18 sept 2006

El poscastrismo

Cuatro hipótesis sobre el poscastrismo/Josep M. Colomer, politólogo y autor del libro Grandes imperios, pequeñas naciones

Tomado de El País, 05/09/2006

Como se ve en el caso de Fidel Castro, el principal problema de las dictaduras es la sucesión. Hay todavía algún debate sobre las pretendidas ventajas de ciertos regímenes autoritarios con respecto al orden público y el desempeño económico, que nadie ha demostrado satisfactoriamente, más bien al contrario. Pero de lo que no cabe duda es de la dificultad de un régimen con alta concentración de poder para reproducirse sin crisis.

A diferencia de lo que ocurre en una democracia, las instituciones de un régimen como el castrista no son reglas del juego para canalizar cualquier proceso político, sino que se convierten en organizaciones, es decir, en actores del tal proceso. Actualmente, los principales actores en el proceso cubano son las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que desde hace unos quince años controlan en gran medida la policía, la seguridad y la economía, con el Partido Comunista en segundo plano y la Asamblea Nacional en tercero. A estos actores hay que añadir, principalmente, el Gobierno de Estados Unidos, el exilio político en Florida y la oposición interna.
Por decirlo con cierta eufonía, las cuatro principales hipótesis sobre el poscastrismo son: la anexión, la invasión, la continuación y la transición. Cada una implica un papel relevante de un actor diferente.
La hipótesis de la anexión de Cuba a Estados Unidos tuvo una alta probabilidad tras la guerra contra España en 1898. Como todo imperio, Estados Unidos se construyó mediante una expansión territorial continuada y sin límites prefijados, la cual culminó a principios del siglo XX con la incorporación de Puerto Rico, mucho más alejada del territorio estadounidense que Cuba. Entre las dos guerras mundiales, Estados Unidos intervino en varios países del Caribe y de América Central, pero ya no con propósitos anexionistas, sino más bien para defender la estabilidad exterior de sus nuevas fronteras. Pese a la retórica antiamericana del castrismo y sus amigos, la anexión de Cuba a Estados Unidos ha estado descartada desde el decenio de 1930. En la situación actual, con el Gobierno norteamericano sumergido en los conflictos de Oriente Medio y otras amenazas, ni siquiera está sometida a consideración.
La segunda hipótesis, la invasión militar de Cuba por la oposición en el exilio, fue intentada, como es bien sabido, en la fracasada operación conocida como Bahía Cochinos (o Playa Girón, del otro lado), en 1961. Los cubanos anticastristas nunca perdonaron al presidente Kennedy que, en el último momento, retirara el apoyo aéreo previsto e hiciera fracasar la operación, lo cual les llevó a decantarse desde entonces por el Partido Republicano. Aunque se suele hablar de la injerencia norteamericana en la política cubana, más bien ha habido lo contrario: una notable infiltración cubana en la política estadounidense, tanto en la arena electoral de Florida como en el Departamento de Estado. Pero los intentos de intervenciones armadas en la isla han sido sólo anecdóticos. En las crisis de balseros en 1980 y 1994, numerosas embarcaciones de exiliados cubanos regresaron a la isla -tras la invitación formal de Fidel Castro a los “compatriotas en la emigración”-, pero no para actuar contra la dictadura, sino para ayudar a muchos a escapar de ella. El viaje del papa Juan Pablo II a Cuba en 1998 fue una ocasión única para unos cuantos centenares de cubanos de regresar a la isla tras varios decenios en el exilio y, si algo sugirió acerca de posibles acontecimientos futuros, es que el diálogo puede dominar sobre la confrontación.
La tercera hipótesis, la continuación de la dictadura sin Fidel, se apoya actualmente en el poder de las Fuerzas Armadas. Ciertamente ésta no es la mejor institucionalización en ausencia de la persona que ha concentrado tantos poderes como Fidel Castro. A largo plazo el mantenimiento de la dictadura podría requerir una estructura política más compleja, capaz de canalizar los intereses, las ambiciones y las luchas internas, al modo de un partido nacionalista y populista (del cual el histórico PRI mexicano fue siempre un modelo en la región). Pero mientras tanto un régimen militar podría subsistir como consecuencia de las dificultades de las presiones externas y la debilidad relativa de la oposición interna.

A diferencia de las anteriores, la hipótesis de una transición no implica la dominancia de uno de los actores principales, sino una verdadera interacción entre ellos. Pero para mover a los gobernantes cubanos al diálogo y la negociación, los otros actores necesitan usar algunas palancas de presión. En primer lugar, la oposición interna debería ser capaz de promover movilizaciones y protestas más amplias que en el pasado reciente. Dado el nivel actual de organización e influencia social de los grupos opositores, el escenario más probable de una hipotética acción de masas sería una explosión semiespontánea de malestar provocada por las malas condiciones de vida diaria de la mayoría de los cubanos.
Al mismo tiempo, el Gobierno de Estados Unidos puede usar la retirada del embargo para forzar cesiones por el otro lado. Pero quizá lo más efectivo sería que el exilio lograra un cambio en la política migratoria norteamericana que, en contraste con el trato de favor dado a los cubanos desde hace cuarenta años, les pusiera las mismas barreras que encuentran los mexicanos y otros latinos. Las presiones exteriores sólo inducirán una presión interior favorable al cambio político si se previene una salida masiva de la isla. Este cambio es verosímil porque evitar que una nueva oleada de balseros llegue a las costas de Florida puede interesar tanto al Gobierno de Estados Unidos como a los partidarios del cambio político en Cuba.
Hace unos años, ante el estallido de manifestaciones y revueltas durante la última crisis de los balseros, los jefes militares cubanos repitieron muy solemnemente que “las Fuerzas Armadas Revolucionarias nunca actuarán contra el pueblo”. Esta expectativa completa las condiciones para que la transición sea, a pesar de todo, una esperanzadora posibilidad.
La transición de Castro a Castro: ensayando el futuro/Susanne Grtius
Tomado de El Corredo Digital, , 15/09/2006.
Ochenta años son demasiados años para seguir cumpliendo funciones de Estado», había dicho Fidel Castro en una charla con su amigo Tomás Borge. Dos semanas antes de cumplir 80 años, Fidel entregó (provisionalmente) el poder a un selecto grupo liderado por su hermano Raúl. Pareció haber llegado el gran momento de los transitólogos cubanos: el postfidelismo. Pero nuevamente se equivocaron todos los futurólogos: sólo unos días después de la intervención quirúrquica, el Comandante resucitó. En vez de dirigirse a la nación, charló largamente con su hijo ideológico Hugo Chávez, afirmando la estrecha alianza entre ambos. Aun así, la entrega temporal de sus funciones por motivos de salud marca el principio del fin de Fidel como líder omnipotente del país. Todo indica una sucesión de Castro a Castro que podría dar comienzo a una transición gradual hacia otro tipo de régimen.
El lema del franquismo, ‘después de Franco, las instituciones’, podría aplicarse al castrismo. A diferencia de Fidel, Raúl Castro no es un líder carismático, sino más bien un fiel soldado de dos instituciones claves del régimen cubano: las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Partido Comunista de Cuba (PCC). Las FAR son el factor dominante en la economía cubana y el PCC es el garante ideológico de la Revolución.
Mientras que no caben muchas dudas en cuanto al papel de las FAR y el liderazgo de Raúl, la constelación de poder de las demás instituciones es menos clara. Aunque la Constitución lo define como «fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado» (art. 50), el PCC siempre ha sido subordinado al liderazgo personal de Fidel Castro. Muestra de ello han sido las estructuras paralelas de poder que creaba el Comandante desde los inicios de la Revolución: primero el ‘gobierno de sombra integrado por él y Ché Guevara’. Después el Equipo de Coordinación y Apoyo al Comandante que actúa al margen o por encima del PCC y las demás instituciones. Otra señal de su debilidad es la escasa afiliación al PCC y la celebración de su último congreso hace casi diez años.
Aparte de las FAR, el poder clave en Cuba no es el PCC sino el ejecutivo. En su mensaje al pueblo cubano, Fidel traspasó el poder a siete personas que pertenecen al máximo órgano de gobierno: el Consejo de Estado. Este íntimo círculo de poder no incluye a ninguna mujer y, salvo Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, todos sus miembros son personajes históricos de la Revolución o pertenecen al grupo de los más duros. También llama la atención que esta lista no incluye a ningún representante del máximo órgano de Estado: la Asamblea Nacional del Poder Nacional (ANPP). El gran ausente es su presidente, Ricardo Alarcón. Esta omisión no parece casual, puesto que el Parlamento cubano es la única institución que dispone de una cierta autonomía o al menos ocupa un papel aparte dentro del régimen.

