuales. El último segmento, por ser el menos poderoso, quizá se distinga por ser el más estridente. Diversos valores –entendidos o no–, determinadas formas, algunas afinidades o complicidades, siempre han sobresalido, por lo menos desde el alemanismo, en el seno de estas élites; por selectiva que fuera la admisión, el poder o el dinero aseguraba el derecho de ciudad, a condición de que se cumpliera con ciertos requisitos, más de forma que de fondo (no importaba de dónde provenía el dinero, si se gastaba correctamente: Artemio Cruz); no importaba la naturaleza rústica de algunos políticos, siempre y cuando tuvieran poder real, y aprendieran a usar los cubiertos en los convivios diplomáticos: Gonzalo N. Santos. Y, por qué negarlo, imperaba en el seno de las familias sagradas una dosis de convergencia de sustancia: una misma idea del país, del mestizaje, de la historia, del patriotismo, del lugar de México en el mundo y el del mundo en México, del rol de la iglesia y la religión, de la vocación redentora (siempre en los bueyes de mi compadre, por supuesto) de políticos empresariales y de empresarios políticos. Siendo élites relativamente cerradas (cf. las dinastías políticas, empresariales y hasta intelectuales del país desde los años cuarenta), su aversión al extraño era y es extrema; y cuando la alteridad es de forma y de fondo, se transmuta en intolerancia.
Fox fue un intruso: en su desempeño profesional, en su vestido, en su lenguaje, en su educación (o falta de ella), en su ostentosa religiosidad, en sus valores y en su rechazo a las reglas del juego superficiales (las más profundas, por desgracia, las acabó acatando). Era lo más políticamente incorrecto en forma y fondo: discrepaba de la discreción religiosa, del patrioterismo antiyanqui, de las versiones de la historia oficial (Madero en lugar de Juárez), del culto a la Revolución Mexicana, del paternalismo estatal (de allí sus berrinches públicos contra la gente en las vallas que le pedía incontables favores). Violaba mucho del fondo, y casi todas las formas, que aglutinaban a las élites mexicanas, cuyas opiniones y sentimientos eran a la vez confeccionados y difundidos por la intelligentsia. ¡Cómo no lo iban a reprobar!
Lo que los intelectuales quizás no vieron era que muchos de los rasgos execrables ya mencionados, en realidad hacían de Fox no sólo el único vehículo para salir del autoritarismo por una vía pacífica, tersa y caracterizada en buena medida por la continuidad. Permitían, principalmente, la coexistencia, en su vida personal, de otras posturas, que a su vez lo abrían a propuestas, respuestas y apuestas contrarias a las que se podría suponer. Por ser divorciado, por haber adoptado a cuatro hijos, por casarse de nuevo sin anulación de su matrimonio previo, por no cargar complejo alguno frente al exterior y en particular frente a Estados Unidos, por haber convivido desde su infancia y juventud con los sectores populares del país, en esa extraña combinación de cercanía y condescendencia que implica ser el ranchero blanco y grandote con apellido extranjero que juega con los niños pobres de la hacienda, y el gerente de ventas de Coca-Cola que recorre los pueblos trepado en los estribos del camión de reparto; es decir, por haber podido separar en su vida personal sus creencias religiosas y nacionales de sus actos cotidianos, Fox no se sintió nunca obligado a traducir en políticas públicas sus convicciones personales.
Durante sus seis años de gobierno, ni propuso, ni fomentó, ni insinuó cualquier modificación al carácter público, laico y gratuito de la educación (al contrario: tal vez el mayor reproche que se le pueda dirigir consiste en no haber transformado el desastroso legado educativo que recibió y que entregó); nunca intentó modificar la legislación federal vigente en materia de aborto o impugnar las leyes más liberales de los estados; e introdujo, casi a la fuerza, la píldora del día siguiente en la canasta básica de medicinas y en las farmacias (una de las medidas más populares de toda su administración, según diversas encuestas). Pudo, frente a Estados Unidos, demandar a ese país ante la Corte Internacional de Justicia, por primera vez en la historia de México; pudo retirar el país del Tratado de Río, pudo colocar el tema migratorio en el centro de la agenda bilateral, pudo resistir la mayor presión diplomática infligida a México desde inicios de los años sesenta (a propósito de Cuba), al negarse a apoyar a Bush en el Consejo de Seguridad de la ONU; pudo más que duplicar el número de familias inscritas en el programa de combate a la pobreza diseñado por su predecesor y más replicado y alabado en el mundo (aunque, en efecto, se trata de dinero destinado al consumo y no a la infraestructura).
En otras palabras, los vicios que muchos intelectuales aborrecían en Fox, y que según ellos conducirían a políticas públicas conservadoras, mochas, proyanquis y antipopulares, posibilitaron y hasta cierto punto alentaron definiciones de hecho que, en todo caso, representaron una continuidad con el pasado, para bien o para mal. Ante estas evidencias, la comentocracia (en paralelo, hay que decirlo, con la vieja clase política priista y con parte de la élite empresarial) esgrimía su último recurso: aunque todo eso fuera verdad, no se debía a Fox, sino a ciertos colaboradores, a determinados aliados (o aliadas) y a la opinión pública.
Mas no a él. Nunca se comprendía en este enfoque, sin embargo, quién había nombrado a los colaboradores, quién había escogido a los aliados, y por qué se atendía a la opinión pública en un país donde ni siquiera existía pocos años antes.
La tercera razón del desencuentro entre el vaquero de San Cristóbal y la docta academia mexicana fue la exclusión y la etérea pero indudable incomodidad de Fox para tratar con y escuchar a “intelectuales que no me quieren”. Desde la presidencia de Ernesto Zedillo, el tradicional apapache –cooptación o corrupción dirían algunos– estatal de la intelectualidad y de la comentocracia ya se había empezado a extinguir. Pero con Fox el asunto llegó a extremos, ya que prácticamente ningún integrante de la intelligentsia consagrada fue incorporado al gobierno; las posibles excepciones habrían sido, en distintos niveles, el que escribe, Adolfo Aguilar Zinser, Carlos Elizondo Mayer-Serra y Francisco Valdés, junto con creadores más jóvenes designados como agregados culturales en varias embajadas, y cuatro figuras destacadas a quienes se les ofrecieron sendos nombramientos de embajadores; uno aceptó, tres declinaron. De tal suerte que quizás el principal instrumento utilizado tradicionalmente por el Estado mexicano para acercar a los intelectuales al poder, o para acercarse el mismo al estamento en cuestión, sencillamente no fue empleado para sus fines de siempre.
Se puede argumentar que el recurso a las viejas mañas del sistema no era ya –o nunca fue– indispensable para que el Estado sostuviera una relación correcta con la intelectualidad; es cierto. Como lo es también que la acostumbrada integración de algunos intelectuales al servicio exterior, al aparato cultural, a la SEP, a los innumerables consejos consultivos del gobierno, así como una relación más cercana de Fox con la Universidad –y no sólo con las universidades públicas y privadas del interior de la república– no hubieran evitado la animosidad, aunque tal vez la habrían aminorado. Y es válido afirmar que gobiernos como el de Zedillo o el de Calderón –ninguno de los cuales practicó la seducción de siempre– construyeron un vínculo con los sectores académicos, científicos y culturales del país menos áspero que Fox. Quizá convendría concluir que este factor, justamente porque se sumaba a los demás, envenenó las cosas más allá de lo ineludible en vista de las explicaciones previamente expuestas.
Ahora bien, esta exclusión de una intelectualidad de cualquier manera reticente a forjar un nexo con Fox, se explica y a la vez se agravó por una característica del mismo Fox. Nunca se sintió cómodo con los intelectuales o comentócratas, le disgustaba hacer la tarea, y la consideraba superflua por doble partida. Por una parte, siempre abrigó el convencimiento de que los intelectuales no lo querían, por todas las razones expuestas aquí, y que todos sus esfuerzos resultarían fútiles; ¿para qué insistir? Y de allí el ciclo vicioso: como no se empeñaba, y su renuencia se notaba, exacerbaba la percepción entre los intelectuales de los rasgos señalados, sobre todo el de la incultura y el de... el antiintelectualismo.
