Revista Letras Libres, diciembre 2012 |
La izquierda dogmática ha exclamado tantas veces que el lobo de la crisis final del capitalismo está a punto de atacar que, cuando se enfrenta a las grandes tensiones sociales y económicas que hoy sufre el sistema, es incapaz de entender lo que está sucediendo. El sistema capitalista está cambiando y se adentra en una fase extraña y desconocida. Sin duda es una crisis profunda, aunque no parece de ninguna manera un estertor terminal, no solamente porque nada indica que el capitalismo se esté debilitando o encogiendo, sino además porque en el horizonte político la izquierda no aparece como una alternativa. El espectáculo no deja de ser deprimente. La izquierda laborista en Inglaterra, encabezada por Tony Blair, y la socialista en España, lastrada por los errores de Zapatero, ofrecieron muy poco más que una gestión mediocre de la economía. Los socialistas franceses de François Hollande corren los mismos riesgos. Y, por su parte, el presidente Barack Obama, que ganó las elecciones, ofrece pocas esperanzas de un cambio en el rumbo de los Estados Unidos. El triunfo de Obama logró poner a la derecha en una situación difícil, aunque no parece que ello signifique que descubra un nuevo camino para la izquierda en Occidente.