Revista
Proceso # 2051, 20 de febrero de 2016....
El silencio que
laceró a las víctimas/Gloria Leticia Díaz..
Los
sacerdotes pederastas, los feminicidios y las desapariciones forzadas son
algunos de los mayores ultrajes que asuelan a México, pero para el jefe del
Estado Vaticano en su reciente visita fue como si no existieran. No dijo una
palabra al respecto y pronunció discursos en los que señalaba al aire. Las
familias vapuleadas por la violencia se sienten revictimizadas por aquel de
quien esperaban consuelo y acción al servicio de la justicia: “Nos dimos cuenta
lo que es la religión y el gobierno: Están para engañar”…
ocos
días después de que el Papa Francisco
dejara México, miembros de organizaciones sociales que buscan
visibilizar la crisis de derechos humanos en México admiten sentirse
decepcionados porque el Papa se negó a mantener una reunión con las víctimas de
la delincuencia y del Estado. Y van más allá: se dicen convencidos de que hubo
“un arreglo” entre el Vaticano y el gobierno de Enrique Peña Nieto para que no
ocurriera ese acercamiento.
En
entrevistas por separado, representantes de la Red Nacional de Organismos
Civiles Todos los Derechos para Todas y Todos (Red TDT), Amnistía
Internacional, Católicas por el Derecho a Decidir (CDD), Centro de Derechos
Humanos de la Montaña Tlachinollan y de los padres de los 43 normalistas de
Ayotzinapa desaparecidos lamentan que el jerarca católico no haya querido
escuchar a las víctimas, en un país lacerado por la violencia, la corrupción y
la impunidad.
Esas
agrupaciones, como muchas otras, enviaron mensajes al pontífice para informarle
de la crisis de derechos humanos que padece el país y, en
algunos casos, para solicitarle encuentros privados, como fue el caso de los
papás de los 43 estudiantes levantados en Iguala, quienes ya habían buscado a
Francisco desde su primera visita al continente americano, el año pasado.
Para María de
la Luz Estrada, de CDD, Jorge Bergoglio “perdió una oportunidad histórica”,
para demostrar que es un jefe religioso y de Estado que se encuentra del lado
del pueblo:
“Al Papa le faltó algo a lo que convocó a los
sacerdotes en Michoacán: atreverse a no resignarse. Le faltó romper con la
agenda tan formal, que no dejó mirar el rostro de las víctimas.”
Responsable
del Observatorio Nacional Ciudadano del Feminicidio (ONCF), Estrada recuerda
que para las organizaciones sociales que solicitaron un encuentro, los abusos
sexuales de los sacerdotes, las desapariciones forzadas y los feminicidios eran
asuntos prioritarios en la reciente visita, puesto que un pronunciamiento papal
al respecto podría haber generado acciones concretas para encontrar soluciones
o para hallar consuelo.
“Todos sabemos que no iba a cambiar el sistema
de justicia, pero las víctimas se hubieran sentido reconfortadas si hubieran
tenido unos minutos –que sí le dio a los empresarios. Se habrían fortalecido en
la esperanza y podrían continuar el viacrucis que es buscar justicia y verdad”,
apunta.
Las
organizaciones mexicanas, subraya, tienen amplia experiencia en administrar los
tiempos en reuniones de alto nivel sobre derechos humanos.
“Lo hemos hecho en sesiones de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos y con representantes de la ONU. En 20
minutos se pueden dar varios testimonios de las víctimas, porque lo que
nosotros esperábamos es que hablaran las víctimas, no las organizaciones.”
Y
dimensiona la gravedad de uno de los problemas que Francisco rehuyó: Durante
los seis días que el jesuita estuvo en México “fueron asesinadas al menos 42
mujeres, porque en promedio se mata diario a siete”.
Estrada
justifica así el sentimiento “ambivalente” que le despierta la presencia del
jerarca, y que su agrupación ya externó en un desplegado: “Por un lado pensamos
que dijo cosas muy importantes en varios momentos, muy generales, pero hubo
grandes ausencias, como las víctimas de este país. También vemos con
preocupación las violaciones graves al Estado laico: vimos a gobernantes más
papistas que el Papa, violando el artículo 40 y el 25 del reglamento de
asociaciones religiosas”, advierte.
Perseo Quiroz,
director en México de Amnistía Internacional (AI), advierte que el no haber
mencionado la violación de los derechos humanos significa que “los espacios de
diálogo e interlocución para denunciar los abusos se están cerrando. Hay
también menos voluntad política para atender estos temas”.
Al
recordar que antes de la visita AI mandó una carta al obispo de Roma
detallándole las violaciones graves a los derechos humanos en México, Quiroz
Rendón explica que las organizaciones buscaban que, “como miembro de la
comunidad internacional, Bergoglio pudiera tratar estos temas. Había esa
expectativa, pero no sabemos qué haya habido detrás de la agenda, qué se haya
negociado. Lo que sí sabemos es que los espacios se cierran”.
Las
presiones
Fernando
Ríos, secretario ejecutivo de la Red TDT (conformada por 72 organizaciones en
el país), delinea otro aspecto del silencio papal: “Durante la visita se
advirtieron claramente elementos de contención muy fuertes. Siendo un hombre
sumamente político vio que las condiciones que daba el Estado mexicano eran muy
restrictivas; de hecho, antes de su llegada hubo mensajes muy claros del
subsecretario de Gobernación, (Humberto) Roque Villanueva, y hubo también
mensajes acerca de la fiscalización de Iglesia”, apunta Ríos.