Pero además, Fox suscribió desde su campaña y sobre todo a partir de la toma de posesión, la tesis –en última instancia falsa– de Ricardo Salinas Pliego sobre los llamados círculos verde y rojo. El primero es el de las grandes masas, que votan y se definen en función de criterios muy básicos: empleo, precios, seguridad, educación, salud, vivienda. Se llega a ellos por dos medios: la televisión y, en menor escala, la radio. De allí la enorme importancia que Fox (y Calderón, por cierto) otorgaba a las campañas de publicidad gubernamental, y a sus salidas directas en la televisión. Por el contrario, conforman el círculo rojo los mexicanos informados, que leen los periódicos y siguen de cerca las noticias, politizados y organizados en partidos, dirigencias sindicales, universidades, cúpulas empresariales, ONG, etc. La comunicación con ellos se produce a través de los medios impresos: titulares, columnas editoriales, fotos, etc. Su número no rebasa el millón: casi nada en un país de más de ciento diez millones de habitantes. Para Fox, carecían de importancia; eran el equivalente de las inglesísimas chattering classes, reflejando una inmensa desproporción entre su estridencia y su influencia en el México democrático.
Pero Fox “ni los veía ni los oía” no sólo debido a su diminuta dimensión, sino también por su falta de ascendencia sobre el círculo verde. Los intelectuales y la comentocracia pecaban doblemente: por formar parte del círculo rojo, y por no influir en el círculo verde, el único que cuenta. Sus asesores de imagen y de opinión –y en particular Manuel Rodríguez y Rolando Ocampo, sus encuestadores de casa durante buena parte del sexenio– intentaron persuadir a Fox del simplismo de esta tesis, al señalar que el círculo rojo en realidad englobaba dos segmentos: los que hoy denominamos la comentocracia (los que forman opinión), y el círculo café, que funciona como enlace entre los opinadores (círculo rojo) y la amplia masa del país (círculo verde). Fox nunca aceptó el matiz.
Al final de cuentas, Fox acertó al creer que debía concentrar todo su énfasis y energía en el círculo verde, dirigiéndose a él a través de los medios masivos de comunicación. Salió de la presidencia con índices de popularidad y aprobación sumamente elevados (los más altos que se hayan registrado), y logró la reconducción del candidato de su partido a la presidencia. La intelectualidad del círculo rojo no logró contaminar los sentimientos del círculo verde, gracias ante todo al Peje: los intelectuales se dividieron en torno al candidato del PRD, y muchos sublimaron su odio a Fox a favor de su rechazo a López Obrador. Pero Fox se equivocó en un aspecto decisivo: la historia la escriben los miembros del círculo rojo, y en particular los historiadores, periodistas, analistas, ensayistas, etc. Su visión del sexenio sí influye en el círculo verde, y puede terminar por definirlo, con el tiempo. Fox no retuvo los niveles de aceptación de diciembre de 2006, en buena medida por esto. Y es que la teoría de Salinas Pliego tal vez haya perdido vigencia con el tiempo. Hoy, los dos círculos parecen vasos comunicantes: un asunto de círculo rojo comienza en la prensa de la mañana; pasa de los periódicos a los noticieros de radio matutinos; si tiene piernas, rebota a los de mediodía y de la tarde, para aterrizar en la televisión a las diez de la noche, donde, si no es controlado antes, ya penetra en el círculo verde. No son compartimentos estancos, sobre todo debido al efecto multiplicador de la radio.
El cuarto motivo de la desavenencia del régimen con los intelectuales consiste en una consecuencia directa de las consideraciones anteriores.
Hasta Fox –aunque Zedillo ya había comenzado a tropezarse en este ámbito– todos los gobiernos mexicanos de la época moderna (y no tan moderna: cf. Justo Sierra) incluían en su seno a algunas figuras que, si bien no se concebían a sí mismas, ni eran consideradas por terceros, como creadores o científicos en tanto tales, fungían como correas de transmisión entre el presidente y el sector. Como se dice en otras latitudes, “atendían” a los intelectuales: se reunían con ellos, los acercaban al presidente, resolvían sus quejas, problemas o solicitudes, dispensaban favores y comunicaban disgustos del “Señor” con ellos. Variaban los cargos ocupados por estos intermediarios: Gobernación, Relaciones Exteriores, Educación con mayor frecuencia, Conaculta o antes Bellas Artes, el director de Comunicación Social de la Presidencia, algún allegado al presidente (jefe de la Oficina de la Presidencia, o equivalente).
Ninguno de los responsables de estas carteras o funciones en el sexenio de Fox resultó ser un interlocutor válido para la intelectualidad. La directora del Conaculta, el secretario de Educación, los sucesivos voceros (la excepción parcial fue el último), y el director de Innovación Gubernamental (virtual jefe de la Oficina de la Presidencia) no lo fueron por obvias razones: no había química posible entre unos y otros. El secretario de Gobernación lo intentó sin éxito, y el primer secretario de Relaciones Exteriores asumió la función por default, a medias, y con un éxito relativo durante dos años. Nadie más lo hizo. Al grado que durante la mitad de 2003, habiendo ya salido del gobierno, y todavía en 2005, le tocó al autor de estas líneas ser requerido por Los Pinos para invitar a diversos intelectuales a Los Pinos, porque nadie más lo hacía: a falta de pan, tortillas. De nuevo, no es que la ausencia de un “ministro de Intelectuales” provocara el distanciamiento, ni que su existencia lo hubiera evitado, pero la inoperancia de los tradicionales mecanismos de enlace contribuyó al desaguisado que todos conocemos.
La quinta y última razón de tal desaguisado yace en lo que quienes discrepan de lo dicho hasta aquí podrían llamar el fondo del problema. Los intelectuales llegaron a detestar a Fox (aunque, como vimos, el sentimiento nació incluso antes de la toma de posesión) porque era detestable; porque fue un pésimo gobernante, de principio a fin, porque descuidó algunos elementos esenciales de la gobernabilidad mexicana, como son el oficio político, la búsqueda y realización de consensos o acuerdos mayoritarios, y la solemnidad de la investidura. Sigue, desde luego, abierta la interrogante: dichos atributos ¿emanan del alma mexicana ancestral, o del chip priista?
Los intelectuales y comentaristas, en México y en China, se consideran los guardianes del templo: ellos, desde la distancia, saben cómo se gobierna, cómo se fraguan alianzas, cómo se respetan y conservan las formas (importantes en México y en China, pero en muchos otros países no), en una palabra, qué se debe hacer y qué no. Y Fox no sólo no solicitaba con suficiente frecuencia su consejo al respecto, sino que no lo seguía cuando se lo brindaban. Gobernó mal porque desconocía los hilos del poder, porque no quiso pedirles a los sacerdotes encargados de proteger y perpetuar esos hilos que le enseñaran cómo se tejían, y porque pensó, en su ignorancia y arrogancia, que podía gobernar de otra manera: hablando en exceso, diciendo disparates, confrontando a opositores, rompiendo las reglas, olvidando las tradiciones, descuidando las famosas formas. Desde esta óptica, Fox se ganó el desprecio de los intelectuales a pulso: les cayó gordo con toda razón.