La Constitución no establece una clara jerarquía institucional. Según su artículo 95, la máxima autoridad de gobierno es el Consejo de Estado. Como órganos subordinados están mencionados el Consejo de Ministros y la ANPP. Pero, tanto los miembros del Consejo de Ministros como del Consejo de Estado rinden cuentas a la ANPP y son controlados por el Parlamento. Esta constelación ambigua podría crear problemas en el futuro, máxime teniendo en cuenta que, después de los hermanos Castro, Ricardo Alarcón es considerado el número tres del régimen cubano. Además, Alarcón es el mejor conocedor de EE UU, sin duda, un factor clave para el futuro de Cuba.
Estas incertidumbres institucionales y las rivalidades existentes entre los dirigentes pueden dar lugar a una lucha de poder interno, una vez que desaparezca o se debilite el liderazgo de Castro. Por tanto, es probable que el líder será sustituido por un gobierno colectivo y no por una mera sucesión de Castro a Castro en el poder. Esto plantea una serie de incertidumbres con respecto al liderazgo de Raúl y la unidad y la duración de un régimen colectivo.
Aunque ambos casos son distintos, hay elementos en común entre el fin del franquismo y del fidelismo. Igual que Francisco Franco, Fidel Castro dejó temporalmente el poder por cuestiones de salud. Igual que en la España de los años setenta, es altamente probable que la renovación política en Cuba sea el resultado de la ’solución biológica’. También, después de la muerte del dictador, el cambio político en Cuba transcurrirá desde arriba y no desde abajo. Y de forma similar, el escenario político más probable en Cuba no es la transición sino la sucesión prescrita por la Constitución. En este sentido, igual que Franco, Fidel quiere dejar ‘todo atado, bien atado’.
Pero allí acaban las semejanzas. A diferencia del ‘caudillo’ español, el sucesor de Fidel no es el Rey, sino su hermano. Y diferente a España, en el caso cubano no queda nada claro que la sucesión desembocará en una transición hacia la democracia representativa y la economía de mercado. Por dos razones. Un factor es la sucesión familiar. Aunque Castro dijo de su hermano que «sus méritos y el lugar que él ocupa en la Revolución no tienen nada que ver con el nexo familiar», su nombramiento como sucesor es, sin duda, un ejemplo de nepotismo. Por tanto y siguiendo la trayectoria política de los últimos 47 años, es poco probable que Raúl Castro sea ni siquiera un Carlos Arias y mucho menos un Gorbachov cubano.

Aparte del nexo familiar, es importante mencionar los diferentes contextos regionales. Si la perspectiva de integrarse en una Comunidad Europea democrática y próspera fue un aliciente para la transición democrática en España, en Cuba hay tres importantes factores regionales adversos a un escenario similar: la política hostil de EE UU, que busca restablecer el ’status quo’ anterior, el auge de gobiernos de tinte izquierdista (de corte populista y socialdemócrata) en América Latina, y los pocos incentivos que ofrece la UE a una transición cubana

¡Que horas marcará el sol de la izquierda?

