Comunión,
respeto y obediencia al Papa, reitera Norberto Rivera..
En una misa en la catedral metropolitana a la que asistieron unos 500 sacerdotes, 200 diáconos y un centenar de seminaristas, el cardenal aseguró que existe respeto y obediencia hacia el Pontífice.
¿Pudo haberr dicho los contrario?
“Rumores
mal intencionados de algunos quieren ver una ruptura de un servidor o de
nuestra Arquidiócesis con el Santo Padre”, advirtió el tambiésn Arzobispo Primado.
Este
Jueves Santo, al celebrar la Misa Crismal en la Catedral de México, Norberto Rivera Carrera se refirió a su relación con el papa Francisco, para
quien –dijo– hay perfecta comunión, respeto y obediencia.
Rivera puntualizó en este sentido, luego de que algunos periodistas y
medios de comunicación dejaran ver un supuesto distanciamiento entre él y el
Santo Padre basado en su interpretación de un artículo editorial publicado en
el semanario Desde la fe, publicado el 7 de marzo.
Norberto Rivera –como lo manifestó el pasado viernes
11 de marzo en la Universidad Pontificia de México– reiteró: “Todos ustedes,
queridos hermanos sacerdotes y muchos feligreses, saben que desde el inicio de
mi Episcopado tengo por convicción respetar la libertad de expresión dentro de
la Iglesia, por lo tanto, confirmo a aquellos que están colaborando en Desde la
fe porque es el periódico de la Arquidiócesis”.
Precisó que no se trata del periódico del Arzobispo, sino
de la Arquidiócesis de México, y agregó: “Los que piensan que el Arzobispo es
la Iglesia, se les paró el reloj hace 50 años”, lo que provocó risas entre los
presentes.
El emintenísimo señor Cadenal debió dejar claro ese tema eso mucho…
Y además no hay necesidas de decirlo… O si?
Creo, con todo respeto, que si tienen diferencias. Ayer pudo en el lavatorio de pies pudo haber entrado en comunción con su jefe y haber lavado pies a mujeres….Desde este año la liturgia cambió y algunas diósesis -como la de Yucatán- ya dio el cambio…
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Homilía pronunciada por el Card. Norberto Rivera en la Misa Crismal celebrada este Jueves Santo en la Catedral de México
Jueves, 24 de marzo de 2016
Queridos hermanos Obispos y Sacerdotes.
Como Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, cada año deseamos vivamente celebrar su Pascua, no porque sea un recuerdo nostálgico del pasado, sino porque al celebrarla con el pueblo cristiano hacemos presente la salvación del Señor, experimentamos su inmenso amor, y se abren de nuevo las compuertas de la misericordia para la Iglesia.
Ustedes –nos ha dicho la Primera Lectura– serán llamados sacerdotes del Señor, ministros de nuestro Dios. Aún está fresca en nuestra memoria y gratitud la visita a México del Santo Padre, el Papa Francisco. Ante los rumores mal intencionados de algunos que quieren ver una ruptura de un servidor o de nuestra Arquidiócesis con el Santo Padre, quiero dejar bien claro delante de ustedes, mi presbiterio y Pueblo de Dios que, para con el Papa Francisco, hay perfecta comunión, respeto y obediencia, además hay sincero cariño y amistad, no me cabe duda que su persona y su ministerio son un don que Dios ha dado a su Iglesia. Y queremos que sepa, Santo Padre, que Usted está en nuestra oración y nuestro corazón, y que el pueblo de México le será siempre fiel. Precisamente el Papa Francisco en esta santa Catedral hizo un exhorto vehemente a que los pastores nos reclinemos con delicadeza y respeto sobre el alma profunda de nuestra gente, a tener una mirada capaz de reflejar la ternura de Dios; para ello, es preciso tener una mirada limpia, un alma transparente y un rostro luminoso, nos dijo.
En nuestras miradas de pastores –ha dicho el Papa–, el pueblo mexicano tiene el derecho de encontrar las huellas de quienes han visto al Señor, de quienes han estado con Dios. Esto es lo esencial. Lo demás es pérdida de tiempo. Preguntaba el Papa: “¿Acaso de verdad podemos estar ocupados en otras cosas que no sean del Padre? Fuera de las cosas del Padre perdemos nuestra identidad y hacemos vana su gracia”.
El Papa nos pidió tener una verdadera conversión pastoral, a no quedar paralizados dando viejas respuestas a las nuevas demandas; exhortó a cansarnos sin miedo en la tarea de evangelizar; a no caer en la tentación de la distancia y el clericalismo, de la frialdad y la indiferencia, a evitar el comportamiento triunfal y la autoreferencia. Al mismo tiempo, el Papa hizo hincapié en poner atención a los jóvenes, nos dijo: “Pienso en la necesidad de ofrecer un regazo materno a los jóvenes. Que vuestras miradas sean capaces de cruzarse con las miradas de ellos, de amarlos y de captar lo que buscan.