Sin duda algo hay de válido en esta diatriba implícita. Fox efectivamente despreció las formas ortodoxas, descuido el trabajo político de menudeo y de construcción de alianzas (aunque también se le reprochan las alianzas que sí fraguó: Elba Esther Gordillo, la CTM, el Partido Verde en 2000-2001 y varios gobernadores priistas), y se quedó a medio camino: ni rompió de verdad con el pasado, ni respetó explícita y formalmente la continuidad que en ocasiones pretendía asumir. Logró menos de lo esperado, de lo necesario y de lo prometido; entregó un país económica y socialmente en ascenso, pero políticamente paralizado. Nunca supo que la ruptura era imprescindible, por lo menos para arrancar, ni comprendió que, con el andamiaje institucional vigente, gobernar se reduce a administrar, mejor o peor que antes, la herencia recibida. Pero estos reclamos, colocados en boca de la intelectualidad con términos que no son los suyos, se podrían dirigir con la misma eficacia y verdad al régimen anterior a Fox, y al que le sigue. Sin embargo, ni Zedillo ni Calderón (hasta ahora, pero es probable que el statu quo se mantenga) han padecido la virulencia de la hostilidad comentocrática contra Fox. Por eso esta última explicación, la más autojustificatoria, se antoja insuficiente, aunque no falsa.
La historia es inclemente con los presidentes mexicanos. Sus aciertos, o los motivos, costos y beneficios de sus fracasos, empalidecen frente al juicio implacable del retrovisor. El caso de Fox reviste, no obstante, una diferencia esencial frente a tres de sus predecesores, objetos o víctimas de un encono análogo: Echeverría, López Portillo y Salinas de Gortari. Justificadamente o no, han sido vilipendiados por los historiadores, los periodistas, los intelectuales, y en general por lo que los estadounidenses llaman punditocracy. Pero en su caso, y, de nuevo, con o sin razón, también son repudiados por la opinión pública (no sólo la publicada), por las clases medias que perdieron su patrimonio y por los sectores populares que vieron prolongada indefinidamente su pobreza y adversidad.
No es el caso de Fox: aunque dilapidó la popularidad de sus últimos días en Los Pinos (como Salinas hasta el derrumbe de diciembre, o Echeverría antes de la devaluación de agosto de 1976, o López Portillo hasta la devaluación de febrero de 1982), sigue contando con el afecto y el respeto de un número insólito de ciudadanos, medido por encuestas, y por impresiones en la calle, entre mexicanos en el exterior, en la provincia, en los mercados y aeropuertos, salvo, por supuesto, en territorio apache: dentro de las comarcas del Peje.
En los anteriores sexenios citados, el pueblo arrastró a los intelectuales; en el de Fox, hasta ahora, los intelectuales no han jalado al pueblo. La suerte de Fox descansa, quizás, en ser de centro-derecha en un país que así se autodescribe y designa. Fox fue un presidente asumido de centro-derecha con valores conservadores, en un país asumido de centro-derecha con valores conservadores.
Si nos guiamos por la encuesta comparativa de autoidentificación ideológica de Cima/Barómetro Iberoamericano de Gobernabilidad 2007, donde en la escala del uno al diez el uno es izquierda y el diez es derecha, México, con 6.8, es el tercer país más a la derecha de América Latina; el promedio de la región es de 5.8. Si nos remitimos a una encuesta reciente de Consulta Mitofsky, que nos arroja datos indirectos pero igualmente precisos, 32% de los mexicanos se identifican con el PAN, y 22% con el PRD, y 50% de los mexicanos consideran al PAN como un partido de derecha y 54% consideran al PRD como un partido de izquierda. Por último, si nos referimos a una encuesta levantada por GAUSSC en plena campaña presidencial del 2006, donde de nuevo uno es “muy de izquierda” y diez es “muy de derecha”, los encuestados se ubicaban en el seis, es decir, ligeramente cargados hacia la derecha.
Así, podemos conjeturar que en los casos de Echeverría, López Portillo y Salinas, los intelectuales se ubicaron en sintonía con el país, con independencia de qué vino primero: la antipatía de la sociedad, o la de sus formadores de opinión. En cambio, en el caso de Fox, quizás, este último se halló en sintonía con el país, y los intelectuales, no.

Obama

Obama: el día después/Tomás Eloy Martínez, escritor y periodista argentino
Publicado en EL PAÍS, 20/07/2008;
El candidato presidencial Barack Obama se acerca raudo y sin evidentes obstáculos al objetivo magno que apareció en su horizonte hace apenas cuatro años, cuando desembarcó en Washington como un senador sin experiencia pero con un carisma arrebatador y una ambición de acero.
Las encuestas le dan entre siete y quince puntos de ventaja sobre su rival a la presidencia, el senador republicano John McCain del Estado de Arizona. Si no tropieza ante alguna zancadilla electoral como la que quitó la Casa Blanca a Al Gore en el 2000, el 4 de noviembre el senador demócrata de Illinois podría ser elegido el primer presidente negro de los Estados Unidos; él, que nació en 1961, en plena batalla contra la discriminación racial.
Llegar a la Casa Blanca es la parte menos áspera del camino. Apenas entre en el Despacho Oval, el 21 de enero de 2009, enfrentará las primeras ráfagas de una estructura política férrea, habituada a imponer sus intereses y renuente a los cambios. Obama lo sabe y no será el primer presidente en afrontar esa batalla en desventaja. Les sucedió a John F. Kennedy que salió del trance gracias al auxilio de asesores belicosos, el mejor de los cuales era su hermano Bob, y luego a Bill Clinton, que llegó desde la gobernación de Arkansas con un moderado adiestramiento.
Lo acechan, sin embargo, desafíos más arduos. Ha prometido poner de nuevo en pie a una nación debilitada por una política exterior con la que el presidente George W. Bush ha creado una atmósfera de miedo y sospecha.
La economía, ya postrada, sigue deteriorándose día tras día. Si el Congreso no aprueba un paquete extraordinario de medidas, la crisis de las hipotecas seguirá dejando literalmente en la calle a las familias de clase media cuyas deudas alcanzan valores superiores a los de sus casas.
La recesión es una amenaza cada vez más clara: los precios de los combustibles alcanzan alturas explosivas, el costo de los seguros médicos se lleva el 15% de los ingresos de quienes pueden pagarlo y la bonanza de la era Clinton se ha evaporado tanto que ni siquiera queda su recuerdo.
Todas las preguntas abren ventanas hacia el día siguiente a la asunción presidencial. Si Obama gana, ¿tiene el equipo, los recursos, la imaginación para lograr revertir los desatinos de un pasado que por lo menos seis meses más seguirá siendo presente?
No hay dudas de su energía, de su contagiosa certeza en que su gobierno podrá acabar con las adversidades actuales, pero también está claro que las medusas del poder en Washington, enquistadas desde hace décadas, lo enfrentarán con hábiles estratagemas no bien empiece a rozar sus intereses.
Los primeros pasos del candidato demócrata hacia la preparación de un posible gobierno hacen pensar que no lo ignora y que se dispone a negociar. Ya les ha advertido a los votantes ilusionados con cambios rápidos que quizá no les gustará ver más de lo mismo.
El programa de McCain, heredero del partido gobernante, sólo roza el de Obama en la política para los 12 millones de indocumentados que habitan los Estados Unidos: ambos quieren un camino a la legalización que implique el pago previo de una multa y la obligatoriedad de aprender inglés. En los demás puntos fundamentales las diferencias son hondas y representan, en general, la continuidad de Bush o la búsqueda de otro rumbo. Pero una cosa son las excelentes propuestas de Obama y otra la posibilidad de implementarlas.
Allí donde Obama promete comenzar a retirar las tropas de Irak apenas asuma y traer todas las unidades de combate en 16 meses, McCain se niega a hablar de fechas. El candidato demócrata cree que las acciones militares en Irak, lejos de acentuar la seguridad de los Estados Unidos, agravaron los conflictos en la zona y estimularon la adhesión a Al Qaeda; por eso sólo dejaría soldados para proteger la embajada norteamericana y su personal en Bagdad. Al contrario, McCain sostiene que “sería un grave error salir antes de que Al Qaeda sea derrotado en Irak y antes de que entre en acción una fuerza de seguridad iraquí competente, entrenada y capaz”.
