- Para un buen guión holywoodense!
- Un trailer lleno de dólares 4 mil millones de dólares!
- Reportaje: Testigos protegidos durante el desarrollo de la Operación Leyenda, acusan
Expolicías
mexicanos exhiben a Bartlett y a Arévalo Gardoqui/J. JESÚS
ESQUIVEL
Revista
Proceso...#
1940, 4 de ene. de 14
Tres
expolicías mexicanos, acogidos desde finales de los noventa al programa
estadunidense de testigos protegidos, dan a Proceso pormenores del secuestro y
tortura del agente de la DEA Enrique Camarena en 1985. Pero hay algo más: ellos
sostienen que Manuel Bartlett (entonces secretario de Gobernación) y Juan
Arévalo Gardoqui (titular de la Secretaría de la Defensa) presenciaron el
suplicio del agente antinarcóticos. Del primero incluso aseguran que tenía una
relación muy estrecha con los narcotraficantes del Cártel de Guadalajara, tanto
que, dice uno de los testigos, los capos le entregaron 4 mil millones de
dólares para intentar hacerlo llegar a la Presidencia de la República…
CALIFORNIA,
EU.- En colaboración con narcotraficantes y con la CIA, Manuel Bartlett Díaz y
el general Juan Arévalo Gardoqui participaron en el interrogatorio al agente de
la DEA Enrique Kiki Camarena, quien fue torturado hasta la muerte en febrero de
1985.
Esta
versión es sostenida por tres expolicías mexicanos que se encuentran amparados
por el Programa Federal de Testigos Protegidos de Estados Unidos (Witsec, por
su acrónimo en inglés). Uno de ellos incluso acusa a Bartlett (entonces
secretario de Gobernación y ahora senador por el Partido del Trabajo) de haber
recibido 4 mil millones de dólares en 1984 para su campaña en pos de la
candidatura presidencial de manos de los narcotraficantes Rafael Caro Quintero;
Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto; Miguel Ángel Félix Gallardo, y Manuel
Salcido Uzeta, El Cochiloco.
Para
los tres expolicías –entrevistados por
Proceso de manera separada y a
los que, por razones de seguridad, los identificamos aquí como José I, José II
y José III– no hay duda: la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus
siglas en inglés) de Estados Unidos, el narcotráfico, el Ejército y el gobierno
de México planearon el secuestro de Kiki Camarena el 7 de febrero de 1985.
Dichas
afirmaciones son coincidentes con las realizadas a este semanario (números
1928, 1929 y 1932) por tres exagentes federales estadunidenses –Héctor
Berrellez, Phil Jordan y Robert Plumlee– quienes insisten en que la CIA es la
artífice del asesinato de Camarena, pues el agente antinarcóticos había
descubierto un plan secreto de la agencia para armar a la contra nicaragüense
con recursos obtenidos del tráfico de drogas.
Convertidos
en testigos protegidos durante el desarrollo de la Operación Leyenda, concebida
para investigar el asesinato de Camarena, los tres expolicías mexicanos le
hacen a Proceso un detallado recuento del caso, antes y después del secuestro,
tortura y asesinato del agente de la administración antidrogas estadunidense
(DEA).
“Como
ocho o diez días antes del secuestro de Camarena yo estuve en una junta que se
hizo en una casa de Ernesto Fonseca. A la casa se le identificaba como La
Bajadita. Está a un costado de la Facultad de Medicina de la Universidad
Autónoma de Guadalajara”, dice José I, quien en 1985 trabajaba como policía de
investigaciones políticas y sociales en el Escuadrón de Apoyo (antimotines) de
Jalisco a las órdenes del comandante de la Policía Judicial Federal (PJF)
Sergio Espino Verdín.
Cuenta
que por instrucciones de este último le tocaba ser parte de la escolta de Don
Neto.
“En
esa junta estuvieron Don Neto, Caro Quintero, Félix Gallardo, El Cochiloco; un
coronel del Ejército de quien desconozco su nombre, pero recuerdo sus
características: de unos 55 años de edad, tenía poco pelo y vestía de traje.
También estaba un señor a quien le decían Max. A esta persona yo la había visto
una o dos ocasiones aparte de esa fecha. Y se me hacía curioso porque no era
mexicano”, explica.
–¿Max
no era mexicano?
–No,
no. Este Max se me hizo raro y me dio hasta risa en la forma en que hablaba.