Entre lo histórico y lo trágico/Juan Villoro
Revista Proceso, 17/09/2006
Ante los retos de la izquierda mexicana en este momento poselectoral sin precedente, Juan Villoro la confronta con su capacidad para cumplir sus metas sociales. "López Obrador -reflexiona el escritor en este texto exclusivo para Proceso- se debate entre atender a la misión que se asigna a sí mismo como líder o mantener unida a una izquierda más amplia que sus corazonadas... López Obrador se deja aconsejar por una sola entidad: su intuición. Es imposible saber lo que le dicta en estos momentos, pero no es aventurado decir que confunde lo trágico con lo histórico".
¿Un radical fuera de temporada?
López Obrador ha encendido un debate sin precedentes. Felipe Calderón dedicó su campaña a denostarlo; el adversario le pareció más importante que sus propias propuestas. Lo mismo ocurre en las reuniones donde se dedican más energías a insultar al Peje que a elogiar a otro candidato. La situación es equivalente a la de quien detesta más a su exnovia de lo que ama a su novia.
En este enganche neurótico apenas hay tiempo para el matiz, y sin embargo urge establecer distinciones. En la dialéctica del todo o nada, las importantes victorias parciales de la izquierda han pasado casi inadvertidas. El PRD se convirtió en la segunda fuerza en la Cámara de Diputados, arrasó en el DF y acaba de ganar en Chiapas. Pero todo se oscurece ante el agravio principal: la pérdida de la Presidencia en una contienda probadamente injusta.
Incansable, dueño de un instinto que lo ha sacado a flote en situaciones muy arrinconadas, convencido a fondo de su papel histórico, López Obrador ha combinado una doble estrategia: la movilización popular y una gestión de relativa eficacia que no admite críticas. La primera sostiene a la segunda. El esquema resulta peculiar. En todo momento, el caudillo hace saber que su fuerza es la gente. Esto, con ser mucho, no es suficiente. La política se mide por apoyos, pero también por resultados.
Voté por López Obrador pensando en un proyecto que excedía a un líder en estado de gracia. Un desafío esencial de la política contemporánea consiste en volverla ciudadana: pasar de la democracia representativa a la democracia participativa. Este proceso de construcción incluye al PRD, pero está destinado a rebasarlo y acotarlo desde la sociedad civil.
López Obrador enfrentó una propaganda aviesa que distorsionaba sus propuestas e infundía el miedo. Uno de los recursos para desactivar esta campaña fue la serie de videos ¿Quién es el Sr. López?, dirigida por Luis Mandoki. La sección en la que participé llevaba por título El mito del dragón. Ahí comenté que la campaña de descrédito equivalía a contar una leyenda amenazante sin otro criterio de veracidad que la sospecha.
López Obrador no se ha convertido en el temido monstruo de la fábula, pero sin duda se ha distanciado de la figura por la cual votamos. Todo empezó el mismo 2 de julio. Hacia las seis de la tarde, hablé con un amigo que trabaja en el hotel donde se encontraba concentrada la dirigencia de la coalición Por el Bien de Todos: "Están muy preocupados", me dijo: "Las noticias no son buenas". Las encuestas de salida en las casillas no daban los resultados previstos. Poco después, López Obrador apareció en la televisión, con cara desencajada. Las cámaras lo siguieron en su ruta de la sede del PRD al hotel. Aunque luego diría que contaba con pruebas inobjetables de su triunfo, no había el menor gesto festivo en él ni en su entorno. Marcelo Ebrard había recibido una votación espectacular, pero tenía un semblante adusto. Todos estos son signos externos, los únicos de los que dispone un cronista.
A las 11 de la noche, el IFE creó un vacío de información: no podía dar resultados. Anticipándose a cualquier versión oficial de la contienda, López Obrador llamó a sus partidarios al Zócalo, a celebrar el triunfo. Desde ese momento no ha reconocido otra fuente de información que sus propios datos. La extraña forma en que el IFE ofreció los resultados preliminares y el hecho de que casi tres millones de votos quedaran fuera por inconsistencias, permitió que López Obrador volviera a anticiparse: ante la crisis de credibilidad, aseguró que el IFE había consumado un fraude.
En un país donde se necesita instalar una Comisión de la Verdad para conocer los sucesos 20 años después de ocurridos, nada tiene tanta legitimidad como el rumor. En estas circunstancias, las explicaciones conspiratorias resultan siempre las más creíbles. El Tribunal Electoral enfrentaba el desafío de limpiar una elección puesta en entredicho. Los errores y las irregularidades eran suficientes para que la confianza sólo se restableciera con un recuento voto por voto.
Pero el tribunal no optó por la vía que hubiera quitado argumentos a una de las partes contendientes. Antes de que se tomara esta decisión, López Obrador volvió a adelantar su reloj: acusó sin pruebas a los magistrados de recibir "cañonazos" de dinero y posibles puestos en el futuro gobierno. Un refrán popular empezó a circular en el plantón de Reforma: los jueces habían sido "maiceados"; picoteaban monedas como las gallinas picotean granos de maíz.
¿Tiene sentido descalificar de antemano al tribunal al que sometes tus demandas? Siempre anticipado, López Obrador asumió que el fallo sería negativo. ¿Qué prefería su inescrutable ánimo: el recuento real o la negativa que lo facultaba a tomar las calles, que, por otra parte, ya había tomado?
La pregunta se volvió retórica el 6 de septiembre, cuando el tribunal aseguró que la contienda había sido injusta pero no tenía forma de sancionarla. Este vacío jurídico dio tardía validez a los reclamos del candidato de la coalición Por el Bien de Todos. El tribunal no le entregó la silla, pero le dio algo acaso más valioso: razones para su causa.
¿Hacia dónde estamos nosotros?
Los millones de votantes de López Obrador sabemos que se cometió un agravio: un legítimo aspirante fue tratado como "peligro para México". ¿Qué viene a continuación?
Las formas de protesta han dividido a la izquierda y amenazan con diezmarla. López Obrador se debate entre atender a la misión que se asigna a sí mismo como líder o mantener unida a una izquierda más amplia que sus corazonadas. Del 2 de julio a la fecha, ha actuado como si el respaldo fuera automático y se desprendiera en forma lógica de lo que propuso antes de la elección.
Por su parte, Felipe Calderón ha sacado conclusiones absurdas de lo que significó enfrentar a la izquierda. En su discurso del 10 de septiembre, en la Plaza de Toros, dijo que quienes lo apoyaban habían derrotado al caos y a quienes se oponen a las instituciones. Los 15 millones de mexicanos que votamos por López Obrador en el marco de la legalidad fuimos insultados por este primitivismo político. No votamos por los desastres que vinieron después de la elección, desde la falta de claridad del IFE hasta la reconocida impotencia del tribunal, pasando por el plantón de Reforma que ha llevado a una situación kafkiana: miles de pobres han perdido sus empleos y el gobierno de la ciudad, supuestamente de izquierda, ha compensado a los patrones eximiéndolos de impuestos que beneficiarían a los demás capitalinos.
En este horizonte confuso, la convención propuesta por López Obrador aparece como un foro no sólo oportuno sino urgente. Es necesario discutir las variadas opciones de la izquierda. Sería estupendo que fuera una plataforma de propuestas; sería dramático que fuera una asamblea constituyente. Se estima que 1 millón de personas estará presente. Una cantidad impresionante como movilización, pero menos de 10% de la gente que apoyó a López Obrador en las urnas.
Con la impulsividad de quien confunde la oratoria con el monólogo interior, López Obrador ha planteado la posibilidad de ser nombrado presidente alterno o en rebeldía por la Convención. ¿Qué significa eso? ¿Podrá expedirnos un pasaporte? Crear una presidencia paralela y ficticia debilita la lucha por la presidencia real que se debe obtener.
Rosa Luxemburgo advirtió con lucidez el "sustituismo" que aquejaba al Partido Comunista soviético: el partido único sustituía al pueblo, el comité central al partido, el buró político al comité central y Lenin al buró político. El lópezobradorismo está sometido a esta reducción telescópica. El 2 de julio, no le endosamos el futuro al candidato. Queríamos que ganara una elección. Nada más y nada menos. Si desea seguir otra estrategia (el vasto camino de la desobediencia civil), deberá convencernos.
El dolor de una derrota surgida de condiciones desiguales ha provocado una comprensible indignación. Sin embargo, la izquierda no puede renunciar a la obligación de criticarse a sí misma. No se trata de renunciar al cometido emancipador ni a la necesaria conducción de un líder como López Obrador. Se trata de mejorar estrategias y ampliar programas. Llegamos a un punto terrible, para el que no hay arreglo inmediato. Nuestros usos y costumbres dificultan el debate. En las tempestades, no hay matices. Aunque se esté de acuerdo en 80% de los puntos, poner algo en entredicho es visto por muchos como una traición a la causa. Hago mías las palabras del periodista y caricaturista Patricio: "Me preocupa el tono del movimiento; el que todo sea planteado en términos de blanco o negro, pues siendo así las cosas, cualquier crítica se toma de inmediato como una ofensa y coloca al que osa proferirla en la pira purificadora. Obviamente, en una situación así no hay espacio para la autocrítica. Me parece increíble que ahora Denise Dresser pueda pertenecer al grupo de los malos mientras que ¡Jacobo Zabludovsky ya sea bueno! Las personas son juzgadas a partir de su comportamiento en un solo evento, y todo lo demás se lo llevó la nave del olvido... Formar un gobierno paralelo o redactar una nueva Constitución significa no tomar en cuenta a 65% de los electores que votaron por los otros partidos y al resto de la población que no votó, caer en el 'ni los veo ni los oigo'. Ante la urgencia de enfrentar a una derecha desbocada y arrogante, la única aparente alternativa parece ser enfrentarla con lo que sea y como sea. Esto es, pepenando al candidato que esté a la mano y sea popular (Juan Sabines, por ejemplo) y que ahí quede la cosa: 'Se le ganó a la derecha, pasemos al siguiente frente'... ¿Cómo hacer compatible la masificación que la izquierda tradicional no había conseguido y la urgente necesidad de enfrentar a la derecha neoliberal con tener aunque sea un mínimo control de calidad?".
Las reflexiones de Patricio ponen en la mesa el derecho a dudar, a disentir e incluso a equivocarnos que debemos tener dentro de la propia izquierda. Si la derecha busca garantizar el status quo y por lo tanto preservar los privilegios y mantener la desigualdad y la discriminación (o, si acaso, atenuarlas en forma simbólica), el proyecto alternativo de nación debe ser incluyente y aceptar la fuerza creativa de la discrepancia.
El "rating" del Zócalo
En un país ultrajado por desigualdades, el arrastre de López Obrador ha sido único. Aunque puede ser hábil en las entrevistas, prefiere el coro de la multitud. Ningún candidato ha dependido tanto de las plazas públicas desde que existe la televisión. Es difícil no conmoverse ante las pruebas de adhesión que recibe de los expulsados del progreso. Sin embargo, con excesiva frecuencia, se desentiende de las razones de quienes no están ahí, ante el templete de sus preferencias. No se ha presentado como un estadista que concibe un país capaz de incluir a quienes no votan por él, sino como un caudillo en feliz retroalimentación con sus seguidores. Muy rara vez trata de persuadir. Los desastres de la patria son tan evidentes que considera que basta exponerlos ante sus fieles. Su continuo ataque a los medios ofrece una clave de su temperamento. La plaza representa para él la verdad y la televisión un simulacro. Cree en el contacto directo y refrenda a diario su pacto de lealtad con quienes lloran estremecedoramente en su camisa. Este esencialismo comunitario ("no estás solo") se convirtió durante la campaña en una suerte de dogma moral. La paradoja es que en las plazas siempre son más los que no llegaron. El afán de estar cerca de los otros desemboca así en una situación excluyente. Dicha ante los incondicionales, la frase "cállate, chachalaca" puede ser divertida. En el resto del país se entiende de otro modo. La desconfianza de López Obrador ante las estadísticas y las encuestas hace pensar que para él sólo es real lo que aclama. Las cifras silenciosas son conspiratorias.
Las contiendas democráticas modernas suelen ser psicodramas que se resuelven en la pantalla. En este teatro de figuraciones, los gestos y la fotogenia importan más que los mensajes. López Obrador decidió, con razón, no hacer una campaña exclusivamente mediática, pero confió en las plazas al grado de ofrecer un discurso que satisfacía básicamente a los ahí presentes.
El primer militante de la nación se dispone a encabezar otro movimiento. Está en el territorio donde se siente cómodo. Las privaciones lo estimulan. Su valor y sus convicciones se agrandan en la inclemente intemperie.
No es casual que en su discurso reciente comparezcan, de manera directa o velada, otros sufridos héroes cívicos: Gandhi, Luther King, Mandela. Todo parece indicar que su lucha será ardua. Dispone de una base social para dificultar la gobernabilidad y mantenerse en las noticias de las que tanto desconfía.
La izquierda enfrenta un desafío mayúsculo: una estrategia incorrecta puede poner en entredicho una causa justa. No hay duda de que la elección fue desigual, pero hay diversas formas de elaborar políticamente la injusticia. El día nacional de Cataluña conmemora una derrota y las placas de los coches de Québec llevan la leyenda "je me souviens" en recuerdo de otra caída. No lo hacen por derrotismo. Quien es vencido por las malas dispone de fuerza moral. No es lo mismo resignarse que aprovechar una derrota injusta para construir y confirmar que se tenía razón.
En el caso de López Obrador, los agravios reales (la campaña del miedo, el papel del gobierno en la contienda, la negativa a limpiar la elección) pueden servir de fundamento para consolidar una alternativa duradera. No es fácil actuar con madurez ante el desasosiego. Sin embargo, pasar de la estrategia electoral a una movilización cuyo único principio rector sea la protesta ante la usurpación puede tirar por la borda las muchas cosas que ya se han conseguido.
López Obrador se deja aconsejar por una sola entidad: su intuición. Es imposible saber lo que le dicta en estos momentos, pero no es aventurado decir que confunde lo trágico con lo histórico. Pocas veces, los mexicanos usamos el verbo "arrostrar". Él está dispuesto a hacerlo. Una arraigada tradición nos ha hecho saber que toda grandeza, si es nuestra, también es dolorosa. Nuestras principales obras de arte reflejan el desgarramiento, la condición herida, y nuestros próceres derivan su gloria de tragos amargos. López Obrador podría perfeccionar su papel de inconforme irreductible en la tormenta de la historia: preferir la leyenda a asumir un cargo.
¿Qué horas marcará el sol de la izquierda? ¿Es posible dar la espalda al pesimismo? Me atrevo a decir que es inevitable. La fuerza de la izquierda no está en su capacidad de confrontación, está en su solidaridad. Su estrategia debe prefigurar la sociedad por la que lucha. Jaime García Terrés puso en verso esta esperanza:
Ven. Al caos iremos otro día.
Ahora ven y préstame la fuerza
Increada que fluye de tus manos.

