Reacciones sobre las misivas Gustavo Hirales-Hernández Navarro en La Jornada.
Es de Benjamín Palacios Hernández. me la envio el propio Gustavo, que nos dice: "Benjamín Palacios compartió 5 años en la cárcel conmigo, es su opinión sobre lo que escribe Luis Hernández, un saludo."
Es de Benjamín Palacios Hernández. me la envio el propio Gustavo, que nos dice: "Benjamín Palacios compartió 5 años en la cárcel conmigo, es su opinión sobre lo que escribe Luis Hernández, un saludo."
Hay que precisar para los amigos de la blogósfera que el origen de las misivas es sobre una acusación que se hace a Gustavo Hirales por Luis Hernández Navarro en u artículo -El retorno de Galio Bermúdez- que afirma: "El regreso de Acteal (de Héctor Aguilar Camín en Nexos de este mes) cita reiteradamente como fuentes autorizadas dos trabajos elaborados por ex guerrilleros convertidos en policías y agentes de la contrainsurgencia chiapaneca. El primero es Camino a Acteal, de Gustavo Hirales, panfleto escrito con más pena que gloria, considerado, por su impúdica falsificación de los hechos, como una nueva versión del El móndrigo, el libro elaborado desde las cloacas del poder para desprestigiar al movimiento estudiantil de 1968." (La Jornada 9/10/2007;)
Va el texto de Benjamín:
No conocía, para mi fortuna y salud de mi hígado, el documento que cita Alberto. No me parece insólito que un tipo como Hernández Navarro eche mano sin rubor de cualquier texto que sirva a sus propósitos de calumniador protegido. Sí me asombra que algunos, como los firmantes del documento mencionado, aventuren afirmaciones que relatan eventos como si a ellos les hubiese constado.
Gustavo y yo compartimos la prisión, en el antiguo Penal de Topo Chico, durante casi cinco años. Al llegar yo él ya tenía ahí algunos meses; al abandonar la cárcel amnistiado, en diciembre de 1978, Gustavo siguió ahí. Si éste fue "paseado por todo el país", en avión, en camionetas de vidrios oscuros o en burro, he de confesar que, o bien el resto de los guerrilleros presos vivíamos en estado catatónico, o Gustavo poseía el divino don de la ubicuidad. ¿González Ruiz, Hernández Navarro, David Cilia, Enrique y el Guaymas viajaron en el tiempo para ver lo que entonces nosotros no vimos? ¿Se tomó alguno de ellos la molestia de preguntar a cualquiera de los que, entonces, estuvimos presos con "el policía itinerante" para verificar la acusación?
¿Van a decirme a mi, o a Ricardo Morales Pinal, a Luis Ángel Garza Villarreal, a Pedro Aguirre, a Ernesto Vázquez Laguna, a Héctor Escamilla Lira o a cualquier otro de los que estuvimos presos en esa época, que Gustavo salía y entraba de la cárcel como el proverbial Pedro por su proverbial casa? ¿Por qué no, de una buena vez, amplían sus acusaciones y, para darle credibilidad, nos acusan a todos nosotros de crimen organizado, de policías encubiertos encarcelados todos por el régimen para protegernos unos a otros? ¿A los "policías infiltrados" que "se encarcela para protegerlos", se les tortura previamente para que la cosa sea más creíble?
Antes, y desde la misma Jornada, fue (Carlos) Fazio acusando alegremente a Alberto Sánchez y a Guillermo Robles. Ahora es Hernández Navarro haciendo lo propio con Gustavo y con José Luis Sierra. ¿Quiénes siguen?
Ya una vez, hace algunos años, tuve la oportunidad de tocar este tema de la curiosa aversión de la "prensa decente y democrática" contra los ex-guerrilleros, contrastante con su culto a los "guerrilleros" actuales. Fue contra Oscar Ornelas, entonces en "El Financiero". Con todo, Ornelas no fue tan lejos como este nuevo par. No habló de "policías" aunque adelantaba una visión caricaturesca de la Liga. Me cito para no repetirme:
Pero la Liga no fue –ni siquiera “pareció”– un “invento mediático” en tanto que organización guerrillera, según el superior juicio de Oscar Enrique. Todo lo contrario. La Liga se movió, durante toda su corta aunque intensa vida, en el vacío. No sólo fue ignorada por la población, sino que la prensa relegaba su actividad a la nota roja, presentando de ella justamente la visión que ahora retoma Ornelas. No había entonces ONG’s ni la prensa solía dedicar grandes espacios para recoger hasta la más mínima gracejada de algún jefe guerrillero. Es cierto, también, que los jefes guerrilleros no citaban a conferencias de prensa armados para la foto, pues en aquellos tiempos guerrillero localizado era hombre muerto.
No sé, por último, si quepa calificar a la Liga como “ineficiente”. Pero lo que definitivamente no entiendo es esa adoración por las armas exhibidas y ese vituperio por las armas empleadas.
Es un doble lenguaje, un doble criterio y una doble cara…
Otra diferencia crucial es que, en aquel evento, Víctor Roura abrió de inmediato las páginas de El Financiero para Gustavo y para mi, publicando las respectivas respuestas no como cartita censurada de aclaración, sino como dos artículos que ocuparon toda una página.
Pero aquella adoración por las armas exhibidas, al mismo tiempo que el vituperio contra las armas empleadas, continúa tal cual. Y peor aún: esa absurda y ridícula actitud contrastante se adereza ahora con acusaciones de "policía" a diestra y siniestra.