–¿Era
gringo?
–No.
No era gringo. Era de piel morena, como uno. Para mí que era puertorriqueño o
cubano… que son los que siempre al decir una palabra omiten una letra –señala
José I.
Según
el expolicía, Max “estuvo escuchando todo, se arrimaba con Rafael y con
Ernesto. Don Neto ese día casi no se movió de su escritorio. Eran como 20
gentes las que estaban ahí. Y estoy hablando de gente que estaba muy cercana a
ellos, al cien por ciento”.
José
I sostiene que en esa junta Fonseca mostró una fotografía en la cual aparecían
abrazados Antonio Padilla, un restaurantero local, y otro personaje a quien en
ese momento no conocía pero después supo que era Kiki Camarena.
Don
Neto pidió que mataran a Padilla. Los demás se opusieron porque ese
restaurantero estaba al servicio del Cochiloco. “Pero Caro Quintero agarró la
foto y refiriéndose a Camarena dijo: ‘Este hijo de su chingada madre se va a
morir’.
“Después
de eso, delante del coronel que estaba ahí y de ese señor Max, quien en ese
tiempo tendría entre unos 35 o 40 años de edad, más o menos, Ernesto me dijo:
‘Ve a mi recámara, sácame un fajo de dinero y tráeme por favor una botella de
coñac que está junto a la caja”, apunta.
Cuando
regresé con el dinero, Don Neto lo tomó
y “le dijo al coronel: ‘Tenga. Se lo entrego’. Eran puros billetes de cien
dólares (José I calcula que eran unos 20 mil dólares)”.
“Ernesto
le preguntó al coronel: ‘¿Con eso ajusta o necesita más?’ El coronel agarró el
dinero y se lo metió al saco”, sigue el expolicía.
–¿Para
qué era ese pago?
–No
se dijo nada, no se explicó si el dinero era como pago para matar a Padilla o a
Camarena. Pero a Antonio Padilla nunca lo mataron. De ahí se salieron el
coronel y Max. Al momento de irse estos dos empezó la fiesta, para seguir
conversando y haciendo arreglos. Ese día Ernesto a mí me regaló un millón de
pesos. No tenían droga preparada para consumir y yo les hice la mezcla para un
kilo de bazuco.
José
I afirma que en aquellos años no sabía quién era Max. Ahora sostiene que era el
cubano Félix Ismael Rodríguez, El Gato, quien participó en la fallida invasión
de Bahía de Cochinos y operó para la CIA en México, Centroamérica, Vietnam y
Bolivia, donde habría capturado al Che Guevara y ordenado su asesinato el 9 de
octubre de 1967 (Proceso 1928 y 1929).
“El
Gato”
En
1984 José II pertenecía a la Policía Judicial y estaba adscrito al área de
Homicidios en Jalisco. Su jefe era el comandante José María Carlos Ochoa y éste
lo puso a trabajar a las órdenes de Don Neto, de quien llegó a ser jefe de
seguridad.
En
julio de ese año “se presentaron dos personas a la casa de Mar Mármara (otra
propiedad de Fonseca) y me preguntaron si estaba don Ernesto. Adentro, en la sala, estaba Fonseca con Javier Barba
Hernández” (abogado al servicio del Cártel de Guadalajara), narra José II y
agrega que hizo pasar a los visitantes, quienes se pusieron a platicar con su
anfitrión.
“Luego
me mandó llamar Ernesto y me dijo: ‘Mira, éstas son personas que nos traen
armas y granadas’. Javier Barba me dijo: ‘Les vas a ayudar a llenar con pólvora
las granadas de mano’. Don Neto me dijo
que uno de los dos era capitán del Ejército y que el otro era de la CIA.”
–¿Fonseca
le dijo cómo se llamaba el de la CIA?
–Al
de la CIA me lo identificaron nada más como Félix, pero no me dijeron el nombre
completo. Supe que era de la CIA porque Don Neto personalmente me lo dijo. Ese
día el capitán y el de la CIA llevaron a la casa cuernos de chivo y bastantes
granadas de mano.
También
en 1984, recuerda José III, exjudicial de Jalisco, “me llevaron al Club Libanés
en Colinas de San Javier. Mi jefe de grupo era Ernesto Piliado Garza y el
comandante José María Carlos Ochoa.