El republicano cree también que las tropas norteamericanas son un componente importante de una política de firmeza ante Irán, cuyo régimen, junto con el de Siria, ha contribuido, supone McCain, a la violencia en Irak. Obama, en cambio, se propone “lanzar el esfuerzo diplomático más agresivo de la historia norteamericana reciente para alcanzar un nuevo pacto de estabilidad en Irak y Oriente Medio”. Para evitar el peligro nuclear en Irán y defender los lazos entre Israel y Estados Unidos, trataría de entablar un diálogo directo.
En la economía, que enfrenta una recesión más profunda y larga que la de comienzos de la década de los 90 y la del 2001, Obama quiere ir más allá que la devolución de impuestos con la que este año se trató de estimular el gasto de los contribuyentes. Se propone eliminar las reducciones tributarias, una iniciativa de Bush que el Congreso aprobó hasta el año 2010, a los que ganen más de 250.000 dólares por año, y trataría de imponer un alivio impositivo para quienes ganen menos de 50.000 dólares anuales, entre los cuales se hallan los hogares negros, con un promedio de 32.100 dólares. Subiría, además, el impuesto al capital, algo que eriza a los republicanos.
Un dato crucial para asegurar el futuro de la Administración de Obama es quién será finalmente su compañero de fórmula. Hasta ahora, los asesores que manejan el tema con seriedad y reserva parecen inclinarse por dos, John Edwards (aunque es improbable que acepte alguien que intentó ocupar ese lugar y perdió) y Sam Nunn, quien fuera senador durante 24 años y actualmente dirige una ONG contra la amenaza nuclear en el mundo.
A Obama le gustan las sorpresas y no sería raro que a última hora se incline por alguien que casi nadie menciona: un senador nuevo, no contaminado por la atmósfera de Washington y que, como él, encarna el cambio prometido: el senador demócrata Jim Webb, del Estado de Virginia.
Aunque le falta el carisma de Obama, a Webb le sobra historia. Combatió en Vietnam, donde obtuvo cinco condecoraciones; fue secretario de Marina durante el Gobierno de Ronald Reagan; ganó un premio Emmy como productor de un documental; escribió guiones, uno de los cuales, Whiskey River, sobre la guerra de Irak, será dirigido por Rob Reiner; fue corresponsal de guerra en el Líbano; escribió novelas y en este momento recibe reseñas por su libro Tiempo de pelea: por unos Estados Unidos equitativos y justos, un manifiesto de sus creencias políticas.
Orgulloso de sus tres tatuajes y de su origen -hijo de una familia trabajadora, descendiente de inmigrantes paupérrimos-, aporta a Obama todo lo que los académicos no podrán darle jamás: un diálogo con la clase baja.
Si los jóvenes, los afroamericanos y los liberales de clase alta lo han sostenido hasta ahora, para ganarle a McCain, Obama necesita el favor de aquellos que preferían a su contrincante por la nominación demócrata, Hillary Clinton, gente que quiere que le hablen de cosas concretas, que vive de salario en salario, que se preocupa por la seguridad nacional y que no son republicanos ni demócratas.
A Obama le costará salir adelante en una crisis múltiple cuyos actores están lejos de haber sido vencidos. Pero la presión de la opinión pública, anestesiada e indiferente desde hace tanto tiempo, se hará sentir como pocas veces. Su mensaje ha devuelto la esperanza en una vida mejor a una nación que desde hace ocho años sólo espera un futuro menos sombrío.
Hasta ahora, la buena suerte y su verbo arrollador le han permitido alcanzar un pedestal histórico, en el que nadie estuvo antes. Necesitará mucho más para no caer desde esa altura de vértigo y para cumplir con las embriagadoras promesas de su campaña.

Salvador Allende

Salvador Allende, en perspectiva histórica/Carlos Malamud, catedrático de la UNED e investigador del Real Instituto Elcano
Publicado en EL CORREO DIGITAL, 14/07/2008;
E l 26 de junio se cumplió el primer centenario del nacimiento de Salvador Allende, una de las figuras más emblemáticas del siglo XX chileno y, también, de toda América Latina. Allende dedicó buena parte de su vida adulta al compromiso político y a su militancia en el Partido Socialista. Su biografía está jalonada de eventos vinculados con esa lucha: fue diputado, senador, ministro, cuatro veces candidato a la presidencia (1952, 1958, 1964 y 1970) y, finalmente y hasta su muerte, presidente de Chile.
En 1970 encabezó una amplia coalición de partidos de izquierda, la Unidad Popular (UP), que impulsó lo que se conoció como ‘vía chilena al socialismo’. Era un ensayo original que planteaba abiertamente y sin tapujos la posibilidad de que la izquierda llegara al poder a través de las urnas y no de las armas. En esos años de plomo y bala, una propuesta semejante debía acabar con demasiados fantasmas y eliminar numerosos tabúes para salir adelante.
Mientras la violencia emanaba en ambas direcciones, tanto desde la guerrilla como desde las dictaduras militares que la combatían, muy pocos en América Latina apostaban por la democracia. No creía en ella la izquierda, embarcada en la aventura de la revolución y la lucha armada, al considerarla una farsa que permitía la consolidación de oligarquías proimperialistas a través del fraude. Por eso, se la descalificaba por formal, burguesa y corrupta. Tampoco creía en ella la derecha, que observaba con temor cómo los sectores populares utilizaban los resquicios del sistema para desplazarla del poder. La democracia era un mecanismo estéril que impedía defender los verdaderos valores patrios, y para eso era mejor encomendarse a los métodos castrenses, mucho más certeros y expeditos.
En esos años, la política latinoamericana estaba marcada por la Revolución cubana. La estela de Fidel Castro provocaba oleadas de amor y odio, y nadie, prácticamente, permanecía indiferente. Fue entonces cuando Salvador Allende, junto a un nutrido grupo de seguidores, intentó marchar por un camino inédito y peligroso. Los riesgos provenían de sus propias filas, descreídas de las opciones y las posibilidades de la democracia para la defensa y promoción de los intereses populares, y también de las filas contrarias, renuentes a que un marxista ocupara la presidencia de Chile.
En 1970, Allende conquistó el 36,3% de los votos, por encima de los candidatos de la democracia cristiana y la derecha. Al no tener la mayoría absoluta, el Congreso debió decidir la elección. Pese a las enormes presiones de dentro y fuera del país sobre los políticos y los militares, los parlamentarios decidieron cumplir con una norma no escrita que permitió elegir en comicios anteriores al candidato más votado, en este caso el de la UP. Las instituciones chilenas y sus principales actores funcionaron eficazmente. Con algunas zozobras, como el asesinato del general René Schneider, el Gobierno popular comenzó su andadura, aunque en un mar proceloso y lleno de turbulencias.
No es éste el lugar idóneo para realizar una evaluación de los logros y los fracasos del Gobierno de Allende, un juicio que espera estudios más pausados y equilibrados de la historiografía chilena, si bien algo se ha avanzado en los últimos años. El tema no es sencillo dado el clima de fuerte polarización existente en el país en los meses previos al brutal e injustificado golpe de Estado que llevaría al poder a Augusto Pinochet. Hay sin embargo un par de cosas que quisiera destacar, que sirvieron para crispar todavía más a una sociedad fuertemente dividida. En primer lugar, la creencia de muchos partidos y militantes de la UP de que el triunfo electoral, aunque exiguo, era el pistoletazo de salida para iniciar las transformaciones sociales, políticas y económicas que deberían conducir al socialismo. Numerosos ministros y cuadros medios del Gobierno de Allende optaron por los atajos, como si en lugar de ganar con un 36,3% de los votos hubiesen estado respaldados por la legitimidad de un triunfo revolucionario. Así, se ensayaron reformas importantes sin contar con consensos sociales y políticos amplios, lo que fue, obviamente, motivo de rechazo y de ataques contra el Ejecutivo democrático. La legitimidad de origen era cuestionada por una legitimidad de ejercicio que provocaba resquemores.
