Otra versión...., la real...
"Esto se tiene que arreglar, ya estoy cansado", dijo Duarte / Héctor De Mauleón
El Universal, 19 de abril de 2017
Aquel día, dos elementos de la Agencia de Investigación criminal se apostaron en el lobby del hotel Riviera de Atitlán. Habían llegado ahí siguiendo una corazonada: el Riviera era el hotel más lujoso de Panajachel. Un lugar apropiado para que el prófugo ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte, recibiera a su familia.
Los agentes habían recibido ese mismo día un informe de la policía de Guatemala: los hijos de Duarte habían arribado al Aeropuerto Internacional La Aurora; todo parecía indicar que la camioneta en la que viajaban en compañía de otros familiares se desplazaba hacia Panajachel, donde se halla una bahía considerada la más hermosa del mundo.
A las seis de la tarde, los policías mexicanos tomaron una habitación. Bajaron al lobby vestidos con camisas floreadas. Los dos llevaban barba bien cuidada, así como esclavas, cadenas y relojes finos. Desde el mes de noviembre, en que fueron enviados a Guatemala a perseguir los pasos de Duarte, habían desempeñado ese papel: el de dos empresarios dispuestos a gastar, invertir y divertirse.
El lobby estaba animado. Era Sábado de Gloria. Los agentes revisaron entradas y salidas, subieron a ver el helipuerto; luego se pusieron a jugar billar en una mesa colocada en el lobby. La mayor parte de los clientes bebían cervezas Corona. Ellos decidieron pedir unas Heineken para que no se les asociara tan fácilmente con su país de origen.
Comenzaron a jugar. Un partido y otro. Los dos eran malos jugadores. Hacia las 19:30 del sábado 15 de abril Javier Duarte salió del elevador y se sentó muy cerca de ellos, en uno de los sillones del lobby. Lo notaron expectante y ansioso.