“Allí
me presentaron a Fonseca Carrillo y a Caro Quintero, que según eran de la
Secretaría de Gobernación y mis jefes me indicaron que a partir de ese momento
me quedaría con ellos y a sus órdenes.”
José
III asegura que en la casa de La Bajadita (en la calle Hidalgo de Colinas de
San Javier, Guadalajara) con frecuencia se celebraban reuniones con
funcionarios del gobierno y militares de alto rango.
“Y
entre estas personas iba siempre una que hablaba tipo cubano”, recuerda. Como
los otros dos testigos protegidos, José III puede afirmar en este momento que
quien hablaba como cubano y estuvo en La Bajadita es Félix Ismael Rodríguez, El
Gato.
“Era
un secreto a voces en esos años en Guadalajara, y entre la gente que manejaban
Don Neto, Caro Quintero, Félix Gallardo y El Cochiloco, que la CIA llevaba
armas a México y a Nicaragua y que metía a México cocaína de Colombia”,
refiere.
Las
declaraciones a Proceso de los tres testigos protegidos son casi una réplica de
lo que dijeron a principios de los noventa del siglo pasado ante la Corte
Federal del Distrito Centro, en California.
Los
tres expolicías mexicanos y decenas de testigos más participaron en el juicio a
Rubén Zuno Arce, Juan Ramón Matta Ballesteros, José Bernabé y Javier Vázquez
Velasco, acusados de narcotráfico y de estar implicados en el asesinato de
Camarena.
Bartlett
y Arévalo Gardoqui
Como
jefe de seguridad de Don Neto, José II afirma haber sido testigo de lo ocurrido
el 7 de febrero de 1985 en la casa de Zuno Arce en la calle Lope de Vega. Ese
día, en colaboración con Espino Verdín, la gente del Cártel de Guadalajara
secuestró a Camarena y al piloto de la Secretaría de Agricultura y Recursos
Hidráulicos Alfredo Zavala Avelar, informante y colaborador del agente de la
DEA.
Ambos
fueron llevados al cuarto de servicio de esa casa y torturados salvajemente. El
piloto murió ese mismo día.
“Llegamos
con Ernesto a la casa de Lope de Vega y ahí ya había mucha gente. Me quedé con
la escolta afuera y comenzó a salir más gente, El Amadito, El Javier, gente
conocida de la escolta de Caro Quintero. Me asomé al cuarto de la casa y ahí
efectivamente tenían a Camarena sobre una cama, con los ojos vendados y
amarrado de pies y manos.
“Cuando
me asomé nada más estaba él pero al poco tiempo, más o menos en un par de
horas, llegó Félix Gallardo y su gente con una persona que traían cubierta con
una chamarra verde militar. Traía cubierta la cabeza y lo llevaban caminando.
Uno de los de la escolta me dijo que era el cabrón piloto de Camarena. Vi que
lo metieron al mismo cuarto donde estaba Camarena, el cuarto de servicio”,
recuerda José III.
–¿Quiénes
estaban dentro de la casa de Lope de Vega con Fonseca Carrillo y Caro Quintero?
–Bueno…
en la sala de la casa estaban el general Vinicio Santoyo Feria (comandante de
la 15 Zona Militar, con sede en Guadalajara); el general Arévalo Gardoqui
(entonces secretario de la Defensa); Manuel Bartlett Díaz; Félix, el cubano,
quien iba con otro extranjero al que no identifiqué ni supe su nacionalidad;
Miguel Aldana Ibarra (director de la Interpol-México); Manuel Ibarra Herrera
(director de la PJF), Espino Verdín y otros más.
-¿Qué estaban haciendo estás personas?
–Platicando
en la sala. Pero en determinado momento se metieron al cuarto donde tenían a
Camarena. Todos salían de la sala para ir a verlo. Bartlett también fue a
verlo. Yo no sé si Bartlett lo cuestionó, pero él vio a Camarena en el cuarto
de servicio varias veces. Andaban todos nerviosos, espantados, era un ambiente
muy pesado, muy tenso. Se sentía el peligro. El peligro de muerte estaba
presente.
–¿A
quiénes de las personas que no eran de la gente de los narcos vio usted
interrogar a Camarena?
–Al
cubano. El cubano y la otra persona extranjera sí interrogaron a Camarena. O
sea, Félix y el otro.
–¿Qué
le preguntaron?