Carta a Elena Poniatowska


El Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano envió una carta a la escritora Elena Poniatowska.
En la larga misiva, Cárdenas responde a la declaración de Poniatowska, publicada en La Jornada el pasado día 8, en la cual sostuvo que tanto él como el subcomandante Marcos y la ex candidata Patricia Mercado "no apoyaron a AMLO por envidia".
La carta fue publicado en un diario de circulación nacional el pasado 14 de septiembre, y ha tendido varios reacciones; la más dura el abucheo la tarde del sábado 16 de septiembre cuando la autora de la Noche de Tlatelolco se refierió a ella.
Dice una nota de La Jornada: "La mención del ex candidato presidencial del PRD arrancó de inmediato la silbatina y el abucheo generalizado. Gritos de "¡traidor!, ¡traidor!", se escucharon en la plaza. La escritora tuvo que parar su discurso, y cuando la rechifla amainó señaló que se siente honrada y agradecida por haber recibido esa misiva, pues "oír al otro engrandece y contribuye al diálogo". Pero a pesar de los señalamientos de Cárdenas, enfatizó que sigue pensando que la elección fue injusta y fraudulenta, y que "hacemos bien al defender nuestra dignidad".
Comparto la carta del Ingeniero en esta bitácora.
Elena:
En la edición del diario La Jornada (página 8) del 10 de septiembre aparece una nota encabezada “Marcos y Cárdenas no apoyaron a AMLO por envidia”, en la cual se te atribuye, entrecomillada, la siguiente expresión: “Si estos tres personajes (en el texto de la nota se agrega a Patricia Mercado) se hubieran sumado, si no se hubieran echado para atrás, no habría la menor duda del triunfo de López Obrador, pero no lo hicieron por envidia”.

No me corresponde hablar de las razones de Patricia Mercado ni del subcomandante Marcos para haber adoptado las posiciones que adoptaron frente al proceso electoral reciente, pero puedo asegurarte que no fue la envidia lo que los motivó a actuar como lo hicieron, sino que, entre otras cosas, sólo ejercieron su derecho a pensar diferente.

En lo que a mí respecta, tu talento y trayectoria me obligan a darte una respuesta, obligadamente larga, de porqué no participé en la campaña de la coalición Por el Bien de Todos ni participo en la Convención Nacional Democrática, que empieza por decirte que la envidia no ha tenido lugar hasta ahora en mi conducta, ni pública ni privada, y que nunca me he echado para atrás frente a los compromisos que he asumido a lo largo de una ya larga vida.

Con Andrés Manuel he compartido por años propósitos y episodios importantes de la lucha por la democracia en nuestro país. Nunca exigimos incondicionalidad ni subordinación en nuestra relación. El trato en los muchos encuentros de los dos, puedo decirte, ha sido cordial y respetuoso.
Mis desacuerdos o desencuentros con él no son de carácter personal. Las diferencias que existen entre ambos son relativas a las formas de hacer y entender la política y sobre algunos aspectos programáticos, acentuadas, ciertamente, cuando se trata como hoy de los destinos del país y a partir de que se iniciara el proceso que debía conducir a la pasada elección del 2 de julio y respecto al cual ambos definimos con anticipación y públicamente nuestras posiciones frente al país y a la ciudadanía, él a través de sus “20 puntos”, sus “50 puntos” y del libro Un proyecto alternativo de nación, yo mediante la publicación de Un México para todos, de autoría colectiva. Aun con esas diferencias, mi voto fue por todos los candidatos de la Coalición, como en su momento lo hice público.

Una de las discrepancias que resaltaría de esas publicaciones es con relación al juicio que hace, sin mencionar nombres, de la digna y firme defensa del principio de no intervención y de la paz que hizo Adolfo Aguilar Zinser como miembro del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
Al respecto, Andrés Manuel escribió: “Después del triunfo de Vicente Fox, nuestra política exterior se ha conducido con desmesura. El resultado más notorio ha sido la afanosa intervención en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que en la práctica sólo vino a complicar aún más nuestra situación internacional”, lo que me lleva necesariamente a preguntar si la política exterior de México debe plegarse incondicionalmente a la de Estados Unidos con el fin de no complicarse y olvidarse entonces de la defensa de los principios, de tomar decisiones soberanas en función de los intereses del país y de la dignidad misma de la nación, que gobierno y ciudadanos estamos obligados a respetar y a hacer valer.
Se dice también en ese proyecto: “Los sueños de ver a México como gran protagonista en el concierto de las naciones son sólo eso: espejismos protagónicos para alimentar ambiciones personales que nada tienen que ver con el país real”, lo que me lleva a pensar que se quieren desconocer los logros de la política exterior mexicana como, entre otros, la aprobación por amplísima mayoría de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, el reconocimiento del derecho de los Estados a su mar patrimonial o la participación en el Grupo Contadora para lograr la pacificación de Centroamérica, que implicaron el despliegue de una gran actividad —y si se quiere llamar protagonismo— de la diplomacia mexicana.

Encuentro como una grave omisión de un candidato presidencial no tomar posiciones claras y públicas respecto a cuestiones importantes, tanto del momento como con consecuencias hacia adelante.
Puedo citarte los casos siguientes respecto a los cuales Andrés Manuel no se pronuncia todavía y que quienes consideramos prioritaria la lucha por el rescate y ejercicio pleno de la soberanía y por la cabal vigencia de un Estado de Derecho estimamos fundamentales: no ha habido una toma de posición en relación a los contratos de servicios múltiples de Petróleos Mexicanos; tampoco respecto a la ilegal prisión y la extradición hace unas cuantas semanas de seis ciudadanos vascos.
Sobre la iniciativa Sensenbrenner, que de llevarse a la práctica vulnerará los derechos de miles o millones de mexicanos en exilio forzado en Estados Unidos; la mayor y excesiva militarización de la frontera común del lado norteamericano, que constituye, sin lugar a dudas, un acto inamistoso hacia México; la iniciativa del Área de libre comercio de las Américas del presidente Bush y la propuesta alternativa de promover un acuerdo continental de desarrollo.
La iniciativa de ley de sociedades de convivencia, bloqueada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en los primeros tiempos de su gestión; la falta de tacto y de oficio diplomático en las relaciones del gobierno mexicano con los gobiernos y Jefes de Estado de Cuba, Venezuela, Argentina y Bolivia.
Reconocerás que en el círculo de colaboradores cercanos de Andrés Manuel se encuentran algunos de los que instrumentaron el fraude electoral y la imposición en 1988 desde el gobierno, el Partido Revolucionario Institucional, la Cámara de Diputados y la Comisión Federal Electoral, que impuso la banda presidencial a Carlos Salinas el 1 de diciembre de 1988.