En segundo lugar, la visita de Fidel Castro a Chile. Tras su expulsión de la OEA (Organización de Estados Americanos) en 1962, el régimen castrista vivía aislado de América Latina. El triunfo de la UP fue una buena oportunidad para romper el cerco. El 10 de noviembre, Castro comenzó una visita de Estado inicialmente programada para diez días, prolongada con posterioridad hasta el 4 de diciembre. Fue un gesto inútil a los efectos de consolidar el Gobierno de Allende, que sólo sirvió para dar más munición a los violentos de ambos bandos y a los sectores más golpistas.
El 11 de septiembre de 1973, los militares chilenos, con un vasto respaldo social y político, doblegaron a las instituciones democráticas y se llevaron por delante el Gobierno constitucional. En esos momentos críticos, Allende apostó por defender las instituciones y pagó con su vida ese último esfuerzo. Lo que enseñó su muerte a los chilenos es la dificultad de imponer al conjunto de la sociedad reformas que necesitan el aval de amplias y sólidas mayorías. Si para gobernar basta con mayorías simples, para impulsar transformaciones de fondo esas mismas mayorías terminan siendo claramente insuficientes. Las pretensiones de algunos gobiernos populistas latinoamericanos como los de Nicaragua, Argentina o Bolivia, elegidos con el 38%, el 45% o el 53% de los votos, de ir mucho más allá, chocan con problemas crecientes, especialmente cuando aumentan las dificultades económicas.

Examen de marxismo

PSOE: examen de marxismo/Benigno Pendás, profesor de Historia de las Ideas Políticas
Publicado en el periódico español ABC, 13/07/2008;
No se han confundido. Están leyendo ABC, como siempre, y estamos en pleno siglo XXI. Me refiero, ya saben, a la renuncia del PSOE a la lucha de clases. Adiós a patricios y plebeyos, señores y vasallos, burgueses y proletarios. «Big deal», como dicen los anglosajones. Después de 37 congresos y 129 años de historia, los socialistas admiten que «la izquierda no puede dar la espalda a las empresas». No está mal. Les propongo una adivinanza, al modo de una prueba de selectividad. ¿Quién es el autor del texto siguiente? Lean con atención: «la burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas…». Poco después: «…ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas». ¿Es Adam Smith, padre fundador de la economía política? ¿Acaso Hayek, el favorito de los perversos neoliberales? ¿Será tal vez un curso impartido por la CEOE, el Círculo de Empresarios o alguna asociación de bancos y entidades financieras? Muchos lectores lo recuerdan. Los autores son Karl Marx y F. Engels y el texto se llama, en efecto, «Manifiesto comunista». La fecha, 1848, nada menos. Nuestros vecinos socialistas han perdido mucho tiempo antes de alcanzar por fin la tierra prometida. «Necesitamos integrar a la empresa en nuestro proyecto de sociedad», dice el documento ideológico aprobado el otro día. Felipe González abandonó el marxismo en 1979, pero quedaba algún fleco suelto. Ahora Zapatero envía la lucha de clases al museo de la arqueología doctrinal. ¿Cuál es la seña de identidad del socialismo posmoderno?
Tantos años de oficio académico, pero en el gremio de la teoría política nadie había sospechado que IDEAS significa «igualdad, derechos, ecología, acción y solidaridad». Nace así la macrofundación socialista, aunque más parece la dieta federal de las fundaciones actuales que se resisten a desaparecer. Retórica sin contenido, incluso para el especialista en el análisis del discurso político. Lugares comunes, con un invitado poco coherente: «acción» es un término que remite al historiador a tiempos y lugares relacionados con ideologías autoritarias en la Europa de entreguerras. Por ahí siguen el republicanismo cívico y los guiños a la democracia participativa, deliberativa o inclusiva. Sin embargo, la gente real se resiste -por fortuna- a sujetar su conducta al modelo de ciudadano virtuoso que propone Zapatero. Curiosa monserga para tiempos de crisis: tenemos que ser optimistas, benevolentes y, lo principal, buenos consumidores. Apoteosis del estilo posmoderno: la lucha por la revolución universal deja paso a las máscaras ingrávidas y la ética superficial. Hundido el socialismo «real», en crisis el Estado-providencia y crecido el adversario liberal por el auge de la globalización, la izquierda necesita una renovación urgente. Se ha quedado sin sujeto histórico al que salvar de la maldad intrínseca de los capitalistas. El conformismo alcanza hace tiempo al viejo proletariado industrial, plenamente integrado en la lógica del sistema. El gran mérito de Occidente es haber configurado una sociedad de clases medias. Se acabó la «lucha» entre ricos y pobres. Para seguir adelante, habrá que inventar algo.
Así pues, la izquierda renuncia a la revolución, qué remedio. Acepta la tarea de gestionar las contradicciones del capitalismo tardío. Lo hace bastante mal, por cierto, al menos en España. Tiene mala conciencia, pero la supera con facilidad porque suele ser indulgente consigo misma y domina de momento la agenda ideológica. Quizá no por mucho tiempo… ¿Quién falta por emancipar? La lista ofrece bastantes posibilidades: mujeres, algo más de media humanidad; inmigrantes desorientados; minorías sexuales; etnias y culturas oprimidas, de verdad o de mentira; movimientos con vocación transversal, como el ecologismo y el pacifismo. Fin de los grandes relatos modernos, marxismo incluido. El objetivo es una política de la diferencia sin jerarquía y una sociedad con más derechos que obligaciones. Una sociedad «decente», le gusta repetir al presidente. Le han dicho que es un adjetivo novedoso en este contexto, pero no es verdad: debería leer «Los endemoniados», de Dostoievski. Amalgama de fragmentos incoherentes con una finalidad más clara de lo que parece. Economía y progresismo son conceptos incompatibles en un país desarrollado. Recuerden el fracaso estrepitoso del primer Mitterrand. Por tanto, salvemos nuestra conciencia abrumada por la renuncia: no habrá, por supuesto, nacionalización, reparto de tierras o agresiones a la propiedad privada. ¿Cómo ser más moderno que nadie en una sociedad conservadora?
Les propongo el mismo juego de antes. He aquí el texto. «La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acatamiento…»; «desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían a la familia…»; «echó el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas por encima del santo temor de Dios». Ya saben, otra vez el «Manifiesto» de Marx y Engels. Ahora dicen que la modernidad conduce a la quiebra de la institución familiar, al aborto o a la eutanasia, aunque sea bajo disfraz de eufemismos varios. Mucho me temo que no. Les gusta Obama, como es notorio. Se identifican con los demócratas en Estados Unidos, aunque deberían comprobar las diferencias entre la histórica taberna de Tetuán y el barrio de Beacon Hill, lo más exquisito del Boston «izquierdista». Pues bien, los americanos llaman a los demócratas el «Mom´s Party» porque es el partido de la familia, núcleo de valores solidarios y por ello -dicen- progresistas. Al final siempre pierden los débiles. El «nasciturus» o el enfermo terminal defienden peor sus legítimos derechos que los dueños del poder y de la gloria social. Hay que ser modernos, pero cuando y con quien se pueda. En realidad, no importan ni poco ni mucho la ideología, la coherencia o el espíritu de los tiempos. Al parecer, el PSOE marca un giro «izquierdista» en el congreso más complaciente del que se guarda memoria. Guiño a los sectores radicales, más vociferantes que numerosos. Sobre todo, trampa burda para centristas de viejo o de nuevo cuño. Explotar las contradicciones del adversario, decía el manual ortodoxo que estudiaban en tiempos de la Transición aquellos jóvenes airados que aspiraban a ingresar en el PSOE. Autora, Marta Harnecker, por si la memoria flaquea. Tenía que ser muy fácil, porque todos aprobaron el examen. Lo dicho, el PP actual debe jugar en el terreno que le conviene y no dejarse arrinconar en el debate sobre señas de identidad. Si aplicamos los principios más elementales de la ética humanista, está muy claro quién lleva la razón.