El
defensor considera que esas expresiones previas demuestran que “el Estado
estaba preocupado por la visita y quisieron canalizarla en una mayor
legitimidad política –Enrique Peña Nieto y su esposa siempre estuvieron cerca–,
y lo que se vio es que el Papa vivió una gira muy restringida”.
Aun
así, manifiesta, “esperábamos pronunciamientos más contundentes, en los que
diera su interpretación de las cifras, por lo menos de los 150 mil muertos que
ha dejado la estrategia de seguridad y de los 27 mil desaparecidos.
“(El Papa) habló de trata de personas y de los
migrantes, pero creo que al no haber dado una cifra la situación quedó sin la
suficiente visibilidad, sin el carácter contundente que podrían tener sus
expresiones. No hizo una crítica a la crisis de derechos
humanos que vivimos, como ya lo hicieron los relatores de la ONU y el Alto
Comisionado de Derechos Humanos, así como la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos.”
Emiliano
Navarrete Victoriano, padre de José Ángel, cuya esposa Angélica González acudió
a Filadelfia, Estados Unidos, en septiembre del año en busca de un acercamiento
con el Papa Francisco en Filadelfia, no oculta su decepción.
“Al final de cuentas, nos dimos cuenta de lo
que es la religión y el gobierno: Están para engañar”, reflexiona
Navarrete, para quien no cabe duda de que hubo arreglos para evitar el
encuentro con los familiares de las víctimas.
Él
fue uno de los padres más activos el año pasado a la hora de buscar una
recepción con el pontífice. Su esposa, Angélica González, fue una de las cinco
madres que se desplazó a Filadelfia, Estados Unidos, en septiembre del año
pasado a buscar una reunión.
“Perdimos el tiempo buscando a ese señor (el
Papa), y con él la esperanza, y nos dimos cuenta que no nos queda otra que
encarar de frente al gobierno, que es el que nos tiene que dar respuesta de
lo que pasó con nuestros hijos, y punto”, apunta don Emiliano, quien expresa
que buscó encontrarse con Bergoglio a través de la periodista Lucía Capuzzi,
autora de Rosa de los dos mundos. La historia de la abuela del Papa Francisco.
Por separado,
el abogado de los padres e integrante de Tlachinollan, Vidulfo Rosales, lamenta
no haber recibido respuesta a las solicitudes para propiciar el encuentro con
los padres de los 43.
Para
el defensor, no cabe duda de que hubo “un arreglo de Estados, una agenda
diplomática que sacó el tema de las desapariciones forzadas en nuestro país, y
concretamente el tema de Iguala, el caso de los 43, porque no sólo condensa el
tema de desapariciones, sino de ejecuciones extrajudiciales, evidencia la
corrupción que tienen hoy en día las instituciones ante la penetración del
crimen organizado, en la colusión de las fuerzas de seguridad con el crimen
organizado, el tema del desmantelamiento de la educación pública, son temas que
se trataron de invisibilizar”.
El
encuentro se buscó, rememora, porque el 29 de noviembre de 2014 Francisco se
pronunció por los 43, “lo que hacía natural que se diera la reunión con los
padres”.
La
mentira
Rosales
Sierra se dice sorprendido de que, de regreso hacia Roma, Bergoglio asegurara
que “luchas internas” entre organizaciones de familiares de desaparecidos
impidieron el acercamiento.
El
abogado de Tlachinollan niega que haya diferencias y atribuye la versión a una
estrategia del gobierno de Peña Nieto.
De
hecho, no son nuevas las denuncias de que funcionarios peñanietistas fomentan
la discordia entre los familiares de las víctimas de desaparición forzada.
En
noviembre del año pasado, Lucía Díaz, de la asociación El Solecito de Veracruz,
advirtió que ante los reclamos por la falta de agentes del Ministerio Público
en la Fiscalía Especializada de Búsqueda de Personas Desaparecidas, el titular
de ésta, Miguel Severino Chávez, y el subprocurador de Derechos Humanos, Eber
Betanzos, argumentaron que están obligados a priorizar el caso Ayotzinapa.
“Si Betanzos quería crear en los familiares un
sentimiento contrario a los padres de los 43, no lo consiguió –explicó entonces
Ximena Antillón, de Fundar–. Los familiares entendieron que el problema no es
Ayotzinapa, es la Procuraduría General de la República, que no ha dimensionado
el problema. ¡Estamos hablando de más de 26 mil desaparecidos!” (Proceso 2037).
Rosales
Sierra apunta: “El gobierno ha estado jugando con ese tema, ha sido hábil en
sembrar la discordia, cuando es claro que la solidaridad de los familiares de
desaparecidos con los padres de los 43 es mutua, y que nosotros nos adherimos a
las propuestas de las organizaciones para legislar sobre desaparición. Hubo un
juego sucio de parte del gobierno, y no obtuvimos ni para los 43 ni para los
otros desaparecidos una palabra o expresión del Papa acerca de este tema”.
Al
final de la visita, reconoce, los familiares de las víctimas fueron
avasallados. “La presencia del Papa fue utilizada por distintos actores,
gobierno, clase política y empresarios, que trataron de obtener un
acercamiento, una posición, porque además de ser un líder espiritual es un
personaje que tiene una influencia política en el mundo.
“Si se hubiera pronunciado por las
desapariciones forzadas y de los 43, habría dado fortaleza a los padres, y por
otro lado habría generado un impacto político en la exigencia en el
esclarecimiento del caso, pero como vimos, hubo obstáculos que no
consideramos”, concluye. l