Además, el que instrumentó la privatización del Canal 13 de la televisión; el que ha declarado que el proyecto económico de Andrés Manuel es el mismo que el de Carlos Salinas; el que pretendió promover la reelección de éste. Pero a ninguno, que se sepa, ha pedido Andrés Manuel explicación sobre su cambio de piel política y ninguno la ha dado públicamente.
Este mismo grupo es el que ahora, con algunas adiciones, acompaña a Andrés Manuel en sus nuevos proyectos y el de quienes podría pensarse que formarían parte de su gobierno, que no sería por sus antecedentes y falta de deslindes, un gobierno identificado con los principios y las luchas del PRD y de manera más amplia con aquellos de la izquierda mexicana.
Sólo para argumentar sobre uno de los casos: de seguirse la política económica del salinato, se proseguiría con la enajenación del patrimonio estratégico de la nación y con el desmantelamiento de la planta productiva, se pondría en práctica una política entreguista en lo económico y de subordinación en lo político, se profundizaría el desastre productivo y social del campo mexicano, se mantendría acrecentado el flujo migratorio masivo hacia Estados Unidos y se haría cada vez más agudo el proceso de concentración de la riqueza en pocas manos.
Por otra parte, no se podrá decir que no manifesté oportuna y públicamente mi desacuerdo con la postulación por parte de la coalición Por el Bien de Todos, de la que el Partido de la Revolución Democrática fue el eje, de candidatos con posiciones públicas contrarias a los principios del PRD, que nunca se deslindaron de sus pasados políticos ni han explicado las razones de su traslado al PRD o cómo concilian un pasado antagónico con los principios del PRD al haber aceptado una candidatura de éste, que no los representa por sus trayectorias y posiciones políticas públicas.
Ahí están, como muestra, algunos que fueron candidatos y otros que ya son legisladores en funciones. En este caso, voces como la mía y las de muchos otros que sólo demandaban congruencia, fueron simplemente ignoradas.
En los últimos días de mayo hice público un documento a través del diario La Jornada denominado “Viendo hacia adelante: un camino democrático y progresista para México”, en el cual planteaba algunas cuestiones que me parece fundamental que se lleven a la práctica en el próximo sexenio, que pudieran ser consideradas por los candidatos entonces en campaña.

No merecieron la mínima observación, ni en sentido negativo ni en positivo, por parte del candidato de la coalición y la misma actitud de ignorar críticas, discrepancias e incluso planteamientos coincidentes con su línea política recibieron muchos de aquellos que por largo tiempo han militado en el campo progresista.
Digo en ese documento —y te lo reitero ahora— que al no haberse dado relevancia a la presentación y discusión de propuestas y compromisos por parte de los candidatos a lo largo de los meses de campaña, se hace necesario insistir en pensar y discutir el país que queremos, por encima de todo y antes que nada, así como en cambiar radicalmente la forma de hacer política, subordinándola a un proyecto de país y no a la simple ambición de poder o a la toma coyuntural de decisiones.
Entre las cuestiones básicas que no se discutieron en el ir y venir de las campañas estuvo la continuidad de la reforma electoral, que después del 2 de julio y ante los serios cuestionamientos que se han venido haciendo a la calidad del proceso electoral se ve aún más urgente, ya que a pesar de los muchos cambios que ha sufrido la legislación correspondiente, continúa inconclusa.
La gente reclama reducir y transparentar los gastos de las campañas; reclama que se llame a las cosas por su nombre, empezando porque las supuestas precampañas se reconozcan como campañas en la ley y en los cómputos de gastos y tiempos electorales; reclama abrir la posibilidad de candidaturas ciudadanas que no tengan que pasar necesariamente por la aprobación y gestión de los partidos políticos.
Además, facilitar el registro de nuevos partidos políticos, sin que el registro represente acceso automático a la asignación de dineros públicos; restituir en la ley la figura de las candidaturas comunes; reunir en no más de dos momentos dentro de un sexenio, los procesos electorales federales, estatales y municipales; y establecer las dos vueltas en las elecciones, tanto presidenciales como legislativas.

En materia de reforma electoral, la medida más efectiva, aquella donde se encuentra la principal respuesta a las exigencias populares, la reforma más de fondo es hacer equitativos los tiempos en los que partidos y candidatos tengan acceso a los medios electrónicos de comunicación, así como acotar los periodos en los que pueda hacerse propaganda dirigida al público, prohibiéndose a partidos, candidatos y particulares comprar tiempos en los medios electrónicos —televisión y radio comerciales— y que éstos sean asignados por la autoridad electoral de manera equitativa.
Lo anterior para que no sea el gasto mayor o menor en la compra de tiempos lo que determine la mayor o menor presencia de las alternativas electorales que se ofrezcan a la ciudadanía al través de esos medios. Así se tendrían campañas equitativas y se lograría una reducción sustancial de los tiempos y las erogaciones públicas —y en su caso privadas— en las campañas electorales.
Por otro lado, y también en relación con la cuestión electoral, debe legislarse para prohibir que en la publicidad que se hacen las dependencias oficiales al través de los medios de información —televisión, radio, prensa escrita— aparezcan imágenes y nombres de funcionarios, que si bien pudieron haber participado en la promoción o ejecución de algún programa o proyecto público, no hicieron sino cumplir con su obligación y en su caso, con un mandato ciudadano, pues fue irritante y ofensivo en las precampañas, como creo te consta, ver cómo candidatos o precandidatos de los tres partidos de mayor presencia nacional, despilfarraron a lo largo del sexenio y hasta que dejaron sus cargos, dineros públicos para su personal promoción político-electoral.
Es necesario comprometerse con reformar la reciente y vergonzosamente aprobada Ley de Radio y Televisión, recuperando para el Ejecutivo la capacidad de normar la operación de los medios de información electrónicos con sentido de servicio público y de equidad, abriendo las posibilidades, a partir de los avances tecnológicos en la materia, de otorgar nuevas concesiones a instituciones de educación superior, gobiernos estatales y municipales, organizaciones culturales y comunitarias y sociedades comerciales sin vínculos con los medios ya en operación.
Es ya oportuno también convocar a la revisión, con sentido y procedimientos democráticos, de las bases y los términos de nuestro pacto federal.
De esa revisión habrá de surgir la nueva Constitución que contenga la estructura y competencias de la Federación, los estados, los municipios y de los tres poderes de la Unión, que considere los derechos ya ganados por los mexicanos, sus nuevos derechos y los procedimientos para que el ciudadano o las colectividades hagan exigible su ejercicio frente al Estado.
Una que esté concebida visualizando la presencia de nuestro país en el mundo globalizado, que establezca los cauces para el tránsito de una democracia representativa plena, aún por alcanzarse, a una democracia de amplia participación social, así como los mecanismos de consulta ciudadana, iniciativa popular y de revocación de los mandatos, entre otras cuestiones.
Lo que hasta aquí te he expuesto son algunas de las razones que a mi juicio determinaron el número de votos que obtuvo Andrés Manuel el 2 de julio. Por estas mismas razones no creo, contra lo que tú has declarado, que mi ausencia de los actos públicos de la campaña haya provocado una dramática disminución de las preferencias electorales a favor de la coalición. Seguir argumentando más sobre estas cuestiones, sería entrar a un terreno estéril de especulaciones.

Yendo a otros temas, me preocupa profundamente la intolerancia y satanización, la actitud dogmática que priva en el entorno de Andrés Manuel para quienes no aceptamos incondicionalmente sus propuestas y cuestionamos sus puntos de vista y sus decisiones, pues con ello se contradicen principios fundamentales de la democracia, como son el respeto a las opiniones de los demás y la disposición al diálogo.

Me preocupa, asimismo, que esas actitudes se estén dando dentro del PRD y en sus cuadros dirigentes, pues se inhibe el análisis y la discusión de ideas, propuestas y alternativas entre compañeros, más allá de que esa cerrazón se extiende también a lo que pueda llegar de afuera del partido; que la conducción política y las decisiones tomadas después del 2 de julio, como el bloqueo de Madero, Juárez y el Paseo de la Reforma —excluyo la ocupación de la plancha del Zócalo— se estén traduciendo en pérdidas y desgaste del movimiento democrático en lo general y del PRD en lo particular.
Me preocupan los cambios contradictorios de línea política: a un medio de información norteamericano Andrés Manuel le declaró no ser de izquierda, cuando había declarado serlo a lo largo de precampaña y campaña. Por otro lado, el 10 de agosto pasado se publicó en La Jornada una entrevista que hiciste a Andrés Manuel en la que preguntaste: “Si llegaras a la Presidencia, ¿tendrías que moderarte?”.