Así se escribe la historia. «Hemos sido, somos y seremos un partido de izquierdas», dijo Zapatero mezclando con los tópicos al uso algunas gotas dosificadas de laicidad. Añadió que vuelve la socialdemocracia, pero no le parece que sea incompatible con el imaginario de la exclusión y la pertenencia. Sin embargo lo es, porque ignora sus raíces doctrinales. Tampoco importa mucho: los políticos acuden al supermercado de las ideas y compran allí conceptos multiuso envueltos en papel de regalo ¿Basta con tan poca cosa para ser un buen socialista en el sigloXXI? Nunca he citado tanto a Marx, y es probable que no lo vuelva a hacer: «hoy en día, el poder público viene a ser, pura y simplemente, el consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa». No me extraña que renuncien a los ancestros.

Rodrigo Granda, hacia su recaptura


El vicepresidente colombiano Francisco Santos afirmó este viernes que el gobierno del Presidente Uribe tomó la decisión de recapturar al comandante Rodrigo Granda.
"Hay que volver a capturar al señor Granda", dijo Santos a la emisora La FM. "Esa es la decisión de las autoridades ... esa es una decisión que tomó el presidente" Alvaro Uribe en los últimos días, agregó.
El vicepresidente no dio detalles de cuándo exactamente se tomó la decisión y si ya las autoridades judiciales emitieron una orden de captura.
La decisión no es ninguna sorpresa. sorpresa. Ya en abril de este año el propio Alvaro Uribe había dicho que la situación jurídica de Granda debía examinarse a ver si estaba realizando una "gestión de paz o simplemente se reincorporó de nuevo al delito".
Granda ex vocero internacional de las Farc había sido liberado por solicitud del presidente francés, Nicolas Sarkozy a su homólogo colombiano Álvaro Uribe.
El guerrillero salió de Colombia en junio de 2007, primero hacia Venezuela y luego hacia Cuba, tras ser excarcelado.
Granda fue capturado en diciembre dl 2004 por agentes encubiertos colombianos en Caracas, en una operación que desató una disputa diplomática entre los dos países.
Al margen, sobre Granda pesa una orden de captura internacional desde abril emitida por Interpol a solicitud de Paraguay, que vincula al rebelde a la banda que planeó el secuestro y posterior asesinato de Cecilia Cubas, hija del ex presidente paraguayo Raúl Cubas.
La joven fue raptada el 21 de septiembre de 2004 y encontrada muerta en febrero de 2005. A pesar de haber pagado 300 mil dólares por el rescate
El secuestro ocurrió a tan sólo tres meses de la liberacón de Granda.
La revista SEMANA publicó que fue Rodrigo Granda, quien con un grupo de las Farc viajó al Paraguay a entrenar a integrantes de Patria Libre en la ejecución de secuestros.
Cecilia Cubas (en la foto) tenía 31 años de edad, cuando fue asesinada.
El paradero exacto de Granda se desconoce, aunque al parecerrecientemente estuvo en Nicaragua, como parte de la delegación que e entrevistó con el Presidente Ortega.
Quizas la gota que derramó el vaso ha sido el que Granda haya suscrito junto con Jesús Santrich, una carta donde señalan que las FARC no bajará los fusiles, pese a los llamados desde todo el mundo, incluso de la izquierda política, como Hugo Chávez, Fidel Castro y Tomás Borge.

¡Presidente, presidente!

Gira de Obama: Israel, Jordania, Pakistán, Berlín, Paris y Londrés
Obama conquistó ayer el corazón de decenas de miles de europeos, jóvenes en su gran mayoría, que le aclamaron en Berlín como al líder imprevisto que puede devolver al mundo el optimismo del que hoy carece. "Pueblo de Berlín y pueblos del mundo", proclamó desde la Columna de la Victoria, junto a la Puerta de Brandeburgo, "nuestro desafío es grande, el camino a recorrer será largo. Pero me pongo ante vosotros para deciros que somos los herederos de una lucha por la libertad. Nuestra esperanza es inmensa. Con la vista puesta en el futuro, con voluntad en nuestros corazones, recordemos nuestra historia, respondamos a nuestro destino y rehagamos el mundo otra vez".
"Es el momento en que debemos unirnos para salvar el planeta"
La multitud reunida en el parque gritaba "¡Presidente, presidente!"
Obama habló de retos, de responsabilidades y de sacrificios; prometió "un nuevo amanecer" para el mundo si EE UU y Europa trabajan juntos "por la seguridad de ambos y por la Humanidad a la que pertenecen".
El candidato demócrata consideró esa alianza vital para ser capaces de responder a las necesidades del tiempo presente. "EE UU no tiene mejor socio que Europa", dijo.
Admitió que, muchas veces, no es una alianza fácil, que habrá discrepancias y habrá que sortear problemas. Pero apeló a las glorias obtenidas y a los esfuerzos realizados por generaciones anteriores para pedir a ésta que rememore ese ejemplo.
Recordó la amenaza que el terrorismo representa para todos los países y citó como ejemplo más cercano los atentados de Madrid. "Es una amenaza real y no podemos eludir nuestra responsabilidad de combatirla", advirtió.
Señaló la necesidad de ganar la guerra de Afganistán en beneficio del propio pueblo afgano. "Los afganos necesitan nuestras tropas y vuestras tropas. EE UU no puede hacerlo sólo y lo que está en juego es demasiado importante como para no completar el trabajo".
En la concentración -200 mil personas- se vieron varias pancartas contra la guerra de Afganistán.
El candidato demócrata no se contuvo de hacer expresión pública de patriotismo -"sé cuánto amo a América", dijo- pero admitió discretamente los errores cometidos en el pasado. "Mi país no es perfecto", reconoció. "Ha habido veces en las que nos hemos equivocado y nuestras acciones en el mundo no han estado a la altura de nuestra voluntad".
Apeló, a "superar diferencias pasadas" para "ayudar a millones de iraquíes a reconstruir su país".
A lo largo de esta gira, que comenzó el sábado en Afganistán, continúa mañana en París y concluye el sábado en Londres.
El discurso de Tiergarten
- "El mayor peligro es que permitamos nuevos muros que nos dividan a unos de otros".
- "Ninguna nación, no importa cuan grande o poderosa sea, puede vencer sola esas amenazas".
- "Por los afganos y por nuestra propia seguridad, debemos realizar el trabajo. EE UU no puede hacerlo solo".
- "Recordemos nuestra historia, respondamos a nuestro destino y rehagamos el mundo otra vez".
- "Es tiempo de construir nuevos puentes a través del globo tan firmes como el que nos une a través del Atlántico".
- "Es el momento en que debemos unirnos para salvar el planeta".
Editorial de El País,
Obama en Berlín/Editorial
El País, 25/07/2008;
Barack Obama no consiguió la puerta de Brandeburgo para su baño de multitudes en Berlín -inevitable evocación kennediana en 1963-, pero el Tiergarten bajo la Columna de la Victoria ha sido un escenario apropiado, aunque menos solemne, para la fiesta veraniega que ha enmarcado su único discurso formal en la gira internacional con la que intenta pulir sus credenciales exteriores y afianzar sus posibilidades a la Casa Blanca. Berlín es el epítome del viaje europeo del candidato demócrata, triunfal desde el punto de vista estadístico cuando se conoce que el Viejo Continente le prefiere por dos a uno frente a John McCain, y todavía más triunfal desde la identificación generacional que suscita el senador por Illinois entre los jóvenes europeos y de todo el mundo.