–Le
preguntó de qué información estaba enterado, qué información había pasado, que
cuánta gente tenía. Sólo escuché eso.
–¿Qué
respondió Camarena?
–Camarena
no sé si contestó, porque ya estaba muy jodido cuando yo lo vi. Ya lo habían
golpeado mucho. Desde el principio Rafael le había dado la orden a su gente que
le dieran sus chingadazos para ablandarlo. Estaba vendado de los ojos, pero
tenía la boca libre para poder hablar.
–¿Cuánto
tiempo estuvieron Félix y el otro extranjero con Camarena?
–Unos
cinco o diez minutos. Allí fue como una romería, como una visita a una iglesia,
de puro político, de puro narcotraficante.
José
III dice que no estuvo en la casa de Lope de Vega el 7 de febrero de 1985, pero
sí estaba al lado de Fonseca Carrillo el 7 de abril de ese año en Puerto
Vallarta. Ese día Don Neto y su gente fueron detenidos.
“En
esa casa se estaba escuchando el interrogatorio de Camarena. Lo habían grabado
todo”, dice el testigo. Al describir para este semanario el cuarto donde tenían
a Camarena, José II menciona que sobre un buró había una grabadora con la cual
registraron el interrogatorio.
–¿Usted
escuchó las grabaciones en Puerto Vallarta? –se le pregunta a José III.
–Sí.
Don Ernesto ponía a cada rato un casete. Era el casete donde esa voz
entrecortada, cubana, le preguntaba a Camarena quiénes más estaban metidos del
gobierno, qué más sabía. Y se oían los golpes, los pujidos de Camarena que
decía: “Ya déjenme por favor. Ya dije todo”.
–¿Por
qué repetía Fonseca Carrillo esa grabación con la voz del cubano?
–No
lo sé. Lo ponía y lo ponía. Se estaba fumando sus cigarros de base y tomando su
coñac. La grabación la escuchó como unas cinco veces. La voz del cubano era muy
clara. Esa grabación duraba como unos 30 minutos.
–¿Qué
decía Fonseca Carrillo del cubano?
–Don
Neto, al escuchar la grabación decía: “¡Ya nos llevó la chingada! ¡Ya valió
madre!” Don Neto decía que el Max trabajaba para la CIA, que era inteligencia
de Estados Unidos. Decía que Samuel Ramírez Razo de la DFS (quien habría
participado en el levantón de Camarena) estaba con los de la CIA y está con nosotros.
Que eran socios de Manuel Bartlett Díaz.
Para
la campaña de Bartlett
En
el acuerdo firmado con el gobierno de Estados Unidos para hacerse de testigos
protegidos (documento al cual este semanario tuvo acceso), José I, José II y
José III se comprometen a decir “toda la verdad de lo que vieron, escucharon e
hicieron como policías bajo las órdenes del narcotráfico”.
El
acuerdo con el Witsec les advierte que de decir una mentira ante la Corte y en
cualquier declaración pública que hagan (como ésta, ante Proceso) perderán los
privilegios que les han brindado a ellos y a sus familias, serán acusados de
obstrucción de la justicia y sentenciados a varios años de cárcel.
–¿Fue
usted testigo de alguna reunión de funcionarios públicos mexicanos con Don Neto
o Caro Quintero? –se le pregunta a José I.
–Sí.
De Bartlett.
–¿Dónde
lo vio reunido?
–En
la casa de Lope de Vega.
–¿Con
quién, exactamente?
–Con
Rafael, con Ernesto, Manuel Salcido, con Miguel Ángel Félix, con el
exgobernador de Jalisco Enrique Álvarez del Castillo y con el hondureño Juan
Manuel Matta Ballesteros. Y Max.
–¿Vio
a Bartlett reunirse con Matta Ballesteros? ¿Está seguro?
–Sí
señor. En la casa de Lope de Vega. Esa reunión fue con el fin de entregar un
tráiler completamente lleno de dólares que estaban en cajas de huevo de esa
marca… Bachoco.
–¿El
dinero era para Bartlett?
–Se
les iba a entregar a todos ellos, a Arévalo Gardoqui, a Bartlett Díaz, a
Aldana, que estaba también ahí, y a José Antonio Zorrilla (director de la
Federal de Seguridad). Lo digo y sostengo porque personalmente bajé dos cajas
que ellos me ordenaron. Me dijeron: “Súbete al tráiler y aviéntanos dos cajas
de ahí”. Aventé dos cajas, las abrieron y estaban llenas de puros billetes de a
cien dólares.