Yo creo que debemos marcar un alto a estas chingaderas. Ciertamente estamos en desventaja relativa: la actitud de La Jornada tanto en los casos de Alberto y de Guillermo como ahora en el de Hirales lo demuestra. Sin embargo existe más prensa, y por fortuna tenemos la "democracia" y una auténtica, esta sí, igualdad de oportunidades que ofrece internet.
Esperemos la nueva respuesta de Gustavo (y veamos si La Jornada la publica), pero creo que debemos elaborar una declaración firme, contundente y argumentada en la que dejemos muy clara nuestra posición y nuestro rechazo y denuncia de estos, repito, calumniadores protegidos por "el poder de la prensa".
Benjamín Palacios Hernández
No conocía, para mi fortuna y salud de mi hígado, el documento que cita Alberto. No me parece insólito que un tipo como Hernández Navarro eche mano sin rubor de cualquier texto que sirva a sus propósitos de calumniador protegido. Sí me asombra que algunos, como los firmantes del documento mencionado, aventuren afirmaciones que relatan eventos como si a ellos les hubiese constado.
Gustavo y yo compartimos la prisión, en el antiguo Penal de Topo Chico, durante casi cinco años. Al llegar yo él ya tenía ahí algunos meses; al abandonar la cárcel amnistiado, en diciembre de 1978, Gustavo siguió ahí. Si éste fue "paseado por todo el país", en avión, en camionetas de vidrios oscuros o en burro, he de confesar que, o bien el resto de los guerrilleros presos vivíamos en estado catatónico, o Gustavo poseía el divino don de la ubicuidad. ¿González Ruiz, Hernández Navarro, David Cilia, Enrique y el Guaymas viajaron en el tiempo para ver lo que entonces nosotros no vimos? ¿Se tomó alguno de ellos la molestia de preguntar a cualquiera de los que, entonces, estuvimos presos con "el policía itinerante" para verificar la acusación?
¿Van a decirme a mi, o a Ricardo Morales Pinal, a Luis Ángel Garza Villarreal, a Pedro Aguirre, a Ernesto Vázquez Laguna, a Héctor Escamilla Lira o a cualquier otro de los que estuvimos presos en esa época, que Gustavo salía y entraba de la cárcel como el proverbial Pedro por su proverbial casa? ¿Por qué no, de una buena vez, amplían sus acusaciones y, para darle credibilidad, nos acusan a todos nosotros de crimen organizado, de policías encubiertos encarcelados todos por el régimen para protegernos unos a otros? ¿A los "policías infiltrados" que "se encarcela para protegerlos", se les tortura previamente para que la cosa sea más creíble?
Antes, y desde la misma Jornada, fue (Carlos) Fazio acusando alegremente a Alberto Sánchez y a Guillermo Robles. Ahora es Hernández Navarro haciendo lo propio con Gustavo y con José Luis Sierra. ¿Quiénes siguen?
Ya una vez, hace algunos años, tuve la oportunidad de tocar este tema de la curiosa aversión de la "prensa decente y democrática" contra los ex-guerrilleros, contrastante con su culto a los "guerrilleros" actuales. Fue contra Oscar Ornelas, entonces en "El Financiero". Con todo, Ornelas no fue tan lejos como este nuevo par. No habló de "policías" aunque adelantaba una visión caricaturesca de la Liga. Me cito para no repetirme:
Pero la Liga no fue –ni siquiera “pareció”– un “invento mediático” en tanto que organización guerrillera, según el superior juicio de Oscar Enrique. Todo lo contrario. La Liga se movió, durante toda su corta aunque intensa vida, en el vacío. No sólo fue ignorada por la población, sino que la prensa relegaba su actividad a la nota roja, presentando de ella justamente la visión que ahora retoma Ornelas. No había entonces ONG’s ni la prensa solía dedicar grandes espacios para recoger hasta la más mínima gracejada de algún jefe guerrillero. Es cierto, también, que los jefes guerrilleros no citaban a conferencias de prensa armados para la foto, pues en aquellos tiempos guerrillero localizado era hombre muerto.
No sé, por último, si quepa calificar a la Liga como “ineficiente”. Pero lo que definitivamente no entiendo es esa adoración por las armas exhibidas y ese vituperio por las armas empleadas.
Es un doble lenguaje, un doble criterio y una doble cara…
Otra diferencia crucial es que, en aquel evento, Víctor Roura abrió de inmediato las páginas de El Financiero para Gustavo y para mi, publicando las respectivas respuestas no como cartita censurada de aclaración, sino como dos artículos que ocuparon toda una página.
Pero aquella adoración por las armas exhibidas, al mismo tiempo que el vituperio contra las armas empleadas, continúa tal cual. Y peor aún: esa absurda y ridícula actitud contrastante se adereza ahora con acusaciones de "policía" a diestra y siniestra.
Yo creo que debemos marcar un alto a estas chingaderas. Ciertamente estamos en desventaja relativa: la actitud de La Jornada tanto en los casos de Alberto y de Guillermo como ahora en el de Hirales lo demuestra. Sin embargo existe más prensa, y por fortuna tenemos la "democracia" y una auténtica, esta sí, igualdad de oportunidades que ofrece internet.
Esperemos la nueva respuesta de Gustavo (y veamos si La Jornada la publica), pero creo que debemos elaborar una declaración firme, contundente y argumentada en la que dejemos muy clara nuestra posición y nuestro rechazo y denuncia de estos, repito, calumniadores protegidos por "el poder de la prensa".
Benjamín Palacios Hernández