¿Debemos
tomarnos en serio a Donald Trump?/ Guy Sorman
ABC
|1 de febrero de 2015.
Para
los europeos, desde hace varias generaciones, el único pato que había era
Donald, el pato de Walt Disney un tanto estúpido y malhumorado, pero de gran
corazón. Un Donald expulsa al otro. Evidentemente, en EE.UU., el Donald, The
Donald, como dicen allí, es evidentemente Trump, un promotor inmobiliario con
repetidas quiebras y coleccionista de mujeres que alcanzó fama nacional cuando
presentaba un realityshow en el que contrataba y, sobre todo, despedía, con
alegría. Su candidatura en las elecciones presidenciales del próximo mes de
noviembre surgió como una enorme broma, inflada, a la altura del personaje.
Resultaba incierta porque su primera declaración fue una diatriba contra los
inmigrantes mexicanos, que eran todos sospechosos de ser «violadores» y
«asesinos», salvo un puñado de ellos, «personas muy buenas», que trabajan para
la empresa de Trump.
La clase política y todos los analistas consideraron que
la broma de mal gusto no pasaría de ahí. Pero, ante la sorpresa de los
estadounidenses cultos, la desmesura de Trump ha suscitado un verdadero
entusiasmo en torno a su persona. Cuanto más insiste en sus provocaciones, más
aumenta su popularidad en un segmento del electorado. Trump es blanco, humilde,
frustrado y xenófobo, y está en guerra contra Obama, contra los inmigrantes y
contra los que no son blancos en general.