–¿Para
qué era ese dinero?
–El
dinero, hasta donde tengo conocimiento porque fue lo que vi y escuché en las
conversaciones entre ellos, era para la candidatura como presidente de la
República de Manuel Bartlett Díaz.
–¿De
qué año estamos hablando? ¿Cuándo pasó esto?
–De
1984. A finales de 1984. Fue antes de lo de Kiki Camarena. La casa de Lope de
Vega la acababan de adquirir, era nueva.
–¿Qué
dijo Bartlett cuando le entregaron el dinero del tráiler?
–Preguntó
cómo le iban a hacer para llevarse eso. Pero Caro Quintero le dijo: “A mí me
vale madre. Nosotros ya cumplimos. Háganle como quieran y muévanle, eso es
problema de ustedes”.
–¿Quién
se llevó el tráiler?
–Yo
no supe.
¿Cuánto
calcula que había en el tráiler?
–Decían
que eran 4 mil millones de dólares. Ernesto una noche antes nos dijo que el
dinero lo habían contado 16 gentes en cinco días.
–¿Fue
la única vez que vio a Bartlett con Fonseca Carrillo, Félix Gallardo y Caro
Quintero?
–No.
Lo vi una o dos veces más después de esa reunión. Lo vimos en la residencia de
Las Fuentes. Era una de las casas más grandes de Ernesto, de dos pisos, con
ocho habitaciones, bardeada. Ahí lo vi en una fiesta. Estaban todos reunidos.
Había bastantes judiciales del estado.
–¿Estaba
Max cuando se entregó ese dinero?
–Sí,
también.
–¿Quién
más estaba en esa fiesta en Las Fuentes?
–En
esa fiesta estuvo el gobernador Enrique Álvarez del Castillo. Pasó una cosa muy
chistosa: el gobernador llegó disfrazado, iba cambiado totalmente, con una
gorra, una peluca de mujer y lentes. Así fue como llegó y se metió a la casa.
–¿Qué
se celebraba en la fiesta?
–El
cumpleaños de Ernesto.
–¿Y
en qué otra ocasión vio a Bartlett con los narcos?
–En
La Granja, donde tenían las pipas. Está en Ciudad Granja, yendo por la López
Mateos que va para la salida a Morelia. Está como a 500 metros a mano derecha,
para adentro, antes de cruzar el Periférico.
–¿A
qué fue Bartlett?
–A
ver el equipo que tenía Ernesto, las pipas, los tráilers y todo lo que había
ahí. Era una propiedad bastante grande. De ahí salían los cargamentos (de
droga). Bartlett llegaba siempre con una escolta de civiles, era exagerado en
su forma de actuar y hablar porque cuando hablaba, cuando explicaba, se daba
mucha importancia para hacer ver que él sabía todo.
–Además
de lo del tráiler, ¿le dieron más dinero a Bartlett?
–No
lo supe.
–¿Qué
decía Fonseca Carrillo de Bartlett?
–Después
de la entrega de ese camión con los dólares nos metimos toda la gente a la
casa. El tráiler se quedó afuera. Se abrieron unas botellas de coñac, se tomaba
mucho Martell, y los jefes empezaron a beber y otros a fumar bazuco. “Ya
cumplimos”, dijo Rafael, “ahora hay que ver la respuesta de estos hijos de su
chingada madre”. Ernesto dijo: “Yo creo que sí va a funcionar porque se ve que
está formal todo. Hemos cumplido y estamos tranquilos”. Cuando salimos de la
casa ya no estaba el tráiler.
Los
tres expolicías mexicanos, ahora testigos protegidos del gobierno de Estados
Unidos, aseguran que nunca estuvieron juntos cuando trabajaron para el Cártel
de Guadalajara, aunque no descartan la posibilidad de haberse visto cuando
sirvieron a las órdenes de Fonseca.
José
I llegó a Estados Unidos el 1 de enero de 1990, cuando el entonces agente de la
DEA Héctor Berrellez, director de la Operación Leyenda, investigaba el homicidio
de Camarena. A mediados de agosto de 1992 José II llegó a Estados Unidos para
convertirse en testigo protegido. En agosto de 1991 José III se integró al
Witsec.