A lo que respondió: “Si, la institución te lo exige, yo lo haría. Es más, durante la campaña y hasta ahora no he dicho cosas que pienso sobre mi país, porque me he autolimitado, porque mi rol es hasta ahora uno.Una vez que se resuelva este asunto (el conflicto poselectoral), ya veremos.

Pero muchas cosas me las guardé porque uno tiene que actuar de una manera cuando es candidato y, desde luego, actuar de otra manera cuando se es Presidente, y de otra manera como dirigente de resistencia social. Pero en cualquier circunstancia uno tiene que mantener sus principios. Es nada más un asunto de matices, de moderación”.

¿Por qué entonces guardarse de fijar posiciones y hacer propuestas, cuando era precisamente en su calidad de candidato a la Presidencia cuando se tenían que hacer definiciones que atrajeran con lealtad y orientaran con rectitud el voto de la ciudadanía? ¿No es principio básico de un comportamiento leal y democrático actuar con transparencia y hablar con la verdad? ¿Cómo lo explicas tú?
En reciente documento suscrito por Andrés Manuel se plantea que la convención que él ha convocado para celebrarse el 16 de septiembre “decida si el órgano de gobierno y quien lo represente, se instale y tome posesión formalmente el 20 de noviembre o el primero de diciembre de 2006”.

Aquí me surge la siguiente pregunta: si se considera que el gobierno actual ha quebrantado ya el orden constitucional ¿para qué esperar al 20 de noviembre o al 1 de diciembre, por qué no empezar por desconocer a la administración en funciones, como sucedió cuando el movimiento constitucionalista encabezado por el Primer Jefe Venustiano Carranza desconoció al gobierno usurpador de Huerta, a los poderes Legislativo y Judicial y a los gobiernos estatales que no acataran el Plan de Guadalupe?

No pienso que así deba procederse. Hacerlo sería un craso error, de altísimo costo para el PRD y para el movimiento democrático en su conjunto. Por el contrario, estoy de acuerdo con la sensatez y sabiduría de Luis Villoro, que en un artículo reciente dice que la discusión de un proyecto nuevo de nación requiere de tiempo para su debate y no puede aprobarse en un acto declaratorio en el Zócalo, al calor de un discurso, pues haría falta por lo menos la consulta y la anuencia de delegados de toda la República.

Es decir, agrego yo, de un amplio proceso de análisis y discusión, que en función de un proyecto de nación construido colectivamente en la pluralidad y mediante procedimientos democráticos, desemboque en la elaboración de una nueva norma constitucional.
Villoro expresa también que “muchos no podemos estar de acuerdo con nombrar un nuevo presidente en rebeldía. Esto rompería, aunque sólo fuera simbólicamente, el orden constitucional. Para sostener una amplia y permanente oposición lo que menos necesitamos son actos provocadores.
Lo que sí es necesario, pienso yo con muchos conciudadanos, es caminar hacia la paulatina realización de un nuevo proyecto de nación para el porvenir cercano… Un proyecto de oposición podría seguir ciertas ideas regulativas: una nueva ley electoral; una nueva legislación sobre los derechos de los pueblos indígenas; resistencia contra la privatización de los recursos naturales; lucha contra la corrupción; ampliación de la educación en todos sus niveles; lucha para disminuir radicalmente la desigualdades económicas y sociales. Una izquierda nueva podría aglutinarse, sin perder diferencias, en las líneas de un proyecto semejante”.
Como ves, con esta larga carta lo que hago es defender el derecho a disentir, a pensar diferente, a pensar que cuando se ha impedido ha conducido a dictaduras, opresión, represión, sectarismos e intolerancia, que estoy cierto, ni tú ni yo queremos ver en nuestro país.
Muy atentamente
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
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Precisiones de Montaner

Mi defensa contra la difamación/Carlos Alberto Montaner

Publicado en El Nuevo Herald, 17/09/2006

Madrid -- Odio defenderme. Siempre hay cosas más interesantes que escribir. Esta vez tengo que hacerlo. Injusta e irresponsablemente la gran prensa me ha difamado y ofendido en centenares de medios de comunicación de todo el mundo, junto a otros diez notables periodistas de origen cubano.

El origen (y la culpa) de este ataque contra mi honor es un disparatado reportaje aparecido el 8 de septiembre en la primera página de The Miami Herald y en El Nuevo Herald, con foto incluida, como si hubieran descubierto una peligrosa trama criminal, en el que se nos acusaba de cobrar del gobierno norteamericano por trabajar en programas que emite Radio y TV Martí hacia Cuba, unas emisoras similares a Radio Free Europe, reguladas por las mismas estrictas normas éticas que controlan a La Voz de América.
Debido a la relevancia dada al ultrajante reportaje, mecánicamente, sin detenerse a meditar sobre su mal hilvanado contenido, las principales agencias de prensa y los diarios de casi todo el mundo reprodujeron la tendenciosa información.
Las rectificaciones tardaron pocos días, pero ya nadie se interesó en hacerse eco de ellas. Los dos diarios, The Miami Herald y El Nuevo Herald, me hicieron saber que seguirían publicando regularmente mis columnas semanales. Yo no era culpable de nada. Mi nombre jamás debió figurar en esa información. En realidad, la única supuesta falta que existía era que dos reporteros empleados de la empresa, aparentemente, habían violado una discutible regla interna que tienen algunos medios de comunicación norteamericanos por la que les prohíben cobrar cuando colaboran en medios públicos. Yo no era empleado de ninguno de los dos diarios, y, por lo tanto, si Radio Martí o La Voz de América querían contratar mis servicios para que leyera y comentara mis columnas, era perfectamente legítimo.

Pero Larry Hart, el portavoz del Broadcasting Board of Governors (BBG), que supervisa y regula las emisoras públicas norteamericanas, fue mucho más enfático en unas declaraciones hechas a The Miami Herald y aparecidas el 14 de septiembre: ''Durante décadas, por muchos, muchos años, algunos de los más respetables periodistas en el país han recibido pagos por participar en programas de La Voz de América''. Y luego otro funcionario aclaró en qué consistían esos pagos: "$100 y $150 por sesión a los periodistas invitados a hablar de temas de actualidad cada semana''.

La lista de quienes han recibido pagos por su trabajo de colaboradores de La Voz de América, entre otros centenares de nombres ilustres, incluye a los principales periodistas de Estados Unidos: Hugh Sidey de Time, Haynes Johnson y Helle Dale de The Washington Post, Marquis Childs del St. Louis Dispatch, Tom M. de Frank, del New York Daily News o Georgie Anne Geyer, una prestigiosa columnista sindicada. Incluso, tal vez los dos periodistas más respetados de Estados Unidos en el siglo XX, Edward R. Murrow y Fred Friendly, al final de sus fecundas vidas profesionales dedicaron sus mejores esfuerzos a perfeccionar dos medios clave del periodismo público norteamericano: United State Information Agency (USIS) y Public Broadcasting System (PBS).

En todo caso, esta difamatoria información propagada en la prensa oscurece un hecho esencial: el problema de fondo no es si en Estados Unidos un periodista puede o debe cobrar por trabajar en un medio oficial, sino en la extraordinaria importancia que tiene para los cubanos y para el futuro establecimiento de la democracia que esas transmisiones continúen, que los cubanos puedan tener acceso a una información libre y veraz, que sepan lo que la tiranía les oculta, que entiendan cómo funcionan las sociedades libres.
Cuando cayó el muro de Berlín y las dictaduras comunistas europeas se desplomaron, los corresponsales y colaboradores de Radio Free Europe y Radio Liberty fueron recibidos como héroes en las naciones a las que llegaban todos los días con sus mensajes de libertad y aliento. Eran las voces de la ilusión en medio del horror. Algunos de esos comentaristas no alcanzaron a verlo: al escritor búlgaro Georgi Markov lo hizo asesinar el dictador Todor Zhivkov en las calles de Londres. El tirano rumano Ceaucescu odiaba tanto las transmisiones de esas emisoras que le pagó al asesino Carlos el Chacal para que dinamitara los transmisores situados en Munich. Yo mismo he recibido en mi oficina de Madrid, a fines de los ochenta, una bomba dentro de un libro titulado Una muerte muy dulce, y para que no hubiera duda del mensaje, el ex viceministro cubano Manuel Sánchez Pérez recibió otro paquete idéntico. Poco tiempo antes, tras su deserción, yo lo había entrevistado para Radio Martí.