Nosotros, mis queridos hermanos en el sacerdocio y el episcopado, nos hemos reunido en esta solemne Misa Crismal, para celebrar al Mesías, a Jesús el Ungido de Dios, que también nos ha ungido a nosotros para hacerlo presente en medio de su pueblo, para ofrecer nuestras vidas y el santo sacrificio del altar, para ser canales de la vida divina para el pueblo santo de Dios, que busca en nosotros encontrase con su buen Pastor, ¡Ay de nosotros si no sabemos apacentar a su rebaño! ¡Ay de nosotros si sólo nos apacentamos a nosotros mismos! ¡Ay de nosotros si no tenemos la mirada, los gestos y sobre todo el corazón del Buen Pastor, lleno de amor, solicitud y compasión por sus ovejas!
Estamos en el Año de la Misericordia, ¡qué gran oportunidad tenemos para experimentar la misericordia que Dios ha tenido con nosotros, sus sacerdotes: por amor nos ha creado y nos ha dado la vida de la fe; sin mérito alguno nos ha llamado a ser “Alther Chistus”, y nos ha consagrado como sus ministros, de tal forma confía en nuestras pobres fuerzas, que quiere que lo hagamos presente en medio de su pueblo para dar lo que hemos recibido, a saber, la vida de la fe y la gracia, el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, el perdón de los pecados y la alegría de su salvación.
No olvidemos, queridos hermanos sacerdotes, que somos canales y no la fuente; la fuente inagotable de la misericordia es el Señor, y nosotros no debemos ser un obstáculo para que fluya su gracia; por el contrario, debemos distribuirla con la misma generosidad y abundancia que brota de la fuente, que es el costado abierto del Señor, su corazón herido y traspasado, que no deja de amarnos y de padecer por nosotros.
En esta Catedral, en charla con su servidor y con los señores canónigos, el Santo Padre insistió en la importancia de brindar el sacramento de la Reconciliación: Nos dijo: “Aquí la gente llega buscando a Dios, el perdón de sus pecados, busca ser escuchada, hay que atenderlos, que nadie se vaya desilusionado. Los templos deben ser lugares de encuentro, donde la gente se sienta recibida y respetada; no nieguen la escucha, muestren el rostro misericordioso de Dios”. Sintamos estas palabras del Papa dirigidas a cada uno de nosotros, seamos diligentes en el sacramento de la Confesión, mostrémonos misericordiosos y magnánimos como el Señor lo es con nosotros, derramemos el bálsamo del consuelo y de la misericordia, que en la absolución, nuestros fieles sientan realmente que son perdonados porque son amados, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva.
Nuestro país necesita de la misericordia de Dios; necesita conversión y arrepentimiento, pues solo así podremos salir de la espiral de la violencia, de la degradación y de la corrupción, que nos abaten. Como dijo bien Su Santidad en Morelia, no podemos caer en la tentación de la resignación, cada uno de nosotros tiene que poner su esfuerzo para construir una urbe y un país mejor. Nadie que se diga cristiano puede justificarse como Caín: ‘¿Acaso soy yo guardián de mi hermano?’ Todos tenemos un ámbito de responsabilidad y de compromiso, y en ello debemos empeñarnos con responsabilidad.
La Iglesia vivirá este año santo dos frutos que serán muy apreciados por nuestro pueblo: la canonización de la madre Teresa de Calcuta, signo incomparable de la misericordia de Dios y de su amor por los pobres, gran defensora de la vida humana y testigo infatigable de la caridad de Cristo; y la canonización del niño mexicano José Sánchez del Rio quien a su 14 años de edad sufrió en su propio cuerpo la pasión de Cristo. El odio a la fe católica lo llevó a sufrir un espantoso martirio y antes de recibir el tiro mortal su verdugo le preguntó: “¿Qué quieres que le digamos a tus padres? El niño respondió: “Que viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos”. ¡Que gloria para la Iglesia mexicana será este acontecimiento¡ Y qué testimonio tan grandioso nos deja un niño que vivió y defendió su fe hasta el martirio.
Querido hermanos, fieles laicos que acompañan a sus pastores en este día que renuevan sus promesas sacerdotales, no dejen de rezar por ellos y por mí; sigan suplicando con esa hermosa oración: “Señor, danos sacerdotes según tu corazón”. Pidan para que nuestra mirada, nuestro corazón, nuestras palabras y gestos sean los de Jesús buen Pastor; pidan para que nuestra fe no desfallezca; para que nuestra fragilidad y pecados nos hagan más humildes y misericordiosos; para que Jesús sea nuestro descanso y recompensa; para que los podamos amar a ustedes, su pueblo santo, con el mismo amor y pasión con la que Dios los ama.