El meollo de su mensaje ha sido la necesidad de que Europa contribuya más y mejor a contrarrestar las diversas amenazas a la seguridad global, desde Irán a Oriente Próximo o la proliferación nuclear. Y en particular a la alarmante situación en Afganistán, donde la OTAN hace lo que puede y cuya situación, tras su fugacísima visita, el senador afroamericano describe caritativamente como precaria. Aunque reclama a Europa como socio favorito de EE UU, Obama ha podido percibir en su conversación con la canciller Merkel los claros límites alemanes a su inmersión profunda en el avispero afgano. Donde Washington quiere tropas de combate, Berlín prefiere que sus militares construyan escuelas y pozos.
Trasladar a la compleja realidad política la entrega popular manifestada en Berlín como el conjunto de la obamamanía que se extiende por Europa tiene riesgos. Las expectativas de momento son sólo eso, expectativas; no es todavía el próximo presidente del país más poderoso del mundo. Si llega a serlo, puede decepcionar a quienes ahora le admiran contraponiéndole a un nefasto Bush; es más que probable que cambien muchos de sus puntos de vista. Por lo demás, es muy prematuro aventurar qué significará para Europa una presidencia de Obama, a la vista de sus vacilaciones en cuestiones como la retirada estadounidense de Irak, el cambio climático o el estatus de Jerusalén.
A la postre, al presidente de EE UU no le eligen los europeos. Y su marcaje no lo hacen los políticos o la prensa del Viejo Continente, sino sus conciudadanos y un Congreso donde, con frecuencia, la Casa Blanca obtiene la mitad de lo que pretende.

Gira del Presidente Calderón a Cartagena de Indias

Con 16 votos en pro; cinco abstenciones, y ninguno en contra, la Comisión Permanente autorizó al Presidente Calderón "ausentarse del territorio nacional los días 31 de julio y 1 de agosto de 2008, a efecto de participar en la Cumbre sobre Drogas Ilícitas, Seguridad y Cooperación del Caribe, Centroamérica, Colombia, México y Venezuela, a celebrarse en Cartagena de Indias, Colombia."
Posicionamientos en contra del C. DIPUTADO CUAUHTEMOC SANDOVAL: Compañeras y compañeros legisladores.
Este tema que vamos a discutir en este momento se refiere, es tan importante como el que hemos estado discutiendo en estos meses, porque se refiere a la reforma energética; y este otro se refiere al tema del narcotráfico, de la delincuencia organizada, y se refiere a qué actitud debemos tener para combatir este flagelo, este cáncer que azota al mundo entero y a la sociedad mexicana.
En el año y 8 meses del Gobierno de Felipe Calderón, ha habido más de 4 mil muertos en todo el país, producto de este combate a la delincuencia organizada, y también productos de choques entre los mismos cárteles de la droga. Lo más lamentable es que ha muerto también población civil; ha habido bajas de los cuerpos de seguridad, del ejército, de la Marina, y esto nos lleva a una primera conclusión, que es rebatir la euforia gubernamental de que estamos ganando la guerra contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, porque se ha seguido una estrategia equivocada; se ha seguido la estrategia de militarizar solamente, de la compra de armas, no se va a fondo.
Uno de los temas de fondo que hay, es que hay lavado de dinero. Hay mucho dinero que está en circulación, que sirve para reclutar gente, y sobre todo, lo vemos cuando se realizan los exámenes para las universidades de educación superior; los miles de jóvenes que no tienen acceso a la educación superior, son fácilmente reclutados por el narcotráfico. También no hay un servicio de inteligencia capaz de detectar los movimientos de los narcos, y sólo se usa la estrategia de la confrontación, que en muchos aspectos estamos perdiendo.
Y entonces, hay una cosa paradójica. Resulta que para combatir al narco, se compran armas los gobiernos nacionales y estatales, compran armas, pero también compran armas los narcos, y se los compran a los mismos proveedores.
Entonces, el dinero legal y el dinero ilegal, va a dar a las empresas de armas, que en este caso son empresas básicamente de armas de los Estados Unidos.
Ha habido una estrategia de los narcos, de mantener las vías de comunicación libres, regionalizar su presencia, el ejército y algunos órganos de procuración de justicia de los estados, logran momentáneamente combatirlos, pero en el fondo no ha habido este combate efectivo al narco y a la delincuencia organizada. Y el fondo que nos remite a todo esto, es que no hay una estrategia.
Y se va a realizar una reunión internacional en Cartagena de Indias, con los gobiernos de Venezuela, Colombia, México, Centroamérica y el Caribe.
Y la gran pregunta que surge ¿Qué va a ir a decir Felipe Calderón?
¿Qué estrategia va a decir? ¿Qué es exitosa? ¿Qué vamos ganando la guerra al narcotráfico?
¿Nuevamente va a ir a repetir lo mismo?
Porque ha habido en los últimos casos cuestiones alarmantes, desde el submarino éste que fue detectado frente a las costas de Huatulco, que por cierto no se sabe bien si fue captura por la Marina Mexicana o por la Marina Norteamericana en aguas territoriales mexicanas, esta es una cosa confusa ahí.
Pero ha habido casos, en los cuales los narcos, incluso, cobran impuestos, organizan sus propios eventos. Acaba de pasar en Chalchihuite, Zacatecas, había una carrera de caballos, y asistieron, más o menos, 500 personas, y a las 500 personas los asaltaron.
-EL C. PRESIDENTE SENADOR FRANCISCO AGUSTIN ARROYO VIEYRA: (Toca la campana).
-EL C. DIPUTADO CUAUHTEMOC SANDOVAL: Pido un momento para continuar.
¿Usted me interrumpió? ¿Sí?
-EL C. PRESIDENTE SENADOR ARROYO: El tiempo. Es el tiempo quien lo interrumpe, no yo.
-EL C. DIPUTADO CUAUHTEMOC SANDOVAL RAMIREZ: Entonces, aquí estamos frente a un problema de estrategia que está fallando, y que en muchos casos se quiere, la población, a quien ve directamente es a los gobernadores de los estados, en este caso de Chalchihuites, le echaban a la Gobernadora Amalia García; la población, muchas veces no identifica bien el conjunto del problema. Y, finalmente quiero decir, que se va a realizar este evento en Colombia, donde hay un narco-Estado. Y México va hacía allá, cuando se decía que México se estaba colombianizando, pues yo creo que ahora es claro que en Colombia hay un narco-Estado.
Les voy a dar un dato, nada más, con la venia del señor presidente, 35 congresistas, todos pertenecientes al partido de Alvaro Uribe, al partido uribista, están presos. La tercera parte del Congreso de Colombia está preso. Es como si de los 628 congresistas que somos en México, la tercera parte estuviera en la cárcel por financiamiento del narcotráfico y, por lo tanto, ahí se están configurando una crisis institucional, que está tapado, porque ahora está Uribe envalentonado a raíz de la liberación, muy positiva y que bueno que fue liberada Ingrid Betancourt.
Y quiere, ahora, realizar un nuevo atraco constitucional. Quiere reelegirse por tercera vez.
Y esto, compañeras y compañeros tienen que ser denunciado internacionalmente, porque ahorita hay una bola de humo que está escondida tras la alegría que a todos nos causa que haya sido liberada Ingrid Betancourt.
Miren ustedes, cuando Hugo Chávez intentó reelegirse, todos nos opusimos, incluidos nosotros, porque en este país la reelección costó una revolución de un millón de muertos. Ahora, Alvaro Uribe, quiere ir por la tercera reelección y yo creo que el mundo entero tenemos que oponernos.
Pensamos, pues, que no hay, no llevamos, no se lleva una estrategia clara a una reunión internacional, destacando, claro, que el combate al narcotráfico y a la delincuencia organizada tiene que ser un combate multilateral y no bilateral. Y por eso, el Plan Colombia está fracasando, y el Plan Mérida está conduciendo… va ir… va estar condenado también a su fracaso.