Tal vez yo no pueda nunca limpiar mi reputación tras esta brutal difamación. Pero, si vivo lo suficiente, algún día me sentiré reivindicado, cuando en las calles de una Habana liberada un cubano me abrace y me diga: ''Gracias: su voz y sus palabras me sirvieron para mantener viva la esperanza''. Eso es lo único que me importa. Para eso vivo.
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Los pagos a periodistas son una práctica común
GERARDO REYES Y JOAQUIM UTSET/El Nuevo Herald WASHINGTON
14/09/2006
El pago a periodistas en Estados Unidos por su participación en medios gubernamentales es una práctica común que se ha venido haciendo con prestigiosas figuras de la prensa nacional e internacional, y no exclusivamente con reporteros cubanoamericanos.

Así lo indicaron a El Nuevo Herald voceros de Broadcasting Board of Governors (BBG), la entidad federal bajo la cual funcionan radioemisoras y estaciones de televisión del gobierno federal, así como varios periodistas estadounidenses que han recibido los pagos.

Larry Hart, el vocero de BBG, lamentó que el periódico The Miami Herald hubiera omitido ese importante aspecto en la información sobre el conflicto de intereses de 10 reporteros de Miami que recibieron pagos de Radio y TV Martí. Dos de estos reporteros y una colaboradora fueron despedidos el jueves de El Nuevo Herald. “Durante décadas, por muchos, muchos años, algunos de los más respetables periodistas en el país han recibido pagos por participar en programas de Voz de las América”, explicó Hart. “El artículo [de The Miami Herald] da la apariencia de que esto es algo que sólo ha hecho Radio o TV Martí, y que ellos están necesariamente pagando para que [los reporteros] digan ciertas cosas o tengan ciertos puntos de vista”.
Joseph D. O'Connell, director de relaciones públicas del Buró Internacional de Transmisiones, explicó que por lo menos cuatro programas de la radioemisora oficial Voice of America (VOA, por sus siglas en inglés) pagan entre $100 y $150 por sesión a periodistas invitados para hablar de temas de actualidad cada semana.

“Yo creo que todos aceptan los pagos y esto se hace desde comienzo de los años ochenta”, afirmó O'Connell. “VOA es como Times Square, o los periodistas vienen aquí o nosotros vamos a donde ellos están. Imagínese en 65 años toda la gente que ha pasado por aquí”, agregó.

VOA fue fundada en 1942.
La nota de primera página en The Miami Herald firmada por Oscar Corral, y a la que contribuyeron otros cuatro reporteros de ese diario, señaló que al menos 10 influyentes periodistas del sur de la Florida, entre ellos dos de El Nuevo Herald, recibieron con regularidad pagos de Radio y TV Martí.

Sin embargo, el artículo no explicó que se trata de una modalidad mucho más amplia y extendida entre otros periodistas de Estados Unidos, tanto en forma habitual como esporádica.
“El artículo del Miami Herald da la impresión de que esto es algo terriblemente malo e inusual”, dijo Hart.

Ante las afirmaciones de que ésta es una práctica común, Tom Fiedler, el director ejecutivo de The Miami Herald, explicó ayer que ello no justifica los pagos.
“Es contrario para la mayoría de los periodistas aceptar dinero o cualquier cosa de valor del gobierno aunque haya instancias en las que esto ha ocurrido”, afirmó Fiedler. “A cualquier periodista que lo haya hecho se le debe pedir una explicación pública”, agregó.
En cuanto al artículo, Fiedler respondió que el objetivo del mismo era Radio y TV Martí, no VOA.
Los reporteros de El Nuevo Herald Pablo Alfonso y Wilfredo Cancio, quienes cubrían temas de Cuba, fueron despedidos el pasado jueves luego de que sus superiores consideraron que habían violado el código de ética de la empresa, el cual prohíbe recibir dineros o dádivas de fuentes gubernamentales.
Alfonso, columnista del diario en español, colaboraba regularmente con programas de Radio y TV Martí, mientras que Cancio intervenía en un programa semana de Radio Martí. La colaboradora de El Nuevo Herald Olga Connor también fue desvinculada del periódico.
Según la publicación, desde el 2001, Alfonso recibió $175,000 y Cancio $15,000.
Hart citó como ejemplos de periodistas que han recibido pagos por su participación, en forma habitual o intermitente, en programas de VOA, a Tom M. DeFrank, el jefe de la oficina en Washington del New York Daily News; Georgie Anne Geyer, columnista sindicada que publica en 120 periódicos; David Lightman, jefe del buró en Washington del periódico Hartford Courant de Connecticut y Helle Dale, ex directora de las páginas de opiniones de The Washington Times.
“Yo no veo nada malo en eso, consideraría un insulto que me dijeran que por recibir $100, cambio mi manera de pensar”, dijo Geyer. “La clave está en que los jefes lo sepan” agregó.
Por su parte, DeFrank reconoció que desde hace más de un década ha estado participando en programas de VOA.
“No veo un conflicto, Voice of America no tiene el control editorial de este programa, lo único que hace es emitirlo al mundo”, expresó DeFrank.
“Los pagos son una minucia... me gusta hacer el programa, lo del pago es sólo una banalidad”.
Lightman aseguró que su participación en los programas de VOA no acarrea un conflicto de intereses.
“No cubro el Departamento de Estado ni el Pentágono ni ninguna agencia gubernamental”, indicó Lightman, quien participa ocasionalmente en el programa dominical Issues in the news. “Segundo, me pagan muy poco, y lo que me pagan es por que soy un profesional y me remuneran por mi tiempo. En general, no cubro los temas de los que hablamos”.
La página digital de VOA describe Issues in the News (Temas en las noticias) como un programa en el que “tres prominentes periodistas de Washington de medios de comunicación impresos, agencias y audiovisuales discuten las principales historias de la semana en el mundo y el país”.
También reciben pagos los periodistas que participan en el programa Press Conference USA (Conferencia de prensa Estados Unidos), Encounter (Encuentro) y Talk to America (Habla con América), explicó O'Connell.
“Lo hacemos [los pagos] porque consideramos que los periodistas son profesionales que enriquecen nuestros programas”, explicó O'Connell. “Y ellos pueden comentar lo que quieran, si alguien trata de decirles lo que tienen que decir o lo que no deben decir los invitados, desaparece, esa persona no podrá repetir eso porque se va de aquí”, agregó.
A raíz de la publicación de The Miami Herald, el columnista del diario The New York Sun, Josh Gerstein, citó a otro colaborador habitual de VOA quien recibe pagos como moderador de Issues in the News. Se trata de Martin Schram, columnista de Scripps Howard.
Schram admitió a Gerstein que para él ha sido un dilema interno el tema de trabajar para el gobierno.
“Yo, y creo que otros periodistas que han hecho este programa durante 40 ó 30 años, se han planteado la misma cosa”, afirmó Schram.
Schram comentó a Gerstein que, de ordinario, dona el dinero a asociaciones de caridad, pero que no sería realista esperar que reporteros con experiencia aparezcan gratuitamente en el programa, semana tras semana.
Sin embargo, Schram marcó una diferencia entre VOA y Radio Martí, argumentando que la emisora dirigida a Cuba “tiene como propósito final sacar a Castro, y son muy ideológicos y ellos lo han reconocido. Nunca trabajaría para ellos”.
Antes de la fundación de Radio Martí en 1985, las transmisiones en español de VOA eran considerada subversivas por el régimen de Fidel Castro y sus oyentes tenían que seguirlas en secreto o clandestinamente.
Tanto Radio y TV Martí, como VOA, dependen de la misma autoridad federal, la BBG, y oficialmente comparten los mismos principios de transmitir “informaciones verídicas y objetivas”, según la página digital de la Oficina de Transmisiones a Cuba.
La Voz de América en español también cuenta con el programa Foro Interamericano en el que participan corresponsales extranjeros en Washington que reciben pagos por su intervención. O`Connell expresó que no sabía si ésta era una práctica fija o esporádica.
Además de la remuneración a periodistas invitados, VOA paga regularmente a colaboradores (stringers) en Estados Unidos que a su vez trabajan como stringers para conocidas agencias de noticias en este país, agregó O'Connell.
O'Connell prefirió no sumnistrar más nombres de periodistas que han recibido pagos de VOA porque al menos dos de ellos llamaron para reclamar porque sus nombres fueron entregados a El Nuevo Herald.
“No puedo dar más nombres por cuestión de cortesía”, explicó O'Connell.
Acogiéndose a la ley de acceso a la información, El Nuevo Herald presentó una petición formal para que BBG entregue la lista de los periodistas que han recibido pagos de VOA, lo cual es información pública.
De acuerdo con Hart, en la década de 1980 recibieron honorarios de VOA el legendario Hugh Sidey, corresponsal de la revista Time en la Casa Blanca; Haynes Johnson, de The Washington Post, y Marquis Childs, el jefe de la oficina en Washington del St. Louis Post Dispatch.
Para Al Tompkins, profesor del Poynter Institute y coautor de un manual de ética periodística, la remuneración a profesionales independientes en VOA es “ligeramente menos preocupante” que los casos de Radio y TV Martí, pero es “el mismo conflicto”.
“El código de ética de la Sociedad de Periodistas Profesionales dice que uno debe evitar conflictos de interés que puedan ser reales o que puedan ser percibidos como tales”, agregó.
Iván Román, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos, consideró que en el caso de VOA no existe un conflicto de interés porque los periodistas que allí colaboran no reportan en sus medios sobre esa agencia, pero sí representa un problema ético porque hay una remuneración económica.
Román agregó que la nota de The Miami Herald y las contribuciones de periodistas a VOA han revivido el debate sobre la relación de los periodistas con el gobierno y la necesidad de especificar en los códigos de ética qué es lo incorrecto.
“Sabemos que nadie se vende por $100”, agregó.

El periodista de El Nuevo Herald Joaquim Utset contribuyó a esta historia desde Miami.

Septiembre 14, 2006

¿Qué dicen los teólogos?

Para Juan José Tamayo, teólogo director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones en la Universidad Carlos III, y autor del libro Nuevo diccionario de teología hace una de las primeras críticas al discurso de Benedico XVI (EL PERIÓDICO, 18/09/06), dice:

"el Papa ha expuesto con total nitidez las grandes líneas en las que se sustenta el discurso teocons, del que él es el principal ideólogo y aval. Un discurso cuyos ejes principales son: el teológico, el político, el moral, el económico, el científico y el religioso.

En el plano teológico, ha definido los perfiles de la doctrina católica en su más pura ortodoxia, sin apenas concesión alguna al diálogo con los nuevos climas culturales y las nuevas corrientes de pensamiento. Este planteamiento está en continuidad con la época en la que fue presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe...
En el terreno político (...) defiende la necesidad de la presencia de Dios en la vida pública. Una presencia que a veces no respeta la laicidad, desemboca con frecuencia en la confesionalidad de la sociedad, de la política y de la cultura, y choca con la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la autonomía de las realidades temporales. Para él, desterrar a Dios de la vida pública, de la realidad del mundo y de nuestra vida y aceptarlo solamente en el ámbito privado no es signo de tolerancia, sino, más bien, muestra de hipocresía. Si Dios entra en nuestro tiempo, todo el tiempo se hace más grande, asevera el Papa.

En el terreno moral, muestra similar rigidez a la de su predecesor, sobre todo en las cuestiones que tienen que ver con la sexualidad, la pareja, el principio y el final de la vida. Sigue manteniendo su oposición al uso de métodos anticonceptivos y a las relaciones prematrimoniales(...)

El elemento clave de la construcción del pensamiento teocons es la tendencia e legitimar teológicamente el capitalismo en su actual versión neoliberal y la globalización que dicho sistema económico ha puesto en marcha. Existe hoy en la Iglesia católica y en algunos sectores del protestantismo una tendencia a considerar el capitalismo como el modelo económico que más fomenta la iniciativa y la libertad del ser humano, que más riquezas genera y que mejor las reparte. Este planteamiento ha dado lugar a una nueva corriente teológica: la teología neoliberal del mercado, desarrollada por pensadores cristianos como Michel Novak y Michel Camdesuss.
En el plano científico, el pensamiento teocons ha vuelto a resucitar el viejo contencioso entre ciencia y fe. Cuestiona el valor científico de la teoría de la evolución y llega a considerarla ideología. Cree que la vida en la tierra es un fenómeno muy complejo para ser explicado solo por medio del evolucionismo, y propone como explicación la teoría del diseño inteligente. Su principal defensor en el catolicismo es el cardenal de Viena Christoph Schönborn, para quien “todo sistema de pensamiento que niegue o intente minimizar la abundante evidencia de un designio en la biología es ideología y no ciencia”.

(Empero) lo que me resulta más preocupante de la tendencia teocons, por lo que tiene de desestabilizador de la convivencia entre culturas y religiones, es su concepción sobre las relaciones entre cristianismo e islam, del que es un buen ejemplo el discurso pronunciado por Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona el 12 de septiembre. Ese discurso no fue de comunicación y diálogo simétricos, como demanda el pluralismo cultural y religioso del mundo actual, sino de confrontación, como están demostrando las reacciones críticas de amplios sectores musulmanes y de numerosos colectivos que trabajan por el diálogo intercultural e interreligioso.

¡Continúan las protestas!


Las excusas ofrecidas ayer por el Papa durante el rezo del Ángelus, en las que dijo sentirse consternado por las reacciones que ha suscitado su lectura sobre la expansión del Islam a través de la violencia, no han bastado al mundo musulmán.
Muchos de sus líderes religiosos las han considerado insuficientes y el brazo de Al Qaeda en Irak se ha pronunciado amenazando con una guerra santa contra "los adoradores de la cruz" hasta "la derrota de Occidente".
Al Qaeda en Irak y sus aliados han advertido al Papa de que él y Occidente están "condenados" y proclamó que la Yihad continuará hasta que el Islam domine el mundo.
Varias agencias señalan que el Consejo de la Shura de los Muyahidines, una organización que aglutina a grupos extremistas suníes y que incluye a Al Qaeda en Irak, emitió un comunicado en un foro en internet sobre las declaraciones del Pontífice la semana pasada sobre el Islam, cuya autenticidad no puede verificarse. "Vosotros, infieles y déspotas, (sabed) que continuaremos nuestra Yihad y nunca nos detendremos hasta que Dios nos avale para cortar vuestro cuello y enarbolar la bandera del monoteísmo cuando el mandato de Dios se establezca y gobierne a todos los pueblos y naciones", reza el comunicado.
El grupo afirma que los musulmanes saldrán victoriosos y se dirigió al Papa como al "devoto de la cruz" afirmando que "usted y Occidente estan condenados como podéis ver por la derrota en Iraq, Afganistán, Chechenia y todas partes".
"Romperemos la cruz, derramaremos licor e impondremos el impuesto de la cabeza, sólo entonces lo único aceptable será la conversión (al Islam) o (la muerte por) la espada".
La declaración afirma que el Corán dice a los musulmanes en varias ocasiones que la "Yihad continúa y nunca debería detenerse hasta que el día de la derrota en el que esta religión termine victoriosa". Además, el grupo acusa al presidente estadounidense, George W. Bush, de iniciar una "nueva campaña de cruzadas contra el Islam con su invasión de Afganistán e Irak mientras que el siervo de la cruz, el Papa del Vaticano, continúa su camino con este flagrante ataque contra el Islam, su profeta (...) y especialmente su declaración sobre la Yihad".
Pero Comisión Europea calificó este lunes de "inaceptables" las reacciones "desproporcionadas y que rechazan la libertad de expresión"
"La libertad de expresión es una piedra angular de los valores de la UE, como lo es el respeto a todas las religiones, cristianismo, islam, judaísmo o laicismo", afirmó este lunes en una rueda de prensa el portavoz de la Comisión, Johannes Laitenberger.
Asimismo, señaló que hay que tener en cuenta el discurso del Papa "en su conjunto" y no reaccionar a "frases fuera de contexto y menos aún a frases sacadas deliberadamente de contexto", según refiere la agencia EFE.