Le agradezco mucho, señor presidente, su venia.
-EL C. PRESIDENTE SENADOR FRANCISCO ARROYO VIEYRA: El agradecido soy yo, señor diputado.
No habiendo más oradores registrados. Se ruega a la Secretaría tomar votación nominal, en la inteligencia de que se le pide a la Secretaría de Asuntos Parlamentarios haga los avisos necesarios, de tal suerte de tener al número de parlamentarios que puedan manifestar su voluntad en esta votación nominal.
-LA C. SECRETARIA DIPUTADA MONREAL AVILA: Se va a recoger la votación nominal. Por el lado derecho comenzaremos…
(Se recoge votación nominal)
Señor presidente, se emitieron 16 votos en pro; cinco abstenciones, y ninguno en contra.
-EL C. PRESIDENTE SENADOR ARROYO VIEYRA: Aprobado el decreto por el que se concede autorización al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, para ausentarse del territorio nacional, los días 31 de julio y 1° de agosto de 2008, a efecto de participar en la Cumbre sobre Drogas Ilícitas, Seguridad y Cooperación del Caribe, Centroamérica, Colombia, México y Venezuela, a celebrarse en Cartagena de Indias, Colombia.
Pasa al Ejecutivo de la Unión para los efectos constitucionales.
Anexo:
Poder Ejecutivo Federal
Secretaría de Gobernación
Oficio con el que remite Iniciativa de decreto por el que se solicita autorización para que el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, pueda ausentarse del territorio nacional los días 31 de julio y 1º de agosto de 2008, a efecto de participar en la Cumbre sobre Drogas Ilícitas, Seguridad y Cooperación del Caribe, Centroamérica, Colombia, México y Venezuela, a celebrarse en Cartagena de Indias, Colombia.
"2008, Año de la Educación Física y el Deporte"
SECRETARÍA DE GOBERNACIÓN
SUBSECRETARIA DE ENLACE LEGISLATIVO
Oficio No. SEL/300/2854/08México, D.F., a 18 de julio de 2008
SECRETARIOS DE LA COMISIÓN PERMANENTE DEL H. CONGRESO DE LA UNIÓN P R E S E N T E S
Por este conducto y para los efectos de los artículos 71 fracción I, y 88 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, acompaño con el presente la Iniciativa de Decreto por el que se solicita autorización para que el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, pueda ausentarse del territorio nacional los días 31 de julio y 1 de agosto de 2008, a efecto de participar en la Cumbre sobre Drogas Ilícitas, Seguridad y Cooperación del Caribe, Centroamérica, Colombia, México y Venezuela, a celebrarse en Cartagena de Indias, Colombia.
Sin otro particular, reciban un cordial saludo.
A T E N T A M E N T E
El Subsecretario
CUAUHTÉMOC CARDONA BENAVIDES
PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA
SEÑOR SENADOR SANTIAGO CREEL MIRANDA, PRESIDENTE DE LA MESA DIRECTIVA DE LA COMISIÓN PERMANENTE DEL HONORABLE CONGRESO DE LA UNIÓN, P r e s e n t e.
En atención a lo señalado por el artículo 88 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, me dirijo al Honorable Congreso de la Unión, por conducto de esa Soberanía, para solicitar el permiso constitucional correspondiente a efecto de poder ausentarme del territorio nacional los días 31 de julio y 1 de agosto del presente año, con el propósito de participar en la Cumbre sobre Drogas Ilícitas, Seguridad y Cooperación del Caribe, Centroamérica, Colombia, México y Venezuela, a celebrarse en Cartagena de Indias, Colombia.
El Presidente de la República de Colombia, señor Álvaro Uribe Vélez, me extendió una invitación formal para participar en la citada Cumbre. En ella se dará seguimiento a la Cumbre Regional sobre Drogas, Seguridad y Cooperación del Caribe y Colombia, que tuvo lugar en marzo de 2007 en República Dominicana.
Para México, la profundización de la cooperación internacional es esencial para fortalecer la seguridad y avanzar en el combate al problema mundial de las drogas y sus delitos conexos. Dicha cooperación debe basarse en el principio de la responsabilidad compartida, a efecto de que cada Estado asuma con decisión su compromiso en la materia. Esta visión está asentada en documentos como la declaración política "Principios rectores de la reducción de demanda de drogas y Medidas de fomento de la cooperación internacional en la lucha contra el problema mundial de las drogas", adoptada en 1988 por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas.
En el ámbito interno, mi administración instrumenta actualmente la "Estrategia Integral para la Prevención del Delito y el Combate a la Delincuencia", a fin de recuperar los espacios públicos y cercar el terreno al crimen organizado, al narcotráfico y los problemas relacionados a éstos. Son esfuerzos que demandan, con estricto apego a nuestro orden jurídico, una estrecha cooperación con países vecinos y con el conjunto de naciones de la región.
En el ámbito regional, México participa en la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en cuyo marco, y por iniciativa de nuestro país, se creó el Mecanismo de Evaluación Multilateral, que busca realizar una evaluación periódica de las acciones antidrogas que realizan los 34 Estados miembros y la región en su totalidad.
También por iniciativa de México, se desarrolló en el marco del Comité de Seguridad Hemisférica de la OEA el Plan de Acción Hemisférico contra la Delincuencia Organizada Transnacional, a través del cual se busca la implementación y el fomento de la cooperación, el fortalecimiento de las capacidades y el intercambio de información en materia de combate a los grupos delictivos internacionales.
Por así convenir a nuestro interés nacional, México es un activo promotor de esfuerzos regionales y multilaterales en los rubros de seguridad y combate y prevención del problema de las drogas. De ahí la importancia de estar representados al más alto nivel en la Cumbre a la que se refiere la presente Iniciativa. En dicha Cumbre se abordarán las principales preocupaciones de los países participantes en torno a este problema, y de manera particular se buscará establecer un Plan de Acción para lograr la reducción tanto de la oferta como de la demanda de drogas, fortalecer el combate a los delitos correlacionados y fomentar la cooperación regional en la materia.
Asimismo, con la participación de México, Venezuela y los países de Centroamérica y el Caribe, se buscará apuntalar los esfuerzos nacionales, tomando como base y fortaleciendo paralelamente las acciones que se llevan a cabo en el marco de la ONU, de la OEA y de mecanismos e iniciativas regionales, subregionales y bilaterales sobre intercambio de información y de experiencias, capacitación y fortalecimiento institucional. La participación de México en la Cumbre permitirá fomentar la coordinación y la cooperación regional, fortalecer las instituciones de los países participantes, y mejorar las políticas de combate a la delincuencia organizada.
Por lo expuesto, y con fundamento en los artículos 71, fracción I y 88 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, por el digno conducto de usted Señor Presidente de la Mesa Directiva, someto a la elevada consideración de la Comisión Permanente del Honorable Congreso de la Unión, la siguiente iniciativa de
DECRETO
ARTÍCULO ÚNICO.- Se concede autorización al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, para ausentarse del territorio nacional los días 31 de julio y 1 de agosto de 2008, a efecto de participar en la Cumbre sobre Drogas Ilícitas, Seguridad y Cooperación del Caribe, Centroamérica, Colombia, México y Venezuela, a celebrarse en Cartagena de Indias, Colombia.
TRANSITORIO
ÚNICO.- Publíquese el presente Decreto en el Diario Oficial de la Federación.
Reitero a usted, Ciudadano Presidente, las seguridades de mi consideración más atenta y distinguida.
Palacio Nacional, a diecisiete de julio de dos mil ocho.
SUFRAGIO EFECTIVO. NO REELECCIÓN.
EL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
FELIPE DE JESÚS CALDERÓN HINOJOSA